Julianillo, mártir de la Inquisición

17 Agosto 2006
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Julianillo, mártir de la Inquisición

Los colportores, la estirpe de Julianillo (I)

No sé si exista alguna historia de los colportores bíblicos, esos personajes que distribuyen biblias, nuevos testamentos o alguna porción de Las Escrituras. Porque si la vida y obra de traductores de la Palabra a distintas lenguas existentes en el mundo es desconocida por muchos, todavía más lo es la de quienes imbuidos de un gran sentido de misión se lanzan a distribuir el mensaje del Evangelio en su forma impresa. Si existe esa historia, y alguno de los lectores la conoce, le solicito que me envíe información al respecto.



Con justificada razón escribe Patrick Collinson que “La Reforma fue una inundación de palabras” en forma impresa. La imprenta de tipos móviles fue un aliado de quienes, a partir del 31 de octubre de 1517 (cuando Lutero fijas sus 95 Tesis contra las indulgencias), fueron acrecentando su oposición a Roma. Con ese parte aguas hubo un incremento en la producción de materiales impresos de todo tipo, que iban de hojas volantes a panfletos, y de sermones a tratados, y más tarde circularon traducciones de la Biblia a partir de las lenguas originales a las de los distintos pueblos. La cadena de autores, traductores y editores necesitaba un eslabón vital para verse completada: distribuidores que hiciesen llegar el material impreso a sus posibles lectores.

Un diseminador de literatura protestante en el siglo XVI fue Julián Hernández, también llamado Julianillo por su débil aspecto físico (Samuel Vila, en su Historia de la Inquisición y la Reforma en España, dice que era jorobado y de baja estatura). Originario de Tierra de Campos, en Castilla, emigró muy joven a los Países Bajos y más tarde a Alemania. Entre los germanos se inició como aprendiz de impresor, oficio que le permitió leer lo que se preparaba en las imprentas. Posiblemente hayan pasado por sus manos de cajista, para su composición en tipos, escritos de reformadores españoles como Juan de Valdés, Francisco de Enzinas y Juan Pérez de Pineda. Lo cierto es que ya converso al cristianismo evangélico, Julián Hernández, retornó a España y se asienta en Sevilla, donde es uno de los integrantes del círculo protestante en esa ciudad.

Sabedor de que fuera de España circulaban libros prohibidos en su nación, Julián decide ir en búsqueda de literatura que ayude a educar a sus correligionarios en la fe evangélica. Se dirige a Alemania, donde se entera de que es mejor para su causa llegar a Suiza, a Ginebra, donde podría obtener los volúmenes anhelados. En Ginebra conoce a Juan Pérez de Pineda, quien contrata sus servicios dado su conocimiento en el trabajo de manuscritos para verterlos a tipos de imprenta. Recordemos que Pérez de Pineda trabajaba en su traducción del Nuevo Testamento, del griego al castellano, la que es publicada en 1556, con un pie de imprenta falso: dice impresa en Venecia, por Juan Philadelpho, cuando en realidad se manufacturó en Ginebra, en la imprenta de Jean Crespin (Enrique Fernández y Fernández, Las Biblias castellanas del exilio). En su labor Juan Pérez se valió de la traducción de Francisco de Enzinas, cuyo Nuevo Testamento fue publicado en Amberes en 1543.

Fue precisamente la traducción de Juan Pérez de Pineda la que Julianillo se propuso introducir a España. Lo hizo de contrabando y tras correr grandes riesgos en los caminos y en los puestos de control que en España vigilaban que no entrara literatura herética. Julián Hernández entregó su valiosa carga en Sevilla, a los monjes de San Isidro del Campo y en casa de Juan Ponce de León. Los dos eran lugares donde se reunían, clandestinamente, quienes creían en los postulados de la Reforma.

