Re: El Profeta Gordon B.Hinckley en Chile
Hola, chicos.
Hno. Alcarruz, coincidimos en su definición de profeta. Nuestra acepción de la palabra profeta incluye el profetizar, en el sentido de predecir cosas. Pero nuestra acepción de profeta es también mucho más amplia.
Usted parece implicar que un profeta debe profetizar (predecir) para ser llamado profeta. Es verdad que puede hacerlo, pero no necesariamente. Yo pienso que la mejor definición de profeta, aunque es una definición implícita, se encuentra en Apocalipsis 19:10. Se trata de una conversación del apóstol Juan con un ángel:
10. Y yo me eché á sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora á Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.
Ok, entonces, un sólido testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. Y entonces, como nosotros lo entendemos profeta no es aquel que hace predicciones (acertadas o no) sobre el futuro, sino que profeta es aquel que es llamado por Dios para ser testigo especial de Jesús. Esto le diferencía, por ejemplo, de personajes como Nostradamus. Nostradamus hacía predicciones, algunas acertadas, lo cual le ha convertido en un personaje muy atractivo para el mundo; pero no fue llamado por Dios, ni tenía el testimonio de Jesús, ni era un testigo especial de Jesucristo. Por lo tanto, de acuerdo con la definición implícita provista por Apocalipsis 19:10 no le consideramos como profeta, al menos en el sentido bíblico.
En cambio, hallamos en la Biblia algunos profetas cuya misión fue únicamente la de amonestar. Muchos de ellos no hicieron predicciones.
Pero todos testificaron de Cristo. Por ejemplo, Jonás en el Antiguo Testamento. La función de estos profetas era testificar de Cristo. No más que eso. Esa es la jerga con la que la Biblia se refiere a los profetas, no sólo el que predice, sino el que es llamado por Dios para testificar de Jesucristo, que es el espíritu de profecía.
Yo sé que ustedes no consideran el Libro de Mormón como una fuente de autoridad doctrinal. Quiero citar aquí un pasaje del Libro de Mormón, pero no como pretendiendo imponer su autoridad doctrinal, que ya sé que nos es exclusiva, sino simplemente para que se entienda mejor a qué nos referimos cuando hablamos de profeta, en nuestra jerga, para que se nos pueda entender un poco mejor, ¿ok?. Nosotros decimos del presidente de la Iglesia no sólo que es profeta, sino que es
profeta, vidente y revelador. Ya he explicado lo que entendemos por profeta, conforme a la Biblia. Ahora usaré este pasaje para explicar lo que entendemos por "vidente". En este pasaje se da una conversación entre el rey Limhi y Ammón, acerca de los instrumentos que la Biblia llama Urim y Tumim (que eran parte de las herramientas del sacerdote de Aarón en la Biblia):
13 Luego Ammón le dijo: Puedo de seguro decirte, oh rey, de un hombre que puede traducir los anales; pues él tiene algo con lo que puede mirar y traducir todos los anales que son de fecha antigua; y es un don de Dios. Y las cosas se llaman intérpretes, y nadie puede mirar en ellos a menos que le sea mandado, no sea que busque lo que no debe, y así perezca. Y a quien se le manda mirar en ellos, a ése se le llama vidente.
14 Y he aquí, el rey del pueblo que se halla en la tierra de Zarahemla es el hombre a quien se manda hacer estas cosas, y es el que tiene este alto don de Dios.
15 Y dijo el rey que un vidente es mayor que un profeta.
16 Y Ammón dijo que <b>un vidente es también revelador y profeta</b>; y que no hay mayor don que un hombre pueda tener, a menos que posea el poder de Dios, que nadie puede tener; sin embargo, el hombre puede recibir gran poder de Dios.
17 Mas un vidente puede saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras; y por este medio todas las cosas serán reveladas, o mejor dicho, las cosas secretas serán manifestadas, y las cosas ocultas saldrán a la luz; y lo que no es sabido, ellos lo darán a conocer; y también manifestarán cosas que de otra manera no se podrían saber.
18 Así Dios ha dispuesto un medio para que el hombre, por la fe, pueda efectuar grandes milagros; por tanto, llega a ser un gran beneficio para sus semejantes.
Un revelador, por su parte, es aquel que recibe de Dios su voluntad y la revela.
Examinándolo así, vemos que varios de los profetas de Dios en la Biblia, como es el caso de Moisés, podían compartir cómodamente los tres títulos. Moisés, por ejemplo, está claro que tenía el testimonio de Jesús, e hizo predicciones acerca de él, y amonestó a la gente a creer en él. Toda la ley de Moisés gira alrededor de este punto, y hay connotaciones proféticas en todo el simbolismo de las ordenanzas.
Moisés también era vidente, y usaba el Urim y Tummim, el cual entregó también al cuidado del sumo sacerdote. Como vidente, tradujo escrituras antiguas, creando el maravilloso libro de Génesis, que es una recopilación increíble de todos los escritos desde Adán hasta el momento. Moisés también fue revelador, recibiendo de Dios su voluntad y revelándola al pueblo. Así es como se recibieron los diez mandamientos.
El profeta Elías no hizo muchas predicciones, pero podía ver el corazón de los hombres, actuar como vidente, y revelar la voluntad de Dios. Lo mismo sucedió con su discípulo Eliseo.
Así podemos seguir mencionando ejemplos. Sujetar, pues a los profetas al cumplimiento de una sola característica, resulta restrictivo, y nos impide apreciar en su plenitud el verdadero carácter de un profeta de Dios, cuando este le llama para anunciar su palabra. Sea que se trate o no de una predicción, la misión de los profetas es simplemente anunciar la voluntad de Dios y ser testigos especiales de Jesús.
La misión de los apóstoles es semejante: según se puede apreciar en la explicación de Pedro a Cornelio, en Hechos 10, donde la palabra "testigos" se repite con interesante frecuencia.
Ahora bien, habiendo esclarecido (espero) que no todos los profetas tienen por necesidad que hacer predicciones para serlo, el pte. Gordon B. Hinckley sí ha hecho, cómo no, algunas predicciones, y de hecho hizo algunas de ellas en esta última conferencia, pero no creo que sea prudente citarlas aquí después de haberme alargado tanto. Están en los links que nuestros hermanos han tenido la bondad de poner anteriormente, en la Conferencia General de Abril de 2006. Allí podrán leer sus últimos discursos y encontrarán, de hecho, algunas profecías, para satisfacer su curiosidad sobre este punto. Están dirigidas a los creyentes, y más o menos en el espíritu que escribió Juan en el Apocalipsis: "el que tenga oidos para oir, oiga". Por lo tanto, es posible que se requiera de algún conocimiento previo para apreciar cuándo lo que ha dicho se trata de alguna predicción. Pero allí están, para todo aquel que quiera conocerlas.
Personalmente, mi confianza en el presidente Hinckley no se establece por el cumplimiento de las profecías. Mi confianza en el profeta se deriva de mi confianza en Dios, quien es mi verdadero amigo, el más íntimo. A manera de chascarrillo, no creo que sea prudente quedarse sentado cuando un profeta dice que va a temblar, que la tierra se abrirá, y que sólo quienes crean en dicha profecía se salvarán
. Algunos pueden, si quieren, quedarse sentados para ver si la profecía se cumplirá, a ver si quien la dice es profeta de Dios. Personalmente, yo tomaría una vía distinta: miraría de inmediato si al escuchar la profecía siento el Espíritu de Dios en mi corazón, y si lo confirma, personalmente prefiero moverme.
No es mi intención criticar a nadie ni minimizar las cosas. Espero que pueda entenderse con un humor alegre lo que quiero decir.
