Todos conocemos la historia de la Biblia sobre Caín matando a Abel. Se suelo creer que Dios despreció a Caín y favoreció a Abel porque Caín no hizo su ofrenda de manera aceptable y Abel si. As se ha tachado a Caín como el “malo” y Abel el “bueno”.
Pero ambos eran hijos de Adán y Eva que ya habían pecado. Eran los primeros que heredaron directamente de sus padres el pecado original. Por tanto, no es tan sencillo como que uno es el bueno y el otro el malo. Ambos eran hijos del pecado. Dios empezó de inmediato la providencia de la salvación, una vez que la caída se hiciera realidad, en contra de Su expectativa.
¿Cuál es la esencia de esa providencia? Restituir el ideal de Dios que se perdió debido a la caída. En pocas palabras, Adán y Eva no logaron unirse a Dios como individuos, no lograr ser templos de Dios donde habita Su Espíritu y no lograron madurar sus capacidad de amar, la esencia de la perfección humana. También fracasaron como pareja. La imagen completa de Dios no es un individuo, sino “macho y hembra los creó”, es decir, es en el matrimonio bendecido por Él que Dios se manifiesta plenamente.
Dios quiso asentar en ese primer matrimonio la semilla eterna de Su linaje, portadora de Su amor y Su vida. Los hijos de Adán y Eva debieron ser los primeros en heredar el amor y la vida de Dios mediante sus padres, pero por la caída sus padres se hicieron herederos y transmisores de la naturaleza maligna de Satán.
Dios obra de inmediato para restaurar Su linaje y limpiar el mal, y mandar al Mesías, el nuevo Adán, el Adán recreado, que debe hacer lo que no hicieron Adán y Eva, establecer el linaje de descendientes puros de Dios. Si entendemos esto la historia de Caín y Abel cobra otro significado. Así como el ideal de Dios para Adán y Eva no se realizaba si ellos mismos no cumplían su propia responsabilidad, la providencia de la salvación no se cumple si la humanidad, descendientes de Adán y Eva, no cumplimos nuestra parte.
No era Caín el malo y Abel el bueno, ambos eran hijos del pecado y una mezcla del bien y del mal, Dios esperaba que ambos se unieran, su unidad era la condición necesaria para que Dios actúe. El que Dios aparentemente favoreciera a Abel frente a Caín no significa que el no amaba a Caín. De hecho, cuando los celos y la envidia invadieron el corazón de Caín, Dios se acercó a Él y le consoló diciéndole qué debía hacer: “¿Por qué andas con la cabeza abatida? ¿No es cierto que si obras bien podrás levantarla, más si obras mal, a la puerta está el pecado que te acecha como fiera que te codicia y a quien tú debes dominar”.
La caída se produjo cuando Lucifer, el ángel que cuidaba de Adán y Eva en el Jardín del Edén, llenó su corazón de envidia y celos al ver que Dios amaba a Adán y Eva con un amor mayor que a él, y se dejó dominar por esos sentimientos osando llevarle la contaría a Dios y pedirles a Adán y Eva que hicieran exactamente lo contrario que el mudamiento de Dios exigía de ellos.
Para deshacer esta situación debía repetirse y esta vez las personas centrales, Caín y Abel, debían actuar correctamente. Abel representó la posición de Adán y Eva de aparente preferencia de parte de Dios y Caín representó el papel de Lucifer, que se siente despreciado por Dios.
¿Debía Caín superar esos sentimientos de celos él solo? Dios esperaba que Abel como persona que estaba relativamente más cerca de él, ayudase a su hermano mayor a superar esos sentimientos nefastos, amándole en lugar de Dios, siendo así un canal del amor de Dios.
De esta manera Satán no tendría ninguna condición para reclamar o acusar a los hijos de Adán y Eva que le demostrarían que en la misma situación que él vivió eran capaces de actuar de manera distinta que él, manteniendo su fe en Dios.
Pero desgraciadamente Abel tampoco actúa como bueno representante de Dios y Satán “la fiera que te codicia”, que merodeaba por allí para entorpecer esa primera providencia de la salvación, va a conseguir que Caín acabe asesinando a su hermano menor, frustrando así el primer intento de Dios de mandar al Mesías en la familia de Adán.
En vez, es Satán que por los fallos del ser humano logra alzarse de nuevo victorioso. Primero consiguió manchar el linaje de Dios haciendo caer a Adán y Eva y con el asesinato de Abel a manos de Caín logró iniciar la historia de conflictos y guerras, convirtiendo hermanos en enemigos, matándose unos a otros, porque al fin y al cabo todos somos hijos de una misma familia.
El principio de restitución de que “Abel” -la persona o el grupo relativamente más cercano a Dios- debe amar y traer a “Caín”-la persona o el grupo relativamente más alejado de Dios- al lado de Dios se va a repetir a lo largo de toda la historia y es la razón por la que Jesús nos enseña a amar a los enemigos.
Esa amor de extrema compasión y desinterés “destruye” la acusación satánica y le deja indefenso, es cómo amarle a él directamente, y hace posible que incluso Satán deje de ser Satán, haciendo que se convierta voluntariamente en el ángel bueno que Dios creó en el principio, Satán es el Caín universal que hay que traer de vuelta a Dios.
Así que ninguna persona religiosa debe jactarse de pertenecer a la verdadera religión o iglesia, pues lo que Dios espera de nosotros en que .como “Abel” nos sacrifiquemos para lograr la salvación de todos Sus hijos perdidos.
