Re: La imagen de la Bestia....que es?
segunda parte.
La Bestia que Sube de la Tierra (13:11-18)
11 Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón.
12 Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
13 También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
15 Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
16 Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;
17 y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
11 De la misma manera en que la bestia que subía del mar era una imagen del dragón, vemos otra criatura que es imagen de la bestia. Juan vio esta bestia subiendo de la tierra, surgiendo desde dentro de Israel mismo. En 16:13 y 19:20 se nos da la identificación de esta bestia terrestre. Es el falso profeta, que representa lo que Jesús había predicho que tendría lugar en los últimos días de Israel: "Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán... Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos" (Mat. 24: 5, 11). El surgimiento de falsos profetas es paralelo al de los anticristos; pero, mientras los anticristos habían apostatado hacia el judaísmo desde dentro de la Iglesia, los falsos profetas eran dirigentes religiosos judíos que buscaban seducir a los cristianos desde fuera. Como ha observado Cornelis Vanderwaal: "En las Escrituras, la falsa profecía aparece sólo dentro del contexto del pacto"; 14 es la imitación de la verdadera profecía, y funciona en relación con el pueblo del pacto. Moisés había advertido que se levantarían falsos profetas desde dentro del pueblo del pacto, y que harían señales y maravillas (Deut. 13:1-5).
Es importante recordar que el judaísmo no es en absoluto religión del Antiguo Testamento; más bien, es un completo rechazo de la fe bíblica en favor de la herejía farisaica y talmúdica. Como los Mormones, los Testigos de Jehová, la Iglesia de la Unificación, y otras sectas, el judaísmo asegura que está basada en la Biblia; pero su verdadera autoridad viene de las tradiciones de los hombres. Jesús fue bien claro: El judaísmo niega a Cristo precisamente porque niega a Moisés (Juan 5:45-47). Sólo el cristianismo ortodoxo es la verdadera continuación y el verdadero cumplimiento de la religión del Antiguo Testamento (véase Mat. 5:17-20; 15:1-9; Mar. 7:1-13; Luc. 16:29-31; Juan 8:42-47).
Los falsos profetas judíos tenían la apariencia de un cordero, como Jesús había advertido: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mat. 7:15). Esta es una referencia, no sólo al disfraz del falso profeta como miembro de la grey de Dios, sino a sus pretensiones específicamente mesiánicas. En realidad, era un lobo, una bestia, que hablaba como dragón. ¿Cómo habla el dragón? Habla sutil y seductoramente para alejar al pueblo de Dios de la fe y llevarle a una trampa (Gén. 3:1-6, 13; 2 Cor. 11:3; Apoc. 12:9); además, es mentiroso, calumniador, y blasfemo (Juan 8:44; Apoc. 12:10). El libro de los Hechos registra numerosos ejemplos de falsos testimonios draconianos de judíos contra cristianos, un gran problema para la Iglesia primitiva (Hech. 6:9-15; 13:10; 14:2-5; 17:5-8; 18:6, 12-13; 19:9; 21:27-36; 24:1-9; 25:2-3, 7).
