Hermanos de este foro en general, Alguna vez te has hecho esta pregunta:
¿CÓMO CONSIDERAREMOS A CRISTO? Meditemos un poco y preguntemonos todos personalmente nuevamente ¿Cómo debiéramos considerar a Cristo?
Tal y como Él se ha revelado a sí mismo al mundo; de acuerdo al testimonio que Él dio concerniente a sí mismo. En ese maravilloso discurso registrado en el quinto capítulo de Juan, Jesús dijo: "Porque como el Padre resucita a los muertos, y les da vida; así también el Hijo da vida a los que quiere. Además, el Padre a nadie juzga, sino que confió todo el juicio al Hijo; para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió." Versículos 21-23.
A Cristo se le encomienda la más alta prerrogativa, la de juzgar. Ha de recibir el mismo honor que se le debe a Dios, y por la razón de que es Dios. El discípulo amado da este testimonio: "En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios." Juan 1:1. Que este Divino Verbo no es ningún otro que Jesucristo, queda claro en el versículo 14: "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria que, como Hijo único, recibió del Padre), lleno de gracia y de verdad."
El Verbo existía "en el principio." La mente del hombre no puede abarcar las edades que están comprendidas en esta frase. No le es dado al ser humano el saber cuándo o cómo fue engendrado el Hijo; pero sabemos que fue el Verbo divino, no únicamente antes de que viniera a este mundo a morir, sino incluso antes de que el mundo fuera creado. Momentos antes a su crucifixión, oró: "Ahora Padre, glorifícame a tu lado con la gloria que tuve junto a ti antes que el mundo fuera creado." Juan 17:5. Y más de setecientos años antes de su primer advenimiento, su venida fue predicha por la palabra inspirada: "Pero tú Belén Efrata, pequeña entre los millares de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad." Miqueas 5:2. Sabemos que Cristo "de Dios ha salido, y ha venido" (Juan 8:42), pero fue tan atrás en las edades de la eternidad como para estar más allá del alcance de la mente del hombre.
¿ES CRISTO DIOS?
A Cristo se le llama Dios en muchos lugares de la Biblia,. El Salmista dice: "El Dios de dioses, el Eterno Jehová, habla, y convoca la tierra desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. Desde Sión, dechado de hermosura, resplandece Dios. Vendrá nuestro Dios, y no callará. Fuego consumirá delante de él, y una poderosa tempestad lo rodeará. Convocará a los altos cielos, y la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme a mis fieles, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y los cielos anunciarán su justicia, porque Dios mismo es el juez." Sal. 50:1-6. Se puede constatar que este pasaje hace referencia a Cristo: (1) por el hecho ya considerado de que todo el juicio se le encomendó al Hijo; y (2) por el hecho de que es en la segunda venida de Cristo cuando manda a sus ángeles para que recojan a sus escogidos de los cuatro vientos. Mat. 24:31. "Vendrá nuestro Dios y no callará." No; porque cuando el Señor mismo desciende del cielo, será "con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios." 1 Tes. 4:16. Esta aclamación será la voz del Hijo de Dios, la cual será oída por todos aquellos que están en el sepulcro, haciéndoles salir de él. Juan 5:28, 29. Juntamente con los justos vivos serán llevados a encontrar al Señor en el aire, para estar siempre con Él; y esto constituirá "nuestra reunión con él." 2 Tes. 2:1. Comparar con Sal. 50:5; Mat. 24:31 y 1 Tes. 4:16.
"Fuego consumirá delante de él, y una poderosa tempestad lo rodeará;" porque cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo con sus ángeles poderosos, lo hará "en llama de fuego, para dar la retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo." 2 Tes. 1:8. Por eso sabemos que el Salmo 50:1-6 es una descripción vívida de la segunda venida de Cristo para la salvación de su pueblo. Cuando Él venga, será como "Dios poderoso." Comparar con Hab. 3.
"Dios poderoso" es uno de los títulos legítimos de Cristo. Mucho antes del primer advenimiento de Cristo, el profeta Isaías habló estas palabras para reconfortar a Israel: "Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el gobierno estará sobre su hombro. Será llamado Maravilloso, Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz." Isa. 9:6.
Estas no son simplemente las palabras de Isaías; son las palabras del Espíritu de Dios. Dios, en alusión directa al Hijo, lo llama por el mismo título. En el Salmo 45:6 leemos estas palabras: "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre. Cetro de justicia es el cetro de tu reino." El lector casual pudiera tomar esto como la simple alabanza del Salmista; pero cuando vamos al Nuevo Testamento, encontramos que es mucho más. Encontramos que es Dios el Padre quien habla, y que se está refiriendo al Hijo. Y lo llama Dios. Ver Heb. 1:1-8.
Este nombre no le fue dado a Cristo como consecuencia de algún gran logro, sino que es suyo por derecho de herencia. Hablando del poder y la grandeza de Cristo, el escritor de Hebreos dice que es hecho tanto mejor que los ángeles, porque "el Nombre que heredó es más sublime que el de ellos." Heb. 1:4. Un hijo siempre toma legítimamente el nombre del padre; y Cristo, como "el unigénito Hijo de Dios," tiene, legítimamente, el mismo nombre. Un hijo también es en mayor o menor grado una reproducción del padre; hasta cierto punto tiene los rasgos y características personales de su padre; no perfectamente, porque no hay reproducción perfecta entre los humanos. Pero no hay imperfección en Dios, ni en ninguna de sus obras; de forma que Cristo es la "imagen expresa" de la persona del Padre. Heb. 1:3. Como el Hijo del Dios que tiene existencia propia, tiene por naturaleza todos los atributos de la Deidad.
