EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

Tobi

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21 Noviembre 2000
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El fuero de los españoles



Si a estas alturas del siglo XXI tuviéramos que apilar todos los libros que se han escrito sobre la guerra civil española, no cabrían en el Palacio de Congreso de la madrileña avenida Castellana (perdón por la hipérbole). En mi pequeña biblioteca de seis mil volúmenes cuento unos ciento cincuenta referidos al tema. Obras escritas por autores que defienden a este bando y otros que defienden a aquél.

Está claro que Franco ganó la contienda coordinando con inteligencia y habilidad cinco ejércitos: El ejército propio de los sublevados; el ejército de los sacerdotes y fieles católicos puesto en pie de guerra por la jerarquía; las tropas alemanas e italianas prestadas por Hitler y Musolini y el ejército moro, violento y bárbaro, traído de Maruecos y comandado por el general Mizzian, nacido en la región del Rif.

La identificación de la jerarquía católica con el bando triunfador fue total. Nada extraño. Nada nuevo. La Iglesia católica siempre ha estado con los triunfadores. Si hubiese ganado la República el Vaticano habría beatificado a San Manuel Azaña, San Niceto Alcalá Zamora, San Diego Martínez Barrios, San Alejandro Lerroux, etcétera y etcétera. Puesto que esos fueron los perdedores nombró a San Francisco Franco caudillo por la gracia de Dios y obispos españoles lo entraban a templos católicos bajo palio.

Tras la guerra surge el nacionalcatolicismo. Esta corriente, que adquiere un fuerte protagonismo en todas las instituciones del nuevo Estado, asume la desdichada idea de Menéndez y Pelayo, de que para ser buen español era preciso ser católico. Convencido del axioma, la jerarquía se alía totalmente con el régimen de Franco, dice que la guerra es una cruzada en defensa de la fe católica, acompaña a los ejércitos en frentes de batalla, bendice los cañones y justifica la guerra, la muerte y la sublevación franquista.

En agosto de 1937 los obispos redactan y publican una carta colectiva en la que aprueban la sublevación “para salvar los principios de religión y justicia cristiana” (léase católica).

En su libro “La España Evangélica ayer y hoy”, José Maria Martínez recoge dos citas que abundan en lo que estoy escribiendo. Una es del político y escritor Raúl Morodo. Otra del cardenal Isidro Gomá, arzobispo de Toledo en los años de la guerra civil, quien desde un principio apoyó incondicionalmente la sublevación.

Para Morodo, “el Estado franquista era, por definición, un Estado católico excluyente, en donde el Estado estaba al servicio de la religión católica, y la religión al servicio del aparato estatal totalitario”.

Por su parte, el cardenal Gomá, a quien Dios tenga en su gloria, si es que su ancha figura cupo por las puertas del cielo, arengaba a las autoridades franquistas con esta oratoria envenenada: “¡Gobernantes! Haced catolicismo a velas desplegadas si queréis haced la patria grande. Ni una ley, ni una cátedra, ni una institución, ni un periódico fuera de o contra Dios y su Iglesia en España”.

Aquella intolerancia católica, mimada por el régimen, fue motivo de quejas y denuncias internacionales. Churchill impidió que la España de Franco ingresara en la ONU. Truman se opuso a que España se beneficiara del plan Marshall alegando el maltrato a los protestantes. Tampoco se la aceptó como miembro en la OTAN.

Los ministros de Asuntos Exteriores, que eran los que recibían las bofetadas diplomáticas en sus viajes al extranjero, advirtieron a Franco del serio problema. Para lavar la cara del régimen y calmar en lo posible las protestas internacionales, el 14 de Julio de 1945 proclamó “El Fuero de los Españoles”, una de las siete leyes fundamentales promulgadas durante el franquismo, que integraban la armazón constitucional del Estado. “El Fuero” fue modificado por la ley orgánica de libertad religiosa de 1967 y derogado por la Constitución de 1978.

El artículo 6 del Fuero fue el que más esperanzas despertó en las comunidades protestantes. Pero al mismo tiempo reconsagraba a la religión católica como la oficial del Estado. El artículo quedó redactado en estos términos:

“La profesión y la práctica de la religión católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial. Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni por el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la religión católica”.

