Pecado: "SER MUJER"

16 Julio 2005
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Este Testimonio de 3 partes lo tome del forocatolico.com. LES PRESENTO HOY LA PARTE I​
I
Pecado de ser mujer, (TESTIMONIO)

Mi paranoia de mujer.

De mujer a mujer, quiero departir contigo respecto del doloroso trauma que he sufrido en silencio a lo largo de toda mi existencia, a causa de nuestro status de mujeres dentro de la voluntad de Dios revelada en su Santa Palabra. Quizás no me hubiera atrevido a escribir este mi testimonio personal, si no hubiera sido porque cierta amiga judía me invitara una vez a ver la película “Yentl”, con Barbra Streisand.

Tal era entonces mi timidez y mi miedo de pensar en la justicia de las cosas que nos doblegan a causa de nuestro sexo y por ser nosotras las que transmitimos el mal, que no acepté por nada del mundo ir a ver una película como esa, porque pudiera transtornar mi paz lograda con tanta insatisfacción.

Después de ver aquella película, pensé que se había hecho mal al intentar cambiar el orden divino establecido para la mujer, de estar siempre sometida a su marido, o al hombre en general, incluido el hombre ajeno.

Pensaba que el haber hecho eso, eso de ir a ver una película subversiva, sólo equivalía a levantar polvo, inútilmente, porque, ¿quién podría tener éxito en cambiar las cosas que dice la Biblia que han sido establecidas por un Dios que no cambia?

Mi padre fue pastor evangélico toda su vida. El era de carácter muy noble y bonachón, y la gente se aprovechaba de esto. Por eso habrá sido que mi madre le dijo un día cuando se pelearon: “¡A ti, hasta los perros te mean!” (PERDON)

Fue a él que le escuché por primera vez decir que las mujeres estamos bajo maldición por haber cometido el gran pecado de abrir las puertas para que el mal entrara al mundo. Yo no lloré, pero mi mente infantil elaboraba febrilmente el pensamiento de que acaso Dios, que es amor, tuviese la bondad de exculparnos por lo menos a nosotras, las niñas pequeñas, tomando en cuenta nuestra corta edad. ¿Cómo se le puede hacer culpable de algo a una niña pequeña?

Pero la respuesta no se hizo esperar cuando fuimos invitados al culto de aniversario de una iglesia en otro distrito de la ciudad, y el pastor dijo en su sermón de aniversario: “¡Son culpables también las niñas, aun desde la cuna, y desde el momento de su concepción!”

¡No me cabe en la cabeza, por qué tienen que predicar de este tema tan horrible, justamente en una hermosa fiesta de aniversario, cuando por lo general las mujeres están metidas en la cocina sudando la gota gorda para darles de comer a ellos, a los señores encorbatados! Pero como mencionó varias pruebas bíblicas en lenguaje codificado, me tuve que conformar con esa respuesta, aunque era tan doloroso para mí. Porque por un lado, yo amaba a Dios con todo mi amor, con todo mi corazón, y de veras sentía que él también me amaba a mí, pero aquel pastor enseñaba que sobre esta realidad se imponía la triste realidad del pecado de ser mujer.

Como el pensamiento de la ventaja de ser niña quedó de hecho descartado, elaboré febrilmente otra posible salida, diciéndome a mí misma: “Será, pues, culpable la mujer que abrió la puerta al pecado, nadie más. ¿No es injusto decir que también son culpables todas las mujeres que en ese momento aun no habían nacido?”

Con el transcurso del tiempo traté de no volver a pensar en estas cosas, porque no quería dar cabida a la amargura ni derramar lágrimas a solas, porque Dios se solidarizara tanto con ellos, aun cuando algunos de ellos son unos pillos, como aquel pastor que en medio de su sermón sobre la santidad, fue interrumpido por una mujer desgreñada que señalando su panza le dijo a toda la congregación: “¡Esto me lo hizo él, y después se escabulló!”.

Así empieza mi paranoia de mujer.

En otra ocasión, también una gran celebración de aniversario de una iglesia hermana, mi padre fue invitado a predicar, y lo hizo muy bien. El siempre se preparaba y se ensayaba en su escritorio y en el púlpito, ante la iglesia vacía. Y no recuerdo un solo sermón suyo que no haya tenido estrecha relación con la vida de la gente y las celebraciones especiales de la iglesia.

Aquella fiesta fue algo realmente bello, y el sermón de mi padre fue muy apto para la ocasión, pero no calculó bien las cosas y cometió un error garrafal. Al final, antes de la oración, llamó a subir al estrado a las damas que habían participado preparando la comida tan deliciosa, para que todos los comensales pudiéramos expresarles nuestro agradecimiento con un voto de aplauso.

