El PAN DEL CIELO

AnaMS

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10 Mayo 2007
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Jesús está en la sinagoga de Cafarnaum y empieza a hablar.

<<En verdad os digo que me buscáis no para escucharme y por los milagros que habéis visto, sino por el pan que os di y con el que os saciasteis sin haber gastado nada. Tres partes de vosotros me buscáis por esto, y por curiosidad, viniendo de todas partes de nuestra nación. En la búsqueda falta el espíritu sobre natural, sigue dominando el espíritu humano con su curiosidad malsana, o con una imperfección infantil, no porque sea sencilla como la de los niños, sino como la de alguien tardo de inteligencia. Con la curiosidad están la sensualidad y el sentimiento viciado. La sensualidad que se esconde, sutil cual demonio de quien es hija, detrás de apariencias y con actos aparentemente buenos. El sentimiento viciado que es solo una desviación morbosa del sentimiento y que como todo lo que es "enfermedad" tiene necesidad, apetece drogas que no son el alimento sencillo, el pan bueno, el agua sana, el suave aceite, la primera leche que basta para vivir, y vivir bien. El sentimiento viciado anhela cosas extraordinarias para tomar fuerzas, para probar la satisfacción que agrada, la satisfacción enfermiza de los paralizados, que necesitan de drogas para probar sensaciones que los engañen de tener todavía íntegros sus miembros. La sensualidad que quiere satisfacer sin trabajo alguno al paladar, y en este caso, con el pan que no se consiguió con el sudor de la frente, sino que dios lo regaló.

Los dones de Dios no son "costumbres" sino algo extraordinario. No se puede pretender, ni ser perezoso diciendo: "Dios me los dará". está dicho: "Comerás el pan bañado con el sudor de tu frente", esto es, el pan que se ha conseguido con el trabajo. Si El que es misericordia ha dicho: "Tengo compasión de esta multitud, que hace tres días me sigue, y no tiene que comer y podrían desfallecer en el camino antes de llegar a Ippo o a Gamala, o a otras ciudades" y proveyó, no por esto se ha dicho que se le siga por este motivo. Por algo más, que por un pedazo de pan, que se arrojará a la cloaca se me debe seguir. No por el alimento que llena el vientre, sino por el que alimenta el alma. Porque no sois solamente animales que mastiquen y rumien y engorden. ¡Sois almas! La carne es la vestidura, el ser es el alma. Esta permanece. La carne como vestido, se deteriora, se acaba y no merece que se le tenga tanta consideración como si fuera algo vital.

Tratad de procuraros lo que es menester, no lo contrario. Tratad de conseguiros no el alimento que se destruye, sino el que dura para la vida eterna, que el Hijo del hombre os dará, cada vez que lo queráis, pues El tiene a su disposición todo cuanto viene de Dios y puede darlo. El es el dueño, y dueño magnánimo de los tesoros de Dios Padre que ha impreso en El su sello para que los ojos honestos no sufran desilusión. Si tuviereis en vosotros la comida que no se destruye, podréis hacer obras de Dios, porque os habréis alimentado de su alimento. >>

<< ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Nosotros observamos la ley y los profetas y por lo tanto estamos alimentados de Dios y realizamos sus obras.>>

<<Es verdad. Observáis la ley, mejor aun: "conocéis" la ley. Pero conocer no quiere decir practicar. Conocemos, por ejemplo, las leyes de Roma y sin embargo un israelita fiel no las practica sino en aquellos puntos que se le imponen como súbdito. Por otra parte, nosotros, me refiero a los israelitas, no practicamos las costumbres paganas de los romanos aun cuando las conozcamos. La ley y profetas que conocéis deberían en realidad nutriros de Dios y hacerlos capaces de realizar obras de Dios. Pero para conseguir esto, deben formar una sola cosa con vosotros así como el aire que respiráis y el alimento que asimiláis, que se cambian en vida y sangre en vosotros. Si os son extraños de nada os servirán, no os ayudarán para vivir. Haced la prueba de no respirar por algunos instantes, de no comer por algunos días.... ¡Y no viviréis! De igual modo debe sentirse vuestro ser con la desnutrición y asfixia de la ley y de los profetas, que conocéis, pero no habéis asimilado y convertido en vosotros. Esto he venido a enseñaros y daros: el jugo, el aire de la ley y de los profetas, para devolver sangre y respiración a vuestras almas agonizantes de inedia y de asfixia. Os parecéis a unos niños enfermos a los que la enfermedad incapacita de conocer lo que les sirve. Tenéis ante vosotros abundancia de alimentos, pero no sabéis que se comen para que se transformen en algo vital, esto es, para que se conviertan en realidad en algo nuestro por medio de una fidelidad pura, generosa a la ley del Señor que habló a Moisés y a los profetas para vosotros. Es un deber pues que vengáis a Mi para que tengáis aire y jugo de vida eterna. Este deber presupone fe en vosotros, pues si alguien no la tiene, no puede creer en mis palabras y si no cree no puede decirme: "Dame el pan verdadero". Si no tiene el pan verdadero no puede realizar las obras de Dios, pues no tiene capacidad para ello. Por lo tanto para ser alimentados de Dios, para realizar sus obras es menester que realicéis las obras que son la base, y que se reducen a creer en El que Dios ha enviado. >>

<< ¿Pero qué milagros realizas para que podamos creer en Ti como en el enviado de Dios y que se pueda ver en Tí el sello de Dios? ¿Qué haces que los profetas no hayan hecho aunque en menor proporción? Moisés te superó, y eso no una vez, sino durante cuarenta años al haber alimentado a nuestros padres con un alimento maravilloso. Escrito está que nuestros padres durante cuarenta años comieron el maná en el desierto y dicho está que Moisés, como podría, les dio de comer un manjar venido del cielo. >>

<< Estáis equivocados. No fue Moisés sino el Señor quien hizo esto. En el Exodo se lee: "Ved que haré llover pan del cielo. Salga el pueblo y recoja lo que necesitare para el día, y así Yo me convenza de que el pueblo camina según mis ordenes" Los hebreos vieron como se cubría el desierto, diariamente de una "cosa pequeña como lo que se muele en el mortero y semejante a escarcha, semejante a la semilla del coriandoro y que tenía un sabor de harina con miel". Así pues, no fue Moisés, sino Dios que dio el maná. Dios que todo lo puede. ¡Todo! Castigar y bendecir. Quitar y dar, Y Yo os digo que de las dos cosas prefiere siempre bendecir, dar.

