EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

28 Febrero 2006
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INSTITUCIÓN DE LA RELIGIÓN CRISTIANA

Por Juan Calvino

LIBRO CUARTO

CAPITULO XVI



EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO Y LA NATURALEZA DEL SIGNO​




1. Bautismo de los niños se funda en la Palabra de Dios

Mas como ciertos espíritus amigos de fantasías han promovido grandes discusiones en la Iglesia en nuestro tiempo a causa de la disposición que tenemos de Dios de bautizar a los niños, y no cesan de discutir, como si Dios no hubiese ordenado esto, sino que los hombres lo hubiesen inventado ahora, o a lo sumo algún tiempo después de los apóstoles, parece que será muy bien confirmar en este punto la conciencia de los fieles, y refutar las falsas objeciones que tales embusteros pueden presentar para trastornar la verdad de Dios en el corazón de la gente sencilla, que no está preparada para responder a tales engaños y sutilezas.

Ellos se sirven de un argumento bastante aceptable en apariencia; el tal es que no desean sino que la Palabra de Dios se guarde y conserve en toda su pureza e integridad, sin añadir ni quitar cosa alguna, como lo hicieron quienes al principio inventaron el Bautismo de los niños, sin que existiera mandato alguno sobre ello. Les concederíamos que esta razón es suficiente, si pudiesen probar su propósito de que tal Bautismo es invención de los hombres, y no disposición de Dios. Mas cuando, por el contrario, hayamos claramente demostrado que son ellos quienes falsa y erróneamente inventan esta calumnia, llamando tradición humana a esta institución perfectamente fundada sobre la Palabra de Dios, ¿qué otra cosa quedará, sino que este pretexto, que en vano inventan, se deshaga y convierta en humo? Por tanto, veamos cuándo se comenzó a bautizar a los niños. Porque si esto fue invención humana, confieso que es preciso dejarlo y seguir la verdadera regla que el Señor ha ordenado; porque los sacramentos estarían pendientes de un hilo si no se fundasen en la pura Palabra de Dios. Mas si vemos que los niños son bautizados por la autoridad de Dios, guardémonos muy bien de hacerle una injuria reprobando su disposición.



2. Las promesas del Bautismo convienen a los niños

En primer lugar, es doctrina en que todos los fieles están de acuerdo,

que la debida consideración de los signos o sacramentos que el Señor ha dejado e instituido en su Iglesia, no consiste solamente en lo exterior ni en las ceremonias visibles, sino que principalmente depende de las promesas y misterios espirituales que el Señor ha querido representar con tales ceremonias. Por lo mismo, el que quisiere saber el valor del Bautismo y a qué fin está destinado, no debe pararse meramente en a agua y en las ceremonias exteriores; sino que ha de levantar su consideración a las promesas de Dios, que se nos hacen en el Bautismo, y a las realidades internas y espirituales que en él se nos representan. Si llegamos a esto, tenemos verdaderamente la sustancia y verdad del Bautismo; y por aquí llegaremos a comprender para qué fin ha sido ordenada la aspersión del agua, que se hace en el Bautismo, y de qué nos sirve. Por el contrario, si no tenemos esto presente, y nuestro entendimiento se detiene exclusiva y únicamente en lo que exteriormente se ejecuta, jamás llegaremos a comprender su virtud, ni cuán importante cosa es el Bautismo, ni qué significa el agua, ni cuál es su uso. No trataremos ampliamente de esto, puesto que es una cosa tan clara y tan común en la Escritura, que ningún cristiano puede dudar de ella e ignorarla. Así pues, queda que investiguemos las promesas hechas en el Bautismo; cuáles son la sustancia y naturaleza propias del mismo..

La Escritura nos enseña que la remisión y purificación de los pecados, que alcanzamos por la efusión de la sangre de Cristo, nos es representada en el Bautismo en primer lugar; y luego, la mortificación de nuestra carne, que conseguimos comunicando con su muerte, para resucitar a una vida nueva; es decir, en inocencia, santidad y pureza. Con esto comprendemos en primer lugar que la señal visible y material no es sino una representación de cosas más altas y excelsas, para cuyo conocimiento es necesario que recurramos a la Palabra de Dios, en la cual se funda toda la virtud del signo. Mediante ella vemos que las cosas significadas y representadas son la purificación de nuestros pecados y la mortificación de nuestra carne, para ser hechos partícipes de la regeneración espiritual que debe existir en todos los hijos de Dios. Además nos muestra que todas estas cosas son efectuadas en Cristo, que es el fundamento.

He aquí, pues, en resumen, la declaración del Bautismo, a la que se puede referir todo cuanto se dice en la Escritura, excepto un punto que aún no se ha tocado; a saber, que nos sirve también como de señal y marca por la cual confesamos ante los hombres a Dios como Señor nuestro, y somos inscritos y empadronados en el número de su pueblo.



3. Circuncisión y bautismo. Promesas, figuras y fundamento son los mismos



Como el pueblo de Dios antes de ser instituido el Bautismo usaba la circuncisión en su lugar, es preciso ver aquí la diferencia y conveniencia que existe entre estos dos signos, para ver lo que de uno se puede aplicar al otro.

Cuando el Señor ordena la circuncisión a Abraham, se sirve de estas palabras: que quiere ser su Dios y el Dios de su descendencia (Gn. 17,7-10), declarándose Todopoderoso, y mostrando que en Él se da la abundancia y plenitud de todos los bienes, para que Abraham comprenda que todos sus bienes proceden de Él. En estas palabras se contiene la promesa de la vida eterna, como lo declara Jesucristo al argumentar en cuanto a esto que su Padre se llama Dios de Abraham, para convencer a los saduceos de la inmortalidad y resurrección de los fieles. "Porque", dice Cristo, "no es Dios de muertos, sino de vivos" (Lc.20,38). Y por ello san Pablo, hablando con los efesios; y mostrándoles de qué ruina los ha sacado Dios, concluye que no tenían la circuncisión; que estaban sin Cristo, extraños a las promesas; sin Dios y sin esperanza (Ef. 2,12); todo lo cual el pacto de la circuncisión comprendía en sí. El primer paso para acercarnos a Dios y entrar en la vida eterna es la remisión de los pecados. De donde se sigue que esta promesa corresponde a la del Bautismo en cuanto a la purificación y a la ablución.

Después el Señor manda a Abraham que camine, delante de Él en integridad e inocencia de corazón; lo cual no es otra cosa sino la mortificación para resucitar a una vida nueva. Y Moisés, para quitar toda duda de si la circuncisión es o no señal y figura de la mortificación, lo expone mucho más por extenso en otros lugares, cuando exhorta al pueblo de Israel a circuncidar su corazón al Señor, puesto que él era el pueblo que Dios había escogido entre todas las naciones de la tierra (Dt.10, 16; 30,6). Igual que Dios, cuando adopta a la posteridad de Abraham por su descendencia, le manda que se circuncide, así también Moisés declara que se debe circuncidar en el corazón; como queriendo mostrar cuál es la verdad de la circuncisión carnal. Asimismo, para que nadie pensase que podía conseguir tal mortificación por sus propias fuerzas y virtud, enseña Moisés que esta mortificación es obra de la gracia de Dios.

Todas estas cosas se repiten tanto en los profetas, que no hay para qué perder tiempo en probadas.

Concluimos, pues, de esto, que los padres tuvieron en la circuncisión la misma promesa espiritual que nosotros poseemos ahora en el Bautismo; y que significaba la remisión de los pecados, y la mortificación de la carne para vivir en justicia. Además, según lo hemos enseñado, Cristo es fundamento del Bautismo, en el que ambas cosas residen; e igualmente lo es de la circuncisión. Porque Él es el que fue prometido a Abraham, y en Él, la bendición de todas las gentes (Gn.12,2); como si el Señor dijera que toda la tierra, en sí maldita, recibiría la bendición por Él; en confirmación de lo cual se les da la circuncisión como un sello.



4. Ahora resulta fácil ver la conveniencia y la diferencia que existe entre el signo de la circuncisión y el del Bautismo.



La promesa, en la cual hemos dicho que consiste la virtud de los signos, es la misma en ambos; es decir, de la misericordia de Dios, de la remisión de los pecados, y de la vida eterna.

Además, la cosa significada es siempre la misma: nuestra purificación

y mortificación.

El fundamento en que se apoya el cumplimiento de estas cosas es también el mismo en ambos.

Por consiguiente, se sigue que no hay diferencia alguna entre el bautismo y la circuncisión en cuanto al misterio interno, en lo cual consiste toda la sustancia de los sacramentos, según hemos demostrado. La única diferencia se refiere a las ceremonias externas, que es lo menos importante en los sacramentos, puesto que la consideración principal depende de la Palabra y de la cosa significada y representada.

Podemos, pues, concluir que todo cuanto pertenece a la circuncisión pertenece también al Bautismo, excepto la ceremonia externa y visible.

A esta deducción nos encamina la regla que establece san Pablo, de que toda la Escritura se debe medir y pesar conforme a la analogía y proporción de la fe (Rom.12, 3.6), la cual siempre tiene presentes las promesas. Y, de hecho, la verdad en este punto se puede tocar con las manos. Porque igual que la circuncisión fue un signo y marca para los judíos con que reconocer que Dios los recibía por pueblo suyo y que ellos le tenían por su Dios, sirviéndoles de esta manera como de una primera entrada externa en la Iglesia de Dios, del mismo modo por el Bautismo somos primeramente recibidos en la Iglesia del Señor, para ser tenidos por pueblo suyo, y, por nuestra parte, manifestamos que queremos tenerle por nuestro Dios. Por lo cual se ve claramente que el Bautismo ha sucedido a la circuncisión.



5. Como la circuncisión, el Bautismo pertenece a los niños



Y si alguno pregunta ahora si el Bautismo debe ser comunicado a los niños, como si les perteneciera por disposición de Dios, ¿quién será tan desatinado y loco, que para resolverlo se pare a considerar solamente el agua visible, y no tenga presente el misterio espiritual? Porque si lo tenemos presente, no podrá haber duda alguna de que el bautismo se administra con toda razón a los niños. Al ordenar el Señor antiguamente la circuncisión para los niños, demostró claramente que los hacía partícipes de todo cuanto en ella les representaba. Pues de otra manera habría de decirse que tal institución no había sido más que mentira, falsedad y engaño; sólo pensar lo cual es un horrible pecado. El Señor dice expresamente que la circuncisión que se administra al niño le servirá de confirmación del pacto que hemos expuesto. Si, pues, el pacto permanece siempre el mismo, es del todo cierto que los hijos de los cristianos no son menos partícipes de él, que lo fueron los de los judíos en el Antiguo Testamento. Y si participan de la realidad significada, ¿por qué no les ha de ser comunicado también el signo? Si poseen la verdad, ¿por qué alejar la figura?; pues la señal externa en el sacramento va de tal manera unida a la Palabra, que no se puede separar de ella.

Si se trata de establecer diferencia: entre el signo visible y la Palabra, ¿cuál de estas dos cosas ha de ser tenida en mayor estima? Evidentemente, dado que el signo sirve a la Palabra, bien claro se ve que es inferior a ella; y puesto que la Palabra del Bautismo conviene a los niños, ¿por qué quitarles el signo, que depende de la Palabra? Si no hubiese más razón que ésta, sería suficiente para cerrar la boca a todos los que defienden una opinión contraria.

La objeción de que había un día señalado para la circuncisión (Gn. 17,12; 21,4), no viene a propósito. Es verdad que el Señor no nos ha obligado a ciertos días, como lo hizo con los judíos; pero dejándonos en libertad en cuanto a esto, nos ha -declarado, sin embargo, que los niños deben ser solemnemente recibidos en su pacto. ¿Queremos algo más que esto?



6. El pacto de gracia es también el fundamento del Bautismo



Sin embargo, la Escritura nos lleva aún a un mayor Conocimiento de la verdad. Porque es del todo cierto que el pacto ,que el Señor en otro tiempo hizo con Abraham, diciendo que sería su Dios y el de su descendencia, no se aplica menos en el día de hoy a los cristianos, que antiguamente al pueblo de Israel; y estas palabras no se dirigen, menos a íos cristianos, que en otro tiempo a los patriarcas del Antiguo Testamento. Pues de otra manera se seguiría que la venida de Jesucristo ha aminorado la gracia y misericordia del Padre, siendo una horrible blasfemia decirlo o pensarlo.

Así como los hijos de los judíos fueron llamados linaje santo, por ser herederos de este pacto, y se les separaba de los hijos de los infieles y de los idólatras; así del mismo modo los hijos de los cristianos son llamados santos, aunque no sean engendrados más que de padre o de madre fiel, y son diferenciados de los otros por el testimonio de la Escritura (1 Cor. 7,14); Ahora bien, el Señor, después de haber establecido este pacto con Abraham, quiso que fuera sellado en los niños con el sacramento visible y externo (Gn.17, 12).¿Qué excusa, pues, podemos alegar nosotros para no atestiguarlo y sellarlo actualmente lo mismo que lo era entonces? Y no pueden replicar que el Señor no ha instituido ningún otro sacramento para testificar este pacto, sino el de la circuncisión, que ya está abolido. A esto puede responder muy fácilmente que el Señor instituyó la circuncisión en aquel tiempo para confirmar su pacto, y que al ser abolida la circuncisión, sin embargo permanece siempre,en pie la razón de confirmar el pacto; pues nos conviene tanto a nosotros como a los judíos.

Así pues, debemos considerar siempre diligentemente aquello en que convenimos con ellos, y en lo que nos. diferenciamos. Convenimos en el pacto y en el motivo de confirmarlo; nos diferenciamos solamente en la manera. Ellos tienen la circuncisión para confirmación; nosotros tenemos en su lugar el Bautismo. Porque de otra manera, la venida de Cristo habría sido causa de queda misericordia de Dios no, se hubiera manifestado a nosotros tanto como a los judíos, si el testimonio que ellos tenían para sus hijos se' nos hubiera quitado. a nosotros. Si esto no se puede decir sin grave ofensa de Cristo, por quien la infinita bondad del Padre nos ha sido más amplia y abundantemente comunicada y manifestada que nunca, es necesario conceder que esta gracia divina no se debe ocultar más que estaba bajo la Ley, ni debe ser para nosotros menos cierta que era para ellos.



7. Cristo recibe y bendice a los niños



Y por eso Jesucristo, para demostrar que había venido más bien para aumentar y multiplicadas gracias del Padre que para disminuirlas, recibe amablemente y abraza a los niños , que le presentaban, reprendiendo a sus apóstoles, que intentaban impedirlo, y procuraban apartar a aquellos a quienes pertenecía el reino de los cielos de Él, que es el camino (Mt.19,13-14).



Respuesta a tres objeciones. Pero, quizá diga alguno, ¿qué relación hay entre que Cristo abrazara a los niños y el Bautismo? Porque no se dice que Él los haya bautizado, sino sólo que los ha recibido, abrazado y orado por ellos..Por tanto, si queremos seguir este ejemplo del Señor, será necesario orar por los niños, pero no bautizarlos, pues Él no lo hizo.

Consideremos mejor nosotros lo que Jesucristo hizo; pues no debemos dejar, pasar a la ligera y sin más consideración el mandato del Señor de que le presenten los niños; y la razón que luego añade: porque de ellos es el reino de los cielos. Y además, luego muestra de hecho su voluntad, abrazándolos y orando por ellos al Padre. Si es razonable llevar los niños a Cristo, ¿por qué no lo será también admitirlos al Bautismo, que es la señal exterior mediante la cual Jesucristo nos declara la comunión y sociedad que con Él tenemos? Si el reino de los cielos les pertenece, ¿cómo negarles la señal por la que se nos abre como una entrada en la Iglesia, para que ingresando en ella seamos declarados herederos del reino de Dios? ¿No seríamos muy perversos, si arrojásemos fuera a quienes el Señor llama a sí? ¿Si les quitásemos lo que Él les da? ¿Si cerrásemos la puerta a quienes Él la abre? Y si se trata de separar del Bautismo lo que Jesucristo ha hecho, ¿qué es más importante, que Cristo los haya recibido, haya' puesto las manos sobre ellos en señal de santificación, haya orado por ellos, demostrando así que son suyos; o que nosotros testifiquemos con el Bautismo que pertenecen a su pacto?

Las sutilezas que aducen para escabullirse de este texto de la Escritura son del todo frívolas. Querer probar que estos niños eran ya mayores, en virtud de que Cristo dice: dejadlos que vengan a mí, evidentemente repugna a lo que dice el evangelista, que los llama niños de pecho; pues eso significan las palabras que emplea. Y, por tanto, la palabra venir, simplemente significa aquí acercar.! He aquí cómo los que se endurecen contra la verdad buscan en cada palabra ocasión de tergiversar las cosas.

No es más sólida la objeción de que Cristo no dice: el reino de los cielos pertenece a los niños; sino: el reino de los cielos pertenece a los que son semejantes a-los niños. Porque si esto fuera así, ¿qué fuerza tendría la razón de Cristo, que los niños deben acercarse a Él? Cuando dice: dejad que los niños vengan a mí, no hay duda que entiende los niños en edad. Y para mostrar que es razonable que así sea, añade: porque de los tales es el reino de los cielos. Si es necesario comprender a los niños, se ve claramente que el término tales quiere decir: a los niños y a los que son semejantes a ellos pertenece el reino de los cielos.



8. Otra objeción: los apóstoles no bautizaron a los niños



Es, pues, evidente que el bautismo de los niños no ha sido inventado temerariamente por los hombres, pues se confirma de modo irrefutable por la Escritura.

Tampoco tiene valor alguno la objeción que algunos hacen: que no se puede demostrar con ningún texto de la Escritura que los apóstoles bautizaran un solo niño. Porque, aun admitiendo que no existe texto alguno que lo diga expresamente, no por eso podemos decir que no hayan sido bautizados, ya que jamás se excluye a los niños cuando se hace mención de que alguna familia recibió el Bautismo (Hch.16, 15.33). Pues si esta razón fuese válida, podríamos concluir también de ella que las mujeres no deben ser admitidas a la Cena del Señor, puesto que no hay un texto en la Escritura que diga que ellas comulgaron en tiempo de los apóstoles. Mas en esto seguimos, como se debe hacer, la regla de la fe, considerando únicamente si la institución de la Cena les conviene a ellas; y, si conforme a la intención del Señor, se les debe administrar. Así también lo hacemos en el Bautismo. Porque cuando consideramos el fin para el cual fue instituido el Bautismo, vemos que no menos conviene a los niños que a los adultos. Y por ello no se les puede privar del mismo, sin defraudar la intención del que instituyó el Bautismo.

Por lo que hace a los que esparcen entre el vulgo la opinión de que durante muchos años después de la resurrección de Cristo no se supo lo que era bautizar a los niños, ciertamente en esto mienten, porque no hay escritor, por más antiguo que sea, que no declare que este Bautismo se usaba ya en tiempo de los apóstoles.



9. Uso y frutos del Bautismo de los niños



Queda ahora demostrar qué provecho sacan los fieles de la costumbre de bautizar a sus hijos, y el que reciben los niños al ser bautizados: así nadie lo menospreciará como cosa inútil y vana. Y si alguno pretende burlarse del Bautismo con este pretexto, por la misma razón se burla del mandato de la circuncisión. Porque; ¿qué pueden decir contra el Bautismo, que no se pueda también aplicar a la circuncisión? De esta manera castiga Dios la arrogancia de los que condenan en seguida todo lo que no pueden comprender con su sentido carnal.