Es cierto que hay muchos hijos de Dios; pero Cristo es el "Unigénito Hijo de Dios," y por lo tanto, el Hijo de Dios en un sentido en el que ningún otro ser lo ha sido, ni lo pudiera ser nunca. Los ángeles son hijos de Dios, como lo fue Adán (Job 38:7; Lucas 3:38), por creación; los cristianos son hijos de Dios por adopción (Rom. 8:14,15); pero Cristo es el Hijo de Dios por nacimiento. El escritor de la epístola a los Hebreos muestra además que la posición del Hijo de Dios no es una a la que Cristo ha sido elevado, sino que la posee por derecho. Dice que Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, como un sirviente, "Y Cristo, como hijo, es fiel sobre la casa de Dios." Heb. 3:6. Y también afirma que Cristo es el Constructor de la casa. Versículo 3. Es Él quien construye el templo del Señor, y lleva la gloria. Zac. 6:12,13.
Cristo mismo enseñó de la manera más enfática que Él es Dios. Cuando el joven rico le preguntó, "Maestro Bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Jesús, antes de contestar a la pregunta, le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? No hay sino Uno solo bueno, esto es, Dios." Mar. 10:17,18. ¿Qué quiso decir Jesús con estas palabras? ¿Quiso desmentir el epíteto que el joven rico le aplicó? ¿Pretendió insinuar que Él no era realmente bueno? ¿Fue un mero despliegue de modestia? De ninguna manera, porque Cristo era absolutamente bueno. A los Judíos, quienes constantemente lo observaban para descubrir algún fallo con qué acusarlo, les dijo audazmente, "¿Quién de vosotros me halla culpable de pecado?" Juan 8:46. En toda la nación Judía no se encontraba un solo hombre que lo hubiera visto hacer algo o pronunciar una palabra que tuviera siquiera la apariencia de maldad; y aquellos que estaban determinados a condenarlo, solo pudieron hacerlo empleando testigos falsos contra Él. Pedro dice que "no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca." 1 Ped. 2:22. Pablo dice que "no conoció pecado." 2 Cor. 5:21. El Salmista dice, "Él es mi roca, y en él no hay injusticia." Sal. 92:15. Y Juan dice, "Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay pecado." 1 Juan 3:5.
Cristo no puede negarse a sí mismo, por lo tanto no pudo decir que no era bueno. Es y era absolutamente bueno: la perfección de la bondad. Y siendo que no hay ninguno bueno sino Dios, dado que Cristo es bueno, se deduce que Cristo es Dios, y eso es precisamente lo que se propuso mostrar al joven rico.
Eso fue también lo que enseñó a sus discípulos. Cuando Felipe le dijo a Jesús, "Muéstranos el Padre y nos basta," Jesús le dijo: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices muéstranos al Padre?" Juan 14:8,9. Esto tiene la misma contundencia que la declaración: "Yo y el Padre somos uno." Juan 10:30. Tan completamente era Cristo Dios, incluso estando todavía aquí entre los hombres, que cuando le pidieron que mostrara al Padre, le bastó con decir, 'miradme a mí'. Y eso trae a la mente aquella frase en la que el Padre introduce al Unigénito: "Adórenle todos los ángeles de Dios." Heb. 1:6. No fue solamente cuando Cristo estaba compartiendo la gloria con el Padre antes que el mundo fuera, que era digno de homenaje, sino que cuando se hizo un bebé en Belén, aun entonces se ordenó a todos los ángeles de Dios que lo adoraran.
Los Judíos no malinterpretaron la enseñanza de Cristo acerca de sí mismo. Cuando afirmó que era uno con el Padre, los Judíos tomaron piedras par apedrearle; y cuando les preguntó que por cuál de sus buenas obras lo buscaban para apedrearlo, contestaron: "No queremos apedrearte por buena obra, sino por la blasfemia; porque tú siendo hombre, te haces Dios." Juan 10:33. Si Él hubiera sido lo que ellos consideraban, un simple hombre, sus palabras hubieran sido en verdad blasfemia. Pero todos aca sabemos claramente que Cristo es Dios.
El objetivo de Cristo al venir a la tierra fue el de revelar a Dios a los hombres, para que pudiesen venir a Él. Por esto el apóstol Pablo dice que "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Cor. 5:19); y en Juan leemos que el Verbo, que era Dios, se "hizo carne." Juan 1:1,14. En el mismo contexto, se especifica, "A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a conocer." Juan 1:18.
Observemos la expresión, "El Hijo único, que está en el seno del Padre." Tiene allí su morada, y está allí como parte de la Divinidad, tan ciertamente cuando estaba en la tierra como estando en el cielo. El uso del tiempo presente implica existencia continua. Presenta la misma idea que encierra la declaración de Jesús a los Judíos (Juan 8:58), "Antes que Abraham existiera, yo soy." Y esto demuestra una vez más su identidad con Aquel que se le apareció a Moisés en la zarza ardiendo, quien declaró su nombre en estos términos: "YO SOY EL QUE SOY."
