La religión cristiana padece de un mal que pocas religiones históricas han sufrido en la historia de la humanidad.
Los cristianos de todas las denominaciones comunican su fe asegurando que lo relatado en los evangelios sobre la vida de Jesús fueron hechos que realmente ocurrieron. Que son historia, y que Jesús de Nazaret es un personaje histórico.
Ese problema es el que ha causado que los cristianos hayan tenido que pasar las verguenzas históricas de no encontrar el Sepulcro Sagrado, el Santo Grial, haber tenido que inventarse lo de la tumba de San Pedro, lo del Manto de Turín, la casa de Pedro, la carta de Poncio Pilato, lo escrito por Flavio Josefo sobre Jesús, la tumba de Santiago, hermano de Jesús, y el velo de la Verónica. Todos esos asuntos han quedado probados como fiascos, o falsificaciones.
Así mismo, las investigaciones arqueológicas no han producido más que decepciones cuando han tratado de encontrar restos de la aldea de Nazaret del siglo I. Nada se ha producido, a parte de certificar que allí no había más que un basurero y un cementerio para el tiempo en que supuestamente Jesús viviá en la misma.
Los predicadores siempre parten de la premisa que Jesús fue un ser de carne y hueso, que nació de una mujer virgen en Palestina, que paso su vida haciendo portentos y milagros; y que después de morir y estar sepultado por tres días, resucitó y ascendió a los cielos.
Este asunto no ha afectado a otras religiones históricas. Los filósofos griegos y romanos no estaban buscando las hueyas de Zeus en la tierra. En sus escritos tanto Platón como Aristóteles afirmaban tranquilamente que las historias sobre los dioses no eran más que alegorías para transmitir enseñanzas.
Así mismo Séneca, filósofo romano, expresó que los dioses eran fábulas útiles para comunicar enseñanzas más profundas.
Los monjes budistas del budismo zen no tienen problema en afirmar que las leyendas que adornan la historia de Buda (nacimiento de una virgen, transfiguración y milagros) son mitos que han cubierto la figura del Buda por causa de la mitificación de su figura.
Los taoistas no titubean en admitir que Lao-Tse, supuesto escritor del Tao Te-kin, pudo no haber existido en realidad, pero lo escrito en el libro sagrado es lo sustancial.
Por otra parte, los musulmanes sí defienden la historicidad de su fundador, Mohammed (Mahoma); pero ellos tienen la ventaja de la razón. Mohammed sí fue una figura histórica del siglo VII de nuestra era, que vivió en la Península Arabiga. De eso hay suficiente documentación histórica de primera mano para no dudarlo.
Ahora bien, el cristianismo tiene la terrible desventaja de que solamente cuentan con cuatro pequeños relatos aceptados por la Iglesia en el siglo IV de nuestra era como la única fuente para afirmar la historicidad de Jesús de Nazaret.
A parte de esos documentos, que fueron escritos muchas décadas después de que supuestamente Jesús muriera, están las cartas de Pablo, y las de los otros apóstoles... sin mencionar el libro esotérico del Apocalipsis. Todos ellos fuentes de tercera mano, como admite en su prólogo el evangelio según San Lucas. Son escritos de relatos traídos a sus autores por otros fieles. Eso no es admisible en un ningún tribunal como prueba, pues es lo que se llama prueba de referencia.
Otros escritos del siglo I hablan de los cristianos: los del historiador judeo-romano Flavio Josefo; las relaciones de Tácito, una carta de Seutonio, y otra de Plinio el Joven.
En todas ellas se hacen menciones muy breves de los cristianos y sus creencias en un Cristo. El de Josefo es el que más gustan citar los cristianos para defender la historicidad de Jesús, pero ya es historia vieja que lo dicho allí sobre el Cristo (que de todas formas fue escrito después del año 80 de nuestra era) fue añadido por algún fiel cristiano en el siglo II.
Todos esos escritos no llenarían una página completa si se juntaran.
