¿Por qué llamar “del corazón” a lo que es “prostitución”?

18 Noviembre 1998
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¿Por qué llamar “del corazón” a lo que es “prostitución”?

Habrá quien piense que hay una diferencia fundamental entre ofrecer el cuerpo para que sea usado por otra persona a cambio de dinero, y ofrecer los detalles de la intimidad sentimental en una televisión a cambio de bastante más dinero. En mi opinión, es más respetable la puta que se vende por necesidad que la chusma que se atiborra de pasta por vender sus adulterios, noviazgos, bodas, etc, etc. Pero ambas “profesiones”, la de puta de calle o puta de salón de masajes, y la de prostituta/o de plató de televisión, señalan con el dedo a esa parte que resulta imprescindible para que puedan ejercer su “oficio”: el cliente.

Si hay putas o chaperos, es porque hay hombres -muchísimos más- y mujeres -menos pero cada vez más- dispuestos a pagar una cantidad de dinero para satisfacer sus instintos animales de índole sexual. Y si hay rameras y “rameros” televisivos que presumen de sus conquistas y rupturas y se lucran con ello, es porque hay un público deseoso de consumir esa basura infame. Así que tan culpable es el que se ofrece como el que paga y consume.

Lo que más gracia me hace de esa profesión a la que se llama “prensa del corazón” es el ataque de dignidad que les suele dar a muchos de sus profesionales. Pontifican sobre el bien y el mal moral con un desparpajo que produce a su vez risa y asco. Aquel que ayer vendía el polvo que había echado con la condesa de poracá, hoy se indigna porque le han sacado las fotos del achuchón con la marquesa de porallá. Y aquella que ayer dejaba que las arrugas de su cuerpo le fueran planchas por el mozo de acullá, hoy grita como una histérica por la sugerencia de que le ha lavado sus bajos el muchachote de masporacá. Y siempre habrá un presentador que nos diga que el de las condesas y la “arrugá” son o muy buena gente o unas pécoras de agárrate y no te menees. En realidad no hay mucha diferencia entre los profesionales que hacen de facilitadores de la prostitución de la intimidad y los que se prestan a ese juego. Son todos parte de esa gran circo mediático que mueve cantidades ingentes de dinero gracias al nivel moral de una parte muy importante de la sociedad española. Un circo que incluso ya tiene su propia cantera en esos programitas donde se encierra en una casa o en una isla a candidatos a la prostitución, que luego se venderán al mejor postor si demuestran tener desarrolladas las habilidades propias del sector. Al fin y al cabo, el consumidor quiere carne fresca. No es plan de irse a la cama siempre con la misma puta o el mismo chapero. No tiene gracia.

Para ir acabando, habrá que decir que de la misma manera que en el mundo de la pornografía existe el sector “amateur”, también existe la versión “no profesional” de la prensa del corazón. Es lo que vemos en esos programas donde hombres y mujeres, jóvenes y viejos, tienen su minuto de gloria mediático y nos cuentan sus apaños, sus rupturas y sus intentos de reconciliación con el vecino o la vecina del quinto. Y es curioso. En la mayoría de los casos no obtienen dinero a cambio. Obtienen la notoriedad transitoria que supone aparecer una vez en la tele. Pero claro, a veces la cosa sale mal. A veces se les cuelan personajes con muy malos rollos. A veces asoma en esos prostíbulos televisivos el matón asesino que se carga a la que no quería ser más su pareja. Y entonces esta sociedad hipócrita se rasga las vestiduras y hace de plañidera sobre el dolor ajeno. La misma sociedad que compra esa bazofia, llora por sus consecuencias. Ay generación de víboras, ¿quién te salvará de ti misma?

Es tiempo de que la Iglesia se tome en serio la denuncia de esa bazofia. El púlpito debe ser trinchera contra ese ejército basuriento. El confesionario debe ser un arma de destrucción masiva, que advierta al alma de que consumir la carroña del alma ajena es incompatible con la salud espiritual propia. Y no estaría de más que algún obispo, o todos a la vez, hagan uso de su ministerio para enfrentarse a esa zorra herodiana en que se ha convertido un sector muy importante de la parrilla televisiva. Da igual que luego quieran cortales mediáticamente la cabeza. Merece la pena jugarse el cuello por esa causa.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Fuente
 
Re: ¿Por qué llamar “del corazón” a lo que es “prostitución”?

Mordaz.

DLB
 
Re: ¿Por qué llamar “del corazón” a lo que es “prostitución”?

Muy buena la reflexión. Acá en Chile pasa exactamente lo mismo.