Pero Dios nos ha equipado con armas mejores para reprimir su loca necedad. Porque esta santa institución por la que sentimos que nuestra fe es ayudada con un grande consuelo, no puede ser tenida por superflua. Porque la señal que Dios comunica a los niños, confirma, como si fuese ratificada con un sello, la promesa que el Señor ha hecho a los suyos, que Él será su Dios y el de su descendencia por mil generaciones. En lo cual primeramente brilla la bondad de Dios para glorificar y ensalzar su nombre; y, en segundo lugar, para consolar al hombre fiel y darle mayor ánimo para entregarse totalmente a Dios, al ver que no solamente se preocupa de él, sino también de sus. hijos y su posteridad. Y no se puede decir que la promesa bastaría para asegurar la salvación de nuestros niños. Porque otro ha sido el pensamiento de Dios, que conociendo la flaqueza de nuestra fe, la ha querido fortalecer. Por tanto, todos los que con plena confianza descansan en la promesa de que Dios quiere hacer misericordia a su descendencia, deben presentar a sus criaturas para recibir el signo de la misericordia; y con ello consolarse y corroborar su fe, al ver con sus mismos ojos la alianza del Señor sellada en el cuerpo de sus hijos.

El provecho que los niños reciben es que la Iglesia, reconociéndolos como miembros suyos, los tiene en mayor estima; y ellos; al ser mayores tienen ocasión de inclinarse más al servicio de Dios, que se les ha manifestado como Padre antes de que tuviesen entendimiento para comprenderlo, recibiéndolos en el número de los suyos desde el seno mismo de su madre.

Finalmente, debemos siempre temer que, si menospreciamos marcar a nuestros hijos con la señal del pacto, el Señor nos castigue por ello (Gn.17,14); porque al hacerlo así renunciamos al beneficio y a la merced que nos ofrece.



10. Argumentos de los anabaptistas



1°. La circuncisión no es comparable al Bautismo. Pasemos ahora a las razones y argumentos con que el espíritu maligno procura engañar a muchos con el pretexto de que quieren fundamentarse en la Palabra de Dios; y consideremos la fuerza que tienen las sutilezas de Satanás, con las que pretende invalidar esta disposición del Señor, que siempre fue mantenida en la Iglesia como se debía.

Los que, impulsados por el diablo, se oponen en esta materia a la Palabra de Dios, al verse cogidos y convencidos con la semejanza que hemos expuesto entre la circuncisión y el Bautismo, se esfuerzan en probar que existe una gran diferencia entre estos dos signos, de tal modo que apenas convengan nada entre sí. Dicen primeramente que la cosa significada no es la misma; en segundo lugar, que el pacto es diferente; y, en fin, que el término de niños ha de entenderse dé diversa manera.

Para probar lo primero alegan que la circuncisión fue figura de la mortificación, y no del Bautismo; lo cual nosotros les concedemos de buen grado, pues redunda en nuestro favor. En efecto, para probar nuestra tesis no empleamos otras palabras sino éstas: la circuncisión y el Bautismo representan igualmente la mortificación. De lo cual concluimos que el Bautismo ha sucedido a la circuncisión, puesto que el Bautismo significa para los cristianos lo mismo que la circuncisión significaba para los judíos.

En cuanto a lo segundo que alegan, muestran con ello cuán trastornado tienen su entendimiento, corrompiendo y destruyendo la Escritura con gran temeridad; y esto no en un solo lugar, sino en general. Porque ellos nos presentan a los judíos como un pueblo carnal y embrutecido; más semejante a las bestias que a los hombres; con el cual Dios no ha establecido más que un pacto en orden a esta vida temporal, ni les ha hecho más promesa que la de los bienes presentes y corruptibles. De ser esto así, ¿qué quedaría sino considerar al pueblo judío como una piara de puercos, que el Señor ha querido engordar en la pocilga, para dejarlos después perecer para siempre? Porque siempre que les citamos la circuncisión y las promesas que les fueron hechas, en seguida responden que la circuncisión fue señal literal, y sus promesas, carnales.



11. 2°. La circuncisión no ha sido más que un signo literal y carnal



Ciertamente, si la circuncisión fue un signo literal, también lo es el Bautismo, puesto que san Pablo no considera más espiritual al uno que al otro, al decir que fuimos circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de nosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo (Col. 2, 11). y después, para aclarar esto, añade que por el Bautismo somos sepultados juntamente con Cristo. ¿Qué quieren decir estas palabras, sino que el cumplimiento y la verdad del Bautismo es también el cumplimiento y la verdad de la circuncisión, por cuanto figuran la misma cosa? Pues él pretende demostrar que el Bautismo es lo mismo para los cristianos, que la circuncisión era para los judíos.

Mas como ya he demostrado bien claramente que las promesas de ambos signos, y los misterios que en ellos se representan, convienen entre sí, no me detendré más en ello al presente. Solamente quiero advertir a los fieles que consideren por sí mismos si se debe tener por terreno y literal un signo que no contiene cosa alguna que no sea espiritual y celestial. Mas como ellos alegan ciertos pasajes de la Escritura para probar su mentira, y así engañar a los ignorantes, contestaremos brevemente a las objeciones que a este propósito pueden hacer.

Es cosa muy cierta que las principales promesas que el Señor ha hecho a su pueblo en el Antiguo Testamento, y en las cuales se contenía el pacto que con él estableció, eran espirituales y se referían a la vida eterna. De acuerdo con ello, los patriarcas las entendieron espiritualmente para concebir la esperanza de la gloria venidera, y sentirse arrebatados de afecto a ella. Sin embargo, no negamos que les ha manifestado su benevolencia con otras promesas carnales y terrenas; y ello para confirmar las promesas espirituales; como vemos que Dios, después de haber prometido a Abraham la bienaventuranza inmortal, añade la promesa de la tierra de Canaan, para declararle su gracia y favor hacia él (Gn.15, 1-18). De esta manera se deben entender todas las promesas terrenas que hizo al pueblo judío, haciendo preceder la promesa espiritual como fundamento y principio, a la cual se ha de referir todo lo demás. Esto lo trato aquí sucintamente, porque ya lo he expuesto por extenso en el tratado acerca del Antiguo y del Nuevo Testamento.



12. 3°. Los hijos de Abraham fueron su descendencia carnal



La diferencia que establecen entre los niños del Antiguo y los del Nuevo Testamento es que los hijos de Abraham eran entonces su descendencia según la carne; pero que ahora se llaman hijos de Abraham a quienes le imitan en la fe. Por esto aquella infancia según la carne, que por la circuncisión ingresaba en el pacto, figuraba a los hijos espirituales del Nuevo Testamento, que por la Palabra de Dios son regenerados para gozar de la inmortalidad. En esto .hay Ciertamente algún destello de verdad; pero yerran sobremanera estos espíritus ligeros, cuando inconsideradamente toman lo primero que les viene a mano, en vez de pasar adelante cotejando unas con otras todas las cosas, y no aferrándose pertinazmente a una sola palabra. Por eso no pueden por menos que andar siempre a tientas; y la causa es que nada tiene fundamento sólido.

Admitimos que la descendencia carnal de Abraham ocupó por algún tiempo el lugar de los hijos espirituales, que por la fe son incorporados a él. Porque nosotros somos llamados sus hijos, aunque según la carne no tengamos parentesco alguno con él. Pero si ellos entienden, como sus palabras indican, que la bendición espiritual no fue nunca prometida a la descendencia carnal de Abraham, se engañan grandemente. Por tanto, es mejor que apunten en otra dirección; a saber, aquella hacia la cual la Escritura misma nos encamina. Pues el Señor promete a Abraham que en su descendencia todas las gentes de la tierra habrán de ser benditas; ya la vez, que Él será su Dios y el de su posteridad. Todos los que reciben a Cristo, autor de esta bendición, son herederos de esta promesa; y por eso se llaman hijos de Abraham.



13. Y aunque después de la resurrección-de Jesucristo, el reino de Dios ha dilatado sus fronteras para que todos los pueblos y naciones tengan indiferentemente entrada en él, a fin de que, como Él mismo dice, los fieles sean reunidos de todas las partes del mundo y se sienten en la gloria celestial en compañía de Abraham; Isaac y Jacob (Mt.8, 11); sin embargo, todo el tiempo que precedió a la misma nuestro Señor tuvo esta gracia como encerrada entre el pueblo judío, y a él llamaba su reino, su pueblo peculiar, y su heredad (Ex. 19, 5). Ahora bien, el Señor, para hacer pública esta merced, les dio la circuncisión, que les servía de señal por la que Él declaraba que era su Dios, recibiéndolos bajo su amparo y protección, para guiarlos a la vida eterna. Porque cuando Dios nos toma bajo su protección, ¿qué nos puede faltar?



Testimonio de san Pablo. Por esta causa, san Pablo, queriendo demostrar que los gentiles son hijos de Abraham exactamente igual que los judíos, dice así: Abraham fue justificado por la fe, antes de ser circuncidado; después recibió la circuncisión como signo. de la justicia, para que fuese padre de todos los creyentes, incircuncisos y circuncidados; no de aquellos que se glorían de la sola circuncisión, sino de los que siguen la fe que nuestro padre Abraham tuvo en la in circuncisión (Rom. 4,10-12). Vemos cómo equipara los unos a los otros en dignidad. Porque Abraham fue todo el tiempo que Dios dispuso, padre de los fieles circuncidados; pero cuando la pared se derrumbó, como dice el Apóstol, para abrir la puerta a los que estaban fuera y que entrasen en el reino de Dios (Ef.2, 14), fue hecho padre de ellos, aunque no estuviesen circuncidados, porque el Bautismo les servía de circuncisión. Y lo que el Apóstol niega expresamente: que Abraham no haya sido padre más que de los que no tenían otra cosa sino la circuncisión, lo dijo ex professo para abatir la vana confianza de algunos judíos, que sin hacer caso alguno de la piedad, se preocupaban mucho de las meras ceremonias. Y lo mismo se podría decir del Bautismo, para refutar el error de aquellos que no buscan otra cosa en él sino el agua solamente.



14. Pero, ¿qué es lo que el Apóstol quiere decir en otro lugar, cuando enseña que los verdaderos hijos de Abraham no son quienes lo son según la carne, sino según la promesa (Rom.9, 7-8)? Ciertamente de aquí quiere concluir que el parentesco según- la carne no sirve de nada. Pero es preciso que consideremos atentamente lo que el Apóstol trata en este lugar. Queriendo demostrar a los judíos que la gracia de Dios no está ligada a la descendencia de Abraham según la carne, y que este parentesco en sí mismo no merece estima alguna, en confirmación de esto aduce, en el capítulo nono; el ejemplo de Ismael y Esaú, los cuales, si bien eran descendientes de Abraham según la carne, sin embargo fueron desechados como extraños, recayendo la bendición sobre Isaac y Jacob; de lo cual se sigue, como él mismo concluye, que la salvación depende de la misericordia de Dios, que Él otorga a quien le place; y que, por tanto, los judíos no tienen de qué vanagloriarse de pertenecer a la Iglesia de Dios, si no guardan la condición del pacto; a saber, si no obedecen a su Palabra. Sin embargo, después de haber abatido la vana confianza de los judíos, sabiendo por otra parte que el pacto establecido por Dios con Abraham y su descendencia no era vano, sino que conservaba su valor y estimación, en el capítulo once declara que no se debe menospreciar a" esta descendencia de Abraham según la carne, y que los judíos son los verdaderos y primeros herederos del Evangelio, a no ser que, por su ingratitud, se hagan indignos y queden desheredados; pero de tal manera que la gracia celestial nunca se ha apartado por completo de esta nación. Por eso el Apóstol, aunque contumaces y rebeldes, les llama santos. Tan grande es la honra que les atribuye a causa del origen santo de que proceden. En cuanto a nosotros, dice, si nos comparamos con ellos, no somos más que hijos abortivo s de Abraham; y aun esto por adopción, y no por naturaleza; como si un renuevo fuese injertado en'"otro árbol. Y por eso, para que no perdiesen su privilegio, fue necesario que primeramente a ellos antes que a ninguna otra nación se les anunciase el Evangelio. Porque ellos son los primogénitos en la casa de Dios. Por eso hubo que darles esta honra, hasta que ellos mismos la desecharon y con su ingratitud hicieron que se ofreciese a los gentiles. Y por más rebeldes que se muestren al Evangelio, no debemos menospreciados, esperando que la bondad de Dios aún está sobre ellos a causa de la promesa. Porque san Pablo declara que nunca se apartará de ellos, al decir que los dones y la vocación de Dios son sin arrepentimiento ni m4tación (Rom. l}, 29).



15. Conclusión. - Los judíos y los cristianos participan del beneficio del mismo pacto



He aquí, pues, de cuánta importancia es la promesa hecha a la posteridad de Abraham. Por eso, aunque la 'sola elección domine en cuanto a esto para diferenciar a los herederos del reino de los cielos de quienes no lo son, sin embargo ha querido Dios poner los ojos particularmente en la raza de Abraham, y testimoniar esta su misericordia, y sellada con la circuncisión. Y lo mismo vale para los cristianos. Porque así como san Pablo afirma en cierto lugar que los judíos son santificados por ser de la raza de Abraham, así también en otro pasaje declara que los hijos de los cristianos son ahora santificados por sus padres (1 Cor. 7,14); y, por tanto, deben ser diferenciados de los otros, que permanecen todavía en su impureza. De ahí se puede fácilmente juzgar que es completamente falso lo que éstos pretenden concluir; a saber, que los niños que antiguamente se circuncidaban figuraban solamente la infancia espiritual, que procede de la regeneración de la Palabra de Dios: Porque el Apóstol no argumenta tan sutilmente cuando escribe que "Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión... para confirmar las promesas hechas a los padres" (Rom. 15,8). Como si dijera: Puesto que el pacto hecho con Abraham pertenece también a su descendencia, Jesucristo, a fin de cumplir la verdad de su Padre, ha venido para llamar a esta nación a la salvación. He aquí cómo san Pablo entiende Que la promesa se debe cumplir siempre al pie de la letra, como suenan las palabras, en la descendencia según la carne, aun después de la resurrección de Cristo. Y lo mismo dice san Pedro en el capítulo segundo de los Hechos: anuncia a los judíos que la promesa les pertenece a ellos y a sus descendientes. Y en el capítulo tercero les llama hijos del pacto (Hch.3,25), que quiere decir herederos (en virtud siempre de la promesa). Y así lo confirma san Pablo, según lo hemos citado; pues él pone la circuncisión de los niños como testimonio de la comunión espiritual que tienen con Cristo (Ef.2,11-l2). Si las cosas fuesen como éstos dicen, ¿qué responderían a la promesa que el Señor hace a sus fieles en la Ley, de mostrar su misericordia a sus descendientes por mil generaciones? Si recurren a la alegoría, la respuesta es vana. ¿O dirán quizás que la promesa ya está abolida? Esto sería destruir la Ley de Dios, que más bien ha sido confirmada por Cristo, en cuanto sirve para nuestro bien y salvación.

Permanezcamos, pues, firmes en que el Señor es tan bueno y munífico con los suyos, que no solamente los tiene a ellos por pueblo suyo, sino también a sus descendientes por causa de ellos.



16. 4°. Otros argumentos para diferenciar la circuncisión del Bautismo



Las otras diferencias que se esfuerzan por establecer entre la circuncisión y el Bautismo son vanas y ridículas, y se contradicen unas a otras. Porque después de afirmar que el Bautismo pertenece al primer día de la batalla cristiana, que es espiritual; y la circuncisión, al octavo, después que la mortificación de la carne ha sido del todo realizada, prosiguen diciendo que la circuncisión figura la mortificación del pecado, y el Bautismo la sepultura, después de que hemos muerto en él.

Ciertamente un loco no se contradiría de modo tan flagrante. Porque de lo primero que afirman se seguiría que el Bautismo debería preceder en el tiempo a la circuncisión; y de lo segundo, lo contrario, a saber, que debería serie posterior.

No hemos de extrañarnos de tales contradicciones; porque el espíritu del hombre, cuando se da a inventar fábulas e imaginaciones semejantes a los sueños, necesariamente ha de caer en tales desvaríos.

Si querían ver una alegoría en el octavo día, debían haber procedido de otra manera. Mucho mejor hubiera sido exponer, como lo hicieron los antiguos, que esto era para mostrar que la renovación de vida depende de la resurrección de Cristo, la cual tuvo lugar al octavo día; o bien, que es preciso que esta circuncisión del corazón sea perpetua y mientras dure la vida.! Aunque hayal parecer alguna razón para creer que el Señor, al diferir la circuncisión hasta el octavo día, haya tenido en cuenta la tierna edad de los niños; porque la herida en los recién nacidos sería más peligrosa, y queriendo su Majestad que su pacto fuera impreso en sus cuerpos, es verosímil que haya fijado este término, a fin de que estuviesen lo suficientemente fuertes como para que su vida no peligrase.

La segunda diferencia que establecen no tiene más solidez; pues es una burla decir que por el Bautismo somos sepultados después de la mortificación; porque más bien somos enterrados para ser mortificados, como lo enseña la Escritura (Rom. 6,4).

Finalmente alegan que si nosotros tomamos la circuncisión por fundamento del Bautismo, no deberíamos bautizar a las niñas, puesto que solamente los niños se circuncidaban. Pero si consideran debidamente el significado de la circuncisión, no podrán decir esto. Porque siendo así que el Señor con este signo demostraba la santificación de la posteridad de Israel, es del todo cierto que ella servía lo mismo para las niñas que para los niños; pero la señal no se les aplicaba a ellas porque su sexo nO' la admitía. Y así el Señor, al ordenar que los varones fuesen circuncidados, en ellos comprendía también al sexo contrario, que al no poder recibir la circuncisión en su propio cuerpo, participaba en cierto modo de la circuncisión de los varones.

En conclusión: dejemos a un lado todas estas locas fantasías, como se merecen, y retengamos firmemente la semejanza que existe entre el Bautismo y la circuncisión en cuanto al misterio interior, a las promesas, al uso y a la eficacia.



17. 5°. Los niños son incapaces de comprender el bautismo



Les parece también que tienen razón sobrada para que no sean bautizados los niños, por el hecho de que no tienen uso de razón para comprender el misterio que en él es representado; a saber, la espiritual regeneración, de la cual los niños no son capaces. De ahí concluyen que se les debe dejar como a hijos de Adán, hasta que hayan llegado a una edad en que sean capaces de esta regeneración.

Pero la verdad de Dios es muy contraria a todo esto. Porque si se les debe dejar como a hijos de Adán, se les deja en la muerte; pues en Adán no hay más que muerte. Cristo, por el contrario, manda que los lleven a Él (Mt.19, 14). ¿Por qué? Porque Él es la vida. Quiere, pues, hacerlos compañeros suyos, para vivificarlos. Pero éstos luchan contra su voluntad, diciendo que permanezcan en la muerte. Porque, si piensan que los niños no se pierden por ser hijos de Adán, su error es ampliamente refutado por el testimonio de la Escritura. Al decir que todos mueren en Adán (1 Cor.15,22), se sigue que no hay esperanza alguna de vida sino en Cristo. Por tanto, para ser herederos de la vida es preciso tener parte con Cristo. Asimismo en otro lugar se dice que todos somos por naturaleza hijos de ira, concebidos en pecado (Ef. 2, 3), el cual trae siempre consigo la condenación; por tanto, debemos despojamos de nuestra naturaleza, para poder entrar en el reino de Dios. ¿Y se puede decir algo más claro que estas palabras: "la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios" (1 Cor.15,50)? Es necesario, pues, que cuanto hay en nosotros perezca, para ser hechos herederos de Dios; lo cual no puede tener lugar sin ser regenerados. Finalmente es necesario qué permanezca verdadera la Palabra del Señor, cuando dice que Él es la vida (Jn. 11,25; 14,6). Así pues, es necesario que seamos injertados en Él para quedar libres de la servidumbre de la muerte.