Los evangelios no canónicos (de Tomás, de María, de Pedro, De Santiago, etc.) no merecen ni considerarse por lo tardíos que son. Todos escritos muchísimos años despúes de la supuesta muerte del Cristo. Aún así el evangelio de Tomás aporta al hecho de afirmar que tuvo que existir un escrito sobre los dichos de Jesús antes que existieran los evangelios.
Pero de los dichos, a caer en historias de ángeles en pesebres, resurreciones de muertos y ascenciones milagrosas hay un enorme trecho.
En definitiva: No hay fuentes de primera mano que aseguren que existió un caudillo religioso llamado Jesús de Nazaret en el primer siglo.
La religión cristiana se basa en un mito no histórico sobre un hombre-dios, que no es más que un reflejo de las creencias greco-romanas de aquellos días, donde las religiones de hombres dioses eran la norma.
El cristianismo resultó ser una más entre tantas. Los cultos a Horus, Mitra, Hércules y Baco eran muy populares entre los romanos del siglo I, y todas ellas estaban basadas en el culto a un hombre nacido de una virgen que fue inseminada por un dios, que predicó el amor fraternal, que morían torturados y luego resucitaban. Todas ellas existían mucho antes que el cristianismo.
Por eso es que los cristianos deberían tener la madurez de aceptar que su fe es el resultado de las influencias greco romanas sobre el judaísmo del siglo I. Que no es nada diferente de las religiones más populares de aquellos tiempos.
Eso no desmerece que los principios cristianos son maravillosos.
¿Necesito yo creer que un hombre nació de una virgen para aceptar la realidad de que debo tratar a mis semejantes como quiero que me traten a mí?
¿Es necesario que yo crea que un ser humano resucitó de la muerte y ascendió a los cielos en una nube para amar a los demás como a mi mismo?
¿Tengo que aceptar como real el absurdo de que Dios se encarnó en un hombre para creer que bienaventurados son los pobres de espíritu y los que lloran?
Estoy seguro que no.
La ética cristiana está muy por encima de sus mitos. Esa es la escencia.
Yo propongo creer en los principios cristianos, sin perder el tiempo en seguir tratando de probar inutilmente que Jesús fue una figura histórica.
Esa es la aproximación mitológica.
Los cristianos de todas las denominaciones comunican su fe asegurando que lo relatado en los evangelios sobre la vida de Jesús fueron hechos que realmente ocurrieron. Que son historia, y que Jesús de Nazaret es un personaje histórico.
Ese problema es el que ha causado que los cristianos hayan tenido que pasar las verguenzas históricas de no encontrar el Sepulcro Sagrado, el Santo Grial, haber tenido que inventarse lo de la tumba de San Pedro, lo del Manto de Turín, la casa de Pedro, la carta de Poncio Pilato, lo escrito por Flavio Josefo sobre Jesús, la tumba de Santiago, hermano de Jesús, y el velo de la Verónica. Todos esos asuntos han quedado probados como fiascos, o falsificaciones.
Así mismo, las investigaciones arqueológicas no han producido más que decepciones cuando han tratado de encontrar restos de la aldea de Nazaret del siglo I. Nada se ha producido, a parte de certificar que allí no había más que un basurero y un cementerio para el tiempo en que supuestamente Jesús viviá en la misma.
Los predicadores siempre parten de la premisa que Jesús fue un ser de carne y hueso, que nació de una mujer virgen en Palestina, que paso su vida haciendo portentos y milagros; y que después de morir y estar sepultado por tres días, resucitó y ascendió a los cielos.
Este asunto no ha afectado a otras religiones históricas. Los filósofos griegos y romanos no estaban buscando las hueyas de Zeus en la tierra. En sus escritos tanto Platón como Aristóteles afirmaban tranquilamente que las historias sobre los dioses no eran más que alegorías para transmitir enseñanzas.
Así mismo Séneca, filósofo romano, expresó que los dioses eran fábulas útiles para comunicar enseñanzas más profundas.
Los monjes budistas del budismo zen no tienen problema en afirmar que las leyendas que adornan la historia de Buda (nacimiento de una virgen, transfiguración y milagros) son mitos que han cubierto la figura del Buda por causa de la mitificación de su figura.