Entre las damas estaba la esposa del pastor de esa iglesia, la hermana Catalina, envuelta en su mandil empapado, y ella misma, despeinada y chorreando de sudor. Todas aquellas mujeres estaban muy felices, porque los varones tenían la barriga llena y el corazón contento, y sus copas estaban rebosando (hablando figuradamente, por supuesto, y no de manera literal).

Entonces mi papá cometió el error de pedirle a la hermana Catalina que subiera al estrado y dijera unas cuantas palabritas y terminara con una breve palabra de oración. E hizo mal en insistir. Entonces su esposo, el pastor de esa iglesia, levantó la mano desde su mesa, y con una voz poderosa le interrumpió a su mujer justamente cuando ella empezaba a saludar..
El pastor le dijo a su mujer desde la primera banca: “¡Tú, te callas la boca, porque ya debes saber que la Palabra de Dios no te permite hablar en medio de la congregación!” —Y dirigiéndose a mi padre, le dijo: “Disculpe, pastor, pero no debió invitarla a orar en público, porque eso es contra la voluntad de Dios.”
Aquel pastor procedió a abrir su Biblia y leyó algunos versículos, y todos los hermanos, y también las hermanas, decían tras cada una de sus frases: “¡Amén! ¡Amén! ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya!” —Todo aquello me dio asco, y bien me hubiera refundido en el baño para vomitar.
Al final de aquella fiesta, todos estaban alegres y felices. Inclusive las mujeres, aunque a la hermana Catalina parece que le había tragado la tierra de vergüenza y de desesperación. Pero nadie se avergonzó de eso que hizo el pastor, ni aun mi padre. A la verdad, él pensaba igual que el esposo de la hermana Catalina, pero creo que no le hubiera gritado ni tapado la boca a mi mamá delante de tanta gente invitada.

Creo que solamente yo, que en aquellos días tendría 16 años, sufrí mucho. Pero no quise pensar más en ello, “para no añadir pecado al pecado y maldición a la maldición” —Así nos habían enseñado a decir en la Escuela Dominical—.
Quería borrar aquella escena de mi mente. Una vez en mi cuarto y a solas, con mis lágrimas resecas sobre mis mejillas, le dije a Dios que estaba abatida por el dolor que todo aquello me había ocasionado, y quedé profundamente dormida.

Gradualmente me he puesto a reflexionar sobre la maravilla de la creación de Dios reflejada en el cuerpo de la mujer, en mi propio cuerpo, al cual me deleitaba contemplarlo desnudo, o recatadamente cubierto para acentuar su sensualidad.

No es que haya dado cabida al hedonismo, o que me deleitara en el pecado de la pornografía, o que manifestara tendencias homosexuales, porque el cuerpo del varón se me pinta igualmente maravilloso, atractivo a la vista, codiciable y bueno para comer.

Pero lo que tiene de especial el cuerpo de una mujer es que puede contener la vida, dar la vida y expresar la vida. Esto es algo único, que no tiene el cuerpo del varón. Realmente el hombre no puede ni siquiera imaginarse ese maravilloso mundo nuestro, que exteriormente el Creador ha dotado de tanta belleza y atractivo sensual, que constituyen el lujoso papel de regalo de la vida.

En estas cosas pensaba, y me asediaba de nuevo el pensamiento de que este Dios maravilloso que hiciera a la mujer con tanto placer personal, la convirtiera en el envoltijo de pecado y de maldición para todas las generaciones.

Entonces lloraba, mucho, mucho, porque una cosa me dice mi naturaleza de mujer, y otra cosa me dice la Biblia, que yo considero Palabra de Dios. Y el resultado es una especie de paranoia que se gesta en mi alma y me tortura.
Sí, el pecado ha hecho que todas las mujeres seamos esquizofrénicas por naturaleza, y una manera de calmar nuestra tensión es doblegándonos al varón y humillándonos en silencio ante sus palabras y sus reconvenciones y sus humillaciones, pero sólo para terminar más amargadas de la desigualdad humana establecida por Dios.


DESPUES COPIO LA PARTE II
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

Oh!! Que flojos sois para leer, solo 15 y ninguno expreso nada. Que pasa con las mujeres cristianas.
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

Corazón, yo estaba esperando la sengunda parte!!!!
Además esto mismo se está hablando en el epígrafe de Miniyo. Quedaría muy bien después de lo que puso Abdón.
saludos:music10:
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

Corazóndeleon.

