El Inicio de la Creación
Antes de que los mundos fuesen, antes de que toda criatura y lo que es materia surgiera a la vida, ya existía el Espíritu Divino.
Nada había sido creado, nada había en torno al Ser Divino y, sin embargo, amaba y se sentía Padre.
La Creación Espiritual
Se encontraba el Espíritu Divino lleno de amor, a pesar de existir sólo Él.
¿A quién amaba? ¿De quién se sentía Padre? De todos los seres y de todas las criaturas que habrían de brotar de Él y cuya fuerza estaba latente en su Espíritu. En aquel Espíritu estaban todas las ciencias, todos los elementos, todas las naturalezas, todos los principios. En Él estaban la eternidad y el tiempo. En Él estaban el pasado, el presente y el futuro, aun antes de surgir a la vida los mundos y los seres.
Aquella inspiración divina se hizo realidad bajo la fuerza infinita del amor divino, y comenzó la vida. El seno de Dios se llenó de seres, y en todos se manifestó el amor, el poder y la sabiduría del Padre.
La Creación tiene vida y manifiesta el poder y la fuerza de Dios.
Dios no es complicado, misterioso, ni confuso en Su Creación, porque lo perfecto es simple.
En la Creación de Dios todo vive, crece y se perfecciona. Son los espíritus que desde el principio de la Creación han recibido una misión. Ellos son chispa del Espíritu Divino y han sido dotados de razón, de voluntad e inteligencia. A estos se les a formado a imagen y semejanza del Creador, y por lo tanto, están preparados para pensar, sentir y amar.
Sí la Creación es alimentada por Dios y todos los espíritus viven como las ramas de un árbol, tomando la vida de él y alimentándose de su savia, ¿cómo pensar que Dios se encuentre distante o que sea indiferente a nuestros padecimientos, si es nuestro Maestro, nuestro Doctor y nuestro Padre?
Nuestro espíritu fue creado con atributos adecuados para seguir por la escala de perfección y llegar a la meta determinada en los altos designios del Señor. Fue creado para la lucha, para la elevación; no fue creado para la inercia, para la inmovilidad. He ahí por qué algunos espíritus han llegado a ser grandes, inspirados en el amor divino y en las bellezas creadas por Dios.
Dentro de esos espíritus, hubo los que, siendo grandes en sí pero pequeños ante lo infinito de Dios, quisieron, virtud a su libre albedrío, desafiar los designios del Padre, descendiendo por su propia voluntad a moradas y senderos creados por ellos, los cuales los apartaron del camino de perfección y de la casa del Padre; ese acto fue su primera caída, su primera desobediencia, su primer error.
Basta una sola imperfección para desarmonizar en el concierto del amor divino y sus resultados sólo pueden evitarse volviendo al camino, al arrepentimiento definitivo y a la obediencia.
Desde que se levantó el primer desobediente delante de la Ley, ¡cuánta miseria y cuántas tinieblas dejó a su paso! desde entonces existe el mal como una fuerza invisible. Dios permitio que existiera esa fuerza sólo para someternos a prueba y para que por nostros mismos fuera exterminada.
Muchos espíritus volvieron arrepentidos y rendidos, llenos de dolor pero también de esperanza, a pedirle al Padre que les purificase de aquellas faltas.
Unos habían descendido movidos por la ambición, otros por la curiosidad. El curioso es un intruso en el dominio ajeno, así como el desobediente es el más terrible enemigo de sí mismo; mas aquellos que pronto volvieron al Padre en busca de perdón, fueron recibidos por el Amor perfecto. Sus vestiduras les fueron desmanchadas, sus amarguras borradas y su luz volvió a brillar.
¿Continuara?
Antes de que los mundos fuesen, antes de que toda criatura y lo que es materia surgiera a la vida, ya existía el Espíritu Divino.
Nada había sido creado, nada había en torno al Ser Divino y, sin embargo, amaba y se sentía Padre.
La Creación Espiritual
Se encontraba el Espíritu Divino lleno de amor, a pesar de existir sólo Él.
¿A quién amaba? ¿De quién se sentía Padre? De todos los seres y de todas las criaturas que habrían de brotar de Él y cuya fuerza estaba latente en su Espíritu. En aquel Espíritu estaban todas las ciencias, todos los elementos, todas las naturalezas, todos los principios. En Él estaban la eternidad y el tiempo. En Él estaban el pasado, el presente y el futuro, aun antes de surgir a la vida los mundos y los seres.
Aquella inspiración divina se hizo realidad bajo la fuerza infinita del amor divino, y comenzó la vida. El seno de Dios se llenó de seres, y en todos se manifestó el amor, el poder y la sabiduría del Padre.
La Creación tiene vida y manifiesta el poder y la fuerza de Dios.
Dios no es complicado, misterioso, ni confuso en Su Creación, porque lo perfecto es simple.
En la Creación de Dios todo vive, crece y se perfecciona. Son los espíritus que desde el principio de la Creación han recibido una misión. Ellos son chispa del Espíritu Divino y han sido dotados de razón, de voluntad e inteligencia. A estos se les a formado a imagen y semejanza del Creador, y por lo tanto, están preparados para pensar, sentir y amar.
Sí la Creación es alimentada por Dios y todos los espíritus viven como las ramas de un árbol, tomando la vida de él y alimentándose de su savia, ¿cómo pensar que Dios se encuentre distante o que sea indiferente a nuestros padecimientos, si es nuestro Maestro, nuestro Doctor y nuestro Padre?
Nuestro espíritu fue creado con atributos adecuados para seguir por la escala de perfección y llegar a la meta determinada en los altos designios del Señor. Fue creado para la lucha, para la elevación; no fue creado para la inercia, para la inmovilidad. He ahí por qué algunos espíritus han llegado a ser grandes, inspirados en el amor divino y en las bellezas creadas por Dios.
Dentro de esos espíritus, hubo los que, siendo grandes en sí pero pequeños ante lo infinito de Dios, quisieron, virtud a su libre albedrío, desafiar los designios del Padre, descendiendo por su propia voluntad a moradas y senderos creados por ellos, los cuales los apartaron del camino de perfección y de la casa del Padre; ese acto fue su primera caída, su primera desobediencia, su primer error.
Basta una sola imperfección para desarmonizar en el concierto del amor divino y sus resultados sólo pueden evitarse volviendo al camino, al arrepentimiento definitivo y a la obediencia.
Desde que se levantó el primer desobediente delante de la Ley, ¡cuánta miseria y cuántas tinieblas dejó a su paso! desde entonces existe el mal como una fuerza invisible. Dios permitio que existiera esa fuerza sólo para someternos a prueba y para que por nostros mismos fuera exterminada.
Muchos espíritus volvieron arrepentidos y rendidos, llenos de dolor pero también de esperanza, a pedirle al Padre que les purificase de aquellas faltas.
Unos habían descendido movidos por la ambición, otros por la curiosidad. El curioso es un intruso en el dominio ajeno, así como el desobediente es el más terrible enemigo de sí mismo; mas aquellos que pronto volvieron al Padre en busca de perdón, fueron recibidos por el Amor perfecto. Sus vestiduras les fueron desmanchadas, sus amarguras borradas y su luz volvió a brillar.
¿Continuara?