Los pueblos se suicidan y a nosotros ¿qué?

3 Marzo 2003
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En marzo de 1933, hace ahora 85 años, el pueblo alemán decidió suicidarse votando mayoritariamente a Adolf Hitler y su partido Nazi. Poco antes de estas elecciones, que le otorgarían la mayoría absoluta, y en plena campaña electoral, hubo tuvo lugar el incendio del edificio del Reichstag ó Parlamento, provocado probablemente por el propio partido nazi para usarlo de forma manipuladora durante la campaña y conseguir ampliar sus apoyos electorales. El partido nazi gracias al empleo de la mayoría de los recursos de la propaganda en su poder acusó a los comunistas de estar tramando una revolución y ser los autores de aquella agresión al edificio que representaba la soberanía del pueblo alemán, así que los alemanes fueron a votar crispados y manipulados por medio de un incidente ajeno al ejercicio político de una campaña. Como resultado del voto visceral los nazis lograron su objetivo y pudieron imponer todo su poder.

Once años duró aquel régimen inicuo. No fueron muchos. Pero el precio trágico que el pueblo alemán pago en ignominia todavía no ha logrado sacarselo de encima, además de llenarse de un luto insoportable, pues le costó la vida a uno de cada tres alemanes, y ser una fuente de desgracias para todo el mundo, y quedar su país reducido a escombros.

Hace 20 siglos otro pueblo decidió suicidarse. Debidamente manipulado por sus líderes políticos y religiosos se manifestó multitudinaria y contundentemente para decir: “No queremos que este reine sobre nosotros”, rechazando seguir a alguien que proponía un rearme moral y espiritual, y pidiendo que se le diera muerte. Lo cual como todos sabemos se llevó a cabo de forma inmediata. La táctica empleada ha sido la que desde siempre se ha mostrado como más eficaz. Que el pueblo no piense ni reflexione. Aprovechar la conmoción y ejercitar una manipulación de sentimientos.

De nada valió que aquella masa humana sin cerebro se diese cuenta solo unas pocas horas más tarde de la monstruosidad realizada y de cómo habían sido manipulados, y regresasen a sus hogares meneando la cabeza. El daño estaba hecho y las consecuencias ya serían inevitables. Apenas en la siguiente generación recibieron la retribución a su alocada conducta. Los líderes de su gusto, como en Alemania, los arrastraron a una loca aventura militar que representó su fin como nación y la destrucción y muerte más cruel para la mayoría de la población.

Seis siglos antes aquel mismo pueblo había desoído también a las voces que apelaban a la cordura, a la moralidad, a recuperar valores espirituales antiguos, y que no confiasen en los líderes corruptos y en las alianzas políticas. En lugar de esto, maltrataron y encarcelaron a quién les amonestaba. Desoyeron sus consejos y se embarcaron en una aventura política confiando en la solidez de sus murallas y en las promesas de ayuda mutua de lejanas potencias. El resultado fue la destrucción total de la nación, la muerte para la mayoría, el exilio para unos pocos y el resto a la esclavitud.

Las alocadas decisiones de los pueblos que desafían el orden moral y espiritual, que pierden el sentido común, y dejan de hacer una reflexión serena sobre el destino al que le conducen las propuestas a las que da su apoyo, siempre han terminado en una tragedia.

España también ha emprendido el camino del suicidio colectivo. No porque gane un partido ú otro en el juego de la alternancia política. Ni siquiera porque las recetas económicas de uno ú otro sean mejores ó peores. El problema de esta alocada decisión, visceral e irreflexiva es porque conduce al sendero del mal. Han premiado a gobernantes que han hecho de la mentira, y todo el mundo lo sabe, su mayor bandera. Que han multiplicado la corrupción y pervertido la justicia poniéndola a su servicio, de modo que la ley ha sido retorcida en beneficio de sus intereses y no han hecho justicia ni a los pobres ni a las víctimas, sino que los han agraviado. Que se han sentado con criminales y terroristas para alcanzar pactos con ellos. Que han traído propuestas inmorales y contra la familia como institución. Que han promovido la ofensa espiritual contra los creyentes apoyando a los blasfemos e inmorales. Que promueven ataques contra la vida apoyando homicidios eutanásicos y abortos, así como amparando y defendiendo a los que practican unos y otros. Que han buscado la persecución de quienes denuncian sus desmanes, y han promovido el odio de enfrentamientos pasados sobre generaciones que no lo habían vivido ni conocen sus antecedentes. Que utilizan la tensión, la agresión y el enfrentamiento para obtener réditos electorales. Y aquí podríamos hacer interminable la lista de desmanes que constan su historial y que desean seguir desarrollando e intensificando.

