¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Miniyo

Discípulo de Cristo
20 Abril 2006
33.723
4.133
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Leido Aqui

"Iben Ezra El Jesuita

El jesuita Lacunza escribió bajo un seudónimo, el de Iben Ezra, al parecer deseando infiltrar el protestantismo con su doctrina católico-romana y evitar que se enseñase que la Gran Ramera del Apocalipsis es Roma.

Escribió usando el nombre de Rabí Iben Ezra a fin de hacer creer a los protestantes que era un cristiano hebreo adoptando una "postura judía tradicional". Lamentablemente parte del "judaísmo mesiánico" actual, de origen gentil -¿judaizante?-, se aferra también a esta postura como "postura judía" -No así la mayor parte del Judaísmo Mesiánico genuinamente Hebreo- La publicación de su obra para el público formó parte integrante de su nefasta actividad como jesuita. El conjunto de cuatro volúmenes de Iben Ezra (se que se pueden encontrar en Internet) vino a parar a la biblioteca del Arzobispo de Canterbury, y fue el Dr. Maitland, el bibliotecario de la iglesia, que puso en circulación estas obras al mundo de habla inglesa, sin ser consciente de que estaba, en realidad, propagando una falsa invención católico-romana jesuita del siglo XVIII. Este hombre de iglesia pensó que estaba difundiendo la obra de un cristiano hebreo o "judío convertido", cuando de hecho era la obra de una orden jesuita. ¿Quiere realmente la Iglesia continuar en los errores del Dr. Maitland publicando y confiando en la doctrina jesuita de las "tres" venidas del Mesías?

Parece ser que un joven ministro presbiteriano escocés se sintió tan cautivado por la teoría del "Rapto secreto" de Iben Ezra que tradujo la obra. Este hombre, Edward Irving, basándose en la idea del Rapto anterior a la tribulación propagó estas doctrinas en el medio evangélico de la época. Después, el movimiento de "Los Hermanos" en Irlanda adoptó el error de Iben Ezra y de Irving y comenzó a difundir literatura afirmando que solo "Los Hermanos" eran la verdadera "iglesia de Cristo". Adoptaron la enseñanza jesuita del "rapto" secreto anterior a la tribulación con el fin de separar a su "única y verdadera iglesia" del resto de los "falsos hermanos". Encontraron la teoría divisiva del Rapto anterior a la tribulación la mar de conveniente en sus prácticas de excomuniones masivas de los "herejes" cuyo castigo definitivo sería el de "QUEDARSE ATRÁS" cuando se produjese el Rapto anterior a la tribulación (Hoy en día son ciertos predicadores independientes quienes amenazan a sus oyentes con este castigo para los cristianos "poco santos" o "tibios").

"Los Hermanos" excomulgaron incluso al legendario George Muller, campeón de los pobres huérfanos, que dirigió los numerosos orfelinatos de Bristol, Inglaterra, por oponerse a la nueva postura de los Hermanos con respecto al "Rapto secreto y separado, anterior a la tribulación". La figura destacada relacionada con la excomunión de George Muller era un hombre llamado John Darby."


¿Que piensan de esto?

Que Dios les bendiga a todos

Paz
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Viste tú, y pensar que le achacaban a los Jesuitas "el Preterísmo" :mecry:
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Pero, ojo, que capáz que ese tal Jesuita era un rabino disfrazado;
un Cabalístaaaa....brrrrr. :Noooo:
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Estimados hermanos. Saludos cordiales.

Visitando está página me encuentro con este tema: ¿Rapto secreto, Doctrina Jesuita?