12 Los dirigentes judíos, simbolizados por esta bestia que subía de la tierra, unió fuerzas con la bestia de Roma en un intento por destruir la Iglesia (Hech. 4:24-28; 12:1-3; 13:8; 14:5; 17:5-8; 18:12-13; 21:11; 24:1-9; 25:2-3, 9, 24). Así, la bestia que subía de la tierra ejercía toda la autoridad de la primera bestia: "Como la primera bestia es el agente del dragón, así también la segunda bestia es el agente de la primera bestia. 'Toda la autoridad' convierte por completo a la segunda bestia en el agente de la primera bestia". 15 El judaísmo apóstata se subordinó por completo al estado romano. Esto es subrayado por la afirmación de Juan (repetida en el v. 14) de que el falso profeta ejerció la autoridad de la bestia en su presencia. Esto contrasta directamente con la función del verdadero profeta, que estaba en pie "delante [del rostro] del Señor", en la presencia de Dios, bajo su autoridad y su bendición (1 Sam. 1:22; 2:18, 1 Rey. 17:1; comp. Núm. 6:24-26; Oseas 6:2; Jonás 1:3, 10), de la misma manera en que se dice que los siete ángeles/trompetas "estaban en pie delante de Dios" (8:2). El profeta tenía el privilegio de entrar al salón del trono de Dios en la Nube de Gloria como miembro del concilio celestial, donde se formulaba el divino plan de acción (comp. Éx. 33:8-11; 1 Reyes 22:19.23; Jer. 23:18; Eze. 1:10; Amós 3:7; esto se indica también por el hecho de que los profetas son llamados ángeles: 2 Crón. 36:15-16; Hag. 1:13; Mal. 3:1). 16 "El verdadero profeta vive en la presencia de Dios, recibiendo órdenes de Él y haciendo su voluntad; el falso profeta está en pie delante de la bestia, cuyo intérprete y siervo es". 17 Que tal cosa pudiera decirse jamás de los dirigentes religiosos de Israel, el pueblo del pacto, muestra hasta dónde habían apostatado de la fe de sus padres. Guiaron a Israel en la adoración del Emperador, haciendo que la tierra y los que moran en ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada (una resurrección falsa de un hijo falso). Es interesante notar que es la resurrección de la bestia la que se da (aquí y en el v. 14) como la razón del culto - del mismo modo que el culto cristiano está en fin de cuentas fundado en la resurrección de Cristo como prueba de su carácter y posición mesiánicos (1 Cor. 15). La resurrección falsificada de Roma sirvió como el falso testimonio de Israel, su "prueba" de que Cristo no era el Mesías.
13-14 El falso profeta también hizo grandes milagros en el servicio del imperio: A diferencia de los impotentes y falsos profetas de Baal, hasta hace llover fuego del cielo a la tierra; así engaña este falso Elías a los que moran en la tierra. Jesús había advertido que "se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mat. 24:24), y esto se cumplió numerosas veces al progresar hasta su clímax el período de los "últimos días" de Israel. El libro de los Hechos registra varios casos de falsos profetas judíos que hacían milagros, y que entraron en conflicto con la Iglesia (cf. 8:9-24) y trabajaron a las órdenes de oficiales romanos (comp. Hech. 13:6-11); como Jesús había predicho (Mat. 7:22-23), algunos de ellos hasta usaron su nombre en sus encantamientos (Hech. 19:13-16). En imitación de los profetas bíblicos, que invocaban la ira llameante de Dios contra los apóstatas y violadores de la ley (Lev. 10:1-2; Núm. 16:28-35; 1 Rey. 18:36-40; 2 Rey. 1:9-16; Amós 1:3-2:5; Apoc. 11:5), los dirigentes judíos parecían ejercer los juicios de Dios contra la Iglesia, excomulgando cristianos de las sinagogas y persiguiéndoles hasta la muerte. Nuevamente, Juan subraya la condición apóstata de estos profetas judíos, observando que ellos hacen sus maravillas en presencia de los hombres y en la presencia de la bestia, más bien que "delante del trono y del Cordero" (7:9; comp. 3:5; 4:10; 5:8; 7:11, 15; 8:2; 11:4, 16; 14:3, 10; 15:4).
La perversidad de los dirigentes de Israel es tal que estimulan a los que moran en la tierra - el pueblo judío - a hacer una imagen de la bestia, como Nabucodonosor había erigido una imagen de sí mismo (Dan. 3). Antes de que podamos hacer una identificación plena de esta imagen, será necesario examinar los antecedentes religiosos y el contexto en el cual éstos aparecen. Primero que nada, la profundidad de la apostasía de Israel hay que verla en su rechazo del Señor Jesucristo, el verdadero Dios y Salvador, en favor de César. Juan revela esto en su verdadera luz como idolatría (comp. 9:20). No es necesario suponer que los judíos se inclinaron literalmente ante una imagen tallada; el punto es que estaban adorando y sirviendo a un dios extraño.
