Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

18 Noviembre 1998
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Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.


"Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios."
Salmo 22,9-10

Quiero empezar con una declaración de principios: me importa un carajo lo que sea una bellota. Me basta con saber lo que es un embrión humano. Más que nada porque hubo un tiempo en el que fui embrión, aunque no me acuerde de ello. Es decir, nunca fui ni el espermatozoide de mi padre ni el óvulo de mi madre. Pero cuando uno y otro se encontraron, aparecí en este mundo. Y desde entonces crecí y crecí, tanto física como intelectualmente (esto menos, claro). ¿Porqué digo esto?

El filósofo ateo –que es como decir el filólogo analfabeto pero dejémoslo estar- Jesús Mosterín, afirma lo siguiente en uno de sus libros:
"El niño es un anciano en potencia, pero un niño no es un anciano ni tiene derecho a la jubilación. Un hombre vivo es un cadáver en potencia, mas un hombre vivo no es un cadáver. Enterrar a un hombre vivo es algo muy distinto y de muy diversa gravedad que enterrar a un cadáver. Una oruga es una mariposa en potencia, pero no es una mariposa actual. Una bellota es un roble en potencia, pero no es un roble de verdad. A los vegetarianos, a los que les está prohibido comer carne, les está permitido comer huevos, porquer los huevos no son gallinas, aunque tengan la potencialidad de llegar a serlo. Un embrión no es un hombre, y por lo tanto eliminar un embrión no es matar a un hombre. El aborto no es un asesinato. Y el uso de células madre en la investigación, tampoco".

Ciertamente no sé si una bellota es o deja de ser un roble de verdad o sólo lo es en potencia. Biólogos tiene la Universidad que sabrán aclarárnoslo. Lo que sí sé es que aunque un niño no es un anciano, un niño es tan ser humano como lo es un anciano. Y aunque un embrión no es un niño recién nacido, es tan ser humano como lo es un niño. No hay un cambio sustancial entre el óvulo recién fecundado y el anciano que está a punto de pasar a mejor vida.

Los símiles entre bellotas y orugas con embriones humanos son totalmente engañosos. El ser humano no tiene la dignidad de un árbol ni la de una oruga. Hacer comparaciones de ese tipo es sólo una muestra de miseria moral ya que parece que para ese señor da lo mismo una bellota y una oruga que un feto humano. Si se pueden pisotear aquellos se puede eliminar al segundo.

Por otra parte, la ciencia no puede alcanzarlo todo. Cuando vemos en un microscopio un óvulo fecundado, el alma y el espíritu no aparecen a nuestra vista. Y ahí están. El ser humano es mucho más que un conjunto de células y órganos bien ordenados. La dignidad del ser humano viene de su condición de ser "imagen de Dios". Por eso, el reduccionismo materialista que hace de los hombres meros animales evolucionados convierte a los hombres en seres igual de prescindibles que las lechugas, las langostas, las vacas de establo o los rodaballos del mar. Y eso es el paso previo al totalitarismo más salvaje. O el hombre es lo que la Revelación dice que es, o es un simple mono inteligente. Y la dignidad de un ser no se mide por su inteligencia, a menos que consideremos a los disminuidos psíquicos como infraseres con los mismos derechos que el resto de animales. Cosa, que, por cierto, es lo que subyace en ese apartado de la ley del aborto por el que una de las causas para "justificarlo" es que el feto venga con taras de esa naturaleza. El nazismo era eso, señores.

Este totalitarismo es lo que subyace en la respuesta de Mosterín a una pregunta en la entrevista que le hizo El País en marzo de este año. Dijo el filósofo ateo:

"Al igual que las naciones, los derechos no existen, son convenciones, y esto incluye los derechos humanos."

Es la consecuencia lógica de su razonamiento previo. Cuando todo es simple y llanamente materia, pura biología, puras reacciones químicas, nada es sustancialmente diferente. El valor de una piedra, de una patata, de un escarabajo o de un ser humano dependerá de convenciones cambiantes. Y si mañana la convención dominante es que los judíos son infrahumanos, pues se les volverá a gasear. Si la convención dominante es que los fetos no son seres humanos, pues se les destroza en el seno materno y se les tira a la basura. Y si las cabezas pensantes del progresismo “made in ZP” consiguen convencer a la mayoría de la sociedad de que los gorilas son tan respetables como la señora esposa del presidente, pues llegará el día en que los “matrimonios” entre gorilas y seres humanos tengan los mismos derechos que los matrimonios normales. Siempre aparecerá alguien que nos diga que tal cosa no es atacar los derechos de nadie sino simplemente dárselos a quienes no los tenían.