6°. No pueden ser regenerados. Mas, ¿de qué manera, argumentan ellos, son regenerados los niños, que no conocen el mal ni el bien? A esto respondemos que, aunque la acción de Dios permanezca oculta e incomprensible para nosotros, sin embargo no por eso hay que dejar de hacerla. Que el Señor regenere a las criaturas que quiere salvar, como es del todo cierto que salva a algunas, es del todo evidente. Porque si nacen en la corrupción, deben ser purificadas antes de entrar en el reino celestial, donde no puede penetrar cosa alguna manchada (Ap. 21,27). Si las criaturas nacen en pecado, como lo declaran David y san Pablo (Sal. 51,5; Ef. 2, 3), necesariamente, o permanecen en desgracia de Dios y como objeto de su ira, o son justificadas para serle gratas. Pero, ¿a qué buscamos más, cuando el mismo Juez celestial nos dice que para entrar en su reino es menester que renazcamos (Jn. 3, 3)? Y para cerrar la boca a todos los amigos de murmuraciones, nos ofrece un ejemplo admirable en san Juan Bautista, santificándolo en el vientre de su madre (Lc.1,15), y demostrando con ello que 10 mismo podía hacer con los demás.

La otra escapatoria que proponen tampoco tiene valor. Dicen que esto lo hizo Dios una vez; y que de ahí no se sigue que lo haga con las otras criaturas. Nosotros no afirmamos tal cosa; simplemente pretendemos demostrar que ellos sin razón alguna quieren restringir la virtud y potencia de Dios con los niños; la cual, sin embargo, ya una vez la ha Él demostrado.

El otro subterfugio a que se acogen no es más sólido. Aseguran que es un modo de hablar de la Escritura decir "desde el vientre de la madre", en vez de desde la juventud. Porque se puede ver muy bien que el ángel, al decir estas palabras a Zacarías no quiso decir lo que ellos pretenden, sino que el niño, antes de nacer, sería lleno del Espíritu. Por tanto, no intentemos dar leyes -a Dios; dejémosle que santifique a quien bien le parezca, como lo hizo con san Juan, puesto que su mano no se ha acortado.



18. Sin embargo los niños tienen parte en la santificación de Cristo



De hecho, la razón de que Cristo fuese santificado desde su infancia fue que todas las edades indistintamente fuesen, santificadas en Él, según le pareciera. Porque de la misma manera que para destruir la culpa de desobediencia que en nuestra carne se había cometido, se revistió de esta misma carne, en la cual por nuestra causa y en nuestro nombre dar cumplida y perfecta obediencia; así también fue concebido por el Espíritu Santo para que del todo lleno de esta santidad nos la comunicase a nosotros. Y si tenemos en Jesucristo un perfectísimo dechado de todas las gracias y mercedes que Dios hace a los suyos, también en esto nos servirá de prueba de-que la mano de Dios no se ha acortado más para los niños que para los de otra edad. Sea de ello lo que fuere, tengamos por cierto que el Señor no saca de esta vida a ninguno de sus elegidos sin santificarlo y regenerarlo primero con su Espíritu.

A la objeción de que la Escritura no conoce ninguna otra regeneración que la que tiene lugar de la semilla incorruptible por la Palabra de Dios (1 Pe.1,23), respondemos que entienden muy mallo que dice san Pedro; pues él se dirige únicamente a los fieles que habían sido enseñados con la Palabra de Dios. A éstos afirmamos que la Palabra de Dios es la sola y única semilla de la regeneración espiritual; pero negamos que de esto se siga que los niños no puedan ser regenerados por la virtud y potencia de Dios a nosotros oculta y admirable, pero para Él fácil y común. Además, sería una cosa poco segura afirmar que el Señor no pueda de ninguna manera manifestarse a los niños.



19. 7°. Los niños no pueden tener fe

¿Cómo, dicen, puede ser esto, si, como asegura san Pablo, "la fe es por el oir" (Rom. 10, 17), y los niños son incapaces de discernir el bien del mal?

Pero ellos no consideran que san Pablo habla aquí solamente de la manera ordinaria que usa el Señor para infundir la fe a los suyos; no que no pueda usar otra, como ciertamente lo hace con muchos, a los cuales, sin jamás hacerles oír la Palabra, los ha tocado interiormente para .llamarlos a su conocimiento. Y como les parece que esto repugna a la naturaleza de los niños, los cuales, como dice Moisés, "no saben lo bueno ni lo malo" (Dt. 1,39), les pregunto por qué quieren restringir la potencia de Dios, como si no supiese hacer con los niños lo que poco después hace perfectamente con ellos. Porque si la plenitud de la vida consiste en conocer perfectamente a Dios, como quiera que el Señor salva a algunos que mueren aún niños, es cierto que Dios se les ha manifestado enteramente. Y como ellos han de tener este perfecto conocimiento en la otra vida, ¿por qué no pueden tener mientras viven aquí un destello del mismo, principalmente cuando no decimos que Dios les quite esta ignorancia hasta que los saque de la prisión del cuerpo? No que yo quiera temerariamente afirmar que los niños tengan una fe cual la que nosotros tenemos; nuestra intención es solamente mostrar la temeridad y presunción de los que siguiendo su loca fantasía afirman y niegan cuanto se les antoja, sin tener en cuenta la razón para hacerlo así.



20. 8°. Los niños no pueden arrepentirse



Para más forzamos dicen que el Bautismo es sacramento, según lo enseña la Escritura, de penitencia y de fe. Mas como los. niños no son capaces de ello, hemos de guardamos de que al recibirlos en el Bautismo no hagamos vano y ridículo lo que el Bautismo significa.

Pero estos argumentos más combaten contra lo que Dios ha ordenado, que contra nosotros. Porque que la circuncisión fue signo de penitencia se ve muy claramente en muchos lugares de la Escritura, principalmente en el capítulo cuarto de Jeremías. Y san Pablo la llama "sello de la justicia de la fe" (Rom.4, 11). Que pregunten, pues, a Dios, por qué hacía que se aplicara a los niños; porque es la misma razón en el Bautismo que en la circuncisión. Si la circuncisión no se les dio a los niños sin motivo, tampoco ahora se les dará el Bautismo. Si se acogen a los subterfugios que suelen, a saber: que los niños han figurado a los que verdaderamente son niños en espíritu y en regeneración, ya se les ha cerrado esta puerta.

Lo que nosotros decimos es, pues, esto: que si el Señor ha querido que la circuncisión - aunque era sacramento de fe y de penitencia - fuese comunicada a los niños, no hay inconveniente alguno en que lo sea también ahora el Bautismo; a no ser que estos calumniadores quieran acusar a Dios por haberlo así ordenado. Pero la verdad, sabiduría y justicia de Dios brilla en todas sus obras para confundir la locura, mentira y maldad. Porque aunque los niños no comprendían lo que la circuncisión significaba, sin embargo no dejaban de ser circuncidados en su carne para mortificación interna de su naturaleza corrompida, para que meditasen en ello cuando la edad se lo permitiese. En resumen, esta objeción se soluciona en una palabra diciendo que son bautizados en la penitencia y en la fe futuras; de las cuales, aunque no vean cuando son bautizados apariencia alguna, sin embargo la semilla de ambas por una oculta acción del Espíritu Santo queda plantada.

De esta manera se responde a todos los textos referentes al Bautismo, cuyo significado retuercen contra nosotros. Así, de que san Pablo lo llama lavamiento de la regeneración y de renovación (Tit. 3, 5) concluyen que el Bautismo solamente se debe dar al que es capaz de ser regenerado y renovado; a lo cual les replicamos que la circuncisión es señal de regeneración y renovación, luego no se debía dar sino a los que eran capaces de la regeneración que significaba; de ser verdad lo cual, la ordenación de Dios de circuncidar a los niños seria frívola e Irrazonable. Por consiguiente, todas las razones que aducen contra la circuncisión en nada dañan al Bautismo.

Y no se pueden escapar diciendo que se debe dar por hecho lo que el Señor ha ordenado, y que se debe tener por firme, bueno y santo sin investigar más sobre ello; la cual reverencia no se debe a las cosas que Él no ha ordenado expresamente, como él bautismo de los niños y otras semejantes. Porque fácilmente les cogeremos con nuestra respuesta. Di0s ha ordenado con razón que los niños fuesen circuncidados, o no. Si Él lo ha ordenado de manera que nada se pueda decir en contra, tampoco habrá mal alguno en bautizar a los niños.



21. Así que la acusación de absurdo que ellos procuran aducir, la deshacemos de esta manera: los niños que reciben la señal de la regeneración y renovación, si mueren antes de llegar a la edad del discernimiento para comprenderlo, si son del número de los elegidos del Señor, son regenerados y renovados por su Espíritu del modo que a Él le place, conforme a su virtud y potencia oculta e incomprensible para nosotros. Si llegan a una edad en que pueden ser instruidos en la doctrina del Bautismo, comprenderán que en toda su vida no deben hacer otra cosa sino meditar en la regeneración de la cual llevan en sí mismos la señal desde su niñez.

De esta manera hay que entender también lo que enseña san Pablo, que "somos sepultados juntamente con (Cristo) por el bautismo" (Rom. 6,4; Col. 2, 12). Porque al decir esto no entiende que deba preceder al Bautismo; solamente enseña cuál es la doctrina del Bautismo, la cual se puede mostrar y aprender después de recibirlo, tan bien como antes. Asimismo Moisés y los profetas muestran al pueblo de Israel lo que la circuncisión significaba, aunque habían sido circuncidados en su niñez (Dt.10, 16; Jer.4,4).

Por tanto, si quieren concluir que todo cuanto se representa en el Bautismo le debe preceder, se engañan grandemente, puesto que todas estas cosas se escribieron a personas que habían sido ya bautizadas.

Lo mismo quiere decir san Pablo cuando escribe a los gálatas, que cuando fueron bautizados se revistieron de Cristo (Gál. 3,27). ¿Con qué fin? Para que después viviesen en Cristo, lo cual no habían hecho. Y si bien las personas mayores no deben recibir el signo sin que entiendan primero lo que significa, la razón no es la misma para los niños pequeños, como luego diremos.

Al mismo fin tiende lo que dice san Pedro, cuando afirma que el Bautismo, que se corresponde con el arca de Noé, nos ha sido dado para salvación; no el lavamiento externo de las suciedades de la carne, sino la respuesta de la buena conciencia para con Dios, que es por la fe en la resurrección de Jesucristo (1 Pe.3,21). Si la verdad del Bautismo, dicen, es el buen testimonio de la conciencia delante de Dios, cuando no se da esto en él, ¿qué será, sino una cosa vana y sin importancia? Por tanto, si los niños no pueden tener esta buena conciencia, su Bautismo no es sino vanidad. Pero se engañan siempre al querer que la verdad, que es precisamente lo que es significado, preceda sin excepción alguna al signo. Error que ya hemos refutado suficientemente. Porque la verdad de la circuncisión también consistía en el testimonio de la buena conciencia; y si esto hubiera de preceder necesariamente, Dios nunca hubiera mandado circuncidar a los niños. Pero al enseñamos el mismo Señor que ésta es la sustancia de la circuncisión, y, sin embargo,. ordenar que los niños se circuncidasen, nos demuestra claramente con ello que se les concedía respecto a eso para el futuro.

Por tanto, la verdad presente que debemos considerar en el bautismo de los niños es que es un testimonio de su salvación, que sella y confirma el pacto que Dios ha establecido con ellos. Los demás significados de este sacramento los comprenderán después, cuando agradare al Señor.



22. 9°. Refutación de otros argumentos

Las demás razones que suelen traer las trataremos brevemente.

Dicen que el Bautismo es un testimonio de la remisión de los pecados. También yo lo concedo; y afirmo que precisamente por esta razón conviene a los niños. Porque siendo pecadores, tienen necesidad de perdón y remisión de los pecados. Y como el Señor afirma que quiere ser misericordioso con esta tierna edad, ¿por qué vamos a prohibirIes el signo de la misma, que es mucho menos importante que la realidad que significa? y por eso nosotros volvemos el argumento contra ellos y decimos: el Bautismo es señal de la remisión de los pecados; luego la señal que sigue a la cosa, les es comunicada con todo derecho.

Alegan también lo que dice san Pablo, que el Señor purificó a su Iglesia en el lavamiento de agua por la Palabra (Ef.5,26). Lo cual es una prueba contra ellos; porque de lo que dice el Apóstol deducimos el argumento siguiente: si el Señor quiere que la purificación que Él opera en su Iglesia sea atestiguada y confirmada con el signo del Bautismo, y los niños pertenecen a la Iglesia, puesto que son contados en el pueblo de Dios, y pertenecen al reino de los cielos, se sigue que deben recibir el testimonio de su purificación como los demás miembros de la Iglesia. Porque san Pablo, sin exceptuar a persona alguna, comprende a toda la Iglesia en general cuando dice que Nuestro Señor la purificó con el lavamiento del agua (Ef. 5,26).

Lo mismo podemos concluir de lo que alegan, que por el Bautismo somos incorporados a Cristo (l Cor. 12, 13). Porque si los niños pertenecen al cuerpo de Cristo, como está claro por lo que hemos dicho, se sigue que es razonable que sean bautizados, para que no estén separados de su cuerpo. He aquí con qué ímpetu y fuerza pelean contra nosotros, acumulando textos de la Escritura sin entenderlos.



23. 10°. Los apóstoles no bautizan a los niños

Después quieren probar todo esto por la práctica que se siguió en tiempo de los apóstoles, en el cual ninguno era bautizado antes de hacer profesión de su fe y su penitencia. Porque san Pedro, dicen, preguntado por los que se querían convertir al Señor, qué era lo que debían hacer, les responde que se arrepientan y que se bauticen para remisión de sus pecados (Hch. 2, 37-38). Asimismo, cuando el eunuco pregunta a Felipe si debía bautizarse, le responde: "Si crees de todo corazón, bien puedes" (Hch. 8, 37). De esto concluyen que el bautismo no está mandado más que a aquellos que tienen fe y penitencia; y que el que carece .de esto no debe ser bautizado.

Si esta razón vale, se ve por el primer texto alegado que solamente bastaría la penitencia, pues no se hace en él mención alguna de la fe; y, a su vez, por el segundo, que solamente bastaría la fe, pues no se exige la penitencia. Dirán que un texto y otro se completan, y hay que unirlos para poder entenderlo s bien. Del mismo modo decimos nosotros también que para dar cohesión a todo hay que unir todos los demás pasajes que pueden ayudar a resolver esta dificultad, pues el verdadero sentido de la Escritura depende muchas veces del contexto.

Vemos, pues, que las personas que preguntan qué es lo que deben hacer para salvarse son personas que están ya en el uso de la razón. De éstos decimos que no deben ser bautizados sin que primeramente den testimonio de su fe y penitencia en cuanto se puede tener entre hombres. Mas los niños engendrados de padres cristianos no se han de contar en este número. Que esto sea así, y no una invención nuestra, se ve por los textos de la Escritura que confirman esta diferencia. Así vemos que si alguno antiguamente se hacía miembro del pueblo de Dios era preciso que antes de ser circuncidado fuese instruido en la Ley de Dios y en el pacto que se confirmaba con el sacramento de la circuncisión.



24. Pero la práctica de los apóstoles está de acuerdo con la doctrina del pacto

Tampoco el Señor, cuando hizo alianza- con Abraham, comenzó

diciéndole que se circuncidase sin saber por qué había de hacerlo, sino que le explica el pacto que quiere confirmar con la circuncisión; y después que Abraham creyó en la promesa, entonces le ordenó el sacramento. ¿Por qué Abraham no recibe la señal sino después de haber creído, y en cambio su hijo Isaac la recibe antes de poder comprender lo que hacía? Porque el hombre, estando ya en la edad del discernimiento, antes de ser hecho partícipe del pacto debe saber primero qué es y en qué consiste. En cambio, el niño engendrado por este hombre, siendo heredero .del mismo pacto por sucesión, conforme a la promesa hecha al padre, con todo derecho es capaz del signo, aunque no comprenda lo que el mismo significa. O para decirlo más clara y brevemente, como el hijo del creyente participa del pacto de Dios sin entenderlo, no se le debe negar el signo; pues es capaz de recibirlo sin necesidad de comprenderlo. Ésta es la razón por la que Dios dice que los hijos de los israelitas son sus hijos, como si Él los hubiese engendrado (Ez.16,20; 23,37), pues sin duda alguna Él se considera Padre de todos aquellos a quienes ha prometido ser Dios de los mismos y de su descendencia. En cambio, el que nace de padres infieles no es contado en el pacto hasta que por la fe Se une con Dios. No es, pues, de extrañar que no se le dé el signo; pues de hacerlo se le daría en vano. Por eso dice san Pablo que los gentiles estaban durante el tiempo de su idolatría sin pacto (Ef. 2,12).

Me parece que toda esta materia quedará bien clara resumiéndola de esta manera: las personas mayores que abrazan la fe en Cristo no deben ser aceptadas para recibir el Bautismo antes de tener fe y penitencia, pues éstas solamente pueden abrir la puerta para entrar en el pacto. Mas los niños que sean hijos de cristianos, a los cuales les pertenece el pacto por herencia en virtud de la promesa; por esta sola razón son aptos para ser admitidos al Bautismo. Y lo mismo ha de decirse de los que confesaban sus faltas y pecados para que san Juan los bautizase (Mt. 3,6); el cual ejemplo se debe hoy seguir; porque si un turco o un judío viniera no debemos administrarle el Bautismo antes de haberlo instruido y de que haya hecho tal confesión que satisfaga a la iglesia.



25. 11°. Explicación de Juan 3,5

Aducen también las palabras de Cristo, que cita san Juan: "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3, 5). Aquí vemos, arguyen, cómo el Señor llama, al Bautismo, regeneración. Siendo así que los niños son incapaces de la regeneración, ¿cómo pueden ser aptos para recibir el Bautismo que no puede existir sin la misma?

Primeramente se engañan al pensar que este texto deba entenderse del Bautismo, porque en él se hace mención del agua. Porque después de exponer Jesucristo a Nicodemo la corrupción de nuestra naturaleza, y decide que es preciso que seamos regenerados, como Nicodemo se imaginaba un segundo nacimiento corporal, le muestra Cristo de qué manera Dios nos regenera; a saber, en agua y en Espíritu; como si dijese: Por el Espíritu, el cual purificando y regando las almas hace el oficio del agua. Así que yo tomo el agua y el Espíritu simplemente por el Espíritu, que es agua. Esta manera de hablar no es nueva, sino que está de acuerdo con la que se encuentra en san Mateo, donde Juan el Bautista dice: "El que viene tras mí, él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mt. 3,11). Por tanto, como bautizar en Espíritu Santo y fuego es dar el Espíritu Santo, el cual tiene la naturaleza y la propiedad del fuego para regenerar a los fieles, así también renacer por agua y por Espíritu no quiere decir otra cosa sino recibir la virtud del Espíritu Santo, que hace en el alma lo mismo que el agua en el cuerpo.



Sé que otros interpretan este pasaje de otra manera; pero yo no tengo duda de que éste es el sentido propio y natural del mismo, puesto que la intención de Cristo no es otra que advertimos sobre la necesidad de despojamos de nuestra propia naturaleza si queremos entrar en el reine de Dios. Aunque si quisiera andar con sutilezas a estilo de ellos, podría replicarles muy bien que aun concediéndoles cuanto dicen se seguirla que el Bautismo precede a la fe y a la penitencia, pues en las palabras de Cristo se nombra primero el Bautismo que el Espíritu. No hay duda que en este pasaje si habla de los dones espirituales; si tales dones siguen al Bautismo, he conseguido mi intento. Pero dejando a un lado todas estas sutilezas, contentémonos con la simple interpretación que he dado: que ninguno puede entrar en el reino de Dios hasta ser regenerado con el agua viva; es decir, con el Espíritu.