Algunos objetarán que los judíos nunca fueron culpables de "idolatría" después del exilio. En respuesta, repetimos nuevamente el excelente resumen de Herbert Schlossberg sobre la esencia de la idolatría: "En su más amplio significado, la idolatría se entiende correctamente como cualquier sustitución del creador por lo que es creado. La gente puede adorar la naturaleza, el dinero, la humanidad, el poder, la historia, o los sistemas políticos y sociales en vez de a Dios, que los creó a todos ellos. En particular, los escritores del Nuevo Testamento reconocieron que no es necesario que la relación sea explícitamente de adoración cúltica; un hombre puede colocar a cualquier persona o cualquier cosa en la cumbre de su pirámide de valores, y eso es en fin de cuentas aquéllo a lo cual sirve. La condición de final de ese servicio afecta profundamente la manera en que vive". 18 Además, es claro que los profetas post-exílicos sí consideraban como idólatras a los judíos de su tiempo (comp. Zac. 13:1-3; Mal. 3:5-7).
El carácter idólatra del Israel apóstata se presupone a través del mensaje del Nuevo Testamento. En Romanos 2, el apóstol Pablo acusa específicamente a los judíos de vivir sin ley y en apostasía. En los versículos 21-22, dice: "Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a tí mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtarm ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?" Claramente, Pablo está acusando al Israel apóstata de cometer idolatría (o su equivalente). Es crucial observar que todas las acusaciones en Romanos 2 se refieren a Israel como un todo; obviamente, si se aplicaran sólo a unos pocos seleccionados, su argumento no tendría fuerza. (Puesto que también les acusa de cometer adulterio, es por lo menos posible que él tiene en mente adulterio "religioso" contra su verdadero Esposo, Jesucristo). En general , los comentaristas han supuesto que la acusación de idolatría significa o que los judíos eran culpables de robar los templos paganos (por ej., Crisóstomo, Henry Alford, John Murray; comp. Hech. 19:37, que indica que los judíos pueden haber sido considerados responsables de esta falta), o que ellos estaban cometiendo "sacrilegio" en un sentido más general, por medio de su impiedad, irreverencia, e incredulidad (por ej., Juan Calvino, Charles Hedge; comp. 1 Sam. 15:23; Neh. 13:4-12; Mal. 1:6-14; 3:8-9; Col. 3:5). Lo que no se nota generalmente es que la lista entera de crímenes en Rom. 2:20-23 ha sido tomada de Malaquías 2-3, indicando que la acusación de "robar templos" (y, por lo tanto, de idolatría) se relaciona con el hecho de que los Israelitas habían dejado de diezmar y rehusaban honrar a Dios como tal (comp. Mat. 15:7-9). Dios dice por medio de Malaquías:
Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y nos las guardásteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijísteis: ¿En qué hemos de volvernos? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijísteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Maldito sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. (Mal. 3:7-9)
Buena parte de la definición de idolatría del Catecismo Mayor de Westminster (virtualmente cada palabra del cual está referida abundantemente a las Escrituras) es aplicable al carácter religioso de Israel durante los Últimos Días: "Todos los pecados prohibidos en el segundo mandamiento consisten de concebir, aconsejar, ordenar, usar, y de cualquier modo aprobar, cualquier culto religioso no instituído por Dios mismo; tolerar una falsa religión; ... todas las estratagemas supersticiosas, que corrompen el culto de Dios, que le añaden, o que le quitan, ya sean inventadas y concebidas por nosotros mismos, o recibidas de otros por tradición, aunque sea bajo el título de antigüedad, costumbre, devoción, buena intención, o cualquier otra excusa en absoluta; la simonía; el sacrilegio; todo descuido, desprecio, estorbo, y oposición al culto y las ordenanzas que Dios ha señalado" (comp. Mat. 15:3-9; Hech. 13:45; 1 Tesa. 2:15-16). 19 El punto esencial, para nuestros propósitos, es simplemente que Pablo está acusando al pueblo judío de algún tipo de idolatría. Es ciertamente un término lo bastante amplio para cubrir su rechazo de Jesucristo.
