PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

13 Noviembre 2005
21.928
472
Hola amados hermanos!


La pregunta de hoy es:


Que necesidad tiene Dios de que le oremos en una "lengua extraña o angelical"??


Acaso no es suficiente hacerlo en nuestro idioma?

Espero sus aportes!

Luis Alberto42
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Luis Alberto42 dijo:
Hola amados hermanos!


La pregunta de hoy es:


Que necesidad tiene Dios de que le oremos en una "lengua extraña o angelical"??


Acaso no es suficiente hacerlo en nuestro idioma?

Espero sus aportes!

Luis Alberto42

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1 Corintios 14:4

El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica;
pero el que profetiza, edifica a la iglesia.

1 Corintios 14:14

Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora,
pero mi entendimiento queda sin fruto.

Romanos 8:26

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con
gemidos indecibles.

Bendicion
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Orar een otro iddioma lo haras en misa, por que si estan en tu casa o por ahi noo creo que te popongas a hablar en latino o que se yo. Oramoss en otro idioma en un acto religioso por que es asi.
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo

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San Lucas 18:1

También les refirió Jesús una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, y no desmayar,


Bendicion
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Luis Alberto42 dijo:
Que necesidad tiene Dios de que le oremos en una "lengua extraña o angelical"??

Hola Luis Alberto

Yo creo que Dios no tiene necesidad de nada de nuestra parte, si permite que le sirvamos, alabemos,etc es por amor a nosotros, para que no sirvamos a la maldad como en otro tiempo.

En cuanto a las lenguas todo depende de si se cree en este don; yo personalmente lo creo, pues es bíblico y aunque creo en que por emocionalismo algunos pueden creer que tienen el don y no sea verdaderamente, hay hermanos que si me parece algo completamente real.

Lo que si creo es que está muy mal el que algunos pastores comienzan a animar en las oraciones diciendo "¡si tienes el don de lenguas habla en lenguas.....!" cuando Pablo exhorta al orden en cuanto a esto diciendo que si no hay quien tenga don de interpretarlas que se callen las lenguas.

Bendiciones
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Dark Goku dijo:
Orar een otro iddioma lo haras en misa, por que si estan en tu casa o por ahi noo creo que te popongas a hablar en latino o que se yo. Oramoss en otro idioma en un acto religioso por que es asi.

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¿Sabes de lo que habla Pablo en 1 Corintios 14?

1 Corintios 13:1

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Bendicion
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Miniyo dijo:
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San Lucas 18:1

También les refirió Jesús una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, y no desmayar,


Bendicion

De acuerdo, pero aparte de que lo diga un libro escrito hace siglos, que sentido lógico tiene esto?
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Miniyo dijo:
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1 Corintios 14:4

El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica;
pero el que profetiza, edifica a la iglesia.


LA PALABRA "EXTRAÑA" NO ESTA EN EL TEXTO ORIGINAL!!

LA PALABRA "LENGUA" SIMPLEMENTE SIGNIFICA "UN IDIOMA EXTRANGERO"


1 Corintios 14:14

Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora,
pero mi entendimiento queda sin fruto.


LA PALABRA "DESCONOCIDA" ES OTRA AÑADIDURA A LAS ESCRITURAS! NO ESTA EN LOS TEXTOS ORIGINALES!

LA PALABRA "LENGUA" AQUI SIGUE SIGNIFICANDO "UN IDIOMA EXTRANGERO"..


Romanos 8:26

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con
gemidos indecibles.


GEMIDOS INDECIBLES AQUI ES:


"GEMIDOS" ES:

G4726
στεναγμός
stenagmos
sten-ag-mos'
From G4727; a sigh: - groaning.

TRADUCCION:

"un suspiro", "gemido"


INDECIBLES ES :

G215
ἀλάλητος
alalētos
al-al'-ay-tos
From G1 (as a negative particle) and a derivative of G2980; unspeakable: - unutterable, which cannot be uttered.

"lo negativo de "LALEO"

laleō
lal-eh'-o
A prolonged form of an otherwise obsolete verb; to talk, that is, utter words: - preach, say, speak (after), talk, tell, utter. Compare G3004.


osea, INDECIBLE significa:

"indecible", algo que no se puede PRONUNCIAR!!!


Entonces, Romanos 8 :26 debe leer:

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con
SUSPIROS O GEMIDOS QUE NO SE PUEDEN PRONUNCIAR.




PERO EN CAMBIO LOS HERMANOS, CUANDO EMPIEZAN CON SUS LENGUAS, NO PARAN!


QUE SIGNIFICA ESTO??









Bendicion



La palabra "extraña" es una AÑADIDURA!

Luis Alberto42
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
De acuerdo, pero aparte de que lo diga un libro escrito hace siglos, que sentido lógico tiene esto?



Exactamente mi punto!

Cual es el proposito??

Dios nunca hace algo SIN un proposito...


Luis Alberto42
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo

yo se lo que mi hija necesita,,sin embargo en el momento cuando ella me manifiesta su necesidad le proveo de lo que se que necesita......

si Dios no quisiera que orasemos,, lo hubiese dejado claro en su palabra, asi como ha dejado claro su posicion frente al pecado...

Con respecto a las lenguas,,yo no hablo en lenguas,, pero no descarto que el Espíritu me use en un futuro para hacerlo, el propósito solo lo sabe El...Mi esposo si ora en lenguas cuando el Espiritu Santo lo indica...y como conosco a mi esposo sé que no toma a la ligera los dones del Espiritu Santo...

soy sensible y creo lo que el Espiritu Santo hace en sus siervos...

paz y bendiciones...
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Es que tampoocoo vas a ir tan traquilo , por ahi, solo pr que El lo sabe todo, y no ohaces nada por que el ya lo sabe hay que sacrificarse unn poco para moostrarlo que se cree aunu que ya se sepa.
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo

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Mira esto que pego no es de la Escritura pero explica que es por causa de nuestra necesidad y no porque Dios necesite nada de nosotros.

DYVA VILEENAM • la unidad con Dios

El hombre que busca: Sadhu-ji, tus enseñanzas prometen la liberación de las ligaduras que nos atan a este mundo. Por favor, dime más cosas sobre esta liberación espiritual.

Sadhu: Son muchos los que se admiran ante la ingenuidad humana y su capacidad para captar el poder del relámpago, del viento, de la luz y de todas las otras miríadas de fuerzas de la naturaleza. Vencer las pasiones y las seducciones de este mundo y conseguir el dominio de uno mismo, es en verdad un gran logro. Llevando una vida de oración, recibimos de Dios el regalo de morar en el reino de lo espiritual aunque sigamos permaneciendo en este mundo material. Si vivimos en la plegaria, no hay fuerza ni mal ni tentación que pueda vencernos. Permanecemos en segura comunión con Dios sin temor alguno. Si abandonamos el regalo de la plegaria, nos convertimos en una especie de animales domesticados, incapaces de reconocer nuestra propia imperfección, nuestra relación con Dios o nuestra responsabilidad ante nuestro prójimo.
Una vez el Maestro pidió a tres de sus seguidores que le acompañaran a una montaña. Allí experimentaron el reino espiritual con tal intensidad que, durante unos breves momentos, vieron una parte de la divina gloria del Maestro. Estaban tan cautivados por vislumbrar lo divino que desearon consagrar aquel lugar y quedarse allí. ¡Y cuánto más prodigioso será para nosotros, no ya la maravillosa contemplación de un instante, sino entrar plenamente en el reino espiritual y contemplar la eternamente luminosa majestad de Dios!

El hombre que busca: ¿Pero no está Dios en todas partes? ¿No podemos sentir la experiencia de Dios si estamos en comunión con la naturaleza y el mundo que nos rodea?

Sadhu: El agua y el petróleo vienen de la tierra. Y a pesar de que en algunos aspectos son parecidos, son opuestos en su naturaleza y en su propósito. Uno de ellos extingue el fuego, el otro da combustible al fuego. De modo parecido, el mundo y sus tesoros son creaciones de Dios junto con el alma y la sed de encontrar la verdad espiritual. Pero si intentamos saciar la sed de nuestra alma con la riqueza y el orgullo y los honores de este mundo, es como intentar extinguir el fuego con el petróleo. El alma sólo halla paz y contento en el Dios que la creó junto con sus vehemencias. Cuando nos volvemos hacia el divino Maestro, recibimos agua que satisface a nuestra alma. El agua es un manantial de vida espiritual que surge de lo más profundo de nosotros.
Es inútil buscar paz en las cosas de este mundo. Paz y satisfacción no se encuentran aquí. Es como el niño que encuentra una cebolla y la va pelando, hoja tras hoja, esperando encontrar un fruto dentro. Cuando ha quitado cada una de las capas internas, nada encuentra. De igual modo la existencia física y todo cuanto ella contiene, está vacía, hueca, hasta que encontramos la verdadera fuente de paz. El agua de la vida no puede contenerse en tanques terrestres, pero aquellos que se acerquen al Altísimo con corazón puro, hallarán la respuesta.

El hombre que busca: ¿Está usted diciendo que este mundo material es absolutamente malvado?

Sadhu: Debemos vivir en este mundo. Y podemos hacerlo sin perder nuestra verdadera naturaleza espiritual. Las cosas de este mundo no necesariamente nos dañan. En realidad, pueden ayudarnos a crecer espiritualmente. Pero esto sólo es posible si dirigimos continuamente nuestros corazones hacia el sol de la rectitud.
A veces nos metemos en un lugar mugriento, polucionado, y encontramos flores deslumbrantes que exhalan una dulce fragancia que mata el hedor que las rodea. Estas plantas se vuelven hacia el sol y reciben de la luz la sustancia de su vida. La inmundicia no las daña sino que en realidad las nutre y las cubre de mantillo para que puedan vivir mejor. Algo similar ocurre cuando oramos y volvemos nuestros corazones hacia el sol de la totalidad, hacia el sol de la unidad. Recibimos vida que nos da luz y calor para que nuestro florecimiento espiritual exhale una delicada fragancia. Flores delicadas en cuyo interior se engendran frutos imperecederos.
Cuando descuidamos nuestra vida espiritual, las cosas materiales que se nos ofrecen para nuestro sostén se convierten en una ponzoñosa maldición. El sol proporciona luz y calor para que las plantas puedan crecer y florecer, pero el mismo sol marchita y destruye la planta si sus raíces están un tiempo sin agua. De la misma forma, el aire es una fuente de vida y de fuerza, pero también su efecto catalizador las deteriora y pudre. Por ello debemos orar y estar atentos para quedar arraigados en la vida y no en la muerte.
Sabemos bien que no podemos vivir sin agua. Pero mientras que necesitamos y gastamos agua, debemos también cuidar de que no se escurra y resbalemos en ella. Del mismo modo, necesitamos las cosas del mundo material, pero debemos usarlas con precaución. Dios creó todo lo que hay sobre la tierra para que el hombre lo utilice. Pero no debemos sumergirnos en ello o se nos ahogará el aliento de la plegaria y moriremos.

El hombre que busca: No puedo captar el significado de vivir en el mundo sin que nosotros nos sumerjamos en él. ¿Puede aclararme esta cuestión?

Sadhu: Piense en el barco. Su medio es el agua, pero el agua no puede meterse dentro de él, pues sería catastrófico. Igualmente, es correcto y digno que vivamos en este mundo, y si estamos encima de la superficie, que podamos arribar al seguro puerto de la vida y ayudar también a los demás a alcanzarlo. Pero sería la muerte si el mundo penetrara en nuestros corazones. El ser espiritual nos mantiene el corazón libre para Aquél que lo ha creado.
Hay criaturas acuáticas que nadan en el agua, en constante contacto con ella, pero cuando alzan el vuelo sus plumas ya no tocan el agua. Otro tanto nos ocurre a nosotros con la plegaria: vivimos en constante contacto con el mundo material, pero cuando nos alzamos mediante la plegaria nuestros espíritus ascienden a la beatitud sin tacha ni pecado.
Las criaturas marinas viven toda su vida en agua salada. Sin embargo, cuando probamos su carne, notamos que no es salada. Lo mismo ocurre con nosotros. Si llevamos una vida activa de oración, si nos dirigimos constantemente hacia la fuente de toda vida, permaneceremos a salvo de la corrupta influencia del mundo.
Igual que las abejas sorben el jugo dulce de las flores y lo transforman en miel sin alterar ni su color ni su fragancia, nosotros sorbemos con la plegaria los gozos y beneficios de toda la creación. Así como las abejas extraen la miel de flores diversas y de lugares diversos, así nosotros extraemos pensamientos y experiencias de cada una de las partes de la creación y, en comunión con Dios, las guardamos como miel de verdad en nuestros corazones. Luego, con infinita paz de espíritu, saboreamos esa miel donde quiera que estemos.