Dios como dice la Sabiduría, por amor a Moisés - del que en el eclesiástico se dice que "era amado de Dios y de los hombres, cuyo recuerdo era bendito, a quien Dios hizo semejante a sus santos en la gloria, grande y terrible ante los enemigos, capaz de realizar prodigios, que fue ensalzado a los ojos del rey, como ministro suyo ante el pueblo, que conoció la gloria de Dios y la voz del Altísimo, que salvaguardó los preceptos y la ley de vida y de ciencia"- Dios por amor a él alimentó a su pueblo con pan de los ángeles, y del cielo le dio sin cansancio alguno un pan, que llevaba dentro de sí todo deleite, todo sabor. Recordad bien lo que dice la sabiduría, que como venía del cielo, de parte de Dios, regalaba su sabor delicado a los hijos. Cada uno lo saboreaba según quería, y a cada uno regalaba los efectos deseados, haciéndose útil al niño, débil de estómago, como al adulto de fuete estómago, a la jovencita delicada, al viejo que apenas si podía caminar. U para mostrar que no era una obra humana, transformó las leyes de los elementos, ¡pues era resistente al fuego! ¡el pan que se disolvía cuando salía el sol! O con otras palabras, el fuego - es siempre la sabiduría que habla- olvidó su propia naturaleza en respeto a la obra de Dios su creador y a las necesidades que sus justos de modo que no sirviendo frecuentemente más que para atormentar, en este caso se hizo delicado para bien de los que confiaban en el Señor. Por esto al transformarse en diversos modos, sirvió a la gracia del Señor, alimentadora de todos, según la voluntad de quien pedía al Eterno, y esto para que los hijos amados comprendiesen que no son los frutos que alimentan al hombre, sino que la palabra de Dios conserva a quien en El cree. Y de hecho el fuego no destruyó en bello maná aun cuando era fortísimo, pero si bastaban los rayos matinales para disolverlo, y esto para que los hombres recordasen y tuviesen en cuenta que los dones de Dios hay que buscarlos en las primeras horas del día y de la vida, que si se quieren tener es menester anticiparse a la salida del sol y levantarse para alabar al Eterno desde las primeras horas matinales.

Esto fue lo que el maná enseñó a los hebreos. Os lo recuerdo porque es deber que permanece y permanecerá para siempre, hasta el fin de los Siglos. Buscad al Señor y sus dones celestiales diligentemente, sin esperar las horas de la tarde del día o de la vida. Levantaos a alabarlo antes de que se levante el sol que lo alaba, alimentaos de su palabra que consagra, preserva, y conduce a la vida verdadera. Moisés no os dio el pan del cielo, sino ha sido el Padre, y ahora os digo claramente, es mi Padre quien os da el Pan verdadero, el Pan nuevo, el Pan eterno que desciende del cielo, el Pan de misericordia, el Pan de vida, el Pan que al mundo se da, el Pan que sacia cualquier hambre y cura toda debilidad, el pan que da a quien lo come la vida y alegría eternas. >>

<<Danos, Señor, de este Pan, y no moriremos jamás>>

<< Moriréis como cualquier ser mortal, pero resurrecitaréis a la vida eterna si os alimentarais santamente de este Pan, porque hace incorruptible a quien lo come. A aquel que pida este Pan a mi Padre con corazón puro, recta intención y santa caridad se lo dará. Por esto he enseñado a decir: "Danos el pan diario". Pero los que se alimentaren de él indignamente, se convertirán en un montón de gusanos infernales, como sucedía con el maná cuando se le conservaba contra la orden recibida. Y este Pan de salvación y de vida se convertirá para ellos en muerte y condenación, porque el sacrilegio mayor lo perpetrarán los que pondrán este Pan en una mesa espíritual corrupta y fétida, y lo profanarán mezclándolo en la cloaca de sus incurables pasiones. ¡Sería mejor para ellos no comerlo jamás! >>

<< ¿Pero dónde esta este Pan? ¿Cómo se le encuentra? ¿Cómo se llama? >>

<< Yo soy el Pan de vida. En Mí se le encuentra. Su nombre es Jesús. Quien viene a Mi no tendrá más hambre, y quien cree en Mí no tendrá jamás sed, porque los ríos celestiales se desbordarán para apagar en él cualquier ardor material. Ya os he dicho que me habéis conocido, y sin embargo no creéis. No podéis creer que todo existe en Mí. En Mí existen todos los tesoros de Dios. Todo lo de la tierra ha sido puesto en mis manos, por esto en Mí se hayan reunidos los gloriosos cielos, la tierra militante y hasta la masa de los que mueren en gracia de Dios que padecen y esperan, están en Mí, porque en Mí existe todo poder y es mío. Os aseguro que todo lo que el Padre me diere, vendrá a Mí. Y no lo arrojaré porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me ha enviado. Y la voluntad del Padre, que me ha enviado es esta: que no pierda a ninguno de los que medió, y que los resucite en el último día. Así pues, la voluntad del Padre que me ha enviado es que quien conoce al Hijo y cree en El consiga la vida eterna y que lo pueda yo resucitar en el último día, al verlo alimentado con la fe en Mi y sellado con mi sello. >>

No poco rumor se escucha en la sinagoga y fuera de ella por las palabras nuevas y raras del Maestro. Después de haber descansado unos cuantos instantes, vuelve sus ojos extáticos al lugar de donde parte el rumor, donde hay más judíos. Continúa hablando.

