>
> ----- Original Message -----
> Sent: Wednesday, September 22, 2004 10:14 PM
> Subject: DE PILAR....
>
>
> Artículo: Oriente Medio
> La mochila de Ein Geddi
>
>
>
> Puede que tuviera los veinte., año más o menos. Hay edades en la vida que
> no
> tienen una percha exacta, alegres en su despiadada juventud. Eran los
> veinte, eran cuatro libros que había leído sobre Israel, era un amor por
> esa
> tierra herida que formaba parte de mis fibras sentimentales, amor
> adquirido
> en los años de mi infancia de padres luchadores y justos. Era una
> adolescencia vivida en las zonas oscuras de la dictadura de Franco,
> luchada
> más allá de la represión, deseosa de pisar los caminos ignotos de la
> libertad. Eran mis veinte años y una mochila, y ante mis ojos, la extraña
> sobriedad del horizonte azul que quería herirme y solo me acariciaba. Se
> abría ante mi asombro inquieto el mítico Mar Muerto, tantas veces mentado
> en
> los libros desordenados que fueron mis muchas lecturas. Se abría su
> belleza
> y su misterio, como si fuera un desmentido al mar, y sin embargo la
> expresión más dulce del mar. Eran mis veinte años bebiendo a sorbos cada
> gota de ese cuadrito azul, que no era un cuadro sino la belleza misma.
> Mi primer viaje a Israel, mochila al hombro, kibbutz para el descanso,
> todos
> los ojos de mis ojos comiéndose el paisaje y unas ansias inmensas de
> saber,
> de escuchar, de hablar, de sentir. ¿Sentí? Tanto que aún me duele el
> costado
> al recordar la mucha emoción atropellándose por dentro, llenando mis
> huecos.
> ¿Hablé? Tanto que aún no he parado, y seguiré, porqué la mítica Eretz me
> hirió el alma como solo hiere un amante. ¿Escuché? Y escucho y aún escucho
> más, y más, siempre esperanzada de entender porqué una tierra tan bella
> tiene que sufrir tanto. Y sí, supe desde entonces que nunca más sería
> extranjera en Israel, la tierra de todas las tierras, mi tierra más allá
> de
> mi tierra, madre de todas las patrias que tengo y tendré. Porqué Israel
> era
> el inicio y el resumen de todo lo que podía amar y quería amar.
> Podría hablarles de la belleza hiriente del Neguev, la paz hecha horizonte
> y
> viento, y piedra seca y ocre. Podría dibujar la mezcla de sentimientos
> atávicos que cualquier viajero con alma siente ante la Jerusalén vieja,
> ese
> Muro donde se lamenta el mundo, ese vía-crucis donde las miserias humanas
> se
> hacen camino, esas losas milenarias, esos dioses mirándose de reojo, esa
> historia que es toda la historia del mundo hecha ciudad. Podría, ¿cómo no?
> recitar los colores y olores y la poesía toda que se engendra en el norte
> israelí, su lago bíblico, sus suaves colinas, su vergel. Podría hablar del
> ritmo frenético de la magnífica Tel Aviv. Podría hacer lo que de este
> texto
> se espera, una breve descripción de las bellezas turísticas que Israel
> esconde.
> Y las tiene, las tiene todas, búsquenlas ustedes en las guías de los
> aeropuertos. Pero mi Israel, la Israel que tantas veces he visitado y
> siempre me ha seducido, el país al que fui y al que siempre querré volver,
> la tierra que más historia densa estruja en un fragmento de mapa, ese país
> es mucho más que una guía turística. Mucho más. Es mucho más de lo mucho
> que
> puede ofrecer al turista. Mucho más de lo mucho que tiene de historia, de
> piedra vieja y de mítica universal. Mucho más que sus paisajes indómitos,
> sus desiertos y sus lagos, sus pueblos milenarios y sus ciudades modernas.
> Porque Israel, la auténtica Israel, la que se clava en el alma, es toda
> ella
> un misterio, mezcla de tantas historias que la han herido, de tantos
> dioses
> que han querido dominarla, de tanta sangre derramada y, sin embargo, tanto
> amor derrochado. En ningún lugar del mundo encontrarán más emoción
> acumulada
> que en este trocito de la geografía, camino de los muchos caminos que
> recorremos buscando la libertad.