El hombre que busca: Dado que nuestras almas están confinadas dentro de nuestros cuerpos materiales, ¿cómo podremos escapar alguna vez de la corrupta influencia del mundo material?

Sadhu: La salada agua del mar se evapora por el calor del sol y asciende al cielo. Allí se concentra y forma nubes que, llegado el momento, se rompen y el agua cae de nuevo sobre la tierra, ahora en forma de lluvia dulce y refrescante. Alzándose desde el mar, ha dejado tras ella toda traza de sal e impurezas. Es lo mismo que sucede con nuestros pensamientos y deseos a través de la plegaria. El sol de la virtud ilumina nuestras almas y las capacita para que nuestros pensamientos y deseos se alcen hacia el reino espiritual libres de toda impureza. Luego vuelven a nosotros trayéndonos frescor e innumerables bendiciones.
Algunas plantas cierran sus hojas y flores al llegar el crepúsculo, abriéndolas de nuevo al percibir la suave caricia del sol matinal. Utilizan las horas solares para asimilar luz y calor, lo cual las sostiene para soportar el frío y la oscuridad de la noche. De la misma forma, si nosotros abrimos nuestros corazones a la luz de la virtud, quedamos a salvo de los peligros y dificultades a que nos somete la oscuridad, y nos desarrollamos en la plenitud del Maestro.
Algunas criaturas poseen una estructura tan delicada que hasta la salpicadura de una ola las haría añicos. Son tan sensitivas a la atmósfera de su alrededor que, si se produjera cualquier cambio en el tiempo, se sumergirían en las profundidades del océano para escapar del alcance de tormentas y olas. Nosotros también somos sensibles a la atmósfera que nos rodea. Cuando la tormenta del mal nos amenaza con apartarnos de la rectitud, debemos sumergirnos profundamente en el océano del amor de Dios, en cuyo seno reina eternamente la calma.

El hombre que busca: ¿Es pues verdad, sadhu bienamado, que uno puede experimentar una protección milagrosa a través de la plegaria?

Sadhu: He sufrido muchos peligros durante mis viajes, a menudo porque personas intolerantes deseaban encontrar la forma de lastimarme. Una vez, en Kailas, pregunté por la dirección de unos amigos. La gente del pueblo, deliberadamente, me dirigió hacia el peligroso camino de la jungla. Conforme se hacía de noche, vi un río que me cerraba el paso. Más allá no se veía ninguna aldea. Casi ya en plena oscuridad, podía oír los sonidos de los animales salvajes moviéndose cerca de mí. Como no había forma de cruzar el río, me senté y oré, pensando que tal vez habría llegado mi hora. Cuando levanté la mirada, vi a un hombre en la otra orilla, junto a un fuego. El hombre me dijo: «¡No se asuste! Voy a ir en su ayuda». Yo estaba atónito viéndole caminar decidido sobre las rápidas aguas del río. Llegó a mi orilla y dijo: «Súbase a mis hombros y no tenga miedo». Y tan fácilmente como antes, conmigo a sus hombros, caminó sobre la corriente de las aguas y cruzamos el río. Me soltó en la orilla y caminé a su lado hasta que de pronto vi que el hombre y el fuego habían desaparecido.
Otra tarde, una multitud enfurecida, armada con palos, trataba de echarme de un pueblo. Me empujaron hacia la selva hasta que una roca me cortó el paso y no pude ir más allá. Allí, se agazaparon entre las piedras a la espera de atacarme y golpearme hasta morir. Pero nada sucedió. Después de permanecer quieto un rato, miré a mí alrededor y no vi señal de mis enemigos. Encendí fuego, limpié mis heridas y me eché a dormir en aquel mismo lugar. Por la mañana, desperté y vi a varios hombres mirándome desde lejos, atemorizados. Se acercaron con precaución y me ofrecieron alimento y bebida, preguntándome: «Sadhu-ji, ¿quiénes eran aquellos hombres vestidos de ropas relucientes que permanecieron a tu alrededor toda la noche?»
Una vez, en una ciudad del Tibet llamada Rasar, fui conducido ante el Lama y acusado de herejía porque había expuesto libremente las obras del Maestro para librarnos del pecado. Una turba furiosa me llevó hasta el otro extremo de la ciudad, me arrancaron todas mis ropas y me arrojaron dentro de un pozo seco, cuya boca cerraron con una tapa. Me había roto el brazo en la caída, pero peor que el dolor era el olor de aquel agujero. Muchos otros habían sufrido el mismo destino y, cuando caí en aquel lugar oscuro al que había sido arrojado, pude sentir huesos y carne corrupta. El olor era de lo más hediondo. Me sentía en los infiernos. Y entonces me asaltó la duda. «¿Dónde está ahora el Maestro? ¿Por qué ha permitido que suceda esto?» Pero, al mismo tiempo, noté una sensación de paz, la certeza de que el Maestro estaba allí conmigo.
No sé cuánto tiempo estuve en el pozo, tal vez dos o tres días, cuando oí cómo algo chirriaba sobre mi cabeza. Alguien estaba moviendo la tapa que cerraba el pozo. Descendió una cuerda y una voz me ordenó que me agarrara fuertemente a ella. Hice acopio de las escasas fuerzas que me quedaban y fui izado. Caí en la tierra, respirando el aire fresco, y pude oír cómo el pozo era cerrado de nuevo. Cuando miré a mí alrededor, no había nadie. No sabía quién me había rescatado, pero en mi corazón tenía la seguridad de que había sido el Maestro.
Al día siguiente, fui de nuevo al pueblo y me puse a enseñar a aquellos que quisieron escucharme. Algunos me detuvieron y me condujeron de nuevo ante el Lama, al cual expliqué la historia de mi rescate. El lama estaba muy furioso y ordenó que descubrieran al hombre que había cogido la llave de la tapa del pozo. Pero cuando vieron que la llave seguía colgada en su sitio, el Lama enmudeció. Luego, me ordenó que saliera inmediatamente del pueblo, porque temía que mi Maestro le castigara a él y a toda su gente.

El hombre que busca: Me resulta difícil creer que cosas tan sorprendentes sean posibles. ¿Cómo podemos hacer que, mediante la plegaria, Dios altere el curso natural de los acontecimientos?

Sadhu: La mente científica no puede entender cómo el autor de la vida tiene también en sus manos las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado. Porque es Dios quien establece las leyes de la naturaleza. Y por ello sería una locura sugerir que los milagros violan las leyes de la naturaleza. En verdad hay leyes superiores de las cuales conocemos muy poco o nada. A través de la plegaria, gradualmente podemos conocer cuáles son esas leyes superiores. Por ello nosotros entendemos que los milagros no solamente son posibles sino también naturales.
En lugares muy fríos, es habitual que la superficie del río se hiele mientras que, por debajo de ella, el agua sigue corriendo. Yo he cruzado muchas veces ríos helados, con toda seguridad y fácilmente. Pero si viajo por regiones tropicales y le cuento a la gente que hay lugares donde los ríos tienen puentes de agua sólida y que se puede cruzar de orilla a orilla sin problema alguno, como yo he hecho personalmente tantas veces, moverán la cabeza con conmiseración y me dirán que tal cosa es imposible. Del mismo modo, aquellos cuya vida la basan únicamente en los sentidos y en la razón, están completamente ignorantes respecto a la vida espiritual y en cuanto a conocer qué cosas resultan posibles mediante la plegaria.
Dios es espíritu y los caminos de Dios son espirituales. Las cosas espirituales no pueden ser captadas por la razón humana. Solamente pueden ser vistas con los ojos del espíritu. El mayor milagro es nacer en espíritu. Ésta es la experiencia de la paz verdadera. Una vez, personalmente, tuve la experiencia del Maestro pasando a través del tremendo ciclo sin fin del pecado y de la muerte para librarnos a nosotros los hombres de nuestra naturaleza pecadora: una experiencia que nos revela que todas las cosas son posibles con Dios. Una vez hemos experimentado el mayor de los milagros, todos los otros milagros nos parecen en comparación pequeños. Que una pobre alma, agitada, impura y caída, pueda recibir de Dios el perdón y saboree la paz del Maestro, éste sí es el milagro de los milagros. Quien quiera que crea en este milagro, creerá en todos los milagros.
Agitada por el miedo, la rabia o la locura, una persona puede acometer una proeza tan extraordinaria que su acción —como romper una gruesa cadena de acero— parece situarse más allá de toda fuerza humana. En realidad, esta fuerza misteriosa está latente en todo cuerpo humano, pero sólo se manifiesta cuando toda la energía y concentración de la mente y el cuerpo se canalizan hacia un único propósito. En la meditación, nuestra fuerza espiritual se canaliza de forma similar. El poder divino fluye a través de nosotros, rompiendo las cadenas del pecado y espoleándonos para acometer las más maravillosas proezas espirituales. ¡Pero, cuidado! No olvidemos el poder de los cañones y de las bombas que siembran destrucción y devastación. Los poderes del espíritu también pueden ser utilizados para malvados propósitos.

El hombre que busca: ¿Dios nos concede verdaderamente aquello por lo cual oramos?

Sadhu: Algunas personas creen que nosotros alteramos los planes de Dios mediante la plegaria, pero en realidad no son sus planes sino nuestros corazones los que cambian. El insatisfecho potencial de nuestra alma se esfuerza por llegar más allá de las limitaciones que impone esta imperfecta vida. Cuando un pájaro pone sus huevos y los anida y les da calor, dentro de ellos sólo hay un líquido amorfo. Pero mientras la madre sigue cubriéndolos con su cuerpo, el líquido que hay dentro de los huevos se transforma. Se solidifica y adquiere la forma de la madre. Del mismo modo, nuestras plegarias no hacen cambiar a Dios. Más bien, somos nosotros quienes nos transformamos en la gloria y en la imagen de Dios.
No rezamos para informar a Dios de nuestras necesidades. Rezamos con la finalidad de abrir nuestros corazones a Aquél que nos da todas las bendiciones. Cuando el Maestro al morir dejó a sus discípulos, no vertió el Espíritu dentro de ellos aquel mismo día. Sus discípulos necesitaban un período de especial preparación interior antes de que estuvieran a punto de recibir semejante regalo. Si nosotros obtuviéramos la bendición de Dios sin esperarla y sin estar adecuadamente preparados para recibirla, no sabríamos apreciar ni el don ni la espera. Fue lo que le ocurrió a Saúl, el primer rey de Israel. No buscaba servir a Dios, solamente le preocupaba no perder sus asnos. Así, cuando recibió el espíritu de Dios y fue ungido como rey, interiormente no estaba preparado. Y a causa de ello, pronto perdió la unción y el reino.

El hombre que busca: ¿Cuál es, pues, la plegaria verdadera?

