EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 1

29 Junio 2008
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:sombrilla:hideing_bEl Evangelio Según Pablo … Parte 1
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
El Rapto de la Iglesia se acerca cada vez más. No hay ningún evento que deba precederlo, y por las cosas que están sucediendo en el Medio Oriente, yo no puedo imaginar que pasará este año sin que veamos alguna confrontación grande. Los días de la iglesia en la tierra están claramente contados y ya sea que seamos arrebatados este año o no, ciertamente no es muy pronto para que estemos preparados.
Nuestra preparación es espiritual, no física, y eso significa que debemos estar en la condición espiritual apropiada para poder soportar el tiempo que nos queda. Necesitamos estar claros en lo que creemos y porqué para que podamos hablar con suficiente persuasión cuando seamos llamados a hacerlo. Necesitamos estar fuertes en nuestra fe, tanto para hacer nuestros últimos llamados a las personas que nos rodean y que aun no están con nosotros, como permanecer constantes aun frente a los intentos más serios, (especialmente) por aquellas personas dentro de la iglesia, que están erosionando los cimientos de nuestras creencias.
Con esto en mente, comenzaremos un estudio sobre la Carta de Pablo a los Romanos, el Evangelio según Pablo. Interrumpiremos el estudio cuando los eventos presentes lo ameriten, con el objeto de poder repasar sus implicaciones proféticas, pero nuestro enfoque será en repasar las bases de nuestra fe con la expectativa de que el 2007 será un año de gran significado profético. Piensen en esto como el equivalente espiritual de un atleta que se está entrenando en preparación a un gran evento.
La Carta de Pablo a los Romanos
Pablo escribió su carta a los Romanos desde Corinto, en la primavera del año 57 d.C. Él aun no había estado allí, pero estaba esperando poder ministrar en la Iglesia de Roma. La intención de esta carta era poner las bases para su visita, y preparar a la gran congregación, principalmente formada por gentiles, para su llegada.
Después de repasar el estado del mundo, los primeros ocho capítulos de la carta a los Romanos tratan sobre la doctrina, las piedras fundamentales de nuestra fe. Los capítulos 9 al 11 son proféticos, nuestra esperanza. Y los capítulos 12 al 16 de centran en la aplicación, por la cual podemos expresar nuestro amor. Entonces, la carta puede ser resumida con 1 Corintios 13, fe, esperanza y amor.
El mensaje que se mantiene, y que está entretejido en toda la carta, es que el Evangelio no es un conjunto de leyes que deben ser obedecidas, como tampoco es un credo que debe de ser aceptado. No es un consejo que se toma, ni una religión que debe creerse, ni un orden social por el cual debemos vivir. Es un mensaje sobre una persona, una historia de amor escrita con sangre sobre una cruz de madera. Es sobre Dios que se convirtió en hombre y murió por nosotros para que nosotros podamos vivir con Él. Entonces, empecemos.
Capítulo 1
Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo (Romanos 1:1-6).
De primera entrada, Pablo declara quién es Jesús; el descendiente biológico del Rey David a través de su madre María, quien era también descendiente de David, y el Hijo del Dios Vivo. Pablo le llamaría la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15) y el escritor de la Carta a los Hebreos (¿Pablo?) diría que Él es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen misma de Su sustancia (Hebreos 1:3). Pero la verdadera prueba de Su deidad se vio con Su resurrección, el Autor de la Vida logrando la victoria sobre la muerte.
A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Romanos 1:7).
La propia salutación de Pablo, que combina la “gracia” gentil de la cultura griega con la “paz” judía del hebreo.
El Anhelo de Pablo de Visitar Roma
Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma (Romanos 1:8-15).
Pablo aun no había estado en Roma como tampoco ninguno de los otros apóstoles. Él había estado planeando ir allá para asegurarse de que el fundamento en la fe era cierto. Pero se sintió obligado de llevar la ofrenda que había estado colectando para la empobrecida iglesia de Jerusalén. Su carta ayudaría a prepararlos mientras él terminaba sus otras obligaciones.
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Romanos 1:16-17).
Este es un punto principal que Pablo mencionaba repetidamente. Nuestra justicia nos es impuesta por fe, desde el principio al fin. Se trata de cómo somos salvos y de cómo vivimos. No es por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9). Tampoco es algo que obtenemos con el tiempo por vivir un cierto estilo de vida. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas … Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:17, 21). Nuestras buenas obras son una expresión de gratitud por nuestra salvación, no la base para obtenerla.
