El quehacer político
Monseñor Gutiérrez, obispo de Segovia - 22/08/2006
¿Quien hace política? ¿Quién debe hacerla? La política no es solo cosa de los políticos como sí es sólo cosa del odontólogo la intervención en la dentadura.. Hace política el político en cualquiera de los niveles en los que la cosa pública se desenvuelve; la hace el ciudadano que acude a las urnas; y el que no acude; el que se interesa por las actividades sociales y benéficas y el que no se interesa. La política lo acapara todo porque el ser humano es un ser político, o sea, un ser para, en y con sus semejantes, de tal manera que su perfección no depende sólo de sí mismo sino de los demás. Según esto, también los católicos han de hacer política. No pueden separar la esfera de su fe cristiana de su condición de ciudadano. Lo contrario es doctrina luterana que hoy vuelve a renacer bajo la opinión bastante difundida de que el cristiano nada tiene que ver ni hacer en la vida pública y que el derecho a la libertad religiosa ha de desarrollarse exclusivamente en el ámbito de la vida privada o de los recintos sagrados. No son pocos los católicos que, al sentirse estimulados a participar activamente en la vida de la Iglesia, entienden que ello se refiere a los servicios o el interior de la comunidad cristiana y que han de dejar a otros las responsabilidades sociales y políticas como si la vida cristiana fuese con ellas incompatible.
El compromiso del cristiano en la política es un deber suyo, tanto en regímenes totalitarios como en un sistema democrático de libertades. Ese compromiso, sin embargo, ha de mantenerse dentro del marco que la propia doctrina de la Iglesia ha descrito, especialmente en los últimos decenios. Así por ejemplo el Concilio Vaticano II decía: “Sucederá muchas veces que la concepción cristiana de la vida inclinará a unos católicos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder que otros católicos, guiados por una sinceridad no menor que la de los primeros, juzguen el mismo asunto de manera diversa. Ni a unos ni a otros les es lícito reivindicar en exclusiva a su favor la autoridad de la Iglesia, Sus pastores no están siempre en condiciones de ofrecerles soluciones concretas en todas las cuestiones graves que surjan en el orden temporal. No es ésta su misión”.
El católico, por lo tanto, a partir de las exigencias de su fe, tiene que implicarse en lo social, en lo cultural, en la economía y en la política. Lo cual no quiere decir que tenga que militar en un determinado partido político, sino que en cualquiera en que milite y aunque no milite en ninguno, ha de estar a lo que le sea iluminado y dictado por su fe. Y no es que la fe cristiana aporte contenidos concretos a la acción política. Ésta tiene sus motivaciones racionales, sus propias leyes. Pero sí que puede ungirlas con humanidad y amor. San Juan de Ávila, santo español del siglo XVI, daba el siguiente consejo a un dirigido suyo, intendente real: “Si no eres rico en amor, abandona la política, puesto que ella es una guerra que exige mucho amor”.
Dentro de este ámbito, el católico recibe de su fe cristiana el sentido de las cosas, de la vida y de la muerte, del respeto a la dignidad humana, de la igualdad de todos ante Dios. Sentido y valores que el Estado no siempre tiene claros. Y es precisamente al Estado al primero que le conviene, por interés propio, respetar sensibilidad moral de sus ciudadanos.
Segovia, agosto, 2006
Luís Gutiérrez
Obispo de Segovia