En octubre de 1557 Julián Hernández cae en las garras de la Inquisición, le torturan bárbaramente pero él guarda heroico silencio y no delata a sus hermanos en la fe. De su valerosa actitud M´Crie escribió: “Recurrieron a todas las artes engañosas en que eran maestros, a fin de arrancarle a Hernández su secreto. En vano emplearon promesas y amenazas, interrogatorios y careos, a veces en la sala de audiencias y a veces en su celda… Cuando lo interrogaban sobre su fe, respondía francamente; y aunque desprovisto de las ventajas de una educación liberal, se defendía con valentía silenciando a sus jueces y a los eruditos que ellos traían para refutarle, por su conocimiento de las Escrituras solamente. Pero cuando se le preguntaba quiénes eran sus maestros y compañeros religiosos, se negaba a proferir palabra. Tampoco tuvieron más éxito cuando apelaron a esa horrible maquinaria que a menudo había arrancado secretos a los corazones más fuertes, haciéndoles traicionar a sus amigos más amados. Hernández demostró una firmeza muy superior a su fuerza física y a sus años: Durante los tres años completos que permaneció en la prisión, fue sometido frecuentemente al tormento… pero en cada nueva oportunidad aparecía ante ellos con una insubyugable fortaleza” (Historia de la Reforma en España).

En el Auto de Fe del 22 de diciembre de 1560 fueron quemadas 14 personas vivas, uno de ellos era Julián Hernández. Los catorce se mantuvieron firmes en su fe, no quisieron retractarse. Ocho eran mujeres, cinco de éstas pertenecían a una misma familia; María Gómez, tres hijas suyas, y su hermana. Tres fueron incinerados en efigie: Juan Gil (el doctor “Egidio”), el doctor Constantino Ponce de la Fuente y Juan Pérez de Pineda. Así en un mismo día el autor de la traducción del Nuevo Testamento (Pérez de Pineda) y su distribuidor en España (Julián Hernández) fueron llevados a la hoguera por la Inquisición.

Sus verdugos creyeron que así terminaban con la causa de Julianillo, Juan Pérez de Pineda y tantos otros que sufrieron persecución en la España de la Contrarreforma. No fue así.



C. Martínez Gcía. es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.


© C. M. García, ProtestanteDigital.com (España, 2007).

http://www.protestantedigital.com/new/nowleernoticiaDom.php?n=7557
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Julianillo:

He aquí un hombre que, en la apreciación de los poderes factos, fue considerado un pobre hombre y que cometió el peor pecado contra la "sensata" apreciación de la llamada "santa madre iglesia". Poner las Escrituras en manos del pueblo.
Sirvió a Cristo y a su Palabra por encima de instituciones e iglesias.
Supo entender que las iglesia son un medio para ir a Cristo y no a la inversa.

He aquí a un martir que da gracias a Dios por no verse colgado en un altar.

Quien tenga ojos para leer, entienda.
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Un mártir que jamás será beatificado por los hombres, mas goza de Dios la promesa:


Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. Mateo 5:11-12
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Un mártir que jamás será beatificado por los hombres, mas goza de Dios la promesa:


Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. Mateo 5:11-12

Exacto. Julianillo tambien forma parte de la "Memoria Histórica"
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Era Julián Hernández español, y como su apellido lo indica, hijo de padres
españoles. No dice la Historia, sin duda por haber quedado ignorada, la
causa por la cual los padres de Julián le llevaron a Alemania. En lo que
convienen todos los historiadores, así papistas como reformados o
indiferentes, es en que Julián fué tipógrafo, o sea cajista de imprenta. Como
la vida de este leyenda, nos dice el historiados Prescott, al historiar cómo
eran introducidos en España ejemplares de la versión al castellano de la
Santa Biblia y de otros impresos, escritos por los españoles reformados,
obligados por la persecución religiosa a vivir en extranjera tierra. Habla el
historiador Prescott:
«Habíase impreso en Alemania una traducción castellana de la
Biblia y publicádose en el mismo país otros libros protestantes, ya
escritos en español, ya trasladados a este idioma. De vez en cuando
lograba introducirse por los Pirineos alguno que otro pertenecientes
a tal o cual individuo, pero eran casos muy raros; en esto que un
español llamado Julián4 Hernández, residente en Ginebra, cuyo
oficio era el de corrector de imprenta, se propuso, estimulado sólo
por su afición a la Reforma, introducir gran cantidad de libros en su
patria.
Dióse maña para burlar la vigilancia de los empleados de las
Aduanas, y, lo que era más difícil, la de los espías de la Inquisición,
y al cabo consiguió desembarcar dos grandes cajones de libros
prohibidos, que inmediatamente se distribuyeron entre los individuos
de la nueva comunión.»
A estas noticias séanos permitido añadir otra, desconocida de muchísimos
extranjeros y de la casi total masa de españoles.
Los editores de los Documentos inéditos para la Historia de España (cita
del mismo Prescott), en una nota circunstanciada que insertan del proceso
del arzobispo Carranza,5 refieren los tratos que mediaron entre los
protestantes alemanes y españoles, con mucha más extensión que el mismo
texto. Según ellos, existía un depósito constante en Medina del Campo6 y
Sevilla para la venta de libros prohibidos:
«De las imprentas de Alemania (dicen los Documentos inéditos) se
despachaban a Flandes y desde allí a España, al principio por los
puertos de mar, y después, cuando ya hubo más vigilancia por parte
del Gobierno, los enviaban a León de Francia, desde donde se
introducían en la península por Navarra y Aragón. Un tal Vilman,
librero de Amberes, tenía tienda en Medina del Campo y en Sevilla,
donde vendía las obras de los protestantes (impresas) en español y
en latín. Estos libros de Francfort se daban a buen mercado (es
decir, a poco precio), para que circulasen con mayor facilidad.

Recuerdos de antaño. Revista Fe. www.revistafe.org
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

