RESUCITÓ

19 Julio 2005
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www.regresoacasa.org
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¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!!!

Evangelio: Jn 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: -"Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le había cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
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Re: RESUCITÓ

¡Gracias e igualmente!
 
Re: RESUCITÓ

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¡¡¡Felices Pascuas de Resurrección¡¡¡¡
 
Re: RESUCITÓ

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!! para todos
 
Re: RESUCITÓ

Homilía del Papa en la vigilia de la noche de Pascua
16/04/2006 - 15:16
ZENIT, IBLNEWS



Publicamos la homilía de Benedicto XVI en la celebración eucarística de la solemne vigilia pascual que presidió en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

* * *



«¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí, ha resucitado» (Marcos 16, 6). Así dijo el mensajero de Dios, vestido de blanco, a las mujeres que buscaban el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Y lo mismo nos dice también a nosotros el evangelista en esta noche santa: Jesús no es un personaje del pasado. Él vive y, como ser viviente, camina delante de nosotros; nos llama a seguirlo a Él, el viviente, y a encontrar así también nosotros el camino de la vida.

«Ha resucitado..., no está aquí». Cuando Jesús habló por primera vez a los discípulos sobre la cruz y la resurrección, éstos, mientras bajaban del monte de la Transfiguración, se preguntaban qué querría decir eso de «resucitar de entre los muertos» (Marcos 9, 10). En Pascua nos alegramos porque Cristo no se ha quedado en el sepulcro, su cuerpo no ha conocido la corrupción; pertenece al mundo de los vivos, no al de los muertos; nos alegramos porque Él es --como proclamamos en el rito del cirio pascual-- Alfa y al mismo tiempo Omega, y existe por tanto, no sólo ayer, sino también hoy y por la eternidad (cf. Hebreos 13, 8). Pero, en cierto modo, vemos la resurrección tan fuera de nuestro horizonte, tan extraña a todas nuestras experiencias, que, entrando en nosotros mismos, continuamos con la discusión de los discípulos: ¿En qué consiste propiamente eso de «resucitar»? ¿Qué significa para nosotros? ¿Y para el mundo y la historia en su conjunto? Un teólogo alemán dijo una vez con ironía que el milagro de un cadáver reanimado --si es que eso hubiera ocurrido verdaderamente, algo en lo que no creía-- sería a fin de cuentas irrelevante para nosotros porque, justamente, no nos concierne. En efecto, el que solamente una vez alguien haya sido reanimado, y nada más, ¿de qué modo debería afectarnos? Pero la resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es --si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución-- la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia.

Por tanto, la discusión comenzada con los discípulos comprendería las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que sucedió allí? ¿Qué significa eso para nosotros, para el mundo en su conjunto y para mí personalmente? Ante todo: ¿Qué sucedió? Jesús ya no está en el sepulcro. Está en una vida totalmente nueva. Pero, ¿cómo pudo ocurrir eso? ¿Qué fuerzas han intervenido? Es decisivo que este hombre Jesús no estuviera solo, no fuera un Yo cerrado en sí mismo. Él era uno con el Dios vivo, unido talmente a Él que formaba con Él una sola persona. Se encontraba, por así decir, en un mismo abrazo con Aquél que es la vida misma, un abrazo no solamente emotivo, sino que abarcaba y penetraba su ser. Su propia vida no era solamente suya, era una comunión existencial con Dios y un estar insertado en Dios, y por eso no se le podía quitar realmente. Él pudo dejarse matar por amor, pero justamente así destruyó el carácter definitivo de la muerte, porque en Él estaba presente el carácter definitivo de la vida. Él era una cosa sola con la vida indestructible, de manera que ésta brotó de nuevo a través de la muerte. Expresemos una vez más lo mismo desde otro punto de vista. Su muerte fue un acto de amor. En la última Cena, Él anticipó la muerte y la transformó en el don de sí mismo. Su comunión existencial con Dios era concretamente una comunión existencial con el amor de Dios, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte. La resurrección fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del «morir y devenir». Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de una manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo.

Está claro que este acontecimiento no es un milagro cualquiera del pasado, cuya realización podría ser en el fondo indiferente para nosotros. Es un salto cualitativo en la historia de la «evolución» y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí. Pero, ¿cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto? La respuesta, en un primer momento quizás sorprendente pero completamente real, es la siguiente: dicho acontecimiento me llega mediante la fe y el bautismo. Por eso el Bautismo es parte de la Vigilia pascual, como se subraya también en esta celebración con la administración de los sacramentos de la iniciación cristiana a algunos adultos de diversos países. El Bautismo significa precisamente que no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que llega hasta mí, tomándome para atraerme. El Bautismo es algo muy diverso de un acto de socialización eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma. Es realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida.