Finalmente, tenemos las palabras inspiradas del apóstol Pablo concernientes a Jesucristo: "Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud." Col. 1:19. En el siguiente capítulo se nos dice en qué consiste esa plenitud que habita en Él: "en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad." Col. 2:9. Este es el testimonio más absoluto e inequívoco del hecho de que Cristo posee por naturaleza todos los atributos de la Divinidad. La divinidad de Cristo vendrá a ser un hecho prominente a medida que procedamos a considerar a CRISTO COMO CREADOR Inmediatamente a continuación del tan conocido versículo que dice que Cristo, el Verbo, es Dios, leemos que "Todas las cosas fueron hechas por él. Y nada de cuanto existe fue hecho sin él." Juan 1:3. Ningún comentario puede hacer esta declaración más clara de lo que es por sí misma, por lo tanto pasamos a las palabras de Heb. 1:1-4: "Dios . . . en estos últimos días nos habló por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien hizo todos los mundos. El Hijo es el resplandor de su gloria, la misma imagen de su ser real, el que sostiene todas las cosas con su poderosa Palabra. Después de efectuar la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. El Hijo llegó a ser tanto más excelente que los ángeles, así como el Nombre que heredó es más sublime que el de ellos."
Aun más enfático que esto son las palabras del apóstol Pablo a los Colosenses. Hablando de Cristo como el único mediante quien tenemos redención, lo describe como el que "es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. Porque Cristo existía antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él." Col. 1:15-17.
Este maravilloso texto debiera ser objeto de cuidadoso estudio y constante contemplación. No deja ni una sola cosa en el universo que Cristo no haya creado. Él lo hizo todo en el cielo y en la tierra; Hizo todo lo que puede ser visto, y todo lo que no puede verse; los tronos y los dominios, los principados y los poderes en el cielo, todos dependen de Él para la existencia. Y siendo que Él es antes de todas las cosas, y Creador de las mismas, así por Él subsisten todas las cosas, o se sostienen. Esto es equivalente a lo escrito en Hebreos 1:3, de que Él sostiene todas las cosas por su poderosa palabra. Fue por la palabra que fueron hechos los cielos; y esa misma palabra los sostiene en su lugar, y los guarda de la destrucción.
De ninguna manera podemos omitir en este contexto a Isa. 40:25,26: "¿A qué, pues, me asemejaréis o me compararéis? pregunta el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad. ¿Quién creó estas cosas? Aquel que saca su ejército de estrellas, llama a cada una por su nombre. Tan grande es su poder y su fuerza, que ninguna faltará." O, como lo presenta más enfáticamente la traducción Judía, "de Aquel que es grande en fuerza y fuerte en poder, nadie escapa." Que Cristo es el Santo que llama al ejército de los cielos por nombre y lo mantiene en su lugar, es evidente por otras porciones del mismo capítulo. Él es de quien fue dicho con anterioridad, "Preparad en el desierto el camino al Eterno, enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios." Él es el que viene con brazo poderoso, trayendo consigo su recompensa; el que, como un pastor, alimenta su rebaño, llevando a las ovejas en su seno.
Una declaración más, concerniente a Cristo como Creador, debe bastar. Se trata del testimonio del Padre mismo. En el primer capítulo de Hebreos leemos que Dios nos habló por su Hijo; dice de Él, "Adórenlo todos los ángeles de Dios." De los ángeles dice, "hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llamas de fuego," pero al Hijo le dice, "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de equidad el cetro de tu reino;" y Dios dice más: "Tú, oh Señor, en el principio pusiste los cimientos de la tierra, y los cielos son obras de tus manos." Heb. 1:8-10. Aquí encontramos al Padre refiriéndose al Hijo como Dios, y diciéndole 'tú pusiste los cimientos de la tierra; y los cielos son la obra de tus manos'. Cuando el Padre mismo le da este honor al Hijo, ¿quién es el hombre para negárselo? Con esto podemos muy bien concluir el testimonio concerniente a la divinidad de Cristo, y el hecho de que Él es el Creador de todas las cosas.
Una palabra de precaución es aquí necesaria. No imagine nadie que podemos exaltar a Cristo en detrimento del Padre, o que podemos con ello menospreciar al Padre. Eso es imposible, puesto que uno es el interés de ambos. Honramos al Padre al honrar al Hijo. Tenemos presentes las palabras de Pablo, "para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y para quien nosotros vivimos; y un Señor Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y por medio de quien vivimos" (1 Cor. 8:6); tal como ya hemos dicho, fue por Él que Dios hizo los mundos. Todas las cosas proceden finalmente de Dios, el Padre; aun Jesucristo mismo procedió y salió del Padre; pero agradó al Padre que en Él habitase toda la plenitud, y que Él fuera el Agente directo e inmediato en todo acto de la creación. Nuestro objetivo en este estudio es mostrar la posición precisa de igualdad con el Padre, para que su poder para redimir sea mejor apreciado.
¿ES CRISTO UN SER CREADO?
Antes de pasar a algunas de las lecciones prácticas que encierran estas verdades, debemos detenernos por unos momentos en una opinión que es sostenida sinceramente por muchos que jamás querrían deshonrar a Cristo voluntariamente, pero que, mediante dicha opinión, niegan en realidad su divinidad. Es la idea de que Cristo es un ser creado, quien, mediante una especial bendición de Dios, fue elevado a su exaltada posición actual. Nadie que comparta esta opinión puede tener una idea justa de la posición exaltada que Cristo ocupa realmente.
La opinión en cuestión está basada en una concepción errónea de un solo texto, el de Apocalipsis 3:14: "Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Así dice el Amén, el Testigo Fiel y Verdadero, el origen de la creación de Dios." Esto se interpreta equivocadamente pretendiendo que Cristo es el primer ser que Dios creó; que la obra de la creación de Dios empezó con Él. Pero esta opinión se opone a la Escritura que declara que Cristo mismo creó todas las cosas. Decir que Dios empezó su obra de creación creando a Cristo, es dejar a Cristo completamente fuera de la obra de la creación.