Algunas personas han sugerido que Pablo escribió tres cartas basadas en esta cita de Habacuc 2:4. El justo (Romanos) por su fe (Hebreos) vivirá (Gálatas). Por supuesto que esto asume que ustedes creen, como lo creo yo, que Pablo fue el posible escritor de la Carta a los Hebreos.
La Ira de Dios en Contra de la Humanidad
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Romanos 1:18-20).
Ninguna persona puede legítimamente negar la existencia de Dios, o siquiera cuestionarla. La creación la demuestra claramente. “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). El corazón es el centro de las emociones. Los necios, o tontos, hacen esta afirmación de manera emotiva, porque aun ellos no la pueden hacer de manera lógica. La existencia de Dios es demasiado obvia.
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles (Romanos 1:21-23).
Los hombres de la antigüedad le otorgaban a las imágenes hechas por ellos el crédito debido a Dios. Corta cedros, y toma ciprés y encina, que crecen entre los árboles del bosque; planta pino, que se críe con la lluvia. De él se sirve luego el hombre para quemar, y toma de ellos para calentarse; enciende también el horno, y cuece panes; hace además un dios, y lo adora; fabrica un ídolo, y se arrodilla delante de él. Parte del leño quema en el fuego; con parte de él come carne, prepara un asado, y se sacia; después se calienta, y dice: ¡Oh! me he calentado, he visto el fuego; y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra delante de él, lo adora, y le ruega diciendo: Líbrame, porque mi dios eres tú (Isaías 44:14-17).
Nosotros nos reímos ante esa tontería. Pero tenemos una mejor. Le damos el crédito debido a Dios a… nada. La casualidad del azar es la responsable por el universo, y por la humanidad. Simplemente las cosas sucedieron.
Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío (Romanos 1:24-27).
Tomamos el logro creativo que coronó la obra del Señor, la vida humana, y le llamamos un accidente, el producto del azar. No tuvo ningún origen, no tiene ningún destino, y, por lo tanto, dijimos, no tiene ningún valor. Entonces Dios dijo, “Bien. Ustedes dicen que la vida no tiene ningún valor, así que me aseguraré de que la traten con desprecio y que sufran las consecuencias”.
La acción sagrada de la procreación se ha relegado al sexo casual. No es la libertad, sino más bien una maldición lo que ha producido un enorme aumento de niños abandonados, suicidios de adolescentes, y hogares desechos. En algunas partes de África hay toda una generación que hace falta debido al sida, siendo los bebés criados por sus abuelos. Para otras personas, el regalo de la vida se ha convertido en un presagio de muerte. El aborto no es una elección, sino que es la consecuencia de malas decisiones que no solamente terminan con la muerte del bebé, sino que también ponen en riesgo a la madre. La homosexualidad también es un pecado de muerte, elevando la tasa de homicidios y de suicidios más que el promedio, y reduciendo la expectativa de vida de 2 a 3 décadas. Estos no solamente son pecados, sino que son juicios. Y la aceptación pública de estos siempre ha sido una señal de que una sociedad está en su estado final de decadencia.
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Romanos 1:28-32).
Ustedes no tienen que buscar muy lejos para encontrar la evidencia de todo esto. La exigencia para aceptar las religiones paganas y los estilos de vida alternativos, la prohibición pública de las muestras de la naturaleza cristiana, la falta de integridad entre los funcionarios públicos y los del mundo empresarial, el trato de la tragedia personal como entretenimiento y la burla de la justicia no son sino unas pocas señales de lo anterior.
Y en el frente religiosity, las cosas no son mejores tampoco. Tenemos iglesias sin Jesús, la exploración de otros caminos para la salvación, los homosexuales evangélicos y la elevación de María en algunos círculos carismáticos. Las encuestas muestran que el 54% de los pastores a propósito han visto pornografía en el pasado año y se estima que cada semana se vacían tres púlpitos debido a un pecado sexual de alguna naturaleza.
Pablo escribió esta carta en el año 57 d.C. y cerca de 2.000 años después nada ha cambiado. Y si algo ha cambiado ha sido para peor. Su mensaje es tan real para nosotros ahora como lo fue entonces para ellos. La lección para nosotros se encuentra en buscar los restos de la sociedad del Siglo I. No quedó nada. Las poderosas culturas griega y romana han desaparecido, aplastadas bajo el peso de su propia depravación. ¿Cómo podíamos esperar algo menos?
Y como lo era en los días de Noé, todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5). Pero así como lo hizo en aquel entonces, Dios lo está haciendo hoy día. Él ha enviado otra Arca, el Arca de nuestra Salvación. Y así como el juicio llegará pronto, el Arca está lista para recibirnos ahora. La puerta está abierta, y ya es hora de subir a bordo. No hay límites, “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Díganles a sus amigos mientras aun hay tiempo. :musico10:
 
