En lucha por la paz
El siglo que despedimos –tan fecundo en tantas cosas- pasará a la historia como el siglo más belicoso. Millones de hombres y de mujeres fueron victimas de está barbarie inhumana. El dinero dedicado a fabricar armamento podría arreglar sobradamente el problema del hambre en el mundo. ¿Podremos hacer del siglo XXI un siglo de paz? Si, si la paz es fruto de la justicia, este ideal es impensable sin hacer frente a las tremendas injusticias que anidan entre las personas y los pueblos. Los países menos desarrollados participan tan solo en el 3% del comercio mundial. 1300 millones de personas con menos de un dólar al día, y como contraste europeos y americanos gastan 1700 millones de dólares cada año en animales domésticos.
Hoy en día tenemos que implorar a Dios para que venga sobre nosotros el don de su paz que cure nuestro pecado y nos pacifique.
Un corazón pacificado crea ámbitos de paz en la familia, en la comunidad, y en el trabajo.
El pacificador no sortea los conflictos, pero aprende a resolverlos desde el diálogo y la no violencia. Sabe perder seguridad para ganar la paz. Este entrenamiento diario nos permite contribuir también a las grandes causas de la paz mediante la solidaridad con todos los que denuncian las injusticias, la participación en todas aquellas iniciativas que no sirvan para “lavar nuestra conciencia” sino que expresen el don que recibimos.
El siglo que despedimos –tan fecundo en tantas cosas- pasará a la historia como el siglo más belicoso. Millones de hombres y de mujeres fueron victimas de está barbarie inhumana. El dinero dedicado a fabricar armamento podría arreglar sobradamente el problema del hambre en el mundo. ¿Podremos hacer del siglo XXI un siglo de paz? Si, si la paz es fruto de la justicia, este ideal es impensable sin hacer frente a las tremendas injusticias que anidan entre las personas y los pueblos. Los países menos desarrollados participan tan solo en el 3% del comercio mundial. 1300 millones de personas con menos de un dólar al día, y como contraste europeos y americanos gastan 1700 millones de dólares cada año en animales domésticos.
Hoy en día tenemos que implorar a Dios para que venga sobre nosotros el don de su paz que cure nuestro pecado y nos pacifique.
Un corazón pacificado crea ámbitos de paz en la familia, en la comunidad, y en el trabajo.
El pacificador no sortea los conflictos, pero aprende a resolverlos desde el diálogo y la no violencia. Sabe perder seguridad para ganar la paz. Este entrenamiento diario nos permite contribuir también a las grandes causas de la paz mediante la solidaridad con todos los que denuncian las injusticias, la participación en todas aquellas iniciativas que no sirvan para “lavar nuestra conciencia” sino que expresen el don que recibimos.