Re: Cuba y los Judíos.
EL VIAJE DEL ST. LOUIS El 13 de mayo de 1939, el transatlántico alemán "St. Louis" partió desde Hamburgo (Alemania) hacia La Habana (Cuba). A bordo viajaban 937 pasajeros. Casi todos eran judíos que huían del Tercer Reich. La mayor parte eran ciudadanos alemanes, algunos provenían de Europa Oriental y unos pocos eran oficialmente "apátridas".
La mayoría de los pasajeros judíos habían solicitado visados para los Estados Unidos y tenía planeado permanecer en Cuba sólo hasta que pudieran entrar en dicho país. Durante la travesía del "St. Louis", hubo sin embargo indicios de que las condiciones políticas en Cuba podrían impedir que los pasajeros desembarcaran allí. El Departamento de Estado de los Estados Unidos en Washington, el consulado estadounidense en La Habana, algunas organizaciones judías y agencias de refugiados estaban al tanto de la situación. Desafortunadamente, los propios pasajeros lo ignoraban y la mayor parte de ellos serían enviados de vuelta a Europa. Desde la Kristallnacht (la persecución antisemita de la "Noche de los cristales rotos" del 9 y 10 de noviembre de 1938), los nazis habían estado intentando acelerar el ritmo de la emigración forzosa de judíos. El Ministerio de Asunto Exteriores alemán y el Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels esperaban que la negativa de otros países a admitir a los judíos contribuyera a la realización de los objetivos antisemitas del régimen.
Cuando el "St. Louis" llegó al puerto de La Habana el 27 de mayo, sólo se permitió el desembarco de 28 pasajeros. Seis de ellos no eran judíos (4 españoles y 2 cubanos). Los restantes 22 pasajeros disponían de documentos de entrada válidos. Otro pasajero terminó en el hospital de La Habana tras un intento de suicidio.
Más que el dinero, los factores de mayor peso en Cuba eran la corrupción y las luchas de poder interno. El país atravesaba una depresión económica y muchos cubanos estaban resentidos con el relativamente alto número de refugiados que ya se encontraban en Cuba, incluidos 2.500 judíos, que se consideraban como competidores para los escasos trabajos.
La hostilidad contra los inmigrantes tenía otras dos raíces: el antisemitismo y la xenofobia. La creciente aversión se veía alimentada por los agentes de Alemania, así como por los movimientos de derecha locales, como el partido nazi cubano. Varios periódicos de La Habana y de las provincias fomentaron estos sentimientos al publicar acusaciones de que los judíos eran comunistas. Tres de los periódicos (Diario de la Marina, Avance y Alerta) eran propiedad de la influyente familia Rivero, que apoyaba de forma incondicional al líder fascista español Francisco Franco.
Los informes sobre la llegada del "St. Louis" provocaron una enorme manifestación antisemita en La Habana el 8 de mayo, cinco días antes de que el barco zarpara de Hamburgo. Esta manifestación antisemita, la más grande en la historia de Cuba, había sido patrocinada por Grau San Martín, un ex presidente cubano. El portavoz de Grau, Primitivo Rodríguez, urgió a los cubanos a "luchar contra los judíos hasta echar al último". La manifestación atrajo a 40.000 personas. Otros miles la escucharon por la radio.
El 28 de mayo, el día después de que el "St. Louis" llegara a La Habana, Lawrence Berenson, un abogado que representaba al American Jewish Joint Distribution Committee (JDC), llegó a Cuba para negociar en nombre de los pasajeros del "St. Louis". Berenson había sido presidente de la Cámara de comercio cubano-estadounidense y tenía amplia experiencia empresarial en Cuba. Se reunió con el Presidente Bru, quien se negó a permitir que los pasajeros entraran al país. El 2 de junio, Bru ordenó que el barco se marchara de aguas cubanas. Pero mientras el "St. Louis" navegaba lentamente hacia Miami, las negociaciones continuaron. Bru se ofreció a admitir a los pasajeros si el JDC abonaba un bono de 435.500 dólares (500 dólares por pasajero). Berenson realizó una contraoferta, que Bru rechazó, y luego rompió las negociaciones.
El "St. Louis" navegaba tan cerca de Florida que los pasajeros podían ver las luces de Miami y enviaron un telegrama al Presidente Franklin D. Roosevelt para solicitarle refugio. Roosevelt nunca respondió. El Departamento de Estado y la Casa Blanca ya habían decidido no permitirles la entrada a los Estados Unidos. Un telegrama del Departamento de Estado enviado a un pasajero informaba de que los pasajeros debían "esperar su turno en la lista de espera y luego cumplir con los requisitos necesarios para obtener el visado de inmigración para ser admitidos en los Estados Unidos". Los diplomáticos estadounidenses en La Habana solicitaron al gobierno cubano que admitiera a los pasajeros por motivos "humanitarios".
Las cuotas establecidas en la Ley de inmigración de 1924 limitaban estrictamente el número de inmigrantes que se podían admitir en los Estados Unidos cada año. En 1939, la cuota anual combinada de inmigración germano-austríaca ascendía a 27.370, cifra que se alcanzaba rápidamente. De hecho, ya había una lista de espera de varios años. La única manera de otorgar los visados a los pasajeros del St. Louis era negándoselos a los miles de judíos alemanes que ya habían solicitado un visado. El Presidente Roosevelt podría haber emitido un decreto para admitir refugiados adicionales, pero decidió no hacerlo por varios motivos políticos.
La opinión pública estadounidense, a pesar de que simpatizaba ostensiblemente con la situación de los refugiados y condenaba la política de Hitler, seguía favoreciendo las restricciones de inmigración. La Gran Depresión había dejado a millones de estadounidenses sin empleo y temerosos de la competencia económica para los escasos trabajos disponibles. También había alimentado el antisemitismo, la xenofobia, el nativismo y el aislacionismo. Una encuesta de Fortune Magazine realizada en aquel entonces indicó que el 83% de los estadounidenses se oponía a la flexibilización de las restricciones de inmigración.
Muy pocos políticos estaban dispuestos a desafiar el sentir de la nación. Al tiempo que los pasajeros del "St. Louis" buscaban asilo, el proyecto de ley Wagner-Rogers, que hubiera permitido la admisión de 20.000 niños judíos provenientes de Alemania independientemente de la cuota existente, fue rechazado en el comité. El presidente Roosevelt guardó silencio en lo referente al proyecto de ley Wagner-Rogers y a la admisión de los pasajeros del "St. Louis". Siguiendo la negativa del gobierno de los EE.UU. de permitir el desembarque de los pasajeros, el "St. Louis" regresó a Europa el 6 de junio de 1939. Las organizaciones judías (particularmente el American Jewish Joint Distribution Committee) negociaron con los gobiernos europeos para permitir que los pasajeros fueran admitidos en Gran Bretaña, Holanda, Bélgica y Francia. Muchos de los pasajeros que desembarcaron en la Europa continental más adelante se encontraron bajo el poder nazi.