Mateo 5:20 Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
5.20 Los fariseos eran exigentes y escrupulosos en el cumplimiento de la Ley. ¿Cómo puede Jesús, razonablemente, llamarnos a una mayor justicia que la de ellos? La debilidad de los fariseos radicaba en que se sentían satisfechos obedeciendo la Ley en lo exterior sin permitir que cambiara sus corazones (actitudes). Jesús dijo que la calidad de nuestra piedad tiene que ser superior a la de los fariseos. Podemos aparentar piedad y seguir lejos del Reino de Dios. Él juzga nuestros corazones y nuestras obras. Es en el corazón donde en verdad radica la sumisión. Cuidemos nuestras actitudes, que la gente no ve, y las acciones que todos ven.
Jesús decía a sus oyentes que necesitaban una piedad totalmente distinta (amor y obediencia), no una versión más intensa de la piedad de los fariseos. Nuestra bondad debe (1) proceder de lo que Dios hace en nosotros, no de lo que podemos hacer nosotros mismos, (2) estar centrada en Dios, no en nosotros, (3) estar basada en la reverencia a Dios, no en la aprobación de la gente, (4) e ir más allá del solo hecho de cumplir con la Ley amando los principios que la respaldan.
La entrada en el reino es por la rectitud del corazón, no por un legalismo externo hipócrita. Tal rectitud es sólo posible a través del reino personal del Mesías, el cual las Bienaventuranzas presuponen activo en todos los que lo aceptan.
Dios nos bendiga
5.20 Los fariseos eran exigentes y escrupulosos en el cumplimiento de la Ley. ¿Cómo puede Jesús, razonablemente, llamarnos a una mayor justicia que la de ellos? La debilidad de los fariseos radicaba en que se sentían satisfechos obedeciendo la Ley en lo exterior sin permitir que cambiara sus corazones (actitudes). Jesús dijo que la calidad de nuestra piedad tiene que ser superior a la de los fariseos. Podemos aparentar piedad y seguir lejos del Reino de Dios. Él juzga nuestros corazones y nuestras obras. Es en el corazón donde en verdad radica la sumisión. Cuidemos nuestras actitudes, que la gente no ve, y las acciones que todos ven.
Jesús decía a sus oyentes que necesitaban una piedad totalmente distinta (amor y obediencia), no una versión más intensa de la piedad de los fariseos. Nuestra bondad debe (1) proceder de lo que Dios hace en nosotros, no de lo que podemos hacer nosotros mismos, (2) estar centrada en Dios, no en nosotros, (3) estar basada en la reverencia a Dios, no en la aprobación de la gente, (4) e ir más allá del solo hecho de cumplir con la Ley amando los principios que la respaldan.
La entrada en el reino es por la rectitud del corazón, no por un legalismo externo hipócrita. Tal rectitud es sólo posible a través del reino personal del Mesías, el cual las Bienaventuranzas presuponen activo en todos los que lo aceptan.
Dios nos bendiga