Esa desigualdad no ha sido establecida por Dios, la hemos establecido los hombres. Perdonen nuestra ignorancia.


Bendiciones
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

no hay nada en el mundo fisico mas lindo que una mujer , fue lo ultimo que Dios creo , para alegrar el corazon del hombre

la descendencia de la mujer derrota a satanas

Jesus aparecio primero a mariamagdalena, la mejor noticia de toda la biblia se la dio a una mujer

nadie hizo algo tan hermoso al Señor como maria la hermana de lazaro que derramo el perfume ,salario de un año ,en los pies de Señor y los seco con sus cabellos, la escena de adoracion mas grande en toda la biblia

el trabajo de la mujer es el mas importante , enseñarle a sus hijos el camino de Dios

si todas hicieran su trabajo los pastores no tendrian a quien perdicar.
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

Quiero compartirles a las mujeres evangélicas citas bíblicas tomadas del libro del Eclesiástico (no Eclesiastés) libro contenido en la Biblia católica:

Eclesiástico 26

1 ¡Dichoso el esposo de una mujer buena:
vivirá el doble!
2 Una mujer ejemplar hace prosperar a su marido
y le alegra los años de su vida.
3 ¡Qué buena suerte es encontrar una buena mujer!
Es un regalo que Dios da a quienes lo respetan.
4 Sea rico o pobre, estará contento
y siempre tendrá la cara alegre.


(.....)

16 Como el sol que brilla en lo alto del cielo,
así es la mujer hermosa en un hogar bien cuidado.
17 Como lámpara que alumbra en el candelabro del templo
es un rostro hermoso en un cuerpo bien formado,
18 y como columnas de oro sobre bases de plata
son unas piernas hermosas sobre pies bien firmes.


El autor de este libro, que nosotros consideramos inspirado, se llama Ben Sirac. Él, al igual que otros autores bíblicos de la época, mantiene un pensamiento machista, pero vemos, que a pesar de ello, sabe valorar las virtudes que la mujer posee.

Saludos.
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

Dolly_ dijo:
Corazón, yo estaba esperando la sengunda parte!!!!
Además esto mismo se está hablando en el epígrafe de Miniyo. Quedaría muy bien después de lo que puso Abdón.
saludos:music10:

CORAZON:
Perdoname Dolly, alli va la parte II, NO LO PUSE EN EL EPIGRAFE DE Miniyo. Porque el testimonio es muy largo y colocarlo alli en tres partes tal vez se perdia la idea.




II
Por un largo tiempo las ciencias han sido mi único refugio. Llegué a saber mucho más que los varones de mi edad, porque me prendía de los libros y de los programas de Discovery Channel, Discovery Health, etc., a los cuales no sólo leía, observaba y estudiaba, sino también devoraba con ansiedad y convertía en mi momento devocional. Pero cuando obtuve mi DNI, mis inquietudes también se volcaron sobre el estudio bíblico.
No me perdía ninguna charla especial en la iglesia, aunque en realidad ya no hallaba nada de especial a causa de que tanto se repetían las mismas cosas, hasta el aburrimiento. Pero he ido a campamentos juveniles y de universitarios, y he estado alerta y ansiosa por penetrar al estudio bíblico.

En un campamento, cierto conferencista joven, invitado de Argentina, nos dijo que a Dios ni le asusta ni le disgusta ni le desagrada que seamos cuestionadores, preguntones, examinadores. El también nos dio una lista de citas numéricas que prueban este hecho de manera contundente. “Por eso”, decía, el cristiano no tiene por qué vivir atrapado en el círculo vicioso de la duda y del desconsuelo.” Por eso, excluyendo el tema del pecado original de la mujer, pensé que todos los demás temas posibles me estaban permitidos abarcar y cuestionar.
El criterio de ese conferencista argentino, Dante Gebel, me ha librado a tiempo de tantas ansiedades, que confieso que no solamente yo, sino todas las chicas presentes nos quedamos como bobas escuchándole: “¡Cho te voy a demostrar, ché, que Dios no es ningún ‘viejo mi querido viejo’! El nunca camina lerdo, ché. Tampoco tarda, ni tampoco olvida, ché. ¡Sacátelo de la cabeza, ché! ¡Dios es joven como tú, y juntos pueden hacer una buena yunta y una linda pareja de amigos!”

