una bella historia para un bello publico
La silla de san Pedro en la historia:
un lodazal del vicio. Depravaciones, crueldades
de todo tipo, violencia, robo, asesinato...
Si observamos la historia, tenemos ya en el siglo IV un extraordinario representante de los llamados «Santos padres», que no sólo fue Papa, sino que incluso fue canonizado, lo cual no fue siempre el caso de todos los Papas. Se trata de Dámaso I. Sobre él podemos leer más, por ejemplo, en los tomos 2 y 3 de la «Historia criminal del cristianismo» de Karlheinz Deschner: Dámaso reinó durante 18 años en Roma, del 366 al 384, lo que fue un tiempo bastante largo para aquella época. Ya las circunstancias de su toma del poder fueron de una naturaleza extremadamente violenta. Él poseía ciertos medios económicos y alquiló para sí una tropa de matones en toda regla compuesta de carreteros, gente de circo y sepultureros y dio la orden a esta jauría de tomar por asalto una iglesia que estaba en el lugar de la actual basílica Santa Maria Maggiore en Roma. En esta iglesia se habían atrincherado sus enemigos. Había un Papa contrincante, de nombre Ursino. La tropa de matones de Dámaso tomó entonces por asalto la iglesia, la incendiaron y mataron a más de 100 miembros de la parte contraria.
Por lo demás, tales hechos han tenido lugar con relativa frecuencia en la historia de la Iglesia. O sea que no eran raras las veces en que las diferencias de opinión entre los supuestos cristianos se resolvían de esta manera.
Esto significa que las manos del Papa Dámaso estaban manchadas de mucha sangre, así como también las manos de muchos Papas después de él. Él hizo perseguir también sin piedad a los llamados herejes y para ello hizo uso de la ayuda del Estado. También fue una persona muy singular en otro sentido porque llevó un tren de vida muy lujoso. El historiador romano Amiano Marcellino informa a este respecto: «Él va de un sitio a otro sólo en carruajes, se viste suntuosamente y hace preparar tan ricos festines que su mesa eclipsa incluso un banquete de reyes.»Karlheinz Deschner escribe en el tomo 3 de su «Historia criminal del cristianismo»54, entre otras cosas, lo siguiente acerca de él: «A raíz de su familiaridad con cristianas ricas, el “lisonjeador de las damas”, –así se le llamaba entonces–, sacó tanto provecho de ello que en el año 370 se le envió un edicto imperial prohibiendo enérgicamente la caza de herencias por parte del clero.»
Dámaso era un cazador de herencias de mucho éxito. El emperador promulgó un dictamen, en el que prohibía «a los monjes eclesiásticos visitar las casas de las viudas y de los huérfanos y declaró nulos todos los donativos y legados de ellos así como de otros fieles que iban a convertirse en las víctimas de sacerdotes chantajistas bajo un pretexto religioso».55 Sin embargo, este dictamen fue anulado ya sólo 20 años más tarde.
La pregunta ahora es ¿por qué se canonizó a Dámaso? Seguramente que no debido a esta cascada de crímenes, sino porque él dio la tarea a Jerónimo de editar de nuevo la Biblia; sabemos por cierto que éste efectuó algunas transformaciones que iban en el sentido de lo que quería la Iglesia. Éste fue entonces el mérito que a su mandante, el Papa Dámaso, le otorgó la canonización.
Si se mira todo con más detenimiento, en los casi 2000 años de historia de los Papas, encontramos que muchos de ellos estuvieron cargados de crímenes de todo tipo. Desde vidas libertinas con muchas cortesanas, pasando por incesto y simonía, hasta asesinatos premeditados y matanzas, se puede encontrar casi de todo.
Continuemos con Inocencio I: De él dicen las crónicas que su afición habría sido divertirse con chicas jóvenes.
También se cuenta algo semejante de Sixto III. Se dice de él que hizo participar de su virilidad a las monjas más maduras. Según el autor Nigel Cawthorne, de cuya «Crónica de Escándalos del Vaticano»56 tomamos estos ejemplos, este Papa fue llevado incluso ante los tribunales por ello. Pero cuando el Papa adujo el ejemplo de Jesús, de que quien estuviese libre de culpa lanzara la primera piedra, ninguno de los prelados presentes se vio en situación de lanzar la primera piedra.
Pero éste es un pecado pequeño en comparación, por ejemplo, con los crímenes del Papa Juan XII. De él se dice que «robó el tesoro de la Iglesia y huyó pasándose al bando de los enemigos de Roma.» Por ello el sínodo instituyó en su reemplazó a León VIII. Pero un tiempo más tarde Juan regresó, volvió a sentarse en la silla de san Pedro y se convirtió en un hombre violento. Cawthorne informa: «Cortó la nariz, la lengua y dos dedos al diácono del cardenal, desolló al obispo Otger, le cortó la cabeza al notario Azzo y decapitó a 63 clérigos y nobles de Roma.»
Pero entonces le llegó su fin. Citamos literalmente: «En el transcurso de la noche del 14 de mayo del año 964, mientras practicaba relaciones sucias y prohibidas con una cortesana romana, fue sorprendido en acto de pecado por el enfurecido marido de la cortesana, siendo matado a golpes de martillo.»57Ahora siguen dos Papas que tienen casualmente el mismo nombre que el actual poseedor en funciones de la silla de san Pedro. El primero es Benedicto VIII. El sólo pudo ser Papa porque antes asesinó a su predecesor. El arzobispo de la ciudad francesa de Narbona lo acusó de asesinato premeditado, de usurero, de emplear la violencia para lograr secretos de confesión, de vivir en concubinato con dos de sus sobrinas, así como de tener hijos con ellas, y de emplear el dinero obtenido de las penitencias para financiar una guerra. El Papa Víctor III mencionó además «violaciones, asesinatos y otras atrocidades» y también el obispo Beno lo acusó de muchos adulterios y asesinatos.58
Sobre Benedicto IX se cuenta que con sus apenas 12 años fue sin duda uno de los Papas más jóvenes que se sentó en la silla de san Pedro. Se dice que él «mostró ya muy temprano una propensión a toda clase de depravaciones.» «Tenía inclinaciones bisexuales, relaciones sexuales con animales y ordenó que se llevaran a cabo asesinatos. Además se ocupaba con brujería y satanismo.» Un observador contemporáneo escribió: «Un demonio de los infiernos vestido de sacerdote se ha sentado en la silla de san Pedro.»59Benedicto IX llevó a cabo en el palacio Laterano orgías homosexuales y vendió el oficio de Papa a su ahijado, siguió viviendo de todas maneras en el palacio Laterano y lo convirtió en un burdel.
¿Lo que el observador contemporáneo de Benedicto IX dijo ya entonces sobre éste, no podría ser una respuesta al título de nuestro programa ¿Quién está sentado en la silla de san Pedro? Él dijo: «Un demonio de los infiernos vestido de sacerdote se ha sentado en la silla de san Pedro.»
Continuemos con Silvestre II. Este interrumpió por sólo 2 meses el pontificado de Benedicto IX. Pronto se le acusó de «estar más cerca de Satanás que de Cristo». Y dejó como legado muchos libros sobre magia.60
De Anacleto II se dice que tenía relaciones incestuosas con su hermana y con otros parientes, que además mantuvo de amante a una prostituta e incluso que violó a monjas.61
A Pablo II «le gustaba mirar hombres desnudos en el potro de torturas y ver cómo eran torturados. Supuestamente murió de un infarto de corazón mientras tenía relaciones sexuales con su muchacho preferido.»62A Inocencio VIII se le podía llamar con razón «padre», ya que tuvo ocho hijos ilegítimos e igualmente muchas hijas ilegítimas. La única diferencia con los otros Papas es que lo admitía públicamente en lugar de presentarlos como sobrinos y sobrinas, como era habitual. De uno de sus hijos se dice que «por las noches deambulaba por las calles, irrumpía en casas y violaba a toda mujer que le gustase. Nunca fue censurado por su padre, el Papa.» En 1489 el arzobispo Morton visitó la abadía de San Albano, y comprobó que los monjes habían hecho desaparecer a las monjas para introducir en su lugar a prostitutas. Él informó al Papa que el monasterio era un «mar de semen y sangre»63, pero Inocencio VIII opinó que actuar contra ello era sólo perder el tiempo, puesto que en la misma curia apenas si se iba a encontrar a un sacerdote sin concubina.
Inocencio VIII otorgó el permiso de impresión del libro «El martillo de brujas» (el famoso Hexenhammer escrito en 1487 por dos monjes alemanes) y otorgó al monje dominicano Heinrich Institoris, uno de los que lo habían concebido, el máximo poder como inquisidor. Con ello trajo una muerte horrible a muchas personas.
Continuemos algunos años más tarde con el Papa Alejandro VI, el sucesor de Inocencio VIII. Él convirtió definitivamente la silla de san Pedro en un lodazal del vicio, aunque en este sentido se puede discutir si ésta ya no lo era antes. No sólo que él cada noche obligaba a visitarlo a las 25 más bellas prostitutas de Roma, sino que tenía la suficiente resistencia como para embarazar a su hija Lucrecia y tener relaciones con su madre y su abuela. Muchas muertes por envenenamiento van a cuenta suya. Tampoco detuvo el estilo de vida vicioso y asesino de su hijo César, a quien había nombrado cardenal.
Al profeta Savonarola de Florencia lo hizo matar porque éste criticó su estilo de vida.
El historiador contemporáneo Tomás Tomasi levantó un acta de los hechos: «No sería posible contar todos los asesinatos, las violaciones y los casos de incesto que tienen lugar cada día en la corte del Papa. La vida de una persona no es tan larga como para registrar los nombres de todos los asesinados, envenenados o de las víctimas que se tiraron al río Tíber.»64
Acabamos de hablar del español Rodrigo Borges, quien más tarde, llamándose entonces Rodrigo Borgia, fue elegido Papa bajo el nombre de Alejandro VI, y uno se pregunta ¿Cómo un hombre así llegó a ser Papa? Pues su vida privada ya se conocía de antemano. Todo el mundo sabía de que calaña era el hombre. Lo podemos leer en el libro de Nigel Cawthorne, quien recopiló una «Crónica de escándalos del Vaticano» y citó allí todas las fuentes que aún se podían encontrar. Antes escuchamos cómo el Papa Dámaso llegó al poder: empleando la violencia. Pero existe aún otra posibilidad para llegar al poder. Sobre ésta escribe Nigel Cawthorne: «Rodrigo Borgia fue vicecanciller de cuatro Papas, y en esta posición acumuló enormes riquezas. La cantidad de dinero que utilizó en sus sobornos fue impresionante. En el año 1492, cuando se celebró el cónclave para elegir Papa, regaló poderosos monasterios y ciudades completas cuando se trataba de lograr el voto de un solo cardenal. Algunos cardenales querían palacios, otros querían fortalezas o tierras o dinero.»
A continuación se da un resumen de algunos ejemplos de los que en aquel entonces se tomó nota: por ejemplo, el cardenal Orsini vendió su voto para obtener las fortalezas Monticelli y Cariani; el cardenal Ascanio Sforza quería cuatro cargamentos de plata y la lucrativa posición de canciller de la Iglesia para garantizar su aprobación. El cardenal Colonna recibió el rico monasterio de san Benedicto con todos sus dominios y derechos patronales para sí y su familia para toda la eternidad. El cardenal de san Angelo exigió el obispado de Oporto, la fortaleza que allí se encontraba y una bodega llena de vino. Todos los nombrados anteriormente recibieron lo que deseaban, pero aún le faltaban algunos votos. El cardenal Savelli recibió la Civita Castellana, es decir, toda una ciudad.65
El voto decisivo fue el de un monje veneciano. Este quería simplemente 5000 coronas y una noche con la hija de Rodrigo, la atractiva Lucrecia, de 12 años. También esto le fue concedido. Con el voto de 22 cardenales en el bolsillo Rodrigo fue nombrado Papa Alejandro VI. Al mismo tiempo su depravado hijo de 17 años, César, fue nombrado arzobispo de Valencia y poco después recibió del Papa, es decir, de su padre, el capelo (sombrero de cardenal).