Sin inmiscuirme en vuestros puntos de vista, quiero aportar el punto de vista que tenemos sobre Manuel Lacunza.
La obra "La venida del Mesías en gloria y majestad". Fue escrito por el sacerdote jesuita Manuel Lacunza, este documento, está compuesto con una artística caligrafía en el hermoso estilo español del siglo XIX. Sus amarillentas páginas huelen a antigüedad. Fechado en el año 1820 y escrito bajo el seudónimo de Juan Josafat Ben-Ezra, el manuscrito fue, aparentemente, copiado por los Padres Trinitarios de San Carlos, en Roma, para lo cual utilizaron, probablemente, cuatro posibles fuentes europeas. Una nota al pie de página aclara que en esta obra "nada se ha perdido en frases ni conceptos del autor, por ser una copia del original español que él mismo compuso".
Para un profesional del campo de la historia, adventista y, además, chileno, como el autor, el libro resulta extraordinariamente interesante. (Pastor Sergio Olivares).
¿Quién es realmente su autor? ¿Qué lo impulsó a escribir este controvertido texto? ¿Qué influencia ejerció en su época? ¿Tiene vigencia para nosotros, que vivimos casi dos siglos después?
Manuel Lacunza nació en el seno de una familia aristocrática en Santiago, Chile. Al igual que otros familiares, optó por la vida religiosa, recibiendo las órdenes en la Compañía de Jesús. Se caracterizó por ser un estudiante inteligente, estudioso, sociable y vivaz. Sus dotes intelectuales le permitieron destacarse tempranamente como profesor y orador. La tranquilidad colonial fue bruscamente interrumpida cuando, cumpliendo la orden de Carlos III, por razones que se guardaba "en su real pecho", los jesuitas fueron expulsados de "todos los territorios de España e Indias". Lacunza y sus compañeros jesuitas fueron arrestados y llevados a Europa. Después de varios meses de un tortuoso viaje en barcos dilapidados, los prisioneros fueron desembarcados a su merced en la ciudad italiana de Imola, cerca de Bologna. Allí languidecieron hasta 1799, fecha en que la corona de España levantó las sanciones contra los jesuitas, pero Lacunza no quiso volver. En la mañana del 18 de junio de 1801 su cuerpo sin vida fue encontrado en los alrededores de Imola. Nunca se supo la causa de su muerte.
La obra de Lacunza
Mucho se ha discutido sobra la motivación que tuvo Lacunza al escribir su libro. Sus detractores creen ver en ella el resultado de un proceso psicológico alimentado por las frustraciones del exilio y posterior supresión de su orden religiosa con el apoyo del pontífice romano. Otros la ven como el resultado de la reacción conservadora cristiana ante el impacto del Iluminismo expresado especialmente en el deísmo, tan en boga en aquellos días en el cristianismo católico y protestante. Otros ven en ella el fruto del estudio intenso de la Sagradas Escrituras, particularmente de los libros de Daniel y Apocalipsis, sin aceptar la mediación de los padres y teólogos de la iglesia.
Lacunza mismo dio tres razones para escribir su libro: (1) Obligar a los sacerdotes a sacudir el polvo de sus Biblias; (2) detener a los que corren al "abismo de la incredulidad por falta de conocimiento de N.S. Jesucristo"; y (3) iluminar y ayudar a los judíos por el "cabal conocimiento del Mesías". La metodología de Lacunza es muy interesante: estudio de la Biblia, reflexión y oración. Cuando encontraba un punto difícil de explicar --cuenta su amanuense, González Carbajal--, interrumpía su trabajo y le decía: "Suspendamos el trabajo hasta pedir con más instancia la iluminación divina". Se le atribuye el haber dicho que su libro "era obra más de sus rodillas que de su cabeza". Aun sus detractores reconocían su profunda espiritualidad y genuina vida de oración.
El libro de Lacunza se divide en tres partes. En la primera esboza su sistema, contrapuesto al sistema tradicional. Incluye allí un estudio sobre el sentido de las Sagradas Escrituras, defendiendo el sentido literal. Luego discute el valor de la tradición en la interpretación de las Escrituras, distinguiendo entre "los artículos de fe y las conjeturas discutibles". A continuación expone su premisa básica:
"Jesucristo volverá del cielo a la tierra, cuando llegue su tiempo, cuando lleguen aquellos tiempos y momentos, que puso el Padre en su propio poder. Vendrá acompañado no solamente de sus ángeles sino de sus santos ya resucitados: de aquellos, digo, que serán juzgados dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos... Vendrá no tan de prisa, sino más despacio de lo que se piensa. Vendrá a juzgar no solamente a los muertos, sino también y en primer lugar a los vivos. Por consiguiente, este juicio de vivos y muertos no puede ser uno solo, sino dos juicios diversísimos, no solamente en la sustancia y en el modo, sino también en el tiempo. De donde se concluye (y esto es lo principal a que debe atenerse), que debe haber un espacio de tiempo bien considerable entre la venida del Señor que esperamos, y el juicio de los muertos o resurrección universal"
La segunda parte trata acerca de la interpretación de las profecías de Daniel 2 y 7 y del Anticristo. En la tercera parte acerca de la venida del Señor, el juicio, los nuevos cielos y la nueva tierra, la nueva Jerusalén, el milenio, el juicio final y la eterna felicidad de los redimidos.
La obra de Lacunza tuvo un impacto inmediato. Mientras escribía la obra, ya circulaba parte de ella, causando gran malestar al autor por las deformaciones y malinterpretaciones que ya aparecían. Como se podía esperar, fueron los eclesiásticos católicos los primeros en recibirla y reaccionar; unos para aplaudirla y difundirla; otros para cuestionar tanto el método como el contenido.
Las críticas se concentraron especialmente en: (1) El abandono de los padres de la iglesia como primera fuente de interpretación; (2) su método literal de interpretación bíblica con desprecio del tradicional método alegórico; (3) su interpretación del Anticristo como cuerpo moral; (4) la visión negativa de la jerarquía romana vinculada con la segunda bestia de Apocalipsis 13 y la ramera del capítulo 17; y (5) el rol que le asigna al pueblo judío en su escatología. Además, suscitó gran controversia su enfoque milenarista, prácticamente abandonado en la Iglesia Católica desde el siglo III, con énfasis en dos resurrecciones, una de los justos y otra de los impíos separadas por un milenio terrenal.
