El síndrome católio por Cesar Vidal

Tobi

2
21 Noviembre 2000
16.179
10
El síndrome católico



A ver si nos enteramos (VII)

Me refería en mi última entrega a la imperiosa necesidad de sacudirnos el yugo que significa el espíritu de ghetto. El tema es largo y, Dios mediante, lo desarrollaré en varias semanas. Adelanto, sin embargo, algunos de los aspectos que tengo intención de abordar.

Podrían enumerarse de la siguiente manera:
· El síndrome católico
· El sentimiento de inferioridad evangélico
· Los valores del Evangelio: predicación del Evangelio, respeto a la vida, justicia y testimonio profético
· La unidad del Cuerpo de Cristo y
· La educación de nuestros hijos

Comencemos con lo que yo denomino el síndrome católico. Desde el s. IV – que se dice pronto – España es una nación oficialmente católica. Es cierto que hasta el s. X contó con una liturgia propia (como la diócesis de Milán), pero su vinculación a Roma resulta innegable. Esa circunstancia ha marcado la Historia nacional de una manera extraordinariamente importante.

Es cierto que en el s. XV se intentó una reforma de la iglesia, pero se llevó a cabo dentro de la iglesia católica y siguiendo sus parámetros. Cuando en el s. XVI dio inicio la Reforma protestante su influjo en España se limitó en buena medida a gente ilustrada que era capaz de leer – un verdadero lujo – y estudiar la Biblia. No pocos de los protestantes de aquella época fueron gente excepcional, pero, o desapareció por la represión inquisitorial o, en un número muy significativo, optó por el exilio.

Aunque la relación espiritual con ellos resulta innegable, lo cierto es que el protestantismo actual se estableció a finales del s. XIX en España y algunas denominaciones no aparecieron hasta las postrimerías del s. XX. Esta circunstancia ha pesado enormemente sobre nosotros provocando, entre otras cosas, lo que yo denominaría el síndrome católico. Éste nos ha marcado de manera muy negativa siquiera porque, en lugar de desarrollar comportamientos nacidos directamente de la Biblia y del riquísimo legado protestante nos hemos entregado a imitar – quiero creer que inconscientemente – formas católicas como si de mayores quisiéramos llegar a alcanzar algunos de sus comportamientos.

Los ejemplos son muy diversos, pero desearía señalar algunos. El primero es el modelo de relaciones con el Estado. Esto nos llevó en los años ochenta a aceptar como ideal la firma de unos pactos con el Estado.

Ya en aquel entonces – hablamos de hace más de dos décadas – me manifesté totalmente contrario a ese modelo. Entendía yo que si firmábamos unos acuerdos que pretendían igualarse a los suscritos por la Santa Sede los resultados serían negativos.

En primer lugar, nunca podríamos obtener un trato igual porque mientras que la Santa Sede es un Estado y, por lo tanto, los acuerdos con ella tienen rango de tratado internacional y por ello se ven colocados por encima de la constitución; los evangélicos (gracias a Dios) no somos un Estado y el rango legal de nuestros acuerdos siempre sería inferior. Además temía que eso nos llevara a aceptar en el seno de la entidad evangélica a grupos como los adventistas (por cierto, magnífica serie la que sobre ellos ha escribito Amable Morales en Protestante digital) y que nos dividiera porque, al menos, algunas denominaciones no aceptarían ese planteamiento y se mantendrían fuera.

Temía igualmente que los resultados positivos serían muy escasos y que, por añadidura, serviríamos de coartada moral a los suscritos por la Santa Sede haciendo un triste papel de “tontos útiles”.

Semejante planteamiento llevó a un no muy avispado reportero del País a colocarme el letrero de “progresista” (¡vaya ojo!) en un reportaje donde, entre otros errores, aparecía una foto de un bautismo de los Testigos de Jehová como muestra de rito evangélico y mi segundo apellido iba mal reproducido.

Nunca he tenido el menor problema a la hora de reconocer mis errores, pero, a más de dos décadas de distancia, me temo que todas aquellas apreciaciones se han visto confirmadas incluso más allá de lo que yo hubiera sospechado.

Pero de todo ello nos hubiéramos visto libres si no hubiéramos padecido el síndrome católico.

