Los tres consejos

11 Diciembre 2007
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De vez en cuando suelo mantener alguna conversación con aquellas personas que siguen desde determinadas revistas catolicas mi modesta colaboración. Hace unos días tomé café con una de esas personas que se interesó por saber cual era mi fuente de información cuando me disponía a escribir algo. Le contesté que la Biblia era el libro que me ofrecía la posibilidad de poder hablar de Jesús de Nazareth, sin temor a equivocarme y por supuesto mis momentos de silencio y meditación en la casa de Dios.
Con una mezcla de seriedad e ironía en los labios, me preguntó que según la Biblia, que debería de hacer para no ir al infierno. Confieso que la pregunta me pareció por supuesto bastante tópica y a la vez muy típica del que parece ignorar que para los creyentes, ese es un problema de tercera división, ya que nunca nos contentaremos con no ir al infierno sino que aspiramos a preguntarnos que es lo positivo que Dios espera de nosotros en este mundo.
La verdad es que existen en éste libro sagrado tantas respuestas, que la mía pudo ser tan triste como sincera. Pero recuerdo que en aquel momento me vinieron a la memoria tres cosas. La primera seguir la voz de la conciencia. La segunda, amar a los demás como te amas a ti mismo. Y la tercera, no hacer nunca las cosas buscando agradecimiento, sino para servir a Dios.
Respecto al primer consejo le comenté que debemos escuchar nuestra conciencia, que resulta ser esa voz interior que todos llevamos en nuestra alma, incluso aquellos que creen no creer en Dios. Y resulta que a veces esa conciencia suele llevarnos la contraria porque constantemente juzga nuestras acciones, cuando ante ella anteponemos la conveniencia, el egoísmo, el capricho y la fé. Esa fé que debería ser más amplia y honda que el cumplimiento extremo de tales o cuales preceptos. Una fé, como la demostrada por el ciego de nacimiento del Evangelio (Jn. 19,13.16) que fué sanado por Jesús y que sin apartarse del mundo de los hombres y de la ciencia que habían descubierto remedios a las enfermedades, entendió que su vida como la del mundo tenían un sentido que ninguna ciencia podría enseñarle “La luz de Jesús que alumbraría sus pasos”.
El segundo consejo, no es menos importante, porque resume toda la sustancia del Evangelio: “Amarás a los demás como te amas a ti mismo”. Está claro, todo hombre tiene obligación de amar a sus semejantes, por lo que deberá de empezar por llenar su vida, dándose a los demás.
Y estaremos cerca de nuestro prójimo, cuando nos situemos próximo a ese hermano que te necesita, esforzándonos en ser solidarios con él intentando amarle en su sufrimiento tal como lo señalaba Martín Lutker King cuando decía “que el amor no se conforma con aliviar al que sufre, si no ofreciéndole tantas obras buenas como seamos capaces de hacerle”.
Y el tercer consejo tan importante como los anteriores. Hacer las cosas que hacemos por el valor de las mismas y no por el dinero, el prestigio, el éxito o por la vanidad que pueda producirnos, sino por dar culto a Dios.
Por lo tanto vistas así las cosas, lo mismo da ser primer ministro que barrendero, sano que enfermo, joven o viejo, en definitiva ser lo que somos. Apasionadamente jóvenes cuando se es joven y entusiásticamente viejos, cuando se llega a la vejez. Y pensar despacio, muy despacio, que uno que ama a los demás, como se ama así mismo y que está convencido que a veces el infierno somos nosotros mismos con nuestro odio y nuestra crueldad hacia los demás, debería preguntarse ¿cómo podría temer al infierno?
Pienso que un solo hombre lleno de verdadero amor que entrase en el infierno, apagaría sin duda sus llamas, por que el Cielo no le demos más vueltas, no es otra cosa que la plenitud de todo amor.
A fin de cuentas, yo creo que solo irán al infierno aquellos que en este mundo por su relación con Dios, con los demás y con ellos mismos, convirtieron su corazón en otro infierno.
 
