Apreciado Julio Enrique:
Apreciado Julio Enrique:
Sí, me doy cuenta que el texto de Mateo 5:31,32 corresponde al así llamado Sermón del Monte, pero solamente un neófito se animaría a enfocarse en esos dos versículos haciendo abstracción de que en Mt.19:9; Mr.10:11,12 y Lc.16:18 también el Señor enseña lo mismo. No pocas herejías han nacido precisamente de tomar una escritura en total olvido o ignorancia de textos paralelos donde su significado y alcance completaba la exposición de la verdad. El mejor estudio bíblico es aquel que cuando considera un solo versículo, no solamente toma en cuenta el contexto inmediato, el del capítulo, el del libro, si corresponde al Pentateuco, los históricos, los sapienciales o los profetas; sino que se tiene en mente desde Gn.1:1 a Ap. 22:21.
Aunque por supuesto que todas las palabras del Señor Jesús están vigentes para todos los cristianos en su iglesia hoy día, debemos ejercer discernimiento al tiempo de ver su aplicación. Dicho esto, convengamos también – estrictamente hablando – que allí en el monte todavía no está predicando Jesús a su iglesia. Él es el Rey y allí está promulgando la constitución del reino de los cielos. Mucho más adelante todavía, en Mateo 16:18 Jesús recién presenta a la iglesia como algo futuro, por más cercano que estuviera en el tiempo: “edificaré mi iglesia”. Todavía era necesario que se cumplieran todos los eventos de su redención: crucifixión y muerte, sepultura y resurrección, para que tras su ascensión y glorificación a la diestra del Padre enviara al Espíritu prometido, que en un solo bautismo
hizo un solo cuerpo de aquellos discípulos reunidos en Pentecostés. Muchos cristianos coinciden que ahí se produce el nacimiento de la iglesia. Aunque los doce discípulos escogidos por el Señor fuesen los más cercanos a él en el monte, por lo que nos cuentan Mateo y Lucas antes y después del sermón, vemos que mucha gente le había seguido, toda una multitud, de modo que Lc.7:1 nos informa: “Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que lo oía”. Así hay elementos que son propios a aquel tiempo y lugar, como por ejemplo la actitud de los hipócritas en las sinagogas (6:2,5) o el llevar la ofrenda al altar (5:23,24). A la pregunta del joven rico: “¿qué bien haré para tener la vida eterna?” (Mt.19:16) nosotros hubiéramos respondido con Pablo y Silas: - Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hch.16:31) o en las mismas palabras de Jesús le diríamos: el que cree en Él tiene vida eterna. Pero lo que no se nos ocurriría sería decirle que guardara los mandamientos. Pero el Señor podía decirlo, pues conocía su corazón. Tanto sus discípulos, como los demás oyentes del sermón, todavía estaban en la dispensación de la ley. Pero en el libro de Los Hechos suceden luego algunos cambios que sorprenden a los mismos cristianos judíos, en una época de transición, en la que luego Pablo desarrollará la doctrina cristiana ante la resistencia de los judaizantes.
Así que la cláusula de excepción “salvo por causa de fornicación” tanto ahí como en Mt.19:9 ha de interpretarse a la luz de toda la Biblia y no solamente la de un versículo en cuestión. De hacerlo así, lo que está claro es que esa excepción regía para los judíos contemporáneos de Jesús que todavía estaban bajo la ley, pues no es posible soslayar, olvidar o ignorar la causa de aquella permisión descripta en Deuteronomio 24:1-4. Allí, en la noche de bodas era donde podía descubrirse la indecencia o cosa vergonzosa que podía llevar a que el hombre escribiera la carta de divorcio. Esta era la APOSTASION. Jesús nunca usó esta palabra. Él no habló de divorcio sino los fariseos. Él habló de repudio y en cuanto al adulterio, lejos de suavizar su gravedad, la acentuó más todavía al grado que la mirada intencional en su sola complacencia ya consuma adulterio.
Es fácil emitir el enunciado: EL DIVORCIO ES BÍBLICO. Pero no alcanza con adornarlo con un par de versículos para dejar al que discrepe como ignorante o incrédulo. Pablo y Silas citaban muchas Escrituras para probar a los judíos que Jesús era el Cristo, pero los de Berea tampoco se quedaban atrás abriendo rollo tras rollo para verificar si era efectivamente así como decía cada texto que ellos citaban (Hch.17:10,11).
De todos modos, sigo siendo todo oídos si tienes qué responder a ésto.
Saludos cordiales.
Ricardo.
P.D. En cuanto pueda responderè a tu mensaje en que contestas a mis 17 puntos.