En el libro “Iglesia y Estado en España”, Alfonso Prieto aclara que la redacción del artículo 6 de “El Fuero” fue sometida previamente al Vaticano y no entró en vigor hasta ser autorizado por el papa Pío XII.

El insulto hacia los protestantes, sometiendo unos párrafos que en apariencia les favorecía a las decisiones del Papa, adquirió mayor agravio cuando los obispos españoles dijeron en su famosa carta del 28 de mayo de 1948 que “si se introdujo un elemento de tolerancia de los cultos disidentes en el artículo 6 del “Fuero de los Españoles”, ello fue en vista de los extranjeros residentes en España”.

¿Dónde aparecía la tolerancia en ese ambiguo y maquiavélico artículo 6?

La Iglesia católica era la religión del Estado. Como tal gozaría de toda la protección oficial, que era toda, absolutamente toda, porque era dueña de España. A los pobrecitos protestantes no se les molestaría por creer en lo que creían ni cuando se reunían en privado -nunca más de 20 en los hogares- para adorar a Dios. Que no se atrevieran ni siquiera a mostrar una Biblia por la calle. Todo signo de testimonio externo quedaba reservado en exclusiva a la religión católica.

Por otro lado, los limitados derechos concedidos a los protestantes en “El Fuero” eran meramente nominales, sujetos al cumplimiento del artículo 34. Y su aplicación dependía de los Gobernadores provinciales y de las autoridades locales, instruidas por la jerarquía católica y advertidas de que detrás de cada protestante había un rojo, un comunista, un masón, un judío sionista, un enemigo de la patria, un enviado del infierno. Esa fue la libertad religiosa que concedió Franco con el visto bueno del Papa en aquella España que, según el himno, empezaba a amanecer.

Juan Antonio Monroy es escritor y conferenciante internacional.


© J.A. Monroy, Protestante Digital.com (España, 2006).
 
Re: EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php?t=20564


Y a mí que me importan las libertades...


Pablo Blanco

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Hace poco tiempo que varios periodistas y la cadena COPE llevaron a cabo una campaña de recogida de adhesiones y firmas para presentar en el Parlamento Europeo, en Bruselas, en razón de las pretensiones del gobierno catalán de establecer un organismo con poderes sancionadores que le faculta para coartar la libertad de expresión de forma notable. Por medio de este, los medios a quienes el organismo, de composición política, considere que en sus contenidos no se ajusta a la verdad ó de forma contraria a la constitución, les pueden sancionar de forma inmediata sin que un recurso del sancionado ante la justicia ordinaria paralice la ejecución de una sanción tal que puede llegar a suponer el cierre y la perdida de la licencia.

Alguien pensará, bueno… y a nosotros ¿qué? Allá la COPE, que es la emisora de los obispos, y que es el principal objetivo de ese organismo que se las apañe. Total, yo ni soy católico, ni del PP, a quién esta emisora defiende… Es más, como doctrinalmente estoy muy distanciado de la iglesia católica y en ese campo combato sus doctrinas y organización… pues eso nada tiene que ver conmigo.

Pero cuando me propuse escribir este artículo estaba pensando en aquel momento cuando en 1910 los protestantes españoles, a pesar de ser muy pocos y sin medios, llevaron a cabo una gran campaña de recogida de firmas para presentar ante las Cortes Españolas una solicitud del reconocimiento del derecho de la libertad religiosa y de cultos. Lograron la nada despreciable cifra de 150.000 firmas en todo el país, lo cual, teniendo en cuenta el contexto histórico y mediatico, que los protestantes apenas serían unos 10.000 y que vivían en medio de un ambiente social de prejuicio religioso muy arraigado desde siglos, fue todo un éxito. Quiere decir que muchas personas no protestantes se adhirieron a una aspiración de que un derecho fundamental fuese otorgado. Es cierto que muy pocos católicos, población mayoritaria, respaldaron aquella demanda, y que la mayoría de los que dieron su rúbrica eran, además de los protestantes, agnósticos, librepensadores y ateos.