>
>
>
> Pilar Rahola : Revista Maguen David, nº 76. México.10-06-2004
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> Sent: Wednesday, September 22, 2004 10:14 PM
> Subject: DE PILAR....
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>
> Artículo: Oriente Medio
> La mochila de Ein Geddi
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>
> Puede que tuviera los veinte., año más o menos. Hay edades en la vida que
> no
> tienen una percha exacta, alegres en su despiadada juventud. Eran los
> veinte, eran cuatro libros que había leído sobre Israel, era un amor por
> esa
> tierra herida que formaba parte de mis fibras sentimentales, amor
> adquirido
> en los años de mi infancia de padres luchadores y justos. Era una
> adolescencia vivida en las zonas oscuras de la dictadura de Franco,
> luchada
> más allá de la represión, deseosa de pisar los caminos ignotos de la
> libertad. Eran mis veinte años y una mochila, y ante mis ojos, la extraña
> sobriedad del horizonte azul que quería herirme y solo me acariciaba. Se
> abría ante mi asombro inquieto el mítico Mar Muerto, tantas veces mentado
> en
> los libros desordenados que fueron mis muchas lecturas. Se abría su
> belleza
> y su misterio, como si fuera un desmentido al mar, y sin embargo la
> expresión más dulce del mar. Eran mis veinte años bebiendo a sorbos cada
> gota de ese cuadrito azul, que no era un cuadro sino la belleza misma.
> Mi primer viaje a Israel, mochila al hombro, kibbutz para el descanso,
> todos
> los ojos de mis ojos comiéndose el paisaje y unas ansias inmensas de
> saber,
> de escuchar, de hablar, de sentir. ¿Sentí? Tanto que aún me duele el
> costado
> al recordar la mucha emoción atropellándose por dentro, llenando mis
> huecos.
> ¿Hablé? Tanto que aún no he parado, y seguiré, porqué la mítica Eretz me
> hirió el alma como solo hiere un amante. ¿Escuché? Y escucho y aún escucho
> más, y más, siempre esperanzada de entender porqué una tierra tan bella
> tiene que sufrir tanto. Y sí, supe desde entonces que nunca más sería
> extranjera en Israel, la tierra de todas las tierras, mi tierra más allá
> de
> mi tierra, madre de todas las patrias que tengo y tendré. Porqué Israel
> era
> el inicio y el resumen de todo lo que podía amar y quería amar.
> Podría hablarles de la belleza hiriente del Neguev, la paz hecha horizonte
> y
> viento, y piedra seca y ocre. Podría dibujar la mezcla de sentimientos
> atávicos que cualquier viajero con alma siente ante la Jerusalén vieja,
> ese
> Muro donde se lamenta el mundo, ese vía-crucis donde las miserias humanas
> se
> hacen camino, esas losas milenarias, esos dioses mirándose de reojo, esa
> historia que es toda la historia del mundo hecha ciudad. Podría, ¿cómo no?
> recitar los colores y olores y la poesía toda que se engendra en el norte
> israelí, su lago bíblico, sus suaves colinas, su vergel. Podría hablar del
> ritmo frenético de la magnífica Tel Aviv. Podría hacer lo que de este
> texto
> se espera, una breve descripción de las bellezas turísticas que Israel
> esconde.
> Y las tiene, las tiene todas, búsquenlas ustedes en las guías de los
> aeropuertos. Pero mi Israel, la Israel que tantas veces he visitado y
> siempre me ha seducido, el país al que fui y al que siempre querré volver,
> la tierra que más historia densa estruja en un fragmento de mapa, ese país
> es mucho más que una guía turística. Mucho más. Es mucho más de lo mucho
> que
> puede ofrecer al turista. Mucho más de lo mucho que tiene de historia, de
> piedra vieja y de mítica universal. Mucho más que sus paisajes indómitos,
> sus desiertos y sus lagos, sus pueblos milenarios y sus ciudades modernas.
> Porque Israel, la auténtica Israel, la que se clava en el alma, es toda
> ella
> un misterio, mezcla de tantas historias que la han herido, de tantos
> dioses
> que han querido dominarla, de tanta sangre derramada y, sin embargo, tanto
> amor derrochado. En ningún lugar del mundo encontrarán más emoción
> acumulada
> que en este trocito de la geografía, camino de los muchos caminos que
> recorremos buscando la libertad.
>
>
>
> Pilar Rahola : Revista Maguen David, nº 76. México.10-06-2004