Re: EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 1

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El Rapto de la Iglesia se acerca cada vez más. No hay ningún evento que deba precederlo, y por las cosas que están sucediendo en el Medio Oriente, yo no puedo imaginar que pasará este año sin que veamos alguna confrontación grande. Los días de la iglesia en la tierra están claramente contados y ya sea que seamos arrebatados este año o no, ciertamente no es muy pronto para que estemos preparados.
Nuestra preparación es espiritual, no física, y eso significa que debemos estar en la condición espiritual apropiada para poder soportar el tiempo que nos queda. Necesitamos estar claros en lo que creemos y porqué para que podamos hablar con suficiente persuasión cuando seamos llamados a hacerlo. Necesitamos estar fuertes en nuestra fe, tanto para hacer nuestros últimos llamados a las personas que nos rodean y que aun no están con nosotros, como permanecer constantes aun frente a los intentos más serios, (especialmente) por aquellas personas dentro de la iglesia, que están erosionando los cimientos de nuestras creencias.
Con esto en mente, comenzaremos un estudio sobre la Carta de Pablo a los Romanos, el Evangelio según Pablo. Interrumpiremos el estudio cuando los eventos presentes lo ameriten, con el objeto de poder repasar sus implicaciones proféticas, pero nuestro enfoque será en repasar las bases de nuestra fe con la expectativa de que el 2007 será un año de gran significado profético. Piensen en esto como el equivalente espiritual de un atleta que se está entrenando en preparación a un gran evento.
La Carta de Pablo a los Romanos
Pablo escribió su carta a los Romanos desde Corinto, en la primavera del año 57 d.C. Él aun no había estado allí, pero estaba esperando poder ministrar en la Iglesia de Roma. La intención de esta carta era poner las bases para su visita, y preparar a la gran congregación, principalmente formada por gentiles, para su llegada.
Después de repasar el estado del mundo, los primeros ocho capítulos de la carta a los Romanos tratan sobre la doctrina, las piedras fundamentales de nuestra fe. Los capítulos 9 al 11 son proféticos, nuestra esperanza. Y los capítulos 12 al 16 de centran en la aplicación, por la cual podemos expresar nuestro amor. Entonces, la carta puede ser resumida con 1 Corintios 13, fe, esperanza y amor.
El mensaje que se mantiene, y que está entretejido en toda la carta, es que el Evangelio no es un conjunto de leyes que deben ser obedecidas, como tampoco es un credo que debe de ser aceptado. No es un consejo que se toma, ni una religión que debe creerse, ni un orden social por el cual debemos vivir. Es un mensaje sobre una persona, una historia de amor escrita con sangre sobre una cruz de madera. Es sobre Dios que se convirtió en hombre y murió por nosotros para que nosotros podamos vivir con Él. Entonces, empecemos.
Capítulo 1
Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo (Romanos 1:1-6).
De primera entrada, Pablo declara quién es Jesús; el descendiente biológico del Rey David a través de su madre María, quien era también descendiente de David, y el Hijo del Dios Vivo. Pablo le llamaría la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15) y el escritor de la Carta a los Hebreos (¿Pablo?) diría que Él es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen misma de Su sustancia (Hebreos 1:3). Pero la verdadera prueba de Su deidad se vio con Su resurrección, el Autor de la Vida logrando la victoria sobre la muerte.
A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Romanos 1:7).
La propia salutación de Pablo, que combina la “gracia” gentil de la cultura griega con la “paz” judía del hebreo.
El Anhelo de Pablo de Visitar Roma
Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma (Romanos 1:8-15).
Pablo aun no había estado en Roma como tampoco ninguno de los otros apóstoles. Él había estado planeando ir allá para asegurarse de que el fundamento en la fe era cierto. Pero se sintió obligado de llevar la ofrenda que había estado colectando para la empobrecida iglesia de Jerusalén. Su carta ayudaría a prepararlos mientras él terminaba sus otras obligaciones.
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Romanos 1:16-17).
Este es un punto principal que Pablo mencionaba repetidamente. Nuestra justicia nos es impuesta por fe, desde el principio al fin. Se trata de cómo somos salvos y de cómo vivimos. No es por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9). Tampoco es algo que obtenemos con el tiempo por vivir un cierto estilo de vida. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas … Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:17, 21). Nuestras buenas obras son una expresión de gratitud por nuestra salvación, no la base para obtenerla.
