Re: Acto en Barcelona por la vida, la familia y la libertad
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Josep Miró i Ardèvol
Un primer balance de una gran jornada
El encuentro por la Vida y la Familia ha sido un éxito, como vemos al analizar algunos factores.
El encuentro por “La Vida, la Familia y las Libertades”, celebrado este domingo pasado en Barcelona, ha sido un éxito extraordinario. Tres indicadores permiten esta afirmación.
Una: la cantidad de personas que asistieron, que sobrepasaron de lejos todas las previsiones. Para dar una idea de ello baste constatar que se agotaran las 4.500 Formas consagradas, que mucha gente se quedó sin poder acceder a ellas y que, por otra parte había un pequeño ejército de menores que, a pesar de la gran guardería, se encontraban por todo el recinto.
En realidad las personas que llegaron a la hora anunciada para el acto, es decir, después de empezada la misa, tuvieron dificultades para entrar o sencillamente no pudieron hacerlo. Esto, lógicamente debió provocar algunos enfados. Es bueno que sepan que su esfuerzo para llegar allí debe ser tomado con alegría, porque la imposibilidad de entrar es un gran resultado al que contribuyeron incluso aunque no pudieron acceder al recinto.
El segundo dato objetivo es cómo sale la gente de un encuentro de estas características: ¿más o menos igual que entró, peor, indiferente, o con fuerza y entusiasmo? Esto último fue a ojos vista lo que sucedió. No es frecuente encontrar tantas buenas caras y tantas ganas de hacer cosas después de un acto en que en definitiva, y mirado fríamente, no es otra cosa que una serie de personas que han tomado la palabra. Una especie de mitin no político.
La última constatación objetiva es la atención de los medios de comunicación. Este es el tercero de los encuentros de este tipo que organiza el Pacto por la Vida y la Dignidad. El primero, en 2003, reunió cerca de mil personas. Nadie se hizo eco. En el 2005, en un lugar mucho mayor, un encuentro que ya podía competir con los partidos políticos de primera división, 4500 personas. El eco que encontró fue escaso, La Vanguardia, un poco de televisión, muy poca y casi nada más.
Ahora han sido todos los medios, del que cabe destacar el buen tratamiento por su extensión y profesionalidad de TV3. ABC le dedica también una extensa información en la información española. La Razón también, pero sólo lo circunscribe a las páginas de Cataluña; quizás en la versión española también aparezca, pero en cualquier caso, su significado tenía un signo potente de catalanidad pero una irradiación y solidaridad con toda España.
Algunos periódicos parece molestarles la descendencia, el tener hijos. El País está en esta línea. Parece como si apostar por la descendencia y por querer ser padre y madre sea un acto raro y mal visto, y que cuando se tienen diez hijos como mostró una de tantas familias del movimiento neocatecumenal, la cosa ya se transforme en un pecado mortal.
Algunos no pueden dejar de calificarlo de “ultracatólico” como hace El Periódico, que además tiene la originalidad de titular la información sobre el acto como “el PP promete modificar la ley de matrimonios homosexuales”. Debe ser que los periodistas de este periódico, al menos los que escriben esta información, pasó por la escuela de periodismo “de favor” y no le enseñaron a titular, porque se presume que el contenido y el emblema del título deben guardar relación.
Dos hechos curiosos y singulares, que no por pequeños, dejan de mover a preocupación. El primero es el de la intolerancia de los grupos del homosexualismo político, los que se llenan la boca de hablar de ser tolerantes con los demás, son incapaces de soportar la discrepancia y de respetar la libertad de expresión. Un pequeño grupo de ellos, cinco, más acongojados que otra cosa, es un decir, ya me entienden, se colaron durante unos instantes delante del altar justo al empezar la misa. Ni tan siquiera tuvieran el mínimo buen gusto de interrumpir en la parte civil, no respetando ni siquiera el significado religioso de aquel momento.
Si las personas que actúan de esta manera van imponiendo cada vez más su forma de hacer en Cataluña, al estilo de lo que predica el Secretario General del Departamento de Interior, Joan Boada, tendremos una vida dura, de esas que crean estímulos para crecer y ser más fuerte.
Otro tic curioso es el de algunos grupos que convierten la propuesta en “imposición”. ¡Cuando un católico propone, resulta que quiere imponer! Pero quizás lo peor de todo es lo mal que se transmite el mensaje:
Ayer hubo tres mensajes básicos que apenas han sido atendidos:
- Primero: rechazamos una serie de leyes que ha hecho Zapatero y la Generalitat, y lo que queremos son leyes como las que tienen el resto de Europa, nada más y nada menos. Y también queremos que las leyes se cumplan con la misma eficacia que en Europa, cosa que no sucede obviamente en el caso del aborto. Queremos un matrimonio civil a la francesa. Y un divorcio también, como lo contempla su matrimonio civil.
- Segundo: España vive una injusticia social creciente. Y esto no es denunciado con suficiente énfasis. Nosotros lo hacemos y lo haremos todavía más.
- Tercero: el engaño a los jóvenes, los grandes perjudicados en su futuro de esta inmensa parodia en que han convertido el noble arte de gobernar.
Hemos de hacer un gran esfuerzo para llegar directamente a las personas y para que estas conozcan lo que decimos, y proponemos sin adjetivos que falsean la realidad ni manipulaciones que la convierten en una caricatura.
Mientras, alegrémonos por el extraordinario resultado de ayer, constatemos que el objetivo que nos propusimos hace unos pocos años está logrado, que el sujeto cristiano se haga presente en medio de nuestra vida pública y, por consiguiente, debemos ya pasar a una segunda fase: dirigirnos con la fuerza interna de la fe y la capacidad externa para razonar, a la mayoría de la gente, para mostrarle las razones que proponemos y lo que criticamos.