Lo que va de una cabeza cortada al elogio de un artista.
12.09.07 @ 09:35:01. Archivado en Sobre este blog, Actualidad
Mateo 14,3-1
Pues Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano; porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Quiso matarle, pero tuvo miedo de la muchedumbre, que le tenía por profeta. Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos, y tanto le gustó a Herodes, que con juramento le prometió darle cuanto le pidiera, y ella inducida por su madre: Dame — le dijo —, aquí, en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. El rey se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los convidados ordenó dársela, y mandó degollar en la cárcel a Juan el Bautista, cuya cabeza fue traída en una bandeja y dada a la joven, que se la llevó a su madre.
Sin duda eran otros tiempos. El mayor profeta de todos los tiempos, precursor del Mesías, no tenía pelos en la lengua. Llamaba al pan, pan y al vino, vino. Al adulterio lo llamaba adulterio y no buscaba justificación alguna a lo que no la podía tener. Y le importaba poco que el adúltero fuera una persona importante. Tampoco le importó que su vida corriera peligro por decir la verdad sobre la condición pecadora de los poderosos de su tiempo.
Marcos 10,2-12
Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. El les respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla.
Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley; pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; por esto dejará el hombre a su padre y su madre, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos; y El les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla; y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio.
Eran otros tiempos. El mismísimo Verbo de Dios hecho carne estaba endureciendo las exigencias morales requeridas para ser fieles a Dios. El divorcio, permitido por la ley mosaica, pasaba a ser proscrito por la moral evangélica. Cristo tampoco se andaba con contemplaciones y con medias tintas. Llamaba adúlteros a los cónyuges que se separaban y se volvían a casar. Eso sí, como se demuestra por el caso de la mujer adúltera que iba a ser apedreada, Cristo ofrece el perdón a los adúlteros, para justo a continuación pedirles que no pequen más.
1ª Cor 6,9-11
¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y algunos esto erais, pero habéis sido lavados; habéis sido santificados; habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.
Eran otros tiempos. El apóstol de los gentiles enseñaba la verdad revelada por Dios a sus discípulos. El apóstol de la gracia advertía que la vida de pecado no era compatible con la salvación. No escondía el hecho de que el adulterio era un pecado tan grave que quien lo cometía no tenía entrada en el Reino de Dios. Es más, sus palabras no eran mera teoría. No figuraban en un códice de leyes enterrado con otros libros en una estantería llena de polvo. No, el apóstol de Cristo ponía por obra la disciplina que se requería para los casos de inmoralidad sexual pública y notoria:
1ª Cor 5,1-5
Es ya público que entre vosotros reina la fornicación, y tal fornicación, cual ni entre los gentiles, pues se da el caso de tener uno la mujer de su padre. Y vosotros, tan hinchados, ¿no habéis hecho luto para que desapareciera de entre vosotros quien tal hizo? Pues yo, ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, he juzgado ya cual si estuviera presente al que eso ha hecho. Congregados en nombre de nuestro Señor Jesús vosotros y mi espíritu, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, entrego a ese tal a Satanás, para ruina de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.
Lo bueno del caso es que el pecador amonestado y excomulgado llegó a arrepentirse de sus pecados (2ªCor 2,1-11). Es decir, la disciplina produce buenos frutos en los hijos de Dios, si es que en verdad son buenos hijos.
Heb 13,4
El matrimonio sea tenido por todos en honor; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros.
Eran otros tiempos. Quienquiera que escribiera la carta a los hebreos, ordenaba la castidad y fidelidad matrimonial pues sabía que Dios no pasaría por alto el pecado de fornicación y el de adulterio.
Ap 21,6-8
Díjome: Hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida. El que venciere heredará estas cosas, y seré su Dios, y él será mi hijo. Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
Serán otros tiempos. Ya demasiado tarde para algunos, entre los que se encuentran precisamente los fornicarios. Entonces no habrá contemplaciones. No habrá miradas para otro lado. No habrá levedad en el castigo. Habrá una segunda muerte, que durará por toda la eternidad.
........
Hoy. Código de Derecho canónco:
1184 § 1.
Se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento:
1 a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos;
2 a los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana;
3 a los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles.
