ESPAÑA SE QUEDA SIN CURAS

Re: ESPAÑA SE QUEDA SIN CURAS

Demócrito dijo:
No lo hará. ¿Qué te apuestas? Tiene una misión que cumplir. Y tiene que rendir
cuentas a su "apóstol". Me da mucha pena la gente que cae es estas telarañas
tan burdas. Los explotan miserablemente y los obligan a explotar a otros.
...

Bueno, pues hay una norma en el foro que impide que uno haga lo que está empezando a hacer este señor. Así que si se pasa supongo que le largarán
 
Re: ESPAÑA SE QUEDA SIN CURAS

Homilía en la ordenación prestiberal del diácono D. Lorenzo Naya Sarsa

Hermano en el episcopado, querido D. Damián, queridos Sacerdotes concelebrantes y diáconos, miembros de la Vida Consagrada, seminaristas, fieles cristianos laicos: paz y bien.

En este tercer domingo de cuaresma se nos recuerda en la primera lectura del libro del Éxodo una preciosa enseñanza: a Dios le importa nuestra vida, y nos enseña a vivirla acompañándola. Los célebres diez mandamientos no son diez prohibiciones que recortan nuestra libertad o nos acorralan para obligarnos a firmar un indeseado contrato moral. Son la expresión de una propuesta de vida que encuentra en su armonía el secreto de su intrínseca belleza y bondad. El mismo Jesús los asumirá y hasta radicalizará sintetizándolos en torno al amor a Dios y el amor al prójimo, por eso trasgredirlos no sería burlar unos presuntos caprichos de Dios, sino la traición a nuestros anhelos y necesidades más nuestras, el alejamiento más torpe de una felicidad serena y gozosa para la que todos nacimos. Por esa razón, en esta cita cuaresmal, la Iglesia nos invita de nuevo a confrontarnos con el significado de esta forma de vivir que ya el viejo Éxodo nos proponía, y deberemos confrontarnos desde nuestra identidad cristiana, es decir, como un modo concreto de preguntarnos si cumpliendo sus exigencias de amor por los padres, de respeto de la vida, del cuerpo y de la propiedad ajena, huyendo de toda mentira y codicia, estamos amando a Dios y amando a nuestros hermanos, prójimos próximos al fin.

Es medio de nuestro camino cuaresmal, alargando el monte Tabor al que la liturgia del domingo pasado nos invitaba a subir, tenemos esta tarde la alegría de poder conferir el sacramento del orden sacerdotal a Lorenzo Naya Sarsa. Y tiene una estrecha relación lo que se nos acaba de proponer en la Palabra de Dios y el ministerio sacerdotal que vamos a conferir a nuestro hermano. Porque el ministerio que él va a recibir está vocacionalmente orientado a esta exigencia cristiana de acompañar el pueblo de Dios que se le confíe, para ayudarle de tantos modos a que ame a Dios y a que ame al prójimo. Por eso no es un encargo sin más lo que esta tarde aquí se le confiere, sino una verdadera misión que tiene el secreto de Dios y su proyecto redentor, para la que Lorenzo ha sido llamado, y en la que con la gracia del Orden será para siempre consagrado. Me dirijo, pues, a nuestro ordenando en una homilía más personal hacia él, en voz alta para compartir con todos vosotros: sacerdotes, consagrados y laicos, este diálogo entre el Obispo y quien será consagrado ministro del Señor.