De la misma manera que Hitler llegó al poder tras ganar unas elecciones, el IV Reich será una realidad el día en que las teorías de los filósofos ateos se vean refrendadas por las urnas. No es poco lo que nos jugamos en este debate. Por eso es imprescindible que, al menos en la Iglesia, la dignidad de la vida humana desde su misma concepción sea defendida a muerte. Y quien no lo haga, no merece tener un lugar bajo el sol en el Reino de Dios.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/...10/07/desde_la_bellota_hasta_el_totalitarismo
 
Re: Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

Jamás aprendereis la diferencia entre "convencer" e "imponer". y el que menos el que abrió este epígrafe
 
Re: Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

Buen fondo y buena intención los de este escrito, lástima que los haya estropeado en esta frase que considero desacertada y fuera del tono conciliador que el tema merece:

Quiero empezar con una declaración de principios: me importa un carajo lo que sea una bellota. Me basta con saber lo que es un embrión humano

El buen testimonio para con los de afuera, no sólo está en proclamar las verdades bíblicas, sino en hacerlo con gracia para con los oyentes. Si coloca usted "un bledo,un pepino o un pimiento" en lugar del "carajo", probablemente suavice el pensamiento. Es más, un "me es indiferente lo que sea una bellota" quedaría hasta sublime.

Acéptelo como un consejo y embellezca su expresión.

:quienyo:
 
Re: Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

Buen fondo y buena intención los de este escrito, lástima que los haya estropeado en esta frase que considero desacertada y fuera del tono conciliador que el tema merece:



El buen testimonio para con los de afuera, no sólo está en proclamar las verdades bíblicas, sino en hacerlo con gracia para con los oyentes. Si coloca usted "un bledo,un pepino o un pimiento" en lugar del "carajo", probablemente suavice el pensamiento. Es más, un "me es indiferente lo que sea una bellota" quedaría hasta sublime.

Acéptelo como un consejo y embellezca su expresión.

:quienyo:

Hombre, no me parece que "carajo" sea una expresión muy fuerte. Se me ocurren algunas bastante más contundentes. Creo que está en un nivel medio.
De todas formas, gracias por el consejo.
 
Re: Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

Jamás aprendereis la diferencia entre "convencer" e "imponer". y el que menos el que abrió este epígrafe

Bueno, si de lo que se trata es de salvar vidas inocentes, a mí me importa "un pimiento" el tener que llegar a imponer por la ley la verdad acerca de la dignidad de la vida humana desde su concepción.
Más que nada porque mientras se convence o no, muchos mueren.
 
Re: Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

El roble y la bellota

Me entretengo estos días con la lectura de una obra dedicada a la naturaleza humana, cuyo autor es un renombrado filósofo. En un capítulo del libro, sobre reproducción y eugenesia, me encuentro con la siguiente afirmación: “Una bellota no es un roble”. No soy biólogo, pero parece que no hace falta especular en exceso para convencerse del aserto. Ni una bellota es un roble, ni una naranja un naranjo, ni yo soy el campeón mundial de lucha libre. Auque, en este punto, hay una diferencia: la bellota puede llegar a ser un roble. Yo no. Jamás podré ser roble; y me temo que menos aún campeón mundial de lucha libre. Asumo esta incapacidad con resignación estoica, en una actitud de conformidad sosegada con mi destino.

Pero no se escribe un libro de filosofía, y ni siquiera un artículo como éste, sólo para hablar de árboles y aquenios. El símil de la bellota y el roble es aplicado a otra realidad: el embrión y el hombre. Así como la bellota no es un roble, el embrión – y el feto – tampoco serían un hombre. Si recoger una bellota no es talar un roble, matar a un embrión o a un feto no sería matar a un hombre. Hasta ahí la presunta analogía.

En apoyo de su tesis, el filósofo de las bellotas y los robles acude a Aristóteles; y, en concreto, a la famosa distinción entre el “acto” y la “potencia”. De estos dos conceptos se servía el Estagirita para explicar el cambio, el movimiento. Todo ser es en acto, en cuanto es real y efectivamente. Mi ordenador es un ordenador en acto, con ayuda del cual escribo ahora estas líneas. Yo soy en este momento un escritor en acto. Usted, mientras me lee, es un lector en acto. Pero además de ser en acto, somos también, en cuanto seres, en potencia. Salvo Dios, que sólo es en acto.