La palabra traducida "origen" es argo, significando "cabeza" o "jefe." Forma parte del nombre del gobernante griego Arson, de la palabra Arzobispo y de la palabra arcángel. Veamos esta última palabra: Cristo es el Arcángel, según Judas 9; 1 Tes. 4:16; Juan 5:28, 29 y Dan. 10:21. Esto no quiere decir que Él es el primero de los ángeles, porque Él no es un ángel, sino que está sobre todos ellos. Heb. 1:4. Significa que es el jefe o príncipe de los ángeles, tal como un arzobispo es la cabeza de los obispos. Cristo es el comandante de los ángeles. Ver Apoc. 19:11-14. Él creó a los ángeles. Col. 1:16. Así que la declaración de que Él es el comienzo o cabeza de la creación de Dios, significa que en Él tuvo sus comienzos la creación; que, como Él mismo dice, es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Primero y el Último. Apoc. 21:6; 22:13. Es la fuente de donde todas las cosas tienen su origen.
Jamás debiéramos suponer que Cristo es una criatura, debido a que Pablo lo llama (Col. 1:15) "el Primogénito de toda la creación;" porque los mismos versículos siguientes lo muestran como el Creador, y no la criatura. "Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. Porque Cristo existía antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él." Ahora, si Él creó todo lo que fue creado, y existió antes de todas las cosas creadas, es evidente que Él mismo no forma parte de las cosas creadas. Está por encima de toda la creación, y no es una parte de ella.
Las Escrituras declaran que Cristo es "el unigénito Hijo de Dios." Es engendrado, no creado. En referencia a cuándo, no nos corresponde a nosotros el inquirir, ni podrían nuestras mentes comprenderlo aunque se nos explicara. El profeta Miqueas nos dice todo cuanto podemos saber acerca de ello, en estas palabras: "Pero tú Belén Efrata, pequeña entre los millares de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad." Miqueas 5:2. Hubo un tiempo cuando Cristo procedió y vino de Dios, del seno del Padre (Juan 8:42; 1:18), pero fue tan atrás en los días de la eternidad que para el entendimiento finito significa sin comienzo.
Pero el hecho es que Cristo es el único Hijo de Dios, y no un ser creado. Posee por herencia un nombre más sublime que el de los ángeles; "Cristo, como hijo, es fiel sobre la casa de Dios." Heb. 1:4; 3:6. Y puesto que es el único Hijo de Dios, es la misma substancia y naturaleza de Dios y posee por nacimiento todos los atributos de Dios; porque al Padre agradó que su Hijo fuese la imagen expresa de su Persona, el resplandor de su gloria, y lleno con la plenitud de la divinidad. Así que tiene "vida en sí mismo"; Posee la inmortalidad por derecho propio, y puede conferirla a otros. La vida está inherente en Él, así que no le puede ser arrebatada; pero habiéndola entregado voluntariamente, la puede volver a tomar. Estas son sus palabras: "Por eso me ama el Padre, porque yo doy mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mí mismo. Tengo poder para darla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandato recibí de mi Padre." Juan 10:17,18.
Si alguien vuelve a entregarse a la antigua cavilación de cómo es posible que Cristo sea inmortal y sin embargo muriese, solo tenemos que decirle que no sabemos. No pretendemos comprenderlo todo sobre lo infinito. No podemos entender cómo Cristo pudo ser Dios en el principio, compartiendo la misma gloria con el Padre, antes de que el mundo fuera, y sin embargo nacer como un bebé en Belén. El misterio de la crucifixión y la resurrección no es sino el misterio de la encarnación. No podemos entender cómo Cristo puede ser Dios, y sin embargo hacerse hombre por nuestro bien. No podemos entender cómo pudo crear el mundo de la nada, ni cómo puede resucitar a los muertos, ni siquiera la manera en la que obra por su Espíritu en nuestros corazones; sin embargo creemos y conocemos estas cosas. Debiera ser suficiente para nosotros aceptar como verdad esas cosas que Dios ha revelado, sin tropezar sobre cosas que ni siquiera la mente de un ángel puede comprender. Por lo tanto, nos deleitamos en el poder infinito y la gloria que las Escrituras declaran que Cristo posee, sin inquietar nuestra mente finita en vanos intentos por explicar lo infinito.
Finalmente, sabemos de la unidad Divina entre el Padre y el Hijo por el hecho que los dos tienen el mismo Espíritu. Pablo, después de decir que aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios, continúa así: "Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él." Rom. 8:9. Aquí vemos que el Espíritu Santo es tanto el Espíritu de Dios como el Espíritu de Cristo. Cristo "está en el seno del Padre;" siendo por naturaleza de la misma sustancia de Dios, y teniendo vida en sí mismo, es llamado con toda propiedad Jehová, Aquel que existe por sí mismo, y así se lo describe en Jer. 23:5,6, donde leemos que el Renuevo justo, ejecutará juicio y justicia en la tierra, y lo llamarán por el nombre de Jehová-tsidekenu –JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA.
Por lo tanto, nadie que pretenda honrar a Cristo le dé menos honor del que da al Padre, pues esto sería deshonrar al Padre en la precisa medida de esa deficiencia. Que todos, junto a los ángeles del cielo, adoren al Hijo, sin miedo de estar adorando y sirviendo a la criatura en lugar de al Creador
Y ahora, mientras la verdad de la divinidad de Cristo sigue fresca en nuestras mentes,Podremos considerar la maravillosa historia de su humillación.
La mejor manera de comprender plenamente que significa en verdad la Justicia que Nuestro amado Jesús hizo por todos nosotros es primero comprender bien Su divinidad.
Quisiera poco a poco con todos mis hermanos que veamos con la biblia como es que Se nos manifestó en Carne.
