Hola:
Una vez yo practicando los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, de la primera semana, oraba a Dios pidiéndole conciencia de mis pecados.
Lo que yo esperaba era como un aviso cuando estuviera en peligro de pecar, algo como una palmadita en la espalda, sin embargo la respuesta fue eso y mucho más.
Al que ha practicado los ejercicios sabe como son los ejercicios preparatorios, como son y que se pide en la primera semana, aquí solo explico la respuesta.
Luego de la oración me puse a la espera,
solo,
en mi cuarto,
con las puertas cerradas
y en silencio.
Después de orar le dije al Espíritu Santo que me ponía en sus manos y que me iba a dejar llevar donde el quisiera.
De pronto sentí que me movía, como subiendo una cuesta, me dejé llevar, no veía nada, todo estaba oscuro. (estaba de rodillas y tenía los ojos cerrados, despierto, cuando hablo de ver algo hablo de visión espiritual).
Luego más arriba en la cuesta veo una luz tenue, de radio de un metro aproximadamente, me detuve allí, me perecía estar ante un poste de luz.
Me llamaba la atención que la luz era suave, no era intensa, era suave como apagándose.
Ví la base del poste, me dí cuenta que el poste era de madera, pero de forma cuadrada, color negro.
En eso, ví que se escurría un hilo líquido de algo rojo. Me extrañó ese hilo, porque parecía sangre escurriéndose.
Se escurrió un segundo hilo y empecé a mirar en el piso, donde alumbraba la tenue luz. Me dí cuenta que estaban cayendo pequeñas gotas rojas, en la tierra.
Miré de nuevo al poste y empecé a ver hacia arriba, poco a poco, cuando ví unos pies clavados, y más arriba ví un hombre clavado en una cruz.
Me estremecí ante dicha imagen, sufrí de gran angustia, pues me nacía ayudar a aquel hombre, que estaba muriendo allí clavado.
Intenté recoger la sangre derramada y devolvérsela, pero indudablemente no se podía. Me desesperé de angustia, de impotencia de no poder ayudarle, fue cuando lloré amargamente, largamente. Nunca había llorado tanto, esa visión me hizo pensar en que así murió Jesús, clavado en una cruz, aún mi llanto se acentúo mucho más.
Me dí cuenta que esa era la respuesta a mi oración, eso era mi pecado, cada gotita derramada por Jesús en el calvario.
Después de un rato, sentí como una voz interior que me dijo "no te preocupes, soy como una esponja de tus pecados y lo hago con gusto".
Entonces, mi llanto de angustia, dolor e impotencia, cambió, ya no era un llanto sino de alegría, de agradecimiento, de gozo, pero igual de intenso.
Quería, recompensar aquel gesto del Señor, pero no podía, solo me quedaba agradecerle, servirle, obedecerle, eso fue lo que me dí cuenta.
En cuanto a la oración, supe que Dios responde y responde con lo que pedimos, si es por nuestro bien, pero multiplicado por 100 o 1000.
Cada vez que me acordaba de lo que experimenté ese día lloraba intensamente, fue así como por tres años, no importa delante de quien estuviera, no me podía contener.
También supe que no podemos hacer nada si Dios no nos lo permite, no podemos ni darnos cuenta cuando pecamos, no podemos ni arrepentirnos si nos damos cuenta, a menos que sea por gracia de Dios. Todo es gracia de Dios. Para recibirlas, hay que pedirlas y en respuesta o como condición debemos ser agradecidos, tan solo por el hecho de que pudimos dirigirle una oración.
Qué presidente, que dueño de empresa nos concede una entrevista, quien nos concede un minuto de su tiempo para oirnos?
Debemos ser agradecidos, en todo.
Espero que lo que les comparto sirva de provecho y no sea para contiendas.
Esto sucedió hace unos 4 ó 5 años.
Saludos
Una vez yo practicando los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, de la primera semana, oraba a Dios pidiéndole conciencia de mis pecados.
Lo que yo esperaba era como un aviso cuando estuviera en peligro de pecar, algo como una palmadita en la espalda, sin embargo la respuesta fue eso y mucho más.
Al que ha practicado los ejercicios sabe como son los ejercicios preparatorios, como son y que se pide en la primera semana, aquí solo explico la respuesta.
Luego de la oración me puse a la espera,
solo,
en mi cuarto,
con las puertas cerradas
y en silencio.
Después de orar le dije al Espíritu Santo que me ponía en sus manos y que me iba a dejar llevar donde el quisiera.
De pronto sentí que me movía, como subiendo una cuesta, me dejé llevar, no veía nada, todo estaba oscuro. (estaba de rodillas y tenía los ojos cerrados, despierto, cuando hablo de ver algo hablo de visión espiritual).
Luego más arriba en la cuesta veo una luz tenue, de radio de un metro aproximadamente, me detuve allí, me perecía estar ante un poste de luz.
Me llamaba la atención que la luz era suave, no era intensa, era suave como apagándose.
Ví la base del poste, me dí cuenta que el poste era de madera, pero de forma cuadrada, color negro.
En eso, ví que se escurría un hilo líquido de algo rojo. Me extrañó ese hilo, porque parecía sangre escurriéndose.
Se escurrió un segundo hilo y empecé a mirar en el piso, donde alumbraba la tenue luz. Me dí cuenta que estaban cayendo pequeñas gotas rojas, en la tierra.
Miré de nuevo al poste y empecé a ver hacia arriba, poco a poco, cuando ví unos pies clavados, y más arriba ví un hombre clavado en una cruz.
Me estremecí ante dicha imagen, sufrí de gran angustia, pues me nacía ayudar a aquel hombre, que estaba muriendo allí clavado.
Intenté recoger la sangre derramada y devolvérsela, pero indudablemente no se podía. Me desesperé de angustia, de impotencia de no poder ayudarle, fue cuando lloré amargamente, largamente. Nunca había llorado tanto, esa visión me hizo pensar en que así murió Jesús, clavado en una cruz, aún mi llanto se acentúo mucho más.
Me dí cuenta que esa era la respuesta a mi oración, eso era mi pecado, cada gotita derramada por Jesús en el calvario.
Después de un rato, sentí como una voz interior que me dijo "no te preocupes, soy como una esponja de tus pecados y lo hago con gusto".
Entonces, mi llanto de angustia, dolor e impotencia, cambió, ya no era un llanto sino de alegría, de agradecimiento, de gozo, pero igual de intenso.
Quería, recompensar aquel gesto del Señor, pero no podía, solo me quedaba agradecerle, servirle, obedecerle, eso fue lo que me dí cuenta.
En cuanto a la oración, supe que Dios responde y responde con lo que pedimos, si es por nuestro bien, pero multiplicado por 100 o 1000.
Cada vez que me acordaba de lo que experimenté ese día lloraba intensamente, fue así como por tres años, no importa delante de quien estuviera, no me podía contener.
También supe que no podemos hacer nada si Dios no nos lo permite, no podemos ni darnos cuenta cuando pecamos, no podemos ni arrepentirnos si nos damos cuenta, a menos que sea por gracia de Dios. Todo es gracia de Dios. Para recibirlas, hay que pedirlas y en respuesta o como condición debemos ser agradecidos, tan solo por el hecho de que pudimos dirigirle una oración.
Qué presidente, que dueño de empresa nos concede una entrevista, quien nos concede un minuto de su tiempo para oirnos?
Debemos ser agradecidos, en todo.
Espero que lo que les comparto sirva de provecho y no sea para contiendas.
Esto sucedió hace unos 4 ó 5 años.
Saludos