Pasados unos pocos años desde entonces, en la República que se inició en 1931, la nueva Constitución recogió aquella justa aspiración protestante, en su artículo 27, junto con una gran restricción para las organizaciones católicas existentes. En los siguientes años, España vivió unas tornas diferentes a su historia anterior: instigadas por los partidos marxistas y anarquistas muchos religiosos católicos, creo de memoria que unos 14.000 fueron asesinados y muchas de sus iglesias e instituciones, saqueadas ó quemadas. De aquellos tumultuosos tiempos no he podido encontrar documentación en la que los protestantes españoles hubiesen expresado públicamente ó promovido alguna iniciativa de repulsa por aquellos actos de vandalismo religioso que sufrió la iglesia católica en España. Es cierto que tampoco hubo expresiones de alegría ni participación en los hechos, pero desde luego sí una visión de indiferencia acompañada de miedo, y en el mejor de los casos un: ¿y que podríamos hacer nosotros? Pues obviamente, por justicia algo semejante a lo que se había hecho de 1910.

Habiendo ganado el frente nacional la guerra civil, y donde este se impuso desde el primer momento de su alzamiento militar, nuevamente los protestantes perdieron sus libertades y fueron perseguidos sin que tampoco se aprecie ninguna protesta solidaria desde los católicos españoles por el atropello a las libertades de los protestantes en España, antes por el contrario, una participación activa en la represión bastante fuerte que llegó hasta 1967. (No obstante decir esto, quiero añadir que estoy convencido que si la guerra la hubiese ganado el frente popular, que acabó siendo un satélite del Kremlin, después de perseguir a los católicos hubiesen seguido con nosotros como sucedió en todos los países donde el marxismo llegó a alcanzar el poder, o sea que para los protestantes entre Guatemala y Guatepeor).


Ahora en el 2006, en la hora de nuestras responsabilidades actuales, yo vuelvo a percibir una situación en la que hay ciertas libertades fundamentales que están en peligro en nuestro país. Tal vez muchos se ciñan a que solo hay un conflicto entre ciertos partidos y la cadena de radio de los obispos, no queriendo ver que con esos mismos organismos represores pueden cerrar mañana nuestras recién disfrutadas emisoras protestantes simplemente por leer desde ellas el capitulo 1 de Romanos.

Creo que no debemos mirar para otro lado mudos cuando se están materializando iniciativas que conducen a la limitación de derechos fundamentales en España, aunque yo no veo que los cristianos evangélicos estemos dispuestos para la defensa de los mismos, por supuesto desde iniciativas legales y pacíficas, pero no por ello menos firmes. Ni debemos quedar anestesiados porque nos hayan retransmitido por primera vez en la teledos un culto completo en Navidad y la subvención para la FEREDE.

No podemos ignorar que sabemos que en Cataluña hay actualmente un gobierno que persigue y sanciona a la personas por razones del uso del idioma hasta límites paranoicos como son la vigilancia del idioma en que se hablan los niños entre si en los recreos, que llegan a la invasión de la privacidad de expedientes médicos, y que pasa por la imposición de sanciones a quienes pongan rótulos en sus comercios que no sean en catalán (algo que no pasa en ninguna parte del mundo: ahí están los barrios chinos, hispanos y árabes de las principales ciudades del mundo rotuladas con los idiomas de las culturas que los habitan), donde se obstaculiza el acceso al trabajo a personas que no se sometan a una inmersión lingüística, etc. Pero antes de en la denuncia en pro de estos derechos humanos fundamentales me encuentro a muchos protestantes encantados ó justificando estos atropellos. No me extrañaría que algunos incluso fuesen capaces de proponer que se cierren ó sancionen las iglesias donde no se hable, cante y predique en catalán.

Hoy se trata de un idioma, pero mañana, con esas mismas artes puede ser una fe, una doctrina...

Ojalá no olvidemos que la historia nos muestra que cuando una sociedad no da la cara en defensa de libertades y derechos fundamentales al poco tiempo se la acaban partiéndo.