Querido Lorenzo, hemos hablado en este tiempo no pocas veces poniendo sobre la mesa de nuestra querida Diócesis de Huesca, tu ilusión, tu temor, tus mejores ensueños y algún resquemor. Algo debido y normal cuando uno se asoma a lo que de suyo nos desborda cuando se trata nada menos que de una encomienda de Dios. Pero, al final queda lo que propiamente sólo debe quedar: que la llamada divina que has ido discerniendo en este tiempo permite a la Iglesia esta tarde llamarte con la voz del Señor. No es ya una inquietud tuya, noble y grande, pero tuya tan sólo. Hoy es la solicitud de la Iglesia la que te convoca reconociendo en tu trayectoria lo que ha ido aflorando como voluntad de Dios. Con todas tus luces, con todas tus sombras, con tus gracias recibidas y con las gracias resistidas, con lo más hermoso de tu vida y lo más torpe también, todo tú eres llamado en esta tarde por misericordia de Dios. Que a pesar y en medio de la gracia por la que se ungirán tus manos y el Obispo te impondrá las suyas como gesto sacramental de consagración y envío, tú Lorenzo, seguirás siendo tú con toda tu grandeza y toda tu pequeñez. Y esto significa que deberás dejar al Señor que amplíe el espacio de su luz, de su gracia y de su belleza de tu vida, y consiguientemente deberás colaborar con Él diluyendo tus sombras, cediendo en tus resistencias y luchando con tus torpezas.

Pero en esta tarde comienza una historia nueva para ti: tu madurez joven ha ido describiendo un itinerario que providencialmente Dios fue marcando y protagonizando contigo a través de tu edad. Como nos dice el apóstol San Pablo en su 2ª carta a los Corintios, tu biografía es una carta no escrita con tinta, sino con la gracia del Espíritu de Dios. Quedan atrás muchos nombres, muchas circunstancias que te han permitido llegar a este día de profunda alegría para ti y para todos nosotros. En estos días de inmediata preparación habrás elevado con la ofrenda de tus manos un sentido gracias por tantas personas que por diverso motivo y en distintos momentos, han sido para ti la compañía adecuada del Señor en tu vida. Por todo ello y con todos ellos yo doy gracias contigo al Señor.

Una larga preparación te ha ido forjando en tu corazón, en tu libertad y en tu pensamiento, para que abras tu vida con total disponibilidad al envío que el Señor te llama en su santa Iglesia. Quiero decirte que tu identidad sacerdotal no es algo privado, sino que se entiende y madura a la luz de tres interlocutores que te acompañarán todos los días de tu vida. Permíteme que te diga algo sobre esta triple fidelidad en la que se concretará tu entrega que esta tarde da comienzo a partir del sacramento que hoy recibirás:



1. Sé sacerdote de Cristo, siendo de veras un hombre de Dios. No llegas al sacerdocio como conquista final de una meta que te habías propuesto, sino como obediencia filial de lo que Otro, el Señor, te ha ido mostrando e invitando a secundar. Sé del Señor. La palabra que tus labios pronuncien, que sea la escuchada con atención por el oído de tu corazón en los diversos modos de hablar de Dios. Las obras que tus manos amasen, que sean las que contemplas en el corazón de Dios rindiendo lo mejor de ti mismo a cuanto Él quiera realizar contigo.

Por eso, cuida la oración como ese encuentro íntimo, personal y cotidiano con el Señor. Jesús, el Buen Pastor, nos ha dado ejemplo al dejarnos comprender cómo el secreto de cuanto decía y cuanto hacía, estaba en esa búsqueda del Rostro del Padre cada día madrugando las mañanas o trasnochando cada atardecer. Busca también tú el Rostro de Dios, y no vivas de las rentas de la piedad de tus años de formación inicial, sino estrena cada día ese encuentro fundamental: cuida la celebración fiel de la liturgia de las Horas como la alabanza y la intercesión de la Iglesia a su Señor a través de tu tiempo; celebra la Santa Misa cada día sin rutina y con estupor reestrenado: esmérate en la recepción del sacramento de la penitencia del que a partir de ahora serás ministro: porque sólo sabiéndote perdonado y abrazado por la misericordia de Dios, podrás ser instrumento del perdón del Señor; y no abandones jamás una tierna devoción a la Madre de Jesús, estrella y faro en tu travesía humana y creyente. Así como a los santos que más te ayuden en tu entrega de amor a Dios y a los hermanos que él te dé.