Dios los bendiga a todos y queda abierto para que todos participemos y exaltemos a nuestro amado Señor. Amén
¿CÓMO CONSIDERAREMOS A CRISTO? Meditemos un poco y preguntemonos todos personalmente nuevamente ¿Cómo debiéramos considerar a Cristo?
Tal y como Él se ha revelado a sí mismo al mundo; de acuerdo al testimonio que Él dio concerniente a sí mismo. En ese maravilloso discurso registrado en el quinto capítulo de Juan, Jesús dijo: "Porque como el Padre resucita a los muertos, y les da vida; así también el Hijo da vida a los que quiere. Además, el Padre a nadie juzga, sino que confió todo el juicio al Hijo; para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió." Versículos 21-23.
A Cristo se le encomienda la más alta prerrogativa, la de juzgar. Ha de recibir el mismo honor que se le debe a Dios, y por la razón de que es Dios. El discípulo amado da este testimonio: "En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios." Juan 1:1. Que este Divino Verbo no es ningún otro que Jesucristo, queda claro en el versículo 14: "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria que, como Hijo único, recibió del Padre), lleno de gracia y de verdad."
El Verbo existía "en el principio." La mente del hombre no puede abarcar las edades que están comprendidas en esta frase. No le es dado al ser humano el saber cuándo o cómo fue engendrado el Hijo; pero sabemos que fue el Verbo divino, no únicamente antes de que viniera a este mundo a morir, sino incluso antes de que el mundo fuera creado. Momentos antes a su crucifixión, oró: "Ahora Padre, glorifícame a tu lado con la gloria que tuve junto a ti antes que el mundo fuera creado." Juan 17:5. Y más de setecientos años antes de su primer advenimiento, su venida fue predicha por la palabra inspirada: "Pero tú Belén Efrata, pequeña entre los millares de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad." Miqueas 5:2. Sabemos que Cristo "de Dios ha salido, y ha venido" (Juan 8:42), pero fue tan atrás en las edades de la eternidad como para estar más allá del alcance de la mente del hombre.
¿ES CRISTO DIOS?
A Cristo se le llama Dios en muchos lugares de la Biblia,. El Salmista dice: "El Dios de dioses, el Eterno Jehová, habla, y convoca la tierra desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. Desde Sión, dechado de hermosura, resplandece Dios. Vendrá nuestro Dios, y no callará. Fuego consumirá delante de él, y una poderosa tempestad lo rodeará. Convocará a los altos cielos, y la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme a mis fieles, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y los cielos anunciarán su justicia, porque Dios mismo es el juez." Sal. 50:1-6. Se puede constatar que este pasaje hace referencia a Cristo: (1) por el hecho ya considerado de que todo el juicio se le encomendó al Hijo; y (2) por el hecho de que es en la segunda venida de Cristo cuando manda a sus ángeles para que recojan a sus escogidos de los cuatro vientos. Mat. 24:31. "Vendrá nuestro Dios y no callará." No; porque cuando el Señor mismo desciende del cielo, será "con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios." 1 Tes. 4:16. Esta aclamación será la voz del Hijo de Dios, la cual será oída por todos aquellos que están en el sepulcro, haciéndoles salir de él. Juan 5:28, 29. Juntamente con los justos vivos serán llevados a encontrar al Señor en el aire, para estar siempre con Él; y esto constituirá "nuestra reunión con él." 2 Tes. 2:1. Comparar con Sal. 50:5; Mat. 24:31 y 1 Tes. 4:16.
"Fuego consumirá delante de él, y una poderosa tempestad lo rodeará;" porque cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo con sus ángeles poderosos, lo hará "en llama de fuego, para dar la retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo." 2 Tes. 1:8. Por eso sabemos que el Salmo 50:1-6 es una descripción vívida de la segunda venida de Cristo para la salvación de su pueblo. Cuando Él venga, será como "Dios poderoso." Comparar con Hab. 3.
"Dios poderoso" es uno de los títulos legítimos de Cristo. Mucho antes del primer advenimiento de Cristo, el profeta Isaías habló estas palabras para reconfortar a Israel: "Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el gobierno estará sobre su hombro. Será llamado Maravilloso, Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz." Isa. 9:6.
Estas no son simplemente las palabras de Isaías; son las palabras del Espíritu de Dios. Dios, en alusión directa al Hijo, lo llama por el mismo título. En el Salmo 45:6 leemos estas palabras: "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre. Cetro de justicia es el cetro de tu reino." El lector casual pudiera tomar esto como la simple alabanza del Salmista; pero cuando vamos al Nuevo Testamento, encontramos que es mucho más. Encontramos que es Dios el Padre quien habla, y que se está refiriendo al Hijo. Y lo llama Dios. Ver Heb. 1:1-8.
Este nombre no le fue dado a Cristo como consecuencia de algún gran logro, sino que es suyo por derecho de herencia. Hablando del poder y la grandeza de Cristo, el escritor de Hebreos dice que es hecho tanto mejor que los ángeles, porque "el Nombre que heredó es más sublime que el de ellos." Heb. 1:4. Un hijo siempre toma legítimamente el nombre del padre; y Cristo, como "el unigénito Hijo de Dios," tiene, legítimamente, el mismo nombre. Un hijo también es en mayor o menor grado una reproducción del padre; hasta cierto punto tiene los rasgos y características personales de su padre; no perfectamente, porque no hay reproducción perfecta entre los humanos. Pero no hay imperfección en Dios, ni en ninguna de sus obras; de forma que Cristo es la "imagen expresa" de la persona del Padre. Heb. 1:3. Como el Hijo del Dios que tiene existencia propia, tiene por naturaleza todos los atributos de la Deidad.