26. La verdadera regeneración no depende del Bautismo

Con esto también se convence de error a los que condenan a muerte eterna a todos los que no son bautizados. Supongamos, conforme a su opinión, que el Bautismo no se debe administrar sino a los adultos. ¿Qué dirían si un muchacho, instruido convenientemente en la religión, llegase a morir antes de poder ser bautizado? Nuestro Señor dice: "El que cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación mas ha pasado de muerte a vida" (Jn.5,24). No hay ningún lugar en que haya condenado a quienes no han -sido bautizados. No quiero que esto se entienda como si yo fuera de la opinión de que se puede prescindir del Bautismo sin miedo alguno; solamente quiero demostrar que no es de tal manera necesario que no sea excusable quien no lo ha recibido, si tenía un impedimento legítimo. En cambio, según la opinión de éstos, todos ellos sin excepción alguna serían condenados, aunque tuviesen fe, con la cual poseemos a Cristo. Y además condenan a todos los niños a los cuales no quieren conferir el Bautismo, el cual dicen que es necesario para la salvación. Vean ahora cómo pueden ponerse de acuerdo con lo que dice Cristo: que "de los tales es el reino de los cielos" (Mt.19,14). Por lo demás, aunque les concedamos todo lo que piden a este respecto ninguna otra cosa pueden concluir de ahí, si primero no consiguen refutar la doctrina referente a la regeneración de los niños, que hemos expuesto con claras y sólidas razones.



12°. Explicación de Mt.28,19. Pero sobre todo aducen como principal fundamento de su opinión la primera institución del Bautismo, la cual, dicen, tuvo lugar, como refiere san Mateo en el capítulo último de su evangelio, cuando Cristo dijo: "Id, y haced discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mt. 28, 19-20). A lo cual unen lo que está escrito en san Marcos: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo" (Mc.16, 16). He aquí, dicen, cómo nuestro Señor manda enseñar antes que bautizar, con lo cual demuestra que la fe debo: preceder al Bautismo. De hecho, lo ha demostrado con su propio ejemplo, pues no fue bautizado hasta la edad de treinta años (Mt. 3, 13;Lc. 3,23).

En esto se engañan grandemente. Pues es un error manifiesto decir que el Bautismo ha sido aquí instituido por primera vez, cuando el Señor desde el principio de su predicación mandó a sus apóstoles que lo administrasen. No hay, pues, razón para pretender que la Ley y regla del Bautismo ha de tomarse de estos pasajes que citan, como si en ellos se contuviese la institución primera..del Bautismo.

Mas aun perdonándoles este error, ¿qué fuerza puede tener su argumento? Ciertamente, al que quisiera andar con tergiversaciones no se faltaria modo de escapar de ellos. Porque, ya que tanto insisten en el orden de las palabras, pretendiendo que como está dicho: Id y bautizad; y: El que creyere y se bautizare; se debe concluir que primero es predicar que bautizar, y creer que ser bautizado, ¿por qué no podemos replicar nosotros que antes se debe administrar el Bautismo que enseñar a guardar todo lo que se ha mandado, puesto que está escrito: Bautizad, enseñando d guardar todo lo que os he mandado? Lo cual también lo hemos advertIdo en la otra sentencia de Cristo de regeneración de agua y de Espíritu, que poco antes aduje. Porque si se entienden como a ellos les agrada, hay que concluir de ahí que el Bautismo ha de preceder a la regeneración espiritual, pues se nombra en primer lugar, ya que el Señor no dice que debemos ser regenerados de Espíritu yagua, sino de agua y de Espíritu.



28. Así, pues, el argumento al que tanta importancia daban resulta muy débil. Pero no nos detendremos aquí, sino que daremos una respuesta más firme y sólida en defensa de la verdad; a saber, que el principal mandamiento que el Señor da aquí a sus discípulos es que prediquen el Evangelio; a la cual predicación añade el ministerio de bautizar, como algo subordinado a su principal tarea. Por tanto, aquí no se habla del Bautismo sino en cuanto va unido a la predicación y la doctrina; lo cual se puede entender mejor exponiendo un poco más ampliamente las cosas.

El Señor envía a los apóstoles a instruir a los hombres, de cualquier nación que fueren, en la doctrina de la salvación. ¿Qué hombres? Evidentemente no entiende sino a los que son capaces de recibir la doctrina. Luego prosigue que éstos, después de haber sido instruidos, sean bautizados, añadiendo la promesa: Los que creyeren y se bautizaren serán salvos. ¿Se hace mención alguna de los niños en toda esta argumentación? ¿Qué clase de razonamiento es entonces la "que éstos emplean?: las personas mayores deben ser instruidas y han de creer antes de ser bautizadas; se sigue, por tanto, que el Bautismo no conviene a los niños. Por más que se atormenten no podrán deducir de este pasaje sino que se debe predicar el Evangelio a quienes son capaces de oirlo, antes de bautizarlos, puesto que de ellos se trata únicamente. Por tanto no se puede ver en tales palabras impedimento alguno para bautizar a los niños.



29. Y para que todo el mundo pueda ver claramente sus engaños, les demostraré con un ejemplo en qué se fundan.

Cuando dice san Pablo: "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Tes. 3,10), el que de ahí quisiera concluir que los niños, como no trabajan, no deben comer, ¿no mereceria que todo el mundo se riera de él? ¿Por qué? Porque lo que se dice de una parte, ése lo aplica en general a todos. Pues otro tanto hacen éstos; porqué lo que se dice de las personas mayores lo aplican a los niños, haciendo una regla general.

En cuanto al ejemplo de Cristo, no prueba nada en favor de ellos. Dicen que Jesucristo no fue bautizado antes de los treinta años. Es verdad; pero la respuesta es muy clara: que entonces quiso Él comenzar su predicación, y con ella fundar el Bautismo, que ya san Juan había comenzado a administrar. Queriendo el Señor instituir el Bautismo con su propia doctrina, para dar mayor autoridad a esta institución, santificó el Bautismo en su cuerpo; y ello cuando sabía que era más propio y conveniente; a saber, al poner por obra el cargo de predicar que se le había dado.

En suma: no pueden deducir otra cosa sino que el Bautismo tiene su origen en la predicación del Evangelio. Y si les parece que hay que señalar el término de los treinta años, ¿por qué no guardan esto, sino que bautizan a todos aquellos que les parece se encuentran suficientemente instruidos? Incluso Servet, uno de sus maestros, que tan pertinazmente insistía en los treinta años, había ya comenzado a los veintiuno a ser profeta. ¡Goma si fuese admisible que un hombre pueda jactarse de ser doctor de la Iglesia antes incluso de ser miembro de ella!



30. Si se bautiza a los niños, habrá que admitirlos también a la Cena

Objetan también que según esa razón habría que administrar a los niños la Cena, lo cual nosotros, queremos excluir. iComo si la diferencia no se estableciera expresamente en la Escritura, y con toda claridad! Admito que antiguamente se hizo así en la Iglesia, como se ve en algunos escritores eclesiásticos, especialmente en san Cipriano y en san Agustín, pero esta costumbre fue abolida, y con toda razón. Porque si consideramos la naturaleza del Bautismo, veremos que es la primera entrada que tenemos para' ser reconocidos como miembros de la Iglesia y contados en el número del pueblo de Dios. Por tanto, el Bautismo es la señal de nuestra regeneración y nacimiento, espiritual por el cual somos hechos hijos de Dios. Por el contrario, la Cena ha sido instituida para aquellos que, habiendo pasado ya de la primera infancia, son capaces de un alimento más sólido. Esta diferencia se indica bien claramente en las palabras del Señor. Para el Bautismo no establece distinción alguna de edad; mas para la Cena sí, al no permitir que sea comunicada más que a quienes pueden discernir el cuerpo del Señor, que se pueden examinar y probar, y pueden anunciar la muerte del Señor (Lc.22, 19), y entender cuánta es su virtud. ¿Podemos desear nada más claro?: "Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa" (1 Cor.11,28). Es menester, pues, que preceda el examen, lo cual no pueden hacer los niños. Y: "El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí" (1 Cor.11,29). Si no pueden participar de la Cena dignamente sino quienes se prueban y son capaces de conocer bien la santidad del cuerpo del Señor, ¿estaría bien que diéramos a nuestros niños veneno en lugar de pan de vida? ¿Qué quiere decir este mandato del Señor: Haced esto en memoria de mí?" ¿Qué quiere decir lo que de aquí concluye el Apóstol: Todas las veces que comiereis este pan, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga? ¿Qué recuerdo podemos exigir de los niños respecto a lo que nunca han entendido? ¿Cómo podrán anunciar la muerte del Señor, cuando ni siquiera saben hablar? Ninguna de estas cosas se requiere en el Bautismo. Por tanto la diferencia es muy grande entre estas dos señales; diferencia que también existió en el Antiguo Testamento entre signos semejantes y correspondientes a éstos. Porque la circuncisión, que evidentemente corresponde a nuestro Bautismo, se aplicaba a los niños (Gn.17, 12); pero el cordero pascual no se daba a todos indistintamente, sino sólo a los niños capaces de preguntar por el sentido del rito (Éx.12,26). Si esta gente tuviera un poco de discernimiento, no dejaría de comprender una cosa tan clara y manifiesta.



31. Refutación de los argumentos de Miguel Servet

Aunque me resulta enojoso hacer un catálogo de tantos desvaríos, que podrán resultar pesados al lector, sin embargo, como Servet, uno de los jefes principales de los anabaptistas, cree que ha aportado razones decisivas contra el Bautismo de los niños, será necesario refutarlas brevemente.

1º. Pretende que los signos que Cristo ha dado, siendo perfectos, requieren que aquellos a quienes se dan sean perfectos o capaces de perfección. La solución es fácil. En vana se limita la perfección del Bautismo a un solo momento, cuando se extiende y prolonga hasta la muerte. Más aún: deja ver bien a las claras su necedad al exigir perfección en el hombre el primer día que es bautizado, cuando el Bautismo nos invita a ella para todo el tiempo de nuestra vida, avanzando en ella cada día.

2º. Objeta que los sacramentos de Jesucristo son instituidos como memorial, para que cada uno recuerde que es sepultado con Cristo. Respondo que lo que él ha inventado no necesita respuesta. Por lo demás, bien claro se ve por las palabras de san Pablo, que lo que Servet quiere atribuir al Bautismo se refiere a la Cena; es decir, que cada cual se examine (1 Cor.1l,26-28); lo cual no se dice del Bautismo. De donde concluimos que las criaturas que aún no se pueden examinar a sí mismas son justamente bautizadas.

3º. A su tercer argumento: que todo el que no cree en el Hijo de Dios permanece en la muerte, y que la ira de Dios está sobre él (Jn. 3,36); Y que por esta causa los niños, los cuales no pueden creer, están sumergidos en la condenación, respondo que Cristo no habla aquí de la culpa general que afecta a todos los hijos de Adán, sino que solamente amenaza a los que menosprecian el Evangelio; los cuales con su soberbia y obstinación menosprecian la gracia que por el Evangelio se les ofrece y presenta. Ahora bien, esto no tiene nada que ver con los niños. Además le opongo una razón contraria: que todo lo que Cristo bendice está libre de la maldición de Adán y de la ira de Dio!¡; ahora bien, sabemos que bendijo a los niños; luego se sigue que están libres de la muerte. Cita además falsamente lo que no se lee en ningún pasaje de la Escritura: Todo el que es nacido del Espíritu oye la voz del Espíritu. Mas, aun admitiendo que se halle escrito, no podrá concluir de aquí sino que los fieles son inducidos a seguir a Dios, según el Espíritu obra en ellos. Ahora bien, es un grave defecto aplicar a todos en general lo que se dice de algunos en particular.

4°. Su cuarta objeción es que como es antes lo que es animal o sensual (1 Cor.15,46), hay que esperar un tiempo conveniente para el Bautismo, que es espiritual. Admito que todos los descendientes de Adán, siendo engendrados según la carne, tienen consigo su condenación desde el seno de su madre; sin embargo, niego que esto impida a Dios poner remedio cuando bien le pareciere. Porque Servet nunca podrá demostrar que haya un término señalado en que la renovación espiritual deba comenzar. San Pablo declara que aunque los hijos de los fieles se encuentren por su naturaleza en la misma perdición que los demás, sin embargo son santificados por gracia sobrenatural (1 Cor.7, 14).

5°. Trae después una alegoría. David, al subir a la fortaleza de Sión, no llevó consigo ciegos ni cojos, sino soldados esforzados (2 Sam. 5, 8). Mas, ¿qué respondería Servet si le opusiese la parábola en que Dios convida al banquete celestial a los ciegos y a los cojos (Lc.14,21)? Le pregunto también si los cojos y mancos habían servido primero a Dios en la guerra. De lo cual se sigue que eran miembros de la Iglesia. Pero es superfluo insistir más tiempo en esto, puesto que no es más que una falsedad que él ha inventado.

Sigue luego otra alegoría: que los apóstoles fueron pescadores de hombres (Mt.4; 19), Y no de niños. Mas yo le pregunto qué quiere decir Cristo al afirmar que en la red del Evangelio se recogen toda clase de peces (Mt.13,47). Pero como no me gusta andar jugando con alegorías, respondo que cuando se les mandó a los apóstoles predicar, no se les prohibió bautizar a los niños. Y quisiera que me dijera, puesto que la palabra griega que usa el evangelista significa toda criatura humana, por qué excluye a los niños.

6°. Dice luego que las cosas espirituales se han de acomodar a las espirituales (1 Cor. 2, 13); y que no siendo los niños espirituales no son aptos para recibir el Bautismo. Pero en primer lugar se ve claramente que retuerce perversamente el texto de san Pablo. Allí se trata de la doctrina; como los corintios se deleitaban sobremanera con sutilezas e ingeniosidades, san Pablo reprende su negligencia por tener aún necesidad de aprender los primeros rudimentos de la religión cristiana. ¿Quién se atreverá a concluir de aquí que los niños no deben ser bautizados; a los cuales, si bien engendrados según la carne, Dios los consagra y dedica a sí mismo por una gratuita adopción?

7°. En cuanto a la objeción de que si son hombres nuevos, como nosotros decimos, deben ser alimentados con un sustento espiritual, es fácil la respuesta. Los niños son admitidos en el redil de Cristo por el Bautismo, y esta marca de su adopción basta hasta que crezcan y puedan mantenerse con un alimento sólido; y por tanto, que hay que esperar al tiempo del examen que Dios exige para la Cena.

8°. Objeta luego. que Cristo convida _a todos a su Cena. Pero está bien claro que Cristo admite solamente a aquellos que están ya preparados para celebrar la memoria de su muerte. De donde se sigue que los niños, a quienes ha tenido a bien recibir en sus brazos, no dejan de pertenecer a la Iglesia, aunque permanezcan en un grado inferior hasta que lleguen a la edad de la discreción.

A su réplica, que es algo monstruoso que un hombre después de haber nacido, no coma, respondo que las almas se apacientan con otro mantenimiento distinto del pan visible de la Cena; y, por tanto, que Cristo no deja de ser pan con que sustentar a los niños, aunque no reciban su señal visible: pero que respecto al Bautismo la razón es muy diferente; pues por él solamente se les abren las puertas para entrar en el gremio de la Iglesia.

9°. Objeta también que un buen mayordomo distribuye a su familia el sustento a su tiempo y sazón. De muy buen grado lo admito. Pero, ¿con qué autoridad y derecho determina un momento propio en el Bautismo, para probar que en los niños no se da el momento oportuno de recibirlo?

10°. Aduce también el mandato de Cristo a sus apóstoles de que se den prisa para la siega, pues ya los campos blanquean (Jn. 4, 35). Con esto Cristo no quiso decir otra cosa sino que, viendo los apóstoles el fruto de su trabajo, se preparasen a enseñar con alegría. ¿Quién concluirá de ahí que no hay otro tiempo conveniente y adecuado para el Bautismo que el de la siega?

11°. Su onceno argumento es que en la Iglesia primitiva todos los cristianos se llamaban discípulos (Hch. 11, 26), Y por esto los niños no pueden entrar en el número de los mismos. Pero ya hemos visto cuán neciamente argumenta elevando a ley general lo que se dice en particular. San Lucas Ilama discípulos a aquellos que habían sido instruidos y hacían profesión de cristianos, igual que en tiempo de la Ley, los judíos se llamaban discípulos de Moisés; pero ninguno concluirá de aquí que los niños eran extraños, cuando Dios había declarado que eran sus familiares, y como tales los ha considerado.

12°. Dice también que todos los cristianos son hermanos, y que si no damos la Cena a los niños, no los tenemos por tales. Pero yo vuelvo a mi principio: que no son herederos del reino de los cielos sino quienes son miembros de Cristo, y que el honrar y abrazar Cristo a los niños fue una verdadera señal de su adopción, mediante la cual los ha unido a los mayores. El que durante algún tiempo no sean admitidos a la Cena, no impide que sean verdaderamente miembros de la Iglesia. Porque el ladrón que se convirtió en la cruz no dejó de ser hermano de todos los fieles por no haber recibido nunca ]a Cena.

13°. Añade luego que ninguno es hermano nuestro sino por el Espíritu de adopción, que solamente se da por la fe (Rom. 10, 17). Respondo que no hace más que cantar siempre la misma canción, aplicando sin propósito a los niños lo que solamente está dicho de los mayores. Enseña allí san Pablo que Dios comúnmente llama a sus elegidos a la fe suscitando buenos doctores, por cuyo ministerio y diligencia les tiende la mano. Mas, ¿quién se atreverá a imponerle a Dios ley rara que no incorpore a los niños a Jesucristo por otro camino secreto?

14°. La objeción de que Cornelio fue bautizado después de haber recibido el Espíritu Santo es tan desatinada como querer convertir en regla general un caso particular. Lo cual se ve por el eunuco y los samaritanos (Hch. 8,17.38; 10,44), con los cuales Dios observó un orden diverso, queriendo que fuesen bautizados antes de recibir el Espíritu. 15°. La razón décimoquinta es bien necia. Afirma que por la regeneración nosotros somos hechos dioses; y que son dioses aquellos a quienes se ha anunciado la Palabra de Dios (Jn.10, 35), lo cual no es propio de los- niños. El atribuir la divinidad a los fieles es uno de sus desvaríos del que no quiero tratar ahora. Pero obra descaradamente al traer por los cabellos el texto del salmo, torciéndolo en otro sentido muy diferente. Cristo dice que los reyes y los magistrados son llamados dioses por el profeta, porque Dios los ha constituido en su estado y dignidad. Este sutil doctor, lo que se dice de modo especial del cargo de gobernar lo aplica a la doctrina del Evangelio, para arrojar a los niños del seno de la Iglesia.

16°. Arguye también que los niños no deben ser tenidos por hombres nuevos, pues no son engendrados por la Palabra. Pero vuelvo a repetir lo que tantas veces ,he dicho : que la doctrina del Evangelio es la semilla

incorruptible para regenerar a aquellos que son capaces de recibida; pero en cuanto a los que por su edad no son capaces de ser enseñados, Dios tiene sus medios y caminos para regenerados.

17°. Vuelve luego a las alegorías: que los animales bajo la Ley no fueron ofrecidos de recién nacidos (Éx.12, 5). Si es lícito traer así figuras a nuestro talante, podría replicarle que todos los primogénitos eran consagrados a Dios apenas salían del vientre de sus madres (Éx. 13,2). De donde se sigue que para santificar a los niños no debemos esperar a que lleguen a ser adultos, sino que deben ser dedicados y ofrecidos desde su nacimiento.

18°. Porfía también diciendo que ninguno puede llegar a Cristo si no ha sido preparado .por el Bautista. Como si el oficio de san Juan no hubiera sido temporal. Pero aun dado esto, afirmo que tal preparación no tuvo lugar en los niños que Cristo abrazó y bendijo. Por tanto no hagamos caso de ella, ni de su falso principio.