Cuando terminé mis estudios de medicina me casé en Argentina con un hombre muy bueno e inteligente, que se parecía bastante a aquel conferencista de quien me quedé embobada cuando visitó Lima. El no es salvo, pero es más limpio y santo que todos los hombres creyentes que he conocido. Hubieron algunas ocasiones en que nos pusimos a conversar y a discutir algunas cosas de la Biblia, y aunque de reojo y formulando las cosas con torpeza, él hacía comentarios muy valiosos que me servían de ayuda.
Por ejemplo me dijo una vez: “¿Por qué me vienes jorobando con eso de que la mujer es la ‘ayuda idónea’ del varón? ¡Cha me tienes podrido, ché! ¿Acaso no es el hombre también la ayuda idónea de la mujer? ¿Acaso no soy eso para ti, ché?”
De veras que no había escuchado decir esto en ninguno de los sermones de mi papá o de cualquier otro predicador de iglesia, y me parecía que de veras era real e inteligente.
En otra ocasión, cuando me sentía enternecida y me escondía en sus brazos peludos y fuertes y en su pecho musculoso y velludo, para encontrar seguridad siquiera en ese momentito de mi vida, yo le decía: “¡Así me gusta, que me trates así!”
El me dijo: “¿Cómo así, ché?” Y le dije: “Como a un vaso frágil!”
Entonces él se puso alerta y me dijo: “¡Pará, pará, pará!” “¿Dé dónde has sacado esas palabras, ché? ¿De alguna poesía?”
Yo le dije: “La Biblia dice así de la mujer, que somos vasos frágiles.” Y él me dijo algo que al comienzo me ofendió, aunque no lo hizo para ofenderme. En realidad, nunca decía nada para ofenderme, por eso he aprendido a escucharle y a no estar siempre a la defensiva. Esto es lo que me dijo el atorrante: “¡No seas pelotuda, ché! Quizás la mujer sea más frágil en la sociedad, en medio del hampa, en circunstancias ideales para el acoso sexual, o en el frente de batalla. ¡Pero, no jodás, ché! ¡Ustedes las mujeres no tienen nada de frágil! ¡Los frágiles somos nosotros, los hombres! A ver, ¿de dónde sacás esa idea?”
Le abrí mi Biblia y le leí en la Primera Epístola del Apóstol Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, de la misma manera vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.”
Entonces él prorrumpió en carcajadas y me confundió aun más. Cuando se calmó un poco, me dijo: “¡Ché! Pero. . . ¿Por qué no lo ponés al revés? ¿A ver, decílo al revés?”
Yo no me imaginaba qué había que decir al revés, como a él tanto le gustaba. Por eso le dí la Biblia abierta y con la punta de mi yema le mostré el versículo, y violentamente me acosté boca abajo y cubrí mi cabeza con el almohadón, pensando en qué barbaridades iría a decir, porque él aún no ha nacido de nuevo. Y le escuché leer entre carcajadas:

“Vosotras, esposas, de la misma manera vivid con ellos con comprensión, dando honor al varón como a vaso más frágil y como a coherederos de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.”

