Re: PREGUNTAS PARA MANUEL5.
¡En absoluto! La bestia compuesta del Apocalipsis contiene elementos pertenecientes a las cuatro bestias de Daniel 7, no elementos que correspondan únicamente a la cuarta. Entonces, dado que la bestia compuesta contiene elementos del león (que, según el adventismo, NO ERA ROMA), del oso (que, según el adventismo, NO ERA ROMA), del leopardo (que, según el adventismo, NO ERA ROMA) y de la bestia indescriptible (que, según el adventismo, y pese a que Daniel no lo diga, sí era Roma), no se sigue que la bestia apocalíptica tenga que ser Roma porque haya alguna bestia daniélica que lo sea.
La verdad es muy otra. NINGUNA de las bestias daniélicas es Roma. Para serlo, sería menester que en la explicación angélica del capítulo 11 se hubiese introducido en algún punto la noción de que una nación del Mediterráneo occidental fuese a suplantar al "rey del norte". Lamentablemente para las tesis historicistas, tal aclaración no se produce. Muy al contrario, el ángel aclara que su detallada predicción se aplica a los descendientes dinásticos de los diádocos, y, naturalmente, en los dominios territoriales de los mismos. Por otra parte, en Daniel 11 se repiten los temas ya presentados en capítulos como el 2, el 7, el 8 y el 9. Puesto que Roma no desempeña papel protagonista alguno en Daniel 11, tampoco tiene relevancia alguna para la exposición de los capítulos anteriores.
El caso del Apocalipsis es completamente distinto. La primera bestia de Apocalipsis 13 es similar, por no decir idéntica, a la que aparece en el capítulo 17. Aquí sus cabezas son equiparadas con siete montes y con siete reyes, cinco de los cuales habían caído en el momento en que Juan tuvo la visión, otro reinaba (en un momento en que la bestia "no era"), y un séptimo había de reinar aún breve tiempo. La referencia a los siete montes o colinas es inconfundible. Aunque también Jerusalén se asienta sobre diversas colinas, obtener la cifra de siete requiere cierto artificio. Obviamente, el poder al que alude Juan en Apocalipsis 13 y 17 es la Roma de sus días, en la época del Imperio. Más concretamente, alude a los cinco emperadores de la familia julio-claudia (Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, siendo este la cabeza herida de muerte), y, tras un año caótico en el que el Imperio estuvo a punto de desaparecer mientras Galba, Otón y Vitelio peleaban entre sí, a los emperadores de la dinastía flavia, que recompusieron el Imperio. El primero de ellos fue Vespasiano, que, tras abandonar el sitio de Jerusalén tras ser proclamado emperador en Israel por el romano y judío apóstata Tiberio Julio Alejandro, restauró el orden en Roma. Pocos meses después, Jerusalén fue destruida por los ejércitos comandados por su hijo Tito. Este llegó al poder a la muerte de su padre, pero gobernó aproximadamente dos años. El tercer flavio fue Domiciano, hijo de la sexta cabeza y hermano de la séptima. Su gobierno fue tan terrible como el de Nerón, y, por ello, de él puede decirse con propiedad que era la propia bestia, y que fue a perdición.
Así que, sintiéndolo mucho, la identidad de la bestia apocalíptica la determina el propio Apocalipsis. Fue el Imperio romano del siglo I. Tenía elementos comunes con el león de Daniel, que no fue Roma, con el oso, que no fue Roma, con el Leopardo, que no fue Roma, y con la bestia indescriptible del capítulo 7, QUE TAMPOCO FUE ROMA.
Sencillo, ¿no?