Qué bueno que no le guste usar la palabra. Pero a veces no se usa pero se sugiere. Al menos es lo que mi humilde capacidad percibió cuando me dijo
"Pero al que veo que si le molesto por lo de hereje fue a usted Daniel, pero como usted sabrá el dicho que dice ¡ al que le quede el guante que se lo plante!"
En principio prueba lo que significa: QUE PODIAN ERRAR. Y respecto a la unanimidad, pues, nos referimos a lo sumo a la "unanimidad" de los que opinaron así, que no son la unanimidad de los (88) Padres y Doctores de la Iglesia en su totalidad. En este sentido, Pablo fue muy claro a los Gálatas y no excluyó ni siquiera a los "grandes cristianos" de poder desviarse de las enseñanzas verdaderas (Gálatas 1:8-9). "Está escrito".
Las generalizaciones no son buenas. "Muchos me dirán Señor Señor...". Nos causa estupor pesar siquiera la posibilidad. Pero evidentemente para ALGUIEN fue escrito.
Si como muestra basta un botón, tenemos los escritos de Clemente de Alejandría, en donde considera los elementos eucarísticos como símbolos del sacrificio de Cristo. Y sin pretender formar opinión con esto, pero en absoluto creyéndolo descabellado o improbable ¿podrá Ud., estimado Defenzor, asegurar taxativamente que ningún escrito contrario a las creencias de ROMA pudo haber sido "desechado" por fundamentalistas ortodoxos? A mi me queda la duda.
Clemente de Alejandría no opinaba en consonancia, como mencioné antes.
"Clemente de Alejandría
Probablemente nació en Atenas hacia 150. Recibió formación filosófica antes de su conversión, y cuando se hizo cristiano retuvo mucho de lo aprendido de los filósofos. El cristianismo era para él la verdadera filosofía. Murió hacia 215. Nótese cómo considera simbólicos de la nutrición del alma los dichos de Juan 6.
El Pedagogo, 1, 6
Pues la misma Palabra es fluida y suave como la leche, o sólida y compacta como la carne. Y demorándonos en este enfoque, podemos comparar la proclamación del Evangelio, que está universalmente difundido, como leche; y como carne la fe, por la cual la instrucción se compacta en un fundamento, la cual, siendo más sustancial que el oír, se asemeja a la carne, y aporta al alma misma nutrición de esta clase. En otra parte el Señor, en el Evangelio según Juan, trajo esto mediante símbolos, cuando dijo: “Comed mi carne y bebed mi sangre” [Juan 6:34]; describiendo claramente por metáfora las propiedades bebibles de la fe y la promesa, por medio de la cual la Iglesia, como un ser humano que consta de muchos miembros, se refresca y crece, es ligada y compactada por ambas –por la fe, que es el cuerpo, y la esperanza, la cual es el alma.; como también el Señor de la carne y de la sangre. Pues en realidad la sangre de la fe es la esperanza, en la cual la fe es sostenida como por un principio vital. Y cuando expira la esperanza, es como si la sangre se escurriese, y la vitalidad de la fe resulta destruida. Si, pues, alguien se opusiese, diciendo que por leche se significan las primeras lecciones –como si fuera, el primer alimento- y que por carne se entienden aquellas comprensiones espirituales que ellos alcanzan elevándose al conocimiento, que entiendan que, al decir que la carne es alimento sólido, y la carne y sangre de Jesús, son llevados por su propia sabiduría vana a la verdadera simplicidad. Pues la sangre resulta ser un producto original en el hombre, y algunos se han aventurado a llamarla la sustancia del alma. Y esta sangre, transmutada por un proceso natural de asimilación en el embarazo de la madre ... florece y envejece, para que no haya temor para el niño. La sangre, también, es la parte más húmeda de la carne, siendo una especie de carne líquida; y la leche es la parte más dulce y excelente de la sangre ... ¡Qué absurdo es, entonces, no reconocer que la sangre es convertida por el aliento en aquella blanca y brillante sustancia! El cambio que sufre es en calidad, no en esencia. Ciertamente no hallaréis nada más nutritivo, dulce o blanco que la leche. En todo aspecto, entonces, es como nutrición espiritual, la cual es dulce por la gracia, nutritiva como vida, brillante como el Día de Cristo.
La sangre del Verbo también ha sido exhibida como leche. La leche así provista en el parto, es administrada al bebé ... las mujeres embarazadas, al tornarse madres, secretan leche. Pero el Señor Cristo, el fruto de la Virgen, no pronunció benditas las mamas de las mujeres, ni las seleccionó para dar alimento. ¡Oh mística maravilla! El Padre universal es uno, y uno el Verbo universal; y el Espíritu Santo es uno e igual en todas partes, y una sola es la única madre virgen. Yo amo llamarla la Iglesia. Esta madre, cuando estaba sola, no tenía leche, porque sola no era una mujer. Pero ella es a la vez virgen y madre –pura como una virgen, amante como una madre. Y llamando a sus hijos a ella, los nutre con la leche santa , o sea con la Palabra para la infancia. Por tanto ella no tenía leche; pues la leche era este niño puro y hermoso, el cuerpo de Cristo, el cual nutre por la Palabra a la joven raza, la cual el Señor mismo trajo a luz en espasmos de la carne, la cual el Señor envolvió en su preciosa sangre. ¡Oh, maravilloso nacimiento! ¡Oh santas fajas de bebés! El Verbo es todo para el niño, tanto padre como madre, y tutor y nodriza. “Comed mi carne”, dice, “y bebed mi sangre.” [Juan 6: 53-54]. Tal es el adecuado alimento que el Señor ministra, y Él ofrece su carne y entrega su sangre, y nada falta para el crecimiento de los niños. ¡Oh sorprendente misterio! Nos unimos en expulsar la vieja y carnal corrupción, como también la vieja alimentación, recibiendo a cambio otro nuevo régimen, aquel de Cristo, recibiéndole si podemos, para guardarlo en nuestro interior; y que, al guardar al Salvador en nuestras almas como en un santuario, podamos corregir las afecciones de nuestra carne.
Pero no estáis inclinados a entenderlo de este modo, sino quizá más generalmente. Oídlo también de la siguiente manera. La carne figurativamente representa para nosotros el Espíritu Santo; pues la carne fue creada por Él. La sangre nos señala a la Palabra, pues como rica sangre ha sido infundida para vida; y la unión de ambas es el Señor, el alimento de los bebés, el Señor que es Espíritu y Verbo. El alimento –esto es, el Señor Jesús – esto es, el Verbo de Dios, el Espíritu hecho carne, es carne celestial santificada. La nutrición es la leche del Padre, por la cual sola nosotros los bebés nos nutrimos. El Verbo mismo, entonces, el Amado, y nuestro alimentador, ha derramado su propia sangre por nosotros, para salvar a la humanidad; y por Él nosotros, creyendo en Dios, huimos hacia el Verbo, “el pecho cariñoso” del Padre. Y Él solo, como corresponde, nos provee a nosotros, niños, con la leche de amor, y solamente son bendecidos los que maman de este pecho.
Además, el Verbo declara ser Él mismo el pan del cielo. “Pues Moisés”, dice, “no os dio el pan del cielo, sino que mi Padre os dio el verdadero pan del cielo. Pues el pan de Dios es Aquel que descendió del cielo, y da vida al mundo. Y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.” [Juan 6: 32-33,51]. Aquí ha de notarse el misterio del pan, en la medida en que Él habla de su carne, y como carne, consecuentemente, lo que ha surgido a través del fuego , como el trigo surge a través del decaimiento y la germinación; y, en verdad, ha surgido a través del fuego para el gozo de la Iglesia, como pan horneado... Pero ya que Él dijo “Y el pan que daré es mi carne” y ya que la carne es humedecida con sangre, y la sangre se denomina figurativamente vino, estamos invitados a saber que, como pan, deshecho en una mezcla de vino y agua, atrapa el vino y deja la porción acuosa, así también la carne de Cristo, el pan del cielo, absorbe la sangre; esto es, aquellos de entre los hombres que son celestiales, nutriéndolos para inmortalidad, y dejando para destrucción solamente las concupiscencias de la carne.
Así, de muchas maneras el Verbo es figurativamente descrito, como alimento, y carne, y comida, y pan, y sangre, y leche. El Señor es todos éstos, para darnos disfrute a nosotros que hemos creído en Él. Que nadie piense que es extraño, cuando decimos que la sangre del Señor es figurativamente representada como leche. Pues, ¿no es figurativamente representada como vino? “Quien lava”, se dice, “su vestimenta en vino, su túnica en la sangre de la vid” [Génesis 49: 11]. En su propio Espíritu dice que revestirá el cuerpo del Verbo; como ciertamente por su propio Espíritu nutrirá a quienes tengan hambre del Verbo.
Y que la sangre es el Verbo, es testificado por la sangre de Abel, el justo que intercede con Dios. Pues la sangre nunca hubiese emitido una voz, si no hubiese sido considerada como la Palabra: pues el hombre justo del pasado es el tipo del nuevo justo; y la sangre que antaño intercedía, intercede en el lugar de la nueva sangre. Y la sangre que es el Verbo gime a Dios, ya que anunciaba que el Verbo había de sufrir...
... Porque si hemos sido regenerados en Cristo, Aquel que nos ha regenerado nos nutre con su propia leche, el Verbo... Y como la regeneración era consistentemente espiritual, asimismo la nutrición del hombre es espiritual. En todos los respectos, por tanto, y en todas las cosas, somos llevados a la unión con Cristo, en relación con su sangre, por la cual somos redimidos; y a simpatía, en consecuencia de la nutrición que fluye del Verbo; y en inmortalidad, a través de su guía."
Sin dudas tomar como referencia lo que antiguas personas escribieron puede ser de utilidad, pero nunca debería ser causa de que se interponga entre lo que el Espíritu Santo desee revelar en nosotros, pues en lugar de ser revelación de primera, podríamos caer cautivos a ser arrastrados por los errores de otros.
Y como hemos visto con el botón de muestra, no todos los escritores antiguos y falibles creyeron por igual.
Mi regla (Kanön) de Fe continúa siendo la Sagrada Escritura.
Cordial saludo en Cristo