Algunas personas han sugerido que Pablo escribió tres cartas basadas en esta cita de Habacuc 2:4. El justo (Romanos) por su fe (Hebreos) vivirá (Gálatas). Por supuesto que esto asume que ustedes creen, como lo creo yo, que Pablo fue el posible escritor de la Carta a los Hebreos.
La Ira de Dios en Contra de la Humanidad
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Romanos 1:18-20).
Ninguna persona puede legítimamente negar la existencia de Dios, o siquiera cuestionarla. La creación la demuestra claramente. “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). El corazón es el centro de las emociones. Los necios, o tontos, hacen esta afirmación de manera emotiva, porque aun ellos no la pueden hacer de manera lógica. La existencia de Dios es demasiado obvia.
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles (Romanos 1:21-23).
Los hombres de la antigüedad le otorgaban a las imágenes hechas por ellos el crédito debido a Dios. Corta cedros, y toma ciprés y encina, que crecen entre los árboles del bosque; planta pino, que se críe con la lluvia. De él se sirve luego el hombre para quemar, y toma de ellos para calentarse; enciende también el horno, y cuece panes; hace además un dios, y lo adora; fabrica un ídolo, y se arrodilla delante de él. Parte del leño quema en el fuego; con parte de él come carne, prepara un asado, y se sacia; después se calienta, y dice: ¡Oh! me he calentado, he visto el fuego; y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra delante de él, lo adora, y le ruega diciendo: Líbrame, porque mi dios eres tú (Isaías 44:14-17).
Nosotros nos reímos ante esa tontería. Pero tenemos una mejor. Le damos el crédito debido a Dios a… nada. La casualidad del azar es la responsable por el universo, y por la humanidad. Simplemente las cosas sucedieron.
Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío (Romanos 1:24-27).
Tomamos el logro creativo que coronó la obra del Señor, la vida humana, y le llamamos un accidente, el producto del azar. No tuvo ningún origen, no tiene ningún destino, y, por lo tanto, dijimos, no tiene ningún valor. Entonces Dios dijo, “Bien. Ustedes dicen que la vida no tiene ningún valor, así que me aseguraré de que la traten con desprecio y que sufran las consecuencias”.
La acción sagrada de la procreación se ha relegado al sexo casual. No es la libertad, sino más bien una maldición lo que ha producido un enorme aumento de niños abandonados, suicidios de adolescentes, y hogares desechos. En algunas partes de África hay toda una generación que hace falta debido al sida, siendo los bebés criados por sus abuelos. Para otras personas, el regalo de la vida se ha convertido en un presagio de muerte. El aborto no es una elección, sino que es la consecuencia de malas decisiones que no solamente terminan con la muerte del bebé, sino que también ponen en riesgo a la madre. La homosexualidad también es un pecado de muerte, elevando la tasa de homicidios y de suicidios más que el promedio, y reduciendo la expectativa de vida de 2 a 3 décadas. Estos no solamente son pecados, sino que son juicios. Y la aceptación pública de estos siempre ha sido una señal de que una sociedad está en su estado final de decadencia.
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Romanos 1:28-32).
Ustedes no tienen que buscar muy lejos para encontrar la evidencia de todo esto. La exigencia para aceptar las religiones paganas y los estilos de vida alternativos, la prohibición pública de las muestras de la naturaleza cristiana, la falta de integridad entre los funcionarios públicos y los del mundo empresarial, el trato de la tragedia personal como entretenimiento y la burla de la justicia no son sino unas pocas señales de lo anterior.
Y en el frente religiosity, las cosas no son mejores tampoco. Tenemos iglesias sin Jesús, la exploración de otros caminos para la salvación, los homosexuales evangélicos y la elevación de María en algunos círculos carismáticos. Las encuestas muestran que el 54% de los pastores a propósito han visto pornografía en el pasado año y se estima que cada semana se vacían tres púlpitos debido a un pecado sexual de alguna naturaleza.
Pablo escribió esta carta en el año 57 d.C. y cerca de 2.000 años después nada ha cambiado. Y si algo ha cambiado ha sido para peor. Su mensaje es tan real para nosotros ahora como lo fue entonces para ellos. La lección para nosotros se encuentra en buscar los restos de la sociedad del Siglo I. No quedó nada. Las poderosas culturas griega y romana han desaparecido, aplastadas bajo el peso de su propia depravación. ¿Cómo podíamos esperar algo menos?
Y como lo era en los días de Noé, todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5). Pero así como lo hizo en aquel entonces, Dios lo está haciendo hoy día. Él ha enviado otra Arca, el Arca de nuestra Salvación. Y así como el juicio llegará pronto, el Arca está lista para recibirnos ahora. La puerta está abierta, y ya es hora de subir a bordo. No hay límites, “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Díganles a sus amigos mientras aun hay tiempo. :musico10:
 