15-17 El grado de poder demoníaco del falso profeta es tal que puede infundir aliento (o espíritu) a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia pueda hasta hablar. Si bien algunos han argüido que esto se refiere a algún truco, maquinación, o ventriloquismo (y por eso parece una refutación de Salmos 135:15-16: "Los ídolos de las naciones... tienen boca, pero no hablan"), es más probable que el pasaje como un todo tenga el propósito de transmitir la idea de un intento por parte de los judíos apóstatas de re-crear el mundo. En el principio, cuando Dios creó la tierra, dio aliento/espíritu a su imagen y le colocó en su jardín-templo (Gén. 2:7-8); y lo primero que vemos hacer a la imagen es hablar, nombrando y definiendo la creación en términos del mandato de Dios (Gén. 2:19-20).
La imagen misma inspirada por el espíritu de la bestia puede hacer que sean muertos todos los que no adoran a la imagen de la bestia. Las sinagogas judías hacían cumplir la sumisión al emperador. En realidad, la acusación de sus dirigentes contra Cristo mismo era que Él era el rival de la total autoridad de César (Juan 19:12-15). De manera similar, organizaban boicots económicos contra los que rehusaban someterse a César como señor, prohibiendo los dirigentes de las sinagogas "todo trato con los excomulgados", 20 y hasta ejecutando a los que no obedecían.
Y hacía que todos, (note las seis categorías) pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. El libro de los Hechos está tachonado de incidentes de persecución judía organizada contra la Iglesia (Hech. 4:1-3, 15-18; 5:17-18, 27-33, 40; 6:8-15; 7:51-60; 9:23, 29; 13:45-50; 14:2-5; 17:5-8, 13; 18:17; 20:3; 22:22-23; 23:12, 20-21; 24:27; 26:21; 28:17-29; comp. 1 Tesa. 2:14-16). Todo esto, en fin de cuentas, servía los intereses de César contra Cristo y la Iglesia; y, por supuesto, la "marca de la bestia" es la parodia satánica del "sello de Dios" en las frentes y en las manos de los justos (3:12; 7:2-4; 14:1), la marca de la sincera obediencia a la Ley en pensamiento y obra (Deut. 6:6-8) , la marca bendición y protección (Eze. 9:4-6), la señal de que uno es SANTO AL SEÑOR (comp. Éx. 28:36). Israel ha rechazado a Cristo, y está "marcado" con el sello del total señorío de Roma; ha dado su lealtad al César, y es obediente a su gobierno y a su ley. Israel decidió ser salvado por el estado pagano, y persiguió a los que buscaban salvación en Cristo.
El Nuevo Testamento da abundante testimonio de este hecho. La jerarquía judía estaba envuelta en un intento enorme y organizado de destruir la Iglesia por medio del engaño y la persecución. En pos de esta meta diabólica, se unieron en una conspiración con el gobierno romano contra el cristianismo. Algunos de ellos podían hacer milagros al servicio de Satanás. Todo esto es exactamente lo que se nos dice de la bestia que sube de la tierra. El falso profeta del Apocalipsis representa nada menos que a los dirigentes del Israel apóstata, que rechazaba a Cristo y adoraba a la bestia.
Hay una interesante reversión de imágenes en el texto. El libro de Job nos ha preparado para la profecía de Juan, porque este libro también nos habla de una bestia terrestre (behemot, Job 40:15-24) y una bestia marina (leviatán, Job 41:1-34). En el Antiguo Testamento griego que usaba la Iglesia primitiva, la palabra hebrea behemot se traduce como therion, la misma palabra que Juan usa para significar bestia; y Leviatán se traduce como drakon (dragón). Pero las visiones de Juan amplían las descripciones que hace Job de estos dinosaurios, e invierten el orden de su aparición. Job vio primero al behemot (Job 40), luego al leviatán (Job 41), y finalmente a Dios (Job 42). En Apocalipsis, Juan nos muestra el reverso demoníaco de este patrón: Primero vemos a Satanás como el dragón, el leviatán; luego viene la bestia que sube del mar, que está hecha a imagen del dragón; finalmente, detrás de ellos, y sirviéndoles, viene la bestia que sube de la tierra. Enumerando las bestias en orden inverso, Juan subraya su punto principal: Israel, que debió haber sido para las naciones del mundo un reino de sacerdotes, ha entregado su posición prioritaria al leviatán y a la bestia. En vez de imprimir un sello piadoso en cada cultura y en cada sociedad, Israel ha sido rehecho a imagen del estado pagano y anti-cristiano, convirtiéndose en su profeta. Los hijos de Abraham se han convertido en la simiente de la serpiente.