19°. Finalmente cita en-defensa suya a Mercurio Trismegisto y las Sibilas, según los cuales las abluciones sagradas no convienen sino a personas de edad. He aquí en qué estima y reverencia tiene el Bautismo de Cristo, que quiere regulado conforme a los ritos profanos de los paganos, de tal manera que sea administrado como lo prescribe Trismegisto, discípulo de Platón. Pero la autoridad de Dios debe ser para nosotros de mayor estima; y a El le ha placido dedicar a sí mismo los niños, santificándolos con una señal solemne, cuya virtud aún no entienden. y no creemos lícito tomar de las explicaciones de los gentiles cosa alguna que mude o altere en nuestro Bautismo la inviolable y eterna Ley de Dios, que Él ordenó en la circuncisión.

20°. Como conclusión argumenta de esta manera: si es lícito bautizar a los niños que carecen de entendimiento, también será válido el Bautismo que dan los niños cuando juegan.

Respecto a esto que se las entienda con Dios, quien ordenó que la circuncisión se aplicase lo mismo a niños que a mayores. Y si tal ha sido el mandato de Dios, será un miserable quien bajo tal pretexto quiera trastocar la santa e inviolable institución que Dios ha ordenado. Pero no hay que maravillarse de que tales espíritus malvados, como arrebatados de un frenesí, profieran absurdos tan enormes para mantener sus errores, ya que Dios castiga justamente su soberbia y obstinación con tal locura.

Me parece que he demostrado con suficiente evidencia cuán débiles son las razones con que Servet ha querido ayudar a sus compañeros los anabaptistas.



32. Conclusión contra los anabaptistas

Lo que hemos dicho creo que bastará para demostrar cuán sin causa y sin razón alguna turba esta gente, la Iglesia del Señor al promover disputas y cuestiones sobre el Bautismo de los niños. Por eso estará bien considerar qué es lo que Satanás pretende con esta astucia. Y lo que él pretende es evidentemente quitamos aquel singular fruto de confianza y de gozo espiritual que el Señor nos ha querido dar con su promesa, y oscurecer igualmente la gloria de su nombre. Porque, ¡cuán grato es alas fieles asegurarse, no sólo con la Palabra, sino también con sus propios ojos, de. que han alcanzado tanta gracia y favor ante el Padre de las misericordias, que no solamente tiene cuidado de ellos, sino incluso, por amor a ellos, de toda su posteridad!



Por aquí podemos considerar cómo Dios se conduce con nosotros, como un buen padre de familia, que después de nuestra muerte no deja de cuidar de nosotros, y hasta remedia y provee a nuestros hijos. ¿No debemos, al considerar esto, saltar de gozo a ejemplo de David, para que por esta demostración de su bondad, su nombre sea santificado? He aquí por qué Satanás se esfuerza, tanto en privar a nuestras criaturas del beneficio del Bautismo; su finalidad es que al ser borrada de nuestra consideración la testificación que el Señor ha ordenado para confirmamos las gracias que quiere concedemos, poco a poco nos vayamos olvidando de la promesa que nos hizo respecto a ellos. De donde no sólo nacería una impía ingratitud para con la misericordia de Dios, sino también la negligencia en instruir a nuestros hijos en el temor de Dios, en la disciplina de la Ley y en el conocimiento del Evangelio. Porque no es pequeño estímulo para movemos a educarlos en la verdadera piedad y obediencia de Dios saber que desde su nacimiento los ha recibido el Señor en su pueblo, haciéndolos miembros de su Iglesia. Por tanto, sin rechazar tan grande liberalidad del Señor, presentémosle confiadamente nuestras criaturas, a las cuales ha dado con su promesa entrada en la compañía de aquellos que Él ha establecido como sus familiares y domésticos, que son la Iglesia cristiana.


:bienhecho Viva Calvino
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Calvino:
He aquí por qué Satanás se esfuerza, tanto en privar a nuestras criaturas del beneficio del Bautismo; su finalidad es que al ser borrada de nuestra consideración la testificación que el Señor ha ordenado para confirmamos las gracias que quiere concedemos, poco a poco nos vayamos olvidando de la promesa que nos hizo respecto a ellos. De donde no sólo nacería una impía ingratitud para con la misericordia de Dios, sino también la negligencia en instruir a nuestros hijos en el temor de Dios, en la disciplina de la Ley y en el conocimiento del Evangelio.



¡¡Qué cosas!!
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

La fe precede al bautismo: "El que creyere y fuere bautizado será salvo" (Marcos 16:16). Un bebé nopuede creer.

El arrepentimiento precede al bautismo: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros... (Hechos 2:38). Es imposible que un bebé pueda arrepentirse.

El bautismo significa la muerte al pecado y la resurrección a una vida nueva (Romanos 6:3,4), cosa que no poddrá jamás verse en un bebé.

Creo que Calvino seguía bien de cerca el romanismo, al menos en esto. Sigue el método agustiniano y griego de explayarse en el tema para luego contradecirlo. Creo que luego de Lutero y Calvino, los evangélicos hemos avanzado algo.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Jeeeee, je je je, je, je........ ¡¡JE!!
Ya sabía yo que alguno iba a decir que Calvino decía esto por estar cercano al romanismo.

:color_:

Sois la repera, de verdad. La repera


Pues nada, que sepáis todos los que os oponéis al bautismo de infantes que según el fundador del calvinismo estáis haciéndole el juego a Satanás. Y usa la Biblia con profusión para justificar semejante aseveración.

Son cosas del libre examen, ya sabéis
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Cajiga dijo:
La fe precede al bautismo: "El que creyere y fuere bautizado será salvo" (Marcos 16:16). Un bebé nopuede creer.

El arrepentimiento precede al bautismo: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros... (Hechos 2:38). Es imposible que un bebé pueda arrepentirse.

El bautismo significa la muerte al pecado y la resurrección a una vida nueva (Romanos 6:3,4), cosa que no poddrá jamás verse en un bebé.

Creo que Calvino seguía bien de cerca el romanismo, al menos en esto. Sigue el método agustiniano y griego de explayarse en el tema para luego contradecirlo. Creo que luego de Lutero y Calvino, los evangélicos hemos avanzado algo.

Estimado Cajiga

Creo que aquí no se trata de posturas evangélicas o católicas;sino, se trata de la postura de la Palabra de Dios, a la cual debemos someternos nos guste o no nos guste; y por otro lado; el que alguna secta lleve en su práctica algunas doctrinas ciertísimas, no es motivo para rechazarlas; tampoco hemos de regirnos por la práctica de la mayoría; que aunque sea la mayoría, eso tampoco asienta precedentes irrefutables.

Por tanto, es la palabra de Dios la que nos debe guiar, e instituir en las prácticas que corresponden a aquellos que hemos conocido a Dios.

Primero deseo refutar algún concepto muy propio de quienes abogan por el bautismo de agua por inmersión. El bautismo (de agua) NO significa "muerte al pecado y resurrección a una vida nueva" Este es un tremendo error y mucho menos podrías sustentarlo con Rom. 6. Por tanto, este débil argumento es NO VALIDO para refutar el bautismo de niños.

Luego; es una realidad que la fe y el arrepentimiento son condiciones que anteceden al bautismo de agua. Pero esto es para aquellos que han entrado en la gracia y por tanto en la participación del reino de Dios, y comienzan a vivir cada una de las enseñanzas e instituciones establecidas por Dios. Y este no sería el caso de los niños de padres cristianos, pues la Palabra de Dios dice: "Porque el marido infiel es santificado en la mujer, y la mujer infiel en el marido: pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos; empero ahora SON SANTOS" (1 Cor. 7:14)

Estas dos condiciones previas al bautismo; quedarían aquí perfectamente satisfechas;: pues se esta administrando el bautismo a un "SANTO"; y ud. ¿le negaría el bautismo a un santo? El niño nacido en un hogar donde a lo menos uno de los conyuges es creyente; es declarado santo por la Palabra de Dios. Obviamente que el niño deberá entrar en una relación de vida cristiana con Dios, cuando esté capacitado para relacionarse con El.

Su Palabra registra casos en que las familias completas fueron bautizadas; y debieramos concebir que en más de alguna de estas familias, había niños; pero fueron "todos" bautizados ("toda su casa")

Te recuerdo estimado hermano que no estoy absolutamente interesado en unirme a ningún religioso en su forma de concebir o interpretar las enseñanzas de Dios; sino por sobre sectarismos, mi interés es creer y obedecer como la Palabra de Dios me enseña. El que cree "como está escrito", bienvenido sea, de donde venga.

Dios te bendiga.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Luis Fernando dijo:
Jeeeee, je je je, je, je........ ¡¡JE!!
Ya sabía yo que alguno iba a decir que Calvino decía esto por estar cercano al romanismo.

:color_:

Sois la repera, de verdad. La repera


Pues nada, que sepáis todos los que os oponéis al bautismo de infantes que según el fundador del calvinismo estáis haciéndole el juego a Satanás. Y usa la Biblia con profusión para justificar semejante aseveración.

Son cosas del libre examen, ya sabéis

Estimado Luis:

Para libre examen el que hace la iglesia romana. Tropecientos siglos sin hablar de infalibilidad y de golpe dicen que es algo cierto (se sacan de la manga el desarrollo del dogma). Podemos ver todas las declaraciones del papismo condenando la libertad religiosa que después acepta, diciendo que el Pentateuco fue escrito por Moisés, y ahora en sus Biblias dice que no, otro documendo en que se condenan "errores" y se dice que leer la Biblia no es bueno (según el Vaticano II sí que lo es, aunque en la práctica nada de nada), etcétera, etcétera.

Eso sí que es libre examen. Libre examen del obispo romano, pero libre examen al fin y al cabo.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Lo que ocurre, Anóniomo 100, es que Calvino no era infalible y tiene perfecto derecho a equivocarse.
Los papas, en cambio, promulgan doctrinas, como las que has citado y meten la pata. Pero claro despues dicen que sus afirmaciones infalibles no son ex-cátedra
Entonces LFP sale endefensa del bautismo para remisión de los pecados, en contra de la infalibilidad de su primer presunto papa infalible, a quien se le ocurrió afirmar lo siguiente:
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,

Que cositas nas raras se le ocurrieron a Pedro.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Pues para completar, un poquito de teología luterana (o sea, también solaescriturista) sobre el bautismo:

EL BAUTISMO (I)

El título

Introducción: En la tercera parte principal aprendimos que debemos invocar a Dios como los queridos hijos claman a su querido padre. Los cristianos podemos invocar a Dios como sus hijos, porque realmente lo somos. Ya en nuestro santo bautismo Dios nos ha recibido como tales. Ahora, en la cuarta parte principal de nuestro catecismo, hablamos más del santo bautismo, y también esta parte tiene un título: “El Sacramento del Santo Bautismo como el jefe de la familia debe enseñarlo sencillamente en su casa.” Aquí al bautismo se le llama un sacramento. Antes de tratar lo que nuestro catecismo enseña acerca del bautismo de acuerdo con la Escritura, será bueno que aclaremos qué es un sacramento, especialmente en vista de que el bautismo no es el único sacramento que Dios nos ha dado. Pregunta 232.



1. Seguramente ya han visto cómo se celebra un sacramento, por ejemplo, el santo bautismo. En él se derrama agua sobre la cabeza de un niño en el nombre de Dios. Algo le sucede al niño en el bautismo. Se da el bautismo al niño. También se administra la Santa Cena a los que acuden a ella. Decimos que un sacramento es un acto. — Pero no a todos los actos que cumple un pastor en la iglesia se les llama sacramentos. El Señor Jesucristo nos ha mandado bautizar. El ha instituido también su Santa Cena. Jesucristo, nuestro Salvador, es verdadero Dios. Así los sacramentos son actos que Dios mismo ha instituido u ordenado, por lo cual los llamamos actos sagrados. Un sacramento es un acto sagrado, ordenado por Dios. Solamente él puede instituir un sacramento. Ningún hombre, ni el Papa lo puede hacer. La misma iglesia de Cristo no tiene ningún derecho de hacerlo. En la iglesia tenemos también muchos otros actos sagrados, por ejemplo la confesión, la confirmación y cosas semejantes, pero como éstos son ordenados e instituidos por la iglesia, no son sacramentos. — Vemos también otros detalles acerca de los sacramentos. Ustedes saben que usamos agua en el bautismo; y en la Santa Cena, pan y vino. Agua, pan y vino son cosas terrenales, medios externos por los cuales Dios obra en nosotros. Nosotros los cristianos no hemos elegido estos medios en los sacramentos, sino Dios nos ha indicado mediante una palabra clara que éstos son los medios por los cuales él quiere obrar. También los designamos elementos. Un sacramento, entonces, es un acto sagrado en que hay ciertos medios o elementos externos. — Se usa agua cuando se bautiza a un niño, pero no sólo se esparce agua sobre la cabeza del niño, sino también se usan las palabras de Dios. También en la Santa Cena se usan ciertas palabras de Dios. Los medios externos son unidos a la palabra de Dios en el sacramento. Éstas son las tres cosas que hacen un sacramento: El mandato y la institución de Dios, los medios o elementos externos y la palabra de Dios unida con ellos. Si una de las tres cosas falta, el acto no es un sacramento.



2. Hemos visto en qué consiste la esencia de un sacramento. ¿Pero cuál es su propósito o beneficio? ¿Por qué ha instituido Dios los sacramentos? Los medios externos en el sacramento se unen con la palabra de Dios, la cual no está vacía ni impotente, sino es el poder de Dios. (Romanos 1:16.) El Espíritu Santo obra en los hombres por medio de la palabra de Dios. La palabra de Dios, el evangelio, entonces, es un medio de gracia, por medio del cual el Espíritu Santo nos distribuye la gracia de Dios. Esta palabra también está en los sacramentos, que también están incluidos en los medios de gracia por los cuales el Espíritu Santo nos distribuye la gracia de Dios. A través de su palabra Dios ha puesto en los sacramentos gloriosos beneficios, todos los beneficios que están también en la palabra de Dios. El que cree en las palabras de Dios tiene el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Estos beneficios Dios también los ha puesto en los sacramentos. Cristo ha ganado el perdón de los pecados, la vida y la salvación mediante su sufrimiento y muerte. Todos los beneficios de gracia que Cristo ha ganado para nosotros están en los sacramentos.



Dios hace algo con estos beneficios de gracia, que mediante su palabra él ha puesto en los sacramentos. Cuando usamos los sacramentos, Dios nos ofrece a todos los que los usamos tales beneficios de gracia. Los sacramentos son comparables a las manos de Dios con las cuales nos ofrece el perdón de los pecados, la vida y la salvación. — En la predicación de la palabra divina estos bienes se distribuyen en forma general. En los sacramentos Dios trata con cada persona que recibe el sacramento en particular, aplicando individualmente los beneficios de gracia. Dice a cada uno que participa: también tú tienes el perdón de los pecados. — Cuando, por ejemplo, el gobernador de algún estado tiene misericordia de algún criminal, escribe un mensaje que proclama la misericordia dando testimonio de que a este hombre se le ha otorgado la libertad. Estampa el sello del estado en esta proclamación. Este sello es una señal externa para dar seguridad y confianza a la proclamación. Dios tuvo misericordia de nosotros los pecadores, quitó el castigo que merecimos y nos perdonó todas nuestras deudas. Dios publicó una proclamación donde nos asegura que nos libró de la culpa y del castigo, su palabra. Dios ahora también ha estampado un sello a esta palabra, los sacramentos, para que nosotros creamos tanto más firmemente en su palabra. En los sacramentos hay señales externas que al recibir el sacramento nos aseguran individualmente que tenemos el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Los sacramentos sellan para nosotros la gracia de Dios que Cristo ganó. Vemos que Dios es extraordinariamente misericordioso, tanto quiere impresionarnos con el hecho de que nuestros pecados han sido perdonados, para fortalecer nuestra débil fe.



Un sacramento es: un acto sagrado ordenado por Dios en que él, por medio de algunos medios externos unidos con su palabra, ofrece y comunica a los hombres y sella en ellos la gracia adquirida por los méritos de Cristo.



3. Dios ha establecido dos sacramentos de este tipo en el Nuevo Testamento, el bautismo y la Santa Cena. Ya en el tiempo del Antiguo Testamento había dos sacramentos, la circuncisión y el cordero pascual. Aparte de los dos mencionados no hay ningún sacramento en el Nuevo Testamento. La iglesia romana, sin embargo, cuenta siete sacramentos. Ellos incluyen también la confirmación, la confesión, el matrimonio, la ordenación y la extrema unción entre los sacramentos. Pero en todos estos actos falta una u otra de las partes esenciales de un sacramento. Podemos reconocer solamente dos sacramentos, el bautismo y la santa cena.





“¿Qué es el bautismo?”



Introducción: En la iglesia del Nuevo Testamento hay solamente dos sacramentos. La cuarta parte principal trata del primer sacramento de la iglesia cristiana, del santo bautismo. Nuestro catecismo nos presenta cuatro preguntas acerca de lo que la sagrada Escritura enseña del bautismo, las respuestas a las cuales son demostradas por la palabra de Dios. La primera pregunta trata de la esencia del bautismo. Preguntamos: “¿Qué es el bautismo?”



1. Nuestro catecismo nos dice en primer lugar qué cosa no es el bautismo. Dice: “El bautismo no es simple agua solamente.” “No es simple agua” significa: agua común, natural. No es agua solamente, como otra agua. Así parece según nuestra razón. No vemos otra cosa, sino que al niño se le esparce con un poco de agua sobre la cabeza y al mismo tiempo se pronuncian unas pocas palabras. Parece un acto sin mucha importancia. Los incrédulos se ríen y se burlan del santo bautismo. De hecho, hay también muchas iglesias heterodoxas que consideran el bautismo como algo que no tiene mucho valor, que no es gran cosa. Pero no es así. No es solamente agua, sino algo mucho más sublime. “Sino que es agua comprendida en el mandato divino y ligada con la palabra de Dios.” Hay dos cosas en el bautismo que hacen esta agua especial: El mandato de Dios y la palabra de Dios.



2. El bautismo es agua comprendida en el mandato de Dios. Luego el bautismo es agua, agua natural, terrenal. Éste es el elemento externo que debemos usar en el bautismo. No podemos usar otra cosa en lugar del agua. Si no tenemos agua, no podemos bautizar. — Pero esta agua en el bautismo está comprendida en el mandato de Dios, quien nos ha mandado bautizar con agua. El bautismo es una ordenanza divina. Dios mismo lo ha instituido. Y lo que Dios ordena es digno y justo. Puesto que Dios ha establecido el bautismo, es algo grande y glorioso, más glorioso que cualquier culto a Dios que inventen los hombres. El mandato de bautizar lo ordenó Dios en Mateo 28:18-20. Vamos a ver en más detalle estas palabras.



a. Vemos en base a estas palabras quién instituyó el santo bautismo. Pregunta 236. Vemos que el Señor Jesucristo pronunció a sus discípulos las palabras que leemos en Mateo 28:18-20 poco antes de su ascensión. Allí dio a sus discípulos el mandato de bautizar a todas las naciones. El bautismo lo instituyó Cristo, nuestro Salvador. ¿Y quién es Cristo? A sus discípulos declaró que le fue dado todo poder en el cielo y en la tierra, de modo que él es el Dios todopoderoso, que tiene el poder de dar a los hombres tal mandato. También puede llevar a cabo lo que aquí promete. Cristo es quien instituyó el bautismo, de modo que Dios mismo es el que instituyó el santo bautismo. — Es cierto que muchas personas fueron bautizadas ya antes de la ascensión de Cristo; Juan el Bautista primero bautizaba, Lucas 3:2-3. Pero Juan tampoco bautizó por su propia decisión: al contrario, él expresamente da testimonio de que Dios lo ordenó hacerlo, Juan 1:33. También Juan bautizó por mandato de Dios. Así el bautismo fue instituido por Dios; es una ordenanza divina.



b. También aprendemos de las palabras de institución a quiénes entregó Cristo el bautismo. Pregunta 237.