<< ¿Por qué disputáis entre vosotros? Yo soy el hijo de María de Nazaret, hija de Joaquín de la estirpe de David, virgen consagrada al templo, y luego casada con José de Jacobo, de la misma estirpe de David. Muchos de vosotros conocisteis a los padres justos de José el carpintero, y conocéis a María, virgen heredera. Ambos de la misma estirpe davídica. Esto os hace decir: "¿Cómo puede decir que descendió del cielo?", y la duda se ha clavado en vosotros.

Os voy a recordar a los profetas cuando hablan de la encarnación del verbo. Os recuerdo ante todo que para nosotros los israelitas más que para cualquier otro pueblo, es cosa importantísima que aquel cuyo nombre no nos atrevemos a pronunciar, no podía tomar carne humana, según las leyes normales, y menos de una raza caída. El Purísimo, el Increado si se ha dignado hacerse hombre por amor al linaje humano, no podía sino que elegir un seno virginal, más puro que los lirios, para revestir de carne su divinidad. El pan que bajó del cielo en tiempos de Moisés fue depositado en el arca de oro, sobre la que estaba el propiciatorio, custodiada por querubines, tras los velos del tabernáculo. Con el pan estaba la palabra de Dios. Y muy bien hecho, porque se debe tributar suma reverencia a los dones de Dios y a la mesa de su santísima palabra. ¿Qué cosa, entonces, habrá preparado el cielo para su misma Palabra y para el Pan verdadero que ha descendido de allá? Un arca más preciosa, más digna que el arca de oro, cubierta con el propiciatorio precioso de su voluntad pura de inmolación, custodiada por los querubines de Dios, cubierta con el velo de su candor virginal, de una humildad perfecta, de una caridad sublime y de todas las virtudes más santas.

¿Entonces? ¿No comprendéis aun que mi Padre esta en el cielo u que por lo tanto vengo de allá? Descendí para realizar el decreto de mi Padre, el decreto de salvar a los hombres según lo que prometió cuando castigó al hombre culpable y repitió a patriarcas y profetas. Esto es fe. Esta la da Dios a quien tiene buena voluntad. Por esto nadie puede venir a Mi si mi Padre no me lo trae, al verlo sumido en las tinieblas pero con un deseo sincero de luz. Está escrito en los profetas: "Todos serán amaestrados por Dios". Está dicho: "Dios es quien los instruye. El les enseña a donde ir". Así pues quien en el fondo de su corazón recto ha escuchado hablar a Dios, ha aprendido a venir a Mi.>>


<< ¿Quién ha oído o visto su Rostro? >> preguntan varios que empiezan a mostrar señales de irritación y de escándalo. Concluyen: << ¡Deliras! ¡Eres un iluso!>>

<< Nadie ha visto a Dios a excepción del que es de Dios: Este ha visto al Padre, y este tal soy Yo. Y ahora oíd lo que es necesario para la vida futura, sin la cual nadie se puede salvar.

En verdad, en verdad os digo que quien cree en Mi, tiene la vida eterna. En verdad, en verdad os digo que yo soy el Pan de la vida eterna.

Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron, porque el maná era un alimento santo pero temporáneo, y servía para dar fuerzas al pueblo para llegar a la tierra que Dios le había prometido. Pero el Maná que soy Yo no tendrá limitaciones en el tiempo, ni en el poder. No sólo es celestial, sino divino y produce lo que es divino, la incorruptibilidad, la inmortalidad en todo lo que Dios creó a su imagen y semejanza. No durará cuarenta días, cuarenta meses, cuarenta años, cuarenta siglos, sino que durará mientras exista el tiempo, y se dará a todos los que tuvieren hambre santa y agradable ante los ojos del Señor que se alegrará de entregarse sin medida a los hombres por quienes se ha encarnado, para que alcancen la vida que no muere.

Puedo darme, puedo cambiarme por amor de los hombres, de modo que el pan sea la carne y esta Pan, para el hambre espiritual de los hombres que sin este alimento morirían de hambre y enfermedad espirituales. Si alguien come de este Pan, con toda justicia vivirá eternamente. El pan que daré será mi Carne inmolada por la vida del mundo. Será amor esparcido en las casas de Dios para que vengan a la mesa del Señor todos los que amen, todos los desgraciados, y encuentren fuerzas para unirse con Dios y encuentren regocijo en su penar. >>

<< ¿Cómo puedes darnos a comer tu carne? ¿Por quienes nos tienes? ¿Por fieras? ¿Por salvajes? ¿Homicidas? ¡Nos repugna la sangre y el crimen! >>


<<En verdad, en verdad os digo que muchas veces el hombre es más que una fiera, que el pecado los vuelve peor que salvajes, el que orgullo provoca sed homicida, y que no a todos los presentes repugnará la sangre y el crimen. Aun en el porvenir el hombre se comportará igual que satanás, los sentidos y el orgullo harán de él una fiera. Y por esto con mayor razón debe el hombre curarse a si mismo de los gérmenes terribles con la infusión del Santo.