Sus admiradores y defensores se encuentran especialmente en la orden jesuita, quienes no escatiman elogios, tanto para su autor como para la obra. Uno de ellos escribió: "Acerca de la obra del Sr. D. Manuel Lacunza, digo, que la creo trabajada a mayor gloria de nuestro Señor, y provecho de la Santa Iglesia... Sea infinitamente loado el Padre de las luces, que con tan maravillosa copia de ellas ha alumbrado al autor en la inteligencia de la Sagrada Escritura". La reacción de los escritores sudamericanos también merece mencionarse. Un historiador comentó: Es "el libro chileno que ha alcanzado la más alta cumbre como esfuerzo de inteligencia, o sea, como trabajo de pensamiento encaminado a ahondar una concepción y exponerla al mundo con la fuerza espiritual necesaria para herir la atención y penetrar profundamente en el alma humana...Es el que ha alcanzado mayor celebridad y el único que ha repercutido en el pensamiento universal hasta el instante en que escribimos".
Tan importante fue el libro en la historia religiosa de Sudamérica que el prócer argentino Manuel Belgrano financió con su propio peculio una edición en cuatro volúmenes, hecha en Londres. Muchos españoles la elogiaron. Cortés, en su diccionario biográfico, considera a Lacunza "una de las glorias de la teología del presente siglo", quien "en la exégesis bíblica se elevó a una altura a la que no ha llegado ningún escritor moderno, ni en Europa ni en América".
El renombrado traductor de la Vulgata al español, Félix Torres Amat, se refiere así: "Dicha obra es digna de que la mediten los que particularmente se dedican al estudio de la Escritura, pues da luz para la inteligencia de muchos textos oscuros".
La reacción oficial de Roma llegó en 1819, ocho años después de que saliera la primera edición impresa en Cádiz, en 1811. El edicto fue expedido en Madrid el 15 de enero, por el Tribunal del Santo Oficio, ordenando a recoger la obra. Posteriormente, el 6 de septiembre de 1824 la obra fue incluida en el Índice, es decir, fue condenada por el papa León XII, con una nota escueta: en cualquier idioma.
No obstante, una obra tal no podía limitarse a permanecer dentro del círculo católico español e hispanoamericano. Se hicieron sentir diversas reacciones en la mayor parte de los países europeos. Merece una particular mención la acogida brindada por Edward Irving, un presbiteriano londinense, quien la tradujo al inglés y la publicó con el título de The Coming of the Messiah. Sin embargo, establece previamente algunas divergencias con Lacunza en la "interpretación de las cuatro monarquías universales; da a los días proféticos un valor simbólico (un día profético, un año literal); rechaza el sistema futurista en lo que concierne al libro de Apocalipsis, y finalmente, cree en un Anticristo individual".
Como resultado de la amplia circulación de la obra de Lacunza por Europa, sus puntos de vista fueron ampliamente estudiados durante las conferencias proféticas interdenominacionales de Albury Park, Inglaterra, en 1826-1830.
La conexión milerita
Del otro lado del Atlántico, varios asociados de William [Guillermo] Miller conocían no sólo los escritos de Irving sino también los estudios y discusiones proféticas de Albury Park. Josiah Litch, uno de los dirigentes milleritas, atribuye el interés de Irving en las profecías a su lectura de la obra de Lacunza:
"Ese libro cayó en las manos de Irving. Los ojos de ese célebre y elocuente predicador se abrieron ante la gloriosa verdad del advenimiento premilenial de Cristo de la cual se volvió ardoroso partidario. Comenzó traduciendo a Ben Ezra y luego escribió numerosas obras en Inglaterra acerca del mismo asunto. Durante algún tiempo, esos escritos produjeron en Inglaterra la misma resonancia que Miller obtuvo años más tarde en nuestro país".
De esa manera Lacunza se convirtió en un eslabón importante de la cadena de intérpretes de la profecía bíblica, quien veía la historia humana yendo inexorablemente al glorioso retorno de Cristo. Este punto fue demostrado vigorosamente por Alfredo Voucher, un erudito adventista que realizó investigaciones durante varios años sobre Lacunza en las bibliotecas de Europa y de las Américas.
Lacunza y la interpretación adventista
Ningún estudio sobre Lacunza sería completo si no señalara que, si bien hay una conexión entre su obra, el movimiento millerita y los comienzos de la Iglesia Adventista, hay diferencias significativas entre su interpretación profética y la nuestra. Estas diferencias pueden resumirse así:
Nosotros no compartimos la interpretación de Lacunza de los reinos de Daniel 2, que fusiona Babilonia y Medo-Persia. Tampoco aceptamos su doble identificación de las bestias simbólicas de Daniel con las desviaciones espirituales tales como la herejía, el cisma, la hipocresía y el libertinaje o idolatría. Si bien es cierto que nos aproximamos al concepto del Anticristo como un sistema o cuerpo moral, no armonizamos en la interpretación específica de los símbolos apocalípticos. También nos separamos de Lacunza en su postulado de la conversión de los judíos y su rol decisivo como nación en los acontecimientos finales, particularmente en el reino milenario. Vaucher resume sabiamente así:"El sistema escatológico de Lacunza, como todos los sistemas humanos, es imperfecto y está sujeto a revisiones. Contiene algunos elementos caducos"
¿Y qué en cuanto a las similitudes entre nuestra interpretación y la de Lacunza? Debemos subrayar por lo menos dos: (1) Su posición categórica de favorecer el texto bíblico sobre la tradición; y (2) su tesis principal de la venida del Mesías en gloria y majestad acompañado por la resurrección de los justos, seguido por un juicio universal después del milenio.
¿Sólo curiosidad? Este libro se encuentra en el Colegio Adventista de Chillán, (Chile).
Todos los que visitan nuestra universidad están curiosos por ver el libro de Lacunza, de tocarlo, sentirlo, incluso olerlo. Pero el mensaje del libro no es acerca de la curiosidad. El corazón de Lacunza ardía con pasión por el retorno de su Señor.
La escatología no debe relegarse a la curiosidad o a la controversia. Un estudio cuidadoso de la Biblia debe conducir a una vida transformada, con un cometido, con un gozo de vivir. Las palabras de Lacunza son más apropiadas ahora que nunca: "Jesucristo volverá del cielo a la tierra cuando llegue el tiempo, cuando lleguen aquellos tiempos y momentos que puso el Padre en su propio poder". (Sergio Olivares; en Díalogo Universitario).