El doctor don Agustín Cazalla estrechó afectuosamente a Julián, y dijo:
–Amigos y parientes: Tengo el gusto de presentaros al cristiano y, por
consiguiente, hermano nuestro en la fe del Señor Jesús, Julián
Hernández. Pequeño es de cuerpo, pero Goliath inmenso en el
campeonato de la causa de Cristo en España. Julián es portador de un
inmenso tesoro; Dios le ha traído sano y salvo hasta nosotros. Abrazadle
como yo le abrazo.
Todos los circunstantes alargaron sus manos para estrechar la de Julián,
quien, confundido por tales demostraciones de cariño, dijo:
–Señores, vuesas señorías me confunden. El venerable y docto don
Agustín ha exagerado mi humilde persona y mis débiles esfuerzos por la
causa de Cristo, quien, Pastor, Obispo y Esposo de la Iglesia, es el único a
quien debe darse honra y alabanza sempiterna.
–Bien pensado y mejor explicado – apuntó Herrezuelo –; pero honramos,
no a la criatura, sino al siervo de Dios.
–Señores, echen de ver que me estáis tratando de vos, a mí, infeliz
plebeyo, que nada soy ni nada valgo.
–Alto, querido Julián – interrumpió Cazalla –; sois digno del galardón de
los cielos. Justo es que os honremos en la tierra por vuestra fe.
La esposa de Herrezuelo, quien, como hemos dicho, se nombraba doña
Leonor de Cisneros, acercóse familiarmente a Julián, diciendo:
–¡Cuánto sobresalto hemos tenido por vos! Decidnos, si en ello sois
placido, cómo habéis llegado hasta acá.
–Considerárame, no complacido, sino muy honrado, en entretener con mi
relato a tal dama como vos; pero el viaje se ha verificado sin contrariedad
alguna. «Dios acampa en derredor de los que le temen, y los defiende», y Él
me salvó en los peligros en aduanas y fronteras. El único accidente grave
que sufrí fué la caída de una de nis mulas al entrar en Valladolid. Un guarda
del fisco se interesó en saber qué géneros conducía, pero le invité a verlos,
y no aceptando el envite, entre chácharas y palabras picantes, ayudaron a
levantar la mula y...nada más. Pero acortando, con vuestro permiso, la
plática, he de entregar este pliego al doctor.
Y añadiendo al dicho el hecho, Julián sacó de entre su jubón un pliego que
entregó al doctor Cazalla, diciendo:
–El hermano de vuesa reverencia, don Francisco, me encargó, a mi paso
por Palencia, saludase a vuesa paternidad y a toda la familia en su nombre,
dándome al mismo tiempo este pliego para vuesa merced.
Don Agustín, previa la venida de los circunstantes, pasó la vista por el
pliego, y después de leído dijo:
–Gracias, muchas gracias, Julián. Mi hermano es demasiado valiente, y
esto le perderá y nos perderá a todos. Este pliego, habiendo caído en manos
de los enemigos de la Reforma religiosa de la Iglesia, sería causa suficiente
para que diésemos en las garras de la Inquisición. Figuraos – añadió – que
me da detalles de sus reuniones secretas y de sus trabajos en pro del
Evangelio de Cristo.
–He visto – interrumpió Julián – lo que el Señor está haciendo por mano
de su reverencia don Francisco. Es una obra muy bendita. A sus reuniones
religiosas acuden muchas personas de calidad, y creo...
–Que el triunfo del Evangelio de Cristo será un hecho pronto en España,
o pereceremos en la demanda.
–Pero nos habéis hablado de vuestras riquezas mercantiles, y deseamos
verlas – apuntó doña Leonor de Cisneros.
–Presto seréis complacida – contestó Julián.
El cual abriendo la caja, y apartados algunos, muy pocos, géneros de telas
y encajes, dejaron al descubierto una contratapa, la que saltó al tocar un
resorte Julián. En el fondo aparecía un bulto forrado de arpillera y cosido por
todas partes.
–Esto os pertenece – dijo Julián tirando con fuerza del pesado fardo.
Doña Leonor de Cisneros, provista de unas tijeras, descosió un lado del
fardo y al momento aparecieron, desparramándose por la alfombra que
cubría el pavimento, libros en bastante cantidad. Cada personaje se arrojó,
con avidez, apoderándose del ejemplar que pudo alcanzar.
–¡Loado sea Dios! – exclamó el doctor Cazalla, levantando un abultado
volumen–. ¡Las Epístolas de San Pablo a los Romanos y Corintios!,
comentadas en castellano por Juan de Valdés.
–La Imagen del Anticristo, de Juan Pérez de Pineda – dijo el señor de
Ocampo.
–Las Ciento Diez Consideraciones, de Juan de Valdés – añadió el bachiller
Herrezuelo.
–El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo – dijo doña Leonor de
Vivero, y añadió: –Uno de estos ejemplares irá a parar a manos de nuestras
amigas las monjas de Belén.
–Lo merecen a fe – observó Cazalla –; pero, por ahora, pongamos a buen
recaudo este bendito pan espiritual que, en forma de libros, Dios envía a su
grey vallisoletana.

Recuerdos de antaño. Revista Fe. www.revistafe.org
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Hasta en Wikipedia se dice la verdad:


Julián Hernández (Julianillo)

Julián Hernández natural de Valverde (Valladolid) - Sevilla, 22 de diciembre de 1560), fue un personaje de la España del siglo XVI, de origen manchego, conocido también con el apodo de Julianillo, esto debido a su diminuta estatura, ocasionada por su joroba. Algunos ultra conservadores católicos, como el erudito español Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Españoles, se refieren a él como protagonista en los intentos de la reforma en España.