Dios no parará hasta que el último de Sus hijos y también Lucifer vuelvan a Su seno.-
Que Dios os bendiga
Mario
Pero ambos eran hijos de Adán y Eva que ya habían pecado. Eran los primeros que heredaron directamente de sus padres el pecado original. Por tanto, no es tan sencillo como que uno es el bueno y el otro el malo. Ambos eran hijos del pecado. Dios empezó de inmediato la providencia de la salvación, una vez que la caída se hiciera realidad, en contra de Su expectativa.
¿Cuál es la esencia de esa providencia? Restituir el ideal de Dios que se perdió debido a la caída. En pocas palabras, Adán y Eva no logaron unirse a Dios como individuos, no lograr ser templos de Dios donde habita Su Espíritu y no lograron madurar sus capacidad de amar, la esencia de la perfección humana. También fracasaron como pareja. La imagen completa de Dios no es un individuo, sino “macho y hembra los creó”, es decir, es en el matrimonio bendecido por Él que Dios se manifiesta plenamente.
Dios quiso asentar en ese primer matrimonio la semilla eterna de Su linaje, portadora de Su amor y Su vida. Los hijos de Adán y Eva debieron ser los primeros en heredar el amor y la vida de Dios mediante sus padres, pero por la caída sus padres se hicieron herederos y transmisores de la naturaleza maligna de Satán.
Dios obra de inmediato para restaurar Su linaje y limpiar el mal, y mandar al Mesías, el nuevo Adán, el Adán recreado, que debe hacer lo que no hicieron Adán y Eva, establecer el linaje de descendientes puros de Dios. Si entendemos esto la historia de Caín y Abel cobra otro significado. Así como el ideal de Dios para Adán y Eva no se realizaba si ellos mismos no cumplían su propia responsabilidad, la providencia de la salvación no se cumple si la humanidad, descendientes de Adán y Eva, no cumplimos nuestra parte.
No era Caín el malo y Abel el bueno, ambos eran hijos del pecado y una mezcla del bien y del mal, Dios esperaba que ambos se unieran, su unidad era la condición necesaria para que Dios actúe. El que Dios aparentemente favoreciera a Abel frente a Caín no significa que el no amaba a Caín. De hecho, cuando los celos y la envidia invadieron el corazón de Caín, Dios se acercó a Él y le consoló diciéndole qué debía hacer: “¿Por qué andas con la cabeza abatida? ¿No es cierto que si obras bien podrás levantarla, más si obras mal, a la puerta está el pecado que te acecha como fiera que te codicia y a quien tú debes dominar”.
La caída se produjo cuando Lucifer, el ángel que cuidaba de Adán y Eva en el Jardín del Edén, llenó su corazón de envidia y celos al ver que Dios amaba a Adán y Eva con un amor mayor que a él, y se dejó dominar por esos sentimientos osando llevarle la contaría a Dios y pedirles a Adán y Eva que hicieran exactamente lo contrario que el mudamiento de Dios exigía de ellos.
Para deshacer esta situación debía repetirse y esta vez las personas centrales, Caín y Abel, debían actuar correctamente. Abel representó la posición de Adán y Eva de aparente preferencia de parte de Dios y Caín representó el papel de Lucifer, que se siente despreciado por Dios.
¿Debía Caín superar esos sentimientos de celos él solo? Dios esperaba que Abel como persona que estaba relativamente más cerca de él, ayudase a su hermano mayor a superar esos sentimientos nefastos, amándole en lugar de Dios, siendo así un canal del amor de Dios.
De esta manera Satán no tendría ninguna condición para reclamar o acusar a los hijos de Adán y Eva que le demostrarían que en la misma situación que él vivió eran capaces de actuar de manera distinta que él, manteniendo su fe en Dios.
Pero desgraciadamente Abel tampoco actúa como bueno representante de Dios y Satán “la fiera que te codicia”, que merodeaba por allí para entorpecer esa primera providencia de la salvación, va a conseguir que Caín acabe asesinando a su hermano menor, frustrando así el primer intento de Dios de mandar al Mesías en la familia de Adán.
En vez, es Satán que por los fallos del ser humano logra alzarse de nuevo victorioso. Primero consiguió manchar el linaje de Dios haciendo caer a Adán y Eva y con el asesinato de Abel a manos de Caín logró iniciar la historia de conflictos y guerras, convirtiendo hermanos en enemigos, matándose unos a otros, porque al fin y al cabo todos somos hijos de una misma familia.
El principio de restitución de que “Abel” -la persona o el grupo relativamente más cercano a Dios- debe amar y traer a “Caín”-la persona o el grupo relativamente más alejado de Dios- al lado de Dios se va a repetir a lo largo de toda la historia y es la razón por la que Jesús nos enseña a amar a los enemigos.
Esa amor de extrema compasión y desinterés “destruye” la acusación satánica y le deja indefenso, es cómo amarle a él directamente, y hace posible que incluso Satán deje de ser Satán, haciendo que se convierta voluntariamente en el ángel bueno que Dios creó en el principio, Satán es el Caín universal que hay que traer de vuelta a Dios.
Así que ninguna persona religiosa debe jactarse de pertenecer a la verdadera religión o iglesia, pues lo que Dios espera de nosotros en que .como “Abel” nos sacrifiquemos para lograr la salvación de todos Sus hijos perdidos.
Dios no parará hasta que el último de Sus hijos y también Lucifer vuelvan a Su seno.-
Que Dios os bendiga
Mario