Re: Dios creó la maldad?
Esto lo pregunto por unas interrogantes que me hicieron unos compañeros de trabajo, "si Dios lo creo todo, ¿quiere decir que tambien creó la maldad?" otro me dijo, "Dios creó al diablo, tambien a los demonios?" q les podria contestar?
Dios no pudo crear la maldad porque él es amor, y el amor consiste en hacer el bien a todas las personas. Todo cuanto procede de Dios es bueno, perfecto, y está cocebido para procurar la felicidad de todas sus criaturas inteligentes y concientes de su existencia. El creó al hombre perfecto física, mental y espiritualmente, pues lo dotó de facultades y cualidades apropiadas para que pudiera reflejar los atributos divinos, entre ellos la justicia, el amor y la sabiduría, haciéndolo a Su semejanza en el aspecto espiritual, puesto que él es un espíritu, y no podemos asemejarnos a él más que en este aspecto. Su propósito para con la humanidad fue el de formar una gran familia que se extendiera sobre toda la Tierra, controlando a todos los demás seres que viven sobre ella para beneficio y deleite de ellos, cultivando y cuidando su suelo para alimentarse de sus productos y satisfacer todas sus necesidades, viviendo pacíficamente en unión y buena armonía, y alcanzar así la felicidad más completa.
Para que este propósito se cumpliera, Dios concedió al hombre, y por extensión a toda su descendencia, la facultad del libre albedrío, o sea, la posibilidad de poder decidir por ellos mismos el camino o modo de proceder que quisieran seguir, actuar con completa libertad y poder hacer siempre su propia voluntad. Porque Dios no quiere tener un pueblo de autómatas ni de esclavos, que tuvieran que actuar programados u obligados a tener que hacer siempre lo que se les mandara, pues esto no podría hacerlos felices de ninguna manera, pues las máquinas u organismos programados no pueden sentir felicidad, ni los que se ven obligados a actuar en contra de su voluntad, tampoco. Por eso era indispensable esa libertad de acción y de poder tomar sus propias decisiones, y cumplir así en propósito divino, y también sus propios deseos de ser felices, que es el anhelo de todo ser conciente.
Sin embargo, esta libertad tiene un precio, pues desde el momento en que recibimos este don incomparable de poder decidir por nosotros mismos lo que queremos hacer, nos convertimos en responsables absolutos de todos nuestros actos y de las consecuencias de todas nuestras acciones y decisiones. Si usamos bien o mal lo que hemos recibido de Dios, nuestra vida, nuestras maravillosas facultades, y todo cuanto nos rodea, recojeremos beneficios o perjuicios por pura lógica, pues todo lo que se usa mal tiene que dar malos resultados, y lo que se usa bien, los dará buenos. Es decir, ahora el mal o el bien que se produce depende de nosotros mismos, de que si las decisiones que tomemos sean buenas o malas, y de sus consecuencias somos los únicos responsables ya que lo hemos decidido por voluntad propia. Es indudable que hemos usado mal estas dádivas divinas según los resultados que estamos percibiendo, que no pueden ser peores, al no buscar la guia y dirección de nuestro Dios; él nos ha proporcionado una guia perfecta para que en todo momento sepamos lo que es bueno y lo que es malo, para nosotros y para los demás, al dotarnos de las facultades del raciocinio y de la conciencia, inscritos permanentemente en nuestra mente y corazón, mediante las cuales podemos seguir el proceder correcto, y además por medio de sus profetas y a través de su hijo, Jesucristo, nos ha equipado con la mejor enseñanza que puede darse, para que no continuemos cometiendo más errores ni tener que sufrir sus consecuencias. Pero somos nosotros mismos los que tenemos que aceptar estas enseñanzas que son las que nos capacitan para emprender el camino del bien; mientras no las aceptemos y pongamos por obra, no encontraremos la senda de la felicidad. Es una decisión que cada uno debemos tomar, nadie puede hacerlo por nosotros si queremos mantener nuestro libre albedrío; por eso, mientras no lo hagamos así seguiremos cometiendo nuevos errores y creando problemas de toda clase. Dios permite que esto suceda, en primer lugar porque respeta el libre albedrío de las personas, pues si las desposeyera de él ya no podrían llegar a ser personas de libre voluntad, y esto sería peor para ellas; y en segundo lugar, porque dejando que sufran las consecuencias de su mala elección , ellos pueden darse cuenta de su error y tratar de rectificar su conducta. Esto es lo que deberíamos hacer todos para no seguir cometiendo nuevos errores, y dejarno guiar e instruir por nuestro amoroso Creador y así conoceremos el camino del bien y de la verdadera felicidad.
Nosotros somos, pues, los causantes de los males que padecemos en la actualidad, unos por originarlos y otros por consentirlos; y también somos los que podemos ponerle fin a todos ellos si nos decidimos a buscar la guia de Dios y poner en práctica todas sus instrucciones y principios justos y amorosos. Si reflexionamos y meditamos en la verdadera causa de nuestros errores, nos daremos cuenta de que podemos cambiar las condiciones tan calamitosas en las que vivimos si nos decidimos a hacer la completa voluntad de Dios sin perder nuestro libre albedrío ya que podemos armonizar nuestros deseos con los de él, y así realizar su voluntad junto con la nuestra.