Cristo habló estas palabras a sus discípulos. Mateo 28:18-20. Los discípulos de Cristo son todos los cristianos creyentes. A ellos en su totalidad los llamamos la iglesia, como hemos aprendido en el tercer artículo. Cristo ha mandado a su iglesia bautizar. Todos los cristianos creyentes tienen el derecho y el poder de bautizar. — Pero de esto no se concluye que ahora todos los cristianos sin más deben utilizar este derecho y bautizar ellos mismos. Así habría mucho desorden en la iglesia. Veamos 1 Corintios 4:1. Allí el apóstol Pablo habla de él mismo y de los demás apóstoles. Lo mismo hacen ahora los predicadores del evangelio. Son siervos de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios. El mayordomo es un administrador, que administra los bienes de otro. Así los predicadores son mayordomos, que deben administrar los misterios de Dios. Éstos son el evangelio y los sacramentos. Los predicadores, entonces, no son señores sobre los sacramentos, sobre el bautismo. Cristo los ha dado a su iglesia. Pero los ministros de Cristo deben administrarlos en el nombre de Cristo y de la iglesia. Para eso la iglesia llama a sus predicadores. Para que todo se haga con buen orden, solamente deben bautizar los que son llamados por la iglesia. — Pero puede haber también casos de emergencia. Puede suceder que un niño esté muy enfermo y en peligro de morirse y tal vez no sea posible encontrar a un ministro de Cristo. Puede haber un caso en que el niño esté en peligro inmediato de morir sin haber recibido el santo bautismo. En tales casos urgentes cualquier cristiano puede y debe bautizar. A tal bautismo se le llama bautismo de emergencia. (Especialmente en la instrucción catequística sería bueno mostrar cómo un cristiano puede administrar el bautismo de emergencia, y mostrar dónde encontrar en el himnario la liturgia apropiada.) El bautismo de emergencia es un verdadero bautismo. Todo cristiano tiene el poder de bautizar; no se debe repetir el bautismo de emergencia si el niño sobrevive, pero debe haber testimonio público de ello en la iglesia.



c. El Señor manda que sus discípulos bauticen. ¿Qué significa la palabra bautizar? Pregunta 238. Aprendemos la respuesta en Marcos 7:4. La palabra “lavar”, que está aquí, es la misma palabra que en el mandato de bautizar significa bautizar. Bautizar luego significa lavar, lavar con agua. Por eso dice Hechos 22:16: “Bautízate y lava tus pecados.” Con la palabra bautizar Cristo también nos indica el elemento externo que debemos usar en el bautismo. El agua es el elemento que Dios ordenó para el bautismo. — ¿Cómo debe ser aplicada el agua? Hay sectas, como por ejemplo los bautistas, que enseñan que solamente es un bautismo correcto cuando a la persona bautizada se le sumerge en el agua. Ahora bien, un bautismo es válido cuando se hace en esta forma. Pero la palabra bautizar no se limita a sumergir en agua. Hemos visto que sencillamente es lavar con agua, como se lavan las mesas. También cuando se esparce agua sobre la cabeza de un niño, como se hace en nuestra iglesia, es un bautismo válido. Juan el Bautista una vez profetizó que Dios bautizaría a sus discípulos con el Espíritu Santo. Mateo 3:11. La profecía se cumplió cuando el Señor derramó su Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. El bautismo puede ser por aspersión, rociar o derramar agua sobre la cabeza de la persona. Dios no ha prescrito aquí ninguna forma en especial. Bautizar significa lavar con agua, esparcir, derramar o sumergir en agua.



d. El Señor también nos indica en su mandato a quiénes debemos bautizar. Pregunta 239, 240. El Señor nos ha mandado bautizar a todas las naciones, o sea, a toda la gente. Seguramente esto no quiere decir que debemos enviar a personas para derramar agua sobre todos aquellos que todavía no han sido bautizados en el nombre de Dios y así bautizarlos. Eso no sería un verdadero bautizo. El Señor Jesucristo ha dado el mandato a su iglesia de predicar el evangelio de Cristo y luego agrega: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Marcos 16:15,16. Debemos proclamar el evangelio a los paganos en primer lugar, tenemos que instruirlos en la fe cristiana. Y todos los que confiesan que creen en Cristo y desean el bautismo deben ser bautizados en el nombre del Señor. — Dentro de la iglesia cristiana no bautizamos solamente a los adultos, sino también a todos los niños de los cristianos que sus padres llevan al bautismo. Trataremos en particular más tarde el hecho de que tenemos el derecho y el deber de hacerlo.



3. Nuestro catecismo nos dice acerca del bautismo que no solamente es el agua comprendida en el mandato de Dios, sino también que está “ligada con la palabra de Dios.” Y esta palabra de Dios que está ligada al agua del bautismo se indica en las palabras de institución, que pronunció el Señor, de que debemos bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Ésta es la palabra de Dios que tiene que llegar al agua, para que sea un bautismo, un sacramento. ¿Qué quieren decir estas palabras? Pregunta 238.



a. Cuando alguien hace algo en nombre de otro, lo hace por mandato y encargo de aquella persona. Bautizar en el nombre del Dios trino, luego, significa en primer lugar bautizar por el mandato de Dios, por encargo de él. Cuando Pedro sanó a aquel cojo en la puerta del templo en el nombre de Cristo (Hechos 3:6), realmente no lo hizo él, sino Cristo realizó este milagro por medio de él. Cuando bautizamos en el nombre de Dios, realmente no lo hacemos nosotros, sino Dios lo realiza por medio de nosotros. Por eso cuando el Señor dio a sus discípulos el mandato de bautizar, agregó que él estaría con los suyos hasta el fin del mundo. Mateo 28:18-20. (“Ser bautizado en nombre de Dios significa ser bautizado por Dios mismo y no por hombres. Por lo tanto, aún cuando el bautismo se realice por personas se trata, en realidad, de una obra de Dios mismo. Y de aquí puede deducir cada cual que tal obra supera en mucho a cualquiera llevada a cabo por hombres o por santos.” Catecismo Mayor, Bautismo #10.) Y aquí se demuestra otra vez lo sublime y glorioso que es nuestro bautismo, una obra que el Dios trino mismo hace a nosotros.



b. Sin embargo, estas palabras tienen un sentido aún más profundo. Ser bautizado en el nombre de Dios significa realmente sumergirse en el nombre de Dios. El nombre de Dios significa, como ya hemos visto en el segundo mandamiento, Dios mismo como él se revela a nosotros. Ser bautizado en su nombre es entrar en comunión con Dios. Bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo según el mandato de Cristo significa ser recibido por medio del bautismo en la comunión del Dios trino. — Somos recibidos en la comunión del Dios Trino por medio del bautismo. El nombre de Dios es Dios como él se ha revelado a nosotros. No somos recibidos en la esencia de Dios por medio del bautismo, no llegamos a ser Dios, sino somos recibidos en la comunión de él, tal como se ha revelado a nosotros. En el bautismo recibimos participación en todo lo que el Dios trino ha hecho por nosotros. Recibimos participación en el amor de Dios Padre, quien ha enviado a su Hijo por nosotros; en la gracia de Dios Hijo y en todo su mérito; en comunión con el Espíritu Santo que nos santifica con sus dones. Así en el bautismo llegamos a pertenecerle a Dios.



CONCLUSIÓN: Así vemos que el santo bautismo es realmente un sacramento. En él encontramos las tres cosas que hacen un sacramento. Aquí tenemos el mandato de Dios. El bautismo es un acto sagrado ordenado por Dios. Aquí tenemos un medio externo ordenado por Dios, el agua. Este elemento finalmente se une con una palabra de Dios en particular
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Bautismo (II)

El bautismo de los niños

Introducción: Ya hemos indicado que nuestra iglesia bautiza a los niños cuando sus padres o los que tienen autoridad sobre ellos los traen para bautizarlos. Los que se llaman bautistas y otras sectas similares rechazan el bautismo de los niños. Dicen que bautizarlos no es correcto, que es contra la palabra de Dios. Solamente los adultos, los que antes fueron instruidos en la palabra de Dios y han confesado su fe en Cristo, deben ser bautizados. Así bautizan a los que se unan a su comunión aún cuando hayan sido bautizados cuando eran niños. Y ustedes seguramente encontrarán a tales personas. Por eso deben saber qué pueden contestarles para que no causen dudas acerca de su bautismo. Otra vez hablaremos especialmente del bautismo de los niños y veremos que está bien fundado en la palabra de Dios. Pregunta 241, 241.



1. Cuando tenemos que decidir la pregunta a quién debemos bautizar y a quién no, sobre todo debemos ver las palabras de institución, el mandato de Cristo de bautizar, Mateo 28:18-20. Allí el Señor nos manda bautizar a todas las naciones, que son toda la gente, jóvenes y adultos. Cuando el Señor Jesucristo manda que debemos bautizar a todas las naciones, ciertamente no excluye a los niños, más bien los incluye, porque también ellos pertenecen a “todas las naciones.” Es cierto que no leemos en la Sagrada Escritura con palabras explícitas que los apóstoles bautizaron a niños, pero sí se nos dice que bautizaron a familias enteras, por ejemplo Lidia y su casa, Hechos 16:15, el Carcelero de Filipos y todos los suyos, Hechos 16:33. Seguramente en esas familias también había niños pequeños.



2. La prueba principal de que también los niños pequeños deben ser bautizados la tenemos en Marcos 10:13-15. Cristo quiere que los niños vengan a él, que se los traigan. Él dice que de ellos es el reino de Dios. Nuestros niños no pueden entrar en el reino de Dios así como son por naturaleza. Nuestro Salvador dice explícitamente que solamente aquellos que nacen de agua y del Espíritu pueden entrar en el reino de Dios. Porque lo que es nacido de carne, carne es, y la carne no puede heredar el reino de Dios. Juan 3:5,6. Nuestros niños son niños nacidos de carne. Si deben entrar en el reino de Dios, tienen que nacer de nuevo. Estos niños son engendrados por Dios, por agua y el Espíritu, por medio del santo bautismo. Y el Espíritu Santo viene a ellos y los hace hijos de Dios. El santo bautismo luego es el medio por el cual llevamos a nuestros niños a Jesús, por medio del cual son recibidos por él en el reino de los cielos, que el Señor les ha prometido. Sí, no hay duda de que es la voluntad de Dios que bauticemos a nuestros niños.



3. Los que se oponen al bautismo de los niños, sin embargo, generalmente aducen esto: ¿Qué provecho pueden recibir los niños del bautismo? Los niños no saben lo que les sucede y tampoco pueden creer. Y sin fe su bautismo no los puede ayudar. Es cierto que la fe tiene que agregarse al bautismo para que tenga un efecto saludable. Confesamos en nuestro catecismo que el bautismo da cosas grandes y gloriosas “a todos los que creen”. Si nuestros niños no pudieran creer, ciertamente el bautismo no les aprovecharía nada. Pero ellos pueden creer, y realmente lo hacen. Dios mismo lo dice en Mateo 18:6. En el bautismo Dios el Espíritu Santo obra en ellos la fe, y así el bautismo les es provechoso, reciben su plena bendición. Por lo tanto, nosotros nos quedamos con nuestro bautismo de los niños, no importa lo que digan las sectas contrariándolo. Es conforme a la palabra de Dios, el cual ha dado glorioso testimonio de ello, y por medio de ello ha guardado su cristiandad.



4. Todavía debemos tratar brevemente acerca de una costumbre que se encuentra en el bautismo de nuestros niños. Han visto frecuentemente cómo bautizamos a los niños. Allí hay gente que contesta en lugar del niño. Hablan por él, es decir, ya que él mismo no puede hacerlo, renuncia por medio de ellos al diablo y confiesa su fe en el Dios Trino. A esas personas las llamamos padrinos. ¿Por qué tenemos padrinos para nuestros niños en el bautismo? La palabra de Dios no nos dice nada acerca de padrinos para el bautismo, pero la iglesia cristiana ha instituido esta costumbre por razones poderosas. Ya hemos oído una razón por la que tenemos padrinos para nuestros niños en el bautismo. Deben contestar en lugar del niño las preguntas que el pastor hace al niño. — Otra razón: El bautismo es importante para un cristiano durante toda su vida, ya que debe consolarlo en la tribulación causada por sus pecados hasta la muerte. El cristiano luego debe estar muy seguro que ha sido debidamente bautizado y nuestro niños no recuerdan su bautismo. Así los padrinos después deben asegurarles que han sido debidamente bautizados según el mandato y la institución de Dios. La palabra de Dios dice que todo asunto, especialmente un asunto importante, debe ser confirmado por testimonio de dos o tres. Mateo 18:16. — Otra razón. Nuestros niños son bautizados, pero también se les debe enseñar a guardar todo lo que el Señor nos ha mandado. (Mateo 28:20.) Y los padrinos deben ayudar con eso. Especialmente en el caso de que sus padres mueran, deben cuidar de la instrucción cristiana de los niños. — Al bautizar a nuestros niños también intercedemos por ellos. Los padrinos también deben orar por los niños. La cuestión de a quiénes debemos escoger para ser padrinos de nuestros niños no es asunto de indiferencia. No debemos ver tanto el parentesco, como tantos lo hacen, sino sobre todo debemos cuidar de escoger a personas que cumplirán diligentemente sus deberes como padrinos. Debemos escoger como padrinos para nuestros niños a personas cristianas, creyentes, serias, y que compartan con nosotros la misma fe.



“¿Qué dones o beneficios confiere el bautismo?”



Introducción: Hemos aprendido qué cosa es el santo bautismo, que no es simple agua solamente, sino agua comprendida “en el mandato divino y ligada con la palabra de Dios.” Es un acto que Dios mismo ha ordenado e instituido y en que él hace que su palabra llegue al agua. Eso hace del bautismo algo grande y glorioso, y de gran bendición y provecho para él que lo recibe. Nuestro catecismo sigue describiendo este beneficio y bendición al contestar la pregunta: “¿Qué dones o beneficios confiere el bautismo?” Da una respuesta doble, o sea, en qué consiste el beneficio del bautismo, y luego, quién lo recibe, para finalmente demostrar que enseñamos eso en conformidad con las palabras y promesas de Dios.



1. Nuestro catecismo en primer lugar nos dice en qué consiste el beneficio del bautismo. Preguntas 243, 244.



Nuestro catecismo habla de tres beneficios del bautismo; nos dice que confiere la remisión de los pecados, que redime de la muerte y del diablo, y que da la salvación eterna. Presenta estos beneficios de acuerdo a las palabras y promesas de Dios: “como dicen las palabras y promesas de Dios”. A la segunda pregunta: “¿Qué palabras y promesas son éstas?” el catecismo aduce el pasaje Marcos 16:16. Allí Dios mismo nos indica el beneficio del bautismo. El que es bautizado será salvo. El beneficio que el bautismo nos da es la salvación. ¿Pero cómo? ¿No nos dice más nuestro catecismo? También presenta el perdón de los pecados, la redención de la muerte y del diablo como beneficios del bautismo. ¿No nos dice aquí nuestro catecismo más que la palabra de Dios, o al menos más de lo que dice esta promesa? De ninguna manera. El que se salva, primero tiene que tener el perdón de los pecados. También es liberado de la muerte y del poder del diablo. Si el bautismo nos salva, también obra el perdón de los pecados y libra de la muerte y del diablo. (“En segundo lugar, ya que sabemos lo que es el bautismo y cómo ha de ser considerado, debemos aprender por qué y para qué ha sido instituido, esto es, para qué sirve, qué da y qué realiza. Esto no se puede captar mejor que en las palabras de Cristo citadas antes: El que creyere y fuere bautizado será salvo, Marcos 16:16. Aquí debes comprender de la manera más sencilla que la fuerza, obra, beneficio, fruto y fin del bautismo consisten en hacernos salvos. En efecto, cuando se bautiza a alguien no es para que se haga un príncipe, sino, según las palabras, para que sea salvo. Y se sabe bien que ser salvo no significa otra cosa, sino únicamente ser librado del pecado, de la muerte y del demonio; entrar en el reino de Cristo y vivir con él eternamente.” Catecismo Mayor, Bautismo, #23-25.) El bautismo luego obra el perdón de los pecados, libra de la muerte y del diablo y nos da la eterna salvación. En el segundo artículo confesamos que Jesucristo nos ha redimido, nos ha librado y rescatado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo. Cristo ha obtenido para nosotros todos estos beneficios mediante su vida, sufrimiento y muerte. Pero para que nos sean provechosos estos grandes beneficios que Cristo ha obtenido para nosotros, tienen que llegar a ser nuestros. Con este fin Cristo ha colocado todo su gran tesoro, el perdón de los pecados, la vida y la salvación, en el bautismo, como uno guarda joyas y piedras preciosas en un cofre. Cuando somos bautizados, recibimos estos bienes que Cristo ha obtenido para nosotros. El Espíritu Santo los hace nuestros. El bautismo es la mano de Dios por medio de la cual Dios nos ofrece y da estas cosas maravillosas. Así el bautismo es el medio por el cual el Espíritu Santo hace nuestras todas estas bendiciones. El bautismo luego es también un medio de gracia, por el cual el Espíritu Santo nos hace participar de los beneficios de su gracia. 1 Corintios 6:11.



Vemos luego más de cerca los beneficios del bautismo así como nuestro Catecismo Menor los presenta.



a. En primer lugar dice que el bautismo obra el perdón de los pecados, y este hecho se comprueba en la promesa general. Marcos 16:16. La Sagrada Escritura, sin embargo, también nos lo dice explícitamente. Así en Hechos 2:38 el apóstol les manda a los judíos que deben bautizarse para que tengan el perdón de sus pecados." Luego el bautismo tiene que obrar esto. También el pasaje de 1 Pedro 3:20 nos dice lo mismo. Allí al bautismo se le llama: “aspiración de una buena conciencia hacia Dios.” Por medio del bautismo recibimos una buena conciencia delante de Dios. Pero esto solamente es posible si somos librados de la culpa del pecado, si tenemos el perdón de los pecados. Si el bautismo nos da una buena conciencia, entonces nos da el perdón de los pecados.



¿Pero cómo obra el bautismo el perdón de los pecados? Lo aprendemos en el pasaje de Gálatas 3:26,27. En el bautismo nos hemos revestido de Cristo, así como se pone uno la ropa. Si somos bautizados, Cristo ya es nuestro con todo lo que él ha merecido y ganado para nosotros. En el bautismo se nos da Cristo con todo su mérito. Pero Cristo principalmente ha obtenido para nosotros el perdón de los pecados. Así el bautismo obra el perdón de los pecados cuando nos da y hace nuestro el mérito de Cristo.



b. Nuestro catecismo sigue diciéndonos que el bautismo nos redime de la muerte y del diablo. Esto es consecuencia de lo anterior. No puede ser de otra manera. La muerte entró en el mundo a causa del pecado. Es la paga del pecado. Si el bautismo obra el perdón de los pecados y quita el pecado, quita también el castigo del pecado y redime de la muerte. — Distinguimos entre la muerte eterna y la temporal. La muerte eterna es la eterna condenación. Si el cristiano ya no tiene pecado, si se le quitan sus pecados mediante el bautismo, tampoco tiene que temer más ninguna condenación. De esto modo también la muerte temporal pierde su dolor. Es cierto que también los cristianos bautizados todavía mueren. Pero para ellos la muerte ha perdido su terror. El aguijón de ésta, lo que hace la muerte horrible y temible, es el pecado. El que todavía no tiene el perdón de los pecados tiene que temer la terrible condenación de la muerte eterna después de la muerte temporal. Los cristianos ahora hemos recibido por medio del bautismo el perdón de los pecados. Así la muerte ha perdido su aguijón. La muerte temporal para los cristianos es la entrada a la vida eterna. Pueden jactarse con el apóstol de que la muerte es sorbida en la victoria de Cristo, 1 Corintios 15:55-57.