Julianillo trabajó como cajista de imprenta y transitó por muchas partes de Europa donde conoció, indagó y estudió las obras de los Reformadores de Alemania y los Países Bajos. Trabajó como amanuense y corrector de ensayos. Disfrazado de mozo de mulas, viajó desde Ginebra, entre 1550 y 1559, logrando introducir a España toneles llenos de Nuevos Testamentos traducidos al castellano por el Dr. Juan Pérez de Pineda.

Julianillo transportaba el Nuevo Testamento en castellano, en tiempos cuando tales acciones costaban la amputación de algún miembro del cuerpo, torturas, mutilaciones o el fuego en las hogueras de la Inquisición. Durante su corta vida, Julianillo logró transportar y distribuir cumplida y ampliamente los Nuevos Testamentos en muchas localidades, principalmente en diversas áreas, desde Valladolid hasta Sevilla.

Su labor alcanzaría su fin cuando fue delatado, encarcelado y presentado ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Sevilla. Después de haberle desarticulado muchos de sus huesos, fue quemado vivo en la hoguera en Sevilla el 22 de diciembre de 1560. Julián Hernández cantaba un villancico mientras era trasladado a la pira antes de morir.

« ¡Vencidos van los frailes, vencidos van! Corridos van los lobos, corridos van. »

http://es.wikipedia.org/wiki/Julián_Hernández_(Julianillo)
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Que raro, Caminante.
Ningún católico ha manifestado opiniones al respecto.
Y ni siquiera para citar a Miguel Servet.
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Que raro, Caminante.
Ningún católico ha manifestado opiniones al respecto.
Y ni siquiera para citar a Miguel Servet.

Es que este, no es "santo de su devoción", porque fue torturado y asesinado por su santa madre iglesia.
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Es que este, no es "santo de su devoción", porque fue torturado y asesinado por su santa madre iglesia.

Ya, pero, "soto voce" me han dicho que lo que fue es "purificado".
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Y para cuando un reconocimiento a los Cataros???. Verdaderos martires y por cuya causa la icar creo la "santa inquisición" hasta que los asesinó a todos. Y, cosa curiosa, se dice que San Francisco de Asis y su madre eran cataros.
¿No merecen un reconocimiento?
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Y para cuando un reconocimiento a los Cataros???. Verdaderos martires y por cuya causa la icar creo la "santa inquisición" hasta que los asesinó a todos. Y, cosa curiosa, se dice que San Francisco de Asis y su madre eran cataros.
¿No merecen un reconocimiento?

Los cátaros ,los albigenses y los hugonotes. Claro está.

Pero este epígrafe es dedicado a Julianillo, el mártir casi desconocido, que fue asesinado por la Inquisición, tan sólo por distribuir biblias o partes de las Escrituras en lengua vernácula.
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Que raro, Caminante.
Ningún católico ha manifestado opiniones al respecto.
Y ni siquiera para citar a Miguel Servet.


Y siguen sin aparecer por aquí. No es de extrañar. Tanta evidencia debe darles verguenza.
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Y siguen sin aparecer por aquí. No es de extrañar. Tanta evidencia debe darles verguenza.
Eso suponiendo que la tengan, porque uno puede estar conforme con algunas cosas del catolicismo (de doctrinas hablo) pero no puedes decir "soy catolico" sin avergonzarte de lo cometido por esa institución. Por tanto es normal que no aparezcan. ¿Como defender lo indefendible?.
Paz a ti.
 
Re: Julianillo, mártir de la Inquisición

Eso suponiendo que la tengan, porque uno puede estar conforme con algunas cosas del catolicismo (de doctrinas hablo) pero no puedes decir "soy catolico" sin avergonzarte de lo cometido por esa institución. Por tanto es normal que no aparezcan. ¿Como defender lo indefendible?.
Paz a ti.


Pues los hay que minimizan los horrores de la "santa inquisición", llegando a decir que se ha exagerado el número de asesinatos cometidos por la "santa madre iglesia".

Es digno de lamentar.:ptamaen: