Querido cardenal: No tenemos derecho a no predicarles el evangelio
01.01.07 @ 21:42:40. Archivado en Evangelio, Sociedad siglo XXI
He leído la carta que el Emmo. y Rvmo. Cardenal Arzobispo de Sevilla, Don Carlos Amigo Vallejo, ha escrito con motivo de la próxima Jornada Mundial de las Migraciones del 14 de este mes. La misma se puede leer íntegra en la web de la archidiócesis sevillana.
Estimado don Carlos, desde el mayor respeto a su persona y a su condición de pastor y príncipe de nuestra amada Iglesia, quiero hacerle algunas observaciones sobre dicha carta.
Primero de todo, decirle que estoy totalmente de acuerdo con usted en sus palabras sobre la dignidad humana de todos y cada uno de los inmigrantes que llegan a nuestra tierra. De la misma manera que para Dios no hay personas "con papeles" y "sin papeles", los cristianos no podemos distinguir entre hombres, mujeres y niños con papeles o sin los mismos. El inmigrante es un ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, lo cual le da una dignidad que ninguna ley humana puede anular. El inmigrante es nuestro prójimo y por tanto objeto de nuestro amor, pues se engaña a sí mismo el que dice amar a Dios y no ama al prójimo, especialmente si el mismo es extranjero como nos hace entender Cristo con la parábola del buen samaritano.
También concuerdo con usted en que el inmigrante, como norma general, viene a buscar trabajo y no a delinquir. Con eso no hacen sino aquello que muchos españoles hicieron en el siglo XX cuando emigraron a Hispanoamérica o a Alemania en busca de un futuro mejor. Es por ello que a España se le puede aplicar aquello que el Señor dijo a Israel:
"Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Yavé vuestro Dios."(Lv 19,33-34)
Y por último, también me parece innegable que acierta usted en apuntar a la necesidad de una adecuada pastoral de inmigración en nuestras parroquias. Pero, estimado cardenal, aun coincidiendo con usted en que hay que dar un trato diferenciado a los inmigrantes católicos, ortodoxos (¿porqué se olvida de los protestantes evangélicos, que son muchos entre los hispanos?) y musulmanes, no entiendo porqué limita el trato con estos al ámbito del diálogo inter-religioso.
Monseñor Amigo, nosotros no tenemos derecho a no predicarles el evangelio a los inmigrantes no cristianos. Es nuestro deber. Y como dice San Pablo "¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Cor 9,16). Por supuesto, debemos hacerlo desde el respeto y la tolerancia a sus actuales convinciones religiosas. Por supuesto debemos hacerlo no solo de palabra sino con nuestras obras, pues, como dice Santiago en su epístola: "muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras" (Stg 2,18); pero no podemos dejar que sólo sean nuestras obras las que hablen de la fe que tenemos en Cristo. Debemos presentarle como quien es, es decir, sabiendo que "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hch 4,12). La fe viene por el oir, y por oir la palabra de Dios (Rom 10,17). Por tanto, al mismo tiempo que les procuramos atenciones para sus cuerpos, démosle el alimento para la salvación de sus almas. Pues si no lo hacemos, Dios nos pedirá cuentas por ello.
Piense usted, querido cardenal, en la oportunidad que se le presenta a la Iglesia en España. Una de las mayores glorias de la Iglesia en España, y de la nación como tal, son sus misioneros que han llevado el evangelio a los demás continentes a lo largo de los siglos. Pues entonces, ¿cómo no ser misioneros en nuestra propia patria hacia aquellos que nos vienen de fuera sin conocer a nuestro Señor y Salvador Jesucristo? Con todos los respetos hacia el diálogo inter-religioso, que creo neceario para la convivencia con los no cristianos y para la paz en el mundo, Cristo no nos envió a dialogar con los no cristianos sino a predicarles el evangelio. Y aunque sin diálogo no parece posible la predicación, la falta de ésta es una traición a la misión que hemos recibido de nuestro Señor. Pues "todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?;¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Rom 10,14-15). Don Carlos, envíenos usted, junto con sus compañeros de episcopado, a predicarles el evangelio para que sean salvos. Aunque eso sea difícil. Aunque sepamos que para un musulmán, su conversión al cristianismo puede suponerle peligro de muerte. Aunque la mayoría no quieran escuchar. Debemos hacerlo.
Acaba usted diciendo que los inmigrantes son una "carta de Cristo" para nosotros. Pues bien, escribamos en esa carta los pasajes del evangelio para que pasen de ser una "carta de Cristo" a ser una "carta sobre Cristo", para mayor gloria del Padre.
Suyo siempre en Cristo y en su bendita Iglesia,
Luis Fernando Pérez Bustamante
Fuente:http://blogs.periodistadigital.com/coradcorloquitur.php/2007/01/01/querido_cardenal_no_tenemos_derecho_a_no
01.01.07 @ 21:42:40. Archivado en Evangelio, Sociedad siglo XXI
He leído la carta que el Emmo. y Rvmo. Cardenal Arzobispo de Sevilla, Don Carlos Amigo Vallejo, ha escrito con motivo de la próxima Jornada Mundial de las Migraciones del 14 de este mes. La misma se puede leer íntegra en la web de la archidiócesis sevillana.
Estimado don Carlos, desde el mayor respeto a su persona y a su condición de pastor y príncipe de nuestra amada Iglesia, quiero hacerle algunas observaciones sobre dicha carta.
Primero de todo, decirle que estoy totalmente de acuerdo con usted en sus palabras sobre la dignidad humana de todos y cada uno de los inmigrantes que llegan a nuestra tierra. De la misma manera que para Dios no hay personas "con papeles" y "sin papeles", los cristianos no podemos distinguir entre hombres, mujeres y niños con papeles o sin los mismos. El inmigrante es un ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, lo cual le da una dignidad que ninguna ley humana puede anular. El inmigrante es nuestro prójimo y por tanto objeto de nuestro amor, pues se engaña a sí mismo el que dice amar a Dios y no ama al prójimo, especialmente si el mismo es extranjero como nos hace entender Cristo con la parábola del buen samaritano.
También concuerdo con usted en que el inmigrante, como norma general, viene a buscar trabajo y no a delinquir. Con eso no hacen sino aquello que muchos españoles hicieron en el siglo XX cuando emigraron a Hispanoamérica o a Alemania en busca de un futuro mejor. Es por ello que a España se le puede aplicar aquello que el Señor dijo a Israel:
"Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Yavé vuestro Dios."(Lv 19,33-34)
Y por último, también me parece innegable que acierta usted en apuntar a la necesidad de una adecuada pastoral de inmigración en nuestras parroquias. Pero, estimado cardenal, aun coincidiendo con usted en que hay que dar un trato diferenciado a los inmigrantes católicos, ortodoxos (¿porqué se olvida de los protestantes evangélicos, que son muchos entre los hispanos?) y musulmanes, no entiendo porqué limita el trato con estos al ámbito del diálogo inter-religioso.
Monseñor Amigo, nosotros no tenemos derecho a no predicarles el evangelio a los inmigrantes no cristianos. Es nuestro deber. Y como dice San Pablo "¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Cor 9,16). Por supuesto, debemos hacerlo desde el respeto y la tolerancia a sus actuales convinciones religiosas. Por supuesto debemos hacerlo no solo de palabra sino con nuestras obras, pues, como dice Santiago en su epístola: "muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras" (Stg 2,18); pero no podemos dejar que sólo sean nuestras obras las que hablen de la fe que tenemos en Cristo. Debemos presentarle como quien es, es decir, sabiendo que "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hch 4,12). La fe viene por el oir, y por oir la palabra de Dios (Rom 10,17). Por tanto, al mismo tiempo que les procuramos atenciones para sus cuerpos, démosle el alimento para la salvación de sus almas. Pues si no lo hacemos, Dios nos pedirá cuentas por ello.
Piense usted, querido cardenal, en la oportunidad que se le presenta a la Iglesia en España. Una de las mayores glorias de la Iglesia en España, y de la nación como tal, son sus misioneros que han llevado el evangelio a los demás continentes a lo largo de los siglos. Pues entonces, ¿cómo no ser misioneros en nuestra propia patria hacia aquellos que nos vienen de fuera sin conocer a nuestro Señor y Salvador Jesucristo? Con todos los respetos hacia el diálogo inter-religioso, que creo neceario para la convivencia con los no cristianos y para la paz en el mundo, Cristo no nos envió a dialogar con los no cristianos sino a predicarles el evangelio. Y aunque sin diálogo no parece posible la predicación, la falta de ésta es una traición a la misión que hemos recibido de nuestro Señor. Pues "todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?;¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Rom 10,14-15). Don Carlos, envíenos usted, junto con sus compañeros de episcopado, a predicarles el evangelio para que sean salvos. Aunque eso sea difícil. Aunque sepamos que para un musulmán, su conversión al cristianismo puede suponerle peligro de muerte. Aunque la mayoría no quieran escuchar. Debemos hacerlo.
Acaba usted diciendo que los inmigrantes son una "carta de Cristo" para nosotros. Pues bien, escribamos en esa carta los pasajes del evangelio para que pasen de ser una "carta de Cristo" a ser una "carta sobre Cristo", para mayor gloria del Padre.
Suyo siempre en Cristo y en su bendita Iglesia,
Luis Fernando Pérez Bustamante
Fuente:http://blogs.periodistadigital.com/coradcorloquitur.php/2007/01/01/querido_cardenal_no_tenemos_derecho_a_no