Sadhu: Cuando vemos una grulla o una garza inmóviles en la orilla de un lago o de un estanque, podemos pensar que ambas meditan sobre la belleza del agua. ¡Pero no es así! Están quietas allí, sin moverse durante horas, pero tan pronto ven una rana o un pececillo, se abalanzan y lo devoran con gula. Mucha gente tiene una impresión parecida de la plegaria y de la meditación. Asentados en la orilla del ilimitado océano que es el amor de Dios, realmente no piensan en su majestad o en la divina gracia que nos limpia del pecado y satisface el hambre del alma. Así que están consumidos por el pensamiento de recibir algo para ellos mismos, algún bocado que gratifique su autoindulgencia. Habiendo visitado la fuente de la verdadera paz y la bendición, se equivocan al apreciarla y por tanto se dan a sí mismos efímeros placeres.
La esencia de la plegaria no consiste en pedir cosas, sino en abrir el corazón a Dios. Rezar es el continuo abandono en Dios. Es lo que desea el mismo Dios, el dador de vida. Orar es la comunión con Dios, recibirle a Él, que es el dispensador de todos los buenos dones. Orar es vivir una vida de amistad en Él. Es respirar y vivir en Dios.
Un niño pequeño corrió hacia su madre exclamando: «¡Mamá, mamá!» El niño, no necesariamente estaba pidiendo algo en particular. Sólo deseaba estar cerca de su madre, sentarse en su regazo o seguirla a través de la casa. El niño buscaba por puro placer el estar cerca de ella, hablarle, oír su voz. Esto es lo que le hacía feliz. Es el mismo placer que encuentran aquellos que son verdaderamente hijos de Dios. No les preocupa el hecho de pedir bendiciones espirituales para ellos mismos. Sólo desean sentarse a los pies del Maestro. Sólo con vivir a su lado, palpándole, se sienten supremamente felices.
El clima determina la forma, el color y el crecimiento de las plantas y las flores. En la jungla, a menudo vemos insectos que han adquirido la forma y el color de las verdes hojas con las que se alimentan. En las nieves del Norte, la piel del oso polar tiene la misma blancura de la nieve. El tigre de Bengala luce franjas en la piel, como los macizos de juncos donde vive. Del mismo modo, nuestro medio espiritual nos afecta a nosotros mismos. Si permanecemos en comunión con Dios, nuestros hábitos y disposición, e incluso nuestra apariencia, cambian totalmente. Rezar significa que hablamos con Dios, que estamos en comunión con Él y que somos transformados a su imagen y semejanza: comenzamos a adquirir una naturaleza gloriosa e incorruptible.

El hombre que busca: ¿El objetivo de la plegaria es perder nuestra individualidad y disolvernos en la identidad con Dios?

Sadhu: Nosotros hemos sido creados a imagen de Dios. Nuestro destino es ser restaurados en aquella imagen. Él viene a nosotros a través del Maestro para restaurarnos en la divina naturaleza de Dios. De esta forma el Maestro nos transforma en llamas de fuego espiritual. Convertirse en fuego espiritual significa llegar a ser como Dios. Hasta la más pequeña llama de fuego es fuego y posee todas las cualidades del fuego. Pero esto no significa que nuestro espíritu sea el Espíritu de Dios, como algunos panteístas y filósofos suponen. Nosotros no somos fragmentos del Espíritu de Dios. Nosotros no somos Dios. Dios es distinto de nosotros, pero nuestras almas sólo pueden hallar la paz en la identificación con Dios.
Una esponja está en el agua y el agua empapa la esponja, pero el agua no es la esponja ni la esponja es el agua. De la misma forma, cuando yo mismo me sumerjo en Dios, Dios llena mi corazón y estoy en completa unión con Dios, pero yo no soy Dios y Dios no es yo. Somos distintos aunque no separados.
Las personas son muy diferentes unas de otras —en carácter, en tempera¬mento, en capacidades—, aunque todas fuimos creadas a imagen de Dios. Realmente, si todas las flores del mundo fueran del mismo color y del mismo perfume, la faz de la tierra perdería su encanto. Cuando los rayos del sol pasan a través de un cristal coloreado, el color no cambia pero refleja y revela sus variados colores, su verdadero encanto. Asimismo el sol de la rectitud resplandece a través de los variados caracteres de hombres y mujeres espirituales, revelando la ilimitada gloria y amor de Dios.

Ensenanzas Del Maestro

Sundar Singh​

Si quieres este libro aqui lo tienes

http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php?t=21972

Bendicion
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Miniyo dijo:
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¿Sabes de lo que habla Pablo en 1 Corintios 14?

1 Corintios 13:1

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Bendicion



Estas enseñando que Pablo hablaba "lenguas angelicales"??

Y si asi fuese, debe haber sido muy privilegiado!...hay otro registro de alguien hablando en "lenguas angelicales"????

Luis Alberto42
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Miniyo dijo:
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¿Sabes de lo que habla Pablo en 1 Corintios 14?

1 Corintios 13:1

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Bendicion



Estas enseñando que Pablo hablaba "lenguas angelicales"??

Y si asi fuese, debe haber sido muy privilegiado!...hay otro registro de alguien hablando en "lenguas angelicales"????

Luis Alberto42
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Miniyo dijo:
-------------------------------------------------​

¿Sabes de lo que habla Pablo en 1 Corintios 14?

1 Corintios 13:1

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Bendicion



Estas enseñando que Pablo hablaba "lenguas angelicales"??

Y si asi fuese, debe haber sido muy privilegiado!...hay otro registro de alguien hablando en "lenguas angelicales"????

Luis Alberto42
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

Dios no necesita de Idiomas, Dios sabe de sentimientos y Fe, y para esos NO HAY IDIOMA

Es muy diferente que en el pasado a los dirigentes de la iglesia les conveniera que la gente no supiera con certeza lo que estaban oyendo o rezando, y asi poder manipular a la gente a su antojo y poder controlarlos

SAludos
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo

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Mira esto que pego no es de la Escritura pero explica que es por causa de nuestra necesidad y no porque Dios necesite nada de nosotros.

DYVA VILEENAM • la unidad con Dios

El hombre que busca: Sadhu-ji, tus enseñanzas prometen la liberación de las ligaduras que nos atan a este mundo. Por favor, dime más cosas sobre esta liberación espiritual.

Sadhu: Son muchos los que se admiran ante la ingenuidad humana y su capacidad para captar el poder del relámpago, del viento, de la luz y de todas las otras miríadas de fuerzas de la naturaleza. Vencer las pasiones y las seducciones de este mundo y conseguir el dominio de uno mismo, es en verdad un gran logro. Llevando una vida de oración, recibimos de Dios el regalo de morar en el reino de lo espiritual aunque sigamos permaneciendo en este mundo material. Si vivimos en la plegaria, no hay fuerza ni mal ni tentación que pueda vencernos. Permanecemos en segura comunión con Dios sin temor alguno. Si abandonamos el regalo de la plegaria, nos convertimos en una especie de animales domesticados, incapaces de reconocer nuestra propia imperfección, nuestra relación con Dios o nuestra responsabilidad ante nuestro prójimo.
Una vez el Maestro pidió a tres de sus seguidores que le acompañaran a una montaña. Allí experimentaron el reino espiritual con tal intensidad que, durante unos breves momentos, vieron una parte de la divina gloria del Maestro. Estaban tan cautivados por vislumbrar lo divino que desearon consagrar aquel lugar y quedarse allí. ¡Y cuánto más prodigioso será para nosotros, no ya la maravillosa contemplación de un instante, sino entrar plenamente en el reino espiritual y contemplar la eternamente luminosa majestad de Dios!

El hombre que busca: ¿Pero no está Dios en todas partes? ¿No podemos sentir la experiencia de Dios si estamos en comunión con la naturaleza y el mundo que nos rodea?

Sadhu: El agua y el petróleo vienen de la tierra. Y a pesar de que en algunos aspectos son parecidos, son opuestos en su naturaleza y en su propósito. Uno de ellos extingue el fuego, el otro da combustible al fuego. De modo parecido, el mundo y sus tesoros son creaciones de Dios junto con el alma y la sed de encontrar la verdad espiritual. Pero si intentamos saciar la sed de nuestra alma con la riqueza y el orgullo y los honores de este mundo, es como intentar extinguir el fuego con el petróleo. El alma sólo halla paz y contento en el Dios que la creó junto con sus vehemencias. Cuando nos volvemos hacia el divino Maestro, recibimos agua que satisface a nuestra alma. El agua es un manantial de vida espiritual que surge de lo más profundo de nosotros.
Es inútil buscar paz en las cosas de este mundo. Paz y satisfacción no se encuentran aquí. Es como el niño que encuentra una cebolla y la va pelando, hoja tras hoja, esperando encontrar un fruto dentro. Cuando ha quitado cada una de las capas internas, nada encuentra. De igual modo la existencia física y todo cuanto ella contiene, está vacía, hueca, hasta que encontramos la verdadera fuente de paz. El agua de la vida no puede contenerse en tanques terrestres, pero aquellos que se acerquen al Altísimo con corazón puro, hallarán la respuesta.

El hombre que busca: ¿Está usted diciendo que este mundo material es absolutamente malvado?

Sadhu: Debemos vivir en este mundo. Y podemos hacerlo sin perder nuestra verdadera naturaleza espiritual. Las cosas de este mundo no necesariamente nos dañan. En realidad, pueden ayudarnos a crecer espiritualmente. Pero esto sólo es posible si dirigimos continuamente nuestros corazones hacia el sol de la rectitud.
A veces nos metemos en un lugar mugriento, polucionado, y encontramos flores deslumbrantes que exhalan una dulce fragancia que mata el hedor que las rodea. Estas plantas se vuelven hacia el sol y reciben de la luz la sustancia de su vida. La inmundicia no las daña sino que en realidad las nutre y las cubre de mantillo para que puedan vivir mejor. Algo similar ocurre cuando oramos y volvemos nuestros corazones hacia el sol de la totalidad, hacia el sol de la unidad. Recibimos vida que nos da luz y calor para que nuestro florecimiento espiritual exhale una delicada fragancia. Flores delicadas en cuyo interior se engendran frutos imperecederos.
Cuando descuidamos nuestra vida espiritual, las cosas materiales que se nos ofrecen para nuestro sostén se convierten en una ponzoñosa maldición. El sol proporciona luz y calor para que las plantas puedan crecer y florecer, pero el mismo sol marchita y destruye la planta si sus raíces están un tiempo sin agua. De la misma forma, el aire es una fuente de vida y de fuerza, pero también su efecto catalizador las deteriora y pudre. Por ello debemos orar y estar atentos para quedar arraigados en la vida y no en la muerte.
Sabemos bien que no podemos vivir sin agua. Pero mientras que necesitamos y gastamos agua, debemos también cuidar de que no se escurra y resbalemos en ella. Del mismo modo, necesitamos las cosas del mundo material, pero debemos usarlas con precaución. Dios creó todo lo que hay sobre la tierra para que el hombre lo utilice. Pero no debemos sumergirnos en ello o se nos ahogará el aliento de la plegaria y moriremos.

El hombre que busca: No puedo captar el significado de vivir en el mundo sin que nosotros nos sumerjamos en él. ¿Puede aclararme esta cuestión?

Sadhu: Piense en el barco. Su medio es el agua, pero el agua no puede meterse dentro de él, pues sería catastrófico. Igualmente, es correcto y digno que vivamos en este mundo, y si estamos encima de la superficie, que podamos arribar al seguro puerto de la vida y ayudar también a los demás a alcanzarlo. Pero sería la muerte si el mundo penetrara en nuestros corazones. El ser espiritual nos mantiene el corazón libre para Aquél que lo ha creado.
Hay criaturas acuáticas que nadan en el agua, en constante contacto con ella, pero cuando alzan el vuelo sus plumas ya no tocan el agua. Otro tanto nos ocurre a nosotros con la plegaria: vivimos en constante contacto con el mundo material, pero cuando nos alzamos mediante la plegaria nuestros espíritus ascienden a la beatitud sin tacha ni pecado.
Las criaturas marinas viven toda su vida en agua salada. Sin embargo, cuando probamos su carne, notamos que no es salada. Lo mismo ocurre con nosotros. Si llevamos una vida activa de oración, si nos dirigimos constantemente hacia la fuente de toda vida, permaneceremos a salvo de la corrupta influencia del mundo.
Igual que las abejas sorben el jugo dulce de las flores y lo transforman en miel sin alterar ni su color ni su fragancia, nosotros sorbemos con la plegaria los gozos y beneficios de toda la creación. Así como las abejas extraen la miel de flores diversas y de lugares diversos, así nosotros extraemos pensamientos y experiencias de cada una de las partes de la creación y, en comunión con Dios, las guardamos como miel de verdad en nuestros corazones. Luego, con infinita paz de espíritu, saboreamos esa miel donde quiera que estemos.