Durante los tres años de su ministerio en Éfeso, el apóstol Pablo constantemente sufrió persecución a causa de "las asechanzas de los judíos" (Hechos 20:19); al describir sus conflictos con ellos, les llamó "fieras" (1 Cor. 15:32). La bestia judía fue el enemigo más engañoso y peligroso de la Iglesia primitiva. Pablo advirtió enérgicamente a la Iglesia contra los judaizantes que propagaban "mitos judíos": "Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra" (Tito 1:14, 16).
Ahora estamos en condiciones de intentar hacer una identificación más precisa de la imagen de la bestia, que es una continuación de la falsificación satánica, el reverso demoníaco del orden de Dios. De la misma manera en que el Hijo de Dios es la Imagen del Padre (Juan 1:18; Col. 1:15), así también la Iglesia ha sido redentoramente re-creada como la Imagen del Hijo (Rom. 8:29; Efe. 4:24; Col. 3:10). La visión de la Iglesia profética, sacerdotal, y dominical que Juan vio es paralela a la del Señor Jesucristo: Como su Señor, ella está vestida de luz gloriosa (comp. 1:13-16; 10:1; 12:1; 9:6-8; 21:9-22:5). Ayudando al Hijo en su obra a través del Apocalipsis están las siete estrellas/ángeles de la Presencia (8:2), guiadas por el Espíritu Santo (los siete espíritus, conectados con los ángeles en 3:1). El divino orden es, pues:
El Padre
El Hijo (Imagen del Padre)
Los Ángeles/Obispos
La Iglesia (Imagen del Hijo)
La parodia satánica es ésta:
El Dragón
La Bestia (la imagen del dragón)
El Falso Profeta
La Sinagoga de Satanás (la imagen de la bestia)
A través del libro de Apocalipsis, la Iglesia habla litúrgicamente, y los ángeles luego actúan en la historia para atar y desatar por medio de la trompeta y el cáliz, trayendo juicio sobre los desobedientes; de manera similar, la sinagoga "habla", y el falso profeta trae sus falsos juicios sobre los que desafían su autoridad. La Iglesia ha sido resucitada, traída a la vida por el mismo Espíritu/Aliento de vida de Dios (11:11, comp. Gén. 2:7; Juan 20:22); la sinagoga de Satanás fue animada por un espíritu/aliento de vida también (13:15). Y del mismo modo que el ángel de Dios marcó las frentes de los justos para protegerlos (7:3), así también el "ángel" de la bestia estampó sobre los impíos, como con un hierro, su propia marca de maldad. Los dirigentes de Israel trabajaron para hacer obedecer el culto, no del verdadero Dios, como en las iglesias cristianas, sino de la sinagoga misma - la imagen de la bestia.
18 Para este entonces era claro para los lectores de Juan que la bestia que sube del mar era el Imperio Romano. Ahora Juan proporciona a sus lectores una identificación de la bestia en una forma muy diferente: Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis. Como veremos, 666 (literalmente ×êç') 21 es el valor numérico del nombre Nerón César. 22 Aunque ésta es una solución conveniente (y, hasta ahora, perfectamente correcta), también representa varios problemas. Si la bestia ha de ser identificada con el Imperio Romano en general, más bien que con Nerón solamente, ¿no cambia esto el "número de la bestia" cuando otro César está en el trono? Además, ¿no es esto meramente un ejemplo de "exégesis de periódicos" - usando los periódicos del siglo priimero? 23 La respuesta es que el nombre de Nerón no es la referencia principal del número 666; más bien, el número de la bestia se basa en varias hebras de datos bíblicos que apuntan en fin de cuentas al Imperio Romano. El nombre Nerón César de ninguna manera excluye la importancia del acertijo. La Biblia misma nos da suficiente información que nos permite identificar a Roma como la Bestia, el cumplimiento del número 666.