Es cierto que hay muchos hijos de Dios; pero Cristo es el "Unigénito Hijo de Dios," y por lo tanto, el Hijo de Dios en un sentido en el que ningún otro ser lo ha sido, ni lo pudiera ser nunca. Los ángeles son hijos de Dios, como lo fue Adán (Job 38:7; Lucas 3:38), por creación; los cristianos son hijos de Dios por adopción (Rom. 8:14,15); pero Cristo es el Hijo de Dios por nacimiento. El escritor de la epístola a los Hebreos muestra además que la posición del Hijo de Dios no es una a la que Cristo ha sido elevado, sino que la posee por derecho. Dice que Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, como un sirviente, "Y Cristo, como hijo, es fiel sobre la casa de Dios." Heb. 3:6. Y también afirma que Cristo es el Constructor de la casa. Versículo 3. Es Él quien construye el templo del Señor, y lleva la gloria. Zac. 6:12,13.
Cristo mismo enseñó de la manera más enfática que Él es Dios. Cuando el joven rico le preguntó, "Maestro Bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Jesús, antes de contestar a la pregunta, le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? No hay sino Uno solo bueno, esto es, Dios." Mar. 10:17,18. ¿Qué quiso decir Jesús con estas palabras? ¿Quiso desmentir el epíteto que el joven rico le aplicó? ¿Pretendió insinuar que Él no era realmente bueno? ¿Fue un mero despliegue de modestia? De ninguna manera, porque Cristo era absolutamente bueno. A los Judíos, quienes constantemente lo observaban para descubrir algún fallo con qué acusarlo, les dijo audazmente, "¿Quién de vosotros me halla culpable de pecado?" Juan 8:46. En toda la nación Judía no se encontraba un solo hombre que lo hubiera visto hacer algo o pronunciar una palabra que tuviera siquiera la apariencia de maldad; y aquellos que estaban determinados a condenarlo, solo pudieron hacerlo empleando testigos falsos contra Él. Pedro dice que "no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca." 1 Ped. 2:22. Pablo dice que "no conoció pecado." 2 Cor. 5:21. El Salmista dice, "Él es mi roca, y en él no hay injusticia." Sal. 92:15. Y Juan dice, "Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay pecado." 1 Juan 3:5.
Cristo no puede negarse a sí mismo, por lo tanto no pudo decir que no era bueno. Es y era absolutamente bueno: la perfección de la bondad. Y siendo que no hay ninguno bueno sino Dios, dado que Cristo es bueno, se deduce que Cristo es Dios, y eso es precisamente lo que se propuso mostrar al joven rico.
Eso fue también lo que enseñó a sus discípulos. Cuando Felipe le dijo a Jesús, "Muéstranos el Padre y nos basta," Jesús le dijo: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices muéstranos al Padre?" Juan 14:8,9. Esto tiene la misma contundencia que la declaración: "Yo y el Padre somos uno." Juan 10:30. Tan completamente era Cristo Dios, incluso estando todavía aquí entre los hombres, que cuando le pidieron que mostrara al Padre, le bastó con decir, 'miradme a mí'. Y eso trae a la mente aquella frase en la que el Padre introduce al Unigénito: "Adórenle todos los ángeles de Dios." Heb. 1:6. No fue solamente cuando Cristo estaba compartiendo la gloria con el Padre antes que el mundo fuera, que era digno de homenaje, sino que cuando se hizo un bebé en Belén, aun entonces se ordenó a todos los ángeles de Dios que lo adoraran.
Los Judíos no malinterpretaron la enseñanza de Cristo acerca de sí mismo. Cuando afirmó que era uno con el Padre, los Judíos tomaron piedras par apedrearle; y cuando les preguntó que por cuál de sus buenas obras lo buscaban para apedrearlo, contestaron: "No queremos apedrearte por buena obra, sino por la blasfemia; porque tú siendo hombre, te haces Dios." Juan 10:33. Si Él hubiera sido lo que ellos consideraban, un simple hombre, sus palabras hubieran sido en verdad blasfemia. Pero todos aca sabemos claramente que Cristo es Dios.
El objetivo de Cristo al venir a la tierra fue el de revelar a Dios a los hombres, para que pudiesen venir a Él. Por esto el apóstol Pablo dice que "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Cor. 5:19); y en Juan leemos que el Verbo, que era Dios, se "hizo carne." Juan 1:1,14. En el mismo contexto, se especifica, "A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a conocer." Juan 1:18.
Observemos la expresión, "El Hijo único, que está en el seno del Padre." Tiene allí su morada, y está allí como parte de la Divinidad, tan ciertamente cuando estaba en la tierra como estando en el cielo. El uso del tiempo presente implica existencia continua. Presenta la misma idea que encierra la declaración de Jesús a los Judíos (Juan 8:58), "Antes que Abraham existiera, yo soy." Y esto demuestra una vez más su identidad con Aquel que se le apareció a Moisés en la zarza ardiendo, quien declaró su nombre en estos términos: "YO SOY EL QUE SOY."
Finalmente, tenemos las palabras inspiradas del apóstol Pablo concernientes a Jesucristo: "Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud." Col. 1:19. En el siguiente capítulo se nos dice en qué consiste esa plenitud que habita en Él: "en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad." Col. 2:9. Este es el testimonio más absoluto e inequívoco del hecho de que Cristo posee por naturaleza todos los atributos de la Divinidad. La divinidad de Cristo vendrá a ser un hecho prominente a medida que procedamos a considerar a CRISTO COMO CREADOR Inmediatamente a continuación del tan conocido versículo que dice que Cristo, el Verbo, es Dios, leemos que "Todas las cosas fueron hechas por él. Y nada de cuanto existe fue hecho sin él." Juan 1:3. Ningún comentario puede hacer esta declaración más clara de lo que es por sí misma, por lo tanto pasamos a las palabras de Heb. 1:1-4: "Dios . . . en estos últimos días nos habló por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien hizo todos los mundos. El Hijo es el resplandor de su gloria, la misma imagen de su ser real, el que sostiene todas las cosas con su poderosa Palabra. Después de efectuar la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. El Hijo llegó a ser tanto más excelente que los ángeles, así como el Nombre que heredó es más sublime que el de ellos."