Yo me sentí un poquito ofendida, porque en el acto me despojó del único versículo que para mí era mi refugio y mi especial tesoro, algo para mimarme a mí misma a gusto. Pero como él era alquien con quien yo podía conversar sin ser humillada, seguimos comentando el versículo una vez que le hube arrojado el almohadón.
El era sarcástico; parecía que Dios le había diseñado así. Sin lugar a dudas, él estaba programado para ver las cosas al revés y para decirlas al revés, y de ello él resultaba sacando chistes realmente geniales y a menudo, valiosos, que valían la pena por las lecciones sublimes que de ello resultaban. Por ejemplo, le llamé la atención por reformular las cosas al revés en este versículo, porque el resultado no ligaba; sólo para broma estaba bien. Pero él se defendió diciendo: “Es que la Biblia dice ‘vaso frágil’; y ‘vaso’ es masculino, por tanto, se aplica mejor al varón. Si querés que se refiera a la mujer, entonces lee, ‘vasija frágil’, ché.”
“¡No importa!”, le dije con terquedad, “De todas maneras, me gusta que me trates como a una vasija frágil!” —Pero para entonces, o estaba dormido, o se hacía el dormido el atorrante.
Roberto y yo hemos compartido muchas veces algunos momentos de reflexión bíblica en la cama. Entre nos, para decirte la verdad, es el único lugar donde yo puedo tener algunos momentos de reflexión acerca de lo que Dios es para mí como mujer, y para nosotros dos, como pareja. Y aún no habíamos tenido nuestro primer bebé cuando aquella amiga mía, al conocer las profundas inquietudes que yo tenía sobre mi naturaleza de mujer y mi relación con Dios, nos invitó al cine, donde estaban estrenando la comedia musical Yentl, con Barbra Streisand.
Mi esposo no pudo ir, porque siempre llegaba a la casa muy cansado, pero me permitió ir sola con mi amiga. Entonces me vi a mí misma dentro del frágil cuerpecito de aquella pequeña niña judía, hija del rabino de la ciudad, que se había quedado sin mamá, y para quien su padre llegó a hacer de papá y mamá juntamente.
Yo no había tenido esta experiencia; el parecido era en los pensamientos, sentimientos y cuestionamientos de la pequeña Yentl acerca de Dios, que eran tan, tan similares a los míos. . . Y más aun, lo que ella sentía de adolescente y de persona mayor. ¡Sólo que yo jamás hubiera tenido la osadía de disimular mis senos con una venda de momia, para parecerme a un muchacho y así poder ser “admitido” a estudiar la Torah en una Yeshiváh! ¿Tanto puede una mujer amar la Torah y a Dios como para hacer algo semejante? ¡Imagínate que por dármelas de “discípulo sabio”, también a mí terminen echándome ojo y me hagan casar con una despampanante muchacha de Israel!
Mi amiga, que era judía, no quería discutir conmigo sobre estas cosas. Sólo me dijo lo siguiente: “Como verás, también nosotros tenemos estas restricciones con respecto a la mujer. Pero si ha sido posible que se hiciera esta película, es porque se ha redescubierto que sí existe cabida para que la mujer se ponga de pie delante Dios y le reclame por qué ha mandado escribir en la Biblia cosas que son tan indignas y vergonzosas para la mujer, habiendo ella sido hecha a su propia imagen y semejanza.”
Nada más. Hace tiempo que no he frecuentado a Daniele Cohen. Ella era mi mejor amiga en la universidad, pero los pocos momentos de conversación con ella han revolucionado tanto mis pensamientos y sentimientos, que he preferido cierta forma de distanciamiento para estar en paz. Sin embargo, en el fondo de mi alma, siempre tuve la corazonada de que ella tenía toda la razón.

Aquel año cuando mi esposo, nuestros niños y yo nos mudamos al sur del Brasil, me sentí como nunca desolada en medio de la sociedad, y más aun con los problemas de comunicación. El portugués no me parecía un idioma, ni un dialecto, ni siquiera una jerga. No me explico cómo se podía expresar sentido con esa mescolanza de sonidos y palabras truncas. Pero ni bien me adapté y me empezó a gustar, empecé a asistir a una iglesita evangélica muy acogedora. En ese ambiente me sentía muy alegre de revivir y rememorar los años de mi infancia, contemplando a mi padre cuando hablaba desde el púlpito. Pero no pasó mucho tiempo hasta que todo aquello se enfrió.
Realmente, más calor espiritual encontraba escondida en los brazos y en el pecho velludo de mi hombre, que en aquella iglesia frígida donde las mujeres nos sentábamos aparte, en un lado del templo, y los hombres en otro, y no nos podíamos abrigar mutuamente en las noches frías. Y lo que es peor, comenzaron a imponerme maneras de vestir, me prohibían que arreglara mi hermosa cabellera, y lo que es peor. . . ¡Eso no lo hubiera soportado mi marido jamás! Me prohibían que me afeitara las piernas, y al ver mis piernas sexies y hermosas, como para morderlas rico, rico, las mujeres de aquella iglesia se ponían a cuchichear entre ellas malévolamente.

El pastor de aquella iglesia debió enterarse de mis aprensiones, sobre todo del hecho que no podía invitar a mi esposo para tenerlo sentado en una banca desolada en la otra ala del templo. Por eso explicó en cierta ocasión que esa práctica se debía a que las mujeres somos portadoras del pecado. ¡Imagínense! ¡Como si por naturaleza fuésemos sidosas, espiritualmente hablando! Entonces me di cuenta de algo que quizás las demás mujeres no se habían dado cuenta, porque simplemente no se les permite pensar: Los pastores se adjudican el derecho de añadir al castigo que Dios ya nos ha impuesto, según la Biblia, y hallan placer en hacerlo cada vez más cruel, más humillante, más ofensivo, porque la Biblia nada dice de sentarse en bancas separadas en la iglesia y después del culto, ir a meterse en la misma cama. ¡Qué gracioso!
¿No les parece ridículo?
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

Totalmente ridículo!