Bendiciones.

Luego todo Israel será salvo.
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Estimados hermanos. Saludos cordiales.

Visitando está página me encuentro con este tema: ¿Rapto secreto, Doctrina Jesuita?

Sin inmiscuirme en vuestros puntos de vista, quiero aportar el punto de vista que tenemos sobre Manuel Lacunza.
La obra "La venida del Mesías en gloria y majestad". Fue escrito por el sacerdote jesuita Manuel Lacunza, este documento, está compuesto con una artística caligrafía en el hermoso estilo español del siglo XIX. Sus amarillentas páginas huelen a antigüedad. Fechado en el año 1820 y escrito bajo el seudónimo de Juan Josafat Ben-Ezra, el manuscrito fue, aparentemente, copiado por los Padres Trinitarios de San Carlos, en Roma, para lo cual utilizaron, probablemente, cuatro posibles fuentes europeas. Una nota al pie de página aclara que en esta obra "nada se ha perdido en frases ni conceptos del autor, por ser una copia del original español que él mismo compuso".
Para un profesional del campo de la historia, adventista y, además, chileno, como el autor, el libro resulta extraordinariamente interesante. (Pastor Sergio Olivares).
¿Quién es realmente su autor? ¿Qué lo impulsó a escribir este controvertido texto? ¿Qué influencia ejerció en su época? ¿Tiene vigencia para nosotros, que vivimos casi dos siglos después?
Manuel Lacunza nació en el seno de una familia aristocrática en Santiago, Chile. Al igual que otros familiares, optó por la vida religiosa, recibiendo las órdenes en la Compañía de Jesús. Se caracterizó por ser un estudiante inteligente, estudioso, sociable y vivaz. Sus dotes intelectuales le permitieron destacarse tempranamente como profesor y orador. La tranquilidad colonial fue bruscamente interrumpida cuando, cumpliendo la orden de Carlos III, por razones que se guardaba "en su real pecho", los jesuitas fueron expulsados de "todos los territorios de España e Indias". Lacunza y sus compañeros jesuitas fueron arrestados y llevados a Europa. Después de varios meses de un tortuoso viaje en barcos dilapidados, los prisioneros fueron desembarcados a su merced en la ciudad italiana de Imola, cerca de Bologna. Allí languidecieron hasta 1799, fecha en que la corona de España levantó las sanciones contra los jesuitas, pero Lacunza no quiso volver. En la mañana del 18 de junio de 1801 su cuerpo sin vida fue encontrado en los alrededores de Imola. Nunca se supo la causa de su muerte.
La obra de Lacunza
Mucho se ha discutido sobra la motivación que tuvo Lacunza al escribir su libro. Sus detractores creen ver en ella el resultado de un proceso psicológico alimentado por las frustraciones del exilio y posterior supresión de su orden religiosa con el apoyo del pontífice romano. Otros la ven como el resultado de la reacción conservadora cristiana ante el impacto del Iluminismo expresado especialmente en el deísmo, tan en boga en aquellos días en el cristianismo católico y protestante. Otros ven en ella el fruto del estudio intenso de la Sagradas Escrituras, particularmente de los libros de Daniel y Apocalipsis, sin aceptar la mediación de los padres y teólogos de la iglesia.
Lacunza mismo dio tres razones para escribir su libro: (1) Obligar a los sacerdotes a sacudir el polvo de sus Biblias; (2) detener a los que corren al "abismo de la incredulidad por falta de conocimiento de N.S. Jesucristo"; y (3) iluminar y ayudar a los judíos por el "cabal conocimiento del Mesías". La metodología de Lacunza es muy interesante: estudio de la Biblia, reflexión y oración. Cuando encontraba un punto difícil de explicar --cuenta su amanuense, González Carbajal--, interrumpía su trabajo y le decía: "Suspendamos el trabajo hasta pedir con más instancia la iluminación divina". Se le atribuye el haber dicho que su libro "era obra más de sus rodillas que de su cabeza". Aun sus detractores reconocían su profunda espiritualidad y genuina vida de oración.
El libro de Lacunza se divide en tres partes. En la primera esboza su sistema, contrapuesto al sistema tradicional. Incluye allí un estudio sobre el sentido de las Sagradas Escrituras, defendiendo el sentido literal. Luego discute el valor de la tradición en la interpretación de las Escrituras, distinguiendo entre "los artículos de fe y las conjeturas discutibles". A continuación expone su premisa básica:
"Jesucristo volverá del cielo a la tierra, cuando llegue su tiempo, cuando lleguen aquellos tiempos y momentos, que puso el Padre en su propio poder. Vendrá acompañado no solamente de sus ángeles sino de sus santos ya resucitados: de aquellos, digo, que serán juzgados dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos... Vendrá no tan de prisa, sino más despacio de lo que se piensa. Vendrá a juzgar no solamente a los muertos, sino también y en primer lugar a los vivos. Por consiguiente, este juicio de vivos y muertos no puede ser uno solo, sino dos juicios diversísimos, no solamente en la sustancia y en el modo, sino también en el tiempo. De donde se concluye (y esto es lo principal a que debe atenerse), que debe haber un espacio de tiempo bien considerable entre la venida del Señor que esperamos, y el juicio de los muertos o resurrección universal"
La segunda parte trata acerca de la interpretación de las profecías de Daniel 2 y 7 y del Anticristo. En la tercera parte acerca de la venida del Señor, el juicio, los nuevos cielos y la nueva tierra, la nueva Jerusalén, el milenio, el juicio final y la eterna felicidad de los redimidos.
La obra de Lacunza tuvo un impacto inmediato. Mientras escribía la obra, ya circulaba parte de ella, causando gran malestar al autor por las deformaciones y malinterpretaciones que ya aparecían. Como se podía esperar, fueron los eclesiásticos católicos los primeros en recibirla y reaccionar; unos para aplaudirla y difundirla; otros para cuestionar tanto el método como el contenido.
Las críticas se concentraron especialmente en: (1) El abandono de los padres de la iglesia como primera fuente de interpretación; (2) su método literal de interpretación bíblica con desprecio del tradicional método alegórico; (3) su interpretación del Anticristo como cuerpo moral; (4) la visión negativa de la jerarquía romana vinculada con la segunda bestia de Apocalipsis 13 y la ramera del capítulo 17; y (5) el rol que le asigna al pueblo judío en su escatología. Además, suscitó gran controversia su enfoque milenarista, prácticamente abandonado en la Iglesia Católica desde el siglo III, con énfasis en dos resurrecciones, una de los justos y otra de los impíos separadas por un milenio terrenal.