Cuando escuchamos lo que ya es conocido sobre la elección de los Papas y cómo cada uno de éstos subió a la silla de san Pedro –por medio de asesinatos, soborno, compra de votos e intrigas–, hay algo completamente cuestionable: hasta hoy todo Papa se remite al hecho de ser el sucesor directo de san Pedro en virtud de la ininterrumpida elección de sus predecesores. Estos, quienes presuntamente forman esta cadena hasta Pedro, se convirtieron en Papas en parte de la forma tan terrible que acaba de exponerse. ¿Puede en realidad un Papa de hoy, de ayer o de anteayer remitirse al hecho de que existe algo así como una sucesión legítima, de sucesor en sucesor, cuando los miembros intermedios llegaron al trono papal por medio del asesinato y la muerte? Según esto, la pregunta de cómo cada uno de los potentados de la Iglesia subieron a la silla de san Pedro, no sólo concierne al pasado sino también al presente.
En cualquier caso, el remitirse a la tradición en este punto es un hecho muy interesante que muestra a quién se sienten unidos por la tradición los llamados «Santos padres»...
El asunto de la sucesión apostólica es de todas formas una quimera, ya que las listas de obispos del primer siglo fueron falsificadas sin excepción. Y aunque –ya entonces– hubiera existido un obispo de Roma, y este obispo se hubiera llamado Pedro, lo que tampoco se puede demostrar históricamente, sabemos por nuestros programas anteriores que estos obispos en ese entonces no dirigían todavía las comunidades, ya que eran los administradores de las cuentas y los que cuidaban de las provisiones. Ellos no tenían ninguna tareaa espiritual ni ningún carisma espiritual . O sea que desde el principio hasta el final, todo fue inventado.
Volvamos a los «Santos padres» y a más detalles de sus «tradiciones».
Pablo III no tuvo tampoco una mejor moral que muchos de sus predecesores. También uno de los comentadores de su tiempo dudó de la tarea de: «enumerar los muchos monstruosos y horribles asesinatos de padres, robos, brujerías, traiciones, tiranías, incestos y prostituciones sin par de este Papa».66 De hecho, este Papa envenenó a su madre y a su sobrina para lograr toda la herencia familiar. También envenenó a otros que no estaban en seguida de acuerdo con su opinión. Además, se sabe que mató a su hermana, cometió incesto con su propia hija e hizo envenenar a su marido para poder disfrutar de ella con mayor libertad. Además, debió de mantener a miles de prostitutas, quienes le pagaban un tributo mensual.
Pero Pablo III no fue el único Papa que organizó burdeles enriqueciéndose con ellos.
Pablo III persiguió también a los protestantes con una despiadada brutalidad. Se dice que su hijo y su nieto en una guerra contra los luteranos hicieron derramar tanta sangre que la corriente de sangre era lo suficientemente profunda como para que caballos hubieran podido nadar allí. Un cronista de su época escribió: «Mientras tenían lugar estas carnicerías, el Papa se abandonaba con su hija Constanza al goce de placeres sensuales.»67
Se podría objetar naturalmente que estos fueron casos aislados de la época del Renacimiento, tristemente célebre por tales cosas. Sin embargo, consideremos ahora una vez más los dos grandes Papas de la antigüedad, que no sólo fueron canonizados, sino que además fueron nombrados doctores de la Iglesia, a saber, León el Grande y Gregorio el Grande (ambos con el calificativo «el Grande»). Sus manos estaban igualmente muy manchadas de sangre. León el Grande (papado del 440 al 461), como ya mencionamos en un programa anterior, hizo perseguir con leyes sanguinarias a los llamados herejes y ordenó a los católicos que debían evitar a los no católicos «como veneno mortal». Que ni siquiera debían hablar ni tener ningún tipo de relación con ellos. O sea que él incitó contra personas de otras creencias y las hizo matar.
Gregorio el Grande (papado del 590 al 604) fomentó no sólo la superstición y el miedo al infierno, justificó no sólo la (también normal en círculos de la Iglesia) esclavitud y la tortura contra personas de otra fe; él celebró también como «mensajero de la misericordia de Dios»68 al usurpador del trono Focas, que había asesinado al emperador bizantino Mauricio junto con toda su familia.