Re: Los tres consejos

De vez en cuando suelo mantener alguna conversación con aquellas personas que siguen desde determinadas revistas catolicas mi modesta colaboración. Hace unos días tomé café con una de esas personas que se interesó por saber cual era mi fuente de información cuando me disponía a escribir algo. Le contesté que la Biblia era el libro que me ofrecía la posibilidad de poder hablar de Jesús de Nazareth, sin temor a equivocarme y por supuesto mis momentos de silencio y meditación en la casa de Dios.
Con una mezcla de seriedad e ironía en los labios, me preguntó que según la Biblia, que debería de hacer para no ir al infierno. Confieso que la pregunta me pareció por supuesto bastante tópica y a la vez muy típica del que parece ignorar que para los creyentes, ese es un problema de tercera división, ya que nunca nos contentaremos con no ir al infierno sino que aspiramos a preguntarnos que es lo positivo que Dios espera de nosotros en este mundo.
La verdad es que existen en éste libro sagrado tantas respuestas, que la mía pudo ser tan triste como sincera. Pero recuerdo que en aquel momento me vinieron a la memoria tres cosas. La primera seguir la voz de la conciencia. La segunda, amar a los demás como te amas a ti mismo. Y la tercera, no hacer nunca las cosas buscando agradecimiento, sino para servir a Dios.
Respecto al primer consejo le comenté que debemos escuchar nuestra conciencia, que resulta ser esa voz interior que todos llevamos en nuestra alma, incluso aquellos que creen no creer en Dios. Y resulta que a veces esa conciencia suele llevarnos la contraria porque constantemente juzga nuestras acciones, cuando ante ella anteponemos la conveniencia, el egoísmo, el capricho y la fé. Esa fé que debería ser más amplia y honda que el cumplimiento extremo de tales o cuales preceptos. Una fé, como la demostrada por el ciego de nacimiento del Evangelio (Jn. 19,13.16) que fué sanado por Jesús y que sin apartarse del mundo de los hombres y de la ciencia que habían descubierto remedios a las enfermedades, entendió que su vida como la del mundo tenían un sentido que ninguna ciencia podría enseñarle “La luz de Jesús que alumbraría sus pasos”.
El segundo consejo, no es menos importante, porque resume toda la sustancia del Evangelio: “Amarás a los demás como te amas a ti mismo”. Está claro, todo hombre tiene obligación de amar a sus semejantes, por lo que deberá de empezar por llenar su vida, dándose a los demás.
Y estaremos cerca de nuestro prójimo, cuando nos situemos próximo a ese hermano que te necesita, esforzándonos en ser solidarios con él intentando amarle en su sufrimiento tal como lo señalaba Martín Lutker King cuando decía “que el amor no se conforma con aliviar al que sufre, si no ofreciéndole tantas obras buenas como seamos capaces de hacerle”.
Y el tercer consejo tan importante como los anteriores. Hacer las cosas que hacemos por el valor de las mismas y no por el dinero, el prestigio, el éxito o por la vanidad que pueda producirnos, sino por dar culto a Dios.
Por lo tanto vistas así las cosas, lo mismo da ser primer ministro que barrendero, sano que enfermo, joven o viejo, en definitiva ser lo que somos. Apasionadamente jóvenes cuando se es joven y entusiásticamente viejos, cuando se llega a la vejez. Y pensar despacio, muy despacio, que uno que ama a los demás, como se ama así mismo y que está convencido que a veces el infierno somos nosotros mismos con nuestro odio y nuestra crueldad hacia los demás, debería preguntarse ¿cómo podría temer al infierno?
Pienso que un solo hombre lleno de verdadero amor que entrase en el infierno, apagaría sin duda sus llamas, por que el Cielo no le demos más vueltas, no es otra cosa que la plenitud de todo amor.
A fin de cuentas, yo creo que solo irán al infierno aquellos que en este mundo por su relación con Dios, con los demás y con ellos mismos, convirtieron su corazón en otro infierno.

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Le hablaste bien pero se te olvido decirle lo mas importante e imprescindible y es que aparte de Jesucristo en su vida no tenia esperanza. Si hubiese uno solo que pudiese salvarse aparte de Cristo, esto haria el sacrificio de Cristo inutil y haria a Dios mentiroso.

Esto que cuentas me recuerda la historia del joven rico que creia que tenia de todo pero no tenia lo mas importante: a Jesus. Y por desgracia amo mas lo que tenia que a Jesus.

Marcos 10:17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Marcos 10:18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.

Marcos 10:19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.

Marcos 10:20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.

Marcos 10:21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

Marcos 10:22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

Marcos 10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

Marcos 10:24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!

Marcos 10:25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

Marcos 10:26 Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

Marcos 10:27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.

Marcos 10:28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.

Marcos 10:29 Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,

Marcos 10:30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.

Marcos 10:31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.


Jesucristo es nuy radical y esto no es facil de recibir por cualquiera pero son las paradojas del reino de los cielos. Solo Cristo nos capacita para ser agradables a Dios, nuestras justicias son trapos sucios de inmundicia.

Que Dios les bendiga a todos

Paz