No estamos firmando un contrato laboral esta tarde, sino testimoniando públicamente tu entrega amorosa y esponsal a ese Tú de Dios que te llama a pertenecerle por entero como se pertenecen los que se quieren de verdad. Todo tu tiempo, todo tu afecto, todo tu afán y proyectos, que sean gesto de amor total a quien tan totalmente te ama a ti, como escribió San Francisco. Esta tarde es fácil decir esto, querido Lorenzo, pero que sea siempre tu única razón, tu más noble empeño y tu secreto mejor testimoniado. Porque hoy no es el día –permíteme la expresión– en el que te haces sacerdote de Jesucristo, sino el día en el que comienzas a serlo. Cada día deberás decirle que eres más suyo mientras de nuevo estrenas el sí que esta tarde llena de perfume agradable las naves de esta casa de Dios. Por eso: sé suyo, por dentro y por fuera, y que todo tu interior más íntimo, así como tu exterior más público nos estén continuamente diciendo a quién perteneces y cuál es el secreto de tu palabra y de tu obrar. No pretendas decir con una vestimenta lo que tu vida no nos grita ya, pero no dejes de vestir como la Iglesia te dice, y que sea el reflejo de la vestidura interior, la de la pertenencia a Jesucristo y la de tu amor a los demás por amor a Él.



2. Sé hermano de aquellos que Dios te da.- Es el segundo interlocutor de tu fidelidad sacerdotal: el hermano. No el que tú pudieras elegir y retener, sino el hermano concreto que el Señor te ha ido poniendo al lado y los que a partir de esta tarde Él te da al incorporarte al Presbiterio de nuestra Diócesis de Huesca. Ya ves cómo son distintos por edad, por temperamento, por historia y por la circunstancia que le embarga a cada cual. Pero son tus hermanos: los que Dios pone en tu vida como compañía en tu camino. Es un regalo el hecho de que todos seamos incompletos, es una gracia el que nosotros no seamos Dios. Y por ese motivo necesitamos de los que Él nos regala, con una necesidad que acierta a conjugar con gratitud y disponibilidad el verbo de la caridad. No se trata de un pacto de mutua no agresión, ni de una negociación para tener la fiesta en paz, sino que se trata de contar con los gestos de la escucha y la acogida porque es mucho más lo que nos une y hermana –cuando vivimos en Dios– que cuanto nos pueda diferenciar. Al menos, que no quede por tu parte el estar abierto y el ser acogedor, generosamente, testimoniando ante tus hermanos de Presbiterio la acogida y apertura que a ti te brinda el mismo Dios.

No es bueno que el hombre esté sólo, decía ya el viejo Génesis, porque Dios no es aislamiento ni solitariedad. Acepta a los otros que compartirán contigo el trabajo pastoral y los afanes de nuestra Diócesis desde el respeto amable y acogedor, y desde el perdón sincero y misericordioso. La medida sea siempre no tu estado de ánimo, humanamente cambiante, ni las capas de escepticismo e individualismo que se nos van colando en el transcurso de nuestra edad, sino que la medida de tu amor fraterno sea siempre el mismo Dios: como Él te acoge, como Él te respeta y acompaña, como Él te perdona y anima, así sea benigno y grande también tu propio corazón.

Haces tu entrega a Dios y Él te la acepta consagrándote por manos del Obispo. Bien sabes que eres el primer sacerdote que ordeno en mi incipiente todavía camino episcopal. No te entregas a mi persona, sino a lo que mi ministerio representa. Por eso, querido hermano Lorenzo, ama a la Iglesia con todo tu ser: en lo pequeño y en lo importante, en la aceptación inteligente de sus mandatos y en el modo de secundar cordialmente de sus indicaciones. El Magisterio de la Iglesia no es una opinión, sino el referente de nuestra fecundidad apostólica. En esto, como en todo lo demás, si amas a Dios, a tus hermanos y a la Iglesia, no te importe que para unos seas escándalo o para otros necedad, como nos ha recordado San Pablo en la 2ª lectura. Ante los de dentro y ante los de fuera, sé sólo y siempre el hombre de Dios y el hermano de los demás. Aquí radica tu fuerza y tu sabiduría.