Comenzamos con el número simple 6, que está asociado tanto con la bestia como con el hombre desde el comienzo, puesto que ambos fueron creados el sexto día de la semana (Gén. 1:24-31). Seis días de siete se le dan al hombre y a las bestias para trabajar (Éx. 20:8-11); el esclavo hebreo permanecía en esclavitud por seis años antes de ser liberado el séptimo año (Éx. 21:2); seis ciudades de refugio eran señaladas por la muerte accidental de un hombre (Núm. 35:9-15). Así, pues, seis es número de hombre, es decir, un número humano. Lenski explica: "Juan escribe el número, no en palabras, sino en letras griegas: x' = 600, ç = 60, c' = 6, dando 666. Éste es el número 6, más múltiplicado por 10, a saber, 60, nuevamente, más su múltiplo de 10x10 (totalidad intensificada), a saber, 600 - por eso, 666, tres veces sin llegar a ser el divino 7. En otras palabras, no 777, sino compitiendo con 777, buscando borrar el 777, pero haciéndolo abortivamente, siendo sub fracaso tan completo como lo fue su expansión inflándose desde el número 6 hasta el número 666". 24 Seis es, pues, el número con el cual nació el hombre, el número de su creación; la repetición del número revela al hombre en oposición a Dios, tratando de aumentar su número, intentando trascender su condición de criatura. Pero, por mucho que lo intenta, no logra ser nada más que un seis, o una serie de seises.
Y esto es exactamente lo que vemos en la Escritura, al intentar deificarse el hombre apóstata. La estatura de Goliat, el antiguo enemigo del pueblo de Dios, es de "seis codos y un palmo" (1 Sam. 17:4) - es decir, seis, más una mano tratando de agarrar más; la cabeza de su lanza pesa 600 siclos de hierro. (Por varias razones, Goliat es una bestia; como simiente del dragón, lleva cota de malla, 1 Sam. 17:5; pero la Simiente de la mujer le destruye, infligiéndole una herida en la cabeza, 1 Sam. 17:49-51). Otro notable ejemplo de este patrón tiene lugar cuando el rey Nabucodonosor erige una imagen de sí mismo que mide 60 codos de altura y seis codos de anchura (Dan. 3:1). 25 El impacto de esto se amplía cuando consideramos que el valor numérico de las letras hebreas 26 de Daniel 3:1 (que describen la imagen de Nabucodonosor) suma 4.683 - que es 7 veces el número 666 (4.662), más 21, el triangular de 6 (la triangulación se explicará en breve).