Ese síndrome tiene también otras manifestaciones como un denominacionalismo atroz que me recuerda la rivalidad entre órdenes religiosas; la proliferación de comités ocupados casi siempre por los mismos y de escasa operatividad; el culto a determinados personajes totalmente intolerable desde una perspectiva reformada e incluso recientemente la aparición de un “santoral” evangélico español más que discutible.

Creo – y lo digo con temor y temblor – que detrás de esa actitud se esconde un complejo de inferioridad evangélico totalmente injustificado, pero innegable y a él me referiré en mi próxima entrega... a ver si nos enteramos.

Continuará
 
Re: El síndrome católio por Cesar Vidal

El síndrome católico


Ese síndrome tiene también otras manifestaciones como un denominacionalismo atroz que me recuerda la rivalidad entre órdenes religiosas;
Me gustaría si existe material histórico respecto a este tema, seguro Vidal lo tiene.
la proliferación de comités ocupados casi siempre por los mismos y de escasa operatividad;
de esto tenemos la culpa todos
el culto a determinados personajes totalmente intolerable desde una perspectiva reformada e incluso recientemente la aparición de un “santoral” evangélico español más que discutible.
Esto si es un asco, no me había enterado.
 
Re: El síndrome católio por Cesar Vidal

Dios te bendiga Igor.

Perdón que te responda yo algo de lo que le preguntas a Tobi, sólo me interesa la primera pregunta.

Así como en las denominaciones siempre ha habido rivalidades entre las órdenes religiosas, sólo tómate un tema teológico espinoso y verás no sólo órdenes contra órdenes sino diferencias entre las mismas órdenes; además de las divisiones o ramificaciones de una misma orden que, aunque los católicos las tomamos de manera muy piadosa, algunas tienen las raíces de sus inicios en rivalidades y malentendidos.

Cada levantamiento de una herejía surge por alguien perteneciente a una orden que arrastra consigo el apoyo de los suyos y es común que quien lo delate sea alguien de una orden que ya tenía un historial de controversias viejas contra esa orden. Los casos particulares sobran. Es tan sencillo como consultar un manual de herejías, buscar la historia de los concilios, que a excepción del Vaticano II, todos fueron motivados por algún grupo rebelde dentro de alguna orden; o buscar temas teológicos abiertos y en su historia aparecerán las controversias al respecto.

Donde haya hombres carnales eso siempre lo tendremos. Una vez más estas son de las cosas que enmaraña y enturbia el ambiente apologético, a los que le gusta este ambiente lo promueven levantando disputa más disputa, casi siempre juzgando y acusando al contrario y casi nunca falta la cortinita de humo para tapar los errores propios.

La diferencia de las disputas de las órdenes religiosas y las denominacionales evangélicas es que nosotros podemos llamar a concilios, tenemos árbitro y vivimos apreciando en alto nivel la humildad y la obediencia y cada disputa tiene un final satisfactorio o silencioso (!!!) cada vez que el colegio de obispos lo decida. Cosa que nunca les podrá brindar su esquema Sola-Céntrico.

En el Amor de Jesús.
Gabaon.
 
Re: El síndrome católio por Cesar Vidal

Bendiciones y saludos.

La idea de Iglesia y Estado es proposito de Dios aunque no lo creas, muchos no han estudiado bien el tema, pero en el pueblo de israel Dios mismo determina la forma de gobierno (del orden de la ley) con los jueces, despues con la revelión es levantado Saul y de ahi en adelante la relación Sacerdote y Rey es muy unida, por tanto que es demaciado. ¿Quien dijo quien seria rey? y ¿quien dijo quien debia ungirlo?.

No me preocupa que el Estado y la iglesia esten unidos, mas me preocupas que el Estado y la Iglesia esten en corrupción.

Si hay complejo en los grupos evangelicos, el factor comun es que hay mas gente que lee la biblia, mas que es mejor ¿no leer la palabra ó leerla mal?
muchos la sacan de contexto, ó la usan mal, y esto por ignorancia. (recuerda que la vida eterna no esta en el conocimiento de las escrituras, preguntale a Caifas y Anas, el mismo Herodes con todos sus maestros no supo discernir el nacimiento del Mecias).

No seamos soberbios letrados en la palabra, hay que ser mansos y humildes para encontrar su gracia.

Espero ser de edificación.