El hombre que busca: Dado que nuestras almas están confinadas dentro de nuestros cuerpos materiales, ¿cómo podremos escapar alguna vez de la corrupta influencia del mundo material?

Sadhu: La salada agua del mar se evapora por el calor del sol y asciende al cielo. Allí se concentra y forma nubes que, llegado el momento, se rompen y el agua cae de nuevo sobre la tierra, ahora en forma de lluvia dulce y refrescante. Alzándose desde el mar, ha dejado tras ella toda traza de sal e impurezas. Es lo mismo que sucede con nuestros pensamientos y deseos a través de la plegaria. El sol de la virtud ilumina nuestras almas y las capacita para que nuestros pensamientos y deseos se alcen hacia el reino espiritual libres de toda impureza. Luego vuelven a nosotros trayéndonos frescor e innumerables bendiciones.
Algunas plantas cierran sus hojas y flores al llegar el crepúsculo, abriéndolas de nuevo al percibir la suave caricia del sol matinal. Utilizan las horas solares para asimilar luz y calor, lo cual las sostiene para soportar el frío y la oscuridad de la noche. De la misma forma, si nosotros abrimos nuestros corazones a la luz de la virtud, quedamos a salvo de los peligros y dificultades a que nos somete la oscuridad, y nos desarrollamos en la plenitud del Maestro.
Algunas criaturas poseen una estructura tan delicada que hasta la salpicadura de una ola las haría añicos. Son tan sensitivas a la atmósfera de su alrededor que, si se produjera cualquier cambio en el tiempo, se sumergirían en las profundidades del océano para escapar del alcance de tormentas y olas. Nosotros también somos sensibles a la atmósfera que nos rodea. Cuando la tormenta del mal nos amenaza con apartarnos de la rectitud, debemos sumergirnos profundamente en el océano del amor de Dios, en cuyo seno reina eternamente la calma.

El hombre que busca: ¿Es pues verdad, sadhu bienamado, que uno puede experimentar una protección milagrosa a través de la plegaria?

Sadhu: He sufrido muchos peligros durante mis viajes, a menudo porque personas intolerantes deseaban encontrar la forma de lastimarme. Una vez, en Kailas, pregunté por la dirección de unos amigos. La gente del pueblo, deliberadamente, me dirigió hacia el peligroso camino de la jungla. Conforme se hacía de noche, vi un río que me cerraba el paso. Más allá no se veía ninguna aldea. Casi ya en plena oscuridad, podía oír los sonidos de los animales salvajes moviéndose cerca de mí. Como no había forma de cruzar el río, me senté y oré, pensando que tal vez habría llegado mi hora. Cuando levanté la mirada, vi a un hombre en la otra orilla, junto a un fuego. El hombre me dijo: «¡No se asuste! Voy a ir en su ayuda». Yo estaba atónito viéndole caminar decidido sobre las rápidas aguas del río. Llegó a mi orilla y dijo: «Súbase a mis hombros y no tenga miedo». Y tan fácilmente como antes, conmigo a sus hombros, caminó sobre la corriente de las aguas y cruzamos el río. Me soltó en la orilla y caminé a su lado hasta que de pronto vi que el hombre y el fuego habían desaparecido.
Otra tarde, una multitud enfurecida, armada con palos, trataba de echarme de un pueblo. Me empujaron hacia la selva hasta que una roca me cortó el paso y no pude ir más allá. Allí, se agazaparon entre las piedras a la espera de atacarme y golpearme hasta morir. Pero nada sucedió. Después de permanecer quieto un rato, miré a mí alrededor y no vi señal de mis enemigos. Encendí fuego, limpié mis heridas y me eché a dormir en aquel mismo lugar. Por la mañana, desperté y vi a varios hombres mirándome desde lejos, atemorizados. Se acercaron con precaución y me ofrecieron alimento y bebida, preguntándome: «Sadhu-ji, ¿quiénes eran aquellos hombres vestidos de ropas relucientes que permanecieron a tu alrededor toda la noche?»
Una vez, en una ciudad del Tibet llamada Rasar, fui conducido ante el Lama y acusado de herejía porque había expuesto libremente las obras del Maestro para librarnos del pecado. Una turba furiosa me llevó hasta el otro extremo de la ciudad, me arrancaron todas mis ropas y me arrojaron dentro de un pozo seco, cuya boca cerraron con una tapa. Me había roto el brazo en la caída, pero peor que el dolor era el olor de aquel agujero. Muchos otros habían sufrido el mismo destino y, cuando caí en aquel lugar oscuro al que había sido arrojado, pude sentir huesos y carne corrupta. El olor era de lo más hediondo. Me sentía en los infiernos. Y entonces me asaltó la duda. «¿Dónde está ahora el Maestro? ¿Por qué ha permitido que suceda esto?» Pero, al mismo tiempo, noté una sensación de paz, la certeza de que el Maestro estaba allí conmigo.
No sé cuánto tiempo estuve en el pozo, tal vez dos o tres días, cuando oí cómo algo chirriaba sobre mi cabeza. Alguien estaba moviendo la tapa que cerraba el pozo. Descendió una cuerda y una voz me ordenó que me agarrara fuertemente a ella. Hice acopio de las escasas fuerzas que me quedaban y fui izado. Caí en la tierra, respirando el aire fresco, y pude oír cómo el pozo era cerrado de nuevo. Cuando miré a mí alrededor, no había nadie. No sabía quién me había rescatado, pero en mi corazón tenía la seguridad de que había sido el Maestro.
Al día siguiente, fui de nuevo al pueblo y me puse a enseñar a aquellos que quisieron escucharme. Algunos me detuvieron y me condujeron de nuevo ante el Lama, al cual expliqué la historia de mi rescate. El lama estaba muy furioso y ordenó que descubrieran al hombre que había cogido la llave de la tapa del pozo. Pero cuando vieron que la llave seguía colgada en su sitio, el Lama enmudeció. Luego, me ordenó que saliera inmediatamente del pueblo, porque temía que mi Maestro le castigara a él y a toda su gente.

El hombre que busca: Me resulta difícil creer que cosas tan sorprendentes sean posibles. ¿Cómo podemos hacer que, mediante la plegaria, Dios altere el curso natural de los acontecimientos?

Sadhu: La mente científica no puede entender cómo el autor de la vida tiene también en sus manos las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado. Porque es Dios quien establece las leyes de la naturaleza. Y por ello sería una locura sugerir que los milagros violan las leyes de la naturaleza. En verdad hay leyes superiores de las cuales conocemos muy poco o nada. A través de la plegaria, gradualmente podemos conocer cuáles son esas leyes superiores. Por ello nosotros entendemos que los milagros no solamente son posibles sino también naturales.
En lugares muy fríos, es habitual que la superficie del río se hiele mientras que, por debajo de ella, el agua sigue corriendo. Yo he cruzado muchas veces ríos helados, con toda seguridad y fácilmente. Pero si viajo por regiones tropicales y le cuento a la gente que hay lugares donde los ríos tienen puentes de agua sólida y que se puede cruzar de orilla a orilla sin problema alguno, como yo he hecho personalmente tantas veces, moverán la cabeza con conmiseración y me dirán que tal cosa es imposible. Del mismo modo, aquellos cuya vida la basan únicamente en los sentidos y en la razón, están completamente ignorantes respecto a la vida espiritual y en cuanto a conocer qué cosas resultan posibles mediante la plegaria.
Dios es espíritu y los caminos de Dios son espirituales. Las cosas espirituales no pueden ser captadas por la razón humana. Solamente pueden ser vistas con los ojos del espíritu. El mayor milagro es nacer en espíritu. Ésta es la experiencia de la paz verdadera. Una vez, personalmente, tuve la experiencia del Maestro pasando a través del tremendo ciclo sin fin del pecado y de la muerte para librarnos a nosotros los hombres de nuestra naturaleza pecadora: una experiencia que nos revela que todas las cosas son posibles con Dios. Una vez hemos experimentado el mayor de los milagros, todos los otros milagros nos parecen en comparación pequeños. Que una pobre alma, agitada, impura y caída, pueda recibir de Dios el perdón y saboree la paz del Maestro, éste sí es el milagro de los milagros. Quien quiera que crea en este milagro, creerá en todos los milagros.
Agitada por el miedo, la rabia o la locura, una persona puede acometer una proeza tan extraordinaria que su acción —como romper una gruesa cadena de acero— parece situarse más allá de toda fuerza humana. En realidad, esta fuerza misteriosa está latente en todo cuerpo humano, pero sólo se manifiesta cuando toda la energía y concentración de la mente y el cuerpo se canalizan hacia un único propósito. En la meditación, nuestra fuerza espiritual se canaliza de forma similar. El poder divino fluye a través de nosotros, rompiendo las cadenas del pecado y espoleándonos para acometer las más maravillosas proezas espirituales. ¡Pero, cuidado! No olvidemos el poder de los cañones y de las bombas que siembran destrucción y devastación. Los poderes del espíritu también pueden ser utilizados para malvados propósitos.

El hombre que busca: ¿Dios nos concede verdaderamente aquello por lo cual oramos?

Sadhu: Algunas personas creen que nosotros alteramos los planes de Dios mediante la plegaria, pero en realidad no son sus planes sino nuestros corazones los que cambian. El insatisfecho potencial de nuestra alma se esfuerza por llegar más allá de las limitaciones que impone esta imperfecta vida. Cuando un pájaro pone sus huevos y los anida y les da calor, dentro de ellos sólo hay un líquido amorfo. Pero mientras la madre sigue cubriéndolos con su cuerpo, el líquido que hay dentro de los huevos se transforma. Se solidifica y adquiere la forma de la madre. Del mismo modo, nuestras plegarias no hacen cambiar a Dios. Más bien, somos nosotros quienes nos transformamos en la gloria y en la imagen de Dios.
No rezamos para informar a Dios de nuestras necesidades. Rezamos con la finalidad de abrir nuestros corazones a Aquél que nos da todas las bendiciones. Cuando el Maestro al morir dejó a sus discípulos, no vertió el Espíritu dentro de ellos aquel mismo día. Sus discípulos necesitaban un período de especial preparación interior antes de que estuvieran a punto de recibir semejante regalo. Si nosotros obtuviéramos la bendición de Dios sin esperarla y sin estar adecuadamente preparados para recibirla, no sabríamos apreciar ni el don ni la espera. Fue lo que le ocurrió a Saúl, el primer rey de Israel. No buscaba servir a Dios, solamente le preocupaba no perder sus asnos. Así, cuando recibió el espíritu de Dios y fue ungido como rey, interiormente no estaba preparado. Y a causa de ello, pronto perdió la unción y el reino.

El hombre que busca: ¿Cuál es, pues, la plegaria verdadera?