Una breve digresión aquí servirá para colocar este punto en su mayor marco simbólico, porque - en contraste con los seises multiplicados de la imagen de Nabucodonosor - los nombres de Daniel y de sus tres amigos que rehusaron adorar el ídolo suman 888 en hebreo. 27 Éste es también el número de Jesús en griego. 28 La caída del hombre ocurrió el séptimo día de la creación (el primer día completo en la vida del hombre); Jesucristo, el segundo Adán, pasó el séptimo día en la tumba, para pagar por el pecado de Adán. Su resurrección tuvo lugar el octavo día, que se convierte en el reemplazo del sábado para la nueva creación. 29 Austin Farrer comenta: "Jesús resucitó al tercer día, siendo el octavo de esa semana; él es la resurrección y la vida. Para el significado de octavo día como resurrección, véase 1 Pedro 3:20-21, y 2 Pedro 2:5. Pero el tercer día, en que Jesús resucitó, es el tercero desde aquel sexto día (viernes) en el cual el Anticristo tuvo su triunfo aparente; así, pues, si Cristo tiene un nombre que vale 888, el Anticristo debería tener un nombre que valga 666". 30
Farrer añade sobre este punto: "¿Por qué debería el Anticristo ser seis tan enfáticamente? La organización entera del Apocalipsis explica esto. La divina obra de la cual trata es una obra de juicio; es juicio que tiene el séxtuple patrón de los días laborables, y siempre en el sexto día hay la culminación de juicio. 31 El sexto día de la semana, y a la hora sexta, dice Juan [Juan 19:13-22; Apoc. 13:16-14:1] los reinos del Cristo y del Anticristo se miraron entre sí de frente en la corte de Pilatos, y los adherentes del falso profeta (Caifás) grabaron firmemente en sus frentes la marca de la bestia, cuando dijeron: 'No tenemos más rey que César'. Después vieron al Cordero levantado con su verdadero nombre sobre su cabeza: 'Rey de los Judíos': y por mucho que hicieron, no lo pudieron borrar: 'Lo que he escrito', dijo Pilatos, 'escrito está'. La victoria de Cristo aquel viernes es la suprema manifestación del Anticristo también". 32
Hay una interesante propiedad matemática del número 666, que no habría escapado a los lectores de Juan: 666 es el triangular del cuadrado de 6. Esto es, el cuadrado de 6 (6 x 6) es 36. El triangular de 36 es 666. Triangulación es un método de cálculo que era popular en el mundo antiguo, y muy conocido de la gente en el siglo primero, pero que ha sido mayormente olvidado en nuestros días. Funciona así:
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Estos diagramas, cada uno de los cuales tiene seis unidades en cada lado, muestran que 36 es el cuadrado de 6, mientras que 21 es el triangular de 6. Si extendemos el triángulo una línea más, obtendríamos el triangular de siete (28); otra línea nos daría el triangular de ocho (36). Extendiendo todo el diagrama a 36 líneas, resulta el número 666,33. Por lo tanto, el número de la bestia es una "exposición" entera del número del hombre.
Pero hay más. Si quitamos el borde exterior de quince estrellas en el triángulo de más arriba, nos quedaría un "triángulo dentro de un triángulo", compuesto de seis estrellas; por lo tanto, uno podría decir que el triangular de 21 es "el relleno", o cumplimiento, de 15 (el número de unidades en el triángulo exterior, o periferia).
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Ahora, el triangular 666 contiene 12 de estos triángulos, uno dentro del otro, con el triángulo de más afuera compuesto de 105 unidades; por eso, el triangular 666 es el "cumplimiento" de 105. Esto nos trae a la parte interesante, porque los factores de 105 son 30 x 3½. Tres años y medio de doce meses en cada año y treinta días en cada mes equivalen a mil doscientos sesenta días, el período del triunfo de la bestia.
Austin Farrer explica: "Por lo tanto, 666 es un triángulo multiplicado por 12, con una periferia de 30 x 3½... La coincidencia entre este cálculo y los factores del triángulo 666 no es mero accidente. El cálculo que Juan hace del período es artificial, pues lo concibió para ajustarlo a los factores del triángulo 666. No hay ni había ningún calendario en el cual 3½ años sean 3½ veces doce meses de 30 días cada uno. 34 El propósito del cálculo artificial es mostrar el reino fatalmente limitado de la bestia como función de su número". 35
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F. W. Farrar describió cómo habrían considerado el misterioso 666 (xec') [símbolos aproximados - Trad.] los primeros lectores del Apocalipsis: "El sólo aspecto era terrible. La primera letra era la inicial del nombre de Cristo. La última letra era la primera letra doble (st) de la Cruz (stauros). Entre las dos estaba la serpiente confesa con su signo retorciente y su voz silbante. El todo formaba una triple repetición del 6, el número esencial de trabajo y la imperfección; y este símbolo numeral del Anticristo, 666, se erguía en terrible oposición a 888 - los tres perfectos 8 del nombre de Jes&uaccute;s". 36
Más que todo esto, el número 666 se menciona explícitamente en los libros de Reyes y Crónicas, de los cuales, como hemos visto, Juan toma muchos de sus números simbólicos (véanse los comentarios sobre 4:4). Estos escritos históricos inspirados nos dicen que Salomón (un tipo bíblico tanto de Cristo como de la bestia) recibió 666 talentos de oro en un año, en la cima de su poder y de su gloria (1 Reyes 10:14; 2 Crón. 9:13). Ese número marca tanto el punto más alto de su reino como el principio de su caída; desde allí en adelante, todo fue pendiente abajo hacia la apostasía. Una por una, Salomón quebranta las tres leyes del reinado divino registradas en Deuteronomio 17:16-17: la ley contra multiplicar el oro (1 Reyes 10:14-25); la ley contra multiplicar los caballos (1 Reyes 10:26-29); y la ley contra multiplicar las esposas (1 Reyes 11:1-8). Para los hebreos, 666 era un signo terrible de apostasía, la marca tanto de un rey como del reino a imagen del dragón.
