3 preguntas sobre una horrible guerra

29 Enero 2008
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http://www.icp-e.org/hemeroteca/e2003/030304tresp.htm

Tres preguntas sobre la guerra contra Iraq

Una carta de Leighton Ford a los jóvenes líderes cristianos

Poco antes de Navidad me invitaron, junto a otros líderes religiosos, a una reunión con el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y otros oficiales, para debatir el tema del terrorismo e Iraq. Un oficial explicó: “Si nos metemos en un conflicto con Iraq, necesitaremos el apoyo moral del público”. Aunque agradecí que me hubiesen invitado a la sesión, cuando me fui estaba preocupado. Es cierto que Saddam Hussein ha causado grandes problemas para su país y para otros, más grandes quizá de lo que la mayoría de nosotros pensamos. Sin embargo, no me convenció que el vínculo entre Iraq y el terrorismo fuera lo bastante claro como para justificar una guerra.



En las semanas que han transcurrido desde entonces, he estado reflexionando sobre la guerra y sobre si realmente puede defenderse desde el punto de vista moral. Había pensado en escribir una carta abierta al presidente. ¡Pero él ya tiene más consejeros de los necesarios! Así que, en lugar de ello, os la escribo a vosotros, como jóvenes pastores, evangelistas y líderes en el campo de las misiones, para pediros que analicéis, honestamente y en oración, tres preguntas que aquellos que seguimos a Jesús debemos preguntarnos a nosotros mismos y a los gobernantes.
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Primera pregunta.
¿Cuál es la justificación moral para una guerra “preventiva”?

No soy un pacifista, aunque respeto profundamente a mis amigos que sí lo son. Creo que hay momentos en los que debemos usar la fuerza para oponernos a la maldad. Como enseñaba el apóstol Pablo, a los gobernantes se les da la “espada” de Dios para “descargar su ira sobre el malhechor”. Sin embargo, estas palabras de Pablo deben equilibrarse con las que Jesús dirigió a sus discípulos cuando éstos sacaban sus armas para enfrentarse a quienes iban a arrestarle: “Guardad vuestras armas. Los que matan con la espada morirán por la espada”.

No me cabe duda de que el ex-presidente Jimmy Carter tenía razón cuando dijo: “En ocasiones puede que la guerra sea un mal necesario, pero sigue siendo un mal”. El problema sigue radicando en el corazón humano. El pecado distorsiona nuestras decisiones y motivos, así como nuestra capacidad de ver y ejecutar los juicios de una forma diáfana.
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Todos nosotros podemos hallar demasiado fácilmente maneras de “justificar” nuestros actos. Así, debemos tomar como guía algún criterio moral para una “guerra justa”, y no sólo las afirmaciones de la “realpolitik”. Éste es el motivo de que, a lo largo de los siglos, los cristianos reflexivos hayan intentado sopesar los pros y los contras de todo conflicto específico en los platillos de la balanza de la así llamada “teoría de la guerra justa”; p.e., ésta dice que la guerra sólo puede ser el último recurso, para proteger a los inocentes, restaurar la justicia, evitar en lo posible el perjuicio de los no combatientes, y siempre que se disponga de fundamentos para creer que una acción militar limitada evitará males mayores.

Entonces, ¿qué justifica una guerra “preventiva”? Esto lleva a un nuevo nivel la ética de la guerra, y nos exige un estándar más elevado y claro. A menos que se emplee el poderío militar con una gran claridad moral, sentaremos un precedentes que puede volver a acosarnos, a nosotros y al mundo, en el futuro.

Supongamos que, dentro de un año, India desea justificar una guerra preventiva contra Pakistán, temiendo que este país proporcione armas de destrucción masiva a los rebeldes de Kashmir (o viceversa).

Sobre qué fundamento moral podrán oponerse a ello los Estados Unidos u otros países

Soy de la opinión que una guerra preventiva sólo puede justificarse cuando se dan tres condiciones:


Primero, que el perjuicio vaya dirigido contra una tercera parte (inocente).

Segundo, que existan una intención evidente y unos preparativos demostrables para atacar.

Y tercero, que pueda demostrarse que el hecho de esperar un tiempo multiplicaría los riesgos en gran manera.
En una democracia debemos confiar en que nuestros líderes, aquellos a quienes hemos elegido, sopesen estas cuestiones. Pero también podemos exigir, cuando deseen nuestro “apoyo moral”, que nos ofrezcan un fundamento moral y legal para librar una guerra preventiva. Bien pudiera ser que, en un mundo de violencia y fuerza bruta, en ocasiones seamos llamados a detener a tiranos y proteger a los inocentes. Pero tales actos siempre deben realizarse por amor a la justicia, nunca por venganza, y deben estar atemperados por la misericordia.