¿Qué significa que somos “en potencia”? Pues que podemos llegar a ser distintos, o incluso que nuestra materia tiene la posibilidad de ser el material de otra sustancia. Yo no soy en potencia, he de repetirlo, un campeón mundial de lucha libre – sería absurdo que admitiese, aun remotamente, esa posibilidad – pero sí soy en potencia un anciano, o alguien con más canas, o un viajero a Rusia. Y usted, lector, es en potencia un santo Job si llega a acabar este artículo. El cambio, para Aristóteles, consistía precisamente en el paso de la potencia al acto. Si yo llegase a ser un anciano, en mí se habría dado un cambio. Si usted o yo nos convirtiésemos – espero que no - en pasto de los leones, se verificaría un cambio de la materia que nos conforma; dejaría de ser cuerpo humano, para transformarse en almuerzo de las fieras.

En mi tránsito de adulto a anciano, yo no dejo de ser quien soy. Es decir, no todo cambio comporta una mutación de la propia identidad. Los niños son jóvenes en potencia; pero tanto en la edad infantil como a los veinticinco años siguen siendo hombres. No pasan de niños a calabazas, ni de jóvenes a melocotones.

Pues algo así sucede con el embrión y con el feto. Un embrión – que es algo más que una semilla - no es equiparable, sin más, a una bellota. Una semilla no sembrada nunca será árbol. El embrión es ya una "semilla sembrada"; ya ha iniciado, desde la concepción, su proceso. Hay una diferencia esencial, un elemento de continuidad, que lo singulariza. El cambio según la sustancia, decía el viejo Aristóteles, es la generación y la corrupción; a diferencia de otros cambios – la alteración, el aumento o la disminución, y la traslación - . El embrión es ya un ser humano, aunque una bellota – ¡qué lo digan los biólogos! - no sea un roble. Es un niño en potencia, un joven en potencia, un adulto en potencia. Sí, pero ya como embrión, es, en acto, un ser humano. ¿Qué otra cosa podría ser? ¿Cuándo empezaría a ser lo que no era? ¿Al nacer? ¿Al ser inscrito en el Registro Civil? Los cambios que experimentará serán cambios de crecimiento; ganará en autonomía, será capaz, con el tiempo, de respirar, de comer, de beber y de hablar por sí solo. Pero nunca será, sustancialmente, algo distinto a lo que era desde el comienzo.

A diferencia de las bellotas, y hasta de los robles, los seres humanos, pequeños o grandes, embriones o fetos, adultos o ancianos, poseen, además de la posibilidad de cambio, la dignidad de personas. No son simples ejemplares de una especie. Aunque esto nos llevaría más allá de Aristóteles; y más allá, mucho más allá, del renombrado filósofo.

Guillermo Juan Morado.

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/10/07/el_roble_y_la_bellota
 
Re: Desde la bellota hasta el totalitarismo nazi.

Bueno, si de lo que se trata es de salvar vidas inocentes, a mí me importa "un pimiento" el tener que llegar a imponer por la ley la verdad acerca de la dignidad de la vida humana desde su concepción.
Más que nada porque mientras se convence o no, muchos mueren.

Lo de Carajo es relativo segun el pais donde estes ;).
Te encuentro toda la razón amigo, y lo que más me molesta sobre todo esto, es que NADIE se pone de acuerdo MUNDIALMENTE Y CIENTIFICAMENTE hasta qué semana de gestación es ético realizar un aborto o no.

En EEUU creo que son 8 semanas o más, pero el embrión ya puede pensar sentir y realizar acciones desde las 4 semanas. Y aún así no existe ningún momento específico en donde se pueda decir que el embrión es o no un ser humano.

Esto es lo que me da asco, porque ningun abortista se atreve a decir que está matando un ser humano, siendo que biológicamente ES UN SER HUMANO:
el cigoto, la célula primordial que alguna vez fuimos, es BIOLOGICAMENTE UN SER VIVO, cierto?, y es un SER VIVO HUMANO, verdad? POR ENDE ES UN SER HUMANO!!! y NO EN POTENCIA!!!

Paz en Cristo hermanos!