Sadhu: Cuando vemos una grulla o una garza inmóviles en la orilla de un lago o de un estanque, podemos pensar que ambas meditan sobre la belleza del agua. ¡Pero no es así! Están quietas allí, sin moverse durante horas, pero tan pronto ven una rana o un pececillo, se abalanzan y lo devoran con gula. Mucha gente tiene una impresión parecida de la plegaria y de la meditación. Asentados en la orilla del ilimitado océano que es el amor de Dios, realmente no piensan en su majestad o en la divina gracia que nos limpia del pecado y satisface el hambre del alma. Así que están consumidos por el pensamiento de recibir algo para ellos mismos, algún bocado que gratifique su autoindulgencia. Habiendo visitado la fuente de la verdadera paz y la bendición, se equivocan al apreciarla y por tanto se dan a sí mismos efímeros placeres.
La esencia de la plegaria no consiste en pedir cosas, sino en abrir el corazón a Dios. Rezar es el continuo abandono en Dios. Es lo que desea el mismo Dios, el dador de vida. Orar es la comunión con Dios, recibirle a Él, que es el dispensador de todos los buenos dones. Orar es vivir una vida de amistad en Él. Es respirar y vivir en Dios.
Un niño pequeño corrió hacia su madre exclamando: «¡Mamá, mamá!» El niño, no necesariamente estaba pidiendo algo en particular. Sólo deseaba estar cerca de su madre, sentarse en su regazo o seguirla a través de la casa. El niño buscaba por puro placer el estar cerca de ella, hablarle, oír su voz. Esto es lo que le hacía feliz. Es el mismo placer que encuentran aquellos que son verdaderamente hijos de Dios. No les preocupa el hecho de pedir bendiciones espirituales para ellos mismos. Sólo desean sentarse a los pies del Maestro. Sólo con vivir a su lado, palpándole, se sienten supremamente felices.
El clima determina la forma, el color y el crecimiento de las plantas y las flores. En la jungla, a menudo vemos insectos que han adquirido la forma y el color de las verdes hojas con las que se alimentan. En las nieves del Norte, la piel del oso polar tiene la misma blancura de la nieve. El tigre de Bengala luce franjas en la piel, como los macizos de juncos donde vive. Del mismo modo, nuestro medio espiritual nos afecta a nosotros mismos. Si permanecemos en comunión con Dios, nuestros hábitos y disposición, e incluso nuestra apariencia, cambian totalmente. Rezar significa que hablamos con Dios, que estamos en comunión con Él y que somos transformados a su imagen y semejanza: comenzamos a adquirir una naturaleza gloriosa e incorruptible.

El hombre que busca: ¿El objetivo de la plegaria es perder nuestra individualidad y disolvernos en la identidad con Dios?

Sadhu: Nosotros hemos sido creados a imagen de Dios. Nuestro destino es ser restaurados en aquella imagen. Él viene a nosotros a través del Maestro para restaurarnos en la divina naturaleza de Dios. De esta forma el Maestro nos transforma en llamas de fuego espiritual. Convertirse en fuego espiritual significa llegar a ser como Dios. Hasta la más pequeña llama de fuego es fuego y posee todas las cualidades del fuego. Pero esto no significa que nuestro espíritu sea el Espíritu de Dios, como algunos panteístas y filósofos suponen. Nosotros no somos fragmentos del Espíritu de Dios. Nosotros no somos Dios. Dios es distinto de nosotros, pero nuestras almas sólo pueden hallar la paz en la identificación con Dios.
Una esponja está en el agua y el agua empapa la esponja, pero el agua no es la esponja ni la esponja es el agua. De la misma forma, cuando yo mismo me sumerjo en Dios, Dios llena mi corazón y estoy en completa unión con Dios, pero yo no soy Dios y Dios no es yo. Somos distintos aunque no separados.
Las personas son muy diferentes unas de otras —en carácter, en tempera¬mento, en capacidades—, aunque todas fuimos creadas a imagen de Dios. Realmente, si todas las flores del mundo fueran del mismo color y del mismo perfume, la faz de la tierra perdería su encanto. Cuando los rayos del sol pasan a través de un cristal coloreado, el color no cambia pero refleja y revela sus variados colores, su verdadero encanto. Asimismo el sol de la rectitud resplandece a través de los variados caracteres de hombres y mujeres espirituales, revelando la ilimitada gloria y amor de Dios.

Ensenanzas Del Maestro

Sundar Singh​

Si quieres este libro aqui lo tienes

http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php?t=21972

Bendicion
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo

-----------------------------------------------​

Mira esto que pego no es de la Escritura pero explica que es por causa de nuestra necesidad y no porque Dios necesite nada de nosotros.

DYVA VILEENAM • la unidad con Dios

El hombre que busca: Sadhu-ji, tus enseñanzas prometen la liberación de las ligaduras que nos atan a este mundo. Por favor, dime más cosas sobre esta liberación espiritual.

Sadhu: Son muchos los que se admiran ante la ingenuidad humana y su capacidad para captar el poder del relámpago, del viento, de la luz y de todas las otras miríadas de fuerzas de la naturaleza. Vencer las pasiones y las seducciones de este mundo y conseguir el dominio de uno mismo, es en verdad un gran logro. Llevando una vida de oración, recibimos de Dios el regalo de morar en el reino de lo espiritual aunque sigamos permaneciendo en este mundo material. Si vivimos en la plegaria, no hay fuerza ni mal ni tentación que pueda vencernos. Permanecemos en segura comunión con Dios sin temor alguno. Si abandonamos el regalo de la plegaria, nos convertimos en una especie de animales domesticados, incapaces de reconocer nuestra propia imperfección, nuestra relación con Dios o nuestra responsabilidad ante nuestro prójimo.
Una vez el Maestro pidió a tres de sus seguidores que le acompañaran a una montaña. Allí experimentaron el reino espiritual con tal intensidad que, durante unos breves momentos, vieron una parte de la divina gloria del Maestro. Estaban tan cautivados por vislumbrar lo divino que desearon consagrar aquel lugar y quedarse allí. ¡Y cuánto más prodigioso será para nosotros, no ya la maravillosa contemplación de un instante, sino entrar plenamente en el reino espiritual y contemplar la eternamente luminosa majestad de Dios!

El hombre que busca: ¿Pero no está Dios en todas partes? ¿No podemos sentir la experiencia de Dios si estamos en comunión con la naturaleza y el mundo que nos rodea?

Sadhu: El agua y el petróleo vienen de la tierra. Y a pesar de que en algunos aspectos son parecidos, son opuestos en su naturaleza y en su propósito. Uno de ellos extingue el fuego, el otro da combustible al fuego. De modo parecido, el mundo y sus tesoros son creaciones de Dios junto con el alma y la sed de encontrar la verdad espiritual. Pero si intentamos saciar la sed de nuestra alma con la riqueza y el orgullo y los honores de este mundo, es como intentar extinguir el fuego con el petróleo. El alma sólo halla paz y contento en el Dios que la creó junto con sus vehemencias. Cuando nos volvemos hacia el divino Maestro, recibimos agua que satisface a nuestra alma. El agua es un manantial de vida espiritual que surge de lo más profundo de nosotros.
Es inútil buscar paz en las cosas de este mundo. Paz y satisfacción no se encuentran aquí. Es como el niño que encuentra una cebolla y la va pelando, hoja tras hoja, esperando encontrar un fruto dentro. Cuando ha quitado cada una de las capas internas, nada encuentra. De igual modo la existencia física y todo cuanto ella contiene, está vacía, hueca, hasta que encontramos la verdadera fuente de paz. El agua de la vida no puede contenerse en tanques terrestres, pero aquellos que se acerquen al Altísimo con corazón puro, hallarán la respuesta.

El hombre que busca: ¿Está usted diciendo que este mundo material es absolutamente malvado?

Sadhu: Debemos vivir en este mundo. Y podemos hacerlo sin perder nuestra verdadera naturaleza espiritual. Las cosas de este mundo no necesariamente nos dañan. En realidad, pueden ayudarnos a crecer espiritualmente. Pero esto sólo es posible si dirigimos continuamente nuestros corazones hacia el sol de la rectitud.
A veces nos metemos en un lugar mugriento, polucionado, y encontramos flores deslumbrantes que exhalan una dulce fragancia que mata el hedor que las rodea. Estas plantas se vuelven hacia el sol y reciben de la luz la sustancia de su vida. La inmundicia no las daña sino que en realidad las nutre y las cubre de mantillo para que puedan vivir mejor. Algo similar ocurre cuando oramos y volvemos nuestros corazones hacia el sol de la totalidad, hacia el sol de la unidad. Recibimos vida que nos da luz y calor para que nuestro florecimiento espiritual exhale una delicada fragancia. Flores delicadas en cuyo interior se engendran frutos imperecederos.
Cuando descuidamos nuestra vida espiritual, las cosas materiales que se nos ofrecen para nuestro sostén se convierten en una ponzoñosa maldición. El sol proporciona luz y calor para que las plantas puedan crecer y florecer, pero el mismo sol marchita y destruye la planta si sus raíces están un tiempo sin agua. De la misma forma, el aire es una fuente de vida y de fuerza, pero también su efecto catalizador las deteriora y pudre. Por ello debemos orar y estar atentos para quedar arraigados en la vida y no en la muerte.
Sabemos bien que no podemos vivir sin agua. Pero mientras que necesitamos y gastamos agua, debemos también cuidar de que no se escurra y resbalemos en ella. Del mismo modo, necesitamos las cosas del mundo material, pero debemos usarlas con precaución. Dios creó todo lo que hay sobre la tierra para que el hombre lo utilice. Pero no debemos sumergirnos en ello o se nos ahogará el aliento de la plegaria y moriremos.

El hombre que busca: No puedo captar el significado de vivir en el mundo sin que nosotros nos sumerjamos en él. ¿Puede aclararme esta cuestión?

Sadhu: Piense en el barco. Su medio es el agua, pero el agua no puede meterse dentro de él, pues sería catastrófico. Igualmente, es correcto y digno que vivamos en este mundo, y si estamos encima de la superficie, que podamos arribar al seguro puerto de la vida y ayudar también a los demás a alcanzarlo. Pero sería la muerte si el mundo penetrara en nuestros corazones. El ser espiritual nos mantiene el corazón libre para Aquél que lo ha creado.
Hay criaturas acuáticas que nadan en el agua, en constante contacto con ella, pero cuando alzan el vuelo sus plumas ya no tocan el agua. Otro tanto nos ocurre a nosotros con la plegaria: vivimos en constante contacto con el mundo material, pero cuando nos alzamos mediante la plegaria nuestros espíritus ascienden a la beatitud sin tacha ni pecado.
Las criaturas marinas viven toda su vida en agua salada. Sin embargo, cuando probamos su carne, notamos que no es salada. Lo mismo ocurre con nosotros. Si llevamos una vida activa de oración, si nos dirigimos constantemente hacia la fuente de toda vida, permaneceremos a salvo de la corrupta influencia del mundo.
Igual que las abejas sorben el jugo dulce de las flores y lo transforman en miel sin alterar ni su color ni su fragancia, nosotros sorbemos con la plegaria los gozos y beneficios de toda la creación. Así como las abejas extraen la miel de flores diversas y de lugares diversos, así nosotros extraemos pensamientos y experiencias de cada una de las partes de la creación y, en comunión con Dios, las guardamos como miel de verdad en nuestros corazones. Luego, con infinita paz de espíritu, saboreamos esa miel donde quiera que estemos.

El hombre que busca: Dado que nuestras almas están confinadas dentro de nuestros cuerpos materiales, ¿cómo podremos escapar alguna vez de la corrupta influencia del mundo material?

Sadhu: La salada agua del mar se evapora por el calor del sol y asciende al cielo. Allí se concentra y forma nubes que, llegado el momento, se rompen y el agua cae de nuevo sobre la tierra, ahora en forma de lluvia dulce y refrescante. Alzándose desde el mar, ha dejado tras ella toda traza de sal e impurezas. Es lo mismo que sucede con nuestros pensamientos y deseos a través de la plegaria. El sol de la virtud ilumina nuestras almas y las capacita para que nuestros pensamientos y deseos se alcen hacia el reino espiritual libres de toda impureza. Luego vuelven a nosotros trayéndonos frescor e innumerables bendiciones.
Algunas plantas cierran sus hojas y flores al llegar el crepúsculo, abriéndolas de nuevo al percibir la suave caricia del sol matinal. Utilizan las horas solares para asimilar luz y calor, lo cual las sostiene para soportar el frío y la oscuridad de la noche. De la misma forma, si nosotros abrimos nuestros corazones a la luz de la virtud, quedamos a salvo de los peligros y dificultades a que nos somete la oscuridad, y nos desarrollamos en la plenitud del Maestro.
Algunas criaturas poseen una estructura tan delicada que hasta la salpicadura de una ola las haría añicos. Son tan sensitivas a la atmósfera de su alrededor que, si se produjera cualquier cambio en el tiempo, se sumergirían en las profundidades del océano para escapar del alcance de tormentas y olas. Nosotros también somos sensibles a la atmósfera que nos rodea. Cuando la tormenta del mal nos amenaza con apartarnos de la rectitud, debemos sumergirnos profundamente en el océano del amor de Dios, en cuyo seno reina eternamente la calma.