3. Por último, sé diligente pastor del rebaño de Cristo.- Como sacerdote de Jesucristo, querido Lorenzo, eres un hombre de Dios, hermano de tus hermanos en la Iglesia, para la misión que tanto Dios como su Iglesia te confían.

Si eres ministro de Dios y de la Iglesia, deberás descubrirte como miembro de esa larga historia cristiana que partió en la despedida de Jesús en el momento de su Ascensión: ir a todo el mundo para predicar el Evangelio de la salvación.

Educa y acompaña a las personas que la Iglesia te confíe. Abre sus corazones a la gracia de Dios, acompaña sus soledades, sus preguntas y sus heridas con entrañas de verdadero hermano, y sé para todas ellas el reflejo del Pastor Bueno, que las conoce por su nombre, que las respeta en su circunstancia, y que no cesa de abrir para ellas los caminos que las puedan conducir al encuentro siempre santificador y liberador con Jesucristo. Que también para ti, como para el diácono San Lorenzo, los pobres sean tu tesoro: descubre el rostro de los pobres que Dios te da y a los que Él te envía.

La celebración de los sacramentos, la predicación, la formación catequética y la solicitud por todos cuantos se te confíen, forma parte de tu trabajo, de tu ser y de tu afán. Sirve a los hombres en las cosas de Dios, que para eso Él te llamó, él te consagra hoy y Él te envía en su Iglesia.

En estos momentos de cierta inclemencia social hacia el hecho cristiano deberás nutrir tu vida no solo con la oración, sino también con el estudio y la lectura, y todos los medios a tu alcance o que te podamos ir sugiriendo para estar al día de tu precioso trabajo evangelizador, a fin de que seas cada vez más hombre de Dios, más hermano en la Fraternidad presbiteral y más fecundo en tu misión pastoral. Son los odres nuevos en los que deberás escanciar el vino nuevo de la misión que Dios confía a tu ministerio sacerdotal.



Querido Lorenzo, mi enhorabuena por el regalo que Dios te hace. Sé agradecido siempre, porque para siempre Él te hace sacerdote. Vaya mi felicitación también a toda nuestra querida Diócesis de Huesca. Cuando hace unos instantes ultimaba estas líneas en la capilla de mi casa ante el Señor, entraban rayos de sol vigorosos que disolvían las nubes que en estos días hemos tenido. Yo le decía al Señor que tu ordenación sea el comienzo de una primavera vocacional para nuestra Iglesia diocesana. Que la alegría de tu entrega, llene de esperanza a nuestro Presbiterio y nos anime y ayude a trabajar sin descanso por el Seminario que el próximo curso queremos reabrir aquí en Huesca. Pedimos al Señor de palabra y de obra, que nos envíe sacerdotes, que suscite en medio de nuestras familias y parroquias jóvenes que se fíen de Dios y estén dispuestos a recorrer la divina aventura de anunciar el Evangelio como ministros suyos. En definitiva, San José cuya fiesta hoy ha sido desplazada, pero que ejerce su patronazgo sobre los Seminarios, le pedimos que interceda por esta intención. Y tú pídesela al Señor a través suyo, como regalo de ordenación.

Particularmente, un guiño de gozo a los hermanos sacerdotes de nuestro Presbiterio, pues con la ordenación de Lorenzo recibimos todos un alivio y una alegría que saben a lo que sabe Dios. Le acogemos con gratitud y que nos anime su entrega.

Por último, mi gratitud a tus padres, demás familiares y amigos, tantos y tan numerosos presentes esta tarde aquí, y a cuantos han colaborado con el mismo Dios para que sea posible la celebración de esta ordenación sacerdotal.

Termino diciendo con la liturgia que ahora escucharás que lo que Dios ha iniciado en ti, Él lo lleve a su más feliz cumplimiento.

Queridos hermanos y hermanas, El Señor os bendiga y os guarde



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca

S.I. Catedral. Huesca 19 marzo 2006