Ofrendar es consagrarse

hgo

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5 Septiembre 2001
3.029
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PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS

Semana 5 --- Nuestra actitud para con las riquezas materiales
Viernes --- Leer con oración: Hch 5:4; Mt 6:19-21; 13:22
"Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mt 6:21)
OFRENDAR ES CONSAGRARSE
Muchos hermanos han tenido experiencias de ofrendar y, en muchas ciudades, algunos vendieron propiedades y ofrendaron para la compra del local de reuniones. Ellos realmente fueron tocados por el Señor en su espíritu y actuaron de esa manera. Pero esto no es una enseñanza, no es algo que la iglesia debe obligar a los santos a hacer. Cuando un hermano no vende, el bien es de él; y si vende, aún está en su poder (Hch 5:4). Si él se propuso vender y desea dar el precio de lo vendido a los apóstoles, eso es asunto suyo. Pero, si dice que dio todo el valor y retiene parte del valor, no estará mintiendo a los hombres, sino al Espíritu Santo.
Esta es una gran luz para nosotros, pues vemos que vender todo para ofrendar no es algo que los salvos deben hacer. Ciertamente algunos son conmovidos por el Espíritu a hacerlo; otros, sin embargo, no lo hacen espontáneamente, sólo lo hacen por imitación, o para tener alguna apariencia de piedad. Eso es algo que no agrada al Señor. Cuando hacemos un voto al Señor, y retenemos parte del voto, estamos engañando al Espíritu Santo. Ananías y Safira no son modelos positivos, sino negativos para nosotros. Para aquellos, entre nosotros, que tienen bienes y propiedades, eso debe quedar bien claro.
Después de la salvación, espontáneamente ofrendamos. Ofrendar es primeramente consagrarse. Nosotros nos consagramos totalmente al Señor y, cuando eso ocurre, nuestras pertenencias también son del Señor. Cuando un hermano consagra su persona al Señor, todas sus pertenencias están incluidas. Tal vez por eso algunos tienen temor de consagrarse, pues es posible que piensen:“Yo puedo consagrarme al Señor para que Él me use. Si Él quisiera usarme para predicar el evangelio, no hay problema, pero no estoy muy dispuesto a consagrar mi casa”. Lo que el hombre más teme es que toquen sus finanzas. Ese es el caso de la semilla que fue ahogada por los espinos; esos son los afanes de este siglo y el engaño de las riquezas (Mt 13:22), todo eso nos ahoga.
Debemos estar tranquilos y continuar consagrándonos para ofrendar, pues el Señor Jesús es demasiado rico. Una propiedad nuestra que dejamos de ofrendar no le hará falta. Sin embargo, lo que el Señor quiere es que nuestra persona sea consagrada a Él, porque cuando nuestra persona es consagrada, todo lo que es nuestro es consagrado también. Tal vez usted diga:“Yo me consagré al Señor; entonces¿ mi casa ya fue consagrada también a Él?” Ciertamente que si, si nosotros nos consagramos al Señor, todo lo que es nuestro es de Él. Pero el Señor aún quiere que cuidemos de nuestras propiedades y las administremos bien. Éstas le pertenecen a Él, pero están bajo nuestro cuidado. Si somos salvos ya nos consagramos, y todo lo que es nuestro es de Dios. Sin embargo, Dios no toma para sí todos nuestros bienes, ni exige que ofrendemos para la iglesia, nuestro empleo, negocios, el dinero que tenemos en el banco y demás pertenencias. Él aún quiere que lo administremos por Él. Pero debemos siempre declarar:“Todo eso el Señor me entregó para que yo lo administre, ya no es mío”. Esa debe ser nuestra actitud con relación a las riquezas materiales.
En Mateo 6 el Señor Jesús enseña al pueblo del reino de los cielos a vivir la vida de la iglesia y nos muestra cuál debe ser nuestra actitud con relación a las riquezas:“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (vs. 19-21). Ese es un principio para nosotros: debemos acumular tesoros en los cielos. Cuando nos consagramos, también consagramos al cielo todo lo que es nuestro. Aquellos que vendieron todo y trajeron el precio de lo vendido a los pies de los apóstoles no hicieron nada equivocado, pues no querían conservar tesoros en la tierra, sino acumularlos en los cielos. Eso no es una enseñanza de los apóstoles ni una ordenanza de la iglesia; es algo que el Espíritu Santo hace.
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
 
