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La Prosperidad Bíblica
Andrés G.Panasiuk
Saturday, 11 de June de 2005
Dios quiere que tú seas próspero. Sin embargo, la prosperidad de Dios, no es la prosperidad “tocada” por la filosofía del materialismo de la que escuchamos hablar.
El Salmo 1 y 3ª Juan nos dan una buena idea de la prosperidad integral de Dios. El Salmo 1 dice: “Bienaventurado el varón […] y todo lo que hace prosperará”. San Juan desea a los creyentes que “prosperemos tanto en nuestra salud como en nuestra vida interior”.
La prosperidad integral y bíblica no es solamente prosperidad material. También puede ser emocional, física o espiritual. Es una afrenta a la memoria de los misioneros que lo dejaron todo para traernos el evangelio el decir que si una persona no es materialmente rica no está bendecida por Dios.
Yo creo que el avaro y mezquino cada vez tendrá menos y que a menos que seamos generosos y dadivosos, Dios abrirá las ventanas de los cielos para bendecirnos.
Sin embargo, el dar a Dios debe ser nuestra expresión de adoración a El. Proverbios 3:9 dice que debemos honrar a Dios con nuestras posesiones y las primicias de todos nuestros frutos. La razón principal por la que cada uno de nosotros le damos de nuestros bienes a Dios no debe ser para multiplicar nuestras propias posesiones, sino debe ser para darle honor y gloria a El. Esa es la enseñanza a través de toda la Escritura.
Debemos dejar de pensar en dar para tener buena suerte, bienestar económico, progreso o fortuna, y también debemos dejar de definir a las palabras “bendición” y “prosperidad” en términos materiales y positivos.
Esa es una clara influencia de una filosofía mundana y diabólica –el materialismo– filtrándose en el seno de la iglesia latinoamericana. La bendición de Dios puede ser material y positiva, como en el caso de Abraham, Job y José; o puede no serlo, como en el caso de los apóstoles, la iglesia primitiva y muchos misioneros.
La Biblia nos dice que Dios es soberano, y Él puede decidir a quién le da y cuánto le da a cada uno. Dios quiere prosperarnos, pero a unos nos prospera en un área y a otros en otra. A algunos los prospera en el área económica, a otros en el área espiritual y a otros los prospera en el área familiar o en el área ministerial.
Hay diferentes razones por las que Dios da y por las que Dios no da cosas materiales. San Pablo, en Romanos 11 refiriéndose a la prosperidad dice: “Porque ¿quién entendió la mente de Dios? ¿O quién fue su consejero? ¿Quién le dio a Él primero para que le fuese recompensado?”.
¿Quién le va dar a Dios para que eso lo obligue a Dios a recompensarnos? La respuesta a esa pregunta retórica es: “Nadie”. Dios promete prosperarnos, pero esa promesa no es con referencia exclusiva a cuestiones materiales.
Cuando mis suegros volvieron a Estados Unidos después de haberse pasado 15 a 20 años en el África, su situación económica estaba bastante más pobre de lo que estaba el día que salieron rumbo a Zimbabwe a comienzos de los años 60. Sin embargo, mi suegro traía bajo el poncho una buena cantidad de iglesias plantadas en lugares inhóspitos del continente africano, cientos de convertidos a Cristo y decenas de líderes entrenados para hacer la Obra del Señor. Yo me rehúso a creer que ellos hayan sido “maldecidos” por Dios, simplemente porque su situación económica no era la más brillante.
La “Teología de la Prosperidad” es como un catarro. La iglesia se la pega de tiempo en tiempo y, cuando el pueblo se da cuenta de lo incoherente que es, eventualmente desaparece... hasta la próxima generación de creyentes.
Ahórrese el dolor de cabeza y acepte el concepto bíblico y equilibrado de la prosperidad en la Palabra de Dios.
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La Prosperidad Bíblica
Andrés G.Panasiuk
Saturday, 11 de June de 2005
Dios quiere que tú seas próspero. Sin embargo, la prosperidad de Dios, no es la prosperidad “tocada” por la filosofía del materialismo de la que escuchamos hablar.
El Salmo 1 y 3ª Juan nos dan una buena idea de la prosperidad integral de Dios. El Salmo 1 dice: “Bienaventurado el varón […] y todo lo que hace prosperará”. San Juan desea a los creyentes que “prosperemos tanto en nuestra salud como en nuestra vida interior”.
La prosperidad integral y bíblica no es solamente prosperidad material. También puede ser emocional, física o espiritual. Es una afrenta a la memoria de los misioneros que lo dejaron todo para traernos el evangelio el decir que si una persona no es materialmente rica no está bendecida por Dios.
Yo creo que el avaro y mezquino cada vez tendrá menos y que a menos que seamos generosos y dadivosos, Dios abrirá las ventanas de los cielos para bendecirnos.
Sin embargo, el dar a Dios debe ser nuestra expresión de adoración a El. Proverbios 3:9 dice que debemos honrar a Dios con nuestras posesiones y las primicias de todos nuestros frutos. La razón principal por la que cada uno de nosotros le damos de nuestros bienes a Dios no debe ser para multiplicar nuestras propias posesiones, sino debe ser para darle honor y gloria a El. Esa es la enseñanza a través de toda la Escritura.
Debemos dejar de pensar en dar para tener buena suerte, bienestar económico, progreso o fortuna, y también debemos dejar de definir a las palabras “bendición” y “prosperidad” en términos materiales y positivos.
Esa es una clara influencia de una filosofía mundana y diabólica –el materialismo– filtrándose en el seno de la iglesia latinoamericana. La bendición de Dios puede ser material y positiva, como en el caso de Abraham, Job y José; o puede no serlo, como en el caso de los apóstoles, la iglesia primitiva y muchos misioneros.
La Biblia nos dice que Dios es soberano, y Él puede decidir a quién le da y cuánto le da a cada uno. Dios quiere prosperarnos, pero a unos nos prospera en un área y a otros en otra. A algunos los prospera en el área económica, a otros en el área espiritual y a otros los prospera en el área familiar o en el área ministerial.
Hay diferentes razones por las que Dios da y por las que Dios no da cosas materiales. San Pablo, en Romanos 11 refiriéndose a la prosperidad dice: “Porque ¿quién entendió la mente de Dios? ¿O quién fue su consejero? ¿Quién le dio a Él primero para que le fuese recompensado?”.
¿Quién le va dar a Dios para que eso lo obligue a Dios a recompensarnos? La respuesta a esa pregunta retórica es: “Nadie”. Dios promete prosperarnos, pero esa promesa no es con referencia exclusiva a cuestiones materiales.
Cuando mis suegros volvieron a Estados Unidos después de haberse pasado 15 a 20 años en el África, su situación económica estaba bastante más pobre de lo que estaba el día que salieron rumbo a Zimbabwe a comienzos de los años 60. Sin embargo, mi suegro traía bajo el poncho una buena cantidad de iglesias plantadas en lugares inhóspitos del continente africano, cientos de convertidos a Cristo y decenas de líderes entrenados para hacer la Obra del Señor. Yo me rehúso a creer que ellos hayan sido “maldecidos” por Dios, simplemente porque su situación económica no era la más brillante.
La “Teología de la Prosperidad” es como un catarro. La iglesia se la pega de tiempo en tiempo y, cuando el pueblo se da cuenta de lo incoherente que es, eventualmente desaparece... hasta la próxima generación de creyentes.
Ahórrese el dolor de cabeza y acepte el concepto bíblico y equilibrado de la prosperidad en la Palabra de Dios.
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