Pero todo esto no puede quedar sin consecuencias. No quedó en el pasado ni quedará ahora. Así que vienen malos tiempos. Cuando un pueblo decide ignorar la cordura, la sensatez, la sabiduría y elige suicidarse probablemente la mejor alternativa es abandonarlo a su suerte.

Estos malos tiempos, como creyente, me traen dolor porque si en lo espiritual estamos fuertes y seguros en Cristo, y nada ni nadie nos apartará de su amor, ni de su compañía y consolación, también nos hace recordar que en ellos todo conduce a endurecer los corazones para que sean rebeldes a la palabra del evangelio, y conducen a nuestros amigos y convecinos a crecer en la inmoralidad y en la incredulidad de modo que esta sociedad endurecida por el pecado se perderá en su mayoría, víctima de su suicidio. ¿Cómo no van a afligir nuestra alma cada día, como le ocurría a Lot y recuerda 2Pedro 2:7-8, los hechos inicuos y la conducta libertina e inmoral de la sociedad que nos rodea?

¿Alguien puede imaginar que en un campo de futbol ayer domingo se pidiese guardar un minuto de silencio como homenaje postumo al padre de familia y trabajador asesinado por la banda terrorista ETA el pasado viernes dejando viuda y tres huérfanos, y miles de personas abuchearon a la víctima y vitorearon a sus asesinos? Pues ha sido real ayer en España.

Para los que os gusta ser observadores de la vida que nos rodea, como a mí, os recomiendo que leáis el artículo publicado hace un mes y medio por un periodista en su blog. Sobrecoje ver como anticipó la lógica terrorista que acabamos de vivir y sus consecuencias se han cumplido con precisión matemática.
http://www.debate21.com/articulos_6219.html


¿Cómo contaría hoy Jesús la parábola del buen samaritano?

Nunca creí que llegaría un día en el que escribiría cosas como estas, después de hacer apología frente a las doctrinas católico romanas y de otras muchas de sus conductas desde que tenía siete años. Pero de la misma manera, estoy seguro que ninguno de los discípulos de Jesús que le seguían, hubieran pensado cuando fueron llamados que un día su Maestro relataría aquella parábola conocida como la del buen samaritano para denunciar la conducta de sacerdotes y levitas avergonzándolos con un buen ejemplo practico de un samaritano que en cuanto a doctrina era idólatra y heterodoxo. Pero la verdad es que nunca creí que el pueblo evangélico que vivía su fe en medio de la persecución de los años 40 al 70 pudiese en tan poco tiempo pasar de Filadelfia a Laodicea.

¿Quién es mi prójimo? La palabra prójimo procede del latín “proximus”, es decir, próximo, ambos vocablos comparten raíz y significan “cercano”.

Cuando Jesús contó su parábola tenía en su mente responder a un hipócrita que quería esconder su egoísmo amparado en una falsa ignorancia. Así que Jesús por medio de la parábola demuestra que ser “próximo” ó “prójimo” no es una cuestión de nacionalidad, ni de militancia, ni de identificación teórica, sino de solidaridad practica que se traduce en hechos. Y lo va a hacer de la forma más rotunda y desafiante que la mente de un judío sería capaz de admitir.

Cierto pueblo bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos aventureros impíos, los cuales después de despojarlo de valores espirituales y morales, se fueron, dejándolo moralmente muerto.
Por casualidad cierto organismo evangélico llamado FEREDE bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, miró para otro lado.
Del mismo modo, también un grupo de pastores y líderes evangélicos de famosos movimientos internacionales muy orgullosos y presumidos de sus curriculums y de sus títulos de teología, cuando llegaron al lugar y lo vieron, cruzaron la calle y siguieron a lo suyo.
Pero cierta Conferencia Episcopal católico romana, que iba de viaje, pasando por donde él pueblo estaba; lo vio, tuvo compasión, y acercándose, le vendó sus heridas, derramando un ungüento hecho del recuerdo de los principios morales de la familia, de la fidelidad conyugal, de la pureza de vida, de la cultura de amor a la vida y reconviniéndole de lo malo que era avanzar por la cultura de la muerte, del aborto, de la eutanasia, de la manipulación de embriones, del peligro del adoctrinamiento ateo y de la promiscuidad a los niños, y otras sabias medicinas antiguas, así que y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, los llevó a un mesón y lo cuidó.
Al día siguiente, arriesgando sus rentas y patrimonio, por las amenazas de los aventureros impíos que seguían acechando el camino, trajo una parte al mesonero, y dijo: "Síguelo cuidando, y si no te llega lo que acabo de pagar, aun estoy dispuesto a pagar un precio más alto aún en el futuro por su recuperación."
¿Cuál de estos tres grupos piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?


Si os imagináis la cara de indignación del intérprete de la ley al que Jesús respondió en aquel entonces con la parábola, podéis imaginar la cara de los que se dicen líderes cristianos evangélicos porque yo cuente esta versión actualizada de la parábola a la realidad de hoy.