Re: Ofrendar es consagrarse

hgo dijo:
PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS

Semana 5 --- Nuestra actitud para con las riquezas materiales
Viernes --- Leer con oración: Hch 5:4; Mt 6:19-21; 13:22
"Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mt 6:21)
OFRENDAR ES CONSAGRARSE
Muchos hermanos han tenido experiencias de ofrendar y, en muchas ciudades, algunos vendieron propiedades y ofrendaron para la compra del local de reuniones. Ellos realmente fueron tocados por el Señor en su espíritu y actuaron de esa manera. Pero esto no es una enseñanza, no es algo que la iglesia debe obligar a los santos a hacer. Cuando un hermano no vende, el bien es de él; y si vende, aún está en su poder (Hch 5:4). Si él se propuso vender y desea dar el precio de lo vendido a los apóstoles, eso es asunto suyo. Pero, si dice que dio todo el valor y retiene parte del valor, no estará mintiendo a los hombres, sino al Espíritu Santo.
Esta es una gran luz para nosotros, pues vemos que vender todo para ofrendar no es algo que los salvos deben hacer. Ciertamente algunos son conmovidos por el Espíritu a hacerlo; otros, sin embargo, no lo hacen espontáneamente, sólo lo hacen por imitación, o para tener alguna apariencia de piedad. Eso es algo que no agrada al Señor. Cuando hacemos un voto al Señor, y retenemos parte del voto, estamos engañando al Espíritu Santo. Ananías y Safira no son modelos positivos, sino negativos para nosotros. Para aquellos, entre nosotros, que tienen bienes y propiedades, eso debe quedar bien claro.
Después de la salvación, espontáneamente ofrendamos. Ofrendar es primeramente consagrarse. Nosotros nos consagramos totalmente al Señor y, cuando eso ocurre, nuestras pertenencias también son del Señor. Cuando un hermano consagra su persona al Señor, todas sus pertenencias están incluidas. Tal vez por eso algunos tienen temor de consagrarse, pues es posible que piensen:“Yo puedo consagrarme al Señor para que Él me use. Si Él quisiera usarme para predicar el evangelio, no hay problema, pero no estoy muy dispuesto a consagrar mi casa”. Lo que el hombre más teme es que toquen sus finanzas. Ese es el caso de la semilla que fue ahogada por los espinos; esos son los afanes de este siglo y el engaño de las riquezas (Mt 13:22), todo eso nos ahoga.
Debemos estar tranquilos y continuar consagrándonos para ofrendar, pues el Señor Jesús es demasiado rico. Una propiedad nuestra que dejamos de ofrendar no le hará falta. Sin embargo, lo que el Señor quiere es que nuestra persona sea consagrada a Él, porque cuando nuestra persona es consagrada, todo lo que es nuestro es consagrado también. Tal vez usted diga:“Yo me consagré al Señor; entonces¿ mi casa ya fue consagrada también a Él?” Ciertamente que si, si nosotros nos consagramos al Señor, todo lo que es nuestro es de Él. Pero el Señor aún quiere que cuidemos de nuestras propiedades y las administremos bien. Éstas le pertenecen a Él, pero están bajo nuestro cuidado. Si somos salvos ya nos consagramos, y todo lo que es nuestro es de Dios. Sin embargo, Dios no toma para sí todos nuestros bienes, ni exige que ofrendemos para la iglesia, nuestro empleo, negocios, el dinero que tenemos en el banco y demás pertenencias. Él aún quiere que lo administremos por Él. Pero debemos siempre declarar:“Todo eso el Señor me entregó para que yo lo administre, ya no es mío”. Esa debe ser nuestra actitud con relación a las riquezas materiales.
En Mateo 6 el Señor Jesús enseña al pueblo del reino de los cielos a vivir la vida de la iglesia y nos muestra cuál debe ser nuestra actitud con relación a las riquezas:“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (vs. 19-21). Ese es un principio para nosotros: debemos acumular tesoros en los cielos. Cuando nos consagramos, también consagramos al cielo todo lo que es nuestro. Aquellos que vendieron todo y trajeron el precio de lo vendido a los pies de los apóstoles no hicieron nada equivocado, pues no querían conservar tesoros en la tierra, sino acumularlos en los cielos. Eso no es una enseñanza de los apóstoles ni una ordenanza de la iglesia; es algo que el Espíritu Santo hace.
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!

Habeis preguntado alguna vez cuanto hay en la cuenta de banco (tesoros en la tierra) de "tu iglesia"...?

Luego puedes averiguar tambien la cuenta (tesoros en la tierra) del "guia"...

Te llevaras una sorpresa!!!