Re: La adoración de la hostia por parte de los catolicos...
El cuerpo de Cristo en que se convierte el pan en la eucaristía no es el cuerpo físico de carne y sangre. Es el cuerpo de Cristo ya transformado, como lo serán nuestros cuerpos en la resurrección. La resurrección no "reunirá" ni "reanimará" esa materia somática perecedera, que para entonces habrá sido ya miles de veces metabolizada y asimilada biológicamente por otros organismos. San Pablo lo entiende así, y por eso habla de un cuerpo radicalmente transformado, fabricado por el Espíritu Santo: el cuerpo "pneumático". "se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual".
Es lo mismo que sucede en la eucaristía. En la liturgia de la consagración se repiten una y otra vez las palabras que Jesús pronunció en la última cena sobre el pan: "Tomad y comed todos de él: este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros". Lo designado aquí con "cuerpo" es la entera persona de Jesús entregándose a Dios y a los hombres, su entero vivir y morar al servicio del Reino de Dios. Porque, a fin de cuentas, lo que Jesús nos entrega no es el alimento de su carne terrenal y física, en el sentido literal de la palabra(con piel y huesos). Tal cosa ¿de qué podría servirnos? No, lo que Jesús nos entrega en la eucaristía es su sacrificio de vida, el sacrificio aceptado por el Padre, el amor que se prodiga hasta la muerte y con el que Jesús nos salva. Este es su "cuerpo" viviente, acogido y transformado en la vida eterna de Dios, su "cuerpo pneumático", el cuerpo de la resurrección en el que estamos llamados a participar. Con ello se corresponde también el rechazo de una concepción en exceso terrenal de la "carne y la sangre" de Jesús como alimento de vida eterna en Jn 6,63: "El espíritu es el que da vida(=el espíritu del Dios resucitado de entre los muertos); la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.
El cuerpo de Cristo en que se convierte el pan en la eucaristía no es el cuerpo físico de carne y sangre. Es el cuerpo de Cristo ya transformado, como lo serán nuestros cuerpos en la resurrección. La resurrección no "reunirá" ni "reanimará" esa materia somática perecedera, que para entonces habrá sido ya miles de veces metabolizada y asimilada biológicamente por otros organismos. San Pablo lo entiende así, y por eso habla de un cuerpo radicalmente transformado, fabricado por el Espíritu Santo: el cuerpo "pneumático". "se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual".
Es lo mismo que sucede en la eucaristía. En la liturgia de la consagración se repiten una y otra vez las palabras que Jesús pronunció en la última cena sobre el pan: "Tomad y comed todos de él: este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros". Lo designado aquí con "cuerpo" es la entera persona de Jesús entregándose a Dios y a los hombres, su entero vivir y morar al servicio del Reino de Dios. Porque, a fin de cuentas, lo que Jesús nos entrega no es el alimento de su carne terrenal y física, en el sentido literal de la palabra(con piel y huesos). Tal cosa ¿de qué podría servirnos? No, lo que Jesús nos entrega en la eucaristía es su sacrificio de vida, el sacrificio aceptado por el Padre, el amor que se prodiga hasta la muerte y con el que Jesús nos salva. Este es su "cuerpo" viviente, acogido y transformado en la vida eterna de Dios, su "cuerpo pneumático", el cuerpo de la resurrección en el que estamos llamados a participar. Con ello se corresponde también el rechazo de una concepción en exceso terrenal de la "carne y la sangre" de Jesús como alimento de vida eterna en Jn 6,63: "El espíritu es el que da vida(=el espíritu del Dios resucitado de entre los muertos); la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.