En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis la vida. Quien come dignamente mi carne, y bebe mi sangre tiene la vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día, porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mi y Yo en él. Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá también por Mí e irá a donde lo mandare, y hará lo que yo quisiere, y vivirá austero como hombre, ardiente como un serafín, y será santo, porque para poder alimentarse de mi carne y de mi sangre se prohibirá a sí mismo el pecado y vivira subiendo hasta que llegue a los pies del Eterno. >>

<< ¡Ese está loco! ¿Quién puede vivir en esta forma? En nuestra religión sólo el sacerdote debe purificarse para ofrecer las victimas. El ahora quiere convertirnos en tantas victimas de su demencia. ¡Esta doctrina es demasiado dura, y estas palabras demasiado rudas! ¿Quien lo puede escuchar y poner en práctica lo que enseña? >> susurran los presentes, y muchos de ellos son de los discípulos.

La gente entre murmullo sale de la sinagoga. Las filas de los discípulos se ven menguadas. Quedan pocos. Los más fieles. No los cuento pero al pasar mis ojos, creo que no llegaran a 100. Debe hacer habido una gran defección aun entre los discípulos antiguos, dedicados al servicio de Dios. Además de los apóstoles, entre los que quedaron están Juan el sacerdote, y el otro Juan el escriba, Esteban, Hermas, Timoteo, Hermasteo, Agapo, José, Salomón, Abel de Belén de Galilea y Abel el leproso de Corozaín, con su amigo Samuel, Elías (el que no fue a enterrar a su padre por seguir a Jesús), Felipe de Arbela, Aser e Ismael de Nazaret y otros cuyos nombres no conozco. Estos hablan en voz baja comentando la defección de sus compañeros y las palabras de Jesús, que pensativo, con los brazos cruzados, está reclinado sobre un atril.

<< Os habéis escandalizado de lo que dije? Y si os dijese que veréis un día subir al Hijo del hombre al cielo donde estaba antes y sentarse al lado del Padre? ¿Qué cosa habéis creído, asimilado, comprendido hasta ahora? ¿Con qué cosa lo comparasteis? ¿Sólo lo humano? Es el espíritu el que da vida y tiene valor. La carne no sirve para nada. Mis palabras son espíritu y vida, y hay que entenderlas espiritualmente para que se tenga vida. Hay muchos entre vosotros que tienen el espíritu muerto porque no tienen fe. Muchos de vosotros no creéis en verdad. Inútilmente estáis cerca de Mi. No tendréis vida, sino muerte, porque os estáis como dije desde el principio, o por curiosidad, o por un sentimiento humano, o lo que es peor, por fines más indignos. El Padre no los trajo a Mi como premio de su buena voluntad, sino satanás. Nadie puede venir a Mí, si el Padre no se lo concede. ¿Idos también vosotros! No os avergoncéis. No os preocupéis de abandonarme. Tened más bien verguenza de permanecer al servicio de uno que os "parece loco y duro" ¿Idos! ¡Mejor lejos que causar mal!>>

Otros muchos se separan de los discípulos. Entre ellos Juan el escriba, y Marcos el geraseno endemoniado, que lo curó enviando a los demonios dentro de los cerdos. Los discípulos fieles se consultan y corren tras de estos, tratando de detenerlos. En la sinagoga están Jesús el sinagogo y los apóstoles...

Jesús se vuelve a los doce que apenados están en un rincón y pregunta: << ¿También vosotros queréis iros? >> Su pregunta no sabe a reproche, ni a tristeza.

Pedro que la siente en el alma al punto responde: << ¡Señor! ¿a dónde quieres que vayamos? ¿Donde quien? Tú eres nuestra vida y nuestro amor. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Hemos conocido que eres el Mesías, el Hijo de Dios. ¡Si quieres, arrójanos, pero de nuestra parte no te abandonaremos! ¡Ni siquiera.... ni siquiera si no nos amaras más!... >> Gruesas lágrimas corren por la cara de Pedro... Andrés, Juan, los dos hijos de Alfeo lloran sin freno alguno. Los otros están Pálidos o rojos por la emoción que se ha apoderado de ellos.

<< ¿Por qué os debería arojar? ¿No fui Yo quien os elegí a vosotros los doce?>>

Jairo prudentemente se retira para que Jesús se quede con sus apóstoles y pueda hablar con ellos con libertad. Al ver que se ha ido, Jesús se sienta como agotado, como si la revelación que va a hacer le costara un esfuerzo superior, entristecido, lleno de dolor dice: << ¡Y sin embargo uno de vosotros es un demonio! >> Las palabras caen despacio, pesadas, en la sinagoga en la que solo la luz de las lámparas brilla... y nadie se atreve a decir algo, pero se miran investigadores, temerosos, y sus ojos vuelven a su corazón para escudriñarlo.

Nadie se mueve. Jesús está solo en su asiento, con las manos cruzadas sobre sus rodillas el rostro inclinado. Después de algunos instantes lo levanta y dice: << Venid. ¡No soy un leproso! ¿O lo creéis?>>

Entonces Juan veloz se acerca, le rodea el cuello diciendo: << ¡Aunque estuvieras leproso te seguiría! Iré contigo si se te condenare, a la muerte, si esto te espera...>> Pedro se echa a sus pues, los toma, se los pone sobre sus hombros y sollozando dice: << ¡Aquí aprieta, aplasta! ¡Pero no me hagas pensar que desconfías de tu Simón! >>

Los otros, al ver que Jesús acaricia a Juan y a Pedro, se acercan y besan sus vestidos, sus manos, sus cabellos... sólo Iscariote se atreve a besarlo en la cara.

Jesús se levanta de pronto. Dice: <<¡Vamos a casa! Mañana por la noche partiremos en barca para Ippo. >>


Texto tomado de: Valtorta Maria; "El Hombre-Dios" Volumen 6, Pag. 259-271. 1989. Escrito en visión mística el 7 de diciembre de 1945. Las visiones de los tres años de vida pública de Jesús, fueron escritas en 150.000 hojas de corrido y publicadas sin editar.
 