Sus admiradores y defensores se encuentran especialmente en la orden jesuita, quienes no escatiman elogios, tanto para su autor como para la obra. Uno de ellos escribió: "Acerca de la obra del Sr. D. Manuel Lacunza, digo, que la creo trabajada a mayor gloria de nuestro Señor, y provecho de la Santa Iglesia... Sea infinitamente loado el Padre de las luces, que con tan maravillosa copia de ellas ha alumbrado al autor en la inteligencia de la Sagrada Escritura". La reacción de los escritores sudamericanos también merece mencionarse. Un historiador comentó: Es "el libro chileno que ha alcanzado la más alta cumbre como esfuerzo de inteligencia, o sea, como trabajo de pensamiento encaminado a ahondar una concepción y exponerla al mundo con la fuerza espiritual necesaria para herir la atención y penetrar profundamente en el alma humana...Es el que ha alcanzado mayor celebridad y el único que ha repercutido en el pensamiento universal hasta el instante en que escribimos".
Tan importante fue el libro en la historia religiosa de Sudamérica que el prócer argentino Manuel Belgrano financió con su propio peculio una edición en cuatro volúmenes, hecha en Londres. Muchos españoles la elogiaron. Cortés, en su diccionario biográfico, considera a Lacunza "una de las glorias de la teología del presente siglo", quien "en la exégesis bíblica se elevó a una altura a la que no ha llegado ningún escritor moderno, ni en Europa ni en América".
El renombrado traductor de la Vulgata al español, Félix Torres Amat, se refiere así: "Dicha obra es digna de que la mediten los que particularmente se dedican al estudio de la Escritura, pues da luz para la inteligencia de muchos textos oscuros".
La reacción oficial de Roma llegó en 1819, ocho años después de que saliera la primera edición impresa en Cádiz, en 1811. El edicto fue expedido en Madrid el 15 de enero, por el Tribunal del Santo Oficio, ordenando a recoger la obra. Posteriormente, el 6 de septiembre de 1824 la obra fue incluida en el Índice, es decir, fue condenada por el papa León XII, con una nota escueta: en cualquier idioma.
No obstante, una obra tal no podía limitarse a permanecer dentro del círculo católico español e hispanoamericano. Se hicieron sentir diversas reacciones en la mayor parte de los países europeos. Merece una particular mención la acogida brindada por Edward Irving, un presbiteriano londinense, quien la tradujo al inglés y la publicó con el título de The Coming of the Messiah. Sin embargo, establece previamente algunas divergencias con Lacunza en la "interpretación de las cuatro monarquías universales; da a los días proféticos un valor simbólico (un día profético, un año literal); rechaza el sistema futurista en lo que concierne al libro de Apocalipsis, y finalmente, cree en un Anticristo individual".
Como resultado de la amplia circulación de la obra de Lacunza por Europa, sus puntos de vista fueron ampliamente estudiados durante las conferencias proféticas interdenominacionales de Albury Park, Inglaterra, en 1826-1830.
La conexión milerita
Del otro lado del Atlántico, varios asociados de William [Guillermo] Miller conocían no sólo los escritos de Irving sino también los estudios y discusiones proféticas de Albury Park. Josiah Litch, uno de los dirigentes milleritas, atribuye el interés de Irving en las profecías a su lectura de la obra de Lacunza:
"Ese libro cayó en las manos de Irving. Los ojos de ese célebre y elocuente predicador se abrieron ante la gloriosa verdad del advenimiento premilenial de Cristo de la cual se volvió ardoroso partidario. Comenzó traduciendo a Ben Ezra y luego escribió numerosas obras en Inglaterra acerca del mismo asunto. Durante algún tiempo, esos escritos produjeron en Inglaterra la misma resonancia que Miller obtuvo años más tarde en nuestro país".
De esa manera Lacunza se convirtió en un eslabón importante de la cadena de intérpretes de la profecía bíblica, quien veía la historia humana yendo inexorablemente al glorioso retorno de Cristo. Este punto fue demostrado vigorosamente por Alfredo Voucher, un erudito adventista que realizó investigaciones durante varios años sobre Lacunza en las bibliotecas de Europa y de las Américas.
Lacunza y la interpretación adventista
Ningún estudio sobre Lacunza sería completo si no señalara que, si bien hay una conexión entre su obra, el movimiento millerita y los comienzos de la Iglesia Adventista, hay diferencias significativas entre su interpretación profética y la nuestra. Estas diferencias pueden resumirse así:
Nosotros no compartimos la interpretación de Lacunza de los reinos de Daniel 2, que fusiona Babilonia y Medo-Persia. Tampoco aceptamos su doble identificación de las bestias simbólicas de Daniel con las desviaciones espirituales tales como la herejía, el cisma, la hipocresía y el libertinaje o idolatría. Si bien es cierto que nos aproximamos al concepto del Anticristo como un sistema o cuerpo moral, no armonizamos en la interpretación específica de los símbolos apocalípticos. También nos separamos de Lacunza en su postulado de la conversión de los judíos y su rol decisivo como nación en los acontecimientos finales, particularmente en el reino milenario. Vaucher resume sabiamente así:"El sistema escatológico de Lacunza, como todos los sistemas humanos, es imperfecto y está sujeto a revisiones. Contiene algunos elementos caducos"
¿Y qué en cuanto a las similitudes entre nuestra interpretación y la de Lacunza? Debemos subrayar por lo menos dos: (1) Su posición categórica de favorecer el texto bíblico sobre la tradición; y (2) su tesis principal de la venida del Mesías en gloria y majestad acompañado por la resurrección de los justos, seguido por un juicio universal después del milenio.
¿Sólo curiosidad? Este libro se encuentra en el Colegio Adventista de Chillán, (Chile).
Todos los que visitan nuestra universidad están curiosos por ver el libro de Lacunza, de tocarlo, sentirlo, incluso olerlo. Pero el mensaje del libro no es acerca de la curiosidad. El corazón de Lacunza ardía con pasión por el retorno de su Señor.
La escatología no debe relegarse a la curiosidad o a la controversia. Un estudio cuidadoso de la Biblia debe conducir a una vida transformada, con un cometido, con un gozo de vivir. Las palabras de Lacunza son más apropiadas ahora que nunca: "Jesucristo volverá del cielo a la tierra cuando llegue el tiempo, cuando lleguen aquellos tiempos y momentos que puso el Padre en su propio poder". (Sergio Olivares; en Díalogo Universitario).

