Una religión del cuerpo

18 Noviembre 1998
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blogs.periodistadigital.com
Una religión del cuerpo

En el misterio de su Transfiguración, Cristo, nuestro Señor, “manifestó su gloria a unos testigos predilectos, y les dio a conocer en su cuerpo, en todo semejante al nuestro, el resplandor de su divinidad” (Prefacio de la Misa de la Transfiguración). El cuerpo de Cristo, semejante al nuestro, aparece en el Tabor como epifanía gloriosa de la majestad de Dios.

La carne es cardo salutis, gozne de la salvación. Apenas podemos imaginar un mayor enaltecimiento del cuerpo. Por la Encarnación, el cuerpo de Cristo es expresión humana de los comportamientos divinos de la Trinidad (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 470). En la limitación de una humanidad concreta, se hace visible la grandeza inconmensurable de Dios, pues en Él habita “corporalmente la plenitud de la divinidad” (Colosenses 2, 9).

El cristianismo es, ante todo, una religión del cuerpo; un sí a la materia, a la carne y a la sangre, al barro del suelo animado por el soplo de Dios (cf Génesis 2, 7). San Juan, en su primera carta, encuentra en la confesión de “Jesucristo venido en carne” el criterio distintivo de la fe cristiana (cf 1 Juan 4, 2-3). Y es en la negación de esta concreta carnalidad del Salvador donde coinciden los gnósticos de ayer y los gnósticos de hoy; los que se resisten a admitir que Dios ha visitado de verdad nuestra tierra.

El cuerpo de Cristo, formado en el seno de María por el Espíritu Santo, es el cuerpo que vemos desfigurado en la Pasión y en la Cruz. En el dolor y en el sufrimiento, el cuerpo del Redentor sigue siendo epifanía de Dios; manifestación de su amor incondicional, de su entrega absoluta. Es el cuerpo del cordero inmolado, el cuerpo de la oblación y de la obediencia (cf Hebreos 10, 5-10). El cuerpo en el que se ceba todo el poder del mal y del pecado, todo el horror de la tortura. En su cuerpo roto se condensa el ensañamiento de quienes, ayer y hoy mañana, ultrajan y rompen los cuerpos de los inocentes. No es Dios quien reniega del cuerpo, sino que son verdugos del cuerpo quienes no reconocen a Dios.

El cuerpo del Calvario y del sepulcro es el cuerpo vivo del Resucitado. La gloria del Tabor prefigura la de la Pascua. Y el rescate de aquel cuerpo prefigura e inicia el rescate del nuestro, llamado a ser transformado en un cuerpo glorioso como el suyo (Filipenses 3, 21).

La Eucaristía es la prenda de la gloria, donde brilla ya, de modo callado, sólo perceptible a la mirada obediente de la fe, es resplandor de un mundo transfigurado.

Guillermo Juan Morado.


Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/08/06/una_religion_del_cuerpo
 
Re: Una religión del cuerpo

Excelente reflexión.

Cierto, solo que, los hay que se olvidan de su auténtico significado el cual es paradójico (solo Dios puede serlo en su grandeza).

¿Por que la presencia de Moises y Elias? Elias representa la profecía que es el anuncio de las verdades de Dios, la manifestación de su voluntad en pro del hombre.
Moisés representa a la ley. La Ley promulgada en el Sinaí. Una ley que tambien favorecia al hombre al mostrarle que todo hombre tiene unos derechos y que nadie se los puede arrebatar. Es decir, la relación del hombre con Dios y la relación con su prójimo.

Pero en aquel momento muestra a la ley a y a los profetas lo que Cristo va a emprender. Su sacrificio y se lo muestra a la ley, a la profecia y a los que serán los receptores del Nuevo Pacto. Con lo cual nos muestra que no hace las cosas sin consultarlas con el hombre. Eso es la grandeza de la humildad de Dios y por lo tanto lo paradógico.

Los único que no lo entendieron fueron los apóstoles. Querían quedarse allí construyendo un enramaje para Cristo, Moisés y Elias.

¿Y que viene a continuación?

Esta en los tres evangelios sinópticps y he escogido el de Lucas en 9:37-42
Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro. Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo; y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él. Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron. Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo. Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.

Parece ser que Guillermo Juan Morado. Esta en las enramadas que Cristo rechazó.

Muchos son los que no descienden del monte.

Pero Cristo no está allí.
 
Re: Una religión del cuerpo

Aunque estoy convencido de que no era eso lo que buscaba el autor del artículo, lo cierto es que le ha salido de un antiluteranismo total Recordemos que para Lutero la carne era incapaz de hacer nada bueno y por eso su idea de la justificación era meramente "jurídica". En el fondo de la tesis luterana subyace un gnosticismo antinominiano ("peca mucho y cree mucho").
Pero la fe cristiana dice otra cosa. Dice que aunque la carne está influenciada por el pecado, y de hecho es esclava el mismo ante la ausencia de fe, puede superar su estado si se sujeta por la gracia divina al espíritu en comunión con Dios. Y de esa manera se transforma en templo santo al servicio del Reino.
Por supuesto, todo esto no habría sido posible sin Cristo. Es Él quien al encarnarse en el seno de una mujer pura y sin mácula, "santifica" la carne. Por eso es el nuevo Adán, primogénito de la nueva humanidad que, ahora sí, tiene abiertas de par en par las puertas hacia la filiación divina.