Entonces, si somos llamados a ser misericordiosos, ¿por qué no tenemos un imperativo moral que nos disponga a practicar la misericordia? ¿Cómo podremos librar una guerra usando de misericordia cuando Saddam Hussein puede muy bien disponer sus fuerzas militares entre la población civil? ¿Cómo planificaremos la pacificación? ¿Acaso ahora no tenemos que clarificar nuestras intenciones?



Segunda pregunta.
¿ Qué efecto tendrá la guerra sobre nuestros
hermanos creyentes en otras partes del mundo?

A menudo olvidamos que, en el Oriente Medio y en los países árabes, no sólo hay judíos y musulmanes, sino también seguidores de Cristo como nosotros. ¿Cómo les afectaría una guerra? Un amigo mío que dirige un ministerio cristiano importante en esa parte del mundo me envió hace poco un e-mail para decirme: Oramos con todo nuestro corazón que, cuando recibas este mensaje... se haya evitado la guerra con Iraq. Desde nuestro punto de vista, la guerra contra Iraq tendría unas repercusiones devastadoras en esta región, y una de ellas, y no la menor, sería que el mensaje del evangelio quedaría gravemente en entredicho. El motivo de esto es que los árabes interpretan la guerra contra Iraq como una agresión cristiana contra un país islámico. Esta falsa imagen está tan arraigada entre la mayoría de los árabes que pone en tela de juicio todo concepto del cristianismo como mensaje de amor y paz.

Tal y como dice mi amigo, esta imagen es falsa. Pero, sin embargo, ¡es muy real para quienes la sostienen! Y tenemos la responsabilidad de alterar esa imagen, y no de limitarnos a negarla.

¿Cómo le responderíais a mi amigo? ¿Y cómo lo hago yo? Lo único que puedo hacer es decirle que estoy orando para que aún pueda evitarse la guerra, y que se encuentren otros medios para detener a Saddam Hussein. Y, si no es así, entonces debemos orar para que la guerra sea tan limitada como sea posible, que las pérdidas de vidas civiles sean mínimas, y que en toda reconstrucción posterior a la guerra los cristianos puedan unirse a muchos otros para ministrar a los hambrientos y heridos habitantes de Iraq, ¡y sobre todo a los niños!



Tercera pregunta:
¿Qué guerra vale la pena librar?

Tras mucha reflexión he intentado contemplar nuestro mundo no como “líder religioso” sino como abuelo. Mi esposa y yo tenemos cuatro nietos preciosos, con edades que oscilan entre un estudiante de primero de universidad hasta una chiquitina que está aprendiendo a darse la vuelta sola en su cuna. ¿Cómo les afectarán nuestras decisiones como nación? ¿Y a los otros billones de niños de este mundo?

Puede que el riesgo más grande no radique en Hussein, sino en lo que sucedería en los diez o veinte años posteriores a la guerra, caso de producirse un contraataque motivado por la rabia y la venganza. ¡No quiero que mis nietos crezcan en un entorno mundial semejante al de Irlanda del Norte!

También me planteo el tema del dinero. La guerra con Iraq costaría entre 50 y 100 billones de dólares, o quizá más. ¿Es ésta la mejor manera de emplear ese dinero? ¿Y qué tal usarlo para construir un futuro para nuestros nietos y los de otros?
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Sin embargo, hay otra guerra que vale la pena librar: la guerra contra el VIH y el SIDA en el sur de África y en buena parte de Asia. A largo plazo, la pandemia de SIDA es una amenaza más grande que Saddam Hussein. Si perdemos la guerra contra el SIDA, esta enfermedad tiene el potencial para desestabilizar continentes enteros, y buena parte del mundo.

El presidente Bush ha dedicado 15 billones de dólares, pagaderos durante los próximos años, para luchar contra el SIDA en África. Pero esto es sólo el principio. El Secretario General de las Naciones Unidas ha declarado: “Con diez billones de dólares al año, el SIDA puede controlarse a nivel mundial en una década”. ¡Ésta sí es una guerra que puede ganarse!

Doy gracias a Dios por el liderazgo del presidente Bush en este compromiso. Pero espero que él y el Primer Ministro británico, Tony Blair (que el año pasado solicitaba un “plan Marshall” mundial para acabar con el SIDA) establezcan, con toda la autoridad propia de su cargo, una “coalición de voluntarios” para librar esa guerra.