Los taoistas no titubean en admitir que Lao-Tse, supuesto escritor del Tao Te-kin, pudo no haber existido en realidad, pero lo escrito en el libro sagrado es lo sustancial.
Por otra parte, los musulmanes sí defienden la historicidad de su fundador, Mohammed (Mahoma); pero ellos tienen la ventaja de la razón. Mohammed sí fue una figura histórica del siglo VII de nuestra era, que vivió en la Península Arabiga. De eso hay suficiente documentación histórica de primera mano para no dudarlo.
Ahora bien, el cristianismo tiene la terrible desventaja de que solamente cuentan con cuatro pequeños relatos aceptados por la Iglesia en el siglo IV de nuestra era como la única fuente para afirmar la historicidad de Jesús de Nazaret.
A parte de esos documentos, que fueron escritos muchas décadas después de que supuestamente Jesús muriera, están las cartas de Pablo, y las de los otros apóstoles... sin mencionar el libro esotérico del Apocalipsis. Todos ellos fuentes de tercera mano, como admite en su prólogo el evangelio según San Lucas. Son escritos de relatos traídos a sus autores por otros fieles. Eso no es admisible en un ningún tribunal como prueba, pues es lo que se llama prueba de referencia.
Otros escritos del siglo I hablan de los cristianos: los del historiador judeo-romano Flavio Josefo; las relaciones de Tácito, una carta de Seutonio, y otra de Plinio el Joven.
En todas ellas se hacen menciones muy breves de los cristianos y sus creencias en un Cristo. El de Josefo es el que más gustan citar los cristianos para defender la historicidad de Jesús, pero ya es historia vieja que lo dicho allí sobre el Cristo (que de todas formas fue escrito después del año 80 de nuestra era) fue añadido por algún fiel cristiano en el siglo II.
Todos esos escritos no llenarían una página completa si se juntaran.
Los evangelios no canónicos (de Tomás, de María, de Pedro, De Santiago, etc.) no merecen ni considerarse por lo tardíos que son. Todos escritos muchísimos años despúes de la supuesta muerte del Cristo. Aún así el evangelio de Tomás aporta al hecho de afirmar que tuvo que existir un escrito sobre los dichos de Jesús antes que existieran los evangelios.
Pero de los dichos, a caer en historias de ángeles en pesebres, resurreciones de muertos y ascenciones milagrosas hay un enorme trecho.
En definitiva: No hay fuentes de primera mano que aseguren que existió un caudillo religioso llamado Jesús de Nazaret en el primer siglo.
La religión cristiana se basa en un mito no histórico sobre un hombre-dios, que no es más que un reflejo de las creencias greco-romanas de aquellos días, donde las religiones de hombres dioses eran la norma.
El cristianismo resultó ser una más entre tantas. Los cultos a Horus, Mitra, Hércules y Baco eran muy populares entre los romanos del siglo I, y todas ellas estaban basadas en el culto a un hombre nacido de una virgen que fue inseminada por un dios, que predicó el amor fraternal, que morían torturados y luego resucitaban. Todas ellas existían mucho antes que el cristianismo.
Por eso es que los cristianos deberían tener la madurez de aceptar que su fe es el resultado de las influencias greco romanas sobre el judaísmo del siglo I. Que no es nada diferente de las religiones más populares de aquellos tiempos.
Eso no desmerece que los principios cristianos son maravillosos.
¿Necesito yo creer que un hombre nació de una virgen para aceptar la realidad de que debo tratar a mis semejantes como quiero que me traten a mí?
¿Es necesario que yo crea que un ser humano resucitó de la muerte y ascendió a los cielos en una nube para amar a los demás como a mi mismo?
¿Tengo que aceptar como real el absurdo de que Dios se encarnó en un hombre para creer que bienaventurados son los pobres de espíritu y los que lloran?
Estoy seguro que no.
La ética cristiana está muy por encima de sus mitos. Esa es la escencia.
Yo propongo creer en los principios cristianos, sin perder el tiempo en seguir tratando de probar inutilmente que Jesús fue una figura histórica.
Esa es la aproximación mitológica.