El hombre que busca: ¿Es pues verdad, sadhu bienamado, que uno puede experimentar una protección milagrosa a través de la plegaria?

Sadhu: He sufrido muchos peligros durante mis viajes, a menudo porque personas intolerantes deseaban encontrar la forma de lastimarme. Una vez, en Kailas, pregunté por la dirección de unos amigos. La gente del pueblo, deliberadamente, me dirigió hacia el peligroso camino de la jungla. Conforme se hacía de noche, vi un río que me cerraba el paso. Más allá no se veía ninguna aldea. Casi ya en plena oscuridad, podía oír los sonidos de los animales salvajes moviéndose cerca de mí. Como no había forma de cruzar el río, me senté y oré, pensando que tal vez habría llegado mi hora. Cuando levanté la mirada, vi a un hombre en la otra orilla, junto a un fuego. El hombre me dijo: «¡No se asuste! Voy a ir en su ayuda». Yo estaba atónito viéndole caminar decidido sobre las rápidas aguas del río. Llegó a mi orilla y dijo: «Súbase a mis hombros y no tenga miedo». Y tan fácilmente como antes, conmigo a sus hombros, caminó sobre la corriente de las aguas y cruzamos el río. Me soltó en la orilla y caminé a su lado hasta que de pronto vi que el hombre y el fuego habían desaparecido.
Otra tarde, una multitud enfurecida, armada con palos, trataba de echarme de un pueblo. Me empujaron hacia la selva hasta que una roca me cortó el paso y no pude ir más allá. Allí, se agazaparon entre las piedras a la espera de atacarme y golpearme hasta morir. Pero nada sucedió. Después de permanecer quieto un rato, miré a mí alrededor y no vi señal de mis enemigos. Encendí fuego, limpié mis heridas y me eché a dormir en aquel mismo lugar. Por la mañana, desperté y vi a varios hombres mirándome desde lejos, atemorizados. Se acercaron con precaución y me ofrecieron alimento y bebida, preguntándome: «Sadhu-ji, ¿quiénes eran aquellos hombres vestidos de ropas relucientes que permanecieron a tu alrededor toda la noche?»
Una vez, en una ciudad del Tibet llamada Rasar, fui conducido ante el Lama y acusado de herejía porque había expuesto libremente las obras del Maestro para librarnos del pecado. Una turba furiosa me llevó hasta el otro extremo de la ciudad, me arrancaron todas mis ropas y me arrojaron dentro de un pozo seco, cuya boca cerraron con una tapa. Me había roto el brazo en la caída, pero peor que el dolor era el olor de aquel agujero. Muchos otros habían sufrido el mismo destino y, cuando caí en aquel lugar oscuro al que había sido arrojado, pude sentir huesos y carne corrupta. El olor era de lo más hediondo. Me sentía en los infiernos. Y entonces me asaltó la duda. «¿Dónde está ahora el Maestro? ¿Por qué ha permitido que suceda esto?» Pero, al mismo tiempo, noté una sensación de paz, la certeza de que el Maestro estaba allí conmigo.
No sé cuánto tiempo estuve en el pozo, tal vez dos o tres días, cuando oí cómo algo chirriaba sobre mi cabeza. Alguien estaba moviendo la tapa que cerraba el pozo. Descendió una cuerda y una voz me ordenó que me agarrara fuertemente a ella. Hice acopio de las escasas fuerzas que me quedaban y fui izado. Caí en la tierra, respirando el aire fresco, y pude oír cómo el pozo era cerrado de nuevo. Cuando miré a mí alrededor, no había nadie. No sabía quién me había rescatado, pero en mi corazón tenía la seguridad de que había sido el Maestro.
Al día siguiente, fui de nuevo al pueblo y me puse a enseñar a aquellos que quisieron escucharme. Algunos me detuvieron y me condujeron de nuevo ante el Lama, al cual expliqué la historia de mi rescate. El lama estaba muy furioso y ordenó que descubrieran al hombre que había cogido la llave de la tapa del pozo. Pero cuando vieron que la llave seguía colgada en su sitio, el Lama enmudeció. Luego, me ordenó que saliera inmediatamente del pueblo, porque temía que mi Maestro le castigara a él y a toda su gente.

El hombre que busca: Me resulta difícil creer que cosas tan sorprendentes sean posibles. ¿Cómo podemos hacer que, mediante la plegaria, Dios altere el curso natural de los acontecimientos?

Sadhu: La mente científica no puede entender cómo el autor de la vida tiene también en sus manos las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado. Porque es Dios quien establece las leyes de la naturaleza. Y por ello sería una locura sugerir que los milagros violan las leyes de la naturaleza. En verdad hay leyes superiores de las cuales conocemos muy poco o nada. A través de la plegaria, gradualmente podemos conocer cuáles son esas leyes superiores. Por ello nosotros entendemos que los milagros no solamente son posibles sino también naturales.
En lugares muy fríos, es habitual que la superficie del río se hiele mientras que, por debajo de ella, el agua sigue corriendo. Yo he cruzado muchas veces ríos helados, con toda seguridad y fácilmente. Pero si viajo por regiones tropicales y le cuento a la gente que hay lugares donde los ríos tienen puentes de agua sólida y que se puede cruzar de orilla a orilla sin problema alguno, como yo he hecho personalmente tantas veces, moverán la cabeza con conmiseración y me dirán que tal cosa es imposible. Del mismo modo, aquellos cuya vida la basan únicamente en los sentidos y en la razón, están completamente ignorantes respecto a la vida espiritual y en cuanto a conocer qué cosas resultan posibles mediante la plegaria.
Dios es espíritu y los caminos de Dios son espirituales. Las cosas espirituales no pueden ser captadas por la razón humana. Solamente pueden ser vistas con los ojos del espíritu. El mayor milagro es nacer en espíritu. Ésta es la experiencia de la paz verdadera. Una vez, personalmente, tuve la experiencia del Maestro pasando a través del tremendo ciclo sin fin del pecado y de la muerte para librarnos a nosotros los hombres de nuestra naturaleza pecadora: una experiencia que nos revela que todas las cosas son posibles con Dios. Una vez hemos experimentado el mayor de los milagros, todos los otros milagros nos parecen en comparación pequeños. Que una pobre alma, agitada, impura y caída, pueda recibir de Dios el perdón y saboree la paz del Maestro, éste sí es el milagro de los milagros. Quien quiera que crea en este milagro, creerá en todos los milagros.
Agitada por el miedo, la rabia o la locura, una persona puede acometer una proeza tan extraordinaria que su acción —como romper una gruesa cadena de acero— parece situarse más allá de toda fuerza humana. En realidad, esta fuerza misteriosa está latente en todo cuerpo humano, pero sólo se manifiesta cuando toda la energía y concentración de la mente y el cuerpo se canalizan hacia un único propósito. En la meditación, nuestra fuerza espiritual se canaliza de forma similar. El poder divino fluye a través de nosotros, rompiendo las cadenas del pecado y espoleándonos para acometer las más maravillosas proezas espirituales. ¡Pero, cuidado! No olvidemos el poder de los cañones y de las bombas que siembran destrucción y devastación. Los poderes del espíritu también pueden ser utilizados para malvados propósitos.

El hombre que busca: ¿Dios nos concede verdaderamente aquello por lo cual oramos?

Sadhu: Algunas personas creen que nosotros alteramos los planes de Dios mediante la plegaria, pero en realidad no son sus planes sino nuestros corazones los que cambian. El insatisfecho potencial de nuestra alma se esfuerza por llegar más allá de las limitaciones que impone esta imperfecta vida. Cuando un pájaro pone sus huevos y los anida y les da calor, dentro de ellos sólo hay un líquido amorfo. Pero mientras la madre sigue cubriéndolos con su cuerpo, el líquido que hay dentro de los huevos se transforma. Se solidifica y adquiere la forma de la madre. Del mismo modo, nuestras plegarias no hacen cambiar a Dios. Más bien, somos nosotros quienes nos transformamos en la gloria y en la imagen de Dios.
No rezamos para informar a Dios de nuestras necesidades. Rezamos con la finalidad de abrir nuestros corazones a Aquél que nos da todas las bendiciones. Cuando el Maestro al morir dejó a sus discípulos, no vertió el Espíritu dentro de ellos aquel mismo día. Sus discípulos necesitaban un período de especial preparación interior antes de que estuvieran a punto de recibir semejante regalo. Si nosotros obtuviéramos la bendición de Dios sin esperarla y sin estar adecuadamente preparados para recibirla, no sabríamos apreciar ni el don ni la espera. Fue lo que le ocurrió a Saúl, el primer rey de Israel. No buscaba servir a Dios, solamente le preocupaba no perder sus asnos. Así, cuando recibió el espíritu de Dios y fue ungido como rey, interiormente no estaba preparado. Y a causa de ello, pronto perdió la unción y el reino.

El hombre que busca: ¿Cuál es, pues, la plegaria verdadera?

Sadhu: Cuando vemos una grulla o una garza inmóviles en la orilla de un lago o de un estanque, podemos pensar que ambas meditan sobre la belleza del agua. ¡Pero no es así! Están quietas allí, sin moverse durante horas, pero tan pronto ven una rana o un pececillo, se abalanzan y lo devoran con gula. Mucha gente tiene una impresión parecida de la plegaria y de la meditación. Asentados en la orilla del ilimitado océano que es el amor de Dios, realmente no piensan en su majestad o en la divina gracia que nos limpia del pecado y satisface el hambre del alma. Así que están consumidos por el pensamiento de recibir algo para ellos mismos, algún bocado que gratifique su autoindulgencia. Habiendo visitado la fuente de la verdadera paz y la bendición, se equivocan al apreciarla y por tanto se dan a sí mismos efímeros placeres.
La esencia de la plegaria no consiste en pedir cosas, sino en abrir el corazón a Dios. Rezar es el continuo abandono en Dios. Es lo que desea el mismo Dios, el dador de vida. Orar es la comunión con Dios, recibirle a Él, que es el dispensador de todos los buenos dones. Orar es vivir una vida de amistad en Él. Es respirar y vivir en Dios.
Un niño pequeño corrió hacia su madre exclamando: «¡Mamá, mamá!» El niño, no necesariamente estaba pidiendo algo en particular. Sólo deseaba estar cerca de su madre, sentarse en su regazo o seguirla a través de la casa. El niño buscaba por puro placer el estar cerca de ella, hablarle, oír su voz. Esto es lo que le hacía feliz. Es el mismo placer que encuentran aquellos que son verdaderamente hijos de Dios. No les preocupa el hecho de pedir bendiciones espirituales para ellos mismos. Sólo desean sentarse a los pies del Maestro. Sólo con vivir a su lado, palpándole, se sienten supremamente felices.
El clima determina la forma, el color y el crecimiento de las plantas y las flores. En la jungla, a menudo vemos insectos que han adquirido la forma y el color de las verdes hojas con las que se alimentan. En las nieves del Norte, la piel del oso polar tiene la misma blancura de la nieve. El tigre de Bengala luce franjas en la piel, como los macizos de juncos donde vive. Del mismo modo, nuestro medio espiritual nos afecta a nosotros mismos. Si permanecemos en comunión con Dios, nuestros hábitos y disposición, e incluso nuestra apariencia, cambian totalmente. Rezar significa que hablamos con Dios, que estamos en comunión con Él y que somos transformados a su imagen y semejanza: comenzamos a adquirir una naturaleza gloriosa e incorruptible.

El hombre que busca: ¿El objetivo de la plegaria es perder nuestra individualidad y disolvernos en la identidad con Dios?