 
Re: EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

Por supuesto no apoyo en ninguna manera cualquier persecución contra las religiones siempre que estas admitan el derecho recíproco en los paises donde son mayoriatarios. Cuando en Arabia Saudí y demás, se permitan escuelas cristianas, apoyare que las haya tambien en España.
En cuanto a la persecución del clero católico en España durante la rebelión militar que no inició, pero si acabó con la jefatura de Franco se tiende a olvidar que la motivó. Todo el mundo y en especial el episcopado católico, tienden a olvidar las "andanzas" del Cardenal Segura que, despues de exilarse, entró en España por el pais vasco y mediante reuniones clandestinas promovía un alzamiento general de sus correligionarios contra el gobierno salido de las urnas democráticamente. Te recomiendo que busques un libro de Miguel Maura Así Cayo Alfonso XIII. Maura, católico, procedente de la aristocracia y primer Ministro de Interior del primer gobierno republicano, despues del 1931
En cuanto al gobierno sociolisto catalan, aquellos que lo votaron que se fastidien, tienen lo que querían. El resto esperamos al Uno de Noviembre a ver que pasa.
En cuanto a la enseñanza del catalán, es nuestro idioma y todos tenemos derecho a conocerlo, pero no se excluye la enseñanza del castellano, francés e inglés y en alguno casos el alemán. En los lugares públicos justo es que quienes cobran de los impuestos de todos los catalanes deben conocer la lengua de quienes les pagan. Estaria bueno que en Madrid yo impusiera la lengua catalana.
Respecto al comunismo se sigue con el cuento de que Franco libró a España del comunismo. Mira si nos libró que aun lo tenemos aquí y el franquismo solo queda entre cuatro vejestorios nostálgicos. ¿Cuales han sido los resultados que los comunistas han logrado en todas las elecciones?
Una minoría que ni pincha ni corta. El comunismo en España y en el mundo entero es un cadáver insepulto, nada más.
¿Ves? No es fácil ser objetivo.
 
Re: EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

Excelentísimo señor Don Francisco Franco Bahamonte, Jefe Supremo del Estado y Generalísimo de los Ejércitos Nacionales,
Excelencia:

En dos ocasiones anteriores, el 23 de septiembre de 1939 (Año de la Victoria) y el 30 de septiembre del año 1940, representantes caracterizados de las Iglesias Evangélicas de España tuvieron el honor de dirigirse a V. E. con sendos escritos expresivos de un acatamiento respetuoso y a la vez de las necesidades sentidas por los cristianos evangélicos españoles en el régimen patrio instaurado por el triunfo de las armas nacionales.
Movióles a ello la persuasión, compartida por los firmantes, de que V. E. está llamado a ser, y desea ser, en el alto cargo a que la Divina Providencia le ha elevado, el amparador de los intereses legítimos de todos los hijos de España, y por lo tanto de los intereses y derechos sagrados de toda conciencia religiosa honrada, sea que se desenvuelva bajo la Iglesia oficial, sea que se sienta adherida a otra norma cristiana de creencia y culto.
Y ¿cómo no habían de albergar esta esperanza, si, aunque por delicadeza no lo expresaran, estaban presentes en su ánimo las manifestaciones que V. E. se dignó hacer en medio de las preocupaciones constantes de la lucha, en el sentido, de que el Gobierno Nacional, en la hora de su triunfo, mantendría en España la libertad de conciencia y "los protestantes españoles disfrutarían de completa libertad religiosa para practicar su religión"?
Seguros por nuestra fe de que nuestro Defensor Supremo es el Dios Todopoderoso, que nos creó para conocerle y servirle y nos ha alumbrado con la luz de su gracia en Jesucristo nuestro Señor, y que nos quiere libres de toda compulsión humana en asuntos de su culto, no renunciamos, sin embargo, fácilmente a la satisfacción de sentirnos amparados por la legalidad de nuestra Patria y la buena voluntad del Jefe del Estado y autoridades a él subordinadas. Por ello mismo expresamos respetuosamente nuestro dolor al notar el silencio casi sistemático de los centros oficiales a nuestras solicitudes y, por ende, la negativa tácita a nuestras peticiones concretas o la muy evasiva en los contados casos en que hay respuesta. El caso de nuestros hermanos en Barcelona, Sabadell, Tarrasa y otros puntos de esa provincia es, sin duda, ignorado de V. E. No sólo han sido clausuradas capillas evangélicas que funcionaron sin dificultad ninguna después del triunfo nacional, sino que, al recurrir los fieles al culto privado en sus domicilios han sido multados como asistentes a reuniones clandestinas, no procurándose el remedio natural al conflicto, que consiste en la muy solicitada reapertura de las capillas clausuradas, que venían funcionando hace muchos años, bastantes de ellas en locales propios. Lo que decimos de la provincia de Barcelona puede aplicarse desgraciadamente en más o en menos a muchas otras provincias. Además reiterados intentos de obtener autorización para nuestros colegios diarios, bien acreditados y estimados por elementos de orden, y para nuestras publicaciones confesionales han encontrado negativa rotunda en los departamentos ministeriales correspondientes.
Pero permítanos vuestra benevolencia expresar que esas convicciones no son inconveniente ninguno para otorgar la amplia tolerancia religiosa que solicitamos, como no lo fueron para prometerla.
Tanto otorgándola como habiéndola prometido, V. E. está en pleno acuerdo con el espíritu actual de la jerarquía católica, desde cuya más alta cumbre se ha dicho recientísimamente que son derechos fundamentales del hombre: "el derecho al culto de Dios privado y público, incluida la acción caritativa religiosa."
Que se entiende hoy en el mundo por libertad religiosa, quedó bien expresado en la siguiente conclusión votada en la Conferencia de Oxford de 1937 en que estaban representadas varias Iglesias de distintos países:
"Reconocemos como condiciones esenciales y necesarias para el cumplimiento de su deber principal por parte de la Iglesia, que la misma debe gozar de:
a) Libertad para determinar su fe y doctrina.
b) Libertad para cultos públicos y privados, predicación y enseñanza.
c) Libertad de cualquier imposición por parte del Estado respecto de ceremonias y formas de culto.
d) Libertad para determinar la naturaleza de su gobierno y las condiciones que deben reunir sus ministros y miembros, y, por otra parte, libertad del individuo para unirse a la Iglesia a la cual se sienta llamado.
e) Libertad para controlar la preparación de sus ministros, para dar enseñanza religiosa a su juventud y tomar las disposiciones para el adecuado desarrollo de la vida religiosa de la misma.
f) Libertad para el servicio cristiano y actividad misionera dentro y fuera del país.
g) Libertad para colaborar con otras Iglesias.
h) Libertad para hacer uso de todas aquellas facilidades que, siendo accesibles a todas las sociedades y ciudadanos, puedan constribuir al cumplimiento de estos fines, como, p. e., el derecho a la propiedad y la recaudación de fondos."
Parecería impropio que hiciéramos esta cita en el presente escrito, pero no lo es, considerando, que el embajador de V. E. en Londres, Excmo. Sr. Duque de Alba tuvo la bondad de confirmar anteriores seguridades dadas en vuestro nombre haciendo constar que "se refería al concepto de libertad religiosa tal como había quedado definido por la reciente conferencia de Oxford." (Anejo 3)
A ninguna de esas características de la libertad religiosa renunciamos, y empleamos esta palabra porque, en realidad, son nuestras, amparadas como quedaron por una legalidad y una práctica que prevaleció en nuestra Patria por muchos lustros antes de la implantación de la República y por tanto antes del 18 de Julio de 1936.
Quedó establecido por V. E. con alto sentido de la realidad el principio de que subsistieran todas las leyes anteriores a esta última fecha en cuanto no fueran expresamente derogadas. Por lo tanto, estamos en posesión de la misma posición legal disfrutada en paz y armonía con todos mucho antes de ser instaurada la República, la cual nada sustancial añadió, en la práctica, a nuestros derechos colectivos.
Pero nuestra finalidad de hoy tiene carácter más limitado, deseando no dificultar el camino de V. E. De momento, quedaríamos aliviados con el cumplimiento de las condiciones mínimas siguientes:
1. Autorización para poder celebrar nuestros cultos públicos y privados sin obstáculo en todo el territorio nacional, no existiendo en principio, por nuestra parte oposición a que se adopten las medidas de inspección que las autoridades consideren necesarias.
2. Autorización para la reapertura y el funcionamiento de colegios evangélicos en todos aquellos sitios, donde el número de niños evangélicos justifique la existencia de tal centro docente, y disposiciones gubernativas para que los niños evangélicos que frecuentan los centros oficiales de enseñanza sean dispensados de asistir a las clases de religión y prácticas piadosas contrarias a su fe.
3. Acceso a la imprenta con fines exclusivamente internos, o sea para la impresión de obras religiosas, himnarios, boletines eclesiásticos y otros folletos de carácter litúrgico y de devoción, siempre cumpliendo las condiciones generales señaladas por el Estado para esta clase de publicaciones, pero prescindiendo del requisito previo de la censura eclesiástica.
Estas modestas peticiones nuestras son la expresión limitadísima de nuestros anhelos en las circunstancias presentes, inspirados en las necesidades religiosas intensamente sentidas por nuestros fieles y en el quebranto que sufre su bienestar espiritual por las privaciones contrarias, sin beneficio para nada ni para nadie. Esperamos, pues, ser oídos tanto por lo moderado y justificado de nuestras demandas como por la bondad y espíritu de comprensión de V. E.
Queremos poner fin a nuestras palabras reiterando, como cristianos evangélicos, nuestra más absoluta lealtad y obediencia ante los poderes constituidos del Estado, inspirándose nuestra conducta en las normas claras que nuestro Señor y sus apóstoles nos dieron para este caso y fundamentaron nuestros anteriores mensajes.
Deseando a V. E. la bendición divina para que pueda cumplir con acierto la labor tan ardua y difícil que le ha sido encomendada por la Providencia con resultados altamente beneficiosos para nuestra Patria y aun el mundo, nos ofrecemos respetuosamente a V. E. en nombre de los evangélicos de España.
Madrid, a diez de julio de 1944.
 