Re: El PAN DEL CIELO

Jesús está en la sinagoga de Cafarnaum y empieza a hablar.

<<En verdad os digo que me buscáis no para escucharme y por los milagros que habéis visto, sino por el pan que os di y con el que os saciasteis sin haber gastado nada. Tres partes de vosotros me buscáis por esto, y por curiosidad, viniendo de todas partes de nuestra nación. En la búsqueda falta el espíritu sobre natural, sigue dominando el espíritu humano con su curiosidad malsana, o con una imperfección infantil, no porque sea sencilla como la de los niños, sino como la de alguien tardo de inteligencia. Con la curiosidad están la sensualidad y el sentimiento viciado. La sensualidad que se esconde, sutil cual demonio de quien es hija, detrás de apariencias y con actos aparentemente buenos. El sentimiento viciado que es solo una desviación morbosa del sentimiento y que como todo lo que es "enfermedad" tiene necesidad, apetece drogas que no son el alimento sencillo, el pan bueno, el agua sana, el suave aceite, la primera leche que basta para vivir, y vivir bien. El sentimiento viciado anhela cosas extraordinarias para tomar fuerzas, para probar la satisfacción que agrada, la satisfacción enfermiza de los paralizados, que necesitan de drogas para probar sensaciones que los engañen de tener todavía íntegros sus miembros. La sensualidad que quiere satisfacer sin trabajo alguno al paladar, y en este caso, con el pan que no se consiguió con el sudor de la frente, sino que dios lo regaló.

Los dones de Dios no son "costumbres" sino algo extraordinario. No se puede pretender, ni ser perezoso diciendo: "Dios me los dará". está dicho: "Comerás el pan bañado con el sudor de tu frente", esto es, el pan que se ha conseguido con el trabajo. Si El que es misericordia ha dicho: "Tengo compasión de esta multitud, que hace tres días me sigue, y no tiene que comer y podrían desfallecer en el camino antes de llegar a Ippo o a Gamala, o a otras ciudades" y proveyó, no por esto se ha dicho que se le siga por este motivo. Por algo más, que por un pedazo de pan, que se arrojará a la cloaca se me debe seguir. No por el alimento que llena el vientre, sino por el que alimenta el alma. Porque no sois solamente animales que mastiquen y rumien y engorden. ¡Sois almas! La carne es la vestidura, el ser es el alma. Esta permanece. La carne como vestido, se deteriora, se acaba y no merece que se le tenga tanta consideración como si fuera algo vital.

Tratad de procuraros lo que es menester, no lo contrario. Tratad de conseguiros no el alimento que se destruye, sino el que dura para la vida eterna, que el Hijo del hombre os dará, cada vez que lo queráis, pues El tiene a su disposición todo cuanto viene de Dios y puede darlo. El es el dueño, y dueño magnánimo de los tesoros de Dios Padre que ha impreso en El su sello para que los ojos honestos no sufran desilusión. Si tuviereis en vosotros la comida que no se destruye, podréis hacer obras de Dios, porque os habréis alimentado de su alimento.>>

<<¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Nosotros observamos la ley y los profetas y por lo tanto estamos alimentados de Dios y realizamos sus obras.>>

<<Es verdad. Observáis la ley, mejor aun: "conocéis" la ley. Pero conocer no quiere decir practicar. Conocemos, por ejemplo, las leyes de Roma y sin embargo un israelita fiel no las practica sino en aquellos puntos que se le imponen como súbdito. Por otra parte, nosotros, me refiero a los israelitas, no practicamos las costumbres paganas de los romanos aun cuando las conozcamos. La ley y profetas que conocéis deberían en realidad nutriros de Dios y hacerlos capaces de realizar obras de Dios. Pero para conseguir esto, deben formar una sola cosa con vosotros así como el aire que respiráis y el alimento que asimiláis, que se cambian en vida y sangre en vosotros. Si os son extraños de nada os servirán, no os ayudarán para vivir. Haced la prueba de no respirar por algunos instantes, de no comer por algunos días.... ¡Y no viviréis! De igual modo debe sentirse vuestro ser con la desnutrición y asfixia de la ley y de los profetas, que conocéis, pero no habéis asimilado y convertido en vosotros. Esto he venido a enseñaros y daros: el jugo, el aire de la ley y de los profetas, para devolver sangre y respiración a vuestras almas agonizantes de inedia y de asfixia. Os parecéis a unos niños enfermos a los que la enfermedad incapacita de conocer lo que les sirve. Tenéis ante vosotros abundancia de alimentos, pero no sabéis que se comen para que se transformen en algo vital, esto es, para que se conviertan en realidad en algo nuestro por medio de una fidelidad pura, generosa a la ley del Señor que habló a Moisés y a los profetas para vosotros. Es un deber pues que vengáis a Mi para que tengáis aire y jugo de vida eterna. Este deber presupone fe en vosotros, pues si alguien no la tiene, no puede creer en mis palabras y si no cree no puede decirme: "Dame el pan verdadero". Si no tiene el pan verdadero no puede realizar las obras de Dios, pues no tiene capacidad para ello. Por lo tanto para ser alimentados de Dios, para realizar sus obras es menester que realicéis las obras que son la base, y que se reducen a creer en El que Dios ha enviado.>>

<<¿Pero qué milagros realizas para que podamos creer en Ti como en el enviado de Dios y que se pueda ver en Tí el sello de Dios? ¿Qué haces que los profetas no hayan hecho aunque en menor proporción? Moisés te superó, y eso no una vez, sino durante cuarenta años al haber alimentado a nuestros padres con un alimento maravilloso. Escrito está que nuestros padres durante cuarenta años comieron el maná en el desierto y dicho está que Moisés, como podría, les dio de comer un manjar venido del cielo.>>

<<Estáis equivocados. No fue Moisés sino el Señor quien hizo esto. En el Exodo se lee: "Ved que haré llover pan del cielo. Salga el pueblo y recoja lo que necesitare para el día, y así Yo me convenza de que el pueblo camina según mis ordenes" Los hebreos vieron como se cubría el desierto, diariamente de una "cosa pequeña como lo que se muele en el mortero y semejante a escarcha, semejante a la semilla del coriandoro y que tenía un sabor de harina con miel". Así pues, no fue Moisés, sino Dios que dio el maná. Dios que todo lo puede. ¡Todo! Castigar y bendecir. Quitar y dar, Y Yo os digo que de las dos cosas prefiere siempre bendecir, dar.