¿Cómo lo podemos entender? Pienso que lo que ocurre en el Bautismo se puede aclarar más fácilmente para nosotros si nos fijamos en la parte final de la pequeña autobiografía espiritual que san Pablo nos ha dejado en su Carta a los Gálatas. Concluye con las palabras que contienen también el núcleo de dicha biografía: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (2, 20). Vivo, pero ya no soy yo. El yo mismo, la identidad esencial del hombre --de este hombre, Pablo-- ha cambiado. Él todavía existe y ya no existe. Ha atravesado un «no» y sigue encontrándose en este «no»: Yo, pero ya «no» soy yo. Con estas palabras, Pablo no describe una experiencia mística cualquiera, que tal vez podía habérsele concedido y, si acaso, podría interesarnos desde el punto de vista histórico. No, esta frase es la expresión de lo que ha ocurrido en el Bautismo. Se me quita el propio yo y es insertado en un nuevo sujeto más grande. Así, pues, está de nuevo mi yo, pero precisamente transformado, bruñido, abierto por la inserción en el otro, en el que adquiere su nuevo espacio de existencia. Pablo nos explica lo mismo una vez más bajo otro aspecto cuando, en el tercer capítulo de la Carta a los Gálatas, habla de la «promesa» diciendo que ésta se dio en singular, a uno solo: a Cristo. Sólo él lleva en sí toda la «promesa». Pero, ¿qué sucede entonces con nosotros? Vosotros habéis llegado a ser uno en Cristo, responde Pablo (cf. Gálatas 3, 28). No sólo una cosa, sino uno, un único, un único sujeto nuevo. Esta liberación de nuestro yo de su aislamiento, este encontrarse en un nuevo sujeto es un encontrarse en la inmensidad de Dios y ser trasladados a una vida que ha salido ahora ya del contexto del «morir y devenir». El gran estallido de la resurrección nos ha alcanzado en el Bautismo para atraernos. Quedamos así asociados a una nueva dimensión de la vida en la que, en medio de las tribulaciones de nuestro tiempo, estamos ya de algún modo inmersos. Vivir la propia vida como un continuo entrar en este espacio abierto: éste es el sentido del ser bautizado, del ser cristiano. Ésta es la alegría de la Vigilia pascual. La resurrección no ha pasado, la resurrección nos ha alcanzado e impregnado. A ella, es decir al Señor resucitado, nos sujetamos, y sabemos que también Él nos sostiene firmemente cuando nuestras manos se debilitan. Nos agarramos a su mano, y así nos damos la mano unos a otros, nos convertimos en un sujeto único y no solamente en una sola cosa. Yo, pero ya «no» soy yo: ésta es la fórmula de la existencia cristiana fundada en el bautismo, la fórmula de la resurrección en el tiempo. Yo, pero ya «no» soy yo: si vivimos de este modo transformamos el mundo. Es la fórmula de contraste con todas las ideologías de la violencia y el programa que se opone a la corrupción y a las aspiraciones del poder y del poseer.

«Viviréis, porque yo sigo viviendo», dice Jesús en el Evangelio de San Juan (14, 19) a sus discípulos, es decir, a nosotros. Viviremos mediante la comunión existencial con Él, por estar insertos en Él, que es la vida misma. La vida eterna, la inmortalidad beatífica, no la tenemos por nosotros mismos ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existencial con Aquél que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios mismo. La mera indestructibilidad del alma, por sí sola, no podría dar un sentido a una vida eterna, no podría hacerla una vida verdadera. La vida nos llega del ser amados por Aquél que es la Vida; nos viene del vivir con Él y del amar con Él. Yo, pero ya «no» soy yo: ésta es la vía de la Cruz, la vía que «cruza» una existencia encerrada solamente en el yo, abriendo precisamente así el camino a la alegría verdadera y duradera.

De este modo, llenos de gozo, podemos cantar con la Iglesia en el «Exultet»: «Exulten por fin los coros de los ángeles... Goce también la tierra». La resurrección es un acontecimiento cósmico, que comprende cielo y tierra, y asocia el uno con la otra. Y podemos proclamar también con el «Exultet»: «Cristo, tu hijo resucitado... brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos». Amén.
 
Re: RESUCITÓ

Felicidades en Cristo resucitado.