Desde luego Jesús en ningún momento avaló la doctrina de los samaritanos, de hecho la denunció hablando en Sichar con aquella mujer con aquellas palabras tan claras como: “Vosotros adoráis lo que no sabéis”. Nosotros (como judíos) adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos”. Pero ¿de qué le valía al hombre moribundo la ortodoxia de la fe y el conocimiento de la doctrina del sacerdote ó del levita que le dejaron abandonado? De nada. Allí moriría sin remedio. ¿De qué le vale a la sociedad española los principios del evangelio cuando los que los conocen se callan y miran para otro lado, y no denuncian la inmoralidad de la sociedad y de los políticos que están implantando esta visión “progresista” de la familia y de la sociedad? Desde luego, si algo está claro es que ni a la FEREDE ni las denominaciones protestantes se las ve dispuestas a arriesgar sus denarios por la sanidad del pueblo, antes se aferran a ellos y algunos incluso se asocian con los asaltantes.

Yo lo tengo claro, y lo digo aunque le cause un disgusto a algunos, pero en este episodio, y puestos a tomar postura, mi prójimo es antes la Conferencia Episcopal romanista que la FEREDE y las estructuras de las principales denominaciones protestantes de España, como de aquel judío herido lo era el samaritano y no el sacerdote ni el levita. Algunos dirán como los discípulos dijeron a Jesús en una ocasión: ¿Sabes que se ofendieron cuando escucharon tus palabras? Pues mi respuesta es también la misma: Dejadlos son ciegos guías de ciegos (Mateo 15:12-14). Pues que sigan envanecidos ó como se traducía antiguamente, hinchados, que ya recibirán el pago, como aquellos otros lo recibieron en el pasado.
 
Re: Los pueblos se suicidan y a nosotros ¿qué?

Bien, pues nuevamente, y sin que sirva de precedente, vuelvo al foro, esta vez para copiar mi reflexión sobre lo ocurrido ayer. Y como sé más o menos por dónde va a ir el editorial de hoy de César Vidal, lo copiaré igualmente para que quede constancia cómo pensamos sobre la situación en España muchos católicos y buena parte de los evangélicos.

Ya lo decía Juan Pablo II
10 de Marzo, 2008

En la biografía que George Weigel hizo del gran Juan Pablo II, aparece una charla que mantuvo el Santo Padre con el dictador chileno Augusto Pinochet. El militar, alarmado ante la posibilidad de que el comunismo regresara al poder si la democracia volvía a su país, le preguntó al Papa:

- ¿Por qué la Iglesia siempre habla de democracia? Tanto vale un método de gobierno como otro.

A lo cual Juan Pablo respondió:

- No. La gente tiene derecho a sus libertades, aunque cometa errores al ejercitarlas.

Pues eso es lo que ha ocurrido ayer en España. El pueblo de esta nación, o conjunto de naciones según muchos, ejerció ayer el derecho a votar y, en mi opinión, se equivocó haciéndolo en favor del peor presidente de gobierno que hemos tenido desde la llegada de la democracia hace ya más de treinta años. El mal mayor ha salido reforzado a pesar de que el mal menor -ningún cristiano debería dudar de que el PP no pasa de ser un mal menor- ha obtenido un apoyo muy considerable. No llega al millón de votos de diferencia, apenas 3.5 puntos porcentuales.

Once millones de españoles, pues, han votado a quien les mintió sobre su negociación con Eta, a quien ha desarrolló una legislación siguiendo un patrón de ingeniería social “avanzadísima”, a quien ha situado al país ante una crisis económica que nos va a sacudir con una virulencia que apenas está empezando a mostrar su verdadero rostro. Pues bien, ¿quieren más Zapatero? Más Zapatero tendremos. Ellos y nosotros. La democracia tiene la virtud de dar a los pueblos aquellos que éstos se merecen. España se merece ser gobernada por ese señor y tendrá que arrostrar las consecuencias que se deriven de ello.

¿Cuáles serán esas consecuencias? Pues caben dos análisis posibles. Uno, el que se realiza desde el punto de vista político, mundano si se quiere utilizar dicho término. Pero como yo soy cristiano y católico, y por ahora no me dedico a escribir sobre política salvo cuando interfiere en asuntos morales, dejo ese ámbito de opinión a quienes están más cualificados para ello. Prefiero intentar aventurar cuáles pueden ser las consecuencias desde el punto de vista espiritual. Y el panorama que veo por delante es desolador. Mis conciudadanos han votado al presidente del matrimonio gay, del adoctrinamiento ideológico de nuestros hijos, del divorcio express, del aborto descontrolado, del ministro Bernat Soria y del apoyo al doctor Montes. Sinceramente creo que si el mismísimo Satanás hubiera podido votar, habría votado ZP. Es fiel hijo suyo en la tarea de mentir y de convencer a buena parte del país para que apoye aquello que es una aberración a los ojos de Dios. Y los que hemos estudiado, en la Escritura y en la historia, lo que Dios ha hecho a lo largo de la historia con los pueblos que le dan la espalda, sabemos bien lo que va a ocurrir en este país en los próximos años. No voy a ejercer de profeta que da con detalle una lista de calamidades futuras, pero sí hago de cristiano que es consciente de que toca juicio sobre esta nación.

