Re: ESPAÑA SE QUEDA SIN CURAS
Don Marcelo y el día del Seminario
Francisco José Fernández de la Cigoña
No vamos a negar aquí la importante caída de vocaciones sacerdotales en el primer mundo. La situación llegó a ser verdaderamente preocupante. Y aún lo sigue siendo. Si bien ya los más negros nubarrones comienzan a disiparse.
En España, cuando todo se hundía, cuando parecía que el sacerdocio era ya una especie a extinguir, un obispo marginado y denostado se empeñó en salvar su Seminario. O, mejor dicho, quiso hacer un seminario. Porque el suyo no existía. Su antecesor en la silla primada, el cardenal Tarancón, había arrasado lo que quedaba. Y cuando Don Marcelo llegó, echado de Barcelona, allí no había nada. O lo poco que había era basura.
Y aquel cardenal inmenso, de talla física y, sobre todo, de talla moral, se dedicó con cuidado especialísimo a formar en Toledo un Seminario. Seguro que sus hermanos en el episcopado, aquellos que tenían sus seminarios vacíos y que le cerraron siempre el acceso a la presidencia de la Conferencia episcopal, contemplaron con sonrisa despectiva el empeño del arzobispo de Toledo. ¿Qué te habrás creído? Fracasarás en eso como has fracasado en todo. Estás más solo que la una. Los pocos obispos que te siguen son pura nostalgia de unos tiempos ya afortunadamente idos. La Iglesia de Cataluña, la más inteligente y prometedora de España, acaba de rechazarte. El nuncio esta comprometido en que no salga ya ningún otro obispo de tu línea. Contigo se morirá una Iglesia de la que nosotros oficiaremos con gozo sus funerales.
Pero no se moría su Iglesia. Se moría la Iglesia de España. Bajo la directa responsabilidad del coro de obispos, miserables unos, mentecatos otros, que participaban regocijados en su entierro.
Sin embargo, al poco tiempo Don Marcelo ya tenía Seminario. Un seminario pequeño y humilde al que llegaban jóvenes que querían solamente ser sacerdotes de Jesucristo. Y como en las demás diócesis no había nada o apenas nada, aquello comenzó a ser una referencia. Muy pocos años después era ya el seminario con más vocaciones de España. Y, en seguida, un ejemplo para el mundo. Hasta el punto que en Toledo sobran sacerdotes.
Alguna otra diócesis decidió imitar el ejemplo toledano. Y los resultados fueron muy parecidos. Hoy, las diócesis de Madrid y de Getafe son un vergel en medio de un desierto. Pero aun así, la obra de Don Marcelo fue tan colosal que, si atendemos a la población, Madrid tendría que tener setecientos u ochocientos seminaristas para lograr la misma proporción que Toledo.
Hoy, esa pequeña diócesis española, grande ciertamente por su historia pero con escasa población y riqueza en sus límites actuales, presta sacerdotes a Cataluña, uno de los cuales ya es obispo, a varias diócesis del sur y a alguna hispanoamericana. Y acaba de asumir, por decisión de su arzobispo y su presbiterio, una prelatura apostólica en Perú. Son los sacerdotes de Don Marcelo. Del obispo más extraordinario que tuvo España en la segunda mitad del siglo XX.
Yo, naturalmente, no sé si esta España que él tanto amó le verá algún día en los altares. Pero, si así fuera, él sería sin duda el santo patrón de los Seminarios españoles.
http://blogs.periodistadigital.com/...9/don_marcelo_y_el_dia_del_seminario#comments
Don Marcelo y el día del Seminario
Francisco José Fernández de la Cigoña
No vamos a negar aquí la importante caída de vocaciones sacerdotales en el primer mundo. La situación llegó a ser verdaderamente preocupante. Y aún lo sigue siendo. Si bien ya los más negros nubarrones comienzan a disiparse.
En España, cuando todo se hundía, cuando parecía que el sacerdocio era ya una especie a extinguir, un obispo marginado y denostado se empeñó en salvar su Seminario. O, mejor dicho, quiso hacer un seminario. Porque el suyo no existía. Su antecesor en la silla primada, el cardenal Tarancón, había arrasado lo que quedaba. Y cuando Don Marcelo llegó, echado de Barcelona, allí no había nada. O lo poco que había era basura.
Y aquel cardenal inmenso, de talla física y, sobre todo, de talla moral, se dedicó con cuidado especialísimo a formar en Toledo un Seminario. Seguro que sus hermanos en el episcopado, aquellos que tenían sus seminarios vacíos y que le cerraron siempre el acceso a la presidencia de la Conferencia episcopal, contemplaron con sonrisa despectiva el empeño del arzobispo de Toledo. ¿Qué te habrás creído? Fracasarás en eso como has fracasado en todo. Estás más solo que la una. Los pocos obispos que te siguen son pura nostalgia de unos tiempos ya afortunadamente idos. La Iglesia de Cataluña, la más inteligente y prometedora de España, acaba de rechazarte. El nuncio esta comprometido en que no salga ya ningún otro obispo de tu línea. Contigo se morirá una Iglesia de la que nosotros oficiaremos con gozo sus funerales.
Pero no se moría su Iglesia. Se moría la Iglesia de España. Bajo la directa responsabilidad del coro de obispos, miserables unos, mentecatos otros, que participaban regocijados en su entierro.
Sin embargo, al poco tiempo Don Marcelo ya tenía Seminario. Un seminario pequeño y humilde al que llegaban jóvenes que querían solamente ser sacerdotes de Jesucristo. Y como en las demás diócesis no había nada o apenas nada, aquello comenzó a ser una referencia. Muy pocos años después era ya el seminario con más vocaciones de España. Y, en seguida, un ejemplo para el mundo. Hasta el punto que en Toledo sobran sacerdotes.
Alguna otra diócesis decidió imitar el ejemplo toledano. Y los resultados fueron muy parecidos. Hoy, las diócesis de Madrid y de Getafe son un vergel en medio de un desierto. Pero aun así, la obra de Don Marcelo fue tan colosal que, si atendemos a la población, Madrid tendría que tener setecientos u ochocientos seminaristas para lograr la misma proporción que Toledo.
Hoy, esa pequeña diócesis española, grande ciertamente por su historia pero con escasa población y riqueza en sus límites actuales, presta sacerdotes a Cataluña, uno de los cuales ya es obispo, a varias diócesis del sur y a alguna hispanoamericana. Y acaba de asumir, por decisión de su arzobispo y su presbiterio, una prelatura apostólica en Perú. Son los sacerdotes de Don Marcelo. Del obispo más extraordinario que tuvo España en la segunda mitad del siglo XX.
Yo, naturalmente, no sé si esta España que él tanto amó le verá algún día en los altares. Pero, si así fuera, él sería sin duda el santo patrón de los Seminarios españoles.
http://blogs.periodistadigital.com/...9/don_marcelo_y_el_dia_del_seminario#comments