Re: EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

Pío Moa, "Falsas causas del anticlericalismo",

Supongamos que Azaña (o Companys, o cualquier alto dignatario republicano) hubiera sido capturado por grupos derechistas que, después de someterle a un largo calvario de golpes y vejaciones, le hubieran cortado los testículos, para luego pegarle cuatro tiros y, aun agonizante, arrancarle los dientes de oro que tuviera.
Puede imaginarse fácilmente el clamor de la propaganda izquierdista, el empleo del caso como demostración del carácter definitivamente bárbaro y asesino de sus contrarios; diversos intelectuales se especializarían en publicar relatos e investigaciones, y grupos como "Salvar la memoria" (¿o envenenarla?) estarían pasando y repasando el crimen por los ojos y los oídos a la población año tras año. Afortunadamente, nada de eso le ocurrió a Azaña. Pero sí le ocurrió, en cambio, al obispo de Barbastro, por ejemplo. Ahora bien, ¿quién conoce el caso? ¿Quién lo utiliza sin tregua para "salvar (envenenar) la memoria"? No obstante hechos parecidos, y aun más crueles y ensañados, abundaron en la persecución antirreligiosa durante la guerra, a pesar de lo cual o más bien por lo cual, los mismos que en el primer caso nos estarían aturdiendo incesantemente con el recuerdo y los detalles de la barbarie, pretenden que la misma Iglesia y la derecha rematen a las víctimas con un desdeñoso olvido, en bien de una "reconciliación" nunca practicada por ellos, y que equivaldría a una especie de complicidad moral con los asesinos.

La persecución religiosa, tan apasionada y sistemática, no respondía al odio político, pues la inmensa mayoría de las víctimas no pertenecía a partidos más o menos fascistas de los que las izquierdas pudieran temer agresiones. Su utilidad desde el punto de vista bélico fue nula, y políticamente perjudicó en extremo a sus autores, pues dejaba en evidencia sus pretensiones de democracia, o de humanitarismo y cultura, y alimentó la desgana de Gran Bretaña, Francia y Usa por ayudar al Frente Popular, pese a los clamores "republicanos" y "democráticos" de éste. Esa aparente irracionalidad, unida a una crueldad tan extrema, ha obligado a buscar explicaciones al fenómeno, poco convincentes en general.

Una de ellas fue que las iglesias y conventos servían de polvorines o de fortalezas desde las que curas y frailes disparaban contra "el pueblo", aunque no se ha aportado un solo caso fehaciente de tal cosa. El evidente infundio continúa una larga tradición, iniciada en la primera mitad del siglo XIX con el bulo de que los frailes envenenaban las fuentes públicas. Sería un error atribuir tales falsedades, por su tosquedad, a mentes incultas "del pueblo", pues, por extraño que parezca, han sido más o menos creídas y divulgadas por intelectuales. A raíz de la magna pira de conventos, bibliotecas y escuelas con que se inauguró la república, Rivas Cherif cuenta una frívola charla entre él y Azaña, en la que éste, "si se le argüía aduciendo la matanza de frailes del 34 del siglo pasado so pretexto de haber envenenado las aguas, decía que él no lo creía así; pero que si el pueblo lo aseguraba, era desde ese momento una verdad histórica irrebatible". En realidad, los bulos partían de círculos nada populares, que los utilizaban para excitar a la masacre de religiosos a masas fácilmente sugestionables. No se trata, por tanto, de una explicación, sino de una parte de la persecución misma.