Sadhu: Nosotros hemos sido creados a imagen de Dios. Nuestro destino es ser restaurados en aquella imagen. Él viene a nosotros a través del Maestro para restaurarnos en la divina naturaleza de Dios. De esta forma el Maestro nos transforma en llamas de fuego espiritual. Convertirse en fuego espiritual significa llegar a ser como Dios. Hasta la más pequeña llama de fuego es fuego y posee todas las cualidades del fuego. Pero esto no significa que nuestro espíritu sea el Espíritu de Dios, como algunos panteístas y filósofos suponen. Nosotros no somos fragmentos del Espíritu de Dios. Nosotros no somos Dios. Dios es distinto de nosotros, pero nuestras almas sólo pueden hallar la paz en la identificación con Dios.
Una esponja está en el agua y el agua empapa la esponja, pero el agua no es la esponja ni la esponja es el agua. De la misma forma, cuando yo mismo me sumerjo en Dios, Dios llena mi corazón y estoy en completa unión con Dios, pero yo no soy Dios y Dios no es yo. Somos distintos aunque no separados.
Las personas son muy diferentes unas de otras —en carácter, en temperamento, en capacidades—, aunque todas fuimos creadas a imagen de Dios. Realmente, si todas las flores del mundo fueran del mismo color y del mismo perfume, la faz de la tierra perdería su encanto. Cuando los rayos del sol pasan a través de un cristal coloreado, el color no cambia pero refleja y revela sus variados colores, su verdadero encanto. Asimismo el sol de la rectitud resplandece a través de los variados caracteres de hombres y mujeres espirituales, revelando la ilimitada gloria y amor de Dios.

Ensenanzas Del Maestro

Sundar Singh​

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Bendicion
 
Re: PORQUE ORAR EN "LENGUAS"??

kheia dijo:
Tengo una pregunta más interesante aún. ¿Por qué orar?. ¿No es Dios Omnisapiente?. Si lo es sabe lo que le alabamos y lo que creemos en él. No necesitamos demostrárselo.
Un saludo

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Mira esto que pego no es de la Escritura pero explica que es por causa de nuestra necesidad y no porque Dios necesite nada de nosotros.

DYVA VILEENAM • la unidad con Dios

El hombre que busca: Sadhu-ji, tus enseñanzas prometen la liberación de las ligaduras que nos atan a este mundo. Por favor, dime más cosas sobre esta liberación espiritual.

Sadhu: Son muchos los que se admiran ante la ingenuidad humana y su capacidad para captar el poder del relámpago, del viento, de la luz y de todas las otras miríadas de fuerzas de la naturaleza. Vencer las pasiones y las seducciones de este mundo y conseguir el dominio de uno mismo, es en verdad un gran logro. Llevando una vida de oración, recibimos de Dios el regalo de morar en el reino de lo espiritual aunque sigamos permaneciendo en este mundo material. Si vivimos en la plegaria, no hay fuerza ni mal ni tentación que pueda vencernos. Permanecemos en segura comunión con Dios sin temor alguno. Si abandonamos el regalo de la plegaria, nos convertimos en una especie de animales domesticados, incapaces de reconocer nuestra propia imperfección, nuestra relación con Dios o nuestra responsabilidad ante nuestro prójimo.
Una vez el Maestro pidió a tres de sus seguidores que le acompañaran a una montaña. Allí experimentaron el reino espiritual con tal intensidad que, durante unos breves momentos, vieron una parte de la divina gloria del Maestro. Estaban tan cautivados por vislumbrar lo divino que desearon consagrar aquel lugar y quedarse allí. ¡Y cuánto más prodigioso será para nosotros, no ya la maravillosa contemplación de un instante, sino entrar plenamente en el reino espiritual y contemplar la eternamente luminosa majestad de Dios!

El hombre que busca: ¿Pero no está Dios en todas partes? ¿No podemos sentir la experiencia de Dios si estamos en comunión con la naturaleza y el mundo que nos rodea?

Sadhu: El agua y el petróleo vienen de la tierra. Y a pesar de que en algunos aspectos son parecidos, son opuestos en su naturaleza y en su propósito. Uno de ellos extingue el fuego, el otro da combustible al fuego. De modo parecido, el mundo y sus tesoros son creaciones de Dios junto con el alma y la sed de encontrar la verdad espiritual. Pero si intentamos saciar la sed de nuestra alma con la riqueza y el orgullo y los honores de este mundo, es como intentar extinguir el fuego con el petróleo. El alma sólo halla paz y contento en el Dios que la creó junto con sus vehemencias. Cuando nos volvemos hacia el divino Maestro, recibimos agua que satisface a nuestra alma. El agua es un manantial de vida espiritual que surge de lo más profundo de nosotros.
Es inútil buscar paz en las cosas de este mundo. Paz y satisfacción no se encuentran aquí. Es como el niño que encuentra una cebolla y la va pelando, hoja tras hoja, esperando encontrar un fruto dentro. Cuando ha quitado cada una de las capas internas, nada encuentra. De igual modo la existencia física y todo cuanto ella contiene, está vacía, hueca, hasta que encontramos la verdadera fuente de paz. El agua de la vida no puede contenerse en tanques terrestres, pero aquellos que se acerquen al Altísimo con corazón puro, hallarán la respuesta.

El hombre que busca: ¿Está usted diciendo que este mundo material es absolutamente malvado?

Sadhu: Debemos vivir en este mundo. Y podemos hacerlo sin perder nuestra verdadera naturaleza espiritual. Las cosas de este mundo no necesariamente nos dañan. En realidad, pueden ayudarnos a crecer espiritualmente. Pero esto sólo es posible si dirigimos continuamente nuestros corazones hacia el sol de la rectitud.
A veces nos metemos en un lugar mugriento, polucionado, y encontramos flores deslumbrantes que exhalan una dulce fragancia que mata el hedor que las rodea. Estas plantas se vuelven hacia el sol y reciben de la luz la sustancia de su vida. La inmundicia no las daña sino que en realidad las nutre y las cubre de mantillo para que puedan vivir mejor. Algo similar ocurre cuando oramos y volvemos nuestros corazones hacia el sol de la totalidad, hacia el sol de la unidad. Recibimos vida que nos da luz y calor para que nuestro florecimiento espiritual exhale una delicada fragancia. Flores delicadas en cuyo interior se engendran frutos imperecederos.
Cuando descuidamos nuestra vida espiritual, las cosas materiales que se nos ofrecen para nuestro sostén se convierten en una ponzoñosa maldición. El sol proporciona luz y calor para que las plantas puedan crecer y florecer, pero el mismo sol marchita y destruye la planta si sus raíces están un tiempo sin agua. De la misma forma, el aire es una fuente de vida y de fuerza, pero también su efecto catalizador las deteriora y pudre. Por ello debemos orar y estar atentos para quedar arraigados en la vida y no en la muerte.
Sabemos bien que no podemos vivir sin agua. Pero mientras que necesitamos y gastamos agua, debemos también cuidar de que no se escurra y resbalemos en ella. Del mismo modo, necesitamos las cosas del mundo material, pero debemos usarlas con precaución. Dios creó todo lo que hay sobre la tierra para que el hombre lo utilice. Pero no debemos sumergirnos en ello o se nos ahogará el aliento de la plegaria y moriremos.

El hombre que busca: No puedo captar el significado de vivir en el mundo sin que nosotros nos sumerjamos en él. ¿Puede aclararme esta cuestión?

Sadhu: Piense en el barco. Su medio es el agua, pero el agua no puede meterse dentro de él, pues sería catastrófico. Igualmente, es correcto y digno que vivamos en este mundo, y si estamos encima de la superficie, que podamos arribar al seguro puerto de la vida y ayudar también a los demás a alcanzarlo. Pero sería la muerte si el mundo penetrara en nuestros corazones. El ser espiritual nos mantiene el corazón libre para Aquél que lo ha creado.
Hay criaturas acuáticas que nadan en el agua, en constante contacto con ella, pero cuando alzan el vuelo sus plumas ya no tocan el agua. Otro tanto nos ocurre a nosotros con la plegaria: vivimos en constante contacto con el mundo material, pero cuando nos alzamos mediante la plegaria nuestros espíritus ascienden a la beatitud sin tacha ni pecado.
Las criaturas marinas viven toda su vida en agua salada. Sin embargo, cuando probamos su carne, notamos que no es salada. Lo mismo ocurre con nosotros. Si llevamos una vida activa de oración, si nos dirigimos constantemente hacia la fuente de toda vida, permaneceremos a salvo de la corrupta influencia del mundo.
Igual que las abejas sorben el jugo dulce de las flores y lo transforman en miel sin alterar ni su color ni su fragancia, nosotros sorbemos con la plegaria los gozos y beneficios de toda la creación. Así como las abejas extraen la miel de flores diversas y de lugares diversos, así nosotros extraemos pensamientos y experiencias de cada una de las partes de la creación y, en comunión con Dios, las guardamos como miel de verdad en nuestros corazones. Luego, con infinita paz de espíritu, saboreamos esa miel donde quiera que estemos.

El hombre que busca: Dado que nuestras almas están confinadas dentro de nuestros cuerpos materiales, ¿cómo podremos escapar alguna vez de la corrupta influencia del mundo material?

Sadhu: La salada agua del mar se evapora por el calor del sol y asciende al cielo. Allí se concentra y forma nubes que, llegado el momento, se rompen y el agua cae de nuevo sobre la tierra, ahora en forma de lluvia dulce y refrescante. Alzándose desde el mar, ha dejado tras ella toda traza de sal e impurezas. Es lo mismo que sucede con nuestros pensamientos y deseos a través de la plegaria. El sol de la virtud ilumina nuestras almas y las capacita para que nuestros pensamientos y deseos se alcen hacia el reino espiritual libres de toda impureza. Luego vuelven a nosotros trayéndonos frescor e innumerables bendiciones.
Algunas plantas cierran sus hojas y flores al llegar el crepúsculo, abriéndolas de nuevo al percibir la suave caricia del sol matinal. Utilizan las horas solares para asimilar luz y calor, lo cual las sostiene para soportar el frío y la oscuridad de la noche. De la misma forma, si nosotros abrimos nuestros corazones a la luz de la virtud, quedamos a salvo de los peligros y dificultades a que nos somete la oscuridad, y nos desarrollamos en la plenitud del Maestro.
Algunas criaturas poseen una estructura tan delicada que hasta la salpicadura de una ola las haría añicos. Son tan sensitivas a la atmósfera de su alrededor que, si se produjera cualquier cambio en el tiempo, se sumergirían en las profundidades del océano para escapar del alcance de tormentas y olas. Nosotros también somos sensibles a la atmósfera que nos rodea. Cuando la tormenta del mal nos amenaza con apartarnos de la rectitud, debemos sumergirnos profundamente en el océano del amor de Dios, en cuyo seno reina eternamente la calma.

El hombre que busca: ¿Es pues verdad, sadhu bienamado, que uno puede experimentar una protección milagrosa a través de la plegaria?

