Re: Peca Fuertemente
Sabe, Libertas, le voy a compartir una historia que hoy mismo leí, y como no, bien sirve para ilustrar lo que estamos tratando:
Había un barquero que una vez a la semana, todas las semanas, el mismo día, y a la misma hora, trasportaba a dos empresarios en su barca, de una orilla a la otra del río. Estos empresarios, siempre, y desde ya hacía mucho tiempo mantenían una discusión mientras duraba la travesía, y la cual no era otra que: uno de ellos, siempre defendía que la salvación era por fe, sin obras, y el otro, siempre, sostenía que no, que la salvación era por obras, que no por fe. Uno le daba prioridad a la fe, y el otro a las obras. Y así siempre.
El barquero, hombre sencillo y humilde, durante largo tiempo no dijo nada, siempre escuchaba pero nunca decía nada. Pero claro, era ya tanto el tiempo que duraba esta discusión entre los dos empresarios, que finalmente, el barquero, tomo la decisión de hacer ver su opinión.
Un día, el barquero tomo uno de sus remos y escribió “fe”, y en el otro “obras”, y esperó que llegase el día de la semana en el cual se juntaban los dos empresarios. Y así fue, como cada semana, a la misma hora, ambos llegaron a la barca, se montaron en ella, y el barquero empezó a remar hacia la otra orilla.
Llegado al punto más profundo y peligroso del río, el barquero saco uno de los remos, el de la “fe” y se puso a remar con todas sus fuerzas, y claro, la barca empezó a dar vueltas sin avanzar y sin poder ir hacia lugar alguno certero, ante lo cual, los empresarios se pusieron a gritarle y pedirle que dejase de hacerlo. Bien, el barquero les escucho, subió el remo donde estaba escrito “fe” y puso en el agua aquel en que estaba escrito “obras”, y de nuevo empezó a remar con todas sus fuerzas, y claro, sucedió exactamente lo mismo, que la barca empezó a dar vueltas, pero sin lograr avanzar hacia lugar alguno...
Los empresarios y de nuevo reclamaron al barquero que dejase de hacerlo, y ambos se miraron y a la vez pensaron que quizás este pobre hombre se había vuelto loco, pero no, el barquero tomo, y esta vez, los dos remos, los puso a la vez en el agua, y les dijo a los dos empresarios: verá, nomás quise mostrarles que únicamente cuando la fe, y las obras, están unidas en un mismo fin, en un mismo propósito, únicamente cuando ello tiene lugar, como ahora verán, se puede alcanzar con total seguridad la otra orilla...
Y dicho, y hecho, se puso a remar fuertemente con los dos remos a la vez, el que tenía escrito “fe”, y el que tenía escrito “gracia”, y la barca, como cada día, llego a la otra orilla y sin tardanza.
Quien tenga ojos para ver, que vea. Que Dios les bendiga.
Sabe, Libertas, le voy a compartir una historia que hoy mismo leí, y como no, bien sirve para ilustrar lo que estamos tratando:
Había un barquero que una vez a la semana, todas las semanas, el mismo día, y a la misma hora, trasportaba a dos empresarios en su barca, de una orilla a la otra del río. Estos empresarios, siempre, y desde ya hacía mucho tiempo mantenían una discusión mientras duraba la travesía, y la cual no era otra que: uno de ellos, siempre defendía que la salvación era por fe, sin obras, y el otro, siempre, sostenía que no, que la salvación era por obras, que no por fe. Uno le daba prioridad a la fe, y el otro a las obras. Y así siempre.
El barquero, hombre sencillo y humilde, durante largo tiempo no dijo nada, siempre escuchaba pero nunca decía nada. Pero claro, era ya tanto el tiempo que duraba esta discusión entre los dos empresarios, que finalmente, el barquero, tomo la decisión de hacer ver su opinión.
Un día, el barquero tomo uno de sus remos y escribió “fe”, y en el otro “obras”, y esperó que llegase el día de la semana en el cual se juntaban los dos empresarios. Y así fue, como cada semana, a la misma hora, ambos llegaron a la barca, se montaron en ella, y el barquero empezó a remar hacia la otra orilla.
Llegado al punto más profundo y peligroso del río, el barquero saco uno de los remos, el de la “fe” y se puso a remar con todas sus fuerzas, y claro, la barca empezó a dar vueltas sin avanzar y sin poder ir hacia lugar alguno certero, ante lo cual, los empresarios se pusieron a gritarle y pedirle que dejase de hacerlo. Bien, el barquero les escucho, subió el remo donde estaba escrito “fe” y puso en el agua aquel en que estaba escrito “obras”, y de nuevo empezó a remar con todas sus fuerzas, y claro, sucedió exactamente lo mismo, que la barca empezó a dar vueltas, pero sin lograr avanzar hacia lugar alguno...
Los empresarios y de nuevo reclamaron al barquero que dejase de hacerlo, y ambos se miraron y a la vez pensaron que quizás este pobre hombre se había vuelto loco, pero no, el barquero tomo, y esta vez, los dos remos, los puso a la vez en el agua, y les dijo a los dos empresarios: verá, nomás quise mostrarles que únicamente cuando la fe, y las obras, están unidas en un mismo fin, en un mismo propósito, únicamente cuando ello tiene lugar, como ahora verán, se puede alcanzar con total seguridad la otra orilla...
Y dicho, y hecho, se puso a remar fuertemente con los dos remos a la vez, el que tenía escrito “fe”, y el que tenía escrito “gracia”, y la barca, como cada día, llego a la otra orilla y sin tardanza.
Quien tenga ojos para ver, que vea. Que Dios les bendiga.