La manía de establecer fechas (siempre fallidas) para la venida del Señor durante la segunda mitad del Siglo XIX, es contrastada por el general escepticismo que ha ganado a gran parte del cristianismo a comienzos de este tercer milenio. Como las oscilaciones del péndulo, alejándose del extremo fanático de profetas equivocados o falsos, hoy día resulta atrayente el extremo opuesto promocionado por profetas no menos equivocados o falsos que aquellos. Algo sin embargo debemos reconocer entre aquellos equivocados de hace siglo y medio: engañados o convencidos, muchos de ellos amaban de veras al Señor y su venida, aborrecían la maldad de este mundo y aspiraban a la santidad y perfección en el reino de Dios.
Hoy en día, en cambio, los muchos como que se cansaron de la larga espera, y tirando la toalla se acomodan lo mejor que pueden a la situación refugiándose en antiguos escondrijos que presentan como novedosos.
Muy pocos son los que se están dando cuenta que ese es precisamente un indicio de la proximidad del evento que tomará de sorpresa a todos.
Si bien el Señor Jesús advirtió que solamente el Padre conocía día y hora de su venida, suficientes pautas dejó en sus símiles y parábolas como para que estemos avisados del tiempo de nuestro encuentro con el Señor en el aire.
La porción de Lucas 17:26-30 reúne dos símiles: “Como fue en los días de Noé” y “como sucedió en los días de Lot”.
Así que no estamos tan privados de información. Si conocemos como fueron los tiempos de uno y otro, tenemos dos fotografías que permiten ver cuanta sea la similitud que guardan con nuestra época.
Por supuesto que estas indicaciones que nos da el Señor no refieren a la primera etapa de su venida por los suyos para llevarlos de este mundo que padecerá de gran tribulación, sino de la segunda cuando regresa con los suyos para juicio y condenación de los malvados y la inauguración de su reino milenial. Pero la cercanía en el tiempo - no más de siete años - alcanza para que la iglesia atenta perciba que el Amado ya viene por ella.
Superpuestas las fotos de los contemporáneos de Noé y los vecinos de Lot, casi que tenemos un idéntico panorama. Predominaba lo que llaman los italianos “la dolce vita”. La prosperidad y el éxito les tenía de tal forma atrapados en su corrupción y vicios, que no percibieron el juicio que se cernía sobre ellos. Lamentablemente, la historia de la humanidad enseña que cuando hay muchos que gozan y disfrutan de una buena vida, es porque muchos más están siendo explotados y abusados por aquellos.
Para que el primer mundo disfrute actualmente del beneficio de la tecnología moderna que permite un alto standard de vida, los del tercer mundo son expuestos a los grandes desastres naturales provocados por el cambio climático.
Pero la insatisfacción personal en lo íntimo de cada individuo aumenta, las familias son destruidas, las comunidades son vulnerables al pillaje constante de jóvenes delincuentes; abundan adolescentes drogadictos y hasta niños precoces en el crimen y la prostitución. Los políticos caen en el descrédito de los ciudadanos, y éstos recelan tanto de la policía como de los ladrones.
Si a Noé y Lot se les pasaran los diarios de un mismo día, de Madrid, Miami, ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires y San Pablo, se arrancarían los cabellos de su cabeza totalmente desesperados, porque ellos vieron en sus días cosas similares, pero nunca al grado de lo que está ocurriendo actualmente en nuestras grandes ciudades.
Claro, mientras vemos estas cosas cómodamente sentados en el living de nuestra casa, frente a la pantalla del televisor, bebiendo una Coca Cola y comiendo palomitas de maíz, parece que la realidad que nos muestran los telenoticieros es como una ficción que transcurre muy lejos de nuestro hogar, probablemente en el planeta Plutón.
Tan acostumbrados estamos a presenciar las escenas de catástrofes naturales, atentados terroríficos y crímenes espeluznantes, que hemos desarrollado un antivirus que nos mantiene inmunes e insensibles hasta a lo que pueda estar ocurriendo a pocas cuadras de nuestra casa. Mientras un misil no penetre por nuestra ventana o una banda de copadores no nos invada, disfrutamos de nuestra paz hogareña y aborrecemos de corazón a cuantos nos vengan con premoniciones apocalípticas.
Ahora, lo más trágico no es cuando el mundo incrédulo permanece impasible ante la realidad que se despliega ante sus ojos superando la ficción, sino cuando los mismos cristianos comparten tamaña indiferencia.