Re: EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 1

El Evangelio Según Pablo… Parte 3
Romanos 3:21-4:25
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (Romanos 3:21-26)
Habiendo demostrado de manera concluyente que todos nosotros, tanto judíos como gentiles, somos incapaces de obtener algún nivel de justicia que sea suficiente como para escapar la ira de Dios, Pablo ahora introduce la noción de una justicia aparte de la Ley. Esta justicia fue mencionada en el Antiguo Testamento. En lugar de ser ganada por medio de la obediencia, se nos impone por la fe en el sacrificio expiatorio del Señor. Su sacrificio, a pesar de haber sido hecho una sola vez, estará vigente durante todo el lapso de la vida humana, desde el primer pecador hasta el último de ellos. Dios aun apartó del castigo merecido a aquellas personas que vivieron antes del tiempo de Jesús, pero que murieron en fe esperando su acontecer, de tal manera que Su muerte pudiera expiarlos a ellos también.
¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley (Romanos 3:27-31).
Nadie puede acreditarse esta justificación, ni ver de menos a otras personas como lo hacían los antiguos fariseos. Ya sea que tengan antecedentes judíos o gentiles, todas las personas que creen son justificadas solamente por la fe, siendo receptores inmerecidos de la gracia de Dios. Y contrario a abolir la Ley, esta justificación la cumple, tal y como Jesús prometió. “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17).
Romanos 4
Abraham Justificado por la Fe
¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia (Génesis 15:6).
Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado (Salmo 37:1-2) (Romanos 4:1-8).
Tan pronto como le inyectamos algo de nosotros mismos a la ecuación, la inutilizamos. La gracia más las obras es igual a obras. La fe es la única participación que se nos permite introducir y que no es considerada como obras.
¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado (Romanos 4:9-12).
En el contexto del tiempo, la fe de Abraham le fue contada por justicia, más de 400 años antes de que se diera la Ley, y aun antes de que él se circuncidara.
Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) (Génesis 17:5) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen (Romanos 4:13-17).
Como Pablo lo mencionó con anterioridad. La Ley no fue dada como un camino a la justificación, sino para hacernos conscientes del pecado. Un cierto comportamiento puede que no sea el correcto, pero si no hay ninguna ley en su contra, entonces no se puede considerar ilegal. Y, como veremos, esta justificación le permite a Dios ver a aquellas personas que no son como si fueran.
El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. (Génesis 15:5) Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:18-25).
Este capítulo termina con un ejemplo admirable de lo que es la gracia de Dios. No se hace ninguna mención del incidente con Agar e Ismael, el cual algunos podrían caracterizar como un lapso en la fe. Teniendo solamente la narración de Pablo, podemos hacer la conjetura que Abraham y Sara habiendo esperado pacientemente durante el lapso de tiempo entre la promesa del Señor y el nacimiento de Isaac, y estando en una edad avanzada para procrear hijos, no titubearon lo más mínimo.