Esa es la ley canónica. Pero de la misma forma que en España tenemos leyes que no se cumplen, en la Iglesia ocurre lo mismo. La probable razón es que hay más temor al escándalo del mundo que al escándalo de los fieles, sobre todo porque estos fieles no han sido formados rectamente sobre la gravedad de determinados pecados. Pecados que son vistos con condescendencia por el mundo, que los promueve y hasta los alaba. Por ejemplo, y hecha la salvedad de que la gracia de Dios es tan inmensa que puede provocar el arrepentimiento interno en el último segundo de la vida, lo cual anularía cualquier ejemplo que se pueda poner, hoy puedes vivir treinta y cuatro años con tu mujer, divorciarte de ella y casarte con una joven treinta y cuatro años más joven que tú, vivir con esa segunda mujer hasta tu muerte, y si has sido en vida un personaje famoso te hacen un peazo funeral que tiembla el misterio, con todo un señor arzobispo presidiéndolo y ni más ni menos que dieciocho sacerdotes acompañando al prelado. Es más, como fueras muy famoso por ser artista, lo mismo hasta tienes la suerte de que todo un Papa alabe tu arte.
Por supuesto, ni una sola denuncia como la de Juan el bautista. Ni una sola verdad sobre el adjetivo que debe recibir, según Cristo, quien se separa de su mujer para casarse con otra. Ni una sola admonestación como la de San Pablo. Ni una sola referencia a la condición eterna de los que mueren en adulterio. Y mucho menos la aplicación de la ley que la Iglesia se ha dado a sí misma. No, no, eso no vende. Y quien osa señalar estas cuestiones es objeto del desprecio personal, del insulto, de la acusación de mal cristiano, de incluso las amenazas por parte de los que viven la mar de cómodos en un mundo donde el adulterio es el pan nuestro de cada día, donde se pisotea la gracia de Dios, donde al mal se le llama bien. Hoy, el "mal cristiano" no es el que se complace con el pecado, lo tapa y lo justifica, atribuyendo a Dios una capacidad de perdonar independientemente de la falta de arrepentimiento del pecador. No, hoy el "mal cristiano" es el que llama pecado al pecado, el que pide que la Iglesia lo denuncie, el que recuerda que sin santidad nadie verá a Dios y el que llama la atención sobre el hecho de que el infierno es una realidad más que posible para los que mueren sin haberse arrepentido.
Lucas 18,8
Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
¡Quién sabe, Señor! ¡Quién sabe!
Ten piedad de nosotros.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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Mateo 14,3-1
Pues Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano; porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Quiso matarle, pero tuvo miedo de la muchedumbre, que le tenía por profeta. Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos, y tanto le gustó a Herodes, que con juramento le prometió darle cuanto le pidiera, y ella inducida por su madre: Dame — le dijo —, aquí, en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. El rey se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los convidados ordenó dársela, y mandó degollar en la cárcel a Juan el Bautista, cuya cabeza fue traída en una bandeja y dada a la joven, que se la llevó a su madre.
Sin duda eran otros tiempos. El mayor profeta de todos los tiempos, precursor del Mesías, no tenía pelos en la lengua. Llamaba al pan, pan y al vino, vino. Al adulterio lo llamaba adulterio y no buscaba justificación alguna a lo que no la podía tener. Y le importaba poco que el adúltero fuera una persona importante. Tampoco le importó que su vida corriera peligro por decir la verdad sobre la condición pecadora de los poderosos de su tiempo.
Marcos 10,2-12
Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. El les respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla.
Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley; pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; por esto dejará el hombre a su padre y su madre, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos; y El les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla; y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio.
Eran otros tiempos. El mismísimo Verbo de Dios hecho carne estaba endureciendo las exigencias morales requeridas para ser fieles a Dios. El divorcio, permitido por la ley mosaica, pasaba a ser proscrito por la moral evangélica. Cristo tampoco se andaba con contemplaciones y con medias tintas. Llamaba adúlteros a los cónyuges que se separaban y se volvían a casar. Eso sí, como se demuestra por el caso de la mujer adúltera que iba a ser apedreada, Cristo ofrece el perdón a los adúlteros, para justo a continuación pedirles que no pequen más.
1ª Cor 6,9-11
¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y algunos esto erais, pero habéis sido lavados; habéis sido santificados; habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.