La guerra contra Iraq acabará con muchas vidas. La guerra contra el SIDA salvará decenas de miles de vidas. Así que preguntémonos, y preguntemos a nuestros líderes: ¿qué guerra vale más la pena librar? Aún hay tiempo para buscar una alternativa para la guerra. Pensemos en esto: una iglesia en Boulder, Colorado, está animando a sus conciudadanos a llenar una bolsita con arroz y enviarla a la Casa Blanca acompañada de una nota que diga: «“Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer”. Romanos 12:20. Rogamos envíen esto a los habitantes de Iraq».

A mediados de los años 50, una hambruna devastó China mientras los Estados Unidos y ese país estaban enfrentados debido a las amenazas para las islas de Qemoy y Matsu. Entonces se lanzó una de estas campañas “del arroz”, pero sus efectos sólo se sintieron mucho más tarde. El presidente Eisenhower se reunió con la Coalición de Jefes del Estado Mayor para meditar sobre las opciones que tenían los estadounidenses, y en dos ocasiones se recomendó el uso de armas nucleares. Cada una de esas veces, Eisenhower se volvió hacia un ayudante para preguntarle cuántas bolsas de arroz habían llegado. Cuando le dijeron que eran decenas de miles, Eisenhower dijo a sus generales que, mientras muchos norteamericanos siguieran pidiendo que su país alimentara a los chinos, ciertamente él no iba ni siquiera a considerar el uso de armas atómicas contra ellos. (Esta anécdota la cuenta David Albert en People Power: Applying Nonviolence Theory).
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Si pudiera conseguir que el presidente me prestase atención, le diría: Señor presidente, por favor: siga presionando a Saddam para que se desarme. Por favor, proporcione alimentos a los niños iraquíes. Y por favor: ¡lidere la guerra contra el SIDA!

Espero opiniones amigos.
 
Re: 3 preguntas sobre una horrible guerra

Es cierto que Saddam Hussein ha causado grandes problemas para su país y para otros, más grandes quizá de lo que la mayoría de nosotros pensamos. Sin embargo, no me convenció que el vínculo entre Iraq y el terrorismo fuera lo bastante claro como para justificar una guerra.

La memoria es frágil.

Las causas de la guerra última contra Irak hay que buscarlas en la guerra del golfo del año 1991.

No en el ataque terrorista en contra de las torres gemelas. Este es un error muy frecuente que comete la gente.

En esa ocasión Irak invadió Kuwait y una fuerza multinacional de la ONU liderada por USA resolvió usar la fuerza contra los invasores...
 
Re: 3 preguntas sobre una horrible guerra

La memoria es frágil.

Las causas de la guerra última contra Irak hay que buscarlas en la guerra del golfo del año 1991.

No en el ataque terrorista en contra de las torres gemelas. Este es un error muy frecuente que comete la gente.

En esa ocasión Irak invadió Kuwait y una fuerza multinacional de la ONU liderada por USA resolvió usar la fuerza contra los invasores...

Como en otros conflictos donde ha intervenido los Estados Unidos, siempre se arma o fomenta una excusa para actura. Tal como en Pearl Harbor, la gueerra con Cuba, etc. Provocasn la situación y ¡zas!,tienen su excusa.

Lo de las Torres gemelas es algo provocado y permitido -¿no iban a tener el suficiente poder aereo para derribar los aviones hasta que llegaran a sus blancos? por el gobierno norteamericano. Eso fue la excusa para apoderarse de los campos de gas y petroleode ese sector del mundo. ¿Bin Laden? Ese señor fue formado por la misma CIA,y siempre aparece en un momento desfavorable para favorecer a Bush y sus secuaces.
 
Re: 3 preguntas sobre una horrible guerra

Como en otros conflictos donde ha intervenido los Estados Unidos, siempre se arma o fomenta una excusa para actura. Tal como en Pearl Harbor, la gueerra con Cuba, etc. Provocasn la situación y ¡zas!,tienen su excusa.

¿La invasión de Kuwait por Irak en 1991 fue provocada por los estadounidenses?

Si es esa tu opinión, no se había escuchado aún...

Las causas de la guerra última contra Irak hay que buscarlas en esa guerra y no en el ataque a las torres gemelas y al pentágono.

La guerra contra Afganistán fue la respuesta de la ONU a esos ataques pero no la guerra contra Irak.

Las causas de esta última hay que buscarlas en la primera guerra del golfo luego de que Irak invadiera Kuwait.

Por otra parte, si no fuera por la intervención militar de USA en la segunda guerra mundial por ejemplo, el mundo entero sería hoy nacionalsocialista (nazi) o comunista.

Las cosas no son negras o blancas en general son grises...