Un argumento más matizado alude a una reacción debida a la excesiva influencia o interferencia política del clero, o a su hostilidad a la república. Así lo sostiene Azaña cuando habla de imaginarios gobiernos de obispos y abadesas, o atribuye la persecución a la supuesta "intransigencia, la ferocidad del todo o nada" practicada por los católicos. La tesis, con más o menos matices, ha sido sostenida por mucha gente, incluso en sectores conservadores y del propio clero. Pero la realidad es la inversa exactamente. No fue la Iglesia la que hostigó a la república, sino los políticos jacobinos de la república los que hostigaron sin descanso a la Iglesia. Ni siquiera cuando la tremenda agresión de las quemas de iglesias, bibliotecas y escuelas cristianas en mayo del 31, respondió el clero o los partidos católicos con la violencia o la subversión. La CEDA no sólo admitió y acató el nuevo régimen, sino que lo salvó literalmente en octubre de 1934, cuando fue asaltado por las propias izquierdas, como resulta del examen de los hechos y contra una caudalosa propaganda.

Una tercera explicación, muy esgrimida incluso en círculos conservadores, afirma que la Iglesia se ganó la animadversión de amplias capas populares por haberlas olvidado, por no haber atendido a sus necesidades y haberse aliado estrechamente con las capas "reaccionarias", o con el "capitalismo". Esto tampoco resulta convincente. La Iglesia sostenía una red muy considerable de asilos de ancianos y desvalidos, asistencia a enfermos, centros de formación profesional y de enseñanza a obreros y jóvenes sin recursos, de ambos sexos, etc., todo ello tanto más apreciable en una época en que apenas existía seguridad social. Lo que hacía la Iglesia, mucho o poco y desde luego no era poco, no lo hacía nadie o casi nadie. El argumento podría tener algún peso si el objetivo del exterminio hubieran sido las jerarquías eclesiásticas o los sacerdotes de los barrios y zonas acomodadas, pero no fue así. Los incendios de mayo del 31 se dirigieron, significativamente, contra centros de formación profesional o escuelas salesianas para obreros, y Azaña quiso prohibir incluso la beneficencia eclesial. En realidad, los perseguidores detestaban especialmente esas actividades, pues las veían como una intromisión en el campo obrero, que ellos se creían con derecho a monopolizar. Los curas y frailes dedicados a ellas fueron asesinados, a veces con verdadero sadismo.

También se ha mencionado un carácter eclesial rutinario, sin contenido espiritual, y con un nivel cultural bajo. Madariaga hace ver lo, en parte, infundado de la acusación: las provincias de mayor cultura popular, donde el analfabetismo estaba erradicado, eran las muy clericales de Santander y, especialmente, Álava, "la provincia más devota de toda España". Pero el mismo autor encuentra una explicación, algo sorprendente, en el abandono, pese a todo, de la cultura católica por la misma Iglesia. No obstante, la Iglesia mantenía, aparte de instituciones culturales de primer orden, como la universidad de Deusto, numerosas publicaciones y trabajos de investigación muy variados. Sin vivir una etapa de brillantez intelectual, tampoco estaba, ni mucho menos, tan decaída como se la ha supuesto. Y la presunción de una religiosidad formulista y hueca choca con la evidencia de las víctimas, que muy a menudo aceptaron el tormento y la muerte antes que renegar de sus creencias, y lo hicieron perdonando expresamente a sus asesinos. Los célebres versos de Claudel sobre los miles de mártires "y ninguna apostasía" parecen reflejar bastante bien la realidad. Pues, como una muestra más del extraño carácter, por así decir antipolítico, de la persecución, a menudo se ofrecía a las víctimas salvarse a condición de que hicieran algún acto simbólico contra la religión, como pisotear un crucifijo, o blasfemar. Sea cual sea el punto de vista con que se trate el hecho, está claro que al menos para un sector amplio de los católicos su fe no era superficial.
 
Re: EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

¿Por que no le dices a este escritor que nos cuente el de caperucita roja?

¿Por que no nos cuenta la original corrida del hombre en el Coso Taurino de Badajoz?