Pero esa no es la manera como las Escrituras lo registran. Sara sí se impacientó de estar esperando y le dio a Abraham su sierva, diciendo, “quizá tendré hijos de ella” (Génesis 16:2). Así nació Ismael y Abraham lo vio como un cumplimiento de la promesa de Dios (Génesis 17:18).
Pero Dios ignoró todo eso. Cuando le dijo a Abraham que sacrificara a Isaac, Dios le llamó “tu hijo, tu único” (Génesis 22:2). Y Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, no mencionó siquiera eso. Cuando habla de la justificación de Abraham es como si nada de eso hubiese ocurrido nunca.
Y de la misma manera es con ustedes. Cuando se convirtieron en creyentes, Dios hizo más que perdonar los pecados de ustedes. Él los re-creó y olvidó todo el pasado de ustedes. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Y desde ese momento en adelante, Él le ha escogido verlo a usted no como es usted, sino como Él le ha hecho a usted, tan justo como lo es Él. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Todos los fracasos y problemas que usted ha tenido, han dejado de existir en la mente de Dios. Ahora, cada vez que usted peca, solamente necesita confesar su pecado para ser perdonado y limpiado de toda maldad (1 Juan 1:9), y su pecado es inmediatamente perdonado.
Esto es lo que significa la justicia por la fe. Dios no puede morar en la presencia del pecado y, a pesar de ello, Él desea nuestra presencia con Él en la eternidad. Nunca podremos estar sin pecado por nuestro propio esfuerzo, de tal manera que para poder mantenernos aquí, Él tenía que encontrar otra forma para justificarnos. La forma que Él encontró fue enviar a Su Hijo para que Él pagara el castigo por nuestros pecados. Todos nuestros pecados. En el momento en que creemos que Él en verdad hizo eso por nosotros, la justicia de Dios nos es impuesta por la fe. Es en ese momento en que nosotros podemos morar ante Su presencia y Él en nosotros.
Yo he pasado algún tiempo con los judíos en su propia cancha. He podido ver los esfuerzos que hacen para guardar la Ley. Los legalistas más ardientes en la Iglesia no pueden si quiera sostenerles una candela. Y, sin embargo, Jesús nos dijo que a menos que nuestra justicia fuera mayor que la de los fariseos no entraríamos en el Reino de los Cielos (Mateo 5:20). Luego Él dijo, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). ¿Alguna vez ustedes han pensado qué es lo que Él quiso decir con eso? Bien, pues ahora ya lo saben. Él estaba hablando sobre la justicia que es por la fe. Esa es la justicia de Dios, la única que es necesaria para llevarnos ante Su presencia. Nuestro tiempo aquí en la tierra se está terminando. Mejor asegúrense de que ya la tienen
 
Re: EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 1

si pablo le escribio una carta a la iglesia de roma , entonces quien la fundo

paz a ti
 
Re: EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 1

Yo lo que quisiera saber es; ¿que paso con la segunda parte?