Si el bautismo obra el perdón de los pecados, luego libra también del diablo. El diablo tentó a los primeros hombres al pecado; él los engañó. Pecaron, y así se sometieron al poder y a la autoridad de Satanás. Por medio del pecado, el diablo recibió poder y autoridad sobre los humanos, fuimos echados en el reino y bajo la autoridad del príncipe de las tinieblas. Mientras el pecado nos dominaba, permanecíamos en este reino. Ahora que el bautismo nos ha quitado nuestros pecados, y somos librados del poder del diablo. Por medio del bautismo Dios nos salvó de la autoridad de las tinieblas, nos libró de la potestad de las tinieblas, o sea, del reino de Satanás, y nos trasladó al reino de su amado Hijo, Colosenses 1:12-14. En Cristo tenemos el perdón de los pecados. Se hace nuestro este perdón que Cristo mereció para nosotros en el bautismo. Así en el bautismo también tenemos liberación del diablo. — Es cierto que el diablo también después del bautismo todavía tiene un poco de tiempo para tratar de hacer caer a los cristianos. Pero no los puede retener ya en su poder si ellos permanecen en su bautismo. En el poder de su bautismo ellos se guardan contra el diablo y sus tentaciones y más y más obtienen la victoria.



c. Finalmente nos dice nuestro catecismo que el bautismo también da la eterna salvación. El Señor dice clara e inequívocamente en su promesa que así sucede. Marcos 16:16. También Pedro dice explícitamente que el agua bautismal nos salva. 1 Pedro 3:20-21. El catecismo dice que el bautismo nos da la salvación. Y lo hace ahora, no solamente en la vida eterna. Por medio del bautismo ya tenemos la bienaventuranza en esperanza; allí la gozaremos en su perfección con todos sus beneficios. La bendición del bautismo así alcanza hasta el cielo.



Aquí vemos otra vez qué acto tan grande y glorioso es el bautismo, que nos trae tan preciosos beneficios. Frente a éstos ningún bien de esta tierra puede compararse.



2. Pero nuestro catecismo todavía nos muestra quiénes reciben estos dones y beneficios. Preguntas 245, 246.



a. ¿Quiénes son las personas que reciben los beneficios del santo bautismo? El catecismo nos contesta con las palabras: “Todos los que creen”, o sea, los que creen lo que se dice aquí del bautismo conforme a la palabra de Dios, que da el perdón de los pecados, que libra de la muerte y del diablo y que da la eterna salvación. “Eso también es lo que dicen las palabras y promesas de Dios.” El Señor no solamente dice en Marcos 16:16: El que fuere bautizado será salvo, sino dice: “El que creyere y fuere bautizado será salvo.” La fe también tiene que acompañar al bautismo para que resulte provechoso. Ciertamente la fe no hace en primer lugar del bautismo un bautismo. Es en sí un verdadero bautismo, un potente medio de gracia, por medio del cual Dios ofrece el perdón de los pecados, la vida y la salvación, si lo creemos o no. También a los que no creen ciertamente se les ofrece en el bautismo el perdón de los pecados, la liberación de la muerte y del diablo y la eterna salvación. — Pero tenemos también que recibir, aprehender estos beneficios. ¿De qué le servirá a un pobre que un hombre rico le ofrezca una gran cantidad de dinero si él no la acepta? El dinero realmente se le da, realmente le pertenece, pero él no recibe ningún beneficio ni provecho de él. Así es también con el bautismo. El bautismo es la mano de Dios, por medio de la cual él nos ofrece sus gloriosos tesoros de gracia; pero tenemos que recibirlos por medio de la fe. La fe es nuestra mano, con la cual nos apropiamos estos tesoros de gracia. (“En efecto, puesto que dichos beneficios son ofrecidos y prometidos aquí en estas palabras con el agua y unidos al agua, no podrán tampoco recibirse de otro modo, que si lo creemos de sincero corazón. Sin la fe, el bautismo no sirve de nada. Aunque en sí no deje de ser un tesoro divino y superabundante.” Catecismo Mayor, Bautismo #33. — “Así ves claramente que aquí no hay ninguna obra realizada por nosotros, sino un tesoro que Dios nos concede y del que tal fe toma posesión, así como el Señor Jesucristo en la cruz no es una obra, sino un tesoro, que, contenido y ofrecido a nosotros en la palabra, es recibido por la fe.” Catecismo Mayor, Bautismo #37.)



b. Todavía el Señor agrega: “El que no creyere será condenado.” Tal vez nos sorprenda que Dios no diga: El que no creyere y no fuera bautizado, sino solamente dice: “El que no creyere será condenado.” Con esto el Señor demuestra que la incredulidad es lo que realmente condena. Puede suceder que un hombre crea en su corazón y todavía no haya recibido el bautismo. Podemos pensar en el ladrón en la cruz. Cuando se hizo creyente, ya no pudo ser bautizado, y sin embargo Cristo le asegura que será salvo. Sobre todo cuando un cristiano creyente en caso de emergencia no puede recibir el bautismo, será salvo por su fe. Dios nos ha obligado a usar sus medios de gracia, pero no se ha obligado a sí mismo. — El caso es distinto, seguramente, si un hombre tiene la oportunidad de ser bautizado, pero no quiere utilizar este medio. Los fariseos y los escribas de quienes leemos en Lucas 7:30 eran tales personas. No se dejaron bautizar por Juan. Y se dice de ellos: “Y desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos.” El que puede tener el bautismo y no quiere ser bautizado, no lo utiliza, con eso rechaza el consejo de Dios, el medio que Dios le ha dado para la salvación. Al rechazarlo demuestra que no cree lo que Dios le ha dicho en su palabra. Y debido a su incredulidad es condenado. La fe que salva puede coexistir con la falta del bautismo, pero no con el rechazo del bautismo.



c. Todos los cristianos debemos por medio de la fe apropiarnos de los beneficios que Dios nos da en el bautismo. Debemos hacerlo durante toda nuestra vida. Nuestro bautismo tiene significado y es válido y provechoso para toda nuestra vida. El bautismo es, como hemos oído, un pacto con Dios. 1 Pedro 3:21. Dios nos ha prometido que por causa de Cristo él será nuestro Padre y nosotros seremos sus queridos hijos. Quiere perdonarnos nuestros pecados y salvarnos. Y Dios guarda con fidelidad sus pactos. (Isaías 54:10.) La gracia que él nos ha prometido en el bautismo queda firme, aún en el caso de que nosotros hayamos sido infieles. Desdichadamente lo hemos sido. Nosotros pecamos muchas veces después del bautismo, por la debilidad de nuestra carne, o también voluntariamente, contra nuestra conciencia. Luego cuando nuestros pecados nos aterran y nos presionan, otra vez miramos a nuestro bautismo, y nos apropiamos de los beneficios que Dios nos ha prometido en el bautismo, el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Y lo tenemos verdadera y seguramente. De este modo constantemente recibimos otra vez una buena conciencia delante de Dios, puesto que el bautismo es el pacto de una buena conciencia. Así nos consolamos en nuestro santo bautismo durante toda nuestra vida
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Bautismo (III)

“¿Cómo puede el agua hacer cosas tan grandes?”

Introducción: Hemos dicho cosas grandes y gloriosas acerca del bautismo: “Obra el perdón de los pecados, libra de la muerte y del diablo, y da salvación eterna a todos los que creen lo que dicen las palabras y promesas de Dios.” Esto nos hace preguntar: ¿Cómo es que el bautismo tiene tan gran efecto? ¿Qué es lo que da tal poder? Nuestro catecismo hace esa pregunta, da la respuesta correcta a ella, y la prueba de la palabra de Dios. Nuestro catecismo luego pregunta: “¿Cómo puede hacer el agua cosas tan grandes?”



1. Nuestro catecismo nos muestra qué no es el origen de tal poder y efecto en el bautismo, o sea, no del agua. Pregunta 289.



a. “¿Cómo puede hacer el agua cosas tan grandes?”, pregunta nuestro catecismo. Esta pregunta se refiere a la parte anterior. Las cosas tan grandes de que aquí se hablan son precisamente lo que hemos oído como el beneficio del bautismo: el perdón de los pecados, liberación de la muerte y del diablo y la salvación eterna. Son verdaderamente cosas grandes, las más grandes y gloriosas que hay en el cielo y en la tierra, tanto que no podemos comprender totalmente su grandeza y gloria. Ningún hombre puede producirlas mediante su habilidad y arte, de modo que nadie con toda su riqueza y tesoro de este mundo pueda comprarlos. El bautismo nos da tales beneficios.



b. La razón humana pregunta: “¿Cómo puede el agua hacer cosas tan grandes?” ¿Cómo puede ser posible que un poco de agua obre tales cosas? Las sectas y entusiastas que no creen que el bautismo haga tales cosas, sino lo ven como una ceremonia vacía, siempre nos retan con esta pregunta. Frecuentemente se ríen de nuestra fe y de la doctrina bíblica del provecho y la bendición del bautismo. Dicen: ¿En qué puede ayudar a un niño que se le rocíe un poco de agua sobre su cabeza, o se meta en el agua? ¿Cómo puede esto producir que tenga el perdón de pecados, que se haga hijo de Dios y que reciba la eterna salvación? A tales preguntas nuestro catecismo contesta: “El agua en verdad no las hace.” El agua en sí no es tan potente, y no puede producir tales cosas. El agua puede limpiar nuestro cuerpo de la suciedad externa, pero no puede purificar el alma de la suciedad del pecado ni tampoco redimir de la muerte y del diablo ni salvar. Si no hubiera otra cosa en el bautismo que el agua, entonces seguramente no podría hacer tales cosas tan grandes.



2. Ahora nuestro catecismo nos muestra por qué el bautismo tiene tan gran efecto. Pregunta 248.



a. “El agua en verdad no las hace,” contesta nuestro catecismo a nuestras preguntas. Y luego sigue: “sino la palabra de Dios que está en unión con el agua.” La palabra de Dios da al bautismo su gran poder. Pero, debemos notarlo bien, es la palabra de Dios “que está en unión con el agua”. El agua también es necesaria para el bautismo y la salvación. Dios mandó y ordenó que se tome agua y se bautice. El que quisiera bautizar sin agua y decir: yo me adhiero a la palabra de Dios, porque eso es lo principal, seguramente no tendrá ningún beneficio y provecho de ello. Estará rechazando el consejo de Dios acerca de él. El bautismo, como dice Pablo el apóstol en Efesios 6:25-26, es “el lavamiento de agua por la palabra.” El agua y la palabra siempre tienen que estar juntas. Pero de estas dos cosas no es el agua, sino la palabra de Dios que da al bautismo su gran poder. En resumen, lo que da al bautismo su poder es que nosotros por el mandato de Dios seamos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y en el bautismo nosotros entramos en comunión con el Dios trino.



Y Dios ha agregado una palabra de promesa al agua, que el que creyere y fuere bautizado será salvo. Dios, el todopoderoso, promete que él mediante su palabra pondrá en el bautismo ese gran poder y efecto. Él es capaz de hacer lo que él quiere. Dios es fiel. Lo que promete, lo cumple. La palabra de Dios, que está con el agua, lleva a cabo las grandes cosas en el bautismo.



b. Nuestro catecismo añade: “Y la fe que se apoya en dicha palabra de Dios ligada con el agua.” Junto con la palabra de Dios en el bautismo tiene que haber también la fe para que el bautismo nos sea provechoso. El catecismo no quiere decir con esto que la fe ponga estas grandes cosas en el bautismo y las obre. Esto viene solamente por la palabra de Dios que está en unión con el agua. Solamente por ella da el bautismo el perdón de los pecados, liberación de la muerte y del diablo y la eterna salvación. Estas grandes cosas son distribuidas y ofrecidas aún cuando nosotros no creamos las palabras de Dios. No debemos fundar nuestro bautismo en nuestra fe. — Pero tenemos que recibir estos grandes tesoros que Dios da en el bautismo por medio de su palabra, cosa que sucede, como hemos oído ya, por la fe. La fe confía en la palabra de Dios. Pone su confianza no tanto en el agua, sino en la palabra de Dios, pero en la palabra de Dios en unión con el agua. La fe no divide al agua y la palabra en el bautismo. Se edifica sobre la palabra y promesa de Dios y confía en ella, y recibe el elemento externo como un sello que da énfasis a esa promesa. En cuanto la fe confía en la palabra de Dios en unión con el agua, toma del bautismo todos los beneficios de gracia que Dios ha puesto en él, y tiene el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Así no fundamos nuestro bautismo sobre nuestra fe, sino nuestra fe sobre nuestro bautismo. (“Sin embargo, esos guías ciegos no quieren ver que la fe necesita tener algo que pueda creer, esto es, algo a qué atenerse y sobre lo cual fundarse y basarse. Así, pues, la fe está relegada al agua y cree que ella es el bautismo que encierra en sí pura salvación y vida; pero, como antes se dijo suficientemente, no por el agua como tal, sino por el hecho de ir unida a la palabra y al mandato divinos y porque su nombre está adherido a ella. Y cuando creo en esto, ¿no creo yo, acaso, sino en Dios como aquél que ha dado e implantado su palabra en el bautismo y que nos propone esta cosa externa para que podamos captar ahí tal tesoro?” Catecismo Mayor, Bautismo, #29) Es cierto que, como hemos aprendido muchas veces, solamente por medio de la fe en Cristo recibimos el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Pero esto no está en contradicción con decir que la fe toma del bautismo el perdón de pecados, la vida y la salvación. Estos son precisamente los beneficios, ganados por Cristo, que Dios ha puesto en el santo bautismo. Cuando nuestra fe confía en la palabra de Dios en unión con el agua, confía en Cristo, nuestro Salvador, quien ha ganado para nosotros estos beneficios.



3. Nuestro catecismo finalmente nos demuestra que el bautismo tiene que tener este gran poder y efecto debido a la palabra de Dios que está en él. Preguntas 248,249.



a. “Porque sin la palabra de Dios el agua es simple agua, y no es bautismo,” dice el catecismo. No dice sin la palabra de Dios y la fe, sino solamente “sin la palabra de Dios.” Vemos, en consecuencia, que es solamente a causa de la palabra de Dios, no de nuestra fe, que el bautismo tiene su poder y efecto. — Si no hubiera palabra de Dios en el bautismo, sería simple agua, o sea, agua común y terrenal. No sería ningún bautismo, ningún sacramento. En ese caso el bautismo no podría obrar más que cualquier otro agua terrenal.



b. “Pero con la palabra de Dios sí es bautismo, es decir, es un agua de vida, llena de gracia.” En el bautismo, el agua está en unión con la palabra de Dios, el nombre del Dios trino; y así es realmente un bautismo, un agua de vida, que obra y hace grandes cosas en nosotros. Ahora el bautismo no es simple agua, sino una en la cual abunda la gracia. En donde está la palabra y el nombre de Dios, allí tiene que haber pura gracia. A través de la palabra de Dios están en el bautismo todos los tesoros de su gracia. Porque está la palabra de Dios, el bautismo es un agua de vida, o sea, una que obra nueva vida espiritual. Por eso el bautismo también se llama



c. “Un lavamiento de regeneración en el Espíritu Santo.” Nuestro catecismo prueba por la Sagrada Escritura que tenemos el derecho de llamar así al bautismo. Pablo, en su Epístola a Tito, en el tercer capítulo, llama al bautismo “el lavamiento de regeneración en el Espíritu Santo.” ¿Qué quiere decir cuando el bautismo se llama un lavamiento de regeneración? Afirma que el bautismo obra en nosotros la regeneración. Ya oímos en el tercer artículo del Credo que la regeneración se identifica con la conversión. Esta conversión, o la regeneración, sucede a través de la fe en Cristo. Como llegamos a ser hijos de nuestros padres naturales por medio del nacimiento natural, de la misma forma llegamos a ser hijos de Dios por medio de esta regeneración, o por medio de la fe. El bautismo obra en nosotros esta fe, y por eso se llama y es un lavamiento de regeneración. — El bautismo es un lavamiento de regeneración. Debemos nuestra vida natural del cuerpo a nuestro nacimiento natural. Debemos nuestra nueva vida espiritual a nuestro nuevo nacimiento. El apóstol nos dice (Efesios 2:1) que estábamos muertos en delitos y pecados. En este estado están todos los hombres por naturaleza. Pero por medio de la fe en Cristo salimos de la muerte del pecado y comienza en nosotros una nueva vida espiritual. Podemos empezar a hacer el bien y andar según la palabra y los mandamientos de Dios. La razón por la cual el bautismo se llama un lavamiento de regeneración es que obra en nosotros la fe y así al mismo tiempo una nueva vida espiritual.



Aprendimos en el tercer artículo que el Espíritu Santo nos trajo a la fe en Cristo y nos hizo que naciéramos de nuevo y fuéramos renovados. Pero también vimos que el Espíritu Santo no hace esta obra sin medios, sino a través de determinados medios. Uno de estos medios es el santo bautismo. El Espíritu Santo obra la regeneración en nosotros al conducirnos a la fe en Cristo y renovarnos, implanta en nosotros la nueva vida espiritual. Así el bautismo es un lavamiento de regeneración y la renovación en el Espíritu Santo, y se llama así en la Biblia porque en el bautismo el Espíritu Santo obra en nosotros la fe y con ella también una nueva vida espiritual. —El bautismo es verdaderamente un medio de gracia, es decir, un medio por el cual el Espíritu Santo obra en nosotros. Dios puso en el bautismo los dones de gracia que Cristo ganó por nosotros por medio de su sufrimiento y muerte. Allí estos dones se nos ofrecen, se distribuyen y se hacen nuestros. Pero el Espíritu Santo también obra en nosotros la verdadera fe, el modo por el cual recibimos estos grandes dones de gracia, para que realmente se hagan nuestros. De esta manera por la gracia de nuestro Señor Jesucristo somos justos y herederos de la vida eterna.



CONCLUSIÓN: Es sumamente importante que, en oposición a todas las sectas que niegan o rebajan el bautismo para hacerlo una ceremonia vacía, nosotros mantengamos firmemente que el bautismo realmente es un medio de gracia por el cual el Espíritu Santo obra la fe en nuestros niños y los hace herederos de la vida eterna. Así nuestro bautismo será nuestro consuelo durante toda nuestra vida.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Bautismo (IV)

“¿Qué significa este bautizar con agua?”


