Re: ***Nuevo Libro del G-12*y*Entrevista***
Tanto en el ministerio de Juan el Bautista (Mat. 21:32) como en el del Señor mismo, vemos otra actitud hacia las mujeres. En el caso de Cristo, la diferencia es especialmente marcada. Jesús admitía a mujeres entre el círculo mayor de sus discípulos. Cuando María se sentó a los pies de Cristo estaba tomando la posición de discípula aprendiz de sus enseñanzas. Al protestar Marta porque su hermana le había dejado servir sola en las labores tradicionales de las mujeres, el Señor afirmaba la decisión tomada por María. Pues declaró que ella había escogido la buena parte y que no le sería quitada (Lu. 10:42). ¡Qué diferente esto de lo que el Rabino Eliezer dijo a una prosélita estudiosa, «No hay sabiduría en una mujer excepto del [trabajo de ella]»!23
Después de la resurrección la actitud de aceptación hacia las mujeres que el Señor mostraba continuaba en la iglesia. Así que hallamos un número de mujeres, incluyendo a María la madre de Jesús, unánimes con los discípulos en el Aposento Alto en oración (Hech. 1:14) esperando el derramamiento del Espíritu Santo. Al levantarse Pedro para hablar en el día de Pentecostés, explica el fenómeno del bautismo en el Espíritu Santo citando al profeta Joel, «En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán.... Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán» (Hech. 2:17s.). Las mujeres son incluidas en la porción profética que Pedro cita. Puesto que el judaísmo del tiempo apostólico marginaba a las mujeres como hemos visto, y suponiendo que mujeres integraban a los que fueron bautizados en el Espíritu Santo el día de Pentecostés, como aquí hemos notado, el mensaje profético citado por Pedro es muy significativo para este estudio.
Al poner nuestra atención en el ámbito de los judíos de cultura griega, hallamos testimonio bíblico de que habían mujeres activas en el ministerio de la iglesia durante la época apostólica. Felipe el evangelista, uno de los siete diáconos de habla griega (Hech. 6:1-6), tenía cuatro hijas vírgenes quienes profetizaban (Hech. 21:8s.). Priscila, en compañía con su esposo Aquila, al venir de Roma trabajaba en la obra junto con él entre los gentiles de Asia Menor. A menudo su labor era en apoyo al ministerio y en cooperación con la del apóstol Pablo. Es especialmente interesante lo de Priscila, puesto que, en las seis menciones de ella y su esposo, cuatro veces el nombre de ella va primero indicando que, de alguna manera, era la más prominente de los dos (Hech. 18:18, 26; Rom. 16:3; 2Tim. 4:19). Y cuando Priscila y Aquila tomaron aparte a Apolos para exponerle «más exactamente el camino de Dios», el pasaje nos hace entender que tanto Priscila como Aquila eran activos en el asunto (Hech. 18:24-26). Otra pareja que Pablo menciona como «ilustres entre los apóstoles»30 son Andrónico y Junia (Rom. 16:7). Estaban presentes en Roma al enviar el Apóstol su epístola a esta ciudad, y por la manera en que Pablo les saluda, se sobreentiende que estaban activos en ministerio allí.
Tanto en el ministerio de Juan el Bautista (Mat. 21:32) como en el del Señor mismo, vemos otra actitud hacia las mujeres. En el caso de Cristo, la diferencia es especialmente marcada. Jesús admitía a mujeres entre el círculo mayor de sus discípulos. Cuando María se sentó a los pies de Cristo estaba tomando la posición de discípula aprendiz de sus enseñanzas. Al protestar Marta porque su hermana le había dejado servir sola en las labores tradicionales de las mujeres, el Señor afirmaba la decisión tomada por María. Pues declaró que ella había escogido la buena parte y que no le sería quitada (Lu. 10:42). ¡Qué diferente esto de lo que el Rabino Eliezer dijo a una prosélita estudiosa, «No hay sabiduría en una mujer excepto del [trabajo de ella]»!23
Después de la resurrección la actitud de aceptación hacia las mujeres que el Señor mostraba continuaba en la iglesia. Así que hallamos un número de mujeres, incluyendo a María la madre de Jesús, unánimes con los discípulos en el Aposento Alto en oración (Hech. 1:14) esperando el derramamiento del Espíritu Santo. Al levantarse Pedro para hablar en el día de Pentecostés, explica el fenómeno del bautismo en el Espíritu Santo citando al profeta Joel, «En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán.... Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán» (Hech. 2:17s.). Las mujeres son incluidas en la porción profética que Pedro cita. Puesto que el judaísmo del tiempo apostólico marginaba a las mujeres como hemos visto, y suponiendo que mujeres integraban a los que fueron bautizados en el Espíritu Santo el día de Pentecostés, como aquí hemos notado, el mensaje profético citado por Pedro es muy significativo para este estudio.
Al poner nuestra atención en el ámbito de los judíos de cultura griega, hallamos testimonio bíblico de que habían mujeres activas en el ministerio de la iglesia durante la época apostólica. Felipe el evangelista, uno de los siete diáconos de habla griega (Hech. 6:1-6), tenía cuatro hijas vírgenes quienes profetizaban (Hech. 21:8s.). Priscila, en compañía con su esposo Aquila, al venir de Roma trabajaba en la obra junto con él entre los gentiles de Asia Menor. A menudo su labor era en apoyo al ministerio y en cooperación con la del apóstol Pablo. Es especialmente interesante lo de Priscila, puesto que, en las seis menciones de ella y su esposo, cuatro veces el nombre de ella va primero indicando que, de alguna manera, era la más prominente de los dos (Hech. 18:18, 26; Rom. 16:3; 2Tim. 4:19). Y cuando Priscila y Aquila tomaron aparte a Apolos para exponerle «más exactamente el camino de Dios», el pasaje nos hace entender que tanto Priscila como Aquila eran activos en el asunto (Hech. 18:24-26). Otra pareja que Pablo menciona como «ilustres entre los apóstoles»30 son Andrónico y Junia (Rom. 16:7). Estaban presentes en Roma al enviar el Apóstol su epístola a esta ciudad, y por la manera en que Pablo les saluda, se sobreentiende que estaban activos en ministerio allí.