MARTA: Yo participo muchísimo más en mi parroquia católica que en la iglesia evangélica a la cual pertenecía. Además las participaciones en la iglesia evangélica a veces tenían un nivel muy bajo. Las más interesantes para mí eran las oraciones de las mujeres. Pero los varones parecía más bien que iban a lucirse soltando su "rollito" mientras los demás bostezábamos. Eso por no hablar de algunos que oraban a gritos, como si Dios estuviese sordo. Afortunadamente siempre había un grupito de gente sensata cuyos aportes eran concisos, sinceros y equilibrados.
En cuanto a los lazos afectivos, depende mucho de cada comunidad. Yo en eso soy muy selectivo y no voy a cualquier iglesia, sino que he elegido una en la que las cosas se hacen bien, sin caer en extremismos progres o conservadores, y en la que las relaciones humanas son sanas y sinceras, sin que ello quiera decir que seamos perfectos ni muchísimo menos.
El primer lugar donde se combate la droga y el alcoholismo es en la familia, no en la iglesia. En una familia sana, donde existen valores y criterios morales sólidos, es difícil que surjan hijos consumistas, fanáticos, alcohólicos o drogadictos. Yo a cada uno de mis hijos les digo: "Cuando salgas con tus amigos, tú sé el más marchoso y el más divertido, pero sin drogas". Y hasta ahora, gracias a Dios, no he tenido problemas con ese tema.