Bendiciones.

Luego todo Israel será salvo.

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Te agradezco por tu exposicion y aportacion, la cual he leido con avidez y a suscitado en mi el leer yo mismo lo que escribio Lacunza para informarme de primera mano sobre lo que decia y pensaba. Gracias otra vez.

Que Dios les bendiga a todos

Paz
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Saludos Miniyo:

Lo interesante es que algunos afirman que su origen está en las visiones de Margaret (no recuerdo bien su nombre) Pero con la línea histórica que presentas tengo que pensar que la historia no es buena medida para desaprobar una doctrina ya que está sujeta a manipulación.

Bendiciones
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Gabriel47, si tú eres Sergio; un sentido reconocimiento de mi parte a la
calidad y erudición de tu escrito. Si bien no comparto el enfoque futurista,
da gusto leer a quienes escriben como tú. Escritos como los tuyos, ayudan
a disipar algo de las tinieblas de la ignorancia, y el sensacinalismo infundado
que producen estas. :9:
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

futurismo y pretesismo son de factura jesuita y fueron los sacerdotes Ribera y Belarmino sus autores.

Esto lo hicieron para descargar al papado de las acusaciones que el protestantismo liderado por Martin Lutero hacian sobre la persona del papa a quien señalaban como el anticristo.

El futurismo propone que la última semana de la profecía de Daniel se levantará un judío que será el anticristo.

El preterismo propone que fue el emperador Nerón el anticristo.

Pero ninguna de estas posiciones pueden descargar que los judíos apostatas representan a la madre de las rameras.

Manuel Lacunza Sacerdote chileno luego llamado Ben Ezra fue el inventor dfe la doctrina de de las 2300 tardes y mañanas que los adventistas asimilaron aunque ellos dicen que Manuel Lacunza nada tuvo que ver con Guillermo Miller, esta similitud no es casual porque fueron realmente los jesuitas quienes escribieron todos esos libros que los adventistas le atribuyen a Elena White, en pocas palabras: la ilgesia adventista no es mas que un exitoso experimento jesuita, eso explica el arsenal teológico lleno de conocimiento de la cultura Judía la cual han torcido para su beneficio. pero ellos especialmente los mas extremistas y fanáticos jamás lo aceptarán esto en cambio tildarán de emisario del diablo a todo aquel que les argumente con la verdad.
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Estimado Norberto7. Saludos cordiales.