Al igual que Israel, el pueblo católico cada año vuelve a vivir y a hacer presente los acontecimientos de su liberación.
 
RESUCITÓ

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Lunes de la Octava de Pascua
Un pagano cree en Jesucristo


Evangelio: Mt 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: -"Alegraos". Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: -"No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán". Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardias fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: -"Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros". Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Meditación:

Una positiva agitación ha invadido la vida de los discípulos y pronto lo hará de todo Jerusalén. Las mujeres han sido el "detonante" de la situación, pero con el pasar de las horas, hasta las autoridades judías tienen que hacer frente a lo ocurrido: Jesús el Nazareno ya no estaba en el sepulcro. Los guardias refieren un hecho inexplicable que tratan de disimular con subterfugios. Pero es tarea inútil. "Sus discípulos robaron el cuerpo mientras dormíamos".¿Unos pobres pescadores, muertos de miedo, robando el cuerpo? ¿Unos centinelas romanos dormidos durante su turno?

Ha pasado a la historia la confesión del centurión romano que, viendo morir a Cristo en la cruz, exclamó: "Verdaderamente éste era Hijo de Dios". Al margen de las diferentes versiones evangélicas sobre la frase atribuida al soldado, parece clara la actitud de fondo de este hombre. Y es que en el momento de más oscuridad, cuando las tinieblas habían cubierto hasta físicamente el escenario del Gólgota y de toda Jerusalén; ante el cuerpo deshecho y terriblemente llagado de Cristo; ante la desaparición de todo rastro de su dignidad y no digamos "divinidad"; ante el escarnio de todo personaje culto de la sociedad, parece mentira que un pagano, un soldado romano -alguien ajeno a una concepción religiosa monoteísta-, descubra lo que tantos judíos creyentes nunca conocieron: aquel que estaba muriendo era el Justo.

Impacta esta confesión de fe en tales circunstancias, porque muestra cómo la luz que brota de Jesucristo no es de orden natural, no depende de lo exterior, sino del corazón humano que la recibe o la rechaza.

Si la luz de su divinidad no fue apagada ni por su muerte: ¿cómo será posible ocultarla en su resurrección? ¿cómo detener ahora ese terremoto, esa avalancha de felicidad y de gozo que nos invade en este Jesús glorificado?

En todo momento, fácil o difícil, luminoso como la Pascua o negro como el Calvario, Jesús será el único capaz de ser nuestro apoyo y sostén. En la cruz ya lo había sido; ¿no lo será también ahora? El único requisito es abrir el corazón, aunque no sea fácil porque los dolores nos vuelven huraños y desconfiados. Pero la actitud sincera ante Dios es la del centurión, la de las mujeres, que se dejan iluminar y consolar.

Oración:

Abre mi alma a tu resurrección, Señor, a tu revelación gloriosa. Tú vives para siempre, tú has resucitado. Acompaña con tu presencia mi vida, Señor. No te apartes jamás de mi.

Propósito:

Compartiré especialmente con quienes no tienen fe, la alegría pascual fruto del don que el Señor me ha concedido.
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Re: RESUCITÓ

Homilía de San Juan Crisóstomo

"Aquél que es devoto y amante de Dios, que disfrute de esta magnífica y brillante fiesta. Aquél que es un siervo agradecido, que entre alegremente en el gozo del Señor. Aquél que está cansado en ayuno, que reciba ahora el denario de recompensa. Si alguien ha trabajado desde la primera hora, que reciba su gratificación correspondiente. Si alguien ha llegado después de la tercera hora, que participe en la fiesta agradecido. Aquél que llega después de la sexta hora, que no dude: él nada pierde. Si alguien ha demorado hasta la novena hora, que se aproxime, sin vacilación. Aquél que llega en la undécima hora, que no tema a causa de su demora, porque el Señor es de gracia y de generosidad. El recibe tanto a los últimos como a los primeros. El concede descanso al que viene en la undécima hora, igual como aquél que ha trabajado desde la primera hora. El tiene misericordia del último, y satisface al primero. A aquél da, y a éste regala. El recibe las obras y acepta la intención. Honra los hechos, y alaba el empeño.