Eran otros tiempos. El apóstol de los gentiles enseñaba la verdad revelada por Dios a sus discípulos. El apóstol de la gracia advertía que la vida de pecado no era compatible con la salvación. No escondía el hecho de que el adulterio era un pecado tan grave que quien lo cometía no tenía entrada en el Reino de Dios. Es más, sus palabras no eran mera teoría. No figuraban en un códice de leyes enterrado con otros libros en una estantería llena de polvo. No, el apóstol de Cristo ponía por obra la disciplina que se requería para los casos de inmoralidad sexual pública y notoria:
1ª Cor 5,1-5
Es ya público que entre vosotros reina la fornicación, y tal fornicación, cual ni entre los gentiles, pues se da el caso de tener uno la mujer de su padre. Y vosotros, tan hinchados, ¿no habéis hecho luto para que desapareciera de entre vosotros quien tal hizo? Pues yo, ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, he juzgado ya cual si estuviera presente al que eso ha hecho. Congregados en nombre de nuestro Señor Jesús vosotros y mi espíritu, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, entrego a ese tal a Satanás, para ruina de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.
Lo bueno del caso es que el pecador amonestado y excomulgado llegó a arrepentirse de sus pecados (2ªCor 2,1-11). Es decir, la disciplina produce buenos frutos en los hijos de Dios, si es que en verdad son buenos hijos.
Heb 13,4
El matrimonio sea tenido por todos en honor; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros.
Eran otros tiempos. Quienquiera que escribiera la carta a los hebreos, ordenaba la castidad y fidelidad matrimonial pues sabía que Dios no pasaría por alto el pecado de fornicación y el de adulterio.
Ap 21,6-8
Díjome: Hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida. El que venciere heredará estas cosas, y seré su Dios, y él será mi hijo. Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
Serán otros tiempos. Ya demasiado tarde para algunos, entre los que se encuentran precisamente los fornicarios. Entonces no habrá contemplaciones. No habrá miradas para otro lado. No habrá levedad en el castigo. Habrá una segunda muerte, que durará por toda la eternidad.
........
Hoy. Código de Derecho canónco:
1184 § 1.
Se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento:
1 a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos;
2 a los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana;
3 a los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles.
Esa es la ley canónica. Pero de la misma forma que en España tenemos leyes que no se cumplen, en la Iglesia ocurre lo mismo. La probable razón es que hay más temor al escándalo del mundo que al escándalo de los fieles, sobre todo porque estos fieles no han sido formados rectamente sobre la gravedad de determinados pecados. Pecados que son vistos con condescendencia por el mundo, que los promueve y hasta los alaba. Por ejemplo, y hecha la salvedad de que la gracia de Dios es tan inmensa que puede provocar el arrepentimiento interno en el último segundo de la vida, lo cual anularía cualquier ejemplo que se pueda poner, hoy puedes vivir treinta y cuatro años con tu mujer, divorciarte de ella y casarte con una joven treinta y cuatro años más joven que tú, vivir con esa segunda mujer hasta tu muerte, y si has sido en vida un personaje famoso te hacen un peazo funeral que tiembla el misterio, con todo un señor arzobispo presidiéndolo y ni más ni menos que dieciocho sacerdotes acompañando al prelado. Es más, como fueras muy famoso por ser artista, lo mismo hasta tienes la suerte de que todo un Papa alabe tu arte.
Por supuesto, ni una sola denuncia como la de Juan el bautista. Ni una sola verdad sobre el adjetivo que debe recibir, según Cristo, quien se separa de su mujer para casarse con otra. Ni una sola admonestación como la de San Pablo. Ni una sola referencia a la condición eterna de los que mueren en adulterio. Y mucho menos la aplicación de la ley que la Iglesia se ha dado a sí misma. No, no, eso no vende. Y quien osa señalar estas cuestiones es objeto del desprecio personal, del insulto, de la acusación de mal cristiano, de incluso las amenazas por parte de los que viven la mar de cómodos en un mundo donde el adulterio es el pan nuestro de cada día, donde se pisotea la gracia de Dios, donde al mal se le llama bien. Hoy, el "mal cristiano" no es el que se complace con el pecado, lo tapa y lo justifica, atribuyendo a Dios una capacidad de perdonar independientemente de la falta de arrepentimiento del pecador. No, hoy el "mal cristiano" es el que llama pecado al pecado, el que pide que la Iglesia lo denuncie, el que recuerda que sin santidad nadie verá a Dios y el que llama la atención sobre el hecho de que el infierno es una realidad más que posible para los que mueren sin haberse arrepentido.
Lucas 18,8
Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
¡Quién sabe, Señor! ¡Quién sabe!
Ten piedad de nosotros.
Luis Fernando Pérez Bustamante