esta localizada en recuerdo, se dice, por haber dado allí a luz a un niño el Papa Juan VIH. Por esta razón muchos dicen que
a los papas no se les permite pasar a caballo por allí. Por lo tanto el señor arzobispo de Florencia, el obispo
de Massano, y Hugo de Bencii el subdiácono apostólico, me enviaron una reprimenda» (Líber Notarum, John
Burchard; RISS, XXXII pt. 1, vol. I, p.176).
La estatua de la Papisa (imago papissae) que aquí menciona Burchard en el año 1486, también fue vista
por Martín Lutero cuando visitó Roma a finales de 1510. Lutero hizo un comentario acerca de la estatua
expresando su sorpresa que los papas permitiesen que un objeto tan embarazoso permaneciera en un lugar
público. La estatua que Luterio vio era la de una mujer con vestiduras papales, sosteniendo un niño y un cetro
(La Légende de la Papesse Jeanne, Eugene Müntz, 1900, p.333). Teodorico de Niem afirma que «la estatua fue
erigida por el Papa Benedicto 111, con el fin de inspirar horror al escándalo que sucedió en ese lugar» (Pope
Joan -A Histórica! Study, Emmanuel D. Rhoides, 1886, p.82). El dato es confiable porque cuando Teodorico
escribió al respecto en el año 1414, la estatua tenía apenas poco más de 50 años, lo cual no deja mucho margen
de error.
Por otro lado, en relación al fin o desaparición de la estatua de la Papisa, existe el testimonio de Elias
Hasenmuller quien el la última década del siglo XVI fue informado por una autoridad confiable que la estatua
había sido arrojada al río Tíber porj Pío V (1566-72). Según lo registra el mismo Hasenmuller en su obra
Historia lesuitici Ordinis (1593, p.315). Esto explica también por qué el famoso cardenal jesuíta Roberto
Belarmino (1542-1621), quien intervino como miembro del] Santo Oficio en el juicio contra Galileo, cuando
hace referencia a la estatua en su obra De Summo Pontífice en 1577,! siempre se refiere a ella en tiempo
pasado, con la clara implicación que la estatua en ese entonces ya no existía. Un testimonio más, concerniente
a la existencia de la Papisa Juana, lo encontramos en el juicio que se le hizo al valiente y ] gran reformador de
Bohemia John Huss. En el mes de noviembre de 1414 se convocó un Concilio general en Constanza!
(Alemania), con el fin de dicidir una disputa entre tres idiotas que querían ser papas al mismo tiempo. John
Huss fue llamado a comparecer ante este Concilio porque se le acusaba de herejía. Huss argumentó en su defensa, entre otras cosas, que la única cabeza de la Iglesia podía ser Cristo mismo y no el Papa. Razón por la
cual también, dijo Huss, la Iglesia había podido seguir funcionando durante todo este tiempo sin una cabeza
terrestre a pesar de los papas corruptos. Y fue precisamente aquí, cuando a manera de ejemplo de tal corrupción
papal, Huss citó entonces la existencia de la Papisa Juana. Y, como bien dice el historiador del siglo XVIII
James L’Enfant: «Si esto no hubiese sido en ese entonces un hecho innegable, los miembros del Concilio
seguramente habrían tratado de corregir a Huss con disgusto, o se hubieran reído de él, como ciertamente lo
hicieron por cosas de menor importancia» (The History qfthe Council ofConstance, James L’Enfant,
1730,1, p.340).