Por lo tanto, entrad vosotros todos al gozo de vuestro Señor. Los primeros y los últimos, tomad vuestra recompensa. Ricos y pobres, regocijaos y alegraos juntos. Porque la mesa está llena, deleitaos de ella todos. El ternero está cebado entero; que nadie se retire con hambre. Regocijáos todos del banquete de la fe. Disfrutad de todas las riquezas de la bondad. Que nadie se queje de su pobreza, porque el Reino Universal se ha manifestado. Que nadie se lamente a causa de los pecados, porque el perdón ha surgido resplandeciente del Sepulcro. Que nadie tema la muerte, porque la muerte del Salvador nos ha librado. Porque destruyó la muerte cuando ésta se apoderó de El. Aquél que descendió al infierno aniquiló al infierno; y lo hizo experimentar la amargura; cuando éste tomó su Cuerpo. Esto predijo Isaías cuando exclamó diciendo: "El infierno fue amargado, cuando Te encontró abajo. Ha sido amargado, funestamente, porque ha sido destruido. Ha sido amargado porque ha sido encadenado. Recibió un Cuerpo, y he aquí que era Dios. Tomó tierra, y encontró Cielo. Tomó lo visible, y fue vencido invisiblemente. ¿Oh muerte dónde está tu poder? ¿Oh infierno dónde está tu victoria? Cristo resucitó, y fuiste aniquilado. Cristo resucitó, y fueron arrojados los demonios, Cristo resucitó y los ángeles se regocijaron. Cristo resucitó y reinó la Vida. Cristo resucitó, y los sepulcros se vaciaron de los muertos. Porque Cristo habiendo resucitado de entre los muertos, fue el Primogénito de entre los muertos, a El sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos, amén."
 
RESUCITÓ

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Martes de la Octava de Pascua
El fruto de las lágrimas


Evangelio: Jn 20, 11-18

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: -"Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: -"Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabia que era Jesús. Jesús le dice: -"Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: -"Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré". Jesús le dice: -"¡María!" Ella se vuelve y le dice: -"¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: -"Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: ´Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro´". María Magdalena fue y anunció a los discípulos: -"He visto al Señor y ha dicho esto".

Meditación:

María Magdalena es considerada con el título de apóstol de los apóstoles. Ella muestra en este momento que a los miedos, las dudas e incertidumbres, sólo cabe oponer la fuerza del amor. Y si es verdad que durante la pasión del Señor, el evangelio nos ha mostrado el rostro del pecado y de la traición de los seguidores del Maestro, no es menos verdad que ahora surge lo más profundo y hermoso de los apóstoles.

María ha ido al sepulcro de mañana. Está desconsolada. Las demás mujeres la han dejado sola después del susto causado por aquellos personajes vestidos de blanco, que estaban junto al sepulcro. María no ha entendido sus palabras. Lo que sí ha comprobado es que el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Su amor hacia el Maestro no le permitía inhibirse o despreocuparse. Por eso, vuelve al lugar donde lo vio por última vez, y allí llora.

Cuando Dios parece abandonarnos, o cuando por desgracia hemos perdido su amistad y el pecado irrumpe en nuestras vidas dejándonos como huérfanos, las lágrimas y el dolor del corazón, lejos de ser algo negativo, se transforman en algo agradable a Dios. Él actúa de modo misterioso pero real en nuestra alma, también cuando ésta no le encuentra o le ha perdido. Puede que no sepa bien dónde volverlo a encontrar, o que esté desorientada... pero para Dios lo más importante es el deseo de reencontrarlo, de volver a abrazarle, de hallar de nuevo el único amor capaz de saciar la sed de eternidad y felicidad.

María reconoce a Jesús cuando Éste le llama por su nombre. "¡María! ¡Rabboni, mi Maestro!" Es la manera personal e intransferible que Dios tiene de tratar a cada ser humano. Así será también en el caso de que lo hayamos perdido, o si su presencia se ha ennegrecido. El reencuentro, la confirmación de su amistad es siempre algo personal e íntimo.

Nos llena de paz porque es un Dios cercano, un Dios que se deja llamar, que se deja tocar, y que te conoce por tu nombre porque te ha creado por amor. Que la alegría del reencuentro Pascual sea tal que nunca quede desfigurada por el mal o por el sufrimiento mal llevado. Las llagas de la Pasión están impresas en esos pies que besaremos cada vez que lo reencontremos, también hoy a través de su presencia en los sacramentos.

Oración:

Señor, quiero contemplarte resucitado, quiero conocerte, buscar tu rostro glorificado. Tú eres la vida, dame tu vida. Tú eres la esperanza, borra mis dudas...
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Re: RESUCITÓ

Saludos hoy estaba llamando a varias parroquias para hablar con algun sacerdote que me pudiera ayudar con una duda teologica que me surgio y no saben la alegria que me transmitieron en las iglesias cuando me saludaban asi Feliz Pascua de Resurrecion! Alabado sea el que vive y Reina por siempre. hermanos ver ese fervor me ha llenado de mucho regocijo y mucha mucha alegria!!! Saludos a todos y Feliz Pascua de Resurrecion!!! NUESTRO SALVADOR VIVE Y REINA GLORIA AL CORDERO DE DIOS!
 