Y todavía es más trágico, cuando estos mismos cristianos que profesan el premileniarismo, el rapto pretribulacional y entonan himnos y cánticos que anuncian la inminente y amada venida del Señor, viven y se conducen haciendo abstracción total del momento profético en que se encuentran.
¿No habremos superado en su crudeza los días de Noé y Lot?
Y de ser así, ¿no habrá llegado la hora de despertarnos del sueño?
Ricardo.
Hoy en día, en cambio, los muchos como que se cansaron de la larga espera, y tirando la toalla se acomodan lo mejor que pueden a la situación refugiándose en antiguos escondrijos que presentan como novedosos.
Muy pocos son los que se están dando cuenta que ese es precisamente un indicio de la proximidad del evento que tomará de sorpresa a todos.
Si bien el Señor Jesús advirtió que solamente el Padre conocía día y hora de su venida, suficientes pautas dejó en sus símiles y parábolas como para que estemos avisados del tiempo de nuestro encuentro con el Señor en el aire.
La porción de Lucas 17:26-30 reúne dos símiles: “Como fue en los días de Noé” y “como sucedió en los días de Lot”.
Así que no estamos tan privados de información. Si conocemos como fueron los tiempos de uno y otro, tenemos dos fotografías que permiten ver cuanta sea la similitud que guardan con nuestra época.
Por supuesto que estas indicaciones que nos da el Señor no refieren a la primera etapa de su venida por los suyos para llevarlos de este mundo que padecerá de gran tribulación, sino de la segunda cuando regresa con los suyos para juicio y condenación de los malvados y la inauguración de su reino milenial. Pero la cercanía en el tiempo - no más de siete años - alcanza para que la iglesia atenta perciba que el Amado ya viene por ella.
Superpuestas las fotos de los contemporáneos de Noé y los vecinos de Lot, casi que tenemos un idéntico panorama. Predominaba lo que llaman los italianos “la dolce vita”. La prosperidad y el éxito les tenía de tal forma atrapados en su corrupción y vicios, que no percibieron el juicio que se cernía sobre ellos. Lamentablemente, la historia de la humanidad enseña que cuando hay muchos que gozan y disfrutan de una buena vida, es porque muchos más están siendo explotados y abusados por aquellos.
Para que el primer mundo disfrute actualmente del beneficio de la tecnología moderna que permite un alto standard de vida, los del tercer mundo son expuestos a los grandes desastres naturales provocados por el cambio climático.
Pero la insatisfacción personal en lo íntimo de cada individuo aumenta, las familias son destruidas, las comunidades son vulnerables al pillaje constante de jóvenes delincuentes; abundan adolescentes drogadictos y hasta niños precoces en el crimen y la prostitución. Los políticos caen en el descrédito de los ciudadanos, y éstos recelan tanto de la policía como de los ladrones.
Si a Noé y Lot se les pasaran los diarios de un mismo día, de Madrid, Miami, ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires y San Pablo, se arrancarían los cabellos de su cabeza totalmente desesperados, porque ellos vieron en sus días cosas similares, pero nunca al grado de lo que está ocurriendo actualmente en nuestras grandes ciudades.
Claro, mientras vemos estas cosas cómodamente sentados en el living de nuestra casa, frente a la pantalla del televisor, bebiendo una Coca Cola y comiendo palomitas de maíz, parece que la realidad que nos muestran los telenoticieros es como una ficción que transcurre muy lejos de nuestro hogar, probablemente en el planeta Plutón.
Tan acostumbrados estamos a presenciar las escenas de catástrofes naturales, atentados terroríficos y crímenes espeluznantes, que hemos desarrollado un antivirus que nos mantiene inmunes e insensibles hasta a lo que pueda estar ocurriendo a pocas cuadras de nuestra casa. Mientras un misil no penetre por nuestra ventana o una banda de copadores no nos invada, disfrutamos de nuestra paz hogareña y aborrecemos de corazón a cuantos nos vengan con premoniciones apocalípticas.
Ahora, lo más trágico no es cuando el mundo incrédulo permanece impasible ante la realidad que se despliega ante sus ojos superando la ficción, sino cuando los mismos cristianos comparten tamaña indiferencia.
Y todavía es más trágico, cuando estos mismos cristianos que profesan el premileniarismo, el rapto pretribulacional y entonan himnos y cánticos que anuncian la inminente y amada venida del Señor, viven y se conducen haciendo abstracción total del momento profético en que se encuentran.
¿No habremos superado en su crudeza los días de Noé y Lot?
Y de ser así, ¿no habrá llegado la hora de despertarnos del sueño?
Ricardo.