Me he entretenido con esta historia y reflexionaba que esa condición de "pecado" al parecer no sólo se genera en una mujer nacida y criada en ambientes religiosos. Es tan fuerte el traspaso de esos conceptos negativos en la sociedad que trascienden a todos los espectros; es como si ya fuese parte de la memoria colectiva.
Digo esto porque casi no conozco mujeres que no lleven esa carga emotiva en su interior y que se manifiesta en una cierta paranoia, en una actitud culposa, aunque haya actuado bien.
Igual que esta chica me he encontrado desde que empecé a ser mujer, con la diferencia que fui criada lejos de pulpitos, sotanas y cualquier otra influencia religiosa. De alguna manera el lastre milenario de "soy mujer, soy culpable" parece que viniera en el código genético. Pero no es así, sino que más bien se trata de un gran engaño más, de una falta de comprender la realidad y tener a D-s como fortaleza, la única y eterna fortaleza. Hay que andar sus caminos para ser libre.
:music10:
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

III

Juntos con mi esposo nos hemos puesto a pensar sobre este hecho, y él, sin ser religioso, sólo con su sentido común y con su metodología de poner y decir las cosas al revés, me ha dicho: “Si Dios ha hecho de la mujer un ser contagioso, entonces la obra de Dios no es perfecta. Para que Dios perfeccione su obra, en lugar de mantener en eterna cuarentena en el templo a este ser contagioso, debería tenerle compasión y dejarla de una vez en paz en su casa, y a los hombres darles más bien muñecas inflables o robotitas, para que puedan acudir al templo con ellas y se sienten juntos uno al lado de ella, sin peligro de contagio y sin asco. ¡Así hasta podrían llenar la iglesia de cabo a rabo!”

Por fin, mi esposo y yo decidimos obsequiarnos con un regalo de aniversario visitando ambas ciudades, pero no sólo por unos pocos días, sino para una larga vacación.
En Buenos Aires volví a visitar mi añorada iglesita en el Barrio del Once, y mi esposo tuvo la gentileza de acompañarme. Muy raras veces él me acompañaba a la iglesia, y cuando salíamos, y yo empezaba a comentar el mensaje, él decía, moviendo su cabeza y su mano: “Sin comentarios. . .” Pero ahora, de vacaciones, no podíamos andar el uno por un lado y el otro por otro, así que volvimos a visitarla juntos los dos.
Llegamos justamente cuando se estaba anunciando un estudio bíblico dirigido por el doctor Douglas Smith, un importante conferencista norteamericano invitado, quien hablaría acerca de la Mujer en las iglesias fundadas por el Apóstol Pablo, sobre todo en una iglesia carismática problemática en la ciudad griega de Corinto, a la cual él definía como una “Iglesia Pneumática”
El doctor Douglas Smith era muy hábil con la comunicación y deleitaba al público dibujando en la pizarra bosquejos del texto de la Primera Epístola de San Pablo a los cristianos de esa ciudad de Corinto. En lugar de dormirte, el hombre te hacía pensar y re-pensar, y de rato en rato reírte a carcajadas.
Nos mostró que el pensamiento de Pablo es súmamente coherente, y que un bosquejo apropiado podría ayudarnos en el estudio más detallado que seguiría en los días a continuación. Nos mostró que desde el Capítulo 12 hasta el Capítulo 14, se trata en realidad de un solo tema: Los dones espirituales y su correcta utilización en el culto y en la vida en la comunidad y en la sociedad. A mi esposo le encantaron las palabras de Pablo acerca del amor en el Capítulo 13.
Este es el bosquejo que escribióel Rev. Smith en la pizarra, y como todos ayudamos a su elaboración, las cosas adquirieron de pronto una claridad meridiana ante nuestras mentes.
Al final de la charla nos dijo que hacia el final del Capítulo 14, el Apóstol Pablo expresó su tan debatida prohibición de que las mujeres hablaran en la congregación, quizás en relación con ciertos excesos en la práctica del don de lenguas.
Entonces prometió que estudiaríamos en la siguiente semana lo que esa prohibición significa dentro del contexto de esa sección de la Epístola de San Pablo a los Corintios, o después del Capítulo 14, como aparece en otros documentos griegos antiguos de dicha Epístola. “Por ahora”, dijo, “solamente leamos lo que dice la Palabra de Dios, a fin de reflexionar al respecto hasta la próxima charla.”
Sentí una especie de punzada cuando volví a escuchar después de mucho tiempo esas palabras que tanto me han torturado como mujer sensible:

“Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres guarden silencio en las congregaciones; porque no se les permite hablar, sino que estén sujetas, como también lo dice la ley. Si quieren aprender acerca de alguna cosa, pregunten en casa a sus propios maridos; porque a la mujer le es impropio hablar en la congregación.”
Y me quedé sorprendida cuando mi marido me expresó su interés por asistir fielmente a dichos estudios.