Dios como dice la Sabiduría, por amor a Moisés - del que en el eclesiástico se dice que "era amado de Dios y de los hombres, cuyo recuerdo era bendito, a quien Dios hizo semejante a sus santos en la gloria, grande y terrible ante los enemigos, capaz de realizar prodigios, que fue ensalzado a los ojos del rey, como ministro suyo ante el pueblo, que conoció la gloria de Dios y la voz del Altísimo, que salvaguardó los preceptos y la ley de vida y de ciencia"- Dios por amor a él alimentó a su pueblo con pan de los ángeles, y del cielo le dio sin cansancio alguno un pan, que llevaba dentro de sí todo deleite, todo sabor. Recordad bien lo que dice la sabiduría, que como venía del cielo, de parte de Dios, regalaba su sabor delicado a los hijos. Cada uno lo saboreaba según quería, y a cada uno regalaba los efectos deseados, haciéndose útil al niño, débil de estómago, como al adulto de fuete estómago, a la jovencita delicada, al viejo que apenas si podía caminar. U para mostrar que no era una obra humana, transformó las leyes de los elementos, ¡pues era resistente al fuego! ¡el pan que se disolvía cuando salía el sol! O con otras palabras, el fuego - es siempre la sabiduría que habla- olvidó su propia naturaleza en respeto a la obra de Dios su creador y a las necesidades que sus justos de modo que no sirviendo frecuentemente más que para atormentar, en este caso se hizo delicado para bien de los que confiaban en el Señor. Por esto al transformarse en diversos modos, sirvió a la gracia del Señor, alimentadora de todos, según la voluntad de quien pedía al Eterno, y esto para que los hijos amados comprendiesen que no son los frutos que alimentan al hombre, sino que la palabra de Dios conserva a quien en El cree. Y de hecho el fuego no destruyó en bello maná aun cuando era fortísimo, pero si bastaban los rayos matinales para disolverlo, y esto para que los hombres recordasen y tuviesen en cuenta que los dones de Dios hay que buscarlos en las primeras horas del día y de la vida, que si se quieren tener es menester anticiparse a la salida del sol y levantarse para alabar al Eterno desde las primeras horas matinales.

Esto fue lo que el maná enseñó a los hebreos. Os lo recuerdo porque es deber que permanece y permanecerá para siempre, hasta el fin de los Siglos. Buscad al Señor y sus dones celestiales diligentemente, sin esperar las horas de la tarde del día o de la vida. Levantaos a alabarlo antes de que se levante el sol que lo alaba, alimentaos de su palabra que consagra, preserva, y conduce a la vida verdadera. Moisés no os dio el pan del cielo, sino ha sido el Padre, y ahora os digo claramente, es mi Padre quien os da el Pan verdadero, el Pan nuevo, el Pan eterno que desciende del cielo, el Pan de misericordia, el Pan de vida, el Pan que al mundo se da, el Pan que sacia cualquier hambre y cura toda debilidad, el pan que da a quien lo come la vida y alegría eternas.>>

<<Danos, Señor, de este Pan, y no moriremos jamás>>

<<Moriréis como cualquier ser mortal, pero resurrecitaréis a la vida eterna si os alimentarais santamente de este Pan, porque hace incorruptible a quien lo come. A aquel que pida este Pan a mi Padre con corazón puro, recta intención y santa caridad se lo dará. Por esto he enseñado a decir: "Danos el pan diario". Pero los que se alimentaren de él indignamente, se convertirán en un montón de gusanos infernales, como sucedía con el maná cuando se le conservaba contra la orden recibida. Y este Pan de salvación y de vida se convertirá para ellos en muerte y condenación, porque el sacrilegio mayor lo perpetrarán los que pondrán este Pan en una mesa espíritual corrupta y fétida, y lo profanarán mezclándolo en la cloaca de sus incurables pasiones. ¡Sería mejor para ellos no comerlo jamás!>>

<<¿Pero dónde esta este Pan? ¿Cómo se le encuentra? ¿Cómo se llama?>>

<<Yo soy el Pan de vida. En Mí se le encuentra. Su nombre es Jesús. Quien viene a Mi no tendrá más hambre, y quien cree en Mí no tendrá jamás sed, porque los ríos celestiales se desbordarán para apagar en él cualquier ardor material. Ya os he dicho que me habéis conocido, y sin embargo no creéis. No podéis creer que todo existe en Mí. En Mí existen todos los tesoros de Dios. Todo lo de la tierra ha sido puesto en mis manos, por esto en Mí se hayan reunidos los gloriosos cielos, la tierra militante y hasta la masa de los que mueren en gracia de Dios que padecen y esperan, están en Mí, porque en Mí existe todo poder y es mío. Os aseguro que todo lo que el Padre me diere, vendrá a Mí. Y no lo arrojaré porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me ha enviado. Y la voluntad del Padre, que me ha enviado es esta: que no pierda a ninguno de los que medió, y que los resucite en el último día. Así pues, la voluntad del Padre que me ha enviado es que quien conoce al Hijo y cree en El consiga la vida eterna y que lo pueda yo resucitar en el último día, al verlo alimentado con la fe en Mi y sellado con mi sello.>>

No poco rumor se escucha en la sinagoga y fuera de ella por las palabras nuevas y raras del Maestro. Después de haber descansado unos cuantos instantes, vuelve sus ojos extáticos al lugar de donde parte el rumor, donde hay más judíos. Continúa hablando.