Sadhu: He sufrido muchos peligros durante mis viajes, a menudo porque personas intolerantes deseaban encontrar la forma de lastimarme. Una vez, en Kailas, pregunté por la dirección de unos amigos. La gente del pueblo, deliberadamente, me dirigió hacia el peligroso camino de la jungla. Conforme se hacía de noche, vi un río que me cerraba el paso. Más allá no se veía ninguna aldea. Casi ya en plena oscuridad, podía oír los sonidos de los animales salvajes moviéndose cerca de mí. Como no había forma de cruzar el río, me senté y oré, pensando que tal vez habría llegado mi hora. Cuando levanté la mirada, vi a un hombre en la otra orilla, junto a un fuego. El hombre me dijo: «¡No se asuste! Voy a ir en su ayuda». Yo estaba atónito viéndole caminar decidido sobre las rápidas aguas del río. Llegó a mi orilla y dijo: «Súbase a mis hombros y no tenga miedo». Y tan fácilmente como antes, conmigo a sus hombros, caminó sobre la corriente de las aguas y cruzamos el río. Me soltó en la orilla y caminé a su lado hasta que de pronto vi que el hombre y el fuego habían desaparecido.
Otra tarde, una multitud enfurecida, armada con palos, trataba de echarme de un pueblo. Me empujaron hacia la selva hasta que una roca me cortó el paso y no pude ir más allá. Allí, se agazaparon entre las piedras a la espera de atacarme y golpearme hasta morir. Pero nada sucedió. Después de permanecer quieto un rato, miré a mí alrededor y no vi señal de mis enemigos. Encendí fuego, limpié mis heridas y me eché a dormir en aquel mismo lugar. Por la mañana, desperté y vi a varios hombres mirándome desde lejos, atemorizados. Se acercaron con precaución y me ofrecieron alimento y bebida, preguntándome: «Sadhu-ji, ¿quiénes eran aquellos hombres vestidos de ropas relucientes que permanecieron a tu alrededor toda la noche?»
Una vez, en una ciudad del Tibet llamada Rasar, fui conducido ante el Lama y acusado de herejía porque había expuesto libremente las obras del Maestro para librarnos del pecado. Una turba furiosa me llevó hasta el otro extremo de la ciudad, me arrancaron todas mis ropas y me arrojaron dentro de un pozo seco, cuya boca cerraron con una tapa. Me había roto el brazo en la caída, pero peor que el dolor era el olor de aquel agujero. Muchos otros habían sufrido el mismo destino y, cuando caí en aquel lugar oscuro al que había sido arrojado, pude sentir huesos y carne corrupta. El olor era de lo más hediondo. Me sentía en los infiernos. Y entonces me asaltó la duda. «¿Dónde está ahora el Maestro? ¿Por qué ha permitido que suceda esto?» Pero, al mismo tiempo, noté una sensación de paz, la certeza de que el Maestro estaba allí conmigo.
No sé cuánto tiempo estuve en el pozo, tal vez dos o tres días, cuando oí cómo algo chirriaba sobre mi cabeza. Alguien estaba moviendo la tapa que cerraba el pozo. Descendió una cuerda y una voz me ordenó que me agarrara fuertemente a ella. Hice acopio de las escasas fuerzas que me quedaban y fui izado. Caí en la tierra, respirando el aire fresco, y pude oír cómo el pozo era cerrado de nuevo. Cuando miré a mí alrededor, no había nadie. No sabía quién me había rescatado, pero en mi corazón tenía la seguridad de que había sido el Maestro.
Al día siguiente, fui de nuevo al pueblo y me puse a enseñar a aquellos que quisieron escucharme. Algunos me detuvieron y me condujeron de nuevo ante el Lama, al cual expliqué la historia de mi rescate. El lama estaba muy furioso y ordenó que descubrieran al hombre que había cogido la llave de la tapa del pozo. Pero cuando vieron que la llave seguía colgada en su sitio, el Lama enmudeció. Luego, me ordenó que saliera inmediatamente del pueblo, porque temía que mi Maestro le castigara a él y a toda su gente.

El hombre que busca: Me resulta difícil creer que cosas tan sorprendentes sean posibles. ¿Cómo podemos hacer que, mediante la plegaria, Dios altere el curso natural de los acontecimientos?

Sadhu: La mente científica no puede entender cómo el autor de la vida tiene también en sus manos las leyes de la naturaleza que él mismo ha creado. Porque es Dios quien establece las leyes de la naturaleza. Y por ello sería una locura sugerir que los milagros violan las leyes de la naturaleza. En verdad hay leyes superiores de las cuales conocemos muy poco o nada. A través de la plegaria, gradualmente podemos conocer cuáles son esas leyes superiores. Por ello nosotros entendemos que los milagros no solamente son posibles sino también naturales.
En lugares muy fríos, es habitual que la superficie del río se hiele mientras que, por debajo de ella, el agua sigue corriendo. Yo he cruzado muchas veces ríos helados, con toda seguridad y fácilmente. Pero si viajo por regiones tropicales y le cuento a la gente que hay lugares donde los ríos tienen puentes de agua sólida y que se puede cruzar de orilla a orilla sin problema alguno, como yo he hecho personalmente tantas veces, moverán la cabeza con conmiseración y me dirán que tal cosa es imposible. Del mismo modo, aquellos cuya vida la basan únicamente en los sentidos y en la razón, están completamente ignorantes respecto a la vida espiritual y en cuanto a conocer qué cosas resultan posibles mediante la plegaria.
Dios es espíritu y los caminos de Dios son espirituales. Las cosas espirituales no pueden ser captadas por la razón humana. Solamente pueden ser vistas con los ojos del espíritu. El mayor milagro es nacer en espíritu. Ésta es la experiencia de la paz verdadera. Una vez, personalmente, tuve la experiencia del Maestro pasando a través del tremendo ciclo sin fin del pecado y de la muerte para librarnos a nosotros los hombres de nuestra naturaleza pecadora: una experiencia que nos revela que todas las cosas son posibles con Dios. Una vez hemos experimentado el mayor de los milagros, todos los otros milagros nos parecen en comparación pequeños. Que una pobre alma, agitada, impura y caída, pueda recibir de Dios el perdón y saboree la paz del Maestro, éste sí es el milagro de los milagros. Quien quiera que crea en este milagro, creerá en todos los milagros.
Agitada por el miedo, la rabia o la locura, una persona puede acometer una proeza tan extraordinaria que su acción —como romper una gruesa cadena de acero— parece situarse más allá de toda fuerza humana. En realidad, esta fuerza misteriosa está latente en todo cuerpo humano, pero sólo se manifiesta cuando toda la energía y concentración de la mente y el cuerpo se canalizan hacia un único propósito. En la meditación, nuestra fuerza espiritual se canaliza de forma similar. El poder divino fluye a través de nosotros, rompiendo las cadenas del pecado y espoleándonos para acometer las más maravillosas proezas espirituales. ¡Pero, cuidado! No olvidemos el poder de los cañones y de las bombas que siembran destrucción y devastación. Los poderes del espíritu también pueden ser utilizados para malvados propósitos.

El hombre que busca: ¿Dios nos concede verdaderamente aquello por lo cual oramos?

Sadhu: Algunas personas creen que nosotros alteramos los planes de Dios mediante la plegaria, pero en realidad no son sus planes sino nuestros corazones los que cambian. El insatisfecho potencial de nuestra alma se esfuerza por llegar más allá de las limitaciones que impone esta imperfecta vida. Cuando un pájaro pone sus huevos y los anida y les da calor, dentro de ellos sólo hay un líquido amorfo. Pero mientras la madre sigue cubriéndolos con su cuerpo, el líquido que hay dentro de los huevos se transforma. Se solidifica y adquiere la forma de la madre. Del mismo modo, nuestras plegarias no hacen cambiar a Dios. Más bien, somos nosotros quienes nos transformamos en la gloria y en la imagen de Dios.
No rezamos para informar a Dios de nuestras necesidades. Rezamos con la finalidad de abrir nuestros corazones a Aquél que nos da todas las bendiciones. Cuando el Maestro al morir dejó a sus discípulos, no vertió el Espíritu dentro de ellos aquel mismo día. Sus discípulos necesitaban un período de especial preparación interior antes de que estuvieran a punto de recibir semejante regalo. Si nosotros obtuviéramos la bendición de Dios sin esperarla y sin estar adecuadamente preparados para recibirla, no sabríamos apreciar ni el don ni la espera. Fue lo que le ocurrió a Saúl, el primer rey de Israel. No buscaba servir a Dios, solamente le preocupaba no perder sus asnos. Así, cuando recibió el espíritu de Dios y fue ungido como rey, interiormente no estaba preparado. Y a causa de ello, pronto perdió la unción y el reino.

El hombre que busca: ¿Cuál es, pues, la plegaria verdadera?

Sadhu: Cuando vemos una grulla o una garza inmóviles en la orilla de un lago o de un estanque, podemos pensar que ambas meditan sobre la belleza del agua. ¡Pero no es así! Están quietas allí, sin moverse durante horas, pero tan pronto ven una rana o un pececillo, se abalanzan y lo devoran con gula. Mucha gente tiene una impresión parecida de la plegaria y de la meditación. Asentados en la orilla del ilimitado océano que es el amor de Dios, realmente no piensan en su majestad o en la divina gracia que nos limpia del pecado y satisface el hambre del alma. Así que están consumidos por el pensamiento de recibir algo para ellos mismos, algún bocado que gratifique su autoindulgencia. Habiendo visitado la fuente de la verdadera paz y la bendición, se equivocan al apreciarla y por tanto se dan a sí mismos efímeros placeres.
La esencia de la plegaria no consiste en pedir cosas, sino en abrir el corazón a Dios. Rezar es el continuo abandono en Dios. Es lo que desea el mismo Dios, el dador de vida. Orar es la comunión con Dios, recibirle a Él, que es el dispensador de todos los buenos dones. Orar es vivir una vida de amistad en Él. Es respirar y vivir en Dios.
Un niño pequeño corrió hacia su madre exclamando: «¡Mamá, mamá!» El niño, no necesariamente estaba pidiendo algo en particular. Sólo deseaba estar cerca de su madre, sentarse en su regazo o seguirla a través de la casa. El niño buscaba por puro placer el estar cerca de ella, hablarle, oír su voz. Esto es lo que le hacía feliz. Es el mismo placer que encuentran aquellos que son verdaderamente hijos de Dios. No les preocupa el hecho de pedir bendiciones espirituales para ellos mismos. Sólo desean sentarse a los pies del Maestro. Sólo con vivir a su lado, palpándole, se sienten supremamente felices.
El clima determina la forma, el color y el crecimiento de las plantas y las flores. En la jungla, a menudo vemos insectos que han adquirido la forma y el color de las verdes hojas con las que se alimentan. En las nieves del Norte, la piel del oso polar tiene la misma blancura de la nieve. El tigre de Bengala luce franjas en la piel, como los macizos de juncos donde vive. Del mismo modo, nuestro medio espiritual nos afecta a nosotros mismos. Si permanecemos en comunión con Dios, nuestros hábitos y disposición, e incluso nuestra apariencia, cambian totalmente. Rezar significa que hablamos con Dios, que estamos en comunión con Él y que somos transformados a su imagen y semejanza: comenzamos a adquirir una naturaleza gloriosa e incorruptible.

El hombre que busca: ¿El objetivo de la plegaria es perder nuestra individualidad y disolvernos en la identidad con Dios?

Sadhu: Nosotros hemos sido creados a imagen de Dios. Nuestro destino es ser restaurados en aquella imagen. Él viene a nosotros a través del Maestro para restaurarnos en la divina naturaleza de Dios. De esta forma el Maestro nos transforma en llamas de fuego espiritual. Convertirse en fuego espiritual significa llegar a ser como Dios. Hasta la más pequeña llama de fuego es fuego y posee todas las cualidades del fuego. Pero esto no significa que nuestro espíritu sea el Espíritu de Dios, como algunos panteístas y filósofos suponen. Nosotros no somos fragmentos del Espíritu de Dios. Nosotros no somos Dios. Dios es distinto de nosotros, pero nuestras almas sólo pueden hallar la paz en la identificación con Dios.
Una esponja está en el agua y el agua empapa la esponja, pero el agua no es la esponja ni la esponja es el agua. De la misma forma, cuando yo mismo me sumerjo en Dios, Dios llena mi corazón y estoy en completa unión con Dios, pero yo no soy Dios y Dios no es yo. Somos distintos aunque no separados.
Las personas son muy diferentes unas de otras —en carácter, en temperamento, en capacidades—, aunque todas fuimos creadas a imagen de Dios. Realmente, si todas las flores del mundo fueran del mismo color y del mismo perfume, la faz de la tierra perdería su encanto. Cuando los rayos del sol pasan a través de un cristal coloreado, el color no cambia pero refleja y revela sus variados colores, su verdadero encanto. Asimismo el sol de la rectitud resplandece a través de los variados caracteres de hombres y mujeres espirituales, revelando la ilimitada gloria y amor de Dios.

Ensenanzas Del Maestro

Sundar Singh​

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