La silla de san Pedro en la historia:
un lodazal del vicio. Depravaciones, crueldades
de todo tipo, violencia, robo, asesinato...
Si observamos la historia, tenemos ya en el siglo IV un extraordinario representante de los llamados «Santos padres», que no sólo fue Papa, sino que incluso fue canonizado, lo cual no fue siempre el caso de todos los Papas. Se trata de Dámaso I. Sobre él podemos leer más, por ejemplo, en los tomos 2 y 3 de la «Historia criminal del cristianismo» de Karlheinz Deschner: Dámaso reinó durante 18 años en Roma, del 366 al 384, lo que fue un tiempo bastante largo para aquella época. Ya las circunstancias de su toma del poder fueron de una naturaleza extremadamente violenta. Él poseía ciertos medios económicos y alquiló para sí una tropa de matones en toda regla compuesta de carreteros, gente de circo y sepultureros y dio la orden a esta jauría de tomar por asalto una iglesia que estaba en el lugar de la actual basílica Santa Maria Maggiore en Roma. En esta iglesia se habían atrincherado sus enemigos. Había un Papa contrincante, de nombre Ursino. La tropa de matones de Dámaso tomó entonces por asalto la iglesia, la incendiaron y mataron a más de 100 miembros de la parte contraria.
Por lo demás, tales hechos han tenido lugar con relativa frecuencia en la historia de la Iglesia. O sea que no eran raras las veces en que las diferencias de opinión entre los supuestos cristianos se resolvían de esta manera.
Esto significa que las manos del Papa Dámaso estaban manchadas de mucha sangre, así como también las manos de muchos Papas después de él. Él hizo perseguir también sin piedad a los llamados herejes y para ello hizo uso de la ayuda del Estado. También fue una persona muy singular en otro sentido porque llevó un tren de vida muy lujoso. El historiador romano Amiano Marcellino informa a este respecto: «Él va de un sitio a otro sólo en carruajes, se viste suntuosamente y hace preparar tan ricos festines que su mesa eclipsa incluso un banquete de reyes.»Karlheinz Deschner escribe en el tomo 3 de su «Historia criminal del cristianismo»54, entre otras cosas, lo siguiente acerca de él: «A raíz de su familiaridad con cristianas ricas, el “lisonjeador de las damas”, –así se le llamaba entonces–, sacó tanto provecho de ello que en el año 370 se le envió un edicto imperial prohibiendo enérgicamente la caza de herencias por parte del clero.»
Dámaso era un cazador de herencias de mucho éxito. El emperador promulgó un dictamen, en el que prohibía «a los monjes eclesiásticos visitar las casas de las viudas y de los huérfanos y declaró nulos todos los donativos y legados de ellos así como de otros fieles que iban a convertirse en las víctimas de sacerdotes chantajistas bajo un pretexto religioso».55 Sin embargo, este dictamen fue anulado ya sólo 20 años más tarde.
La pregunta ahora es ¿por qué se canonizó a Dámaso? Seguramente que no debido a esta cascada de crímenes, sino porque él dio la tarea a Jerónimo de editar de nuevo la Biblia; sabemos por cierto que éste efectuó algunas transformaciones que iban en el sentido de lo que quería la Iglesia. Éste fue entonces el mérito que a su mandante, el Papa Dámaso, le otorgó la canonización.
Si se mira todo con más detenimiento, en los casi 2000 años de historia de los Papas, encontramos que muchos de ellos estuvieron cargados de crímenes de todo tipo. Desde vidas libertinas con muchas cortesanas, pasando por incesto y simonía, hasta asesinatos premeditados y matanzas, se puede encontrar casi de todo.
Continuemos con Inocencio I: De él dicen las crónicas que su afición habría sido divertirse con chicas jóvenes.
También se cuenta algo semejante de Sixto III. Se dice de él que hizo participar de su virilidad a las monjas más maduras. Según el autor Nigel Cawthorne, de cuya «Crónica de Escándalos del Vaticano»56 tomamos estos ejemplos, este Papa fue llevado incluso ante los tribunales por ello. Pero cuando el Papa adujo el ejemplo de Jesús, de que quien estuviese libre de culpa lanzara la primera piedra, ninguno de los prelados presentes se vio en situación de lanzar la primera piedra.