Como ya hemos observado, los antiguos idiomas usaban cada letra del alfabeto como numeral también; por esto, el "número" de cualquier nombre podría calcularse simplemente sumando el valor numérico de sus letras. Claramente, Juan esperaba que sus lectores contemporáneos pudieran usar este método para descubrir el nmbre de la bestia - nuevamente indicando así el mensaje contemporáneo del Apocalipsis; él no esperaba que ellos calcularan el nombre de algún funcionario de un gobierno extranjero en el siglo veinte. Sin embargo, al mismo tiempo, les dice que no será tan fácil como ellos podrían pensar: se necesitaría alguien que tuviera "entendimiento". Porque Juan no dio un número que pudiera ser descifrado en griego, que es lo que esperaría un funcionario romano ojeando Apocalipsis buscando contenido subversivo. El elemento inesperado en el cómputo era que tenía que ser descifrado en hebreo, un idioma que conocerían por lo menos algunos miembros de las iglesias. Para este entonces, sus lectores habrían adivinado que Juan estaba hablando de Nerón, y los que entendían hebreo probablemente lo captaron al instante. Los valores numéricos de las letras hebreas en Nerón Kesar (Nerón César) son:
[Siguen las letras en hebreo, que el programa usado no pudo reproducir, y cada una de las cuales representa un valor numérico, para dar al final 666 - Trad.]
Como mencioné antes, el punto no es que el nombre de Nerón es la identificación de 666. En vez de eso, el punto es lo que el número significó para las iglesias. Los lectores bíblicamente informados de Juan ya habrán reconocido muchas claras indicaciones de la identidad de la bestia como Roma (en realidad, ya ellos sabían esto por haber leído el libro de Daniel). Ahora Nerón llega a escena como el primer gran perseguidor de la Iglesia, la personificación de la "condición de 666" del imperio, y - ¡sorpresa! - su mismo nombre, cuando se deletrea, significa 666. 37
Es significativo que "todos los escritores cristianos primitivos que comentaron Apocalipsis, desde Ireneo hasta Victorio de Pettau y Comodiano en el siglo cuarto, hasta Andreas en el quinto y Beato en el siglo octavo, hayan conectado a Nerón, o algún emperador romano, con la bestia apocalíptica. Juan escribía para los cristianos del siglo primero, advirtiéndoles de cosas que habrían de ocurrir "pronto". Estaban comprometidos en la batalla más crucial de la historia, contra el dragón y el malvado imperio que el dragón poseía. El propósito de Apocalipsis era el de consolar a la Iglesia con la seguridad de que Dios estaba en control de la situación, de manera que aun el tremendo poder del dragón no podría sostenerse delante de los ejércitos de Jesucristo. Cristo fue herido en su calcañar el viernes, el sexto día, el Día de la Bestia - y sin embargo, ése es el día en que Él aplastó la cabeza del dragón. En su momento de mayor poder, dice Juan, la bestia es sólo un seis, o una serie de seises; nunca un siete. Sus planes de dominio mundial jamás se cumplirán, y la Iglesia vencerá por medio de su Señor Jesús, el 888, que conquistó el Octavo Día.
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