RESUCITÓ

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Miércoles de la Octava de Pascua
Antes de tirar todo por la borda


Evangelio: Lc 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: -"¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino?". Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -"¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" El les preguntó: -"¿Qué?" Ellos le contestaron: -"Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron". Entonces Jesús les dijo: -"¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: -"Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída". Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: -"¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?". Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: -"Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón". Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Meditación:

Este par de caminantes que van hacia Emaús representan a quien está pasando por un mal momento. Es normal encontrarse en una situación de crisis: ¿quién puede verse libre de ellas? Quizás por eso vemos a estos discípulos tan cercanos a nuestra vida cotidiana. Caminan, pero van tristes, cabizbajos, con el alma en los pies. Están decepcionados, desilusionados. Su ideal de vida se ha venido abajo y no han tenido la paciencia, la lucidez de esperar y de orar para saber qué quería Dios de ellos. Deciden cortar por lo sano, irse y regresar a su vida anterior. Su lema: "nosotros esperábamos..."

Emaús está en el camino de retorno. Aquellos mismos que hoy se marchan acongojados y deprimidos, habían recorrido en dirección contraria ese mismo sendero con la alegría entusiasta del seguidor del Señor. Por eso, regresar es duro. Significa reconocer que venció en ellos la decepción, tirar la toalla de las responsabilidades, de aquella forma de ser y actuar, y volver a la vida de antaño: aquella en la que vivíamos sin los compromisos que hemos adquirido al seguir a Jesús. Sí, la fe, la vida cristiana con toda la exigencia que conlleva no son fáciles. Volver atrás, hacia Emaús, es siempre una gran tentación. Todo ha cambiado radicalmente desde que hemos sentido que el amor ha muerto.

También a nosotros se nos puede oscurecer la vida y el amor. Cuántos problemas, con los hijos, con personas a las que amamos, con familiares, en el trabajo o con quien nos debería guiar... Pero, ¿qué se arregla regresando a Emaús? ¿Qué podemos solucionar volviendo atrás, como si todo lo vivido hubiera sido en vano? ¿Estaríamos dispuestos, por un fracaso o revés, a tirarlo todo por la borda? Es señal de que no nos fiamos de Dios, no creemos que Él ha guiado nuestra vida con su providencia.

Seamos honestos y nos daremos cuenta de que es más fácil confiar en Dios. Él supo sacar de la terrible e inexplicable muerte de su Hijo el mayor bien: la salvación de todos los hombres. ¿Cómo no querrá algún bien de lo que ahora nos parece un drama?

Oración:

Ven, Señor. Ven y no tardes en salir a mi encuentro. Sólo Tú puedes cambiar mi corazón de piedra. Sólo Tú puedes darme razones convincentes. En el camino de mi vida, no permitas que vaya sólo sin tu presencia de amigo, de quien se da como alimento antes de que anochezca.
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Krelian dijo:
Saludos hoy estaba llamando a varias parroquias para hablar con algun sacerdote que me pudiera ayudar con una duda teologica que me surgio y no saben la alegria que me transmitieron en las iglesias cuando me saludaban asi Feliz Pascua de Resurrecion! Alabado sea el que vive y Reina por siempre. hermanos ver ese fervor me ha llenado de mucho regocijo y mucha mucha alegria!!! Saludos a todos y Feliz Pascua de Resurrecion!!! NUESTRO SALVADOR VIVE Y REINA GLORIA AL CORDERO DE DIOS!

Hay laicos católicos en este foro que tiene una gran preparación.
¿Por qué no les preguntas a ellos? Si quieres te envío sus direcciones.
También te pueden dar el email de algún sacerdote si fuese necesario.
Yo soy un principiante.

Feliz Pascua de Resurrección.
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Re: RESUCITÓ

Demócrito dijo:
Hay laicos católicos en este foro que tiene una gran preparación.
¿Por qué no les preguntas a ellos? Si quieres te envío sus direcciones.
También te pueden dar el email de algún sacerdote si fuese necesario.
Yo soy un principiante.

Feliz Pascua de Resurrección.
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Hermano usted conoce mi e-mail. Deverdad que me gustaria poder contestar esta preguntita que tengo! hoy le envio la misma para que la analice y se la comparta con sus amigos! Bendiciones!
 