Pero éste es un pecado pequeño en comparación, por ejemplo, con los crímenes del Papa Juan XII. De él se dice que «robó el tesoro de la Iglesia y huyó pasándose al bando de los enemigos de Roma.» Por ello el sínodo instituyó en su reemplazó a León VIII. Pero un tiempo más tarde Juan regresó, volvió a sentarse en la silla de san Pedro y se convirtió en un hombre violento. Cawthorne informa: «Cortó la nariz, la lengua y dos dedos al diácono del cardenal, desolló al obispo Otger, le cortó la cabeza al notario Azzo y decapitó a 63 clérigos y nobles de Roma.»
Pero entonces le llegó su fin. Citamos literalmente: «En el transcurso de la noche del 14 de mayo del año 964, mientras practicaba relaciones sucias y prohibidas con una cortesana romana, fue sorprendido en acto de pecado por el enfurecido marido de la cortesana, siendo matado a golpes de martillo.»57Ahora siguen dos Papas que tienen casualmente el mismo nombre que el actual poseedor en funciones de la silla de san Pedro. El primero es Benedicto VIII. El sólo pudo ser Papa porque antes asesinó a su predecesor. El arzobispo de la ciudad francesa de Narbona lo acusó de asesinato premeditado, de usurero, de emplear la violencia para lograr secretos de confesión, de vivir en concubinato con dos de sus sobrinas, así como de tener hijos con ellas, y de emplear el dinero obtenido de las penitencias para financiar una guerra. El Papa Víctor III mencionó además «violaciones, asesinatos y otras atrocidades» y también el obispo Beno lo acusó de muchos adulterios y asesinatos.58
Sobre Benedicto IX se cuenta que con sus apenas 12 años fue sin duda uno de los Papas más jóvenes que se sentó en la silla de san Pedro. Se dice que él «mostró ya muy temprano una propensión a toda clase de depravaciones.» «Tenía inclinaciones bisexuales, relaciones sexuales con animales y ordenó que se llevaran a cabo asesinatos. Además se ocupaba con brujería y satanismo.» Un observador contemporáneo escribió: «Un demonio de los infiernos vestido de sacerdote se ha sentado en la silla de san Pedro.»59Benedicto IX llevó a cabo en el palacio Laterano orgías homosexuales y vendió el oficio de Papa a su ahijado, siguió viviendo de todas maneras en el palacio Laterano y lo convirtió en un burdel.
¿Lo que el observador contemporáneo de Benedicto IX dijo ya entonces sobre éste, no podría ser una respuesta al título de nuestro programa ¿Quién está sentado en la silla de san Pedro? Él dijo: «Un demonio de los infiernos vestido de sacerdote se ha sentado en la silla de san Pedro.»
Continuemos con Silvestre II. Este interrumpió por sólo 2 meses el pontificado de Benedicto IX. Pronto se le acusó de «estar más cerca de Satanás que de Cristo». Y dejó como legado muchos libros sobre magia.60
De Anacleto II se dice que tenía relaciones incestuosas con su hermana y con otros parientes, que además mantuvo de amante a una prostituta e incluso que violó a monjas.61
A Pablo II «le gustaba mirar hombres desnudos en el potro de torturas y ver cómo eran torturados. Supuestamente murió de un infarto de corazón mientras tenía relaciones sexuales con su muchacho preferido.»62A Inocencio VIII se le podía llamar con razón «padre», ya que tuvo ocho hijos ilegítimos e igualmente muchas hijas ilegítimas. La única diferencia con los otros Papas es que lo admitía públicamente en lugar de presentarlos como sobrinos y sobrinas, como era habitual. De uno de sus hijos se dice que «por las noches deambulaba por las calles, irrumpía en casas y violaba a toda mujer que le gustase. Nunca fue censurado por su padre, el Papa.» En 1489 el arzobispo Morton visitó la abadía de San Albano, y comprobó que los monjes habían hecho desaparecer a las monjas para introducir en su lugar a prostitutas. Él informó al Papa que el monasterio era un «mar de semen y sangre»63, pero Inocencio VIII opinó que actuar contra ello era sólo perder el tiempo, puesto que en la misma curia apenas si se iba a encontrar a un sacerdote sin concubina.
Inocencio VIII otorgó el permiso de impresión del libro «El martillo de brujas» (el famoso Hexenhammer escrito en 1487 por dos monjes alemanes) y otorgó al monje dominicano Heinrich Institoris, uno de los que lo habían concebido, el máximo poder como inquisidor. Con ello trajo una muerte horrible a muchas personas.
Continuemos algunos años más tarde con el Papa Alejandro VI, el sucesor de Inocencio VIII. Él convirtió definitivamente la silla de san Pedro en un lodazal del vicio, aunque en este sentido se puede discutir si ésta ya no lo era antes. No sólo que él cada noche obligaba a visitarlo a las 25 más bellas prostitutas de Roma, sino que tenía la suficiente resistencia como para embarazar a su hija Lucrecia y tener relaciones con su madre y su abuela. Muchas muertes por envenenamiento van a cuenta suya. Tampoco detuvo el estilo de vida vicioso y asesino de su hijo César, a quien había nombrado cardenal.
Al profeta Savonarola de Florencia lo hizo matar porque éste criticó su estilo de vida.
El historiador contemporáneo Tomás Tomasi levantó un acta de los hechos: «No sería posible contar todos los asesinatos, las violaciones y los casos de incesto que tienen lugar cada día en la corte del Papa. La vida de una persona no es tan larga como para registrar los nombres de todos los asesinados, envenenados o de las víctimas que se tiraron al río Tíber.»64
Acabamos de hablar del español Rodrigo Borges, quien más tarde, llamándose entonces Rodrigo Borgia, fue elegido Papa bajo el nombre de Alejandro VI, y uno se pregunta ¿Cómo un hombre así llegó a ser Papa? Pues su vida privada ya se conocía de antemano. Todo el mundo sabía de que calaña era el hombre. Lo podemos leer en el libro de Nigel Cawthorne, quien recopiló una «Crónica de escándalos del Vaticano» y citó allí todas las fuentes que aún se podían encontrar. Antes escuchamos cómo el Papa Dámaso llegó al poder: empleando la violencia. Pero existe aún otra posibilidad para llegar al poder. Sobre ésta escribe Nigel Cawthorne: «Rodrigo Borgia fue vicecanciller de cuatro Papas, y en esta posición acumuló enormes riquezas. La cantidad de dinero que utilizó en sus sobornos fue impresionante. En el año 1492, cuando se celebró el cónclave para elegir Papa, regaló poderosos monasterios y ciudades completas cuando se trataba de lograr el voto de un solo cardenal. Algunos cardenales querían palacios, otros querían fortalezas o tierras o dinero.»
A continuación se da un resumen de algunos ejemplos de los que en aquel entonces se tomó nota: por ejemplo, el cardenal Orsini vendió su voto para obtener las fortalezas Monticelli y Cariani; el cardenal Ascanio Sforza quería cuatro cargamentos de plata y la lucrativa posición de canciller de la Iglesia para garantizar su aprobación. El cardenal Colonna recibió el rico monasterio de san Benedicto con todos sus dominios y derechos patronales para sí y su familia para toda la eternidad. El cardenal de san Angelo exigió el obispado de Oporto, la fortaleza que allí se encontraba y una bodega llena de vino. Todos los nombrados anteriormente recibieron lo que deseaban, pero aún le faltaban algunos votos. El cardenal Savelli recibió la Civita Castellana, es decir, toda una ciudad.65
El voto decisivo fue el de un monje veneciano. Este quería simplemente 5000 coronas y una noche con la hija de Rodrigo, la atractiva Lucrecia, de 12 años. También esto le fue concedido. Con el voto de 22 cardenales en el bolsillo Rodrigo fue nombrado Papa Alejandro VI. Al mismo tiempo su depravado hijo de 17 años, César, fue nombrado arzobispo de Valencia y poco después recibió del Papa, es decir, de su padre, el capelo (sombrero de cardenal).