¿Qué debe de hacer la Iglesia en estas circunstancias? Pues sinceramente, creo que es hora de que nos planteemos un cambio de mentalidad que nos lleve a ser de verdad luz permanente y no meros flashes efímeros. La Iglesia debe centrarse en hacer llegar su mensaje al pueblo, pasando de lo que hagan o dejen de hacer los políticos. Nos centramos demasiado en criticar unas leyes sin darnos cuenta que el mal está en los corazones de aquellos que apoyan dichas leyes con su voto. Es decir, el problema no es que ZP haya aprobado el matrimonio gay sino en que la mayoría de la sociedad española no lo ve con malos ojos. El problema no está en que ZP vaya a liberalizar aún más el aborto o a traernos la eutanasia, sino en que buena parte de la sociedad española está de acuerdo. El problema, queridos obispos, sacerdotes y fieles hermanos, no esté en los políticos sino en una sociedad que se ha alejado a pasos agigantados de las raíces cristianas de las cuales tomó vida.

Perderemos el tiempo si nos enredamos en debates con quienes ahora están henchidos de gozo por haber ganado estas elecciones. No sé si ZP arremeterá contra la Iglesia y denunciará los acuerdos del Estado con el Vaticano. Lo dudo, pero cabe esperar cualquier cosa. Y en realidad eso me importa muy poco, aunque entiendo el temor de algunos curas por el mantenimiento de un ya de por sí mísero sueldo. La lucha de la Iglesia no está en el campo de batalla de la representatividad institucional. Nuestra batalla la hemos de dar en la calle, en nuestros templos y, sobre todo, fuera de los mismos. El púlpito debe de ser fuente de evangelización hacia el interior de la propia Iglesia, formación de los fieles, exhortación a la santidad y movilización misionera para salvar el alma cristiana que agoniza en esta España, madre de pueblos cristianos.

Los obispos han de poner todo su empeño en hacer de sus sacerdotes auténticos paladines de la fe y la moral cristianas. No necesitamos meros administradores de sacramentos. No queremos curas que vayan por libre enseñando lo opuesto a lo que enseña la Iglesia. La secularización interna inhabilita a la Iglesia para cumplir su misión, así que es hora ya de acabar con las contemplaciones, con las tibiezas y con los compadreos con curas y religiosos heterodoxos. Hay muchos buenos sacerdotes que están esperando que sus obispos les animen y les sitúen en puestos de responsabilidad para situar a la Iglesia en los tacos de salida de una verdadera reevangelización de España, que no se llevará a cabo a través de documentos sino de obras concretas y eficaces.

Pero por mucho que los obispos cumplan su deber, por mucho que los buenos sacerdotes guíen a sus parroquias por la buena senda, nada de eso valdrá si el resto del pueblo cristiano se instala en la modorra y en el dejarse llevar. Es a nosotros, los seglares, a quienes nos corresponde la parte más importante en la tarea de recuperar a España para Cristo. Debemos ser ejemplo de genuino comportamiento cristiano y de activa defensa de los valores éticos y morales del evangelio. Debemos dar la cara ante los que viven alejados de la Iglesia. Debemos estar en todos los foros, en los medios de comunicación, en los partidos políticos, en las manifestaciones pro-vida, en las discusiones en bares, en las charlas con familiares, en etc, etc. No se trata de que convenzamos a la gente de que no debe volver a votar a ZP, sino de que debe convertirse y obedecer a Cristo. Que lo demás ya se nos dará por añadidura.

La tarea es ingente y pasarán años antes de que veamos resultados. Pero si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer? Y, sobre todo, si lo hacemos y Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Ánimo y adelante. Sed valientes que el futuro sigue siendo nuestro, si es que lo queremos coger con nuestras manos.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Fuente
 
Re: Los pueblos se suicidan y a nosotros ¿qué?

¿No será que entre las mentiras de uno y otro han escogido las menos graves?
Claro que esto es una cuestion de criterio.

Aclaro no voté (y lo hice) por el PSOE.

En cuanto a lo de Pinochet y el papa polaco... encuentro raro que el polaco no sea partidario del Syllabus de su infalible antecesor Pio IX. Se deduce que es una fábula al estilo de las de Esopo.