RESUCITÓ

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Jueves de la Octava de Pascua
Seguimos a alguien vivo


Evangelio: Lc 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: -"Paz a vosotros". Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: -"¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo". Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: -"¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: -"Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenia que cumplirse". Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: -"Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto".

Meditación:

Los discípulos de Emaús habían llegado alborotados. Todavía estaban contando lo que les había sucedido, cómo les había ardido el corazón mientras Jesús, compañero de camino, les iba explicando las escrituras. En este momento Jesús se presenta en medio de ellos, en el cenáculo estando cerradas las puertas. Dándose cuenta de su temor, trata de darles confianza: "No temáis, soy yo".

¡Qué felicidad, qué dicha, qué increíble experiencia! Los apóstoles predicaron el evangelio fundados en la fe en la resurrección, confirmada con pruebas tangibles, y no basados sólo en un sepulcro vacío. Los apóstoles experimentaron la alegría que da Jesús resucitado.

Las experiencias de las primeras apariciones, como la que hoy hemos contemplado en el evangelio, fueron muy fuertes. Todo el pasaje evangélico deja entrever las dificultades que los apóstoles encontraron después del momento duro y escandaloso de la cruz. Les era difícil poder confrontar el dolor de los días anteriores con la inesperada y sorprendente experiencia que veían delante de ellos. Jesús les recuerda: "Esto es lo que os decía cuando todavía estaba con vosotros... Porque estaba escrito que el Cristo debía padecer mucho y resucitar de entre los muertos al tercer día".

Desde este momento, los discípulos se convierten en testimonios de esperanza, capaces de iluminar hasta el dolor más profundo. También nosotros estamos llamados a ser heraldos de esta nueva humanidad, de este tercer milenio. No seguimos a un crucificado. Seguimos a un Dios que por amor a nosotros aceptó la misma muerte y resucitó para darnos la esperanza de la vida eterna. El tiempo del dolor y de la angustia ha pasado, ahora debemos tener un rostro de resucitados, un rostro de gozo, basados en la esperanza de un amor (el de Cristo) que no muere jamás. Es esta esperanza que nos da el empujón para ser los testimonios vivientes de Cristo en nuestro propio ambiente.

Oración:

Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra. ¿Quién soy yo para que te acuerdes de mí? Y sin embargo me has amado más que a los ángeles y me has coronado de gloria y dignidad: la gloria de ser hijo tuyo.
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RESUCITÓ

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GRACIAS, SEÑOR

Gracias Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro nos trajiste en la
mano la vida verdadera, no sólo un trozo más de esto que los hombres
llamamos vida, sino la inextinguible, la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios. Gracias por este gozo, gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales, gracias porque al
resucitar inauguraste la nueva humanidad y nos pusiste en las manos esta
vida multiplicada, este milagro de ser hombres -y mujeres- y más, esta alegría
de sabernos partícipes de tu triunfo, de sentirnos y ser hijos y miembros de
tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.

José L. Martín Descalzo
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RESUCITÓ

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Viernes de la octava de Pascua
El nombre que salva


Evangelio: Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: -"Me voy a pescar". Ellos contestan: -"Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: -"Muchachos, ¿tenéis pescado?" Ellos contestaron: -"No". Él les dice: -"Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: -"Es el Señor". Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. A1 saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: -"Traed de los peces que acabáis de coger". Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: -"Vamos, almorzad". Ninguno de los discípulos se atreva a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Meditación:

Pedro y Juan dan testimonio delante de las autoridades, y reconocen que el nombre de Jesús devuelve la salud a los enfermos.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles advertimos un ejemplo de la oposición que acompaña al anuncio del Evangelio. La predicación sobre Jesús crucificado poco antes en Jerusalén, después de ser condenado por las autoridades judías, y resucitado al tercer día por la acción del Padre, suscitó fuertes reacciones en las autoridades.

Pero la oposición a la predicación de Jesús no produjo en los apóstoles miedo o retroceso, sino que fue motivo para proclamar aún más audazmente y con mayor fuerza al mismo Jesús y su poder salvador. Jesús es la piedra, desechada por los arquitectos, -los fariseos, expertos en la ley de Moisés-, pero que se ha convertido en piedra angular. No hay ningún otro nombre sobre la tierra que pueda salvar.