Aun más enfático que esto son las palabras del apóstol Pablo a los Colosenses. Hablando de Cristo como el único mediante quien tenemos redención, lo describe como el que "es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. Porque Cristo existía antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él." Col. 1:15-17.
Este maravilloso texto debiera ser objeto de cuidadoso estudio y constante contemplación. No deja ni una sola cosa en el universo que Cristo no haya creado. Él lo hizo todo en el cielo y en la tierra; Hizo todo lo que puede ser visto, y todo lo que no puede verse; los tronos y los dominios, los principados y los poderes en el cielo, todos dependen de Él para la existencia. Y siendo que Él es antes de todas las cosas, y Creador de las mismas, así por Él subsisten todas las cosas, o se sostienen. Esto es equivalente a lo escrito en Hebreos 1:3, de que Él sostiene todas las cosas por su poderosa palabra. Fue por la palabra que fueron hechos los cielos; y esa misma palabra los sostiene en su lugar, y los guarda de la destrucción.
De ninguna manera podemos omitir en este contexto a Isa. 40:25,26: "¿A qué, pues, me asemejaréis o me compararéis? pregunta el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad. ¿Quién creó estas cosas? Aquel que saca su ejército de estrellas, llama a cada una por su nombre. Tan grande es su poder y su fuerza, que ninguna faltará." O, como lo presenta más enfáticamente la traducción Judía, "de Aquel que es grande en fuerza y fuerte en poder, nadie escapa." Que Cristo es el Santo que llama al ejército de los cielos por nombre y lo mantiene en su lugar, es evidente por otras porciones del mismo capítulo. Él es de quien fue dicho con anterioridad, "Preparad en el desierto el camino al Eterno, enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios." Él es el que viene con brazo poderoso, trayendo consigo su recompensa; el que, como un pastor, alimenta su rebaño, llevando a las ovejas en su seno.
Una declaración más, concerniente a Cristo como Creador, debe bastar. Se trata del testimonio del Padre mismo. En el primer capítulo de Hebreos leemos que Dios nos habló por su Hijo; dice de Él, "Adórenlo todos los ángeles de Dios." De los ángeles dice, "hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llamas de fuego," pero al Hijo le dice, "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de equidad el cetro de tu reino;" y Dios dice más: "Tú, oh Señor, en el principio pusiste los cimientos de la tierra, y los cielos son obras de tus manos." Heb. 1:8-10. Aquí encontramos al Padre refiriéndose al Hijo como Dios, y diciéndole 'tú pusiste los cimientos de la tierra; y los cielos son la obra de tus manos'. Cuando el Padre mismo le da este honor al Hijo, ¿quién es el hombre para negárselo? Con esto podemos muy bien concluir el testimonio concerniente a la divinidad de Cristo, y el hecho de que Él es el Creador de todas las cosas.
Una palabra de precaución es aquí necesaria. No imagine nadie que podemos exaltar a Cristo en detrimento del Padre, o que podemos con ello menospreciar al Padre. Eso es imposible, puesto que uno es el interés de ambos. Honramos al Padre al honrar al Hijo. Tenemos presentes las palabras de Pablo, "para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y para quien nosotros vivimos; y un Señor Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y por medio de quien vivimos" (1 Cor. 8:6); tal como ya hemos dicho, fue por Él que Dios hizo los mundos. Todas las cosas proceden finalmente de Dios, el Padre; aun Jesucristo mismo procedió y salió del Padre; pero agradó al Padre que en Él habitase toda la plenitud, y que Él fuera el Agente directo e inmediato en todo acto de la creación. Nuestro objetivo en este estudio es mostrar la posición precisa de igualdad con el Padre, para que su poder para redimir sea mejor apreciado.
¿ES CRISTO UN SER CREADO?
Antes de pasar a algunas de las lecciones prácticas que encierran estas verdades, debemos detenernos por unos momentos en una opinión que es sostenida sinceramente por muchos que jamás querrían deshonrar a Cristo voluntariamente, pero que, mediante dicha opinión, niegan en realidad su divinidad. Es la idea de que Cristo es un ser creado, quien, mediante una especial bendición de Dios, fue elevado a su exaltada posición actual. Nadie que comparta esta opinión puede tener una idea justa de la posición exaltada que Cristo ocupa realmente.
La opinión en cuestión está basada en una concepción errónea de un solo texto, el de Apocalipsis 3:14: "Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Así dice el Amén, el Testigo Fiel y Verdadero, el origen de la creación de Dios." Esto se interpreta equivocadamente pretendiendo que Cristo es el primer ser que Dios creó; que la obra de la creación de Dios empezó con Él. Pero esta opinión se opone a la Escritura que declara que Cristo mismo creó todas las cosas. Decir que Dios empezó su obra de creación creando a Cristo, es dejar a Cristo completamente fuera de la obra de la creación.