Cuando salimos de la iglesia, un profundo vacío en mi corazón fue detectado de inmediato por Roberto; a la verdad yo pensaba que no era prudente llevarlo a esas charlas. Ambos guardábamos silencio mientras caminábamos lentamente por el largo boulevard. Para romper el silencio le pregunté temerosa: “¿Qué te pareció la charla, es decir, el doctor?” Y él respondió con evidente sinceridad: “Pues. . . con toda honestidad. . . ¡divino!”
Entonces le confesé que esas palabras que leímos al final me habían torturado toda la vida, que muchas veces había tenido la tentación de decir que eso lo habría dicho o escrito algún alcahuete misógino, pero nunca habrían salido de los labios del buen Jesús y del Creador de la mujer y del hombre. Pero aun pensar en esto me ocasionaba pánico; miedo de la eterna condenación, y miedo de que las palabras de un misógino hayan llegado a ser Palabra de Dios. De otro modo, ¿cómo han venido a ser introducidas en la Biblia?”
Roberto andaba pensativo, y de pronto me dijo: “Tengo una idea, ché. . . Cuando lleguemos a casa abríme tu Biblia en esas palabras que dices que tanto te torturan. Quizás no son tan horribles como te parecen. Quizás San Pablo no era ningún alcahuete misógino, ché. Además, ¿acaso no dijo el conferencista que en otros documentos esas palabras no aparecen dentro, sino después del Capítulo 14, habiendo la posibilidad de que fueran una post-data posterior, introducida por algún otro, y no por San Pablo mismo?”
Mientras nos dirigíamos a casa me moría de miedo de que finalmente también terminara perdiendo a mi esposo, si él se sumaba a los ejércitos de los que degradan y ofenden a la mujer utilizando para ello la Biblia, la mismísima Palabra de Dios. Por eso, al llegar a casa, hice como que me había olvidado por completo de su petición. Pero él insistió: “Abríme tu Biblia en esas palabras de San Pablo, y permití que yo mismo te las lea.”
No tuve más alternativa. Tuve que hacerlo, mientras me hacía a la idea que de quizás me convendría nunca más llevarlo a esa iglesia, o a un estudio bíblico misógino llevado a cabo por varones o por “varonas” (con “v” de “vaca”). Entonces él, haciendo justicia a su metodología inveterada de decir las cosas al revés, leyó:

“Como en todas las iglesias de los santos, los varones guarden silencio en las congregaciones; porque no se les permite hablar, sino que estén sujetos, como también lo dice la ley. Si quieren aprender acerca de alguna cosa, pregunten en casa a sus propias mujeres; porque al varón le es impropio hablar en la congregación.”

Cuando acabó de leer, restauró la sonrisa y la alegría a mis labios, y de pronto me dio un ataque de risa santa. Antes, ni yo, ni mi padre, ni ningún predicador había resultado con semejante chorro de ingenio e inspiración. Roberto me estaba convenciendo de que su interpretación “al revés” de los textos sagrados es la mejor. ¡Claro, si algo se dice de la mujer, también tiene que referirse al hombre, y viceversa! ¿O no? Roberto sonríe y dice: “Te aseguro, ché, que San Pablo se refirió a las mujeres que tanto cuchichean en la iglesia. Yo mismo he visto eso en las iglesias a donde me has llevado, cosa que no veo en los templos nuestros, los templos católicos. Aunque los hombres también cuchichean, las mujeres cuchichean más. Mira nomás que en las iglesias católicas no ocurre eso en el acto del culto. Aunque tengo que reconocer que en medio del intenso calor del verano, fue en la catedral donde nos sentamos a solas, a la luz tenue de las velas, y nos enamoramos en silencio, y nos dimos nuestro primer beso.”
Yo también tengo que reconocer, que fue en una catedral empezó la historia de nuestro amor.


Otro día Roberto me preguntó si acaso yo seguía pensando que Dios es misógino, es decir, que tanto odia a la mujer. Le respondí que no y que, a pesar de las apariencias, nunca había pensado de esa manera. Pero que me hervía la sangre que de algunos pocos versículos bíblicos, los teólogos oficiales de la iglesia hayan deducido que la mujer, por el hecho de tener cabellera hermosa, tetas, vagina y voz de mujer, no puedan ministrar en la Santa Cena, porque para hacerlo necesariamente tendría que abrir la boca y hablar; ni que pueda predicar desde el púlpito ni enseñar, sobre todo si en las bancas está sentado por lo menos un varón ignorante y patán; y lo que es peor, que no pueda orar, es decir, hablar con Dios, su Creador. ¡Eso sí que es el colmo de los colmos!

