La pregunta la haría de otra manera: ¿De qué, exactamente, debemos ser salvados? o ¿Qué es aquello de lo que nos salva Dios?. Para esto, vamos a Efesios:
"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás." Efesios 2:1-3
No lo analizaré en orden de importancia, sino en como van apareciendo en el texto.
Primero, Dios nos salva del estado de muerte espiritual, cuyo causa es la esclavitud al pecado: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados...entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos".
Facil, causa y efecto. Cuando Adán pecó en el Edén, dejó entrar al pecado al mundo; entonces Dios, según la advertencia que le dió antes de la Caída, lo entregó para que sirviese a su nuevo amo: el pecado. Por lo tanto, ya que la muerte espiritual se traduce en la pérdida de la comunión con Dios, el hombre, dejado a su nuevo estado corrupto, no es sino un esclavo de sus propios deseos pecaminosos, atrayendo sobre sí la justa íra del Todopoderoso.
Lo peor de todo es que en este estado no somos, o fuimos, simples víctimas involuntarias del pecado, sino que somos socios voluntarios y colaboradores del mismo, o, como diría Elifáz, "bebemos iniquidad como agua". Es por esta razón que el mensaje de Cristo debe ir acompañado del poder de convencimiento del Espíritu Santo, y es por esta razón que el hombre, y muchos de nosotros anteriormente, rechaza a Cristo, porque "los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas".
Si nos damos cuenta, en los no creyentes no existe esa lucha contra el pecado que hay en nosotros los hijos de Dios, y en aquellos que han sido despertados de alguna manera, la lucha se traduce en arrancar de la luz y apagar el sentimiento de culpa a cualquier precio, como Judas lo hizo, llegando a suicidarse.
Es de este estado miserable que el Señor nos libera y nos da la libertad de servirle, porque esta escrito:
"Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados." Mateo 1:21
Segundo, Dios nos salva del sistema corrupto del mundo: "...en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo...".
El mundo en su estado actual y enajenado de Dios, tiene un sistema de valores y objetivos totalmente contrarios a la voluntad del Creador, es por esto que se dice que que el mundo esta en enemistad con Dios, una gran Babilonia enemiga de Israel.
Nosotros, siendo fieles ciudadanos y patriotas de este mundo seguimos sus corrientes, una tras otra, con agrado y encanto, pues estan absolutamente conformes a nuestras voluntades caídas.
La obra de Cristo nos traslada a un nuevo reino, como esta escrito: "...y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús...", y este reino tiene nuevos valores, objetivos distintos, y un Rey absolutamente distinto, de manera que este mundo ya no nos entusiasma como lo hizo en un principio, pues ahora somos solo peregrinos en este mundo.
De esta manera, así como a nuestro Rey, en este mundo estamos en estado de rebeldía, por lo tanto esperemos que el mundo nos repudie, porque si repudiaó a nuestro Rey Jesús ¿qué nos queda a nosotros hermanos míos?, por lo tanto, atendamos la Palabra:
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." 1 Juan 2:15-17
Demos gracias a Dios por salvarnos de este mundo corrupto.
Tercero, Dios nos salva de las garras de Satanás: "...siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia...".
Satanás, el padre de mentira, tiene al mundo entero bajo su dominio, de manera que adonde Satanás los lleva, ellos le siguen como fieles sirvientes. Y este rey del mundo no quiere lo bueno de nosotros, sino destruirnos y quitarle a Dios lo que le pertenece. ¿Y como lo hace?, por muchos medios. Satanás intentará a cualquier precio quitarnos la atención del Evangelio, y si por voluntad de Dios alguien escucha, Satanás estará ahí para engañarle diciendo: - "oye, no confies en estos mentirosos" o cosas como - "solo los débiles creen en Dios", etc. El hombre, orgulloso como es, hace caso de sus mentiras asquerosas y continua su camino hacia el infierno con una sonrisa de dos metros en sus labios.
Si por alguna razón alguien pone atención, Satanás inmediatamente pondrá a trabajar a sus esbirros satánicos disfrazados de ministros de luz, con el único objetivo de desviar la verdad de los oídos, o algo más peligroso, corromper y tergiversar la verdad que haya sido degustada de alguna forma.
Si llegamos a creer por la Gracia de Dios, Satanás nos hará la vida imposible de cualquier forma. Intentará engañarnos sobre Dios, sobre Jesús, poniendo en duda Su obra y amor por nosotros los creyentes, y nos hará retorcernos en la incertidumbre. Hermanos, pienso que no soy el único que ha pasado por semejante tortura de Satanás, pero Dios es fiel, y por Gracia me ha librado de Sus garras malignas.
Hermanos, si bien Satanás es un enemigo derrotado, aún esta ahí haciendo de las suyas, por lo tanto, pidamos a Dios que nos defienda de sus garras malignas, con el respeto con que Miguel invocó al Señor, diciendo "El Señor te reprenda...". No reprendamos nosotros a Satanás, porque no es nuestra misión; que Dios sea quien lo haga.
Cuarto, Dios nos salva de Su justa y santa íra: "...y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás."
El pecado merece castigo. Dios no puede darse el lujo de tener por inocente al culpable impenitente de sus pecados, y Su íra, más que cualquier otra tribulación en este mundo, debiera causarnos temor. Dios es justo, y dará a cada uno según sus obras, y ¡horrenda cosa es caer en Sus manos santas y llenas de íra!.
Incluso el Señor Jesús, al vislumbrar la copa de íra que hiba a recibir, temió de tal manera que sudó gotas de sangre. ¡Si el Hijo de Dios temió la íra de Dios, cuanto más nosotros!.
Pero Dios nos da una salida, pues el Hijo recibió la íra completa del Padre, para que todo aquel que crea en Él no lo haga. Eso es amor, amor del Padre por enviar al Hijo y amor del Hijo por recibir el castigo en nuestro lugar.
Pero ¿como logramos obtener esta salvación?, la respuesta es simple pero profunda: por la sola fe:
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios." Efesios 2:8
¿Y qué es la fe?, respondo con una pregunta: ¿confias en alguien en este momento? ¿tienes un amigo en el que sabes que puedes confiar? ¿confias en tu padre o en tu madre?; si confías en ellos que son carne igual que nosotros, entonces ¿cuanta mayor confianza merece Aquel que dijo?:
"¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti." Isaías 49:15
Por lo tanto, como está escrito, "Cree en el Señor Jesús, y serás salvo...":
"Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera." Juan 6:37