Antes de refutar a Clemente deseo dejar en claro que las instituciones juridico politicas que hoy son sustentadas por nuestras constituciones modernas, no nacieron de la noche a la mañana, sino que fueron producto de los distintos procesos político-jurídicos que se dieron en diversos estadios de nuestra historia. Reconozco, el aporte de muchos teólogos, filósofos, y juristas católicos romanos, sobre todo aquellos grandes exponentes del iusnaturalismo como san Isidoro de Sevilla o Santo Tomás de Aquino. Pero lamentablemente hay quienes todavía tienen una visión reduccionista de la historia producto de un fanatismo ciego y enfermizo, esto no conduce a la verdad, sino que nos hace cautivos de visones absolutistas que reclaman para si tanto el derecho a interpretar la historia, como también exigir una sumisión ciega de las conciencias que no opinan igual que ellos. No obstante, hay estadios en la historia que son más trascendentales que otros periodos, y que, por la providencia divina, han sido determinantes en la sustanciación y consumación de instituciones que gozan de la admiración y aprobación de los pueblos. Frente a esto, postulo, que la mayoría de las libertades de los individuos, incluyendo la separación Iglesia-Estado, tomaron forma, fuerza y fondo a partir de muchos postulados de la Reforma Protestante, Y también creo, que la misma iglesia católica romana, en periodos anteriores y aislados, se opuso tenazmente a la consagración de muchas libertades que hoy detentan los ciudadanos de los Estados libres.
A continuación cito a pensadores, historiadores, y encíclicas del concilio Vaticano I. Leamos atentamente la opinión de algunos pensadores de la historia en relación al aporte del protestantismo a las libertades civiles, y también leamos los desaciertos del Cocilio Vaticanos I.
1.- El historiador español Víctor Manuel Arbeloa escribe acerca de la actitud del cardenal Segura frente a algunas libertades que se estaban disputando : "Toda la carta episcopal es un montón de textos potificios- desde la mirari vos, de Gregorio XVI, a las quas primas, de Pio XI-, que condenan el laicismo del Estado, y, aplicados al anteproyecto, condenaban “el estado sin religión”; la separación de la Iglesia y del estado; la “subordinación de la iglesia al estado”, que se denunciaba en varios de los artículos del texto, y de las libertades modernas. Veamos un breve trozo sobre estas últimas:
“Dimanan esas libertades de la cenagosa fuente de la reforma protestante del siglo XVI, la cual, después de haber causado tantos trastornos a la religión, vino a subvertir, siglos más tarde, a través de filosofismo, a la misma sociedad civil” (Cardenal Pedro Segura) (Pág. 32)
La semana trágica de la Iglesia en España: 8-14 de octubre de 1931
Autor: Víctor Manuel Arbeloa
Publicado por Encuentro, 2006
2.- “en argentina, Domingo Faustino sarmiento (1811-1888) concebía al protestantismo como un instrumento de la civilización en contra de la barbarie del mundo rural corporativista y del catolicismo. En Brasil, aureliano C. Tabares Bastos (1839-1875) imaginaba que el protestantismo debía necesariamente acompañar los cambios económicos y políticos que se esperaban. En México, el liberal José María Vigil (1829-1909) lo expresó claramente cuando “aplaudía sin reserva” la difusión de las sociedades protestantes, porque sólo una reforma religiosa podía permitir, a su juicio, que terminase “una crisis harto peligrosa debido a la oposición entre una sociedad retrógrada y monárquica en la iglesia y una sociedad progresista y liberal en la plaza pública”. El protestantismo para estos liberales constituía un camino medio para armonizar estas dos tendencias antagónicas, ya que como el mismo Vigil decía: “en el siglo XIX, ni el culto a Huitzilopochtli, ni el cristianismo semiarábigo de Felipe II pueden satisfacer las necesidades morales de un pueblo republicano que aspira a ocupar un lugar en la moderna civilización”“Aunque una gran mayoría de liberales apoyaban al protestantismo- esperando como el propio Juares que enseñara a los indígenas a leer que encender velas-“
Juan Amós Comenio: obra, andanzas, atmósferas: Obra, andanzas, atmósferas en el IV centenario de su nacimiento(1592-1992)
Autor: Georgina María Esther Aguirre Lora, Octeto Vocal "Juan D. Tercero".
Colaborador Georgina María Esther Aguirre Lora
Publicado por UNAM, 1993.
3.- Aquí tenemos a Denzinger quién cita muy bien La encíclica Quanta Cura de Pío IX y El Syllabus, redactado por el jesuita Schrader. (recordemos que el sucesor «infalible» de Pío IX, León XIII, declaró el 21 de abril de 1878 que el Syllabus tenía la misma autoridad que la infalibilidad papal)
«...Porque bien sabéis, Venerables Hermanos, que hay no pocos en nuestro tiempo, que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio del llamado naturalismo, se atreven a enseñar que la óptima organización del estado y progreso civil exigen absolutamente que la sociedad humana se constituya y gobierne sin tener para nada en cuanto la religión, como si ésta no existiera, o, por lo menos, sin hacer distinción alguna entre la verdadera y las falsas religiones». Y contra la doctrina de las Sagradas Letras, de la Iglesia, y de los Santos Padres no dudan en afirmar que «la mejor condición de la sociedad es aquella en que no se le reconoce al gobierno el deber de reprimir con penas establecidas a los violadores de la religión católica, sino en cuando lo exige la paz pública».
«Partiendo de esta idea, totalmente falsa, del régimen social, no temen favorecer la errónea opinión, sobremanera perniciosa a la Iglesia Católica y a la salvación de las almas, calificada de «delirio» por nuestro antecesor Gregorio XVI, de feliz memoria, de que «la libertad de conciencia y de cultos es de derecho propio de cada hombre, que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida. Y que los ciudadanos tienen derecho a una omnímoda libertad, que no debe ser coartada por ninguna autoridad eclesiástica o civil, por el que puedan manifestar y declarar a cara descubierta y públicamente cualesquiera conceptos suyos, de palabra o por escrito o de cualquier otra forma». Mas al sentar esa temeraria afirmación, no piensan ni consideran que están proclamando una libertad de perdición, y que así siempre fuera libre discutir de las humanas persuasiones, nunca podrán faltar quienes se atrevan a oponerse a la verdad y a confiar en la locuacidad de la sabiduría humana (v. 1: mundana); más cuánto haya de evitar la fe y sabiduría cristiana esta dañosísima vanidad, entiéndalo por la institución misma de nuestro Señor Jesucristo...
«Otros, renovando los delirios de los innovadores (protestantes), perversos y tantas veces condenados, se atreven con insigne impudor a someter al arbitrio de la autoridad civil la suprema autoridad de la Iglesia y de esta Sede Apostólica...»[/I] Denzinger, 1689, 1690 y 1696.
La historia habla por sí sola.
Saludos