Introducción: Hemos oído mucho ya acerca del bautismo. aprendimos a conocer su esencia, su fruto y su poder. Pero nuestro catecismo contiene todavía una cuarta pregunta: “¿Qué significa este bautizar con agua?” No dice ¿qué significa el bautismo? sino ¿qué significa “este bautizar con agua?” Nos indica así el acto externo en el bautismo, que se lleva a cabo usando agua. (“Conviene saber, por último, lo que significa el bautismo y por qué Dios ha instituido justamente tal signo o ceremonias externas para hacer el sacramento, en virtud del cual somos recibidos primeramente en la cristiandad.” Catecismo Mayor, Bautismo, #64) El hecho de que Dios ha establecido que se nos aplique agua y así seamos lavados tiene un hermoso significado espiritual. — Si queremos entender correctamente las palabras de nuestro catecismo, tenemos que saber y tener presente la manera en que frecuentemente se aplicaba el bautismo en la antigüedad. Al que se le bautizaba se le sumergía en el agua y otra vez se le sacaba. Este acto de sumergir a la persona en el agua y luego sacarla tiene un doble significado espiritual. Retrata para nosotros la muerte del viejo hombre y el nacimiento y crecimiento del nuevo hombre. (“Este acto o ceremonia externa consiste en que se nos sumerge en el agua que nos cubre enteramente y después se nos saca de nuevo. Estas dos cosas, es decir, la inmersión y la emersión del agua indican el poder y la obra del bautismo, que no son otras sino la muerte del viejo Adán y, seguidamente, la resurrección del nuevo hombre. Ahora bien, ambas cosas han de suceder durante toda nuestra vida, de modo que la vida del cristiano no es sino un bautismo diario, comenzando una vez y continuando sin cesar.” Catecismo Mayor, Bautismo, #65)



1. Bautizar con agua significa que el viejo Adán debe ser ahogado en nosotros. Preg. 294,295.



a. “Significa,” dice Lutero, “que el viejo hombre en nosotros debe ser ahogado por pesar y arrepentimiento diarios, y que debe morir con todos los pecados y malos deseos.” Éste es el primer significado que el bautizo con agua tiene y debe tener. El viejo Adán debe ser ahogado en nosotros. ¿Quién es el viejo Adán? Ustedes saben que Adán fue el primer hombre, que Dios creó a su imagen, en santidad y justicia. Pero Adán cayó en el pecado y así perdió la imagen de Dios. Por medio del pecado se corrompió toda su naturaleza. Cayó de Dios y se hizo el enemigo de Dios. — Y Adán después engendró hijos e hijas según su imagen. (Génesis 5:3). Todos los hombres son semejantes a Adán. Comparten la corrupción del pecado. Heredan esta corrupción del pecado desde los tiempos de Adán. Así ha llegado también a nosotros. Todos fuimos concebidos y nacidos en el pecado. Por eso el catecismo nos dice que el viejo Adán en nosotros debe morir “con todos sus pecados y malos deseos.” Tenemos en nosotros pecados y malos deseos; estamos inclinados a todo mal. Es esta corrupción pecaminosa de nuestra naturaleza, que ha llegado a nosotros desde Adán y con la cual nacemos, que llamamos el viejo Adán, o también el viejo hombre, Efesios 4:22. (“¿Qué es, pues, el viejo hombre? Es el hombre ingénito en nosotros desde Adán; un hombre airado, odioso, envidioso, impúdico, avaro, perezoso, soberbio, incrédulo, lleno de toda clase de vicios y ajeno por naturaleza a toda bondad.” Catecismo Mayor, Bautismo, #66)



b. Este viejo Adán debe ser ahogado en nosotros, debe morir. Éste es el significado de bautizar con agua. Si a un hombre se le sumerge en el agua y se le retiene allí mucho tiempo, se ahoga y se muere. Sumergir a una persona en el agua en el bautismo significa que también con y en nosotros algo debe morirse espiritualmente, el viejo Adán. — Éste debe ser ahogado y morir. De aquí viene que el viejo Adán todavía vive en nosotros después del bautismo. Somos hechos nuevos hombres en el bautismo. Se obra en nosotros una nueva vida espiritual. Pero también nuestro viejo Adán, el viejo hombre o nuestra carne siempre está allí. Nuestro viejo Adán todavía después del bautismo es malo. Tiene pecados y malos deseos. Surgen en nosotros toda clase de malos deseos, deseos de toda clase de mal, y éstos quieren arrojarnos a toda clase de pecado. Este viejo Adán en nosotros debe ser ahogado continuamente, para que se muera con todos sus pecados y malos deseos. —El apóstol explica el significado de esto en Efesios 4:22. Debemos despojarnos del viejo hombre. Los deseos y lascivias surgen en el viejo hombre. Nos despojamos de estos malos deseos y lascivias y los matamos cuando no cedemos a ellos, sino los suprimimos y huimos de ellos. El apóstol Pablo también exige esto en Gálatas 5:24: “Los que son de Cristo,” dice, “han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Pertenecemos a Cristo por medio del bautismo. Todos los cristianos bautizados deben crucificar su carne con sus pasiones y deseos. Nuestra carne es lo mismo que nuestro viejo Adán, que está viciado conforme a los deseos engañosos. Debemos crucificar nuestra carne. El apóstol aquí utiliza otra figura. Debemos matar a nuestro viejo Adán, colgándolo en una cruz. La crucifixión era una muerte muy dolorosa. Tampoco la muerte del viejo hombre ocurre en nosotros sin dolor. Tenemos que afligir a nuestra carne cuando quiere seguir los malos deseos. El viejo Adán en nosotros es ahogado cuando nos oponemos a los malos deseos y los suprimimos.



Nuestro catecismo también nos dice cómo esto sucede: “por pesar y arrepentimiento diarios.” Al viejo Adán se le mata en nosotros con pesar y arrepentimiento diarios. Pesar es reconocer nuestro pecado y lamentar desde el corazón que hayamos ofendido y entristecido a Dios con nuestros pecados. Tenemos que estar tristes y atribulados por nuestros pecados y la ira de Dios. El arrepentimiento es continuamente dejar el pecado para acudir a Dios por la fe en Cristo. Así el viejo Adán muere en nosotros cuando le pedimos a Dios el perdón de nuestros pecados, confiando en el mérito de Cristo, cuando le rogamos poder para resistir los malos deseos y suprimirlos, y para huir siempre más del pecado. Y debe haber pesar y arrepentimiento diarios. Todos los días debemos reconocer nuestro pecado y huir de él a la gracia de Dios. Toda nuestra vida debe ser un continuo arrepentimiento, una lucha constante contra el pecado. (“Porque, ¿no significa acaso el arrepentirse atacar seriamente al viejo hombre y entrar en una nueva vida? Por eso, cuando vives en arrepentimiento, vives en el bautismo.” Catecismo Mayor, Bautismo, #75) Diariamente tenemos que volver con arrepentimiento a nuestra gracia bautismal, de modo que, como Lutero dice de forma tan hermosa, “La vida del cristiano no es sino un bautismo diario, comenzado una vez y continuado sin cesar.”



2. Pero el bautismo tiene todavía otro significado. Después de que el hombre fue sumergido debajo del agua, de modo que el agua lo cubrió, otra vez salió del agua. Esto significa y retrata que “también cada día debe surgir y resucitar el nuevo hombre, para vivir eternamente delante de Dios en justicia y pureza..” Preg. 255, 256.



a. El nuevo hombre debe surgir y resucitar. Eso nos lleva a la primera pregunta: ¿Qué significa el nuevo hombre? Hemos oído que el bautismo es un lavamiento de regeneración. Por medio del bautismo nacemos de nuevo, y así somos llevados a la fe en Cristo. Pero 2 Corintios 5:17 dice que si alguien está en Cristo, si tiene la fe en Cristo, es una nueva criatura. Por medio del bautismo nacemos para ser una nueva criatura, se crea algo nuevo en nosotros, una nueva vida y naturaleza espiritual. En el bautismo recibimos nuevo poder para hacer el bien. A esta nueva naturaleza y vida las llamamos el nuevo hombre. Así definimos el nuevo hombre como la nueva naturaleza y vida espiritual que se crea en nosotros por medio del lavamiento de la regeneración.



b. Este nuevo hombre debe surgir y resucitar. Ya está el nuevo hombre, porque realmente fue creado en el bautismo. Nuestro catecismo luego nos describe más en detalle este nuevo hombre. Vive eternamente delante de Dios en justicia y pureza, o sea, con una justicia que vale ante Dios. Delante de él solamente vale la justicia que Cristo ganó por nosotros e hizo nuestra en el bautismo. Nosotros recibimos esta justicia por medio de la verdadera fe en Cristo. Vivir en justicia significa vivir en la verdadera fe. También vive en pureza. Huye del pecado, ya no sirve a los deseos malos como el viejo hombre, sino más bien a Dios en una vida pura y santa, con buenas obras. Así es el nuevo hombre que es creado en el bautismo.



Este nuevo hombre debe surgir y resucitar. Todavía es muy débil. Cuando nace un niño, es un verdadero ser humano, pero es todavía pequeño y débil, y necesita crecer y fortalecerse. Así es con el nuevo hombre. Al principio es pequeño y débil, y necesita crecer y fortalecerse en justicia y pureza. Podemos ver cómo sucede esto en Efesios 4:24. De la manera en que se pone la ropa y se envuelve en ella para cubrirse, nosotros los cristianos debemos siempre ponernos de nuevo a Cristo viviendo en justicia y pureza. Debemos andar cada día en la verdadera fe y en las buenas obras delante de Dios, de tal modo que siempre sea más evidente en nosotros la fe y las buenas obras. Así el nuevo hombre crece cada día, hasta que en la próxima vida llegue a vivir perfectamente en justicia y pureza delante de Dios. El nuevo hombre debe surgir y resucitar diariamente, lo cual sucede cuando nosotros andamos y crecemos diariamente en la verdadera fe y las buenas obras.



3. Nuestro bautismo con agua significa todo esto. Preguntas 256, 257.



a. Cuando nuestro catecismo dice que este bautizar con agua significa ahogar a diario el viejo hombre y el surgimiento del nuevo, no quiere decir con esto que el bautismo sea solamente una débil señal de todo esto, que solamente lo simbolice. Lutero demuestra cómo debe entenderse esto al agregar el pasaje de Romanos 6:4. Inmediatamente antes de estas palabras el apóstol había dicho que fuimos bautizados en la muerte de Cristo. Estamos hundidos en Cristo y en su muerte a través de nuestro bautismo, tenemos participación en Cristo y todo su mérito. Y luego sigue el apóstol: Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo. Después de su muerte, Cristo fue sepultado y así sepultó también nuestros pecados. En el bautismo nosotros somos sepultados juntamente con él. De igual manera nosotros también debemos sepultar nuestros pecados, diariamente huir de ellos y evitarlos. Pero Cristo otra vez resucitó después de su muerte. Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, y ahora vive delante de Dios. Por medio del bautismo tenemos participación también en su resurrección y debemos andar diariamente en nueva vida delante de Dios. El bautismo significa, primero, que debemos huir diariamente del pecado y andar en una nueva vida.



b. Pero el bautismo no solamente nos da el deber, también nos da el poder para hacerlo. Por medio del bautismo tenemos participación en Cristo. Así como Cristo por medio de su muerte sepultó y dejó atrás el pecado, también a nosotros que hemos sido bautizados en su muerte nos da el poder para sepultar nuestros pecados, huir de ellos y vencerlos. Así como él resucitó y vive, nosotros que por el bautismo tenemos participación en su resurrección diariamente podemos resucitar del pecado y andar en una vida nueva. El santo bautismo nos da el poder para sepultar y vencer diariamente el pecado y andar en una nueva vida. (“Por eso, cuando vives en el arrepentimiento, vives en el bautismo, el cual no significa solamente dicha nueva vida, sino que la opera, la principia y la conduce, pues en él son dadas la gracia, el espíritu y la fuerza para dominar al viejo hombre, a fin de que surja y se fortalezca el nuevo.” Catecismo Mayor, Bautismo, #75)



c. El hecho de que tenemos la obligación de luchar contra el pecado y andar en una vida nueva y recibimos fuerzas para hacerlo por el bautismo se hace manifiesto en el voto que hemos hecho por medio de nuestros padrinos. Han oído este voto al estar presentes en el bautismo de otros niños. Renunciamos al diablo con todas sus obras y todos sus caminos. Prometemos servir solamente al Dios trino. Este voto bautismal especialmente debe impulsarnos a intentar a vivir y andar de una manera santa. Debemos recordar esta promesa bautismal todos los días, diariamente renunciar de nuevo al diablo con todos sus caminos y todas sus obras, para servir diariamente de nuevo a Dios en santidad y justicia. Si por debilidad caemos en el pecado, nos consolamos de nuevo con el bautismo con sus promesas, y sacamos de él siempre nuevas fuerzas para una vida nueva.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Luis no sé quién va a leer semejante tocho...
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Bien, una vez demostrado que con la Biblia en la mano se puede sostener perfectamente tanto la regeneración bautismal (luteranismo) como el bautismo de infantes (luteranismo y calvinismo), nos toca a los católicos sentarnos en la butaca para ver tranquilamente cómo se las arreglan los protestantes para ponerse de acuerdo entre ellos sobre una docrina que, según San Pablo, forma parte de los rudimentos de la doctrina de Cristo (Hb 6,1-2). O sea, es una doctrina básica, elemental, de primero de "teología" para los primeros cristianos. Pues siendo tan básica, siendo tan elemental, hete aquí que el protestantismo tuvo la virtud de ponerse a discutir sobre lo que jamás se había discutido antes, la regeneración, y a reabrir el debate sobre lo que también había zanjado la Iglesia más de mil años atrás, el bautismo de infantes.

Tan clara estaba la doctrina de la regeneración bautismal que aparece explícitamente expresada en el credo nicenoconstantinopolitano:

Creemos en un solo bautismo para perdón de pecados


Pues nada, como si tal cosa. Esta gente, utilizando la Biblia, es capaz de llegar a cuatro posicionamientos distintos sobre la doctrina de bautismos:
1- El bautismo es salvífico y para niños
2- El bautismo no es salvífico pero sí para niños
3- El bautismo es salvífico pero sólo para adultos
4- El bautismo no es salvífico y sólo es para adultos

Eso por no hablar de las formas de administrar el bautismo, sobre las cuales también se pelean

Pues bien, señores, ustedes verán lo que hacen. Convoquen un concilio ecuménico protestante, siéntense con sus biblias a discutir sobre el tema y cuando haya llegado a un acuerdo, nos avisan y nos cuentan a qué conclusión han llegado.
Mientras tanto, los católicos tendremos todo el derecho del mundo a creer que su sistema de libre examen y Sola Scriptura es una farsa que no sirve ni tan siquiera para llegar a una postura común sobre una doctrina tan elementa y rudimentaria como el bautismo.

¿De acuerdo?

Pues hale, ya tienen trabajo que hacer, señores protestantes
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Anónimo100 dijo:
Luis no sé quién va a leer semejante tocho...

Más tocho son las Instituciones de Calvino y se la leen muchos calvinistas y no calvinistas.
Eso forma parte del catecismo luterano.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

..
.-Y los niños que no se bautizan, ¿van al Limbo?
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Luis Fernando dijo:
Más tocho son las Instituciones de Calvino y se la leen muchos calvinistas y no calvinistas.
Eso forma parte del catecismo luterano.

Yo he leído la Institución de la Religión Cristiana de Calvino, pero no en un foro, sino en papel. No sé si alguien aguanta leer algo tan largo en un ordenador.
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Luis Fernando dijo:
Bautismo (III)

“¿Cómo puede el agua hacer cosas tan grandes?”

Introducción: Hemos dicho cosas grandes y gloriosas acerca del bautismo: “Obra el perdón de los pecados, libra de la muerte y del diablo, y da salvación eterna a todos los que creen lo que dicen las palabras y promesas de Dios.” Esto nos hace preguntar: ¿Cómo es que el bautismo tiene tan gran efecto? ¿Qué es lo que da tal poder? Nuestro catecismo hace esa pregunta, da la respuesta correcta a ella, y la prueba de la palabra de Dios. Nuestro catecismo luego pregunta: “¿Cómo puede hacer el agua cosas tan grandes?”

¡Cuidado L.Fernando! Estas haciendo manifiesta una tremenda ignorancia, sino tuya, por lo menos de tu iglesia.

¿De donde sacan que el agua puede librar de la muerte y del diablo,obrar el perdón de pecados y peor aún, dar salvación eterna?

¿No te das cuenta que con esos conceptos se está pisoteando la obra redentora y regeneradora de Cristo? ¡Agua ha existido en todos los tiempos, desde que el mundo es mundo! ¿A que vino Cristo entonces; si lo que el realizó en la cruz del calvario, lo podía hacer fácilmente el agua?

L.Fernando; aquí caben solo dos interrogantes, y espero que me respondas:

1.- O pisoteamos la obra de Cristo; al concederle tales atributos al agua o bautismo de agua.

2.- O tu iglesia se encuentra en la más terrible ignorancia.

¿Cual de las dos es la respuesta Luis?

Saludos
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Luis Fernando dijo:
Bien, una vez demostrado que con la Biblia en la mano se puede sostener perfectamente tanto la regeneración bautismal (luteranismo) como el bautismo de infantes (luteranismo y calvinismo), nos toca a los católicos sentarnos en la butaca para ver tranquilamente cómo se las arreglan los protestantes para ponerse de acuerdo entre ellos sobre una docrina que, según San Pablo, forma parte de los rudimentos de la doctrina de Cristo (Hb 6,1-2). O sea, es una doctrina básica, elemental, de primero de "teología" para los primeros cristianos. Pues siendo tan básica, siendo tan elemental, hete aquí que el protestantismo tuvo la virtud de ponerse a discutir sobre lo que jamás se había discutido antes, la regeneración, y a reabrir el debate sobre lo que también había zanjado la Iglesia más de mil años atrás, el bautismo de infantes.

Tan clara estaba la doctrina de la regeneración bautismal que aparece explícitamente expresada en el credo nicenoconstantinopolitano:

Creemos en un solo bautismo para perdón de pecados


Pues nada, como si tal cosa. Esta gente, utilizando la Biblia, es capaz de llegar a cuatro posicionamientos distintos sobre la doctrina de bautismos:
1- El bautismo es salvífico y para niños
2- El bautismo no es salvífico pero sí para niños
3- El bautismo es salvífico pero sólo para adultos
4- El bautismo no es salvífico y sólo es para adultos

Eso por no hablar de las formas de administrar el bautismo, sobre las cuales también se pelean

Pues bien, señores, ustedes verán lo que hacen. Convoquen un concilio ecuménico protestante, siéntense con sus biblias a discutir sobre el tema y cuando haya llegado a un acuerdo, nos avisan y nos cuentan a qué conclusión han llegado.
Mientras tanto, los católicos tendremos todo el derecho del mundo a creer que su sistema de libre examen y Sola Scriptura es una farsa que no sirve ni tan siquiera para llegar a una postura común sobre una doctrina tan elementa y rudimentaria como el bautismo.

¿De acuerdo?

Pues hale, ya tienen trabajo que hacer, señores protestantes

Luis Fernando; o eres un cómico taquillero o eres infantilmente inocente.

¿Demostrado con la Biblia en la mano? de donde sacas esa falacia. ¿Donde has o han demostrado eso; ¡Donde!?

Antes de sentarte en una butaca debes responder y argumentar con tus palabras y CITAS BIBLICAS esta postura; no con tu laaaaaaaarrrrrgooooooooo aporte. Asi es que ¡levantate! y empieza a responder.

¿Donde dice la Biblia (que seguramente la tienes en la mano) que el agua perdona pecados? (esta es la primera de muchas preguntitas Luchito)

Saludos
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Dagoberto, léete lo que he copiado sobre la doctrina luterana acerca del bautismo. Los luteranos, como tú, creen en la Sola Scriptura y el libre examen. Así que primero te pones de acuerdo con ellos y luego vienes y me preguntas.


Anónimo, tampoco creo que sea tan largo lo que he puesto
 
Re: EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS ESTÁ MUY DE ACUERDO CON LA INSTITUCIÓN DE JESUCRISTO

Luis Fernando dijo:
Dagoberto, léete lo que he copiado sobre la doctrina luterana acerca del bautismo. Los luteranos, como tú, creen en la Sola Scriptura y el libre examen. Así que primero te pones de acuerdo con ellos y luego vienes y me preguntas.


Anónimo, tampoco creo que sea tan largo lo que he puesto

Luis Fernando

No tengo que ponerme de acuerdo con nadie; yo no he citado a nadie.

Si tu te metes en un tema; debes estar bien montadito; sino, no lo hagas; si no eres capaz de responder a lo que son tus propios aportes; ¿entonces que? ¿que tengo yo que ver con Lutero? Yo estoy de acuerdo con la Escritura; por lo tanto de ella conversemos.

Me debes respuestas y no las eludas Fernando.

Saludos