Saludos
 
Re: EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 2

Re: EL EVANGELIO SEGUN PABLO PARTE 2

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El Evangelio Según Pablo … Parte 2
Romanos 2:1—3:20
Pablo continúa con su punto de vista sobre la condición espiritual del mundo. Recuerden, él no está escribiendo sobre los creyentes aquí. Su intención en este resumen introductorio es el mostrar que todas las personas necesitan el Evangelio, ya sean judíos o gentiles. Pero yo voy a tomar algo de esto como que también se aplica a nosotros, porque todos aun cometemos los pecados que él menciona, y a pesar de que somos perdonados, necesitamos ser recordados que esa ya no es nuestra manera de vivir. Nosotros no tenemos que pagar la pena por hacer estas cosas, como los incrédulos lo harán, porque el Señor ya ha hecho eso por nosotros, pero el Espíritu Santo sí se entristece cuando pecamos, y eso también interrumpe nuestra comunión con Él. Y después de todo, la intención de este estudio es ayudar a prepararnos para el retorno del Señor.

Al final del capítulo 1, él se está refiriendo a aquellas personas que estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Romanos 1:29-32).

Ahora, él va a incluir a todas aquellas personas que condenan a otras por hacer esas cosas, porque cada uno de nosotros ha hecho algo de lo que contiene esta lista, en algún momento de la vida. Por lo tanto, cuando juzgamos a otros por hacer esas cosas estamos ignorando el hecho de que también somos culpables. Si pensamos que ellas deben de ser condenadas, ¿estaremos deseosos de aplicar las mismas normas en nosotros mismos?

Capítulo 2
El Justo Juicio de Dios


Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? (Romanos 2:1-4).

Si, como pecadores, condenamos el pecado de los demás, nos estamos identificando como que somos dignos de una condenación similar. Jesús dijo, “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lucas 6:37). El ser testigos de los pecados de los demás no debe de acarrearnos pensamientos de juicio a nuestras mentes, sino más bien de tristeza y empatía. Debería de despertarse nuestro espíritu de intercesión, produciendo que le pidamos a Dios que los perdone. Fácilmente pudo haber sido uno mismo el que cometía ese pecado. Es la misericordia de Dios la que atrae a las personas hacia Él, no Su justicia, y al pedir por misericordia a nombre de alguien más, en lugar de condenar a esa persona, podemos estar ayudando a inclinar el corazón de esa persona hacia Dios. Ese es nuestro gran trabajo ahora mismo.

Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios (Romanos 2:5-11).

Independientemente de su condición espiritual, algunas personas creen que a Dios se le agrada cuando expresan su desdén hacia otras personas debido al pecado que estas tienen. Pero la realidad es que Él se disgusta porque sabe que nosotros somos tan culpables como los que estamos condenando. Es un caso como “el sartén llamando a la tetera” como dice el viejo adagio. Un abogado aconsejaría que eso viola el principio de las “manos limpias”. Por eso es que Jesús dijo, “el que no tiene pecado que tire la primera piedra”. El juzgar a otras personas implica que nosotros creemos que somos mejores. Es un acto de auto búsqueda, y si persistimos en él, le añadimos a nuestro propio pecado.

Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio (Romanos 2:12-16).