<<¿Por qué disputáis entre vosotros? Yo soy el hijo de María de Nazaret, hija de Joaquín de la estirpe de David, virgen consagrada al templo, y luego casada con José de Jacobo, de la misma estirpe de David. Muchos de vosotros conocisteis a los padres justos de José el carpintero, y conocéis a María, virgen heredera. Ambos de la misma estirpe davídica. Esto os hace decir: "¿Cómo puede decir que descendió del cielo?", y la duda se ha clavado en vosotros.

Os voy a recordar a los profetas cuando hablan de la encarnación del verbo. Os recuerdo ante todo que para nosotros los israelitas más que para cualquier otro pueblo, es cosa importantísima que aquel cuyo nombre no nos atrevemos a pronunciar, no podía tomar carne humana, según las leyes normales, y menos de una raza caída. El Purísimo, el Increado si se ha dignado hacerse hombre por amor al linaje humano, no podía sino que elegir un seno virginal, más puro que los lirios, para revestir de carne su divinidad. El pan que bajó del cielo en tiempos de Moisés fue depositado en el arca de oro, sobre la que estaba el propiciatorio, custodiada por querubines, tras los velos del tabernáculo. Con el pan estaba la palabra de Dios. Y muy bien hecho, porque se debe tributar suma reverencia a los dones de Dios y a la mesa de su santísima palabra. ¿Qué cosa, entonces, habrá preparado el cielo para su misma Palabra y para el Pan verdadero que ha descendido de allá? Un arca más preciosa, más digna que el arca de oro, cubierta con el propiciatorio precioso de su voluntad pura de inmolación, custodiada por los querubines de Dios, cubierta con el velo de su candor virginal, de una humildad perfecta, de una caridad sublime y de todas las virtudes más santas.

¿Entonces? ¿No comprendéis aun que mi Padre esta en el cielo u que por lo tanto vengo de allá? Descendí para realizar el decreto de mi Padre, el decreto de salvar a los hombres según lo que prometió cuando castigó al hombre culpable y repitió a patriarcas y profetas. Esto es fe. Esta la da Dios a quien tiene buena voluntad. Por esto nadie puede venir a Mi si mi Padre no me lo trae, al verlo sumido en las tinieblas pero con un deseo sincero de luz. Está escrito en los profetas: "Todos serán amaestrados por Dios". Está dicho: "Dios es quien los instruye. El les enseña a donde ir". Así pues quien en el fondo de su corazón recto ha escuchado hablar a Dios, ha aprendido a venir a Mi.>>


<<¿Quién ha oído o visto su Rostro? >> preguntan varios que empiezan a mostrar señales de irritación y de escándalo. Concluyen: << ¡Deliras! ¡Eres un iluso!>>

<<Nadie ha visto a Dios a excepción del que es de Dios: Este ha visto al Padre, y este tal soy Yo. Y ahora oíd lo que es necesario para la vida futura, sin la cual nadie se puede salvar.

En verdad, en verdad os digo que quien cree en Mi, tiene la vida eterna. En verdad, en verdad os digo que yo soy el Pan de la vida eterna.

Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron, porque el maná era un alimento santo pero temporáneo, y servía para dar fuerzas al pueblo para llegar a la tierra que Dios le había prometido. Pero el Maná que soy Yo no tendrá limitaciones en el tiempo, ni en el poder. No sólo es celestial, sino divino y produce lo que es divino, la incorruptibilidad, la inmortalidad en todo lo que Dios creó a su imagen y semejanza. No durará cuarenta días, cuarenta meses, cuarenta años, cuarenta siglos, sino que durará mientras exista el tiempo, y se dará a todos los que tuvieren hambre santa y agradable ante los ojos del Señor que se alegrará de entregarse sin medida a los hombres por quienes se ha encarnado, para que alcancen la vida que no muere.

Puedo darme, puedo cambiarme por amor de los hombres, de modo que el pan sea la carne y esta Pan, para el hambre espiritual de los hombres que sin este alimento morirían de hambre y enfermedad espirituales. Si alguien come de este Pan, con toda justicia vivirá eternamente. El pan que daré será mi Carne inmolada por la vida del mundo. Será amor esparcido en las casas de Dios para que vengan a la mesa del Señor todos los que amen, todos los desgraciados, y encuentren fuerzas para unirse con Dios y encuentren regocijo en su penar.>>

<<¿Cómo puedes darnos a comer tu carne? ¿Por quienes nos tienes? ¿Por fieras? ¿Por salvajes? ¿Homicidas? ¡Nos repugna la sangre y el crimen!>>


<<En verdad, en verdad os digo que muchas veces el hombre es más que una fiera, que el pecado los vuelve peor que salvajes, el que orgullo provoca sed homicida, y que no a todos los presentes repugnará la sangre y el crimen. Aun en el porvenir el hombre se comportará igual que satanás, los sentidos y el orgullo harán de él una fiera. Y por esto con mayor razón debe el hombre curarse a si mismo de los gérmenes terribles con la infusión del Santo.