Te comento que tuve la ocasión de conocer al pastor Sergio Olivares, en un curso que él dicto en la Universidad Adventista de Chillán sobre el Apocalipsis durante un verano, su erudicción era muy destacada.
Esto fue aproximadamente hace 20 años atrás, entonces puedo considerarme un alumno ocasional de él, ya que solo era un vacacionista que le solicitó ser admitido como oyente, y él aceptó.
Mira como se dan las cosas, mi hermano mayor se llama Norberto y mi hermano menor Sergio.
Bueno, yo leí la obra de Lacunza en la Biblioteca Nacional que está ubicada en la Capital de mi país (Chile). Costó un poco, ya que solo tienen acceso a este documento los investigadores.
Me presenté entonces como investigador y entré a una sala especial de dicha Biblioteca. Allí lo pude leer en una pantalla ya que estaba en micro film, Te imaginarás lo dificil que es leer un libro en micro film, las páginas están desordenadas y es dificil seguir la secuencia.

Hoy con los medios que disponemos, pude bajar esta obra en Pdf de una página de la Web.
Lacunza tiene un excelente artículo sobre el Diluvio Universal, y expresa una excelente teoría relacionada con la recuperación del eje de rotación original de nuestro planeta, (antes del regreso de nuestro Señor), lo que producirá esos cambios que relata la profecía sobre los aspectos fisicos y atmósfericos relatados por los profetas. Me pareció interesante su argumento.

Bueno, ha sido un grato placer intercambiar palabras con ustedes.

Bendiciones.

Luego todo Israel será salvo.
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Gabriel47, un afectuoso saludo.
Veo que por "lo menos" eres un buen discípulo ocacional de Sergio. Pero por
"lo más" uno permanente del magnífico instructor Jesucristo.

Es muy grata para mí esa coincidencia de nombres, pero estamos del otro
lado de los Andes, en Uruguay.

Si tú quieres contactarte con el forista Ricardo (miembro senior) él podría
contarte sú experiencia en el estúdio de una de las primeras impresiones de
dicha obra.

De mí parte y viendo que eres un buen estudiante de la Escritura, me atrevo
a recomendarte la obra de James Stuard Russell (la parousia) en
www.graciasoberana.com; se que la apreciarás.
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

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Tengo que decirles que he empezado a leer La Venida del Mesías en Gloria y Majestad . Tomo I de Manuel Lacunza y aunque solo estoy comenzando me esta sorprendiendo agradablemente. Tengo la sensacion de que no es como algunos tendeciosamente sostienen una estratagema de Roma para engañar, sino la obra honesta de un cristiano que amaba a Jesucristo, aunque tambien digo que en algunos puntos podamos disentir.

Aunque esperare a llevar mas adelantada la lectura de su obra para hacer comentarios puntuales. Les dejare un pequeño extracto para que juzguen por ustedes mismos.

Discurso preliminar

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"Conque ¿es posible (me acuerdo que decía), conque es posible que el pueblo de Dios, el pueblo santo, la casa de Abraham, de Isaac, y de Jacob, hombres los más ilustres, los más justos, los más amados y privilegiados de Dios, con cuyo nombre el mismo Dios es conocido de todos los siglos posteriores, diciendo: yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob... este es mi nombre para siempre, y este es mi memorial, por generación y generación: un pueblo que había nacido, se había sustentado, y crecido con la fe y esperanza del Mesías. Un pueblo preparado de Dios para el Mesías, con providencias y prodigios inauditos por espacio de dos mil años: que este pueblo de Dios, este pueblo santo tuviese en medio de sí a este mismo Mesías por quien tantos siglos había suspirado, que lo viese por sus propios ojos con todo el esplendor de sus virtudes; que oyese su voz y sus palabras de vida, siempre admirado, suspenso y como encantado, de las palabras de gracia que salían de su boca; que admirase sus obras prodigiosas, diciendo y confesando que: bien lo ha hecho todo: a los sordos los ha hecho oír, y a los mudos hablar; que recibiese de su bondad toda suerte de beneficios, y de beneficios continuos así espirituales como corporales, etcétera; y que con todo eso no lo recibiese, con todo eso lo desconociese, con todo eso lo persiguiese con el mayor furor; con todo eso lo mirase como un seductor, como un inicuo, y como tenía anunciado Isaías, lo hubiese con los malvados contado; con todo eso, en fin, lo pidiese a grandes voces para el suplicio de la cruz? Cierto que han sucedido en esta nuestra tierra cosas verdaderamente increíbles, al paso que ciertas y de la suprema evidencia.

Mas de este sumo mal, infinitamente funesto y lamentable (proseguía yo discurriendo) ¿quién sería la verdadera causa? ¿Serían acaso los publicanos, los pecadores, las meretrices, por no poder sufrir la santidad de su vida, ni la pureza y perfección de su doctrina? Parece que no, pues el Evangelio mismo nos asegura que: se acercaban a él los publicanos y pecadores para oírle; y esto era lo que murmuraban los Escribas y Fariseos: y los Fariseos y los Escribas murmuraban diciendo: éste recibe pecadores y come con ellos; y en otra parte: si este hombre fuera profeta, bien sabría quién, y cuál es la mujer que le toca; porque pecadora es. ¿Sería acaso la gente ordinaria, o la ínfima plebe siempre ruda, grosera y desatenta? Tampoco: porque antes esta plebe no podía hallarse sin él; esta lo buscaba, y lo seguía hasta en los montes y desiertos más solitarios; esta lo aclamaba a gritos por hijo de David y rey de Israel; esta lo defendía y daba testimonio de su justicia, y por temor de esta plebe no lo condenaron antes de tiempo: mas temían al pueblo.