La palabra traducida "origen" es argo, significando "cabeza" o "jefe." Forma parte del nombre del gobernante griego Arson, de la palabra Arzobispo y de la palabra arcángel. Veamos esta última palabra: Cristo es el Arcángel, según Judas 9; 1 Tes. 4:16; Juan 5:28, 29 y Dan. 10:21. Esto no quiere decir que Él es el primero de los ángeles, porque Él no es un ángel, sino que está sobre todos ellos. Heb. 1:4. Significa que es el jefe o príncipe de los ángeles, tal como un arzobispo es la cabeza de los obispos. Cristo es el comandante de los ángeles. Ver Apoc. 19:11-14. Él creó a los ángeles. Col. 1:16. Así que la declaración de que Él es el comienzo o cabeza de la creación de Dios, significa que en Él tuvo sus comienzos la creación; que, como Él mismo dice, es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Primero y el Último. Apoc. 21:6; 22:13. Es la fuente de donde todas las cosas tienen su origen.
Jamás debiéramos suponer que Cristo es una criatura, debido a que Pablo lo llama (Col. 1:15) "el Primogénito de toda la creación;" porque los mismos versículos siguientes lo muestran como el Creador, y no la criatura. "Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. Porque Cristo existía antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él." Ahora, si Él creó todo lo que fue creado, y existió antes de todas las cosas creadas, es evidente que Él mismo no forma parte de las cosas creadas. Está por encima de toda la creación, y no es una parte de ella.
Las Escrituras declaran que Cristo es "el unigénito Hijo de Dios." Es engendrado, no creado. En referencia a cuándo, no nos corresponde a nosotros el inquirir, ni podrían nuestras mentes comprenderlo aunque se nos explicara. El profeta Miqueas nos dice todo cuanto podemos saber acerca de ello, en estas palabras: "Pero tú Belén Efrata, pequeña entre los millares de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad." Miqueas 5:2. Hubo un tiempo cuando Cristo procedió y vino de Dios, del seno del Padre (Juan 8:42; 1:18), pero fue tan atrás en los días de la eternidad que para el entendimiento finito significa sin comienzo.
Pero el hecho es que Cristo es el único Hijo de Dios, y no un ser creado. Posee por herencia un nombre más sublime que el de los ángeles; "Cristo, como hijo, es fiel sobre la casa de Dios." Heb. 1:4; 3:6. Y puesto que es el único Hijo de Dios, es la misma substancia y naturaleza de Dios y posee por nacimiento todos los atributos de Dios; porque al Padre agradó que su Hijo fuese la imagen expresa de su Persona, el resplandor de su gloria, y lleno con la plenitud de la divinidad. Así que tiene "vida en sí mismo"; Posee la inmortalidad por derecho propio, y puede conferirla a otros. La vida está inherente en Él, así que no le puede ser arrebatada; pero habiéndola entregado voluntariamente, la puede volver a tomar. Estas son sus palabras: "Por eso me ama el Padre, porque yo doy mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mí mismo. Tengo poder para darla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandato recibí de mi Padre." Juan 10:17,18.
Si alguien vuelve a entregarse a la antigua cavilación de cómo es posible que Cristo sea inmortal y sin embargo muriese, solo tenemos que decirle que no sabemos. No pretendemos comprenderlo todo sobre lo infinito. No podemos entender cómo Cristo pudo ser Dios en el principio, compartiendo la misma gloria con el Padre, antes de que el mundo fuera, y sin embargo nacer como un bebé en Belén. El misterio de la crucifixión y la resurrección no es sino el misterio de la encarnación. No podemos entender cómo Cristo puede ser Dios, y sin embargo hacerse hombre por nuestro bien. No podemos entender cómo pudo crear el mundo de la nada, ni cómo puede resucitar a los muertos, ni siquiera la manera en la que obra por su Espíritu en nuestros corazones; sin embargo creemos y conocemos estas cosas. Debiera ser suficiente para nosotros aceptar como verdad esas cosas que Dios ha revelado, sin tropezar sobre cosas que ni siquiera la mente de un ángel puede comprender. Por lo tanto, nos deleitamos en el poder infinito y la gloria que las Escrituras declaran que Cristo posee, sin inquietar nuestra mente finita en vanos intentos por explicar lo infinito.
Finalmente, sabemos de la unidad Divina entre el Padre y el Hijo por el hecho que los dos tienen el mismo Espíritu. Pablo, después de decir que aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios, continúa así: "Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él." Rom. 8:9. Aquí vemos que el Espíritu Santo es tanto el Espíritu de Dios como el Espíritu de Cristo. Cristo "está en el seno del Padre;" siendo por naturaleza de la misma sustancia de Dios, y teniendo vida en sí mismo, es llamado con toda propiedad Jehová, Aquel que existe por sí mismo, y así se lo describe en Jer. 23:5,6, donde leemos que el Renuevo justo, ejecutará juicio y justicia en la tierra, y lo llamarán por el nombre de Jehová-tsidekenu –JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA.
Por lo tanto, nadie que pretenda honrar a Cristo le dé menos honor del que da al Padre, pues esto sería deshonrar al Padre en la precisa medida de esa deficiencia. Que todos, junto a los ángeles del cielo, adoren al Hijo, sin miedo de estar adorando y sirviendo a la criatura en lugar de al Creador
Y ahora, mientras la verdad de la divinidad de Cristo sigue fresca en nuestras mentes,Podremos considerar la maravillosa historia de su humillación.
La mejor manera de comprender plenamente que significa en verdad la Justicia que Nuestro amado Jesús hizo por todos nosotros es primero comprender bien Su divinidad.
Quisiera poco a poco con todos mis hermanos que veamos con la biblia como es que Se nos manifestó en Carne.
Dios los bendiga a todos y queda abierto para que todos participemos y exaltemos a nuestro amado Señor. Amén