Esta confesión absoluta de Cristo como único Salvador afirma su exclusiva mediación entre el Padre y los hombres. Pedro y Juan no se dejan intimidar por las amenazas. Con total firmeza insisten en su actitud de reconocimiento de Jesús. Es más, dan testimonio ante el sanedrín de que ellos obedecerán a Dios, y a su Hijo Jesucristo, antes que a los hombres. ¡Unos pobres pescadores oponiéndose a los grandes maestros de la ley! Son las transformaciones que opera la gracia de Dios.

Oración:

Enséñame, Señor, que la palabra divina sirve para abrir el camino hacia ti, a fin de que entre en nuestro corazón y nos haga ardientes con la gracia de tu amor.
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RESUCITÓ

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Sábado de la Octava de Pascua
Id al mundo y predicad


Evangelio: Mc 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: -"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación".

Meditación:

Estos versículos corresponden al final canónico del evangelio según san Marcos (Mc 16, 9-20), que consta de cuatro secciones: 1) aparición a María Magdalena; 2) aparición a los dos que iban de camino; 3) aparición a los Once; 4) ascensión y comienzo de la misión apostólica.

Se mencionan tres apariciones: primero a María Magdalena, después a los dos que iban caminando y por último a los Once. Podríamos decir que esta última aparición tiene el carácter de clímax, de punto más alto en la revelación del resucitado. La situación previa de los discípulos es de abatimiento: "estaban de duelo y llorando". Habían perdido a su Maestro. Ni María Magdalena ni los otros dos personajes fueron creídos.

La actitud ante el testimonio de que el Señor está vivo es la de una incredulidad obstinada. Pasan de las lágrimas a la dureza de corazón. Se cierran en la desconfianza, incapaces de respetar su cita con el resucitado. Sólo el reproche de Cristo y de la dureza de sus corazones, junto con la misión que les confía, les harán salir de su letargo. "No temáis, soy yo", las mismas palabras que pronunció en una noche de vendaval, mientras luchaban en el lago, al acercarse a ellos caminando sobre las aguas.

La misión que les confía, proclamar el evangelio a toda criatura, es clara y exigente. "Id al mundo entero", un mandato, un imperativo que deben cumplir, no un simple consejo para ser "buena gente". "A toda la creación", no a tres o cuatro amigos. La grandeza y dimensión de la misión encomendada desborda sus expectativas, pero cuentan con la seguridad de que Él, el vencedor de la muerte, estará con ellos todos los días, hasta el fin del mundo.

Oración:

Al inicio del tercer milenio, Juan Pablo II escribió: "Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre (Hb 13,8)" (Novo millennio ineunte, nº 1). Señor, rompe mis miedos y temores para que no tema remar mar adentro, sabiendo que Tú nunca me abandonarás.
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RESUCITÓ


Domingo de la II semana de Pascua
La visión que supera toda visión

Evangelio: Jn 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -"Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -"Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: -"Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: -"Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo". A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: -"Paz a vosotros". Luego dijo a Tomás: -"Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente". Contestó Tomás: -"¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: -"¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto". Muchos otros signos, que no están escritos en este libro hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Meditación:

El pasaje de hoy contiene dos episodios unidos íntimamente. En ambos, Jesús se aparece el primer día de la semana, o sea, el domingo. En la segunda aparición también se encuentra Tomás, el incrédulo. Él no consideraba mentirosos a sus compañeros, pero creía que el dolor les había trastornado. Jesús se aparece a los apóstoles y se dirige inmediatamente a Tomás para que vea que Él vive, que no se trata de una alucinación de los otros apóstoles. Tomás cae de rodillas avergonzado y confiesa desde lo hondo de su corazón la divinidad de Cristo: "Señor mío y Dios mío".

Tomás quería tocar con sus manos, palpar, ver, para poder creer: "si no veo, no creo". Sólo después de haber visto, de haber tocado, de haber sentido el reproche de Cristo a su incredulidad, se convirtió en un infatigable testigo de la resurrección. Tomás llegó a la fe a través de las pruebas materiales. Confesó la divinidad de Cristo, viendo las heridas de la crucifixión. La fe es creer en lo invisible, en lo que Dios nos dice y no podemos ver, tocar, percibir con nuestros sentidos materiales.

Tomás vio y creyó. Vio un hombre herido y creyó en el Dios inmortal, viendo la humanidad de Cristo confesó también su divinidad. Proclamar a Cristo como Señor y Dios trascendía su mirada.

Las palabras que después le dirige Cristo: "Dichosos los que crean sin haber visto", son motivo de alegría. Se refiere a nosotros, que lo aceptamos y creemos como Dios sin haberlo visto. Somos dichosos porque hemos aceptado el testimonio de Dios, Dios no puede engañarnos. ¡Somos los hombres más felices de este mundo!