Cuando escuchamos lo que ya es conocido sobre la elección de los Papas y cómo cada uno de éstos subió a la silla de san Pedro –por medio de asesinatos, soborno, compra de votos e intrigas–, hay algo completamente cuestionable: hasta hoy todo Papa se remite al hecho de ser el sucesor directo de san Pedro en virtud de la ininterrumpida elección de sus predecesores. Estos, quienes presuntamente forman esta cadena hasta Pedro, se convirtieron en Papas en parte de la forma tan terrible que acaba de exponerse. ¿Puede en realidad un Papa de hoy, de ayer o de anteayer remitirse al hecho de que existe algo así como una sucesión legítima, de sucesor en sucesor, cuando los miembros intermedios llegaron al trono papal por medio del asesinato y la muerte? Según esto, la pregunta de cómo cada uno de los potentados de la Iglesia subieron a la silla de san Pedro, no sólo concierne al pasado sino también al presente.
En cualquier caso, el remitirse a la tradición en este punto es un hecho muy interesante que muestra a quién se sienten unidos por la tradición los llamados «Santos padres»...
El asunto de la sucesión apostólica es de todas formas una quimera, ya que las listas de obispos del primer siglo fueron falsificadas sin excepción. Y aunque –ya entonces– hubiera existido un obispo de Roma, y este obispo se hubiera llamado Pedro, lo que tampoco se puede demostrar históricamente, sabemos por nuestros programas anteriores que estos obispos en ese entonces no dirigían todavía las comunidades, ya que eran los administradores de las cuentas y los que cuidaban de las provisiones. Ellos no tenían ninguna tareaa espiritual ni ningún carisma espiritual . O sea que desde el principio hasta el final, todo fue inventado.
Volvamos a los «Santos padres» y a más detalles de sus «tradiciones».
Pablo III no tuvo tampoco una mejor moral que muchos de sus predecesores. También uno de los comentadores de su tiempo dudó de la tarea de: «enumerar los muchos monstruosos y horribles asesinatos de padres, robos, brujerías, traiciones, tiranías, incestos y prostituciones sin par de este Papa».66 De hecho, este Papa envenenó a su madre y a su sobrina para lograr toda la herencia familiar. También envenenó a otros que no estaban en seguida de acuerdo con su opinión. Además, se sabe que mató a su hermana, cometió incesto con su propia hija e hizo envenenar a su marido para poder disfrutar de ella con mayor libertad. Además, debió de mantener a miles de prostitutas, quienes le pagaban un tributo mensual.
Pero Pablo III no fue el único Papa que organizó burdeles enriqueciéndose con ellos.
Pablo III persiguió también a los protestantes con una despiadada brutalidad. Se dice que su hijo y su nieto en una guerra contra los luteranos hicieron derramar tanta sangre que la corriente de sangre era lo suficientemente profunda como para que caballos hubieran podido nadar allí. Un cronista de su época escribió: «Mientras tenían lugar estas carnicerías, el Papa se abandonaba con su hija Constanza al goce de placeres sensuales.»67
Se podría objetar naturalmente que estos fueron casos aislados de la época del Renacimiento, tristemente célebre por tales cosas. Sin embargo, consideremos ahora una vez más los dos grandes Papas de la antigüedad, que no sólo fueron canonizados, sino que además fueron nombrados doctores de la Iglesia, a saber, León el Grande y Gregorio el Grande (ambos con el calificativo «el Grande»). Sus manos estaban igualmente muy manchadas de sangre. León el Grande (papado del 440 al 461), como ya mencionamos en un programa anterior, hizo perseguir con leyes sanguinarias a los llamados herejes y ordenó a los católicos que debían evitar a los no católicos «como veneno mortal». Que ni siquiera debían hablar ni tener ningún tipo de relación con ellos. O sea que él incitó contra personas de otras creencias y las hizo matar.
Gregorio el Grande (papado del 590 al 604) fomentó no sólo la superstición y el miedo al infierno, justificó no sólo la (también normal en círculos de la Iglesia) esclavitud y la tortura contra personas de otra fe; él celebró también como «mensajero de la misericordia de Dios»68 al usurpador del trono Focas, que había asesinado al emperador bizantino Mauricio junto con toda su familia.