RESUCITÓ

RESUCITÓ


Miércoles de la II semana de Pascua
El cimiento de la Iglesia


Evangelio: Mt 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo".

Meditación:

La resurrección de Jesús, su victoria total y definitiva sobre la muerte, es un evento tan grande e impresionante que deja sin palabras a quien lo escucha y no lo ha experimentado. No es posible aceptarlo con las propias fuerzas, es necesario el don de Dios para poder creer sin haber visto, y creyendo, ser dichosos. Para los discípulos no fue fácil aceptar la resurrección del Maestro. No aceptan los testimonios de nadie. Jesús les reprocha el que no hayan querido creer, el que hayan cerrado su corazón al mayor anuncio de toda la historia. Jesús, sin embargo, no se desespera. Se presenta Él mismo, quiere encontrarse con los suyos allí donde se encuentren.

"Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe, vana nuestra esperanza" (1Co 15, 14). Desde los albores del cristianismo la Iglesia sabe que la realidad fundante de nuestra fe es la esperanza en la resurrección. Sólo en ella encuentra sentido toda la predicación y la vida de Jesús, el Hijo de Dios que se encarnó para redimir al hombre.

La fe en la resurrección de Cristo es también la fe en nuestra propia resurrección. Por esto el Evangelio subraya con tanto énfasis la dificultad en aceptar la resurrección que experimentaron los discípulos ("creían ver un fantasma"). Cristo es el primero que, lleno de amor y ternura, reprocha a los apóstoles su cerrazón de entendimiento y de corazón, les reprocha su falta de fe.

La fe en la resurrección es, además la base, el punto cardinal de donde nace todo el esfuerzo apostólico de la Iglesia y de donde debemos sacar la fuerza para anunciar a Cristo a todas las naciones.

Oración:

Te doy gracias, Señor, porque eres bueno, porque eterna es tu misericordia. Tu diestra ha hecho maravillas. Te doy gracias porque me has escuchado, porque eres mi salvación.
...
 
RESUCITÓ


Jueves de la II semana de Pascua
El que cree posee


Evangelio: Jn 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Meditación:

Los versículos del evangelio de hoy son una continuación o un paralelo del discurso de Juan 3, 16-21, pero están en relación con el episodio anterior, en el que se recoge un nuevo testimonio del Bautista. Jesús no es simplemente el Mesías, sino el portador de la vida celeste. Todo el que recibe el testimonio de Cristo certifica la veracidad de Dios.

Jesús está situado en la esfera celestial, viene de arriba, del cielo. Y da testimonio de lo que ha visto y oído. Él conoce lo que está transmitiendo con su predicación, ya que es el testigo inmediato del Padre. Ante Jesús caben dos posturas: rechazar su testimonio o aceptarlo, certificando la veracidad de Dios. El que cree, pone un sello sobre la verdad, sobre la fidelidad de Dios; el designio de Dios desemboca de este modo en su realización plena.

El creyente que se adhiere a la palabra del Hijo, oye las palabras mismas de Dios; es a Dios al que escucha. La persona de Jesús ocupa el lugar de la Ley por la que Dios revelaba a Israel su proyecto de vida. La voluntad de Dios es que se escuche a su Hijo único. Se trata de creer en Él. Creer en el Hijo significa la vida eterna. Si Jesús es de arriba, el creyente ha renacido de arriba; si el Enviado da el Espíritu sin medida es para que el creyente nazca del Espíritu y tenga parte en lo que Jesús conoce; si el Padre ama al Hijo, el amor de Dios tiene por objeto el mundo; y si el Hijo es enviado por el Padre al mundo, es para que el creyente pueda acoger la palabra divina.

Oración:

Escribió san Bernardo de Claraval: "El leer me fastidia si no leo allí el nombre de Jesús. El hablar me disgusta si no se habla allí de Jesús. Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón".
...