En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis la vida. Quien come dignamente mi carne, y bebe mi sangre tiene la vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día, porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mi y Yo en él. Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá también por Mí e irá a donde lo mandare, y hará lo que yo quisiere, y vivirá austero como hombre, ardiente como un serafín, y será santo, porque para poder alimentarse de mi carne y de mi sangre se prohibirá a sí mismo el pecado y vivira subiendo hasta que llegue a los pies del Eterno.>>

<<¡Ese está loco! ¿Quién puede vivir en esta forma? En nuestra religión sólo el sacerdote debe purificarse para ofrecer las victimas. El ahora quiere convertirnos en tantas victimas de su demencia. ¡Esta doctrina es demasiado dura, y estas palabras demasiado rudas! ¿Quien lo puede escuchar y poner en práctica lo que enseña?>> susurran los presentes, y muchos de ellos son de los discípulos.

La gente entre murmullo sale de la sinagoga. Las filas de los discípulos se ven menguadas. Quedan pocos. Los más fieles. No los cuento pero al pasar mis ojos, creo que no llegaran a 100. Debe hacer habido una gran defección aun entre los discípulos antiguos, dedicados al servicio de Dios. Además de los apóstoles, entre los que quedaron están Juan el sacerdote, y el otro Juan el escriba, Esteban, Hermas, Timoteo, Hermasteo, Agapo, José, Salomón, Abel de Belén de Galilea y Abel el leproso de Corozaín, con su amigo Samuel, Elías (el que no fue a enterrar a su padre por seguir a Jesús), Felipe de Arbela, Aser e Ismael de Nazaret y otros cuyos nombres no conozco. Estos hablan en voz baja comentando la defección de sus compañeros y las palabras de Jesús, que pensativo, con los brazos cruzados, está reclinado sobre un atril.

<<Os habéis escandalizado de lo que dije? Y si os dijese que veréis un día subir al Hijo del hombre al cielo donde estaba antes y sentarse al lado del Padre? ¿Qué cosa habéis creído, asimilado, comprendido hasta ahora? ¿Con qué cosa lo comparasteis? ¿Sólo lo humano? Es el espíritu el que da vida y tiene valor. La carne no sirve para nada. Mis palabras son espíritu y vida, y hay que entenderlas espiritualmente para que se tenga vida. Hay muchos entre vosotros que tienen el espíritu muerto porque no tienen fe. Muchos de vosotros no creéis en verdad. Inútilmente estáis cerca de Mi. No tendréis vida, sino muerte, porque os estáis como dije desde el principio, o por curiosidad, o por un sentimiento humano, o lo que es peor, por fines más indignos. El Padre no los trajo a Mi como premio de su buena voluntad, sino satanás. Nadie puede venir a Mí, si el Padre no se lo concede. ¿Idos también vosotros! No os avergoncéis. No os preocupéis de abandonarme. Tened más bien verguenza de permanecer al servicio de uno que os "parece loco y duro" ¿Idos! ¡Mejor lejos que causar mal!>>

Otros muchos se separan de los discípulos. Entre ellos Juan el escriba, y Marcos el geraseno endemoniado, que lo curó enviando a los demonios dentro de los cerdos. Los discípulos fieles se consultan y corren tras de estos, tratando de detenerlos. En la sinagoga están Jesús el sinagogo y los apóstoles...

Jesús se vuelve a los doce que apenados están en un rincón y pregunta: <<¿También vosotros queréis iros?>> Su pregunta no sabe a reproche, ni a tristeza.

Pedro que la siente en el alma al punto responde: <<¡Señor! ¿a dónde quieres que vayamos? ¿Donde quien? Tú eres nuestra vida y nuestro amor. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Hemos conocido que eres el Mesías, el Hijo de Dios. ¡Si quieres, arrójanos, pero de nuestra parte no te abandonaremos! ¡Ni siquiera.... ni siquiera si no nos amaras más!...>> Gruesas lágrimas corren por la cara de Pedro... Andrés, Juan, los dos hijos de Alfeo lloran sin freno alguno. Los otros están Pálidos o rojos por la emoción que se ha apoderado de ellos.

<<¿Por qué os debería arojar? ¿No fui Yo quien os elegí a vosotros los doce?>>

Jairo prudentemente se retira para que Jesús se quede con sus apóstoles y pueda hablar con ellos con libertad. Al ver que se ha ido, Jesús se sienta como agotado, como si la revelación que va a hacer le costara un esfuerzo superior, entristecido, lleno de dolor dice: <<¡Y sin embargo uno de vosotros es un demonio!>> Las palabras caen despacio, pesadas, en la sinagoga en la que solo la luz de las lámparas brilla... y nadie se atreve a decir algo, pero se miran investigadores, temerosos, y sus ojos vuelven a su corazón para escudriñarlo.

Nadie se mueve. Jesús está solo en su asiento, con las manos cruzadas sobre sus rodillas el rostro inclinado. Después de algunos instantes lo levanta y dice: << Venid. ¡No soy un leproso! ¿O lo creéis?>>

Entonces Juan veloz se acerca, le rodea el cuello diciendo: <<¡Aunque estuvieras leproso te seguiría! Iré contigo si se te condenare, a la muerte, si esto te espera...>> Pedro se echa a sus pues, los toma, se los pone sobre sus hombros y sollozando dice: <<¡Aquí aprieta, aplasta! ¡Pero no me hagas pensar que desconfías de tu Simón!>>

Los otros, al ver que Jesús acaricia a Juan y a Pedro, se acercan y besan sus vestidos, sus manos, sus cabellos... sólo Iscariote se atreve a besarlo en la cara.

Jesús se levanta de pronto y casi lo rechaza por lo imprevisto. Dice: <<Vamos a casa! Mañana por la noche partiremos en barca para Ippo.>>


Texto tomado de: Valtorta Maria; "El Hombre-Dios" Volumen 6, Pag. 259-271. 1989. Escrito en visión mística el 7 de diciembre de 1945. Las visiones de los tres años de vida pública de Jesús, fueron escritas en 150.000 hojas de corrido y publicadas sin editar.