Oración:

Señor mío y Dios mío, he contemplado las maravillas de tu amor. Gracias, porque aun sin haber visto, me has regalado la vista que supera cualquier otra visión: la fe.
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RESUCITÓ


Lunes de la II semana de Pascua
Un nuevo nacimiento

Evangelio: Jn 3, 1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: -"Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él". Jesús le contestó: -"Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios". Nicodemo le pregunta: -"¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" Jesús le contestó: -"Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu".

Meditación:

Jesús se encuentra en Jerusalén para la fiesta de la Pascua. En ese periodo Jesús había realizado muchos milagros provocando la admiración de la gente. Muchos se preguntaban si no sería realmente el Mesías esperado, el Ungido por Dios. Nicodemo, fariseo y miembro del sanedrín, estaba entre ellos. Él era un hombre culto, había dedicado muchos años al estudio y búsqueda de la verdad. Una noche fue donde estaba Jesús. Comenzó a hablar, pero no fue capaz de formular ninguna pregunta. Lo saludó con respeto: "maestro, y afirmó, sin medias tintas: "sabemos que has venido de Dios".

Nicodemo inicia con un acto de fe: sabía que Jesús venía de Dios, pues nadie podría hacer tantos signos y milagros si Dios no estuviera con él. Pero Jesús no desea hablar de milagros, desea transmitir lo esencial: "quien no nace de nuevo no verá el Reino de Dios". Ésta es la respuesta al afán de todos los hombres: entrar en el Reino de Dios.

Pero al mismo tiempo pone una condición indispensable: nacer de nuevo. Nacer de nuevo significa comenzar un camino desconocido y avanzar en él. "Nacer del agua y del Espíritu" es una alusión clara al bautismo. Con facilidad valoramos poco este sacramento, que muchos hemos recibido a las pocas semanas de nacer. Sin embargo, gracias a él hemos llegado a ser hijos de Dios. En el agua, derramada sobre la cabeza del bautizado, se nos comunica la fuerza necesaria para abandonar el mundo del pecado y entrar en la vida nueva de Cristo.

Hemos recibido el bautismo gracias a nuestros padres, ahora nos toca a nosotros continuar en el camino iniciado, consolidar la vida de gracia en nuestra alma.

Oración:

Señor, permíteme comprender la grandeza de tu presencia en mi alma. No permitas que me separe jamás de ti.
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RESUCITÓ


Martes de la II semana de Pascua
El primer amor

Evangelio: Mc 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: -"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos". Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Meditación:

El pasaje de este día nos invita a una contemplación atenta. Jesús se ha aparecido en varias ocasiones a los discípulos. Las experiencias habían sido tan fuertes que todavía no terminaban de asimilarlo. Pedro, no sabiendo qué hacer, decide ir a pescar durante la noche. Los otros discípulos le acompañan. Después de una larga noche de faena y duro bregar, no han conseguido nada.

Jesús, como tres años antes, les dice que lancen las redes para pescar... Y la red se llenó de peces. Demasiadas eran las coincidencias para que Juan no entreviera que era quien les había hablado desde la orilla... Pedro, tan impetuoso como siempre, no espera a que la barca llegue a tierra, se lanza porque aquel hombre "es el Señor".

Jesús no se anuncia, simplemente les habla desde la orilla, les ofrece un signo de reconocimiento y de amor. Este encuentro evoca aquel otro, algo lejano en el tiempo, cuando Jesús les hizo pescadores de hombres. Volvieron a sentir el primer amor, al que es necesario volver continuamente, refrescar, revitalizar, sobre todo en los momentos de dificultad, de soledad, de dolor o abandono.

Sólo quien tiene fresco en la mente el primer encuentro con Cristo, el día en el que sintió su amor por primera vez, puede descubrir a lo lejos que el Señor es quien llama, quien vuelve a ofrecernos su mano, su ayuda, su amor. No hay que dejar que el amor se envejezca, se calcifique. Durante todo el trayecto de nuestra vida, el amor de Cristo nos tiene que servir de estrella polar. Que su inamovible y su constante presencia nos ayude a recordar ese SÍ a su amor que una vez le dimos.

Oración:

Señor, haz de mí un pescador de hombres, un portador de la buena nueva de tu Evangelio, de tu amor. Que no tenga miedo a remar mar adentro y tirar las redes, repitiendo las palabras de san Pedro: "En tu nombre, Señor, echaré las redes". Los frutos no se harán esperar.
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