Re: María, la madre de Jesús
Hola Hno. Unamuno y quienes lean esto:
De acuerdo a lo ofrecido, regreso al tema para ampliar el punto principal, desde mi punto de vista. Hablé sobre la gloria que Dios nos comparte en los siguientes términos:
La Gloria la comparte con un objetivo claro, específico y dicho literalmente:
"Para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado."
Por eso es que vivieron tan unidos en la primera comunidad. Ahora, el enemigo siembra la cizaña de la división. Tenemos fe en Dios, somos cristianos y no podemos ponernos de acuerdo en doctrinas. No es posible para nosotros, pero lo que no es posible para nosotros es posible para Dios.
En temas como María y muchos otros, no podemos ponernos de acuerdo, pero podemos vivir en el amor mutuo. La unidad en el amor y la acción. Yo creo que los cristianos no católicos están engañados, y ustedes dirán que el engañado soy yo. Eso tengo años viéndolo, y así seguirá siendo mientras no pidamos unos por otros. Tal vez necesitemos seguir el ejemplo de María, hablar menos y servir y orar más.
La unidad en el amor, para que el mundo crea hermanos, esa es la tarea, no el ecumenismo que todos sentiriamos como una traición a Dios en nu7estros corazones. Saludos.
¡Sal fuera, espíritu inmundo! Sal fuera, tú que disgregas y separas, obstruyes y retardas. Apártate de tus Iglesias y sus centrales, de facultades e institutos, de organismos y comisiones. Sal fuera de los corazones de los hombres, de nuestros corazones. Y deja espacios abiertos.
Abre espacio al Espíritu Santo que, suave y fuerte a la vez, reconcilia, vincula, unifica, y que es la fuerza de Dios, fuerza y poder de Dios mismo. No un fluido misterioso y mágico, tampoco un hechicero de tipo animista, sino Dios mismo que actúa y nos alcanza pero que es inalcanzable, que es un don pero que es indisponible, que es creador de vida pero que al mismo tiempo la juzga.
No, este espíritu de Dios no es un poder anónimo. Tiene un nombre, desde que aquel dejado de la mano de Dios y de los hombres fue asesinado pero, según la fe de sus seguidores, fue levantado de la muerte e introducido en la vida eterna. O, como se dice en la antigua confesión de fe del comienzo de la carta a los romanos: “constituido hijo de dios con poder, según el espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos (1,4). Éste es el espíritu de Jesucristo, cuya señal más cierta es la libertad: “Donde está el espíritu del Señor, allí esta la libertad” (2Cor2,17). Es el don incomparable, la gracia suprema.
Veni, sancte Spiritus, así canta la secuencia de Pentecostés creada en un tiempo en que la cristiandad todavía no se había dividido. A este Espíritu Santo no se le puede forzar, sólo se le puede pedir: Ven.
Lava quod est sordidun: lava lo que está sucio, desenmascara tú la autojustificación de nuestras Iglesias y purifícanos de nuestras culpas.
Sana quod est saucium: sana lo que está herido, ayuda tú a los heridos por un derecho canónico injusto, y a los menos favorecidos en la Iglesia, sobre todo a las mujeres.
Riga quod est aridum: riega lo que está seco, vivifica tú a los resignados y a los marginados en la Iglesia, y haz que sobre todo los jóvenes vivan de nueva esperanza.
Flecte quod est rigidum: dobla lo que está rígido, humilla tú la arrogancia de los teólogos y jerarcas, y conmueve toda falsa seguridad, para que no todo se reduzca a lo antiguo.
Fove quod est frigidum: calienta lo que está frío, destruye tú nuestras angustias, nuestros prejuicios y tabúes, y dilata nuestros corazones con un amor que no conozca fronteras.
Rege quod est devium: conduce lo que está desviado, haz tú que llamemos al error y a la injusticia por su nombre, y que luchemos en la Iglesia y en la sociedad por la verdad, la justicia y la paz.
Sólo me queda desear que vivamos confiando en la actuación de este Espíritu, y saquemos de ahí fuerza para vivir y para sobrevivir, fuerza para resistir y aliento para el compromiso. Sigue siendo valida para el ecumenismo la frase que se encuentra en el valiente libro de Karl Rahner y Heinrich Fries La unión de las Iglesias, una posibilidad real, la última obra que publico Kart Rahner antes de su muerte: Podemos más de lo que podemos”. Tratemos, pues, con libertad y sinceridad cristianas, confiando en la fuerza unificadora del Espíritu, de aprovechar nuestros espacios de libertad: no contra, sino para la Iglesia de Cristo. Y que la paz de Cristo nos acompañe