Roberto me escucha en silencio y observa cómo reverdece mi amargura. Entonces de nuevo empieza a aplicar su metodología de ver las cosas al revés, y me mete de nuevo en aprietos. Honestamente me arrepiento de haberlo provocado con mis palabras, porque cuando él empezó dizqué a “invertir” mis palabras, yo no pude hacer que se callara la boca.

Esto es lo que me dijo el baboso de mi marido: “Entonces, ¿el hombre sí puede predicar, y repartir el pan y la leche, perdón, el vino, y enseñar, y orar, porque tiene pene, vello abundante en el pecho, en los brazos y en las piernas, además de su olor penetrante y seductor, y su voz varonil? ¡Pobres los que no tienen vello ni voz varonil, porque sólo con pene y olor penetrante, no podrían ministrar! ¿O sí?”

Le rogué que se callara la boca, por favor. Y lo hizo, pero no sin antes recordar el lindo bosquejo de 1 Corintios 12-14 que hiciera el doctor Smith en la Iglesia del Barrio del Once. Dijo: “Una cosa me llamó la atención, más que todas, en la exposición de ese conferencista genial.”
Le pregunto: “¿Qué cosa? —No sin temor a que de nuevo me metiera en aprietos con su manía de decir las cosas al revés.
”Me deleitó el Capítulo 13, que habla del amor. No creo que nadie jamás haya escrito del amor como lo ha hecho San Pablo. Honestamente, le felicito y le admiro. Pero. . .”
Muy nerviosa pregunto: “¿Pero qué?”
“Más adelante nos hizo leer en el Capítulo 14 las palabras acerca de la prohibición de que la mujer hable en la congregación. Honestamente, no creo que el hombre sabio que ha escrito el capítulo 13 sea el mismo hombre que ha escrito el capítulo 14, salvo que nosotros, sus lectores, no entendamos bien las cosas. Pero así, leyendo a saltitos, pareciera que en el capítulo 13 Pablo te dijera: ‘Te amo. Wow!’ Y en el capítulo 14 te dijera: ‘¡Pero calláte la boca, ché!’ ¡Pará, pará! ¡San Pablo no puede haber tenido esto en su mente ni en su corazón!”

“Tienes toda la razón”, le digo, “y quizás harías un gran favor a la humanidad si dictás a los predicadores un curso corto programado para enseñarles tu metodología de decir las cosas al revés. Y en cuanto a mí respecta, quizás, antes de hundirme en mi paranoia y en mi esquizofrenia de mujer, debería contemplar más bien a ese gran galán, a Jesús, quien no les tenía ni miedo ni asco a las mujeres, como tantos predicadores corrompidos, morbosos y enfermos que suben al púlpito para exponer la bendita Palabra de Dios.”
¡Oh Dios, mío, qué he hecho! ¡Qué he dicho! ¡Dios tenga misericordia de mí, y de ti que me acabas de escuchar semejante herejía! O my God!

La doctora Rivera, que escribe este testimonio, es peruana, hija de un pastor argentino que viviera toda su vida en Lima pastoreando la Iglesia Evangélica de la Plaza Marsano. La doctora Rivera estudió medicina en Buenos Aires y tras su graduación contrajo matrimonio con un ciudadano argentino con quien se trasladó a vivir al Brasil. ¡Allá tú que me acabás de creer, porque esta historia es ficticia, y tiene como único propósito dar al texto bíblico su legítima interpretación, tan ignorada por los maestros de religión!
 
Re: Pecado: "SER MUJER"

corazondeleon dijo:
La doctora Rivera, que escribe este testimonio, es peruana, hija de un pastor argentino que viviera toda su vida en Lima pastoreando la Iglesia Evangélica de la Plaza Marsano. La doctora Rivera estudió medicina en Buenos Aires y tras su graduación contrajo matrimonio con un ciudadano argentino con quien se trasladó a vivir al Brasil. ¡Allá tú que me acabás de creer, porque esta historia es ficticia, y tiene como único propósito dar al texto bíblico su legítima interpretación, tan ignorada por los maestros de religión!

Estimada hermana Corazón de León:

Me he tomado el tiempo de leer esta trilogía y hay algunas cosas que me llamaron la atención. Pero no voy a detenerme en ellasr sin antes preguntarte sobre esta última frase del escrito:

¿Cuál es esta legítima interpretación que ignoran los maestros de religión?

¿Se está refieriendo a que proporciona la correcta interpretación a la frase de San Pablo en 1 Corintios 14?