Pablo les había dicho anteriormente a los corintios, “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones” (1 Corintios 4:5). Toda la humanidad sabe, de manera intuitiva, sobre el buen comportamiento y el malo, pero solamente Dios conoce los motivos de nuestros corazones. Jesús nos advirtió de quitar la viga de nuestro propio ojo antes de preocuparnos por la paja en el ojo de nuestro hermano (Mateo 7:5). El conocimiento de la Ley no es suficiente. Necesitamos obedecer. Si no podemos hacerlo, entonces no tenemos porqué inmiscuirnos en condenar a alguien que tampoco puede hacerlo.

Jesús y la Ley


He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros (Romanos 2:17-24).

Las personas que se auto-justifican niegan furiosamente esas acusaciones. Pero Jesús enseñó que no es solamente nuestro comportamiento sino el motivo de nuestro corazón lo que nos acusa. La ira es tan mala como el asesinato, el deseo es tan malo como el adulterio, y la envidia es tan mala como el robo. ¿Quién de nosotros no es culpable de estas cosas? Y como Su hermano Santiago escribió, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).

Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley.

Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios (Romanos 2:25-29).

La circuncisión era la señal visible del pacto. Identificaba a un hombre como judío. Pero el pacto tenía sus provisiones, y las violaciones a esas provisiones llevaban en sí un castigo. El hecho de que una persona fuera circuncisa no la eximía del castigo, sería juzgada como todos los demás. Por el contrario si alguna persona no era circuncisa, pero guardaba la Ley, recibiría los mismos beneficios como si estuviera circuncidada. Una vez más podemos ver que no son las apariencias externas lo que importa ante el Señor, sino los pensamientos internos y los motivos de nuestros corazones.

Capítulo 3:1-20
¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.

¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado (Salmo 51:4).

Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo? Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador? ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes? (Romanos 3:1-8).

Los “judaizantes” acusaron a Pablo de predicar un mensaje simplificado, dándoles a los creyentes la impresión de que a Dios no le importaba cómo se comportaban. Entonces trataron de convertir a los nuevos gentiles cristianos al judaísmo, diciendo que debían circuncidarse y guardar la Ley antes de seguir a Jesús.

Si Dios no hubiera proveído un remedio para el pecado el cual permite que podamos escapar del juicio, entonces podríamos esgrimir el argumento de que es injusto que Él nos juzgue. Después de todo nacimos con nuestra naturaleza pecaminosa, no decidimos hacernos pecadores. Pero Él conoce el dilema que Su justicia y nuestra naturaleza pecaminosa le ha producido tanto a Él como a nosotros, así que vino a la tierra para enderezar las cosas. Nuestra parte es simplemente el aceptar en fe el remedio que Él ha proveído. Si fracasamos en eso, seremos dejados sin ninguna otra alternativa sino basarnos en nuestro propio mérito. Al escoger hacer eso anula cualquier reclamo de injusticia.

Nadie es Justo


¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito:

No hay justo, ni aun uno; (Isaías 64:6)

No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios (Isaías 29:13).

Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Salmo 14:1-3).

Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan (Salmo 5:9).

Veneno de áspides hay debajo de sus labios; (Salmo 140:3)

Su boca está llena de maldición y de amargura (Salmo 10:7).

Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz (Isaías 59:7-8).

No hay temor de Dios delante de sus ojos (Salmo 36:1).

Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Romanos 3:9-20).

Entonces, la situación es esta. Ninguno de nosotros puede sobrevivir a un juicio por nuestros propios méritos. Ya sea judíos o gentiles, es imposible para nosotros poder resolver nuestro propio problema del pecado. Aun con la Ley, los judíos no están en mejor posición que los gentiles. Nadie puede guardar la Ley, como tampoco fue en algún momento considerado que alguien pudiera hacerlo. La Ley fue dada para hacer obvio el pecado y hacer que nuestra necesidad de un Salvación fuera clara. Entonces un Salvador fue dado, y desde ese momento en adelante la pregunta no ha sido “¿Es usted un pecador o no?”, sino más bien, “¿Ha aceptado usted Mi remedio o no?” Pablo utilizó dos capítulos y medio para convencernos de una sola verdad: Todos necesitamos el Evangelio. La próxima vez él empezará a darnos el Evangelio. 13/01/2007.