No nos quedan, pues, otros sino los sacerdotes, los sabios y doctores de la ley, en quienes estaba el conocimiento y el juicio de todo lo que tocaba a la religión. Y en efecto, estos fueron la causa y tuvieron toda la culpa. Mas en esto mismo estaba mi mayor admiración: cierto que es esta cosa maravillosa, les decía aquel ciego de nacimiento, que vosotros no sabéis de dónde es, y abrió mis ojos. Estos sacerdotes, estos doctores, ¿no sabían lo que creían? ¿No sabían lo que esperaban? ¿No leían las Escrituras de que eran depositarios? ¿Ignoraban, o era bien que ignorasen que aquellos eran los tiempos en que debía manifestarse el Mesías, según las mismas Escrituras? ¿No eran testigos oculares de la santidad de su vida, de la excelencia de su doctrina, de la novedad, multitud y grandeza de sus milagros? Sí: todo esto es verdad, mas ya el mal era incurable, porque era antiguo; no comenzaba entonces, sino que venía de más lejos: ya tenía raíces profundas.

En suma el mal estaba en aquellas ideas tan extrañas y tan ajenas de toda la Escritura, que se habían formado del Mesías, las cuales ideas habían bebido, y bebían frecuentemente en los intérpretes de la misma Escritura. Estos intérpretes, a quienes honraban con el título de Rabinos, o Maestros por excelencia, o de Señores, tenían ya más autoridad entre ellos que la Escritura misma. Y esto es lo que reprendió el mismo Mesías, citándoles las palabras del capítulo XXIX de Isaías. Hipócritas, bien profetizó Isaías de vosotros... diciendo: Este pueblo con los labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Y en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres, porque dejando el mandamiento de Dios, os asís de la tradición de los hombres. Bellamente hacéis vano el mandamiento de Dios, por guardar vuestra tradición.

Pues estos son, concluía yo, estos son ciertamente los que nos cegaron y los que nos perdieron. Estos son aquellos doctores y legisperitos, que habiendo recibido, y teniendo en sus manos la llave de la ciencia, ni ellos entraron, ni dejaron entrar a otros. ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os alzasteis con la llave de la ciencia! vosotros no entrasteis, y habéis prohibido a los que entraban. En las Escrituras están bien claras las señales de la venida del Mesías, y del Mesías mismo: su vida, su predicación, su doctrina, su justicia, su santidad, su bondad, su mansedumbre, sus obras prodigiosas, sus tormentos, su cruz, su sepultura, etcétera. Mas como al mismo tiempo se leen en las mismas Escrituras, y esto a cada paso, otras cosas infinitamente grandes y magníficas de la misma persona del Mesías, tomaron nuestros doctores con suma indiscreción éstas solas, componiéndolas a su modo, y se olvidaron de las otras, y las despreciaron absolutamente como cosas poco agradables. ¿Y qué sucedió? Vino el Mesías, se oyó su voz, se vio su justicia, se admiró su doctrina, sus milagros, etcétera. Él mismo los remitía a las Escrituras, en las cuales como en un espejo fidelísimo lo podían ver retratado con suma perfección: Escudriñad las Escrituras... y ellas son las que dan testimonio de mí . Pero todo en vano; como ya no había más Escritura que los Rabinos, ni más ideas del Mesías, que las que nos daban nuestros doctores; ni los mismos Escribas y Fariseos y legisperitos conocían otro Mesías que el que hallaban en los libros y en las tradiciones de los hombres, fue como una consecuencia necesaria que todo se errase, y que el pueblo ciego, conducido por otro ciego, que era el sacerdocio, cayese junto con él en el precipicio. ¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?"


La Venida del Mesías en Gloria y Majestad . Tomo I de Manuel Lacunza

A esto solo puedo darle un sonoro AMEN.

Que Dios les bendiga a todos

Paz
 
Re: ¿Rapto Secreto, Doctrina Jesuita?

Saludos Miniyo:

Lo interesante es que algunos afirman que su origen está en las visiones de Margaret (no recuerdo bien su nombre) Pero con la línea histórica que presentas tengo que pensar que la historia no es buena medida para desaprobar una doctrina ya que está sujeta a manipulación.

Bendiciones

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Quizas te refieras a Margaret MacDonald que se menciona en El Rapto Pre-tribulacionista de la Iglesia.pdf.

Por lo que he leido hasta ahora, este sacerdote jesuita Manuel Lacunza creia solo en dos venidas de Cristo la 1ª Venida como Cordero de Dios y Redentor y la 2ª Venida Gloriosa que cree la verdadera Iglesia de Cristo, asi que corre un bulo sobre el en Internet. Segun vaya leyendo mas de su obra dare testimonio de lo que hay de cierto o de falso en lo que se dice, sobre todo, en el texto que utilice para abrir este epigrafe.

Que Dios les bendiga a todos

Paz